Al llegar a la gran mansión no pudo evitar darse cuenta que todas la miradas estaban puestas sobre él. Todos los presentes le veían con particular curiosidad y sorpresa que lo hizo sentirse un poco cohibido deteniendo su andar, sin embargo, la presión del abrazo a su espalda de su esposo le hizo seguir adelante
-familia -comenzó su esposo dirigiendo una intensa mirada a sus familiares, mas que nada su abuela materna- les presento a mi esposo-finalizó con una verdadera sonrisa maliciosa en su rostro
Hanamichi sintió que una profunda mirada de rechazo le atravesaba el cuerpo haciendo que sus piernas de un momento a otro parecieran de gelatina
-Kaede ¿esto es una broma de mal gusto no?-preguntó horrorizada la mujer, que figuraba no tener mas de cincuenta y cinco años, muy elegante y culta
-no abuela-Kaede respondió sin desdibujar su sonrisa-mi abuelo me exigió en su testamento que debía estar casado a los dieciocho años para recibir mi herencia pero no especificó si debía ser hombre o mujer-
-Kaede, lo sabes, nuestra familia es una de las mas distinguidas de esta ciudad ¡cómo diablos se te ocurre casarte...casarte con ese-Habló el tío del moreno sin saber siquiera como describir al pelirrojo que tenía por esposo
-pues ese al que usted apunta queridísimo tío, no es nadie más que Hanamichi, mi esposo y parte de esta familia y se merece el respeto de todos desde ahora en adelante-
-Kaede-chilló la madura mujer antes de caer desmayada ante los brazos de su hijo
-¡mira lo que haces muchachito!, mi madre no está para sufrir este tipo de impresiones de tu parte-criticó el hombre sosteniendo apenas el cuerpo de su madre-será mejor que saques a ese tipo de esta casa si no pretendes matarla de un ataque al corazón-
-esta es mi casa desde ahora en adelante, casado según el testamento tengo todo el derecho de disponer de ella, así es que mas respeto con él...y a ustedes-agregó dirigiéndose a todos quienes les miraban como si fueran un par de engendros-¿podrían tener la decencia de abandonar mi casa ahora mismo?, no quiero aquí a gente que mire de esa forma a mi esposo y a mi-y señalando la puerta-el camino está allí, así que se marchan de una vez-
-pero Kaede-se quejó una muchacha castaña de mediana altura que figuraba ser muy dulce
-Kaede nada señorita, usted se marcha junto a toda esa tropa de personajes que sólo simulan ser amigos nuestros cuando solamente aspiran a disfrutar de las elegantes fiestas que otorga mi abuela, pero todo eso acaba desde este preciso momento, ¡quiero a todos fuera de mi casa!-dijo Kaede sonando categórico
Hanamichi no hacía más que mirar el perfil poco amigable de su esposo, sin atreverse a pronunciar siquiera media palabra
-kaede esta vez si te has excedido demasiado- volvió a criticar su tío, éste hombre trataba de echarle aire a su madre con la palma de su mano en un intento de que reaccionara
-no voy a volver a repetirlo-
La personas presentes, al notar que hablaba muy en serio, comenzaron a retirarse rápidamente murmurando por lo bajo la mala educación de echarles de esa forma de la casa
-kaede esto no...-intentó decir Hanamichi
-tú te callas pelirrojo, no te he traído para criticar que está bien o mal-murmuró kaede acallando con su tono cortante las palabras del pelirrojo
-sabes que esto es un insulto intolerable muchacho-el padre de la muchacha castaña se había acercado al moreno a hablarle con verdadero resentimiento al momento que se dirigía hacia la salida
Kaede no hizo más que tomar el reproche con indiferencia viendo a su abuela que parecía no querer reaccionar aún. Hanamichi en tanto no sabía dónde ocultarse
-dada las circunstancias de que mi esposo ya fue presentado, nos retiramos a nuestra habitación, espero que mi abuela y tú disfruten lo que queda de la fiesta-habló de nuevo el moreno con ironía
Tras aquello, nuevamente obligó a Hanamichi a andar, guiándolo hacía las escaleras y de allí, a un pasillo superior hasta llegar a la puerta de su cuarto
-de verdad creo que eres un mal nacido-criticó Hanamichi
Kaede sin inmutarse siquiera abrió la puerta y empujó al pelirrojo a entrar en la habitación
-al menos si vas a utilizarme como el medio de tu tortura a tu familia podrías ser mas sutil-se quejó nuevamente Hanamichi
Kaede cerró la puerta y luego miró con frialdad al pelirrojo
-te trato como yo quiero, ese es el precio del favor que te hice-
-¡pues nunca debí aceptar la ayuda de un tipo desquiciado como tú!-Hanamichi estaba en verdad sobrepasado por la actitud de su esposo
-pues déjame recordarte que no tenías opción, la única oportunidad que tenías de salvar a tu hermana era con mi ayuda y te la di Hanamichi, ahora cumple con tu parte-
-este no era el trato-contraatacó
-lo es ahora, tu hermana esta viva y con toda una vida por delante gracias a que yo dispuse todo el dinero que requería para su operación y tratamiento-
-eres todo un desgraciado ¿lo sabes?-Hanamichi estaba realmente irritado
-¿acaso no viste lo que acabo de hacer con mi pobre y dulce abuela?-Kaede respondió con sarcasmo
-no tienes remedio, eres un idiota-
Vencido, Hanamichi dejó de enfrentarlo y comenzó a buscar el baño, lugar donde pretendía encerrarse hasta que ese maniático se calmara
-Hanamichi-llamó kaede al notar que el pelirrojo disponía a abrir una puerta que daba a un closet vacío
-¿y ahora qué pasa?¿ acaso vas a controlarme el tranquilo ingreso al baño?-fue su respuesta malhumorada
-es un closet vacío idiota-y señalando la puerta del baño dijo:
-esa es la puerta del baño -
Hanamichi dejó la puerta que alcanzaba y se dirigió a la otra perdiéndose tras ella
Al sentirse seguro fue hacia el lavabo y se enjuagó la cara, acto seguido, fijó su mirada en el espejo que mostraba una imagen irreconocible de su persona. Se preguntó entonces como había llegado a esto que estaba viviendo; casado con un loco que solo pretendía torturar a su familia, y él, Hanamichi, ni siquiera era gay para seguirle en esa jugarreta, pero no dejaba de pensar que Kaede tampoco lo era
Recordó el preciso momento en que lo conoció, él estaba desesperado porque a pesar de que el hospital había encontrado un donante para el corazón de su hermana, no contaba con el dinero suficiente para que la operación se llevara a cabo, pero Kaede se acercó en el preciso momento, como si fuera un ángel de cielo y aceptó sin pensarlo dos veces sin saber que a cambio vendía su alma a un demonio
-"maldito y mil veces maldito"-pensó enojado, más que con el moreno, consigo mismo
Y se dejó estar, sumido en su maldición sin percatarse de cuánto tiempo estuvo así
-¡Hanamichi, ya sal de una vez del baño!-llamó Kaede
-vete al diablo y déjame solo-respondió con un hilo de voz que sólo oyó él mismo
-¡Hanamichi!-insistió el moreno
Hanamichi dio un fuerte golpe contra el azulejo de la pared con su puño
-ya está libre el baño al fin ¿te satisface?-lo gritó al moreno tras abrir la puerta, pero lo que vio en el rostro de éste no le satisfacía para nada; el moreno altanero, autosuficiente y muy seguro, mostraba un aspecto al borde del llanto...