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Tú iluminas mi vida por zandaleesol

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Título: “You Light Up My Life”

Personajes: Harry Potter/Severus Snape

Disclaimer: Los personajes pertenecer a J.K. Rowling.


Capitulo 2.

Aquella mañana despertó sintiéndose algo extraño, quizá fuera el exceso de trabajo pues casi todas las noches se dormía bastante tarde, por lo general se podía sentir afortunado de tener buena salud, sin duda que su sangre mágica ayudaba mucho en ello. No le daba excesiva importancia a esos malestares, durante la guerra se había acostumbrado a no alarmarse por pequeñeces.


Sin embargo, desde hace varios días trataba de ignorar cualquier síntoma que pudiera alertarle de algún mal físico. Intentó llevar la rutina tal cual lo hacia todos los días, luego de una ducha breve, se vistió con ropa muggle que adquiría en un mercadillo de esos donde era posible comprar ropa hasta yerbas medicinales; luego se preparó el desayuno que consistía en café y tostadas, no era el alimento ideal para comenzar el día, pero no podía darse el lujo de nada más, lo poco que recibía por la venta de sus medicinas naturales lo invertía otra vez en insumos, era mucho el esfuerzo que debía hacer para mantener la tiendita, pues cada día era más difícil.


Ya había concluido su escuálido desayuno cuando sonó la campanilla que indicaba de su ayudante, Billy había llegado al barrio hacía apenas unos meses con su madre y su padrastro, ocupaban un piso en un piso bastante miserable, uno de los tantos que había en el barrio. El padrastro del chico era un hombre alcohólico que lo poco que ganaba se lo bebía, la madre debía viajar a diario al otro lado de la ciudad para trabajar haciendo limpieza, con eso pagaba la vivienda y comida. Severus sentía pena por el muchacho, a pesar de sus limitaciones el chico se empeñaba por salir adelante, la primera vez que lo había encontrado estaba siendo atacado por una pandilla de mal vivientes, su intervención evitó que el chico saliera más lastimado, lo llevó a la tienda y luego de curarle las heridas le ofreció trabajo, no podía pagarle mucho pero lo poco el chico lo agradecía.


Él que siempre había sido un hombre solitario se acostumbro a la compañía del chico medio tímido que le recordaba a sí mismo. Billy ya estaba abriendo la tienda, lo saludó como hacía todos los días, sin embargo el chico al responder lo miró con algo de preocupación.


─¿Se siente bien esta mañana señor?


Severus levantó la vista con extrañeza hacia el chico.


─Sí… ¿por qué preguntas?

─Está usted algo pálido.

─Ah sí… debe ser porque he dormido poco en estos días.


El comentario de Billy se sumaba a ese extraño malestar que lo aquejaba esa mañana, pero decidió ignorarlo y se fue al pequeño despacho para continuar clasificando los productos llegados el día anterior, algunos serían guardados en el pequeño almacén y otros irían a las estanterías para ser vendidos.


Una extraña sensación de nausea le hizo pensar que ya había llegado la hora del almuerzo, aquello no podía ser otra cosa que falta de alimento, se puso de pie con brusquedad con aquello le sobrevino un mareo, debió sostenerse de la silla para no caer, volvió a sentarse y cerró los ojos para esperar que la sensación pasara, algo no andaba bien, él jamás sufría de mareos, no quería preocuparse por una tontería, pero el no sentirse bien de forma repentina cuando siempre había gozado de buena salud comenzó a preocuparlo, pero sobretodo temía que Billy y sus clientes notaran que algo le sucedía.


Tras un frugal almuerzo decidió tenderse en la cama un rato, sin darse cuenta se durmió, despertó una hora más tarde sobresaltado, se asomó a la tienda, su ayudante ya había abierto tras el receso de la hora del almuerzo. Aquella tarde transcurrió lenta y con ese clima de otoño parecía que todo se hacía más lento aún. Ese día cerró la tienda una hora antes de lo habitual, necesitaba descansar. Cuando se preparaba la cena le sobrevino un terrible dolor de cabeza, comprendió que definitivamente algo no anda bien en su organismo, se fue a la cama otra vez, lo único que le preocupaba más era que en caso de aquejarlo una enfermedad ya no poder valerse por sí mismo, su anciano benefactor ya no estaba para cuidar de él, estaba solo.


A la mañana siguiente despertó temprano, era sábado y la tienda la abría sólo hasta el mediodía, si surgía alguna emergencia la atendía por la puerta lateral que comunicaba con la casa. Billy llegó esa mañana tan temprano como siempre y tal como había sucedido el día anterior lo encontró pálido y con un aspecto nada saludable. Severus ya lo había meditado bastante las palabras de su joven ayudante lo hicieron decidirse; fue hasta el armario de su habitación y sacó del fondo una caja, luego de depositarla en la cama la abrió con sumo cuidado, ahí estaba aquel instrumento que hacía tantos años le había abierto las puertas al mundo de la magia, hacía años que la tocaba, la había guardado ahí cuando decidió que el mundo mágico ya no le pertenecía. En cuanto la tomó sintió ese calor que subía a su mano y se extendía por el brazo al resto del cuerpo, volvía a reencontrarse con esa vieja amiga que parecía celebrar aquel jubiloso momento lanzando chispas rojas.


*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~

Sintió una extraña emoción cuando se encontró ahí frente al “Caldero Chorreante” en Charing Cross, ahí estaba otra vez como lo había hecho tantas veces años atrás, parado frente a la taberna que era visible sólo para quienes sabían de su existencia. Cuando estuvo dentro trató de no mostrarse demasiado perturbado, aunque él era especialista en ocultar su sentir, un poco de emoción que le costó controlar lo invadió al encontrarse otra vez entre sus pares. Sin más dilación se dirigió hacia la entrada al callejón, había modificado su apariencia tal cual había hecho años atrás, pronto se confundió entre la masa de alegres paseantes de aquella mañana de sábado.


Se tardó un rato largo en recorrer el callejón Diagon, recordó su época de profesor, antes del regreso del Señor Tenebroso, cuando él recorría esas calles en busca de los ingredientes necesarios para sus pociones que guardaba en su armario, sin duda aquellos sí habían sido buenos años, pero luego había llegado la guerra que había derrumbado su vida y su mundo, había perdido al único que había sido un verdadero amigo, Dumbledore.


El término de la guerra para él no había sido un acontecimiento feliz, había sido apartado del lado de él, pero quizá fue lo mejor que pudo sucederle, nunca tuvo posibilidades con Harry, lo sucedido la noche antes de la batalla final con el chico de ojos esmeraldas, sólo había sido un acto desesperado, algo que había nacido a causa de la soledad y el miedo que experimentaban ante una muerte probable, por eso él se había entregado de aquella forma, por única vez en su vida, y a su vez Harry también creyendo que sería la primera y última vez, lamentaba no haber encontrado esa noche el valor para decirle que lo amaba, debió hacerlo, era una de las cosas que siempre lamentaría, a pesar de tener claro que el chico se había refugiado en sus brazos sólo por temor y soledad, aquel instante único de felicidad plena que había experimentado en su vida lo llevaría siempre en su corazón como el recuerdo más sagrado de su vida pasada, esa otra vida que ya no existía y que jamás volvería, simplemente porque él ya no era recordado.


Luego de recorrer por casi una hora el callejón Diagon entró a la tienda donde encontraría ciertos ingredientes que le permitirían preparar una poción que le quitara aquellos extraños malestares. Cuando ya había solicitado lo necesario introdujo la mano al bolsillo de su chaqueta para pagar, entonces recordó que sólo llevaba dinero muggle, debería ir a Gringott para cambiarlo, dejó su pedido a la espera de ser recogido luego, el banco de los magos lucía como siempre, dentro había bastante gente cambiando dinero y otros a la espera de ser llevados a sus cámaras.


Simplemente esperó, mientras lo hacía miró en derredor distraídamente, de pronto su vista se desvió hacia una niña que parecía danzar al compás de una música imaginaria, se la quedó mirando sin saber porque, por lo general a él los niños pequeños le resultaban bastante indiferentes después de años siendo profesor, pero aquella niña de ojos negros y brillantes, de facciones armoniosas y de cabellos negros rizados llamó de forma extraña su atención.


La pequeña se deslizaba feliz sobre el piso de mármol con pasos de bailarina, tan fascinada estaba en ello, que no vio que peligrosamente se acercaba a ella un hombre que arrastraba un baúl que acababa de retirar del banco; Severus temeroso vio que la niña iba directo a estrellarse con el gran baúl, no pudo quedarse indiferente, la rescató justo a tiempo de aquel encuentro que sin duda le hubiese causado un gran daño. Casi sin darse cuenta había recogido a la niña en sus brazos para apartarla a tiempo, ella con sus ojos abiertos de asombro le miró seria, Severus estuvo seguro que en dos segundos la niña gritaría asustada por encontrarse en brazos de un desconocido, sin embargo, la niña pareció comprender que ese desconocido había deseado protegerla y le regalo al hombre una radiante sonrisa y después le echó los brazos al cuello.


Era la primera vez que recibía un abrazo así de inocente y cariñoso, aquello le llenó de una emoción que no pudo explicarse. Aquella niña le despertó simpatía y un extraño calor en su corazón.


─Gracias… señor ─dijo Luanne con una sonrisa

─No fue nada… debes tener cuidado ─dijo Severus mientras la bajaba al suelo otra vez

─¿Dónde está tu mamá?

─No tengo mamá… pero papá sí tengo…

─Ah… y dónde está… no debió dejarte aquí… ¿Cómo te llamas?

─Luanne.

─Tienes un nombre muy bonito… quieres que me quede aquí mientras viene tu papá.

─Sí.

─¿Y cuántos años tienes Luanne?

─Hmm… tengo… estos ─dijo la pequeña al tiempo que levantaba una mano y mostraba cinco dedos y luego uno de la otra

─Esos son seis años.

─Sí… tengo seis años… y cuando sea grande voy a ser patinadora.

─¿Patinadora? ─preguntó Severus extrañado de que la niña conociera esa actividad que era propia de los muggles

─Sí… como las que salen en la televisión.


Al oír decir a la pequeña la palabra televisión Severus estuvo seguro que se trataba de una niña mestiza.

─Patinadoras de esas que parece que volaran sobre un pedazo de hielo.

─Sí… papi me lleva los domingos a patinar… le gustaría venir…


Severus sonrió inevitablemente parecía increíble que después de cuatro años alejado del mundo mágico la primera persona con la que sostenía un conversación de más de dos palabras era una niña de seis años.


Una voz que sonaba molesta en la entrada al Banco llamó a la niña, esa voz le resultó muy conocida a Severus, era una voz que no escuchaba hacía más de siete años.


─¡Luanne! ─gritó Harry a la pequeña mientras se acercaba ─yo sabía que te encontraría aquí… te he dicho miles de veces que no te alejes de mi lado

─Papi… vine a danzar...

─Estas castigada… mañana no habrá patinaje.

─No… no… papi… por favor…

─Estás castigada Luanne… te he dicho muchas veces que jamás te alejes de mi lado.

─Este señor me estaba cuidando mientras tú venias papi...


Harry estaba tan nervioso a causa de que Luanne se había escapado, que por eso no le prestó atención al hombre alto y pelirrojo que permanecía junto a la niña mirándolo atónito.


Severus estaba impactado, no podía creer que era Harry quien estaba a su lado, el muchacho en el que había pensado en los últimos cuatro años y al que estaba seguro jamás volvería a ver; fue tal su conmoción que todo le dio vueltas como en los días anteriores, de pronto sintió que ya no podía sostenerse en pie, cayó al suelo y mientras sentía que se desvanecía escuchó la voz preocupada de la pequeña que lo llamaba.


Continuará...

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