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Café y cigarrillos por Gadya

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Notas del fanfic:

No soy Kurumada... Todo lo demás se sobreentiende u_u

Notas del capitulo:

Alguna vez recibieron esa cadena del chico que iba a comprar CDs y siempre le dejaba a la vendedora una nota? Y que ella no la abría, y un buen día el chico no fue más...  Si, esa, seguro que la han recibido (yo me cansé de hacerlo XP).

 

Bueno, hace como dos años, a la quincuajésima vez de encontrarla en mi mail, la leí, sólo para que me saltara esta idea a la cabeza ¬¬ no pregunten por qué...

 

Ah! Y lo de "Muerte de un  personaje" en la ficha, lo puse porque un personaje muere, no porque vaya a mostrarlo... tan morbo no soy (ahora)

CAFE Y CIGARRILLOS

 

            Viernes... un día más entre los días, otra jornada más, sentado detrás del mostrador de este bar, viviendo mi eterna rutina. Todos los viernes eran igual a cualquier otro día, hasta que tú apareciste a cambiarlos por completo. Entraste en mi local, tu melena azul ondeando al viento, tu sonrisa arrancando suspiros entre la concurrencia femenina, y tus ojos color cielo clavados en el nombre que colgaba de mi pecho. Me miraste, y con aire despreocupado, me pediste un café y un paquete de cigarrillos de la marca que yo escogiera, dejando dinero sobre la mesa. Tardé en reaccionar, tanto tus ojos me habían cautivado, y por un momento pensé que el paraíso no estaba completo, pues tú no estabas. Me sonrojé al darme cuenta de mi torpeza, y, presuroso, corrí a preparar el dichoso café, mientras anotaba mi teléfono en el paquete de cigarrillos que iba a darte, rezando que algún día me llamaras. Tú sólo sonreías divertido, y al pagar, me pediste que conservara el cambio, y que esperara por ti, porque regresarías el siguiente viernes.

 

            Desde entonces esperé ansioso cada viernes, que te traía a mi lado en busca de café y cigarrillos, sonreía cada vez que te veía atravesar el umbral y saludarme, y me sentí morir cada vez que te marchabas con el café en mano y mi número escrito en un paquete de cigarrillos, dejando el antiguo envoltorio sobre el mostrador, envoltorio que siempre guardaba, porque era lo único que tenía de tí. Cada noche esperaba que me llamaras, que me dijeras tu nombre, un nombre que nunca me atreví a preguntar, por miedo a romper la magia de tus apariciones cada viernes.

 

            Pronto descubrí que no podía dejar de pensar en tí, que ya sólo vivía los viernes, cuando aparecías en el local, que tu sonrisa me hacía soñar, que sin saber nada de tí, te amaba con locura, y que necesitaba, cada viernes, encontrarme con tu mirada misteriosa para sentir que mi vida era realmente vida.

 

            Mis días se volvieron monótonos esperando tu llegada, y eran los viernes un oasis en medio de mi desierto de rutina, te transformaste en protagonista de mis sueños y motor de mis fantasías, y tus orbes azules iluminaron mi vida gris, hastiada de silencio y soledad.

 

            Los días se transformaron en semanas, y las semanas en meses, y entonces, aquel viernes, no llegaste. En vano esperé hasta el final del día, no apareciste, ese viernes ni los siguientes. Comencé a desesperar, sin saber qué hacer para averiguar si estabas bien; maldije el no saber nada de tí, tu nombre, teléfono, dirección; inútilmente miraba la gente pasar, intentando descubrirte entre la multitud, y perdido en mi propia tristeza, dejé pasar los días, derramando lágrimas en la oscuridad de mi departamento.

 

            Todo dejó de tener sentido hasta que aquel viernes, te vi entrar nuevamente, con el semblante sombrío. Saltó de alegría mi corazón, y no pude reprimir una sonrisa, sin embargo, supe que algo no estaba bien. Te acercaste melancólico, y pediste un café y cigarrillos, y entonces supe que no eras tú... Como dos gotas de agua, tanto se te asemejaba, pero no eras tú, y lo supe al ver su mirada. Entregué su pedido con la decepción pintada en mi rostro, y sus ojos tristes se clavaron en los míos.

 

-Tú eres Aioros, ¿verdad?- me dijo con la voz temblorosa. -El chico de los cafés... - asentí sin entender, aunque por dentro, mi universo se desplomaba en la mirada de aquel hombre -Mi hermano... –

 

-...Solía venir aquí los viernes. Siempre compraba lo mismo. Un café y cigarrillos.- respondí sintiendo un enorme agujero en el estómago.

 

-Si, lo sé... Saga me habló mucho de tí... Saga... falleció hace dos semanas... él... quería que te encontrara... y que te agradeciera... por hacerlo feliz... con tu café y tus sonrisas... - No pude seguir escuchando. Tu hermano gemelo me habló de la fulminante enfermedad que había estado acosándote toda tu vida, hasta que, cansado te batallar, te rendiste a su merced, aquel maldito fantasma que me robó tu compañía, de cómo, agonizante en tu cama de hospital, le pediste que me contara la verdad, y de cómo no había hallado el valor para hacerlo hasta entonces. Nada de lo que dijera me importaba, tan sólo podía pensar en tí, y en cómo ya jamás volvería a verte, y sentí mi corazón hacerse añicos frente a mis ojos. Escapé de aquel lugar, de la voz del hombre que llevaba tu rostro, y me refugié en la oscuridad de mi apartamento, a pensar, a recordarte y sufrir por no haberte dicho que te amaba.

 

            Uno de tus paquetes se escabulló por debajo del ropero a consolarme, y allí sentado contra la puerta, lo tomé y lo estrujé contra mi pecho, intentando convencerme de que era una mentira, y que al próximo viernes regresarías por tu café. De aquel paquete cayó un papel, y quedó llamándome en mi falda; lo tomé entre mis manos sabiéndolo tuyo, lo único que me quedaba de tí, un papel blanco con tu letra enmarañada. Con la vista arrasada leí aquella telaraña de tinta negra, tu adiós, tu hasta siempre.

 

            "Mi nombre es Saga. Te amo, Aioros, gracias por el café y la sonrisa."

 

            Vencido, me desplomé en el suelo a llorar mi pena, con el alma destrozada y sin razones de vivir. Descubrí, entonces, mi error, y sumido en mi agonía, supe que debí haberte dado mucho más que sonrisas, café y cigarrillos.

Notas finales: ... sin comentarios

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