Rivales
By AthenaExclamation67
Camus, un joven francés de familia adinerada, centrado y serio en apariencia, estudió para medico a pesar de no seguir la tradición familiar como su padre quería. Siempre hubiera deseado que su único hijo siguiera sus pasos y continuara manejando el emporio familiar, pero su pasión era la neurocirugía. Se dedicó en cuerpo y alma en la carrera de medicina y cuando consiguió superar todos los exámenes e ingresar como interno en un prestigioso hospital fue la persona más feliz sobre la faz de la tierra aunque para ello tuvo que mudarse a la mismísima Grecia.
Milo, un muchacho Griego, rebelde y sin facilidades, pero con la misma pasión, aunque en otra de sus variantes. …l quería ser cirujano cardiotorácico y no tuvo ayuda de nadie al ser huérfano de padres. Tuvo que conseguir un modo de pagarse los estudios que quería cursar. El sólo estaba convencido de que lo conseguiría, no sabía como, pero lo haría, tenia el firme propósito y tras pasar por muchas dificultades consiguió una plaza como interno en ese mismo hospital.
A ambos les quedaba la mejor o la peor parte de la carrera, la interinidad, donde empezarían a realizar sus prácticas como cirujano y tratarían de decidir su especialidad. En sus casos estaba más que decidida, solo debían practicar para ser los mejores y lograr superar el examen final.
El hospital en cuestión era el “Athena’s Sanctuary” uno de los más prestigiosos de toda Europa y el mejor de Grecia. Cualquiera que tuviera la suerte de ingresar allí como interno, debía sentirse orgulloso ya que decían era en el que mejor se enseñaba.
Milo y Camus se acostaron esa noche ansiosos, sin saber exactamente lo que el futuro les deparaba, en sus respectivos hogares, esperando ansiosos el mañana para poder ir a aprender todo lo que les tenían que enseñar.
Al día siguiente, tomaron sus mochilas provistas de lápices, libretas, sus batas blancas y partieron al hospital. A su llegada fueron enviados junto con el resto de los internos a la presentación que se realizaría en un quirófano por el director del hospital y él mismo les asignaría a su residente, el que se encargaría de instruirles y torturarles durante las horas de trabajo.
- Bienvenidos – habló el director mirando a cada uno de ellos – sois la elite de los médicos del futuro, esperamos que absorbáis como esponjas la mayor cantidad de conocimientos posibles en este duro trabajo que habéis escogido. Disfrutad aprendiendo, no os será fácil, pero con decisión y tenacidad todo se consigue. Así que esperamos que el próximo año seáis vosotros los que estéis aquí a mi lado recibiendo a los nuevos internos. Sin más, estos son los cirujanos residentes que os instruirán, debéis obedecerles como si se tratara de vuestro propio padre.
Mientras el director asignaba los puestos, se hizo presente un barullo en la sala, el típico barullo que se produce con la emoción del primer día en el que conoces gente nueva, cuando te asignan a alguien que te cae mal, o por el contrario te toca un compañero de facultad.
- ¡Un poco de silencio! – dijo el director – Shion, tus internos, obviamente son los que quedan, Dante, Milo, Camus y Anders. Bien, os deseo a todos un buen primer día y mucha suerte – añadió y salió del quirófano.
Cada medico residente, observó a sus internos tratando de intimidarles para ejercer presión, para que supieran en todo momento a quién debían obedecer.
Se dividieron en grupos y Shion quedó con sus internos en ese mismo lugar, era el residente más veterano, y al que más se debía temer, pero uno se podía considerar afortunado si era él el que te instruya.
- Soy Shion. No aceptaré riñas, disputas ni pelotas de ningún tipo. Operará el que se lo gane, y el que no se pasará el día revisando informes, limpiando enfermos o haciendo suturas. Soy el más carbón de todos los residentes que os podía tocar, pero no se es el jefe de residentes por nada en este hospital – dijo – Al más pequeño patinazo os daré una parada en el culo y os pondré de patitas en la calle, no necesito el permiso de nadie – añadió.
Los cuatro compañeros de equipo quedaron impresionados, con tal presentación… Era mejor obedecer que hacer rabiar al residente que les habían asignado.
- Bien, ir a cambiaros, os espero en la recepción de enfermeras, allí empezaré por asignaros los turnos de las guardias y vuestras tareas – dijo mirándolos muy serio - ¡Venga! – exclamó al ver que no se movían.
Dante, Camus y Anders, saltaron del susto y salieron casi corriendo hacia el vestuario, a excepción de Milo que fue retenido por Shion.
- ¿Cómo te ha ido Milo? – le preguntó – sigo tus pasos desde la última vez que nos vimos.
- Bien gracias Shion, me las he arreglado – contestó y se fue a cambiar como el resto de sus compañeros.
Recorrió los pasillos de ese hospital que le traía recuerdos bastante amargos y abrió la puerta del vestuario donde se encontró con algo que no esperaba.
- Vaya, vaya – dijo Camus – parece que Shion ya tiene un favorito – se burló.
- Qué te pasa… ¿tienes celos? – contestó provocándole la risa a sus otros dos compañeros.
Camus se le acercó amenazante y quedó a un centímetro de su cara, casi podían rozar sus narices cuando Shion entró.
- ¿Algún problema, o solo se están conociendo?
El silencio se hizo, nadie habló, Camus y Milo se miraban fijamente y con odio a los ojos cuando Dante habló.
- No señor, solo se estaban presentando – dijo.
Shion miro a Dante, conocía del carácter impulsivo de Milo perfectamente y esa mentira no se la colaba nadie.
- Bien… Dante, Anders, vendréis conmigo. Camus ve a la recepción de enfermeras, hoy las ayudarás y tú Milo iras a urgencias, demostrarás lo bueno que eres haciendo suturas.
- ¡¡¡Quéeeeee!!! – exclamaron al unísono y separándose para mirar a Shion.
Este, los miró con cara sería y se marchó con sus compañeros dejándolos a solas en el vestuario.
- Todo esto es culpa tuya – reprochó Camus.
- Seguro. Si no fueras de listo, no habría pasado esto – contestó Milo terminando de atarse los zapatos.
Tomó su estetoscopio, el cual estaba seguro no usaría mucho durante el día y se fue a Urgencias tal y como Shion le había ordenado dejando a Camus con la palabra en la boca.
Camus gruño enfadado y se recostó sobre su taquilla, no podía creer que su primer día tuviera que ir a ayudar a las enfermeras, pero tampoco quería disgustar a Shion, ya buscaría el modo de escabullirse e ir a tratar algún paciente que necesitara de alguno cirugía y cuando Shion viera su maña seguro que le dejaría ir con él.
Milo, pasó la mañana realizando suturas diversas, piernas, algún corte en brazos o cabezas y el medico de guardia que estaba de buenas incluso le dejó ayudarle en una operación de una fractura en la pierna. Tuvo que reconstruir la pierna y le dejaron que observara la operación y participara en esta alineando el hueso y cerrando la herida.
- ¡Gracias! – le dijo al cirujano entusiasmado.
- A ti – le contestó amablemente.
Milo estaba pasándolo realmente bien, había tenido suerte, no cayó en las manos de ningún borde que le obligara a cambiar los orinales.
Camus por su lado, fue a dar con la jefa de enfermeras, una mujer joven, pero con mucha experiencia y para su suerte, encargada del quirófano en ese día. Quizás Shion los había enviado con esas personas a cosa echa.
- Vamos Camus, hay que coger una vía a este paciente y luego entrar al quirófano – dijo sorprendiéndole.
- ¿Yo puedo ir? – preguntó
- Claro, Shion te dejó a mi cargo, serás mi sombra.
Camus tomó la vía rápidamente, tal y como había aprendido en la facultad y observó como la enfermera rapaba el pelo del paciente.
- ¿De que le van a intervenir? – preguntó curioso.
- Tiene un tumor en el cerebro, se lo van a sacar. Vas a ver en acción a uno de los mejores neurocirujanos operar.
Camus abrió los ojos de par en par, inspiro fuerte creyendo que no podría contener la emoción y se pondría a llorar.
Entraron al quirófano y las cuatro horas que duró la operación le parecieron cinco minutos, en los que no se perdió un detalle y cuando la enfermera le dejó ocupar su puesto cuando hubo que drenar la sangre, literalmente voló y se puso más nervioso que un flan.
- Tranquilo, con suavidad – le indicó.
La operación terminó y tras lavarse, Camus le dio un abrazo efusivo a la enfermera que sonrió por el gesto.
- Estos internos de Shion… - susurró
Camus se fue a comer a la cafetería donde se reunió con sus compañeros Anders y Dante que le explicaron que habían estado, lo que habían hecho y donde Camus les explicó su emocionante operación hasta que a los pocos minutos Milo llegó y pregunto si podía sentarse con ellos.
Dante y Anders asintieron y Camus refunfuño resignado.
- ¡Hey! Dicen que ayudaste a reconstruir una pierna – Dijo Anders.
- Si fue muy emocionan…
- ¡Bah! Eso no es nada – interrumpió Camus – lo mió fue mejor – añadió.
Milo lo miró de reojo con algo de rabia y cuando estaba a punto de contestarle Shion los interrumpió.
- ¡Que hacéis aquí! – espetó – estos son vuestros “buscas”, si os llamo, debéis venir inmediatamente… ¿De acuerdo?
Todos asintieron y tras coger cada uno un aparato regresaron a sus tareas.
La tarde, pasaba aburrida, sin ningún tipo de emoción hasta que sus “buscas” empezaron a sonar.
BIP… BIP…
- ¡911! – exclamó Milo – una urgencia.
Salió corriendo hacia el primer teléfono que encontró para averiguar lo que debía hacer.
- Rápido, ve a la puerta de ambulancias, llega un enfermo de corazón, si ves a alguno de tus compañeros que te acompañe – le ordenó Shion.
Milo, corrió hasta la puerta como le ordenaron y por el camino encontró a sus tres compañeros y volaron hacia la puerta donde esperaron a Shion que llegó en un segundo.
- Chicos, esta será vuestra primera urgencia, no perdáis los nervios, que no cunda el pánico. Lo llevaremos al quirófano donde deberemos estabilizarlo… ¿entendido? Quiero que me demostréis que hice bien al escogeros como internos.
- ¡SÍ! – contestaron los cuatro.
Llegó la ambulancia y Shion se colocó a los pies de la camilla y dos de ellos a cada lado. Corrieron hasta el quirófano como Shion había indicado y empezaron a examinarle cuando llegaron.
- Anders, constantes. Dante, una vía. Milo estate preparado por si hay que darle una descarga y Camus, corta esa camisa.
Todo iba muy rápido, no había tiempo para pensar.
- Señor pulso muy débil, se esta parando – dijo Anders.
- No respira… ¡Mierda! – gritó Dante.
- Rápido Milo, intubalo – exclamó Shion.
Milo tomo la “cuchara” para apartar las cuerdas vocales y poder intubarle pero Camus lo apartó dándole un codazo.
- Deja, yo lo hago – dijo Camus cogiéndole las cosas de las manos.
- ¡Pero qué! – exclamó Milo.
Shion los miró rabioso, dejó que Camus terminara de intubar al paciente y con una mano agarró la máquina de insuflar aire la cual él mismo usó para que el hombre volviera a respirar.
- Se recupera – dijo Dante más calmado.
- Anders, conecta el respirador, hemos terminado.
Todos salieron a lavarse con Camus y Milo mirándose muy enfadados, cuando terminaron, salieron al pasillo y Milo apretaba los puños por no golpear al atrevido que lo había sacado de su lugar.
- ¡Vosotros dos! – dijo Shion deteniendo su marcha hacia el vestuario – si vuelvo a ver un espectáculo así os pongo de patitas en la calle, haré que os echen tan rápido que ni os daréis cuenta… ¡Entendido!
Los dos asintieron ante la implacable mirada amenazante de Shion. Milo, sintió rabia, impotencia por llevarse la bronca de algo que ni siquiera había provocado. Se fue del lugar y dejó a Camus con una sonrisa victoriosa por haberlo humillado, renegando mientras entraba a los vestuarios – ¡ricachón de las narices! – repetía una y otra vez.
- Y tú… ¿De que te ríes? – exclamó Shion – si digo un nombre es para que esa persona haga el trabajo, no hace falta que te hagas el héroe conmigo, se de los talentos que todos tenéis. Si no, no estaríais en mi equipo. No me hagas la pelota, eso no sirve de nada conmigo. ¿Me he explicado lo suficientemente claro, o te lo repito?
Camus, trago largo. Sintió que le invadía una nueva sensación, una que desconocía. Esa sensación que al marcharse Shion sin dejar que le contestara aumentó. De forma considerable. La ira recorrió su cuerpo, en el fondo se había ganado la bronca, pero eso no le impedía sentirse así, algo pasaba, necesitaba ver a Milo y desahogarse. Apretó los puños y llegó a la puerta del vestuario y cuando estuvo frente a ella, la abrió de un golpe haciendo que sus tres compañeros quedaran asombrados.
Dante y Anders se apartaron de Milo al ver que Camus se le acercaba enfurismado.
- ¡Estúpido! Por tú poca capacidad de reacción nos han echado la bronca – espetó Camus.
Milo lo miró de soslayo y siguió haciendo lo que a.C., cambiarse para marcharse a su casa ya que su turno había acabado.
- No me ignores modelucho creído – o quizás te ganaste el puesto de modelo a base de favores sexuales – añadió riendo sarcástico.
Milo alzó la cabeza y lo miró con rabia pero en sus ojos también se reflejaba la tristeza.
- No sabes nada de la vida. No hables de cosas que ignoras o tendrás problemas – le dijo para después marcharse dejándolo con la boca abierta.
Dante y Anders se miraban, no entendían por que se llevaban tan mal si acababan de conocerse, pero ver marchar a Milo, los tranquilizó, no entró en el juego de Camus y la pelea se acabó ahí.
Craso error. Camus tomó su chaqueta y se fue del vestuario sin cambiarse siquiera, persiguiendo a Milo el que cuando volvió a encontrarlo, estaba subiendo a su auto. Camus corrió hacia el suyo y llegó justo a tiempo para poder seguir a Milo que tras conducir unos cuantos kilómetros llegó a las afueras de la ciudad y paró frente a su casa, una de estilo colonial muy bella con un balancín en el porche y balcones cubiertos de macetas llenas de flores.
Cuando bajo de su auto y llegó a la puerta, Milo escuchó el frenazo de un coche que llegaba y se giró algo extrañado. No había más casas por allí y no esperaba visitas, más cuando su ocupante descendió tras abrir la puerta, Milo negó con la cabeza.
Se dio la vuelta ignorándolo y después de buscar las llaves de su bolsillo buscó la correcta para poder cruzar el umbral de su casa.
- ¡Eres un cobarde! – gritó Camus mirándole desde el otro lado de la carretera.
- No vales la pena – contestó sin girarse ya entrando en la casa.
Camus encolerizó, corrió hasta la puerta que Milo estaba cerrando y de un golpe seco la abrió quedando frente a frente, mirándose a los ojos, tratando de intimidarse el uno al otro.
- Vete de mi casa – dijo Milo al tiempo que se giraba.
- De aquí no me voy hasta que me contestes – respondió sujetándolo de un brazo y cerrando la puerta con un pie.
Milo inspiro profundo al sentir la mano de Camus sobre su brazo y sin que el otro lo esperase lo acorraló contra la pared deshaciendo el agarre del brazo y sujetándolo por los hombros.
- Y… ¿Qué quieres saber? – preguntó irónico Milo.
Camus no contestó, estaba sorprendido, su corazón latía fuerte y su pecho se movía agitado por algo que ni el mismo sabía explicar.
- Vamos, estoy esperando – añadió.
Milo ejercía una fuerte presión sobre los hombros de Camus el cual se limitaba a no desviar la mirada de su captor. Milo sintió como el aliento agitado de Camus chocaba contra sus labios, un aliento que le provocó cuando clavó sus ojos en los de Camus observando que Camus lo miraba de un modo diferente a cuando había llegado...
Milo se predio en la belleza de esos ojos que lo miraban extrañado y lo besó dejándolo completamente descolocado. Un beso que no fue correspondido por lo inesperado y que los agitó a ambos.
- ¿Qué haces? – preguntó Camus al separarse Milo.
Pero Milo no contestó, volvió a mirarle a los ojos y tras cambiar la posición de sus manos pasándolas de los hombros a las mejillas de Camus, Milo volvió a besarlo pero esta vez de un modo más apasionado. Beso que Camus tampoco correspondió, incluso trató de apartarlo, algo que dejó de hacer cuando sintió como la lengua de Milo acariciaba sus labios. Cosa que le gustó y fue entonces cuando correspondió a ese beso. Beso que los hizo temblar cuando sus lenguas se entrelazaron y jugaron traviesas.
- Dime que no viniste por esto y te dejaré ir – susurró Milo contra los labios de Camus.
Camus lo miró con deseo y lo besó excitado, no hizo falta más respuesta, Milo lo abrazo y girando se lo llevó hasta el salón mientras que por el camino lo fue desnudando, literalmente casi desgarro las ropas del uniforme, la camiseta de Camus quedó hecha jirones y el pantalón tuvo algo más de suerte por que cedió con facilidad y mientras caminaban para llegar a la sala caía el suelo con Camus pisándolo para poder acabar de sacarlo de sus piernas.
Camus ayudó a Milo a desnudarse, deslizó sus manos hasta la cintura de Milo y tomando la camisa que estiraba para poder sacarla de debajo de sus pantalones con furia, la estiraba con fuerza y cuando ya no pudo contenerse más pasó su mano por el hueco que dejaban los botones y la abrió fuertemente dejando al descubierto el pecho de Milo. Camus volvió a mirarle con deseo, el mismo deseo que hizo que Milo lo agarrara por las nalgas para cargarlo y obligarlo a enrollar sus piernas a su cadera cosa que Camus ni pensó, solo obedeció dejándose llevar por sus instintos y la excitación y la lujuria que dominaban sus cuerpos.
Mientras Camus era sujetado por los brazos de Milo, terminó de sacarle la camisa cuando sintió que Milo lo recostaba contra una pared y besaba su cuello provocando que de sus labios salieran gemidos de placer.
Milo, desatado, abrió su pantalón mientras que dejaba que los pies volvieran a tocar el suelo. Terminó de desnudarse y se agacho para sacar el bóxer de Camus que ya lucía bastante abultado.
Milo, sonrió de costado y suavemente hizo descender el bóxer de Camus que se erizó por completo.
- Ahhhh… - Gimió al sentir la lengua de Milo recorrer la longitud de su sexo.
- Mmmm… - correspondió Milo - ¿No quieres? – añadió para provocarle mientras llevaba una de sus manos a su entrada.
- ¡Idiota! – le contestó sonrojado antes de que Milo volviera a besarle al levantarse.
Beso que se prolongó y que Milo aprovecho para tomar una de las piernas de Camus, la cual levantó para poder acomodarse entre ellas y dando una fuerte embestida con su endurecido miembro entró en Camus que en un reflejo mordió el labio de Milo por el dolor.
Esto separó sus bocas pero Milo no dejó de moverse, al contrario, continuó hasta que oyó como los jadeos de Camus fueron variando en tono y pronunciación. Milo le embestía mientras la pierna de Camus colgaba de su brazo que hacía fuerza contra la pared y a su vez le proporcionaba mayor facilidad de penetración en Camus.
Camus no podía más, gemía enloquecido por las embestidas, sentía que se iba a desmayar en cualquier momento, que estallaría de placer, más cuando Milo sacó la mano que rodeaba su cintura y tomó su sexo para masturbarlo.
- Milooooo… Jadeaba.
- Mmmm… ¿Qué? Mmmm… - seguía provocándole mientras seguía besándole y masturbándole.
Camus rabiaba a cada provocación, pero - ¡Dioses! – repetía una y otra vez, lo estaba poseyendo de una forma que le encantaba.
Miró a los ojos de Milo con una rabia contenida que lo sonrojaba y lo besó con pasión desenfrenada a la vez que Milo lo hizo terminar agitando su sexo fuerte con sus manos y él mismo estallaba dentro de su cuerpo.
Se dejaron caer sobre el suelo, agotados, desfallecidos, permaneciendo estirados boca arriba cuando Milo en un amable gesto le ofreció su brazo a modo de almohada a Camus que tras mirarle de reojo se acomodó en él y ambos quedaron dormidos mirándose en ese mismo lugar.
Un ligero frío despertó a Camus al rato que al abrir sus ojos recordó todo lo que había sucedido, más cuando vio a Milo desnudo durmiendo junto a él.
- ¡Dios, pero que! – pensó confundido.
Se levantó y el recuerdo de los momentos de pasión llegaron a su mente en forma de dolor, dolor por las fuertes pero también disfrutadas embestidas que Milo le había proporcionado.
Tomó su ropa que aún hecha jirones se vistió y se fue de esa casa en silencio y sin despedirse, justo al contrario de cómo había llegado.
Por la mañana, bien temprano el detestable sonido del despertador devolvió a Milo al mundo de los vivos.
- Aghhh… ¡maldito despertador! – dijo mientras se desperezaba.
En ese momento cuando se vio desnudo, sentado en el suelo se acordó de todo, pero que Camus no estuviera le extraño. Se levantó y cuando iba a empezar a buscarle se dio cuenta que sus ropas tampoco estaban, entonces se fue hasta la ventana y miró a través de ella, fue cuando confirmó sus sospechas y se molestó.
- ¡Se fue! – gruño para después ducharse e irse al hospital – que tipo este – pensaba por el camino.
Milo se sintió algo dolido, no sabía porqué Camus se había ido, más cuando él había empezado la “guerra”. Llegó al hospital y se fue directo al vestuario donde no lo encontró, se cambió sus ropas y se fue al punto de encuentro para que le asignaran a su tarea.
Cuando estaba llegando al lugar, sus ojos se iluminaron, Camus estaba allí, al menos sabía que estaba bien, de una pieza. Se le acercó sin que le viera llegar y justo cuando iba a decirle algo…
- ¡Milo! – exclamó Shion - ¿Se puedes saber que haces? Dejaros de peleas… ¡YA!
- ¡¡¡QU…EEEEE!!! – pero si no…
- ¡SILENCIO! – acabó Shion.
No los dejo explicarse, simplemente les asigno sus tareas y se marchó a una reunión.
Todo el día fue muy pesado, les habían vuelto a tocar las “peores” tareas y ese día no tuvieron la suerte de entrar al quirófano. Cuando al fin su turno terminó, Shion les dio permiso para irse a sus respectivas casas.
- Todo esto fue culpa tuya – le dijo Camus a Milo mientras caminaban hacía el vestuario.
- ¡¿Culpa mía?! - contestó – solo quería saludarte, como te fuiste tan apurado y sin despedirte.
- ¡Mira! – replicó.
- ¡¿Mira Qué?! – le dijo arrastrándolo de un brazo a uno de los cuartos de descanso.
- Oye… ¿Qué haces? – preguntó al sentir los labios de Milo sobre su cuello.
- Vamos… ¿No quieres repetir? – contestó Milo sonriente.
Camus se sonrojó. Para Milo eso fue suficiente, simplemente lo hizo suyo de nuevo ahí mismo, en el cuarto de descanso de los residentes.
- Esto no esta bien – dijo Camus cuando terminaron.
- ¿Acaso no te gusto? – preguntó Milo acabándose de vestir.
- Da igual, me voy – contestó frío y se marchó.
Los dos, pasaban los días incordiándose, buscando la forma de hacer que la chispa de la pasión estallara y terminaran haciendo el amor, amándose aunque ninguno lo dijera en cualquier rincón del hospital, en cualquier fiesta o cualquier otro lugar para después irse cada uno triste por su lado.
La situación, se les estaba yendo de las manos, y en alguna bronca habían terminado enfadados por días para después reconciliarse y demostrarse la pasión que se procesaban.
Sus compañeros y Shion, a pesar de no estar seguros, algo intuían y estaban hartos de aguantarlos hasta que un día algo más grave pasó y todo cambió sin que nadie, ni siquiera ellos lo esperaran.
Hacia ya dos meses de estos encuentros pasionales de los que Milo y Camus disfrutaban aunque ninguno de ellos lo hubiese admitido.
Pasaron por turnos, guardias y largas horas en la que casi sin darse cuenta se buscaban para poder explicarse mutuamente como les iba o cómo les había ido el día. En estas situaciones, reinaba la paz entre ellos, ni peleas, ni discusiones absurdas, se compenetraban muy bien, pero si en algún momento recibían una interrupción, sacaban la sonrisa de su cara y acababan fingiendo cualquier tipo de discusión.
Aquella noche y después de un largo día, Milo tuvo que quedarse en el hospital de guardia toda la noche. Una noche que se le hizo horriblemente larga, en la que en los pocos minutos que tenía libres recordaba a Camus y todos esos encuentros tan fogosos que habían compartido. No fue una guardia muy complicada, más cuando faltaba solo una hora para que terminara su turno, llegó una urgencia muy grave.
Se trataba de una mujer de mediana edad, sobre los 40 años y había sufrido un grave accidente de tráfico por culpa de un borracho que había resultado ileso.
Enseguida empezaron a atenderla, y cuando observaron que tenía heridas internas muy complicadas la trasladaron al quirófano para operarla.
- ¡Milo, lávate! Entraras conmigo – ordenó Shion.
Milo apresuradamente, lavó sus manos como un día le enseñaron, se puso la bata auxiliar, el gorro y los guantes y entró nervioso por la situación.
- Milo, controla el monitor del corazón, avísanos si ves cambios.
La mujer sufría de graves hemorragias internas, tenía el bazo y el hígado reventado y los pulmones encharcados con su propia sangre.
Hacían todo lo que podían, la mujer casi permanecía abierta en canal para poder drenar toda la sangre, para reparar cada arteria y vaso sanguíneo y dejara de sangrar.
Milo se vio inmerso en sus más amargos recuerdos, recuerdos que por un momento le devolvieron a la infancia al recordar que sus padres habían muerto así. Por culpa de un loco borracho que ese día se le ocurrió ponerse al volante.
- ¡Milo! – exclamó Shion - ¿Cómo siguen sus constantes?
Milo salió de su encantamiento. Reaccionó, giro rápidamente su cuello y observó lo que indicaba el monitor.
- ¡Estable, sigue estable! – exclamó.
Todo parecía estar arreglándose hasta que el corazón se paró. La máquina que controlaba sus constantes enloqueció, sonaba emitiendo pitidos que los dejó perplejos a todos.
- ¡Milo, rápido! Las palas – gritó Shion.
Este hizo lo que le ordenaron, una y otra vez repitió la acción esperando a que el corazón reaccionara.
- Vamos, vamos – repetía Milo.
- Milo, déjalo ya – ordenó Shion.
Más Milo no obedeció, siguió dándole descargas a la mujer tratando que su corazón y su destrozado cuerpo tuvieran cualquier tipo de reacción.
- Hora de la muerte… 6:55 AM – dijo Shion tomando las manos de Milo para que se detuviera – no se puede salvar a todos – añadió tristemente.
Lo dejó solo en el quirófano y se marchó a lavarse, Shion lo miraba a través de los cristales. …l sabía que en ese momento estaría acordándose de sus padres por los cuales no se pudo hacer nada.
Justo por ese motivo decidió Milo hacerse cirujano, pero como había dicho Shion… “no se puede salvar a todos”.
Milo suspiro profundamente y una lágrima resbaló por su cara.
- Lo siento – susurró y se fue después de cubrir a la mujer con una sábana.
Salió del quirófano, se quito los guantes, la bata auxiliar y se, marchó por el pasillo cabizbajo tratando de contener las emociones que le asaltaban.
- Vaya, vaya – dijo Camus – parece que no has dormido mucho – se burló.
Milo lo ignoró, pasó por su lado y siguió caminando pesado.
Camus se molestó, le dolió que Milo lo ignorara.
- Vaya con el gigoló – dijo – no ha tenido una buena noche y cree que puede olvidarse de los modales.
Milo frenó en seco y se volteo mirando a Camus con rabia.
- ¡Te dije el día que nos conocimos que no hablaras de cosas que no sabes! – le gritó alertando a Dante y Anders que estaban allí cerca.
- Qué pasa… ¡Las verdades ofenden! ¿Cierto? – respondió Camus con ironía.
Milo apretó los puños y vio como Camus se reía y se burlaba de él, repitiendo las mismas palabras que la primera vez. Lo miraba incrédulo, los encuentros que estaban manteniendo, las bromas que se gastaban, eran una excusa para poder amarse en secreto – o… ¿no?, Quizás esto sea solo un pasatiempo para él – pensó. Pero verlo así, hablando de cosas que no sabía, ignorando por todo lo que tuvo que pasar en su vida le dolió, le dolió y mucho ver que alguien que creía que sentía algo por él decía ese tipo de cosas sin saber.
Pero Camus seguía con sus provocaciones, riendo con sonoras carcajadas que lo exasperaron, encendiéndolo de una forma diferente haciendo que Milo no pudiera contenerse más.
Milo tomó algo de impulso y golpeo a Camus en la boca haciendo que cayera al suelo por la sorpresa del golpe.
- ¡Te voy a enseñar yo a decir mentiras de la gente! – gritó encolerizado - ¡Ricachón malcriado! – espetó mirándolo tirado en el suelo.
- ¡Milo! – exclamó Shion desde la puerta de uno de los despachos y salio corriendo para atender a Camus - ¡Te has vuelto loco! ¡Lárgate! – le ordenó.
Milo se giró y se marchó corriendo, entró en el vestuario y sin cambiarse cogió sus cosas y se fue a su casa desesperado.
- Camus, pasa a la consulta, te veré ese labio – le dijo – vosotros dos, no os quedéis ahí pasmados e ir a cambiaros – añadió dirigiéndose a Dante y Anders.
Ayudaron a Camus a ponerse en pie y se marcharon para no enfadar más a Shion que acompañó al herido a la consulta. Tomó unos medicamentos y lo empezó a curar.
- Te dio bien fuerte – dijo Shion para sacar a Camus del mundo dónde se había encerrado después del golpe que Milo le dio - ¿Qué le dijiste que lo puso así?
Camus no contestó, levantó su mirada que permanecía clavada en el suelo y volvió a bajarla quedando pensativo y escuchando las palabras de Shion.
- No está roto – comentó Shion al ver que Camus no hablaba – no quedará cicatriz, aunque creo que eso no te importa demasiado… ¿cierto?
Camus se sonrojó. Tenía razón, su labio le importaba bien poco en ese momento. Shion estaba insinuando algo que creía nadie se había enterado.
- Verás – le dijo – conozco a Milo desde el entierro de sus padres. Siempre tuvo la determinación de ser medico para ayudar a todo el mundo pero hoy se murió una mujer durante la guardia de Milo en las mismas circunstancias que sus padres - le explicó.
Camus miró a Shion sorprendido abriendo bien sus oídos para seguir escuchándole.
- Milo quedo a cargo de su tío, esto me lo explicó él antes de ingresar como interno en el hospital, y no se lo hizo pasar nada bien – continuaba explicándole – se gastó toda la fortuna de sus padres y cuando él pudo tomar posesión de los bienes heredados solo le quedaba la casa a la cual se mudó – le decía ante el asombro de Camus – además, se tuvo que ganar la para poder pagarse la carrera y así fue como después de cinco años nos reencontramos cuando vino a pedirle el favor a mis padres y le dieron un trabajo en la empresa para que pudiera pagarse la carrera. Hizo un muy buen trabajo, supongo que habrás visto alguna foto por ahí.
Camus se llevó las manos a la cabeza, había metido la pata hasta el fondo, le había faltado al respeto y herido sus sentimientos.
- Shion, la culpa fue mía – le dijo – no lo castigues a él, el culpable soy yo. Dije cosas que no debía y por eso me golpeó.
- Tal y como imaginaba – le contestó – creo que los dos deberíais sentaros y hablar en lugar de buscar un motivo de pelea para luego reconciliaros a escondidas – añadió dejando a Camus pálido – si, no me mires así – respondió ante la cara de susto – se gustan, hasta un ciego lo vería. Pero ambos sois un poco mayores para estos juegos… ¿no crees?
Camus se levantó de la camilla donde estaba sentado.
- Discúlpame Shion, debo encontrarle – le dijo y salió del hospital más rápido que un rayo.
- ¡Ah…! Enamorados… - pensó y luego regreso a su puesto de trabajo.
Camus arrancó su coche y tomó rumbo a un lugar del que conocía perfectamente la localización, llegó y tras aparcar su coche cruzó la calle y llamó al timbre de la casa de Milo.
Oyó unos pasos que se acercaron hasta la puerta y esta se abrió dejando ver a Milo la inesperada visita.
- ¿Qué haces aquí? – gruñó dándose la vuelta y marchándose hacia el salón.
Camus entró sin que fuera invitado a pasar y después de cerrar la puerta lo siguió.
- ¡Espera! – exclamó.
- ¿A qué? – contestó y se fue hasta él amenazante – acaso vienes a que me deje la piel amándote para que luego te vayas por el mismo lugar del que viniste dejándome solo – confeso sin darse cuenta.
- Milo… Déjame que te…
- ¿Qué? Ahora vienes a explicarme tus penas… No gracias, ya tengo suficiente con las mías – le interrumpió muy enfadado – y tú solo consigues aumentar mi dolor – añadió.
- Lo sé… Shion me puso al corriente – dijo haciendo que Milo se callara y quedase completamente sorprendido – siento lo que dije antes, solo quería provocarte para que me llevaras contigo, extrañaba tú calor – añadió sonrojándose.
Ambos se miraron, sin darse cuenta, de alguna forma se habían dicho lo que sentían el uno por el otro, pero Milo reaccionó primero y atrapó a Camus entre sus brazos, él también le había extrañado esa noche.
- Ojala hubieras tenido guardia conmigo – dijo Milo.
- Siento lo de esa mujer, y lo de tus padres – dijo Camus – y yo voy a provocarte para después tenerme que enterar por Shion de mi metedura de pata – añadió bajando la cabeza para mirar al suelo avergonzado.
Milo tomó la barbilla de Camus para obligarle a mirarlo y lo besó.
Camus, sin poder evitarlo, se aparto al sentir la presión que ejercían los labios de Milo sobre el corte que el golpe de Milo le ocasionó.
- Disculpa, pensé que… - dijo Milo más se quedó callado al ver que el labio de Camus sangraba – Dios, yo te… te lastimé – añadió con voz temblorosa – voy a buscar algo para curarte – dijo antes de darse la vuelta e ir a coger unas gasas.
- E… Espera – lo detuvo Camus – no es nada, estoy bien – le dijo tomándolo de una mano – prefiero tus besos – añadió sonrojándose.
Esa era la primera vez que hablaban sin riñas, no buscaban una excusa para tocarse o abrazarse.
Milo le complació, estiro ligeramente hacia si mismo a Camus por la mano que le sujetaba y tras rodearle con sus brazos volvió a besarle.
Un beso diferente, pero igual de apasionado, sin miedo a ser rechazados, sintiendo plenamente, sin temer mostrarse sus sentimientos los cuales estaban más que claros.
Milo se separó lentamente y limpió con su lengua un hilillo de sangre que aún brotaba del fino labio de Camus que permanecía con los ojos cerrados, tratando de regresar al mundo después de ese beso.
De pronto, sintió como Milo lo estiraba del brazo, lo que acabó de devolverle a la realidad justo antes de empezar a subir las escaleras hacia el dormitorio de Milo.
Mientras ascendían, Camus se recreaba con el imponente cuerpo de Milo, excitándose cuando veía su perfecto trasero marcándose en esos horribles pantalones verdes del hospital y cuando se encontraron en el dormitorio iluminado por los primeros rayos de sol del amanecer, Camus no pudo contenerse más y asaltó a Milo cayendo ambos sobre la cama.
- Vaya con el doctorcito – bromeó Milo.
- Shhh… - lo calló llevándose un dedo a la boca para después sentado sobre la cadera de Milo empezar a desnudarse.
Camus se sacó el jersey que llevaba y después le sacó esa especie de polo verde a Milo para poder acariciar su piel sin obstáculos, algo que hizo que Milo se erizase y excitase en sobremanera. Más cuando tuvo que incorporarse sobre sus brazos para poder ver a Camus que le estaba regalando el mejor “striptease” involuntario que estaba interpretando.
Ver el cuerpo de Camus completamente desnudo le pareció un espectáculo apasionante, algo que Camus sintió, la mirada lasciva de Milo sobre su cuerpo, devorándole le despertó la lujuria y volvió a la cama para quitarle el resto de la ropa a Milo.
- Ahora también puedo recrearme yo la vista – dijo sonriendo haciendo volar los pantalones y el slip.
- Me estas provocando descaradamente – contestó Milo con una sonrisa de oreja a oreja mientras volvía a rodear su cuerpo con sus fuertes brazos.
Se recostó suavemente dejando a Camus sobre su cuerpo y tras mirarlo fijamente a los ojos giró sobre su cuerpo para cambiar la posición y quedó encima de Camus.
- Te amo Camus – le dijo sin dejar de mirarle a los ojos para que no desconfiara de sus palabras.
- Yo también te amo Milo – le contestó y alzó su cabeza para poder besarle.
En ese amanecer se amaron, compartieron caricias que aunque conocidas les proporcionaron sensaciones que antes no habían experimentado. Compartiendo el calor de sus cuerpos encendidos por la pasión, concentrándose en complacerse el uno al otro sin tener que hacer teatro por miedo a ser rechazado.
Desde ese momento, todo cambió entre ellos, algo que Shion agradeció, pues ya no tenía que lidiar con dos seres que ahora se demostraban que realmente se amaban sin más peleas ni rivalidades.
- Fin -
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