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Yo estoy dispuesto ¿y tú? por zandaleesol

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YO ESTOY DISPUESTO… ¿Y TÚ?


El día que moría y la noche que nacía luchaban por un momento, mientras la azulada niebla del crepúsculo de ese otoño, tendía su alas diáfanas sobre los jardines de la escuela robando el color y la forma a los objetos que parecían vacilar agitados por el soplo de un espíritu, los confusos rumores de naturaleza del bosque prohibido se evaporaban temblando y los melancólicos suspiros de la noche se dilataban de eco en eco repetidos en mil rumores desconocidos.


Había buscado otra vez la soledad de aquella sala abandonada, que de un tiempo a esta parte se había convertido en su refugio secreto, pensaba en lo sucedido en esa mañana, era tan extraño e inverosímil, jamás lo creyó posible porque simplemente “no era posible” al menos eso era lo que siempre había creído, pero él era sólo un adolescente con obligaciones de adulto que, sin embargo, pese a ello no perdía esperanzas y tendía a quitarle a su existencia ese realismo dramático de un futuro oscuro que podía sumirlo en un final que no fuera otro que su propia muerte.


“No hay que evitar lo que es difícil sólo por el hecho de que sea difícil, casi siempre vale la pena pagar el precio de una hora de amargura o de días o meses a cambio de un poco de felicidad… yo estoy dispuesto… ¿y tú?...”


Esas habían sido sus palabras, sus únicas palabras aquella mañana en que se habían encontrado casualmente en ese pasillo desierto. No podía olvidar esas palabras que se repetían una y otra vez en su mente, era curioso pero podría decirse que una de las raras o de las únicas formas que tenemos de participar de las cosas del espíritu o de la divinidad es través del dolor eso era lo que él había intentado decir.


Ahora se encontraba en aquella sala con aquel espejo tal como lo hiciera en su primer año en Hogwarts, pero claro lo que veía en el espejo de Oesed ahora era muy distinto a lo que reflejaba cuando él tenía once años, pero ambos deseos igualmente imposibles, irrealizables, eso era lo que había creído siempre, hasta esa mañana, antes de oír esas palabras tan enigmáticas a las que no quería darle un significado definitivo, tenía miedo, esa era la verdad, pero su mundo de adolescente se negaba a escuchar del todo, porque en ese mundo de “hechizos, poesía y magia” los códigos eran diferentes y quizá no le haría daño escucharlos.


Sin embargo, sentía que su mundo se había trastocado desde esa mañana después de esas palabras, se apartó de la ventana y se acercó al espejo, ahí estaba otra vez el reflejo del mayor deseo de su corazón, ese chico rubio de ojos grises le abrazaba y le estrechaba con ternura, le besaba, cerró los ojos, aquello era una tortura, y sin embargo necesitaba de aquello, no quería dejar de anhelar.


- ¿Parece que tienes vocación para el dolor Potter? –dijo una voz tras él que arrastraba las palabras


Se dio la vuelta con precipitación, era él, no era una alucinación, en realidad era él, se quedó estático por un segundo mirándolo, luego regresó su vista hacia el espejo, la imagen seguía ahí, no era que el rubio había salido del espejo, era el Draco de carne y hueso con el cual él soñaba todos los días.


- ¿Qué haces aquí? –se atrevió a preguntar temeroso

- Sabes creo que esa vocación existe y es en cierto modo  lógica… lo absurdo es creer que uno puede escapar del dolor, considerarlo un accidente… soslayarlo… huir… para luego dejarse caer en una sucesión de otros dolores diminutos que no dejan ni siquiera el cosuelo de la grandeza, para aferrarse a una hilera de goces pequeños, de goces insignificantes y breves que reducen la escala moral de un mago.

- ¿Por qué me dices todo esto?

- Sabes que estas palabras siempre me las ha repetido mi padre… no sé si tenga razón… tal vez sí… tal vez no… pero de algo estoy seguro, quiero arriesgarme contigo, estoy listo para bajar la escala que puede llevarme a hundirme en un poso…

- ¿Yo soy un poso?

- Sí lo eres… no… no más bien eres una posa de aguas esmeraldas, cristalinas y puras que me atraen con su voluptuosidad, con su magnetismo –dijo el chico rubio estrechando la distancia que los separaba con decisión


Cada uno fue al encuentro del otro, estaban cada vez más cerca, los separaban apenas unos centímetros, la mano del chico rubio se enredó en el cabello azabache.


- Yo estoy dispuesto a correr todos los riesgos por ti… a desafiar a cualquiera que me diga que no puedo amarte… yo estoy dispuesto… ¿y tú?

- Sí lo estoy… te amo –dijo Harry


Harry sintió que otra vez esa mano se enredaba en su pelo, el cuerpo de Draco se apegaba al suyo, unieron sus labios por primera vez en un beso dulce que luego se trocó en uno más serio y pasional, ya no eran sólo sus bocas unidas, sino ellos dos íntegros de pies a cabeza, la mano del chico rubio ahora presionaba su espalda, se miraron a los ojos silenciosos, callados en una eternidad serena, se sentían transportados y ebrios de un hechizo de amor indecible, volvieron a besarse, se acariciaron, se tocaron para comprobar que estaban ahí, que realmente eran ellos y que se amaban.


Harry volvió a mirar el espejo, ahí estaban las imágenes de dos chicos, uno rubio y el otro moreno de cabello alborotado que se besaban apasionados mientras que con lentitud se quitaban la ropa para hacer el amor. La imagen reflejada en el espejo era la que mostraba el más anhelado deseo de sus corazones.


Fin
  

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