Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Idiota por Falconi Hawk

[Reviews - 4]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

MLR no me pertenece

Caía.

Todo se hacía lejano. Te veía ahí, gritando mi nombre, buscando mi salvación. 

Eres idiota. 

Extendiste tu mano intentando tomar la mía, pero no la acepté. Te rechacé. 

Orgullo. 

Mas no quisiste darte por vencido y, sin que me lo esperara, tomaste mi mano con la que estabas sosteniendo tu báculo. 

Te acercaste a mí. Rodeaste mi cuello con tus brazos. Sentía tu respiración, podía sentir tu llanto, tu desesperación.

 ––Heimdall ––escuché que dijiste en medio de tu llanto. 

––Idiota ¿Quieres morir tú también? ––te dije sonando tan despiadado como pude. 

¿Por qué? ¿Por qué de todo el daño que te había hecho, tenía que seguir lastimándote? Y más aún ¿Por qué te quisiste sacrificar? 

Sacrificar… No, eso no. Intenté alejarte de mí y te aferraste más a mi cuerpo, negándote rotundamente a dejarme. 

Me resigné a separarte, pues desde un principio no quise hacerlo, sólo para salvarte.

Te rodeé con mis brazos para protegerte del duro golpe que nos esperaba.

Caímos. 

Un fuerte dolor se apoderó de mi cabeza al momento de regresar en sí, aunque, en aquel momento no sabía si realmente había regresado. 

Abrí mis ojos lentamente, no había absolutamente nada, todo era oscuro. Tallé mis ojos tratando de pensar que después de ello, vería todo con claridad, pero no ocurrió nada. Todo se veía igual. 

––Loki ––recordé entonces. Nos separamos al momento del impacto ––Loki. 

Lo único que me importaba era encontrarte, saber si estabas bien… si estabas vivo.

Me dio un vuelco en el corazón, me empezó a doler demasiado. Pensar que te habías herido o algo mucho peor. 

––Heimdall… ––escuché decir en un tono muy bajo.

En parte me tranquilicé por haberte recuperado, pero no sucedió lo mismo después de oír tu voz, pues se escuchaba muy débil. Intenté seguir tu voz.

No te conseguía por ningún lado, no veía nada ¡Mierda! Comencé a correr. 

Pasaron segundos, minutos, horas; no sabía y tampoco me importaba, sólo quería encontrarte. Seguía corriendo hasta que topé con algo... ¡Eras tú! 

––Creí que no me encontrarías nunca ––me dijiste en tono de burla.  

Noté que tu voz se oía perfectamente. Comprendí que era por la lejanía que no te escuchaba bien. Qué alivio. Aún así nunca entendí cómo nos separamos tanto; pero qué importa. 

––Silencio, idiota ¿No ves que me tomé la molestia de buscarte? 

Te quedaste callado un rato. Me sentí imbécil. Nuevamente te había lastimado. 

––Disculpa ––me excusé enseguida, no quería que siguieras sufriendo. 

Entonces sentí que tus brazos rodeaban mi cuello nuevamente. Me estabas abrazando. Me sentía… bien. 

 Tomé tu cintura para que te acercaras más a mí, pues noté que sentías que estaba mal lo que hacías. Mi pulso se aceleró súbitamente al igual que el tuyo.

 Sonreí de lado pues en la vida habría imaginado que algo así que me sucedería y menos contigo.  

––Eres… 

–– ¿Un idiota? ––completaste separándote un poco de mí, dejando notar tristeza en tu voz 

––No ––dije impidiendo que te le alejaras ––Eres muy lindo. 

–– ¿Qué? ––preguntaste incrédulo 

––Eres–muy–lindo ––repetí lentamente como para hacerte rabiar 

–– ¡Ay, ya sé lo que me quisiste decir! ––exclamaste poniendo una expresión que me hubiese encantado ver ––Por favor, Heimdall, no juegues así conmigo 

–– ¿Y por qué habría de estar jugando? 

––Bueno, pues porque… ––balbuceaste –– ¿Estás diciéndome que soy lindo?

–– ¿Necesitas que te lo grafique? Te volviste a quedar callado. Seguramente me habrías estado clavando mil cuchillas con la mirada. Por suerte no te veía. 

Comencé a reírme –cosa muy rara en mí –y tú me seguiste el juego. 

El tiempo pareció detenerse, conversaba de cualquier cosa contigo. Parecíamos un par de perfectos idiotas sin absolutamente nada que hacer y, para colmo, que ni siquiera podían verse las caras. 

Dejamos de conversar y de reírnos. Tal vez, podríamos hacer algo que nunca pensamos que haríamos. 

Nuevamente rodeé tu cintura con mis manos, acercándote a mí. Tu corazón parecía salirse de tu cuerpo, latía demasiado rápido. El mío en cierto modo estaba igual, pero sabía que cualquier cosa que ocurriera, sería para bien. 

Tu rostro estaba tan cerca al mío, podía sentirlo. Rocé tus labios con los míos y me encantó la sensación que tuve.  

Quería probar más, necesitaba probar más; hice más presión sobre tus labios, logrando capturarlo con los míos. Comencé a morderlos casi instantáneamente; me correspondiste ni bien lo hice. Participabas en aquel beso. Me alegró que me correspondieras, era lo que más deseaba.  

Recorrí con mi lengua tu labio inferior y luego el superior, permitiéndome así un pequeño pase a descubrir más de aquella boca de la cual me había posesionado. Te besé con más profundidad, logrando que mi lengua no se quedara sola, consiguiendo una compañera al poco tiempo. Por fin saciaba aquella sed que no podía quitarme, sólo con probar el néctar de tus labios, fui capaz de recuperar algo de tranquilidad. 

Entonces unas pequeñas lucecillas blancas comenzaron a aparecer a nuestro alrededor, logrando iluminar, en parte, el lugar en donde nos encontrábamos.

Me separé de ti – aunque sin quererlo, realmente – no comprendía por qué de pronto aparecieron aquellas luces. 

––Qué hermoso –– dijiste con tus ojos llenos de ilusión. Al fin podía ver tu rostro. 

––Sí –– fue lo único que dije, pues aún no entendía nada. 

––Si esto sucede con un beso –– volviste a hablar –– ¿Qué sucedería si…? 

Capté al instante lo que querías decir. Mis mejillas comenzaron a arder intensamente, pues miles de imágenes llegaron a mi mente. Sin embargo, aquello no me desagradó en lo absoluto. 

–– ¿Quisieras…? 

––Sinceramente –– respondí ––Yo sí quiero 

––Igual yo

Sonreímos, para luego volver a besarnos, esta vez, con pasión. Te recosté en el suelo frío, despojándote de tus ropas que me estorbaban en aquel momento. 

Tomé tu cuerpo las veces que quise. Nuestros cuerpos se volvieron uno solo una y otra vez. No me importaba nada, sólo tú. Disfruté cada centímetro de piel que probé de ti: Tus labios, tu cuerpo… todo. Me fascinó. 

Caí agotado sobre tu pecho. Nuestras pieles estaban perladas por el sudor, pero qué importaba, lo habíamos disfrutado.  

Levanté mi mirada para ver tu rostro y, para mi sorpresa, podía verlo con toda claridad. La había pasado tan bien, que no noté el momento en que todo el lugar se llenó de luz, tal y como lo habías pensado. 

Sonreí levemente; me recosté a tu lado, apoyaste tu cabeza en mi pecho y yo te cubrí con tu abrigo para que no tuvieras frío. Me miraste fijamente y depositaste un beso en mis labios. 

––Te quiero mucho ––dijiste sonrojándote notablemente.

Me reí suavemente, aunque mis mejillas también estaban teñidas de un ligero color carmesí. 

––Yo también te quiero mucho. 

Estábamos tan felices juntos, nada podía arruinar nuestra felicidad en aquel momento… o eso pensamos. 

Un terremoto hizo que nos pusiéramos de pie –cambiándonos lo más rápido que pudimos –en seguida.

Tomaste mi mano, te noté nervioso. Todo comenzó a quebrarse y a agrietarse. 

––Otra vez no, por favor ––te escuché suplicar en voz muy baja.

 Teníamos miedo, demasiado miedo. Entonces ocurrió lo que temíamos: todo comenzó a despedazarse, a desaparecer por pedazos. 

Sabía que esta vez no escaparía con vida. Aquella ilusión fue creada por mí, por lo tanto, tú no tenías por qué sufrir conmigo y eso me alivió. 

––Tranquilo, estarás bien ––te dije tratando de sonar sereno. 

–– ¿Cómo que estaré bien? ¿Qué hay de ti?

Te miré. Entendiste al instante a qué me refería. 

––No, eso no. Tú vienes conmigo, Heimdall. 

––Lo siento. 

Tus ojos se llenaron de lágrimas, gritaste con desesperación que no, que no te irías a menos que yo estuviera a tu lado.  

Eres idiota. 

Me acerqué a ti y te besé profundamente sin darte tiempo a seguir con tus pataletas.  

Nos separamos ni bien rompí el beso. Aún no dejabas de llorar. Eso me destrozó totalmente. Hubiera deseado mil veces las peores formas de tortura existentes, pero siempre habría una que las superaría: Tu dolor. Mas no había tiempo de mirar atrás. Debías irte, debías salvarte.  

Empezaste a elevarte. Te estabas yendo. Hiciste hasta lo imposible por quedarte conmigo, pero no pudiste.

 –– ¡Heimdall! ––fue lo último que gritaste antes de desaparecer. 

Ya todo estaba bien.  

 

 : ––––:––––:––––:––––:––––:––––:   

 

No había pasado mucho tiempo desde que Loki y Heimdall se vieron por última vez. 

El primero se sentía totalmente abatido, un momento tuvo todo lo que pudo desear en el mundo y después, nada. Del segundo no se supo más. 

Los días pasaban con la misma monotonía de siempre: Mayura llegaba del colegio para aturdir a Loki con sus múltiples misterios paranormales que no eran otra cosa que asuntos sin sentido con razones tergiversadas por parte de la sociedad; Yamino preparaba té y galletas o pastel; Fenrir se encargaba de devorar todo aquello y Loki sólo se limitaba a aceptar todo ello, pero pensando solo en alguien: Heimdall. 

Una mañana ocurrió algo un tanto peculiar: Loki había terminado de desayunar – sin ganas nuevamente – y subió a su oficina a reposar un poco. 

Al abrir la puerta un fuerte viento invadió toda la habitación que terminó desapareciendo en la ventana que, estaba abierta. El detective observó perplejo el lugar sin entender qué demonios era lo que había ocurrido, cuando notó que, sobre su escritorio, había una especie de nota. La tomó y la leyó:  

Hola, idiota.  

No te emociones ¿De acuerdo? Te he visto deprimido los últimos días y créeme que no voy a dejar que mi rival se muestre así de patético.

Qué horror, me avergüenzas. Por eso te escribo, para que dejes de hacer el ridículo y a ver si recuperas la poca dignidad que te queda.
 

Ah y espero que algo realmente malo te pase por pensar que estaba muerto.  

Adiós. 

PD: Te quiero mucho.  

Después de leer aquello, empezó a gritar y saltar como un loco, llamando la atención de sus hijos… y de unos cuantos vecinos. Pero qué importaba, Heimdall estaba vivo, aquella nota lo demostraba ¿Qué más podía pedir? Quizá tenerlo a su lado… ¡Pero estaba vivo! Era razón suficiente para que Loki se sintiera tranquilo.  

Salió de su oficina para recuperar lo que había perdido en los últimos días. Esta vez podría soportar todo, incluso las locuras de Mayura.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).