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Xquizofrenia por KakaIru

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Notas del fanfic:

Ueno, esta es la segunda historia de una recopilación llamada "Volviendo a lo Macabro" (y ya por el nombre han d darse una idea d que va mas o menos ^^U), donde los personajes (entiéndase Lee o Gaara o tal vez ambos) sufren lo suyo ^^U

Notas del capitulo: Uish! Y ya lo dije! Horror, Muerte de Personaje, no Lemon pero si algo asi como Lime, y temas mas bien oscuros. Dedicado a mi queridisima Kei!! Aishiteru!!!! (L)

« Xquizofrenia »

 


"Todos los que ven mi ojos...
                                   ... deben morir."






~*~



Sonrió.


Se acomodó en su asiento. Las luces parpadearon y las ratas se removieron por el suelo húmedo, escondiéndose de la claridad. El olor era insoportable.


El chico se levantó, acomodó su chaqueta gris y pateó una lata que encontró en su camino.


El metal resonó al impactarse contra una de las mohosas y desgastadas paredes pintadas de verde claro.


Sus ojos, de un color azul eléctrico, contemplaron al joven frente a él.


Se felicitó por la perfección de su plan.


El chico aún permanecía inconsciente, con la venda puesta sobre los ojos.


En realidad esa era la primera vez que lo veía.


Tenía el cabello de un color negro intenso y la piel muy blanca. Los labios eran delgados y se entreabrían con cada exhalación. El rostro era delicado así como delicadas eran las formas de su cuerpo. En realidad, la primera vez, lo había confundido con una mujer. Aunque eso tal vez se debía a la poca luz de la calleja, o la forma en que se sonrojó cuando llamó su nombre.


-Rock Lee...


Sí, no lo conocía. Pero sabía su nombre. Sabía que era un estudiante promedio sobresaliente en el deporte. Sabía que había perdido a sus padres y actualmente vivía con su tutor. También sabía que era amable con todos y tenía muchos amigos, un amor platónico llamado Sakura y un "rival" llamado Neji.


Sabía muchas cosas, en realidad.


Aunque no le conociera.


Lo había estado vigilando, de hecho. Y unas tres noches atrás había comenzado a seguirlo. Primero lo había espiado hasta el trabajo. Rock Lee servía de mesero en una cafetería. Era bien parecido y atraía muchas miradas.


Sí. Principalmente, esa era la razón.


Atraía.


También lo había atraído a él, aquella vez, hace tiempo.


Bueno, realmente no fue hace tanto tiempo, ahora que lo piensa. Tan sólo un par de meses atrás, cuando lo había contemplado por casualidad cuando cruzaba la calle. Su primer pensamiento había sido:


"Es un chico extraño", por la forma en que caminaba.


Después lo había visto sonreír, y enseguida había llamado su atención. Aunque pensaba que habían sido sus ojos, probablemente, tan grandes y negros. Le gustaban los ojos negros. Le gustaba ese color para todo. Entonces se había interesado y había empezado a buscarlo.


Lo encontró en la cafetería, cuando se acercó un momento a por un poco de agua y lo recibió con un rostro resplandeciente.


Lo miró de soslayo mientras bebía.


Luego se había despedido y había vuelto ya entrada la noche.


En realidad lo había esperado. Lee se había despedido de su jefe y había emprendido la marcha hacia su departamento. Él lo siguió todo el camino, percatándose de que el joven vivía en una de las zonas bajas de la ciudad. Durante el trayecto saludó a todos los que se encontró, desde los desamparados que vivían en las cajas de cartón hasta las mujeres rudas que asomaban por sus balcones.


Era un joven especial.


Era inocente.


Ingenuo.


Entonces había vuelto al día siguiente y había vuelto a seguirlo.


Recorrió el  mismo camino, con los mismos saludos y las mismas sonrisas. Y a cada paso que daba se convencía más de lo mucho que lo atraía este muchacho.


No sabía realmente a qué se debía esta atracción, pero supuso que era a causa de los ojos negros. Los ojos de Rock Lee eran impresionantemente grandes, exageradamente profundos e innegablemente hermosos. Su cuerpo, además, también llamaba su atención.


Era demasiado delgado, demasiado alto, aparentaba ser demasiado frágil. Tenía largas extremidades y piernas gráciles y trabajadas. El pecho era amplio y la cintura estrecha. Y de vez en cuando se imaginaba a sí mismo mirándole, vistiéndole, adornándolo con un hermoso vestido. Rock Lee podría haber pasado por una mujer a cualquier lugar que fuese. A él, especialmente, le hubiese gustado verle con uno de esos kimonos orientales o un vestido victoriano, tal vez un traje estilo lolita o ¿quién sabe?, incluso con un simple uniforme japonés, de esos con la mini-falda y las medias hasta medio muslo.


Tembló.


Pensar en esto siempre lo hacía temblar.


Y lo hacía excitarse.


Ah, por supuesto. No lo había dicho, pero Rock Lee lo atraía también de forma sexual.


Rock Lee era como un imán y él no podía evitar verse a sí mismo desnudándole, besando sus suaves labios, lamiendo sus sonrosados pezones, hundiendo la lengua en su ombligo, acariciando el interior de sus muslos y saboreando su entrepierna.


Fantasías, simples fantasías.


Desechó tales pensamientos con un pequeño cabeceo.


Oh, porque estos pensamientos no eran nada buenos, sobretodo teniéndole allí, inconsciente y a su merced, indefenso ante cualquier asalto; impedido si, por casualidad, tal vez le diera por cumplir en él sus más profundos deseos.


Esto también lo excitaba, por supuesto.


Saberse con ese enorme poder sobre él.


Se acercó entonces a su pequeña e indefensa víctima. Delicadamente acarició los contornos de su rostro, delineó sus apetecibles labios y estuvo tentado de probarlos, degustarlos.


Y recordó con complacencia como se había hecho de él.


Lo había abordado horas atrás cuando, descuidadamente, Lee caminaba directo a su casa. Es una suerte que el chico fuese tan despreocupado y no le sintiera llegar por detrás. Entonces se había lanzado sobre él y le había inmovilizado. Dejarlo inconsciente no fue más que un juego de niños. Le había atado de manos y, silenciosamente, lo condujo hacia su auto.


Y lo había llevado a allí.


Un lugar abandonado y solitario.


Un sitio donde nadie pudiese escucharle cuando despertara, donde nadie interrumpiera lo que tenía planeado hacer.
 
 
No, nadie podría interferir.
 
 
Al pensar en esto, el fantasma de una sonrisa apareció en sus labios.
 
 
Tomó la delicada navaja que siempre llevaba consigo.
 
 
El metal brilló y se reflejó en su rojizo cabello.
 
 
Rock Lee soltó una exhalación y pareció acomodarse en el suelo.
 
 
Suspiró.
 
 
Delicadamente desató uno a uno los botones de la camisa del pelinegro, hasta dejar al descubierto el amplio pecho blanco de delicados pezones. Jugó con uno de ellos hasta que una diminuta sonrisa adornó su rostro. Luego sacudió la cabeza y volvió a adoptar el mismo rostro inexpresivo de siempre.
 
 
No estaba allí para juegos, por más que lo que hiciese fuese tremendamente divertido.
 
 
Y se preguntarán...
 
 
¿Por qué Lee no despertaba?
 
 
Llevaba ya tres horas dormido, lo cual no era normal.
 
 
Y no se levantó, ni siquiera se removió, cuando el pelirrojo le despojara de la camisa y le acariciara lentamente, de vez en cuando besando sus trabajados abdominales. Tampoco hubo el más ligero cambio cuando el otro le quitara el pantalón, con la maestría de un profesional.
 
 
También le quitó la venda de los ojos.
 
 
Oh, y qué hermosa visión ofrecía Lee de pronto, con los ojos cerrados apaciblemente, las manos atadas detrás de la espalda, y las piernas gloriosamente abiertas, mostrando toda su erótica desnudez que no hacía sino excitar a su captor. Sí, tremendamente excitante, y su propio sexo se levantaba entonces, atraído por la lujuriosa escena.
 
 
Obscenamente infantil, así le vio.
 
 
Y tembló de nuevo.
 
Tembló de ansias, del deseo que lo consumía.
 
 
Y se mordió los labios.
 
 
"Debo calmarme", se repitió a sí mismo.
 
 
No podía perder el temple porque el trabajo debía hacerse.
 
 
Lentamente, combatiendo todos sus demonios internos, se acercó a la maleta que había llevado consigo. Los seguros de metal sonaron cuando ésta se abrió.
 
 
Delicadamente tomó el vestido de brillantes colores. Era una tonalidad verde que hacía resaltar las vaporosas telas, los encajes negros, el delicado corset del color de la sangre. Un nuevo escalofrío lo recorrió cuando se arrodilló frente a Lee y acomodó entre sus piernas el pequeño calzón femenino.
 
 
Ah, le quedaba de maravilla. Combinaba con sus cremosas piernas largas y elásticas, con sus pequeñas caderas; también con esos escalofríos que comenzaron en la nuca de su secuestrador y terminaron en la punta de su sexo hace tiempo despierto.
 
 
Luego, como si se tratara de un ritual, le colocó las medias también blancas, con los bordados dorados que resguardaban los pies bien cuidados. Después pasó a colocar el vestido, maravillándose en lo bien que le sentaban las capas de seda verde y el corset que hacía su cintura aún más estilizada. Por segundos desató sus manos, para poder acomodar las mangas y dejar al descubierto sus pálidos hombros, los cuales besó levemente, regocijándose en el delicioso aroma que despedía la brillante piel.
 
 
Sí, no podía haber escogido a alguien mejor.
 
 
Rock Lee era simplemente maravilloso.
 
 
Jadeó.


Su erección se hacía cada vez más dolorosa; pero ignoró su propio sentir.
 
 
Volvió a acercarse a la maleta y extrajo de ella una caja de mediano tamaño.
 
 
Sus manos temblaron cuando colocó el collar de perlas alrededor del delgado cuello. Y espasmos lo recorrieron cuando deslizó por sus manos los guantes de un color verde oscuro.
 
 
Alzó el rostro de Lee, que en ese momento lucía infinitamente hermoso.
 
 
Justo como le gustaban.
 
 
Volvió a atar sus manos por detrás de la espalda, justo a tiempo cuando el pelinegro comenzó a reaccionar.
 
 
Lee se quejó un par de segundos, probablemente tratando de acostumbrarse al dolor y a la súbita inmovilidad. Abrió un ojo y después otro. Parpadeó un par de veces y aún así no logró ver nada. Estaba muy oscuro, demasiado. Intentó moverse pero resultó infructuoso. Entonces, de repente, estalló dentro de su cabeza el pensamiento de que no estaba solo.
 
 
Lentamente, cuando sus ojos se acostumbraron, pudo detallar su entorno,  ser consciente de que estaba atado. Pero, sobretodo, de que había una figura que le observaba.
 
 
Esa persona tenía el cabello brillante, rojo, muy rojo. Y la piel extremadamente blanca. Era un chico algo más joven que él, vestía colores oscuros y le miraba fijamente.
 
 
Intentó hablar, pero la voz le salió pastosa y excesivamente baja.
 
 
Como un niño perdido, contempló al ser frente a él.
 
 
Delicadamente se permitió caer en la desesperación.
 
 
Se removió en su sitio incontables veces y de su garganta brotó un grito agudo que se vio silenciado por una certera bofetada, propinada por una mano dura como piedra. Con diminutas lágrimas en los ojos, se perdió en los otros azules de mirar loco, perdido, casi demoníaco.
 
 
Sí. En ese instante...
 
 
... sintió miedo.


-Veo que has despertado- siseó la voz cortante pero profunda, gélida como hielo; y el chico se llevó una mano el pelo rojo.


-¿Dónde estoy?- preguntó Lee, su voz casi tan temblorosa como él mismo.


"Esa es siempre la primera pregunta", profundizó el pelirrojo sin darse cuenta. "Como si no debiera preocuparse mejor por lo que está a punto de sucederle".


En cambio, no respondió nada; y Rock Lee se sintió aún más perturbado cuando su captor lo tomó de los brazos y lo obligó a posicionarse sobre sus rodillas.


-Espera, ¿qué vas a hacer?- intentó saber mientras sus ojos se abrían como platos.


De un momento a otro empezaría a gritar.


El pelirrojo lo vio y le hizo una seña con su mano, apuntando a su navaja, la cual había colocado estratégicamente cerca, por si acaso.


-No intentes nada- amenazó-. Si gritas nadie te escuchará, pero me darás dolor de cabeza y tendré que golpearte. Y no quiero desfigurarte el rostro...


Dijo esto último con el fantasma de una débil sonrisa en los labios.


Esta sonrisa heló la sangre a Lee.


Un desasosiego tremendo se apoderó de él.


¿Dónde estaba?


¿Cómo había llegado allí?


¿Quién era ese chico que le hablaba como una máquina?


Sus ojos volvieron a derramarse; intentó soltar sus amarres y descubrió, nuevamente, que era inútil.


-No tiene caso- hizo notar el otro-. Te he amarrado bien.


Y suavemente acarició uno de los mechones negros que caían sobre el pálido rostro lloroso y húmedo. Verle así, indefenso frente a él, lo excitó aún más. Su miembro se apretujó dolorosamente contra sus pantalones y supo que debía hacer algo.


-¿Quién eres?- preguntó Lee entre sollozos.


Pensativo, un par de segundos.


La visión del pelinegro era tentadora, y no había razón alguna para ocultarle su nombre. Después de todo, las cosas acabarían esa noche. Así que se lo dijo...


-Gaara- tenía un nombre hermoso-, Sabaku no Gaara.


-¿Por qué me haces esto?


Silencio.


-¿¡Qué quieres de mí!?


Lo abofeteó una vez más.


Rock Lee guardó silencio, con las ardientes lágrimas recorriendo su rostro. Se mordió los labios. Gaara reprimió un gemido al verle.


No podía soportarlo más.


Fuertemente le tomó por el mentón, haciendo que los ojos negros le observaran fijamente. Gaara tenía la respiración agitada, y sus dedos temblaron sin control cuando se apresuró a abrir la cremallera de su pantalón. Rock Lee enmudeció de terror.


Casi con pesadez, dejó al descubierto su endurecido pene. Su miembro estaba rojizo, húmedo, se alzaba gloriosamente tras los delicados vellos púbicos también rojos, como su pelo. El miembro, golpeado por el frío aire, pareció moverse espasmódicamente. O tal vez fue cuando él acercó su insultante sexo a los labios, que se contraían casi con asco, de su indefensa víctima.


Rock Lee estaba aterrado.


Él, por el contrario, se hallaba en la misma gloria.


Acercó su miembro a la boca rosa, la punta de su pene humedeciendo los delgados labios ahora pálidos.


Lee le miró, lloroso, y su expresión no hizo sino excitarle, desear que engullera su miembro de una vez.


-Abre la boca- ordenó.


El pelinegro se mordió los labios. Gaara apretó su mentón y empujó su sexo hacia la boca aún cerrada.


Él apuntó hacia la pequeña navaja asesina.


Lee lloró copiosamente.


Y abrió los labios con parsimonia, esperando que aquel se retractara a último momento.


Pero no lo hizo.


La imagen, obediente, dócil y sumisa, fue todo el incentivo que necesitó para invadir con su lujurioso pene la boca más pequeña del otro.


Cerró los ojos cuando le sobrevino la primera oleada de placer. Sus manos tomaron los delicados cabellos negros y un gemido escapó de sus labios cuando la húmeda cavidad de Lee rodeó su miembro. Casi no pudo detenerse cuando embistió su boca, como por inercia, y la cabeza de su pene golpeó la garganta, asegurándose de que toda la extensión de su miembro fuese cobijada por el otro.


Pero de sus labios no brotó sonido alguno.


Siguió moviéndose, adentro y afuera, sintiendo nuevos espasmos de placer inundándole. Las piernas le temblaron, como palillos. La boca de Rock Lee no tenía comparación, era húmeda y caliente, parecía hecha para ese momento, como si su única función en el mundo fuese succionar su miembro, lamerlo, y guiar a Gaara a la locura con cada lamida, o cada vez que Lee sentía atragantarse, asqueado ante el pedazo de carne que le robaba la respiración.


Le costó bastante adecuarse al ritmo del pelirrojo, en parte por las profundas embestidas, en parte por las lágrimas.


Nuevamente intentó desatar sus manos. Y nuevamente falló en el intento.


Entonces sintió como Gaara salía de su boca, y el respiró con algo de dificultad. Saliva escapaba de la comisura de sus labios, y en su boca permanecía el sabor del pre-semen del otro.


Qué asco sintió en ese momento...


Alzó los ojos, la mirada borrosa se encontró con los ojos encendidos del otro. Le miraba ocn lujuria, deseándole.


-Abre la boca- ordenó por segunda vez, y en esta ocasión Lee hizo lo que le ordenaban.


El pene hinchado y baboso volvió a colocarse frente a su rostro.


-Lámelo.


Rock Lee quiso llorar y gritar de desesperación, pero su lengua atendió a la orden y lamió la punta primero, sintiendo el agridulce sabor de los fluidos de su captor. Trató de no pensar en ello. Su inexperta lengua viajó por el grueso miembro, succionando en ciertos lugares, haciendo que Gaara se mordiera los labios ante la divina sensación.


Succionó entonces la punta, como si la vida se le fuera en ello, y atrapó de una vez todo el miembro entre sus labios, sabiendo que mientras más rápido hiciera al otro eyacular, antes terminaría su tortura. Este pensamiento lo motivó entonces, cuando mordisqueó la sensible piel y sus labios se movieron por toda la extensión del miembro, abarcando cada vez más y más.


Estaba a punto de llegar a su límite. Lee lo supo; Gaara también.


"Demonios", pensó el pelirrojo. "Si sigo así no duraré mucho más..."


Pero lo importante no era durar, sino poder sentir al otro.


Rápidamente y sin avisar, volvió a embestir contra su boca. Rock Lee reprimió una arcada pero poco tiempo tuvo de acostumbrarse cuando los movimientos se hicieron rápidos e imprecisos.


Gaara apretó sus cabellos negros.


"Estoy tan cerca..."


Un calor insoportable se extendió por todo su cuerpo.


"Ya casi..."


Embistió más fuertemente.


"¡Ah!"


Su corazón palpitó con violencia y el orgasmo lo golpeó casi sin avisar.


Rock Lee abrió los ojos al máximo cuando sintió una sustancia caliente y un tanto agridulce salir disparada dentro de su boca; y con repulsión comprendió que lo que tenía entre los labios y que descendía por su quijada no era más que la espesa semilla de aquel joven.


Le miró, sin saber qué hacer.


Estuvo tentado de escupir el desagradable semen, pero Gaara se adelantó a sus acciones.


-Trágalo.


Con nuevas lágrimas en los ojos, Rock Lee apuró por su garganta el semen de su captor.


El pelirrojo sonrió con complacencia.


Por primera vez.


-Bien- dijo mientras volvía a acomodarse los pantalones.


De forma silenciosa, aún calmando los latidos de su corazón, acercó la maleta que había llevado consigo. Los ojos de Lee le miraron, interrogantes y escépticos, cuando sacó del interior una pequeña inyectadora y un diminuto frasco con un líquido blanquecino.


Lee le miró con verdadero horror.


-¿Q-Qué vas a hacer?


-Shh... Guarda silencio- le instó mientras preparaba la inyección.


El pelinegro cayó en el pánico.


-¡¡¡No!!! ¡Por favor!- nuevamente su voz se alzaba, pero Gaara no había mentido: nadie le escucharía- ¡No lo hagas, por favor!


Lloró.


-¡No lo hagas!


Pero él le ignoró.


Se acercó, dispuesto, y dejó al descubierto uno de los blancos brazos. Los gritos de Lee se incrustaban en sus oídos.


-¡¡¡NO!!! Por favor, no lo hagas- poco a poco comenzaba a rogar, casi desesperanzado-. No lo hagas...- sollozó.


Él le ignoró de nueva cuenta.


Ignoró sus peticiones, el tono de su voz, sus lágrimas.


No podía detenerse, no en ese momento.


Haciendo oídos sordos, hundió la afilada aguja en la tierna carne. Los gimoteos de Lee parecían nunca detenerse. Él fingió que nada dentro de sí mismo se revolvía.


"No hay tiempo para cambiar de opinión", se dijo mientras inyectaba el letal líquido que poco a poco se fundió en el torrente sanguíneo.


El veneno era de efecto rápido, y Lee pronto sintió los ojos pesados.


Iba a dormir.


-¿Por qué?- preguntó en su última voz.


Pero no hubo respuesta.


Tan sólo el silencio imperecedero, y las ratas que volvían a moverse, como sombras.


"Está muerto", pero de igual forma chequeó los signos vitales.


Nunca estaba de más ser precavido.


Y allí estaba entonces, inmóvil, con los ojos en blanco, el último hilillo de saliva brillando entre sus labios, unas gotitas de semen salpicando su rostro.


Y él volvió a maravillarse ante la eterna hermosura de la muerte. Porque estaba más bello que nunca, Rock Lee, con la mirada vacía y el rostro excesivamente pálido, como si se tratara de una máscara. Sin duda alguna había elegido bien.


Al pensar en esto volvió a sentirse satisfecho, consigo mismo y con las voces que estallaban dentro de su cabeza.


"Ahora hay que terminar el trabajo", recordó mientras guardaba la inyectadora de vuelta a la maleta.


De uno de sus bolsillos sacó un delicado lápiz labial y, como si se tratara de un profesional, o como aquel acompañado por la experiencia, delineó sus labios de color rojo pasión, luego le añadió más volumen agregándole un brillo transparente y pegajoso.


Entonces le miró.


Se llevó una mano a la boca y ahogó una exclamación de asombro.


-Es hermoso...- susurró aún sin creerlo.


Era maravilloso, irreal.


Nunca antes había contemplado tanta belleza junta, desde la expresión abnegada y aparentemente apacible hasta todo el conjunto que representaba, con el hermoso vestido seleccionado especialmente para él y el collar de perlas que hacía resaltar sus delgados hombros.


Volvió a temblar.


Sudó.


Conteniendo la emoción al máximo, levantó parcialmente el vestido, dejando al descubierto el calzón blanco que ostentaba un visible bulto. Con la maestría de un médico, su extremadamente filosa navaja hizo un rápido corte, limpio, y el miembro extirpado saltó de su sitio a la mano de Gaara, que esperaba pacientemente y que acarició la nueva carne ajena entre sus dedos.


Con una sonrisa helada en el rostro, guardó cuidadosamente la carne muerta, dentro de uno de los compartimientos de la maleta.


La sangre, negra y espesa, de Lee, empapó el calzón y el vestido. Pero él ya había contemplado la obra principal. Nada más tenía importancia. Y ahora se llevaba un pequeño recuerdo.


De forma mecánica se levantó de su sitio y se dirigió a la puerta; maleta en mano y la navaja manchada a salvo dentro de uno de los bolsillos de su pantalón. Antes de salir dio una última mirada al cadáver que descansaba, amarrado, en una esquina de la habitación.


Rock Lee.


Antes de aquella noche, nunca le había visto.


O le vio un par de veces, cuando su corazón se agitó y toda su fantasía había comenzado a fundirse con su realidad, difuminando las líneas que separaban una de otra. Pero no hacían falta excusas, o 'por qué's o justificaciones.


La verdad es que, de igual modo, lo habría hecho aún sin desearlo. Tan sólo contemplando los preciosos ojos negros que le miraron aquella vez, hace años, ¿o fue hace meses?


Creo que fue hace tan sólo días, pero él no podía estar completamente seguro.


En ese momento, de lo único que realmente tenía conciencia, era de estar sentado dentro de su auto, conduciendo a una velocidad impactante mientras la música estridente invade el pequeño vehículo. Y, a su lado, va lo último que queda de su hermoso Lee.


Sonríe.


Sonríe un poco más.


Se carcajea.


¡Lanza un aullido al viento!


¡¡¡Qué bueno es estar loco!!!

 

FIN.

 


*


[...Volviendo a lo Macabro...]

Notas finales:

Yosh yosh! Bueno, aquí acaba la cosa. Se suponía que luego le seguía la segunda parte, pero como tengo un monton d cosas q acabar mejor lo dejo asi, completito y feliz (?).

Y pues, no les culpo si no les gusta nada! xD

A mi me gusto, a Kei tmb, The Rasmus sacara un cd nuevo el mes que viene y yo puedo morir feliz!!!! *////////*

Muchos besos a todos!


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