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Tú iluminas mi vida por zandaleesol

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Título : “You Light Up My Life”

Personajes: Harry Potter/Severus Snape

Disclaimer: Los personajes pertenecer a J.K. Rowling.



Capítulo 1.


Sobre la dura y tersa superficie de hielo artificial con giros ondeantes los patinadores trazaban caprichosas curvas en afán de incansable movimiento. Desde lo alto, en derredor, los focos de luz lanzaban sus luminosos rayos de claridad ofuscadora. Era domingo y el lugar se llenaba de familias y gente tranquila.


Con mirada intensa un joven de ojos verdes seguía el revolotear de una pareja en la pista, sentía la felicidad de la niña como suya. Veía en el rostro infantil, en los brillantes ojos negros, en la genuina sonrisa de sus labios, en su frentecita estrecha y pálida que el negro cabello con sus espesas ondas embellecía, esa exaltación de entusiasmo que, en ese fugaz deslizarse le daba ese aire propio de una niña sana y feliz.


Al mirar a su hija sentía felicidad, pero también se levantaba en su corazón algo así como un murmullo de indignada melancolía, un cierto descontento le sacudía el alma con un deseo insensato, se sabía feliz. Pero de vez en cuando algunos de sus sueños juveniles insatisfechos salían a flote, sin embargo, eran borrados al recibir al paso una mirada amorosa y sonrisa radiante de la niña que patinaba, borraba esos recuerdos de un pasado casi intangible que jamás podría volver.


De pronto una chica de ojos castaños se abría paso entre la gente. Al llegar junto al joven de ojos verdes que ocupaba una de las pequeñas mesas que se esparcían junto a la pista de patinaje, depositó en la mesa una bandeja y luego miró también hacia la gente que patinaba.


─Es increíble… jamás en mi vida imaginé que vería a Ron patinando… te acuerdas la primera vez que vinimos… no entendía porque a la gente le gustaba “deslizarse” sobre un pedazo de hielo –dijo Hermione sin dejar de mirar a su prometido

─Es cierto… y ahora no hay como sacarlo de ahí… yo diría que se divierte más que Luanne.

─No me cabe ninguna duda ─dijo la joven ─¡Ah!... te traje tarta de manzana y para Luanne… su favorita de cereza

─Gracias Hermy… te aseguro que no tardaran en llegar diciendo que el patinaje les abrió el apetito.

─Hmm… sí… sobretodo a Ron.

─Extrañaré esto ─dijo Harry de pronto más para sí mismo que para su amiga

─¿A qué te refieres? ─preguntó su amiga mientras bebía un sorbo de gaseosa

─Cuando tú y Ron se casen… y tengas sus propios hijos…

─Cuando eso ocurra lo único que sucederá será que seremos más los que vendremos a patinar los domingos… no ves que a Ron no hay como sacarlo de aquí… y con eso de que Luanne quiere ser patinadora cuando grande.

─Eso dice ahora, es increíble que le llamen tanto la atención las cosas del mundo muggle… debe ser por la televisión ─dijo Harry

─Es cierto, además debe influir la sangre mestiza de sus padres –dijo la chica como sin darle importancia


Una leve contracción de su frente fue todo lo que manifestó el muchacho.


─Sé que no es correcto pero no puedo evitar sentir miedo ante cualquier cosa que pueda modificar la vida de Luanne y la mía.

─En cuanto a eso Harry… aceptaste el mayor cambio que puede tener la vida de alguien… la llegada de Luanne.

─Es cierto… hace siete años cuando me dijeron que era un mago fértil y que esperaba a Luanne… sentí tanto miedo.

─Y mírate ahora ─dijo la chica sonriendo ─eres el mejor padre del mundo y tu hija te adora

─Y yo a ella… su presencia ha llenado todos los vacíos de mi vida.

─¿Todos?


Harry no respondió miró nuevamente a su hija que pasaba tomada de la mano de su amigo y le sonreía maravillada.


─Harry deberías pensar en tener una pareja… sólo tienes veinticinco años… estás en la flor de la vida y sería bueno también para Luanne tener otro padre.

─Lo sé… ya me preguntó porque la mayoría de sus amiguitos tienen papá y mamá o dos papás y ella sólo tiene uno… a pesar de que tiene sólo seis años ya comienza a notas las cosas.

─Sí… es demasiado inteligente.

─Eso le debe venir por parte de su otro padre… él era muy inteligente –dijo Harry

─¿Aún no lo olvidas verdad?

─¿A qué te refieres?

─Pues a eso… todavía piensas en él.

─Sí… es inevitable… sobretodo cuando veo los ojos de Luanne, son iguales a los de él… mi hija me lo recordará el resto de la vida.

─Crees que si él hubiese sobrevivido a la guerra hubiese aceptado a tu hija… ¿crees que se hubiese casado contigo?

─Tal vez por deber… él no me amaba.

─Harry… eso no lo sabes él nunca dijo…

─No Hermy… él no me amaba… lo que sucedió fue algo fortuito, estábamos a horas de la batalla final era probable que los dos muriéramos… sólo nos dejamos llevar por el momento…

─Tú lo amabas Harry… desde antes.

─Sí pero él no a mí… para él sólo fue sexo… dejemos este tema… él está muerto desde hace siete años… dejémoslo en paz.

─Su cuerpo nunca fue encontrado.

─Ya basta Hermione… él murió… fueron muchos los cuerpos que no pudieron recuperarse y eso no significa que esa gente este viva.

─Lo siento Harry… no fue mi intención herirte… es sólo que creo que su recuerdo aún te lastima.

─Sí me lastima mucho… cada vez que veo a Luanne… tiene tanto de él.


No era la primera vez que hablaban del tema y siempre llegaban al mismo punto, Harry sabía que su amiga no sacaba a relucir el tema por hacerle mal, lo conocía tanto que sabía que a pesar de esos siete años y lo lejana que estaba la noche en se había entregado a Severus Snape, seguía amándolo, Luanne no le permitía que olvidara, se lo recordaba cada día y estaba seguro que seguiría así por mucho tiempo, si en siete años no había olvidado difícilmente lo haría alguna vez.


&&&&&&&&&&&


Un hombre de ojos negros y cabellos tan oscuros como sus ojos se encontraba sentado ante una mesa llena de cajas esparcidas de cualquier modo, en un cuaderno anotaba el contenido de las cajas, estaba muy concentrado en su trabajo cuando de pronto sintió unos suaves golpes a la puerta.


─Adelante.


La puerta se abrió apenas unos centímetros y un muchacho asomó la cabeza.


─Con su permiso…

─Sí… ¿Qué sucede?

─Ha venido la señora Long… pregunta si ya llegaron sus gotas para el reumatismo ─dijo el muchacho con aire tímido

─Sí, aquí están ─dijo el hombre sin dejar de escribir en su cuaderno


El muchacho con suavidad se adentró en la pequeña oficina y luego de revisar el nombre de las cajas que estaban esparcidas por la mesa, abrió una de ellas y extrajo una pequeña botellita de color azul.


─No olvides decirle que debe continuar tomando la misma cantidad ─dijo el hombre de ojos negros sin levantar la vista de su cuaderno

─Sí, señor.


El muchacho salió de la oficina tan sigilosamente como había entrado. El hombre de ojos negros continuó anotando en su cuaderno todo lo que contenían las cajas, cuando finalmente terminó se restregó los ojos con aire cansado.


La pequeña tienda de medicinas naturales de la cual era propietario ahora, estaba ubicada en un humilde barrio donde vivían sólo muggles. La mayoría gente pobre que no disponía de medios para asistir a un buen hospital.


Los muggles nunca habían sido de todo su agrado, sin embargo hacía más de seis años que vivía entre ellos como uno más, después de todo él era mestizo, aunque seguía considerándolos un poco torpes, había aprendido a apreciar a esa gente humilde que luchaba infatigablemente por vencer a la vida. De la misma forma que luchaba él, aunque no era fácil, aquella tienda humilde que había heredado de aquel hombre anciano que tanto había hecho por él, debía mantenerla con mucho esfuerzo, no tenía nada más.


Desde hacía tiempo había olvidado su antigua vida, aunque no olvidaba su condición de mago, pero como no le servía mucho viviendo entre indefensos muggles aquello había quedado oculto en un lugar remoto de su mente, sólo a veces recordaba algunos aspectos de esa vida que no le había traído demasiada felicidad. Aunque a veces sentía la tentación de regresar, pero a qué, después de tanto tiempo, en aquel mundo ya no había nada para él, había sido olvidado por todos y, siendo totalmente honesto consigo mismo aceptaba que jamás le había importado demasiado a nadie. Quizá un poco a ese anciano mago que una vez había confiado en él y le había dado una oportunidad, pero él había muerto antes del final de la guerra.


Sólo una vez había regresado por curiosidad al callejón Diagon, habían pasado dos años desde el final de la guerra, se disfrazó para no ser reconocido, se había mezclado entre sus pares en aquel lugar para saber que cosas habían cambiado desde la noche de la batalla en que el muchacho de ojos esmeraldas había vencido al Señor Tenebroso, no consiguió averiguar demasiado, en realidad quería saber de Harry Potter, lo único que había sabido era que el muchacho tras destruir al Innombrable había viajado al extranjero, pero que no se sabía exactamente donde se encontraba.


Aquella noticia no le extrañó demasiado, pensó que seguramente el muchacho sólo deseaba olvidar todo lo malo que había vivido y seguramente también para olvidar lo que había sucedido entre ellos aquellas horas previas a la batalla final. Una parte de él lamentaba no haber vuelto a verlo, pero la otra en cierto modo se tranquilizaba, pues quizá no hubiese sabido que decirle, aunque siempre le quedaría la duda de cómo hubiese reaccionado Harry si se hubiesen encontrado otra vez.


Luego de mucho tiempo él había recuperado sus recuerdos, estando en plena batalla había recibido un hechizo que lo había levantado por lo aires y le había hecho golpearse la cabeza. Vagamente recordaba que había deambulado por días sin saber donde estaba ni quien era, un hombre anciano se había cruzado en su camino y lo había ayudado, curándole las heridas, él sólo se había dejado llevar como un niño. Luego de eso viajó con aquel hombrecillo durante días en una carreta tirada por caballos, un curioso medio de transporte en medio de la modernidad de la ciudad. Habían llegado a ese mismo lugar que habitaba ahora, el anciano sin hacerle preguntas le había dado refugio y comida, y él para pagar aquello le ayudó en los quehaceres de su pequeña tienda de medicinas naturales.


Con el paso de los meses los recuerdos perdidos comenzaron a regresar pero débilmente, sólo recordaba retazos de su vida, aquellas extrañas visiones le causaban mucho miedo, muchas de ellas parecían salidas de una película de horror. Las medicinas del anciano curaron sus heridas físicas, y también extrañamente comenzó a recuperar sus recuerdos perdidos. Un día el anciano le entregó un objeto que él juzgaba muy extrañ, pero como lo portaba al momento en que lo había recogido creyó prudente guardarlo aunque no tenía muy claro si era importante, se trataba de una extraña vara de madera; con temor tomó aquel objeto que sin embargo le despertaba mucha curiosidad, al hacerlo chispas rojas salieron de la punta de esa vara, aquello bastó para hacerle recobrar la memoria de quien era realmente. Tuvo la intención de explicárselo al anciano que lo había ayudado, pero el hombrecillo no quiso saber nada, no le importaba quien era él o qué era, lo apreciaba y no se arrepentía de haberlo ayudado.


De inmediato le preguntó al anciano cuanto tiempo había pasado desde que lo había recogido, casi se desmayó cuando obtuvo la respuesta, dos años. Fue entonces cuando decidió disfrazarse y entrar al callejón Diagon. Tras esa visita y saber que Harry había dejado Inglaterra y que nadie sabía si alguna vez regresaría y que a él lo suponían muerto como tantos en la batalla final, decidió permanecer entre los muggles, junto a ese anciano bondadoso que estaba tan solo como él.


El anciano había muerto hacía poco más de un año, lo extrañaba, había aprendido a amar a ese hombrecillo solitario que jamás le hizo una pregunta indiscreta y que sin embargo compartió con él sus conocimientos de medicina natural, para finalmente antes de morir legarle la pequeña tienda y los escasos bienes que había conseguido reunir a lo largo de una vida llena de sacrificios, pero que había agradecido la compañía de otra persona, la suya, siempre había estado seguro de que moriría solo sin que hubiese nadie a su lado, pero no había sucedido así, él había estado junto al anciano hasta el último aliento de vida.


Ahora era dueño de la pequeña tienda y los clientes de su anciano benefactor habían terminado confiando en él tanto como en el antiguo propietario. Ahora que estaba sólo desde hacía más de un año, de vez en cuando se sentía tentado a regresar al mundo que lo creía muerto, pero también se preguntaba a qué regresaría, ahí no tenía a nadie. Lo cierto era que se sentía ajeno a ese mundo desde hacía mucho, y seguramente en ese lugar no había nadie que lo recordara o que pensara en él, el nombre de Severus Snape seguramente había sido olvidado para siempre. Ni siquiera ese chico de ojos esmeraldas lo recordaría, aunque le hubiese gustado saber que era recordado por ese muchacho, aunque fuese en un lugar pequeño y recóndito, pero que era recordado de vez en cuando por ese corazón noble al que él había aprendido a amar pero que jamás tuvo valor para confesarlo.


Continuará…

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