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Amor de verano por ringox

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Notas del fanfic:

Hola a todas. Este es otro one-shot que escribí de mi pareja favorita. SHun y Hyoga *_*. Espero les guste.

 

 

Amor de verano

 

Tenía sólo 10 años cuando me enamoré por primera vez.

 

Cada año como era costumbre de mis padres, al llegar las vacaciones de verano, partíamos a las cálidas playas del norte. El viaje era lo que más disfrutaba yo, mirar el paisaje por la ventanilla, las canciones con mis hermanas, los bocadillos de mi madre y el fantástico humor de mi padre al estar libre de trabajo.  Yo era realmente feliz.

 

La casa era muy acogedora. Estaba ubicada en un pequeño acantilado rocoso y frente a ella toda una increíble vista marina. El movimiento del pueblo era grande, se llenaba de bañistas y familias como la nuestra. Todo lucía vivo y alegre. En esa época no entendía por que no nos quedábamos a vivir ahí para siempre.

 

Yo era el menor de 4 hermanos. El único hombre. Mis hermanas en esa época eran todas adolescentes. Esmeralda era la mayor y tenía 17 años. Luego la seguía Eri con 15 años y después June que tenía 13 años.  Como era habitual, Esmeralda, Eri y Jun bajaban al pueblo a conocer chicos y  yo con mis padres bajábamos a la playa.

 

Para mí, ir a la playa era lo máximo. No entendía como mis hermanas preferían ir al pueblo y perderse de la mejor diversión... la lucha con las olas.

A mis 10 años yo ya era todo un nadador profesional, no había ola que pudiera conmigo, ni alga capaz de enredarme en las profundidades, a las sirenas ya las tenía dominadas y llevaba a cuestas infinitas batallas con gigantes cetáceos en mi imaginación... ¡Era tan infantil!

 

Pero hasta ese momento, jamás había dimensionado que hay personas que viven todo el año cerca del mar. No como yo que sólo podía disfrutar de él una vez al año y por solo unos cuantos días.

 

Las personas que viven cerca del mar, se alejan de la playa cuando esta está tan irremediablemente concurrida, la ceden generosamente a aquellas almas desesperadas por un poco de espíritu marino y esperan pacientemente a que se la regresen.

 

Yo sin duda alguna, jamás la hubiera regresado, pero asimilaba muy bien que no me pertenecía, por lo que trataba de llevarme arena, agua de mar en una botella, conchitas y algas secas. Algo así como... un pedacito de playa.

 

"Ese mar tan encantador" decía mi padre... "¿Cuántos misterios ocultará?"  Yo sólo lo miraba extrañado, apretando la arena en mis manos y mirando con frustración como esta se escurría por entre mis dedos. Para mí el mar no era tan misterioso, muy inmenso sí, probablemente no terminaba nunca, pero encantador era decir mucho.

 

Fue una tarde memorable, cuando yo descubrí que el mar, no era tan inmenso como pensaba, ni yo tan fuerte como creí.

 

-¡A-JÁ! - Grité con emoción al ver acercarse la ola más grande que había visto en mi vida - ¡¿Crees que tengo miedo?!

 

Ahora sé que debí tenerlo o al menos respetarla arrojándome bajo ella, no recuerdo exactamente que pasó, pero sí recuerdo que giré muchas veces y tragué mucha agua. Al abrir los ojos estaba cerca de la orilla, mis rodillas estaban raspadas y mi mamá corría desesperada a mi encuentro.

 

Lo siguiente fue la vergüenza más grande de mi vida. Frente a todos los espectadores mi madre me quitó el traje de baño dejando caer la arena  atrapada para ver con horror como un pedazo de vidrio estaba enterrado justo al medio de mi nalga derecha.

 

La vergüenza claro terminó cuando olvidé que muchas personas me habían visto desnudo y sentí el punzante dolor que me arrancó lágrimas de sufrimiento. Estimaba mucho a mi nalga y lloré.

 

Ante mi irresponsabilidad mi cruel padre y mi fría madre, me prohibieron bajar al siguiente día y por el resto de las vacaciones. Yo en ese entonces no comprendía que la sal del mar, me hubiera hecho mucho daño en mi lastimada nalga, pero ya saben que a esa edad, lo que importa es dejar claro que a uno no lo mandan, uno se manda solo.

 

Escapé por la vieja barda de madera y me pasé así a los terrenos de la casa de al lado. La meta era llegar al rompeolas y ver por allí con que entretenerme.

 

-¡Mira Ikki! Es el chico que se pinchó la nalga - Gritó una voz burlesca ante lo cual giré en su dirección.

-Vaya, tienes razón... ¿Qué haces aquí? - Me preguntó un joven de cabello azul mientras pintaba una lancha que parecía bastante vieja.

-No sabía que vivían aquí, lo siento - Me disculpe algo confundido, ahora que había pasado a través de los arbustos y árboles, había descubierto que junto a mi casa, había otra más y lo más sorprendente, es que ahí vivía un niño.

-Eres muy tonto - Rió otra vez el chico oculto tras la lancha.

-Otouto, no te rías de él, menos a escondidas - Le dijo su hermano levantándose y entrando en la casa.

-No soy tonto, y para que sepas, me han dicho en el hospital que pude haber muerto - Mentí para sentirme menos idiota.

-¿Puedo ver? - Se asomó el chico por fin. Tenía una cabellera muy rebelde y toda de color verde, como algas, eso me causo risa. Unos ojos grandes y brillantes que me miraban con malicia. Su boca era de labios gruesos muy rosados y permanecían en una mueca burlona y traviesa. Vestía una playera a rayas rojas y unos short de mezclilla. Iba descalzo. Tenía una de sus rodillas raspada y de su nariz parecía colgar algo de mucosidad. Su cuerpo era muy blanco aún cuando vivía en una zona costera.

 

-Eres muy blancucho - Le dije mirándolo a la cara - Pareces una raíz - Me burlé en venganza.

-Y tu tienes una nalga menos... eres un "Media nalga" - Gritó molesto  pasando su brazo por su nariz y dejando un rastro de tierra en su cara.

-Tengo mis dos nalgas y además no se me caen los mocos, eres un sucio - Le grité tomando un puñado de arena con piedrecilla y lanzándosela.

-Tonto, vete de mi casa, anda, ¡vete! - Me respondió gritando desesperado al tiempo que recogía unas ramas para lanzármelas.

 

Yo corrí, me fui hasta mi casa de regreso y pasé como un rayo frente a mis padre que enojados me mandaron a la cama y tuve que pasar por otra horrible sesión de desinfección y cuidados en mi trasero.

 

Ese verano había conocido a mi enemigo número uno. El villano cabello de moco más conocido como "el cochino Shun".

 

Cuando mi nalga dejó de doler, ya quedaban pocos días para regresar a casa. Estaba destruido, me había perdido de muchos días de diversión por un solo momento de estupidez, y lo único que podía hacer, era dar caminatas suaves por la playa bajo el cuidado de mis padres y sentarme con muchos cojines a ver los pocos canales que pasaban por la tele.

 

Encima el calor parecía aumentar cada vez más.

 

-¡Hey! Media nalga... - Escuché que desde mi ventan alguien susurraba llamándome. Me levanté molesto sabiendo que se trataba de aquel chico de cabellos verdes.

-Ándate de mi casa - Grité molesto, pero justo en ese momento un balde de barro me caía encima, dejándome el cabello pegoteado y todo sucio.

-¿Quién es el sucio ahora? - Me gritó y salió corriendo victorioso - ¡Media nalga! - Gritó a lo lejos y creí escuchar la voz de su hermano retándole.

 

A los dos días regresamos a casa.

 

Mis hermanas sólo hablaban de los chicos y la ropa y los recuerditos y muchas tonterías más. Mis padres me llevaron en la parte de atrás, ya que no podía ir sentado con ellos como siempre. Por lo tanto me fui sólo y maldiciendo mi mala suerte. Creo que dormí gran parte del camino.

 

Ese año me pasaron cosas buenas también. Crecí dos centímetros más y era uno de los más altos de mi clase. Estoy seguro de que me había crecido bello en los genitales, pero misteriosamente desapareció cuando me duche. Mis padres me compraron para navidad una nueva consola y tenía muchos amigos con quienes jugar. Pronto llegó otra vez el verano y con ello las geniales vacaciones.

 

Una vez más íbamos rumbo a la costa, cantando y riendo. En esa época estaba de moda un grupo de chicos que mis hermanas adoraban, en especial Eri y me habían cortado el cabello como a uno de ellos, así que esta vez iba con mi cabeza casi rapada. Mis padres me obligaron a llevar un gorro, ya que no tenía mi cabello para protegerme del sol.

 

El primer día que llegamos a la casa de verano, se hizo un asado para celebrar el inicio de las vacaciones y me sorprendí al ver en la casa al chico de cabello azul que charlaba con Esmeralda y mis padres.

 

Supe después que estaban saliendo y que al parecer Ikki, se mudaría a la ciudad para entrar a la universidad. Nunca había visto a mi hermana tan feliz y al parecer a mis padres ese muchacho les agradaba.

Pero como podrán imaginar, no estaba solo y en un rincón y casi irreconocible estaba el muchacho de cabello verde.

 

-Hyoga, ve a jugar con Shun a fuera si quieres - Dijo mi madre retomando su conversación con Ikki y mi hermana.

 

Esta vez, ya no era "media nalga" el apodo había evolucionado.

 

-¡Hola cara de nalga! - Me saludo con su gesto burlesco haciéndome rabiar.

-¡Cara de nalga tu! - Le grité frustrado al no ocurrírseme un insulto para él.

 

El sólo se rió con satisfacción, sabía que había ganado. Estoy seguro de que si recuerdan su infancia, hay una regla importantísima en las peleas..."jamás nunca puedes repetir un insulto" pues bien, esa regla me había destruido.

 

Esta vez el chico estaba vestido con un traje de baño largo y una playera blanca arriba. Su cara estaba limpia y su cabello peinado hacia a tras. Entonces a mi mente vino una idea y es que en ese entonces, no mides lo cruel que puedes ser.

Me giré hasta una maceta y unté mis manos en la tierra húmeda.

 

Ese verano por primera vez, sentí vergüenza de mis actos.

 

-¡Shun!... me prometiste no ensuciarte - Gritó molesto e peliazul acercándose a él y tomándolo de un brazo.

-No fui yo te lo juro, te lo juro - Gritó el peliverde con lágrimas en sus ojos.

-¿Y quien fue? - Le preguntó mirándolo a los ojos.

-Fue él - Dijo señalándome, pero yo lo negué.

 

El hermano se lo llevó de casa, mientras el chico lloraba angustiado. Escuché que mi hermana mayor se quejaba molesta y decía que su pobre novio tenía que cuidar de su molesto hermano pequeño que siempre se portaba mal.

 

Me sentí terrible, no miento al decirlo, pero también era para mi importante no estar castigado y yo no sabía que tanto daño le había hecho con mi proceder.

 

Ese verano me bañé mucho en el mar, todos los días, pero no jugué a cazar ballenas ni ha espantar sirenas, no desafié ninguna ola y no lo vi otra vez en todas mis vacaciones.

 

Nuevamente estaba en el colegio, esperando por vivir otras vacaciones el próximo año. El incidente anterior pasó al olvido y ese año, me puse de novio con una chica de la escuela. Era un noviazgo bastante absurdo, ni siquiera nos tomábamos de la mano. Ella siempre me mandaba cartas y yo le regresaba alguna. Con mis amigos bromeábamos sobre sus partes intimas que yo decía conocer ya y siempre que podíamos usábamos groserías. Era la forma en que nos sentíamos grandes. Yo ahora había crecido un poco más y mi cabello lo llevaba corto por normas de la escuela.

 

 

Cuando tenía 12 años fuimos a vacacionar nuevamente a la playa. Yo esta vez llevaba conmigo lo último en tecnología marina. "una tabla de surf" ese fue mi regalo de navidad y yo me sentía el amo del universo.

 

La verdad es que surfear es muy difícil y cuando ya habían pasado dos días, estaba magullado como si hubiera peleado con una manada de gatos salvajes.

 

Esa tarde caminé por los alrededores con frustración, la tabla ya no me parecía tan divertida y había desperdiciado un obsequio de navidad. Pensaba y me culpaba por ser tan tonto, pude haber pedido más juegos para mi consola o quizás una metralleta, quien sabe si me la daban.

 

-¡Cara de nalga! - Escuché tras de mí cuando pasaba por debajo de unas ramas de árbol.

Miré hacia arriba y allí vi al peliverde, con una revista en sus manos. No sé si es porque en ese momento regresó la culpabilidad por lo del verano anterior o que otra cosa pasó, pero no le contesté y continué caminando.

Cuando di unos pasos, sentí que el caminó tras de mi y cuando me volteé a preguntarle que quería, me encontré con una lluvia de piedras.

 

-¡Te voy  a romper la cabezota cara de nalga! - Me gritaba mientras me arrojaba lo que pillaba a su alrededor. Yo tomé una piedra del suelo y se la arrojé sin mirar, de pronto dejó de arrojarme cosas.

Estaba en cuclillas en el suelo y se sujetaba la cabeza con ambas manos. Me asusté y pensé en salir corriendo, pero vamos, ya tenía 12 años, tenía que comportarme como hombre.

 

Me acerqué a él y le sujete las manos para mirarlo. Estaba llorando en silencio y tenía una herida que le sangraba.

 

-Lo siento, deja verte - Le dije mientras él dejaba de llorar y sólo sollozaba.

-¡Cara de nalga! - Me dijo otra vez.

-¡Come moco! - Le dije mientras le separaba el cabello verde de la herida.

Me miró riendo con malicia nuevamente y metió uno de sus dedos en su nariz para luego arrastrármelo por mi mejilla.

-¡Déjame! - Le grité molesto y asqueado limpiándome la cara.

-¡Cara de nalga con moco!

 

Otra vez el apodo había evolucionado sumándole una nueva cualidad. Pero algo había cambiado, mi enemigo y yo, comenzamos a jugar a serlo. Pasé por muchas bromas pesadas esas vacaciones y supe con el pasar de los días que Shun, era su nombre y que ahora vivía solo con sus abuelos ya que su hermano estaba en la ciudad.

 

Yo lo molestaba mucho con su aseo personal, porque siempre estaba con su ropa sucia y la cara cochina. De vez en cuando me perseguía con un dedo potencialmente enmocado. Yo por alguna razón, era bastante débil ante él, y siempre me ganaba.

 

Aquel verano me despedí por primera vez de mi vecino y durante el año me acordé un par de veces de él.

-¡Cochino Shun, me voy a casa! - Había gritado antes de subir al auto con mi familia.

-¡Cara de nalga con moco! - Recibí de respuesta ante las burlas de mis hermanas.

 

 

Ese año escolar, fue de los mejores. Entré al equipo de natación y mis calificaciones subieron mucho, era ahora de los chicos listos y mis padres en recompensa me habían regalado una bicicleta de las mejores. Ese verano regresé a la casa costera con 13 años y con varios centímetros más encima. Esta vez mi hermana mayor no fue con nosotros, ella ya salía con su novio por separado. Debo confesar que eso hizo el viaje algo nostálgico y podía notarlo en la mirada de mis padres, aunque mis otras hermanas solo pensaban en que tendrían más dinero para gastar ellas. Eri y June por alguna razón no dejaban de preguntarme si ya me gustaba una niña, no sé cuantas veces dije No.

 

 

Sorprendiéndome a mi mismo, fui en busca de mi enemigo "el cochino Shun", pero durante muchos días no lo vi. Fue una mañana que mi madre me mandó a la caleta a comprar pescado para el almuerzo y yo feliz de tener permiso para salir en mi bicicleta me fui como si me hubieran encomendado una importante misión, que lo vi.

 

Estaba en un puesto de la caleta, donde muchos hombres cortaban pescado para los visitantes playeros. Lucía delgado y sonreía mucho, no con esa habitual mueca maliciosa, si no con una expresión bastante dulce. Reía con fuerza y muy fuerte. Los demás hombres le pasaban pescado para destripar. Tenía un delantal blanco todo sucio puesto, me sonreí al pensar que no había cambiado tanto y su cabello verde tan rebelde, estaba atado en una pequeña colita alta, dejando escapar hacia abajo flecos de sus hebras verdosas.

 

-Dame 10 reinetas Cochino Shun - Le dije mientras me acercaba al puesto. El levantó su cabeza sorprendido y me miró durante unos instantes con una expresión que hasta hoy, no he podido descifrar. Se sonrojó y me miró nuevamente con molestia.

-Cara de nalga - Contestó al tiempo que un hombre se acercaba a mí y me daba las reinetas. Yo pagué bastante cortado y decidí irme.

-Shun, ya puedes irte a jugar con tu amigo si quieres - Le dijo uno de los hombres bastante gordo.

-Aldebarán, yo quiero ayudarte - Dijo él.

-Ya vete, has trabajado mucho hoy, te espero mañana - Respondió el hombre frotándole la cabeza y dejándolo algo más despeinado.

-No es mi amigo - Murmuró él pasando a mi lado.

Yo me sentí tontamente herido y subí a mi bicicleta acomodando la bolsa con la compra en uno de los extremos del manubrio. Vi de reojo que miraba muy atento mi bicicleta y como se alisaba el delantal sucio y retiraba el cabello de su cara pasando disimuladamente la mano por sus mejillas para retirar los cabellos sueltos.

 

-¿Quieres que te lleve? - Ofrecí como si lo invitara a subir a un auto de esos caros.

Me miró dudoso y luego se acercó a mí y se sujetó de mis hombros, acomodando sus pies en las barras de la bicicleta.

Yo traté de partir, pero no pude.

-Bájate y sube cuando ya este andando - Le dije angustiado al dejar al descubierto mi debilidad.

Pero él no hizo comentario alguno, se bajó y comenzó a empujar de atrás la bicicleta y yo pedaleé con fuerza. Al instante sentí sus manos agarrarse con fuerza de mí y partimos.

 

Durante el trayecto lo pasamos bien, comenzó a decirme que pasáramos por todas las pozas de agua que hubiera salpicándonos las piernas de barro, que manejara sin afirmarme, que sacara los pies de los pedales, que repitiéramos una bajada, que les gritáramos algo a las chicas de la esquina.

 

-¡¡Feaaaaaaaaaaaas!! - Gritamos con fuerza, para darme cuenta luego con horror, que eran mis hermanas. Eri levantó su brazo con rabia prometiéndome una paliza en casa, pero en ese momento no importó. Cochino Shun y cara de nalga estaban felices.

 

Cuando terminaron esas vacaciones, ya no dejaba atrás a un enemigo, si no a un amigo.

El día que partimos, sin embargo, no pude despedirme, fui incapaz de ir a decirle adiós. No sé por que. Y el regreso a casa fue muy triste.

 

Ese año, crecí mucho más y también me hice muy popular. Tenía 14 años y había descubierto que era el tipo de chico, por el cual todas se vuelven locas. Pasaba horas mirándome en el espejo para peinarme. Mi madre decía que era peor que mis hermanas.

Trataba de dejar mi frente despejada, para lucir mis ojos celestes que todos halagaban. Comencé a ir a fiestas en casa de mis amigos y presumir ropa de marca y a la moda. Tenía muchos amigos y era bastante popular. Seguía aún en el equipo de natación y en una competencia había obtenido el segundo lugar, prometiendo mucho para el próximo año por mi corta edad.

 

A mediados de año, Esmeralda e Ikki, se casaron. Yo sabía que mi hermana había quedado embarazada, y hubo muchos líos, pero finalmente todo se resolvió en boda. El casamiento fue aburrido. Yo creí que entre los familiares de Ikki, estaría Shun, pero no fue. Mis ganas de verlo quedaron pronto en el olvido y continuó pasando el tiempo hasta que llegó el próximo verano.

 

Eri, no iba esta vez con nosotros. Ella ahora estaba en la universidad y tenía muchos ramos pendientes por andar de fiesta en vez de estudiar. Aquel año, no cantamos en el auto. June llevaba puesto los audífonos y me parecía que extrañaba a Eri mucho más de lo que había extrañado a Esmeralda.

 

Como siempre, lo primero que hice, fue ir  la playa, ya no necesitaba que mis padres me vigilaran y pretendía divertirme, pero... el agua del mar no me dejaba bracear tranquilo. Me picaba la sal en mi piel y me molestaba la arena en mi traje de baño. Las olas no parecían tan divertidas como antes. ¿Había cambiado el mar? o ¿Había cambiado yo?

 

Até la toalla a mi cintura y me fui caminado por la orilla de la playa mirando a las muchachas. Muchas de ellas me saludaron de alguna forma coqueta. Yo sabía que tendría más días para divertirme y decidí que me iría al rompe olas. Unas chicas mucho mayores que yo, estaban tomándose fotografías en poses sexy en unas rocas escondidas, donde el agua se estancaba.

Cuando me vieron observándolas me invitaron a participar. Yo entré al juego de inmediato y no pasaron más de 10 minutos cuando la propuesta de fotos al desnudo salió. Yo como imbécil caí.

 

Cuando las chicas prometen quitarse la ropa, es una gran y puta mentira.

 

El resultado fui yo en bolas rogándoles que se quitaran la de ellas.  Las chicas me sonreían y me pedían modelar. Yo comencé a hastiarme rápidamente.

 

-No se quieren quitar la ropa, porque son feas - Les dije tratando de provocarlas, pero las chicas no son como los chicos y se ofendieron, retirándose del lugar indignadas y llevándose mi ropa con ellas

 

Me fui caminando con cuidado por las rocas, para tratar de llegar a mi casa sin ser visto desnudo, pero obviamente ese no era mi día de suerte.

 

-¡Qué nalga más flácida! - Escuché una voz gritándome a lo lejos. Me volteé al instante sospechando de quien se trataba y lo busqué con la mirada. Más arriba, sentado en una roca estaba él. Su cabello estaba atado en la misma colita del año anterior, su cabello no parecía ni más corto ni más largo. Sus ojos eran los mismos y su cuerpo era delgado como siempre. Comprobé con satisfacción que yo era más grande y más fuerte.

 

-¿Qué tal cochino Shun? - Le grité desde abajo.

-Todo bien, aunque al parecer, las cosas para ti no están tan bien - Sonrió burlándose de mí.

-¿Por qué no has ido al casamiento? - Le pregunté una vez que estuve cerca de él notando su incomodidad al tenerme desnudo a su lado.

-No me han dado permiso mis abuelos. Era época de exámenes - Se disculpó desviando su vista a otro lado.

-Tienes la nariz sucia como siempre - Le dije acercando mi mano a su nariz pequeña y respingada para retirar el exceso de humedad en ella.

-Mentira - Respondió pasando su mano por ella y escondiendo su rostro parcialmente.

No le di importancia y me acomodé en la roca junto a él.

-¿No has traído la bicicleta? - Me preguntó interesado.

-No, eso es para niños - Le respondí descuidadamente, el sólo miró hacia otro lado.

-¿Tienes un short que me prestes? - Le dije indicándole con mi dedo mi cuerpo desnudo. El se paró y se fue, regresando al rato con un short bastante viejo y raído.

 

-¿No tenías algo más viejo? - Le pregunté riéndome.

El no me respondió y buscó entre las rocas un cuaderno y un lápiz.

-¿Y eso? - Le pregunté intrigado - ¿Tienes que estudiar?

-No, estaba dibujando... algo - Respondió dudoso. Yo le arrebaté el cuaderno para ver que había en él. Era de esos cuadernos de matemáticas y en varias hojas había pelícanos y gaviotas garabateadas.

-Sí que eres aburrido - Le dije - ¿Vamos a nadar hasta las boyas?  A ver quien llega primero.

-De acuerdo.

 

Esa tarde nadamos mucho, aunque con frustración noté que él era mejor que yo nadando en el  mar y no pude darme el gusto de derrotarlo.

Durante todas mis vacaciones, me la pasé con Shun deambulando por todas partes. Pero descubrí con algo de malestar, que Shun no tenía otros amigos. Si no estaba conmigo, estaba solo, dibujando en las rocas o en la caleta cortando pescado. Debo reconocer que a veces me aburría. No quería ir a ver a las chicas y salir de noche y no le interesaba la ropa de marca y sospecho que no se miraba nunca al espejo, porque siempre tenía el cabello despeinado o erizado y una que otra mancha en el rostro.

 

-Tienes que hacer pesas Shun, para que tengas unos como estos - Le presumía yo apretando el brazo y tratando de asomar un minúsculo músculo.

-¿Para ser un cabeza de músculos como tu? - Me preguntaba riendo.

-Al menos no soy un flacucho como tu, pareces nena con ese cuerpo, falta que te salgan las tetas - Me arrojé sobre él palpándole el pecho. El molesto me empujó bastante fuerte.

-¿Qué te pasa? - Le dije con rabia.

-Mejor preocúpate del tu culo, está todo flácido y colgante, da asco - Murmuró sin mirarme a la cara.

-No tengo el culo flácido y prefiero ser mil veces como yo que un marica como tú.

 

Ese fue el fin de la amistad. No volvimos a hablarnos el resto de las vacaciones. Un par de veces lo vi en las rocas, con su cuaderno. Pronto me hice de amigos y pasé el resto de las vacaciones bastante lejos del mar. En las discos del pueblo y durmiendo casi todo el día. Comenzaba a entender a mis hermanas.

 

Ese año cumplí 15. Era extraño pero las cosas cambiaban muy rápido. June partió también  a la universidad y me quedé como hijo único en casa.  Es triste ver como los demás se van y tú te quedas. Eres el que siente el silencio y el vació. Ellos siguen con sus vidas y tu eres dejado a tras.

 

Ese año fue el peor de toda mi vida. En un paseo con sus compañeros de universidad, mi hermana Eri viajó a nuestra casa de la costa. Hicieron una fiesta y al amanecer cuando sus amigas no daban con ella, fue encontrada violada y muerta cerca de la playa.

 

Durante meses mi madre no habló y mi padre casi pierde su trabajo por dedicar tiempo a asuntos policiales. Esmeralda que para ese entonces tenía ya a su bebe, se llevó con ella a June, que era una de las más afectadas.

 

Yo sufrí en silencio. En cierta forma sentía que no podía decir que me dolía tanto como a ellas. Siempre habían sido muy unidas y yo sólo era el menor.

Uno de los varios cambios que hubo ese año, fue la venta de la casa en la costa. Mis padres me enviaron ese verano a casa de unos tíos lejanos en el campo y se quedaron a vivir su pena, y su amargura en soledad.

 

A veces pensaba en la oscuridad de la noche en Eri, en su sonrisa, en sus tonterías, en cuando había insistido tanto en aquel corte de cabello, en las canciones que cantábamos en el auto, cuando le grité fea desde la bicicleta con Shun. Y ahí vino a mis pensamientos, mí de nuevo enemigo, el cochino Shun. El estaba allí, en ese lugar donde mi hermana había muerto de esa forma tan horrible y que nos había marcado para siempre como familia. Yo tenía suficiente edad, para saber que las cosas jamás serían como antes y aquel verano, el anhelo de regresar a mi infancia se convirtió en mi pensamiento diario y mi único deseo antes de dormirme cada noche.

 

Al regresar a la escuela, mi vida cambió radicalmente. Mi madre estaba muy mal y ahora necesitaba de una enfermera que la atendiera en casa. Mi padre se convirtió en un extraño que me miraba siempre con intensidad.  No tuve más permisos para salir de noche ni a fiestas y se me exigía mucho de mis estudios. Las cosas no mejoraron cuando descubrí que era gay. Se transformó en mi secreto más tenebroso y vivía día a día con el temor de que mis padres lo supieran. No quería causarles más sufrimiento.

 

Con el pasar del tiempo, June se recuperó y sacó su carrera universitaria para viajar a otro país. Cuando la despedimos mi madre no quería dejarla ir y mi padre finalmente la hizo entender. Cuando cumplí 16 años, mis padres me pusieron en un instituto internado hasta que estuve listo para ir a la universidad. Durante todos esos años, olvidé el aroma del mar, el sonido de las olas al anochecer, el sol quemando sutilmente la piel, encubierto por la brisa costera, me olvidé de Shun.

 

 

Cuando había cumplido 17 años y con mi cabello cortado como ese famoso cantante pasado de moda, me gradué de la escuela.

Entré a un programa bachiller para decidir que estudiar, sinceramente ir a la universidad no pasaba por mi cabeza. Creía que tenía que disfrutar la vida mientras pudiera y no encerrarme entre cuatro paredes a estudiar. Supongo que cuando pierdes a alguien querido, tu concepción de la vida cambia y yo me sentía tan diferente a los demás.

 

Mis compañeros me invitaban a sus fiestas y yo iba para no sentirme solo, pero jamás dejaba de estarlo. Simplemente había perdido algo importante y que jamás lograría recuperar... mi inocencia.

 

Un día, bebiendo en un bar y coqueteando con un chico, mi atención se desvió al pequeño televisor oculto en una estantería y por donde terminaba un partido de fútbol y comenzaban las noticias. Una reportera invitaba a los vacaonistas a visitar las playas del norte y mi tan, alguna vez, amada playa, regresó a mis pensamientos, como cuando recuerdas una canción vieja.

 

 

Regresé a nuestra ex casa en la costa. Yo sabía que ahí no podría encontrar a mi hermana otra vez, ni recuperar a la familia ideal y casi perfecta que antes tenía, ni tampoco tener otra vez 10 años. Pero esperaba y deseaba ver una vez más a mi antiguo amigo y enemigo de mi infancia. Quizás despedirme finalmente, y desearle buena suerte en su vida. Un futuro feliz. Pero no encontré absolutamente nada.

 

 

Me fui al pueblo, con la tonta esperanza de verlo por allí, pero teniendo la certeza de que no lo encontraría. Habían pasado ya muchos años.

Sin embargo, el destino me tenía preparado algo mucho más hermoso que la soledad y un hombre grande y fuerte me sujetó cuando pasaba por unas tiendas de comida y me giró.

-¿Eres tu el amigo de Shun?... Te he reconocido al verte... - Sonrió el hombre con amabilidad. Yo sentí que mi corazón rebotaba con fuerza, como si me hubiera encontrado con un actor de cine que admirara mucho.

-¿Usted me conoce? ¿Conoce a Shun? ¿Sabe donde está? - Pregunté atropelladamente.

-Calma, calma, son muchas preguntas - Sonrió él, pero al ver mi rostro afligido respondió - Eres el único amigo que le he conocido a Shun, por eso te recuerdo y él siempre habla de ti, ahora debe estar en la caleta. Vive en esa casa amarilla subiendo la calle. Yo miré impresionado. Efectivamente había una casa amarilla bastante fea y me separé del hombre sin agradecerle su información. Caminé como un autómata hasta llegar a la caleta  y allí lo vi, con un delantal, destripando un pescado.

 

No era la imagen más romántica que hubiera visto en mi vida, pero los ojos se me llenaron de lágrimas y un nudo muy fuerte apretó mi garganta. Verlo me había regresado una calidez en mi corazón que creí nunca volvería a sentir. Tomé valor y caminé hacia él.

 

-Hola cochino Shun - Le dije acercándome lentamente, esperando su reacción con algo de temor.

-¿Nalga flácida? - Me preguntó incrédulo abriendo sus ojos verdes y mostrando unas pupilas tintineantes.

-El mismo - Sonreí sintiendo una felicidad que por primera vez experimentaba.

-Ese... es un corte de pelo horrible - Me dijo burlonamente. Algunos de sus compañeros en la caleta se rieron de mí.

-Eres un desgraciado - Respondí sintiéndome en confianza.

-¿Estás de pasada? - Me preguntó bajando la cabeza.

-Vine de vacaciones - Contesté observando detenidamente sus labios rosa.

-Puedes quedarte en mi casa si quieres - Me invitó sin mirarme aún a la cara.

-¿De verdad?... sería genial - Sonreí complacido con su atención. Sorprendido.

-¿Vas a quedarte entonces en mi casa? - Preguntó levantando su rostro con esos dos ojos verdes y cristalinos.

 

Pasé mi mano por su rostro, retirando las lágrimas de sus ojos. Comprendiendo que había llorado muchas veces frente a mí y que jamás me había dado cuenta, hasta ahora.

 

Esperé sentando en la arena hasta que terminó su trabajo en la caleta. Para ese momento ya se estaba poniendo el sol. Se acercó a mí con una bicicleta a su lado.

 

-Yo te llevo esta vez - Aseguró feliz. Yo me incorporé y lo empujé tal cual lo hizo el conmigo años atrás, dándole vuelo a la bicicleta, montándome a tras y afirmándome de sus hombros.

-Pensé que no regresarías nunca - Habló pendiente de pasar por cada charco en el camino.

-Pasaron muchas cosas -

-Lo sé - Dijo golpeando unas ramas al pasar cerca de un árbol - Pensé que nunca volverías - Repitió con palabras cortadas.

 

Hablamos después de muchas cosas. Supe que cuando yo partía de regreso a la ciudad, su vida era aún más solitaria. Pasaba las tardes solo dibujando, más que nada por que no tenía amigos y necesitaba matar el tiempo en las horas de recreo. El había descubierto antes que yo su sexualidad y había sido discriminado por ello. Había sufrido mucho con la partida de su hermano, sus abuelos eran muy seniles y no se preocupaban de él, por ello su ropa vieja y apolillada, su actitud casi huraña, como de animalito salvaje. Aldebarán era el hombre que le daba trabajo y lo conocía de pequeño, fue el primero en saber nuestra relación, que más si el me indicó donde buscarlo. Yo me quedé en la costa. En parte para escapar de mi destruida familia. Tenía esperanzas de que un día mis padres volvieran a sonreír, pero yo sabía que mi hermana donde quiera que este, querría que fuéramos felices y por ello, me preocupé de serlo. Me disculpé por mentir aquella vez que lo ensucié y su hermano se enfadó. Fue castigado y no lo dejaron salir en todos esos días. Me sentí muy mal al saberlo, pero Shun me pidió un beso a cambio como retribución y yo nunca paré de retribuirle.

 

Aquella noche de verano, no llamé sucio, ni cochino a Shun, ni él me llamó cara de nalga. Descubrí que su cabello era hermoso y su cuerpo también. Aquellos labios que alguna vez me habían parecido molestos y malévolos, me parecieron ahora la cosa más dulce y sensual del mundo. Pude descubrir que era sensible y cariñoso y que su mirada era como un tranquilo océano. Tenía 17 años, cuando hice el amor por primera vez y decidí quedarme cerca del mar. Cerca de él. Vivir eternamente en verano, como cuando tenía 10 años y conocí a la persona de la que me enamoré perdidamente.

 

A menudo discutimos de quien fue el que se enamoró primero. Pero es inútil, nunca lo sabremos... quizás estábamos enamorados desde antes, quizás fue al mismo tiempo, puede que fuese  un día cualquiera.

 

Nunca creí que terminaría tan perdidamente enamorado de él.  Siempre huele a pescado, por que es su trabajo y siempre tiene su nariz sucia, pero a mi me encanta limpiársela y decirle "cochino Shun" al oído, como a él le gusta apretar justo donde tengo mi vieja cicatriz, que me recuerda aquél verano en mi infancia y decirme "nalga flácida" para molestarme.

 

Me quedé ahí para siempre, en el verano trabajando como salvavidas y el resto del tiempo aprendí el oficio de mí ahora pareja, de la persona que aprendía  a conocer más que a mi mismo y con la que soy el hombre más feliz de este mundo.

 

Ahora tengo 20 años y estoy en la torre vigilando que ningún cetáceo gigante ataque a las personas indefensas de la playa. Mi sirena llega a la hora de almuerzo para dejarme algo de comer. Yo la secuestro por unos instantes dentro de la torre y le pago su mercadería con sexo y amor. Pero para mi sorpresa la princesa se transforma en un fiero animal salvaje y me devora...

Han pasado los años y junto a él, me siento en la más hermosa de las vacaciones.  La sal del mar ya no me pica y no me molesta tener que sacudir la arena de mi ropa. Las olas me han vuelto a seducir. Nuestra piel tiene el acogedor bronceado marino y vivo eternamente enamorado.

 

Puedo decir honestamente que siempre es verano en nuestro corazón.

 

 

Fin

 


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