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Por amor... por Zub_zero

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Notas del fanfic:

Es un one shoot, dedicado a dos mujeres maravillosas que han sabido iluminar mis días más oscuros: Crawlingbutterfly y mi deidad favorita, Cyberia_bronze _saint, no es mucho, pero es un infimo detalle destinado a halagarles.

 

POR AMOR

 

Doctor, ¿qué no funciona aquí en mí cabeza?

¿Por qué he perdido el control?

¡Qué fácil hacer daño¡

¡Y que te lo hagan a tí!

Y a las personas no hay quien las entienda

¿Será que a lo mejor

Les resulto tan extraño? ¡sí!

Como ellos lo son para mí.

 

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Es medio día, me siento tan cansado, como si hubiera corrido un maratón. Esa ha sido una de las noches más terribles de mi vida. No puedo creer que mi paraíso se haya convertido en el infierno que ahora estoy viviendo. Me levanto de la cama, adolorido y con nausea. Desearía que todo esto fuera una pesadilla y no una realidad, desearía poder escapar de esta situación, pero es imposible, desearía que él volviera a ser el de antes, el que me enamoró, el que me conquistó... pero ese no va a volver... lo sé bien.

 

Me desnudo lentamente, sintiendo el frío del exterior colarse por la ventana entre abierta. Mientras froto mi piel con el jabón, pienso en esas mañanas lejanas en las que nos despertábamos al alba y sus manos recorrían mi piel, acariciando, mimando cada centímetro de ella. Esos días no volverán, y yo debo conformarme con los recuerdos, con los escasos momentos en los que las cosas vuelven a ser como antes fueron.

 

Salgo de la ducha y me pongo una de sus batas, aspirando su aroma, el inconfundible aroma de su piel limpia y fresca. No puedo sino derramar algunas lágrimas, jamás me acostumbraré a estar así como estoy ahora, jamás dejaré de añorar los viejos tiempos.

 

Me visto en silencio, pensando en las mil y una cosas que he postergado desde hace un par de meses, mi cerebro se ha ido de vacaciones y no  puedo ni siquiera recordar cosas insignificantes, ya no digamos cosas trascendentales. Han sido los dos años más largos y tortuosos de mi existencia. Pero quizá los últimos meses hayan sido los peores. Cada día es peor, y ni siquiera existe la posibilidad de que mejore... todo apunta a que lo peor a penas está por comenzar.

 

Me dirijo a la cocina, impecable, tan limpia que ni siquiera parece una cocina. Preparó un poco de te, he tenido que olvidarme del café y conformarme con oscuros brebajes que siempre me dejan con ganas de más, de algo que no voy a hallar en ellos. Me siento tan absurdamente estúpido... es como si la vida me hubiera vuelto la espalda y yo me empeñara en buscarle la cara.

 

Me siento junto a la ventana, contemplando el jardín que solía ser una de las fuentes de nuestras delicias. ¿Cuántas veces nos amamos ahí a la luz de la luna? ¿Cuántos te amo se me escaparon ahí mientras él me poseía? No lo sé, solo sé que eso no va a repetirse jamás. Esas cosas han terminado por ser pasado...

 

- Hola. - dice, se acerca a mí y pone sus manos sobre mis hombros. Le sonrió, me esfuerzo porque no se de cuenta de nada.

- Hola, ¿quieres té?

- No... preferiría un café bien cargado.

- Sabes que no puedes...

- Si, ya sé... no se me olvida, no creas que se me olvida. - dice y va al refrigerador - Creo que tendremos que ir de compras, esto está medio vacío.

- Más tarde, ahora tenemos que desayunar.

- Por favor... no me trates como un niño. - dice y me mira con tristeza en esos ojos que por momentos cobran matices verdes en medio de un mar tan azul como su cabello.

- No era mi intención...

- Lo sé... hay días en que quisiera que todo volviera a ser como antes... pero no se puede, ¿verdad? - dice con una infinita tristeza asomándose a sus ojos. Toma mis manos y las acaricia, por un momento me dejo llevar por la emoción y pienso que todo puede volver a ser como antes, que esto va a pasar... pero no es cierto, y eso duele como mil aguijones en mi corazón.  - ¿Puedes comprar pastel? Te juro por todos los dioses que solo comeré un pedacito. - me dice con una sonrisa que grita tristeza.

- Está bien... pero yo lo escojo. - digo en un intento por animarme.

- Entonces vamos. - dice y me tiende la mano.

 

Nos separamos al llegar a la puerta... dioses... es tan doloroso verlo así... tan cruel que alguien como él vaya a terminar sus días de la manera en que él lo hará. Tengo tanto miedo, si, tengo miedo de que un día decida hacer lo que amenazó con concretar en su último episodio... dioses, desearía que él pudiera ser el de antes. Pero no es posible, tengo que conformarme con los destellos de él que me quedan.

 

Ha subido al auto, se ve cansado, anoche lo pasó mal, como ha sido desde hace unas semanas.

 

Comenzamos a hablar de niñerías, cosas que no tienen mayor importancia pero que sin duda, nos hacen sentir a ambos que la vida puede seguir llamándose de esa manera.

 

Conduzco en dirección al pueblo, sin duda estos trayectos ya no son lo que solían ser, lo que fueron hasta hace unos meses.

 

- ¿De que sabor compramos el pastel?- pregunto al ver que se ha quedado callado durante un largo rato.

- No sé... del que quieras.

- ¿De verdad?

- Sí, me da igual. - dice sin mirarme. - ¿Ya viste? - dice entre risas, se ha producido un choque. Me quedo callado, no puedo ni mirarlo cuando se pone así. - Dioses... dioses... dioses... - murmura mientras pega su rostro al cristal de la camioneta, no deja de mirar.  -Para, para, para, tenemos que parar. - dice con un tono de voz que me resulta por demás inquietante.

- Será mejor que volvamos a casa. - digo al notar que esta en medio de otro de sus brotes.

- No, no, no, no... yo quiero ver, ¿no te das cuenta? Ese rojo... - su mirada ausente, su sonrisa extraña, todo en él me provoca un sentimiento de ansiedad que no se reprimir.

- Vamos a casa, podrás pintar lo que quieras.

- No, no, no, no, yo no quiero pintar... no, no. - dice con gesto enajenado.

- ¿No quieres pintar?

- No... yo no voy a volver a pintar...

- ¿Por qué?

- Los cuadros hablan... dicen cosas... cosas terribles. - me dice bajando la voz.

- ¿Qué cosas?

- Shaka te envenena... Shaka va a encerrarte. - dice mientras me señala con el índice.

- Será mejor que volvamos a casa.

- No, no, no, no quiero ir a allá, las paredes lloran, las paredes lloran... - dice mientras aferra el cinturón de seguridad. - Quiero ir a Jamaica, quiero ver el mar, quiero sol, quiero playa. - dice sin mirarme.

- Te llevaré a allá, pero antes debemos ir a casa por los pasaportes. - intento sonreír, pero no puedo.

- Llama a Kanon, dile que quiero mi mochila roja, si, la mochila roja, él la tiene, dile que la quiero. - dice aovillándose en el asiento.

- Está bien Saga, le llamaré cuando lleguemos a casa. - le tomo la mano y él rechaza el contacto.

- No me toques, no me toques, no quiero que tus manos me toquen, estás sucio, ¿no te das cuenta? Tus manos están manchadas, tienes las uñas negras... - dice apartándose. Me mira como si le diera asco... esto es tan doloroso.

 

No digo nada, simplemente le llevo a casa, debo medicarlo. Es tan difícil... a veces pienso que tantos medicamentos no pueden ser buenos para él, pero el médico jura que es lo necesario.  El médico ha dicho tantas cosas... como que no debería estar en casa, debería estar internado en un psiquiátrico, pero no me atrevo a dejarle ahí después de su última estancia en un sitio de esos. Prefiero cuidarle yo mismo, prefiero ser yo quien vigile que tome sus medicamentos, quien cuide de que se alimente, de que mantenga el régimen, aun si significa olvidarme del resto del mundo. No puedo más, es cierto, mi cordura se esta yendo al demonio, mi cerebro es incapaz de emitir un pensamiento coherente, pero no quiero dejar que se lo lleven... no puedo.

 

Lo he traído a casa... nuestra casa, el sitio donde se suponía seríamos felices cuando él al fin terminara con esa tesis doctoral que ha quedado inconclusa, que se quedará eternamente incompleta... la casa que con amor e ilusión decoramos pensando que sería en ella que veríamos colmadas todas nuestras ilusiones.

 

Con dificultad le obligo a ir a su habitación, a veces actúa como un niño, fuera de control.

 

- ¡No, no, no voy a tomar más medicinas! - grita en cuanto me ve venir con el frasco que contienen su medicamento.

- Saga, debes tomarlas...

- No, ¡lo que tú quieres es envenenarme! - grita, da un manotazo y el frasco vuela de mis manos para ir a estrellarse contra un mueble.

-Saga... por favor, debes tomarlas.

- ¡No quiero! - grita y se lanza sobre mí, me ha tomado desprevenido, siento que su rodilla se encaja violentamente en mi estómago. - ¡No voy a tomar nada que venga de tus manos! Las voces tienen razón... tú eres quien esta envenenándome Shaka, por eso las escucho, ¡es tu culpa! - grita mientras me azota contra la pared. No sin dificultad logro al fin inyectarle el tranquilizante que el médico me ha dado para estos casos. Me quedo callado contemplando con terror la mueca furiosa en su rostro, ¿cómo pudo pasarle esto a él? ¿Por qué a él?

- Tranquilo... - murmuro mientras le tomo suavemente en brazos para llevarle a su cama. Acaricio sus cabellos en tanto el tranquilizante surte efectos. El no deja de revolverse entre las sábanas, lentamente se queda dormido... quieto, muy quieto, mientras yo solo puedo mirarlo, mirar como lo pierdo, como cada día es menos él.

 

Lo dejo solo, tendido en la cama, recojo los restos del desastre y le dejo dormir tranquilo, no hace falta ahondar más en este asunto. Él ni siquiera sabe lo que ha hecho...

 

Salgo de la habitación y me dejo caer de rodillas al piso, incapaz de continuar, incapaz de reprimir el llanto que me desgarra. No puedo más... no puedo más.

 

Las horas pasan lentamente, sigo sentado en el piso, he llorado por no sé cuanto tiempo, recordando el pasado, el día en que lo conocí, el día en que nos dimos nuestro primer beso, nuestra  primera noche juntos...

 

Cuando lo conocí, yo tenía veinte años y él era mi profesor. Lo nuestro no fue fácil desde el principio. No solo porque él era mi profesor, ni porque fuera mayor, también por ser lo que somos, hombres. Pero le hicimos frente a toda adversidad escudándonos en este amor que es lo único que me queda al final del día.

 

No sé como comenzó, solo sé que su enfermedad me lo esta arrebatando cada día un poco más, el médico insiste en que debo internarlo pues no hay remedio a lo que él padece, no hay nada que hacer sino esperar a que llegue el final... y no me resigno a ello, no puedo creer que él se irá y me dejara, porque aún si su cuerpo se mantiene intacto, no así su mente, su mente que fue lo primero que me enamoró.

 

No puedo creer que las cosas vayan a terminar así, no lo acepto, jamás voy a aceptarlo.

 

- Shaka... - lo escucho llamarme, levanto el rostro y me encuentro con él, con ese gesto apesadumbrado. Su mirada ha vuelto a ser la de antes, es uno de sus momentos de lucidez... se arrodilla a mi lado y toma mis manos. - Lo siento... - dice, puedo ver en sus ojos que no miente - Esto... esto es más fuerte que yo... de verdad... lo siento. Quisiera... quisiera no ser esto en lo que me estoy convirtiendo.

- No digas nada... - lo abrazo. Mis lágrimas y las suyas se mezclan.

- Esto no tiene que seguir así... no tienes que quedarte a mi lado, no es necesario.

- Tal vez no lo sea, pero... quiero estar contigo hasta el final del camino, como lo prometimos...

- No puedo pedirte eso... cada día que pasa me pierdo más en esta locura, cada día que pasa te hiero más y más... no lo soporto... mi cordura se esfuma cada día, mi mente se empeña en desquiciarse, no puedo hilar siquiera un pensamiento coherente, no puedo sino causarte dolor y pesar, es mejor que desaparezca de tu vida, Kanon podría encargarse de mí...

- No, eso no voy a permitirlo... te prometí que estaría a tu lado siempre, te amo Saga, no puedes pedirme que me vaya.

- Entiéndelo Shaka, pronto no quedará nada de mí, de lo que fui. - dice mirándome a los ojos. - Pronto la locura va a ganarme la batalla. - no puedo, ni quiero escucharle más, me oculto aún más en sus brazos, como si con ello pudiera destruir esa enfermedad que nos separa.

- Pase lo que pase, quiero quedarme a tu lado. - le digo.

- No, no puedes...

- Si puedo, lo haré, por favor Saga, déjame quedarme, no me apartes de ti...

- Te hago daño...

- Más daño me haría no estar contigo...

- Prométeme algo Shaka... cuando llegue el momento, cuando me haya ido, quiero que seas feliz, que encuentres a alguien más a quien amar... - no respondo... no podría hacerlo aunque quisiera, ¿cómo decirle que el día en que no le tenga moriré?

- Será como tú quieres... - murmuro - Ahora, vamos a descansar. - le sonrió, si, el día en que él no este, yo tampoco estaré.

 

 

FIN


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