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Una Excusa Apropiada por Minako_bren

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Fanfic de Kizuna* - Masa x Kai -

WP Fanfic de Kizuna - Masa x Kai -

 

 

Una Excusa Apropiada

"Olvídame, yo te recordaré” *

I Parte -----------------------------------------------------------------------------

Entrecerró los ojos, molesto. La música aturdía sus oídos embotados. Notas entremezcladas, remixes sin sentido, voces que carcajeaban desde lejos y una melodía techno...
Había bebido un poco; quizás mucho. No sabía cuál era su límite, simplemente porque nunca trató de tener uno. Un par de cervezas con algún amigo y ya se encontraba mareado... ¿Pero qué le ponían estos tipos a las bebidas?

Kai miró con indiferencia esa desusada anarquía que en los días completos de verano y en las tardes después de clase solía llamarse casa y revestirse de una feliz apariencia. Vaya fiesta. Sagano, como hombre de negocios turbios que era, tenía muchos amigos, y el doble de enemigos. Eso no quitaba que el viejo jefe gastara una cifra desorbitada en la organización de sus fiestas de cumpleaños. Kai no podía recordar de otro modo los excesos entre los que había crecido y que cada año, en aquella fecha, alcanzaban el paroxismo del descontrol.

Meneó con suavidad el vaso que sostenía, vagabundo, en la mano derecha. El joven estaba recostado de un lado en la esquina de un corredor, uno de los que rodeaban la fastuosa sala principal y lugar central de reunión aquella noche. No tenía idea de qué estaba bebiendo; Kumi le había cedido el líquido azul que balanceaba en un ritmo diferente al de la música estrepitosa y él lo había aceptado en favor de la casi inexistente sobriedad de su amiga. Kai había llevado hasta su propio cuarto, ya en un estado lamentable que lindaba con la más atroz claridad y la más absoluta nebulosa, y allí la bella muchacha prácticamente se había desvanecido. Kai la miró unos momentos antes de marcharse y regresar a la fiesta, pensando en lo dulce que se veía de ese modo y la tranquilidad que le daba que su querida compañera estuviese a salvo. También pensó en qué fácil hubiesen resultado las cosas si la amara. Y qué ridículas eran las atracciones a la hora de reconocer a los objetos prohibidos.

Dos sujetos se asomaron por la puerta entreabierta; cuando arrimaron sus cuerpos al marco Kai percibió el estruendo palpitar de la melodía en el salón contiguo. Uno de los hombres, el que aparentaba menor edad y tenía el cabello levemente entintado de azul, le lanzó una mirada lasciva.
La provocación no tuvo efecto en Kai, quien la ignoró decididamente. Aquella noche, como en tantos otros festejos pasados, hombres y mujeres lo habían observado con seguimiento; algunos hasta acercársele, indecisos, blandiendo una excusa monótona, otros, con propuestas que se envanecían de su propia perversión. Para Kai el asunto era moneda corriente. Ser el hijo del jefe mafioso más popular de la región de Kansas aunado con el aspecto que había heredado de su madre le aseguraban ese tipo de situaciones. Desde mucho más joven había escuchado cumplidos en torno a sus ojos verdes, tan claros como el mar de esas islas del Caribe; rumores sobre sus rasgos finos, su nariz respingada y la curva seductora de sus pequeños labios. Había algo hipnótico en su figura, todavía pequeña y poco desarrollada, detenida en cualquier espacio de la casa, a la luz de los focos del jardín o tarareando distraídamente una canción en el apoyo del alfeizar de la ventana.

Kai se asomó por el pórtico y dejó el vaso que apenas había degustado (era espantoso, quién sabe qué le habrán dado a la pobre Kumi...) sobre una mesa pequeña. En el interior del salón reconoció a varios empleados de su padre: reían groseramente y lanzaban gritos absurdos a los extraños silencios de la música. En uno de los balcones del otro extremo, Toshi se encontraba en pleno proceso de conquista de una dama atractiva y Kyosuke se movía de un lado a otro rodeando la pista de baile y tratando de hablar con un sujeto que tenía la mitad de sus tatuajes decididamente mal camuflados. Una risa cascada, más aguda y más perturbadora, se alzaba por encima de las voces y del ambiente; era el Señor Sagano que, desde un costoso sillón de boiserie rojizo, resaltaba una sonrisa artificial contrastándola con los rostros de dos bellísimas veinteañeras, que le rodeaban sendos brazos. Cercanas al jefe había otras personas, rostros levemente familiares, que hablaban con entusiasmo o hacían bromas que Kai no podía discernir a la distancia.

Se sintió ajeno. No era una impresión nueva, pero sí era una reincidencia que traía renovadas fuerzas. Algo en el ambiente le despertaba un rechazo insostenible. Pensó que sería porque había abandonado la otra fiesta, más pequeña, que se montaba en la terraza, donde los invitados habían sido elegidos por él mismo (aunque Kai aseguraba calladamente no conocer ni a la mitad de los concurrente) pero descartó esa idea al recordar la sensación de alivio que lo inundó al marcharse de allí bajo la excusa de ayudar a Kumi.
Suspiró. ¿Qué era lo que faltaba, entonces?, ¿Dónde estaba la pieza perdida? En aquel escenarios de palabras superficiales y frívolos placeres, en la misma imagen que se repetía innumerables noches en la vida de la mafia de Kansai, dónde estaba...?, ¿… dónde estaba... él?
(¿Dönde estaba Masa?)
La respuesta acudió a la mente de Kai de una forma tan abrupta que no tuvo otra consecuencia más que comprobarle empíricamente los efectos devastadores del alcohol sobre la memoria y sobre el orden de las prioridades. A veces, algo es tan natural y tan cotidiano, tan evidente y tan normal su incidencia sobre nosotros, que resulta incoercible concebir la idea de despertar y no poder figurarnos en el mundo sin ello. ¿O sí?
Dios, qué horrendos planteos. Otra noche espantosa. Cómo odiaba este mundo.

Lo arrebató de aquellos lamentos un ruido diferente al retumbar de la sala, un sonido seco y preciso que lo hizo sacudió de inmediato. Chasqueó la lengua; alguien habría roto algún objeto, nada importante. Volvió la vista hacia adelante y retrocedió para apoyarse contra un espejo y observar la fiesta una vez más.

(¿Dónde estaba Masa?)
Sintió un dolor opresivo en el pecho, suponiendo que su ausencia se debía únicamente a que disfrutaba de alguna compañía en otro lugar de la casa. Le molestó tanto el hecho como la herida que se abría en su interior ante la mera idea, y apartó la mirada, ofuscado.

- Bon... ¿estás bien?

Kai se giró, incrédulo de oír esa voz grave y milimetrada. Miró a su tutor de arriba a abajo, no porque quisiera sino porque no pudo evitarlo, y pronto su alegría momentánea fue desplazada por su sorpresa. Masa lucía extraño... Tenía la mirada perdida y en su expresión había cierto aire inestable. Sus ojos oscuros brillaban con un fulgor que iba más allá de las luces de la fiesta y llevaba el pelo revuelto, pero no demasiado desordenado, justo en la misma agitación que escondía su manera de respirar.

 

- ¿ estás bien? - dijo el joven, remarcando el pronombre con ironía.

- ¿Por qué no habría de estarlo...? - respondió el atractivo yakuza, y dejó que su voz se perdiera en una risa tenue. Cuando volvió a hablar, Kai se percató de lo que sucedía.

- ¿Has bebido, Masa?

Negó con vehemencia. - Algo... hey, tú deberías no hacerlo, no tienes edad aún. Te lo he dicho mil veces...

- Nadie parece mostrármelo... – murmuró Kai, divertido. Se sintió repentinamente muy aliviado de que Masa no estuviese disfrutando la noche con alguna de sus amantes.

Masa sonrió. - Tienes razón...

Se quedaron unos momentos frente a la puerta, fingiendo que observaban la celebración. Kai notó que la extrañeza y el abatimiento se prolongaban hasta llevarlo a una cadenciosa tristeza. Pero no estaba tranquilo, como creyó que lo estaría una vez enfrentados los pensamientos que desde hace un tiempo (un tiempo mucho más largo del que quería admitir), se habían acumulado en un mente tomando la forma de un peligroso baraje, y que por momentos usurpaban el terreno de la imaginación para transformarse en húmedos y cálidos sueños. En ellos, Masa era mucho más que la figura que se erguía aquella noche frente a él, más que el tutor benevolente, el hermano irreal, la imagen paternal intangible. El yakuza era para Kai, en sus variaciones oníricas, un personaje excelso que arrebataba con descaro todos los sentidos del joven, y lo sumía en placeres desconocidos y llameantes que se dilataban hasta el amanecer.

Masa no advirtió el rubor carmesí que dominaba el rostro de Bon; las vueltas de los invitados bailando en lo que suponía un tema soul lo estaban mareando tanto como si se encontrara en el centro de un carrusel de largos vestidos straplessy fracs armani. Tenía los sentidos embrutecidos. ¿Por qué había ido hasta allí?, ¿para hablar con Bon?, ¿para atormentarse con sus ojos frágiles, con sus gestos distraídos?, ¿para confesarle, en las secretas pausas de sus palabras insípidas, que en realidad lo amaba espantosamente?, ¿Y desde cuándo el piso había comenzado a moverse así, tan despacio…? Había bebido más de la cuenta y el alcohol lo estaba dominando. Tanto, que por momentos se repetía una y otra vez las mismas preguntas y volvía a examinar el pasillo para confirmarse que estaba allí, en efecto, al lado de su protegido, de su niño adorado, tratando de indicarle con palabras burdas un ejemplo que ni él mismo sabía cómo había quebrantado.

- ¿De verdad estás bien…? - Kai lo miraba desde el marco opuesto de la puerta, con la cabeza ligeramente apoyada en el empapelado briqe y los ojos verdes entornados, inteligentes. A Masa le pareció irresistible y tras un breve escrutinio sobre todo el cuerpo del joven ocultó la reacción de su cuerpo con un hábil movimiento en la dirección contraria.

- ¿Masa…? – susurró Kai, desconcertado. ¿Se lo había imaginado o Masa le había lanzado la mirada más lasciva de todas las que había recibido aquella noche? Por un instante se sintió eufórico.

- Sí, estoy perfectamente bien… vuelve a tus cosas Bon, no quiero molestarte – aceleró los pasos al corredor como la voz de Kai adquiría ese matiz encantador en los ecos de su mente.

 

- Espera, ¿a dónde vas? – espetó Kai, con visible molestia. Odiaba cuando Masa hacía esta clase de cosas; aparecía, le echaba una mirada que el joven nunca sabía cómo interpretar y luego se marchaba dejando sólo señales ambiguas.

- Tengo que atender otros asuntos.

Cuando Kai se disponía a gritarle algo para que se detuviese, o al menos para descargarse la ira, vio cómo el yakuza chocaba con un mesero que salía imprevistamente de la habitación contigua, cargando una bandeja repleta de bebidas multicolores, que no tardó en rodar por el suelo haciendo añicos cada uno de los vasos y esparciendo un arco iris líquido en la alfombra y la camisa de Masa. Kai se echó a reír, en parte sacudido por una tibia extrañeza, en parte guiado por su habitual espontaneidad. Pero pronto se dio cuenta de que si su protector había huido de aquella ridícula escena sin siquiera disculparse, dando pasos poco precisos por encima del desorden que había causado y con la expresión de quien deambula en un sueño, una de las piezas en ese jeugo no encajaba.

- Masa..! - dijo alcanzando el final del corredor. Al voltear la esquina, apoyando las manos en una mesilla recubierta en plata, presenció los esfuerzos de una voluptuosa mujer por atraer la atención del yakuza. "Siempre lo mismo...", pensó Kai, entornando los ojos con desprecio. Pero, muy a su pesar, en lugar de apartar la mirada y ahogarse entre las cosas que no comprendía, el joven se cruzó de brazos y se quedó unos momentos más estudiando la reacción de su tutor. Algo en él le despertaba un intranquilo y anhelado presentimiento. Kai pensó que, de tratarse de un simple episodio de borrachez, Masa no dudaría en abalanzarse sobre una de las tantas personas que se acercaban a él tratado de seducirlo con groseras estrategias. ¿Quién no haría aquello, bajo la sombra del alcohol y en un ámbito de perdición como eran las fiestas Sagano? En cambio, Masa permanecía estático; las luces acentuaban la indolencia de su semblante y en sus ojos un rumor violento y nervioso delataba una lucha interior y apartada.
Finalmente el yakuza empujó de manera poco cortés a la dama que se le había acercado, también presa de las bebidas de la casa. Kai sonrió, con satisfacción tana bramante que llegó a inducirle la demencial idea de correr hasta él y besarlo en plena fiesta. Pero se contuvo, y esperó a que Masa estuviese arriba para comenzar a subir los peldaños de la escalera que su tutor ya había franqueado. Nada de lo que ocurría tenía sentido, pero tampoco lo tenían las descomunales celebraciones, ni la música exasperante ni los inconfesables escarceos entre su tutor y él mismo. Kai oscilaba en la expectativa, su corazón latía desorbitadamente y sus ojos traspasaban la silueta la presa que ya había desaparecido, y que durante tantos años había ocupado un lugar intangible y falso entre sus afectos cercanos. Cuando tomó el barandal de madera y mármol, incluso le pareció que sus manos temblaban.

- ¡Bon! - la voz de Kyosuke llegó a sus espaldas. Kai suspiró, irritado. - ¿Qué haces, Bon?

- ¿Desde cuándo ustedes se interesan tanto por mí? No estaban divirtiéndose en la fiesta?

Kyosuke lo miró, descreído. - Siempre nos preocupamos por ti... ¿No estás divirtiéndote? Hay muchas personas esperándote arriba...

"¿De verdad?", pensó Kai arqueando una ceja al pie de la escalera.

 

- ¿... o es que estás esperando tú a alguien?

El rubio hizo un movimiento de hombros. – No. Es inútil esperar...

Kyosuke sonrió. - ¿Puedo ayudarte?, ¿Quieres que te traiga algo en particular?

("Sí, trae a Masa. Y dile que quiero lanzarme sobre él y besarlo durante lo que quede de la estúpida fiesta, sin detenerme para respirar, porque en ese instante alguien podría creer de la forma más absurda que es libre de estar con otra persona, y eso no ocurrirá si está tocando mis labios...")

- No, gracias.

El asistente asintió y giró sus pasos para regresar al corredor, y a través de él al salón de la fiesta. Pero antes:

- Ahh... Kyo… ¿sabes qué le sucede a Masa? - quiso sonar casual, pero no pudo.

- Ja, ja... Ahora que lo mencionas, debe estar por alguna parte en buena compañía... – dijo, riendo - Toshi se excedió esta vez con las bromas y esparció afrodisíacos en las bebidas de la mitad de los muchachos... - Kai lo miró, estancado - Dijo que quería asegurarles ‘una buena noche’ a todos, pero algunos esquivamos los vasos... - murmuró con cierto desasosiego - Estoy seguro de que Masa fue una de las víctimas de ese idiota...

- Afrodisíaco...

- Sí... – rió de buena gana, y miro a Bon de reojo: - ¿Por qué preguntas?

- Por nada, gracias Kyo.

- A tu servicio, Bon.

Kai descansó el rostro en el barandal, respirando un dejo de intranquilidad. Pero no era sólo esa sensación, estaba acompañada por una dosis de adrenalina y deseo, casi de alegría, que, aunque no lo era, le pareció nueva. "Afrodisíaco, eh?", pensó con malicia, condimentando las emociones con la feliz certeza de que estaba restringido el acceso a la planta superior a toda persona ajena a la residencia. Si Masa había rechazado de esa forma a la atractiva mujer de momentos atrás, evidentemente quería estar solo; una respuesta peculiar pero no extraordinaria a los efectos del alcohol. Pero, ¿a los efectos de un afrodisíaco…?
El joven sonrió y subió a toda velocidad las escaleras centrales. Dejó atrás la música y la fiesta y llegó a la cima de la escalera con menos ímpetu que el que disponía su mente para agolpar los pensamientos y los desordenados deseos. Tardó unos momentos en decidir adonde iría... su cerebro actuaba casi salvajemente, sin enviar órdenes racionales o preguntas lógicas como "¿Qué haces?" o, "¿Por qué lo haces?".

Ya basta de eso.

Basta de meditar inútilmente acerca de los acelerados latidos de su corazón, del temor solapado y la sensación ajena que lo invadían cuando estaba frente a él. Basta de interrogar a esos deseos repentinos e inexplicables, de persuadir en vano a su cuerpo y a su mente para encuadrar esa figura a un rol filial inexistente. Basta de disfrazar su instinto, de ensombrecer aquel beso inocente que recordaba con obsceno detalle, de imaginar qué ocurriría si sus manos, si su boca, si sus brazos…

Era el momento de actuar, o al menos de intentarlo.

______________________________

Cuando estuvo frente a la puerta de la habitación de Masa, quiso subsanar su respiración agitada y por primera vez se preguntó si él no había bebido demasiado también. Iba a entrar sin tocar, como solía hacerlo, pero una timidez inapropiada lo asaltó e hizo que el joven heredero Sagano llamase a la puerta. Y en ese instante, escuchó el sonido seco de otra habitación cerrándose de repente. Atento, supuso que el golpe había provenido del siguiente cuarto, que era el de Kyosuke; entró en él guiado por el más absoluto azar y vio en ese instante a su tutor, secándose la cara con una toalla pequeña de color blanco.

- Oh, estás aquí...

Masa no distinguió muy bien a la figura que había prorrumpido en la habitación y por un momento sus sentidos alertas y la vorágine del trabajo atinaron a efectuar alguna toma de yudo en el desprevenido visitante, pero la idea no esperó a encontrarse con el rostro de Kai, la faz adorada de su protegido, para descartarse; era una locura, aunque sensata claro... el idiota de Toshi le había jugado una broma (una venganza en realidad, de un viejo partido de póquer en el que Masa lo había, literalmente, desvalijado) y había puesto un afrodisíaco en su copa que lo había vuelto insaciable y había llevado su cuerpo a un nivel de temperatura por demás peligroso. La cuestión hubiese sido fácil resuelta con alguna de las disponibles presas de la fiesta, pero la suerte le estaba jugando una mala pasada. Con ninguna Masa había sentido lo que, potenciado por el chasco de su compañero yakuza, sentía en cuanto la silueta del adolescente, perfectamente delineada en los contornos masculinos de su cuerpo y trazada con exquisitez en las facciones de su cara, aparecía ante sus ojos; era una maldición eterna en la que estaba sumergido desde… ¿Cuándo?

- Estaba buscándote - Kai dijo sin pensar - Desapareciste allá abajo y... quería saber si estabas bien - mintió, pero sonó convincente. Masa dejó a un lado la toalla y tomó una gran bocanada de aire.

- Estoy bien... si no te importa, quisiera descansar ahora.

La puerta permanecía abierta, Kai mantuvo su postura erguida mientras Masa se volteaba y caminaba unos pasos hacia la ventana, ignorándolo. Ninguno de los dos dijo nada, pero la escena fue extraña para ambos. La habitación era ajena y las mentes de los dos hombres se encontraban separadas por una niebla de confusión que, sin saberlo, conducía al mismo sitio.

- ¿Tan temprano…?

- Sí.

"¿Desde cuando..?". Dios, ¿desde cuando había comenzado a desearlo así?, ¿En qué momento el pequeño niño de ojos neófitos había cambiado al ávido joven que lo asechaba, que estaba erguido frente a él en aquellos momentos y se balanceaba frente al mundo derrochando arrogancia y seducción?

Tenía que dejar de pensar aquello… tenía que dejar de avivar la hoguera en la que se estaba convirtiendo su cuerpo. Hacía un calor infernal. Estaban en una fiesta infernal. Y sin lugar a dudas, esta era una situación infernal.

- Vete, Bon. Quiero estar solo.

Él mismo se sorprendió de la rudeza de sus palabras. No quería lastimarlo, aunque tampoco estaba seguro de si lo haría, o llegado al caso de qué clase de heridas eran las peores. Pero también tenía un mal presentimiento. Y supo de qué se trataba en cuando se giró y comprobó la mirada lasciva que Kai le estaba dedicando desde la entrada.

- No, no lo haré – declaró el joven con una mueca que parecía ser risueña. "Te divierte todo esto, no?", pensó Masa. – Tienes un aspecto… extraño.

Kai se acercó con movimientos seguros hasta su tutor y tocó una de sus mejillas. Sabía lo que estaba haciendo y si sus suposiciones eran correctas, ese toque tan nimio y casual provocaría al yakuza. ¿El resultado? Quién sabe… pero por lo menos tendría otra oportunidad más, una que secretamente había estado esperando.

("Creo que esa broma se excedió un poco...")

Kai hizo una mueca que podría haber sido de dolor. Aquello no ocurriría de nuevo. Habían transcurrido unos años desde entonces, desde esa ocasión en que Masa había rechazado su acercamiento, su disposición, y se había detenido en la mitad de las tiernas caricias que – ahora tenía el valor para decirlo – lo habían deleitado y habían marcado sus sueños hasta el preciso minuto que transcurría ahora. "No lo volverás a hacer, no te dejaré. Esta vez tendrás que darme una mejor excusa".

- Estoy bien, no te preocupes por mí – dijo Masa, separando su rostro de la mano fría de Kai. Sintió el deseo de calentarla y para espantar las posibilidades del 'modo', se apartó unos pasos como si quisiese ir a la puerta.

- ¿Qué haces en esta habitación? - preguntó el joven rubio sin ocultar su molestia ante otro rechazo. ¿Por qué Masa siempre le hacía esto?, ¿A dónde quería llegar con su actitud?, ¿Estaba frenándolo? Frenándolo... ¿de qué? Sintió una molestia suave en su entrepierna y descubrió que estaba excitado. No demasiado, pero fue suficiente para hacer que se sonrojara a espaldas de su tutor.

- Vine por una toalla.

Mentira. Había entrado en ese cuarto por error, en un intento casi desesperado de quitarse la imagen jactanciosa de Kai frente a la pista de baile, el modo en sus brazos pequeños caían a ambos lados, el brillo con que su cabello estaba acomodado hacia atrás y la manera exorbitante en que sus ojos actuaban como prismas verdes de todos los reflejos de la habitación. Luego quiso olvidar la sonrisa pura, cargada de inocencia y candidez que el joven solía portar y que se parecía tanto a la de su madre, aquella enmarcada por las cuerdas doradas del largo cabello de Minami Sagano.

Deseó fervientemente despejar su mente de cada una de sus palabras, que como taladros insaciables devoraban las pocas capas de cordura y temple que le quedaban al yakuza; "Masa...", "Ven aquí, Masa", "Te he estado buscando...", "Necesito que me acompañes hasta aquí porque..."
y luego: "Lo prometes?", "No quiero caramelos...", imágenes de un niño de expresión angelical y un beso, casto, limpio e indemne depositado en sus labios con devoción.

¿No podría entonces, aferrarse a esos recuerdos?


- Por qué... haces esto, Masa?

Se volteó y lo miró con cuidado. Tenía un dejo de tristeza en el rostro que lo hacía aún más encantador. Las ganas de besarlo ya eran irreprimibles, y por eso...

- Yo me iré si tú no lo haces - declaró con fiereza y volviendo a clavar su mirada en el picaporte mientras lo abría.

Kai se adelantó y cerró la puerta con una mano, rudamente.

- ¡Respóndeme! Te estoy hablando Masa... ¿Qué te ocurre?... ¿Por qué haces esto? - le dolía terriblemente el que aquel hombre al que nunca podría considerar su hermano, su amigo, su padre, lo apartara asidua y sistemáticamente. No podía encontrarle ninguna explicación; sintió una punzada en el pecho, muy similar a la que había sentido en su propio cuarto cuando también se había visto echado atrás por su tutor, tras los incidentes en que éste adquirió su cicatriz. Ni siquiera bajo los efectos del afrodisíaco él...

Masa no lo enfrentaba y aún sostenía con firmeza el picaporte. - ¿Qué es lo que te pasa? ¿Ya ni siquiera vas a hablarme?, ¿Esto tiene que ver con ese estúpido afrodisíaco?

El yakuza lo miro de reojo; entonces Bon sabía...

Kai suspiró. - Haz lo que quieras...


("Un beso es algo que le das a alguien que te gusta...")


Cuando iba a soltar su muy poco considerable peso de la puerta, el joven se vio atraído hacia su interlocutor y sus labios fueron tapados por los serenos y cálidos de Masa. Kai abrió los ojos en sorpresa, pero no tardó en responder uniendo su lengua a la que delicadamente le pedía paso entre la línea que separaba su boca, arremolinándose en su interior con cada vez más fuerza. Masa lo tomó por los hombros y apegó su cuerpo de una manera salvaje, que lejos de asustar al muchacho lo excitó considerablemente. Cerrando los ojos, Kai se dejó arrastrar en ese idílico momento y rodeó el cuello de Masa con ambos brazos, revelando cierta ternura en su actuar. La acción tímida del rubio aceleró más la condición del yakuza, que profundizó el beso y se apoderó del sabor agridulce de la boca de Kai, apreciándolo y estudiando la forma de su paladar apasionadamente. Necesitaba aire, pero más que nada, lo necesitaba a él.

Masa se apartó de su protegido no súbitamente sino con una lentitud espontánea. En otro momento se hubiese echado atrás y lo habría dejado atónito contemplando con visible turbación la rotura del beso. Pero no esta vez. Ahora las cosas eran distintas; no sólo porque su cuerpo estaba dominado bajo un nephentes endemoniado, sino también porque todas las facciones del joven que había sostenido en brazos minutos antes estaban marcadas por un expresión de incredulidad y alucinación que lo sedujo, lo enterneció y lo hizo incluso pensar que no había sido pecado suyo besar a ese ser tan imposiblemente bello. El corazón de Kai se desbocaba, los ojos aún no salían del asombro y la respiración no accedía a una tregua con la calma. Masa… lo había besado, ¿No es así?

Tomó unos instantes de miradas incomprensibles para que el yakuza regresara a su postura sombría y enderezara sus hombros al tiempo en que buscaba, con acelerados nervios, el picaporte de la habitación y lo girara dejando a Kai otra vez atrás.

Caminó mecánica y violentamente hacia su cuarto, que a tientas en la confusión de sus pensamientos ubicó, y se arremetió en él como una presa pequeña regresa a la salvadora madriguera, lejos del lobo. Cerró la puerta y bajó sus párpados, temblando. Tenía miedo. De él. De lo que su pequeña figura creaba en su cuerpo adulto. De lo que sus ojos esmerilados provocaban en su mente. Del sonido inefable que su voz producía en el pecho del yakuza, del Jefe, del hombre invencible. ¿Cuántas veces había sentido miedo en su vida? No pudo recordar ni una. Verdadero miedo, temor inconmensurable. Terror, por él y por sí mismo. ¿Qué le haría ahora?, ¿Cuál sería la siguiente de sus acciones abominables sobre el niño que crió, que protegió, que amó como nunca nadie podría ser capaz de deletrear?, ¿Lo mancharía, lo arruinaría?, ¿Rompería la cadena de besos inocentes a cambio de placeres mil veces mayores? No quería, y cuánto lo quería. Lo quería… lo deseaba, lo daría todo por él. Se lo daría todo a él.

"He pasado por esto antes…", pensó Masa, de pie en el espejo mirando la dolorosa marca que su miembro creaba contra el pantalón de finísimo corte. Estaba tan excitado…

"Puedo controlarlo, puedo hacerlo… si permanezco aquí nada va a pasar".

Rogó porque eso fuera cierto. Hasta cerró los ojos, tratando de controlar su cuerpo, y al destino. Y para desconsuelo de su ridícula esperanza, encontró a Kai frente a la puerta abierta de su habitación.

- Algo te está perturbando... Masa? - murmuró Kai arrastrando las palabras. Los sonidos huyeron de la habitación en tanto que el joven cerró la puerta del dormitorio de su tutor con sequedad.



Continua....
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* Kizuna y todos los personajes de estas historia son propiedad de Kazuma Kodaka Sensei. El objeto de este ficc es meramente un entretenimiento y un (esperado ^^) postulado fantasioso acerca de la historia.




Nota de Minako_bren-
Hola!!! A todos quienes hayan leído esta primera parte, espero que les haya gustado! Pensaba publicar este ficc completo (tiene únicamente 2 partes), porque es un lemon de lo más PWP (^____^), pero decidí separarlo en dos capítulos hasta que termine el siguiente (estaba ansiosa x ver algo MasaxKai en la web, aunque fuera mío y aunque concretamente no fuera lemon o__O). Review me si quieren aconsejarme algo o tienen alguna opinión. See yaa-!



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