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Alacrán por LasNi

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Notas del fanfic:

Por favor no sean muy crueles conmigo. Hacía tiempo que me apetecía escribir algo así de "detallado" (por llamarlo de alguna manera) y me ha costado bastante, así que solo espero que el resultado final sea de su agrado. Lo siento si se me coló alguna falta de ortografía!

Gracias por leerme!

Alacrán

  
Las cosas habían cambiado desde hacía tiempo. Daisuke iba casi todos los días con la pulsera contenedora, para evitar que Dark se manifestase cuando y donde quisiese. Eso para el moreno era todo un fastidio, pues se divertía en ver como Daisuke se las intentaba ingeniar para salir de las situaciones más embarazosas.
   De todas maneras ya se había acostumbrado a la presencia de Dark, y no era para menos. Ya habían pasado más de cinco años desde que supiese de su existencia la primera vez, en su catorce cumpleaños. Siempre había sido extraño, el saber que dentro de ti existe una persona tan extravagante y distinta a tí. Al fin y al cabo no era algo que le sucediese todos los días a cualquiera. Por suerte había sabido asimilarlo a pesar de la cantidad de líos en los que se había visto envuelto por no saber controlar sus emociones, y consecuentemente, sus cambios de “persona”.
   A pesar de todos los esfuerzos que hizo, finalmente Riku se había enterado de la existencia de Dark. Así como Risa. Ambas sabían que Daisuke y Dark eran la misma persona. Pero por mucho que uno u otro intentasen explicárselo de la manera más sencilla y coherente, ellas no querían entrar en razón. Poco tiempo después se habían mudado de ciudad sin siquiera despedirse.
Daisuke por su parte se había marchado de casa nada más cumplir los 18. Le agobiaba demasiado que toda su familia estuviese día y noche encima de él, observando y analizando todos y cada uno de sus movimientos para explicarle las miles de formas de mejorarlos. Le agobiaba que le dijesen en cada momento lo que debía hacer. Era como sino fuese una persona, sino una marioneta. Era demasiado frustrante, el no poder llevar el ritmo de tu vida simplemente por ser “ligeramente” diferente de los demás y tener en tu ADN incrustada a otra persona, que encima resultaba ser un ladrón legendario.
   Había encontrado sitio en una ciudad grande. No llegaba a ser una capital, pero estaba cerca de una y eso se notaba en la gran afluencia de personas que circulaban por allí cada día. Se había buscado un trabajo en condiciones, era profesor particular. En el piso que había encontrado tenía una de las habitaciones equipada con una mesa amplia y varias sillas alrededor, una estantería llena de libros y una pizarra colgada de la pared. Tenía grupos reducidos de cuato o cinco niños por hora. Al parecer había bastante demanda, pues su sueldo mensual solía pasar de los dos mil euros siempre, así que llevaba una vida modesta. Podía pagar el alquiler y demás, guardarse dinero en el banco y comprarse algún que otro caprichito de vez en cuando.
   Era sábado, así que por fin podía respirar tranquilo. Llevaba un par de semanas sin salir de fiesta, y como ya habían pasado los exámenes finales de junio o julio para todos sus alumnos, decidió salir a darse un homenaje. Salió a su pub habitual, uno sencillito, sin demasiada gente. Cuando llegó el ambiente estaba caldeado y había bastante gente en la pista de baile. Se pidió una copa y se sentó en uno de los taburetes, observando tranquilamente a la gente que pasaba por delante de él.
   Una chica rubia, un muchacho moreno, un par de chicas gemelas, Satoshi Hiwatari... ¡Un momento! ¡Satoshi Hiwatari! Se levantó prácticamente de un salto.
   - ¡Satoshi!- ¿Desde cuando se permitía el lujo de llamarle así? ¿Cuándo había adquirido esa confianza para con el albino?
   El aludido se giró al ver que alguien le llamaba, solo para encontrarse con los ojos marrones de nada más y nada menos que Daisuke Niwa. Le observó tranquilamente antes de decidir acercarse. Había crecido, tenía algo más de cuerpo y el pelo algo más corto, otro estilo. Sonreía de esa forma inocente aun, y su mirada no había perdido ese rastro infantil. Daisuke le observó también. Si ya de por si le recordaba alto, ahora seguía siéndolo, llevaba el pelo aun corto, gafas de sol y mirada severa, aunque en sus labios se escondía una pequeña sonrisa.
   - ¿Cómo tú por aquí, Niwa?
   - No te había visto aquí nunca... Llevo viviendo aquí cerca de un año
   - Vaya... Qué interesante.
   - ¿Cómo te va? Desde que desapareciste de la ciudad no había sabido nada de ti
   - Bien...soy el Comisario del Distrito
   - ¡Woa! ¡Eso es importante, Satoshi!
   La conversación siguió así. Hacía bastante tiempo que no se veían, más de cuatro años. Hiwatari había desaparecido tranquilamente, de un día para otro, al poco que las hermanas Harada. Daisuke no pudo evitar recordarlo mientras charlaban tranquilamente, sentados en un rinconcito privado. Cuando Daisuke tenía catorce años se habían acostado. Fue una experiencia única, algo que Daisuke nunca iba a olvidar. Había sido casi al final del curso. Hiwatari estaba enfermo y había acabado acostado en la cama de Daisuke, pero tras un montón de gritos y el intento de huída del albino, ambos habían acabado en el suelo, besándose. Aquello había sido raro. Muy muy raro, y Daisuke lo admitía, pero la curiosidad mató al gato, así que sin poder evitarlo fue a su casa. Una cosa llevo a la otra y... acabaron acostándose. Pero lo peor fue que luego fue como si nada hubiese pasado, ambos debían mantenerse lejos del otro, aquello que querían no podía ser. Al poco fue cuando Hiwatari desapareció. Daisuke estaba completamente convencido de que había sido su culpa, igual que con las gemelas.
   - ¿Por qué te fuiste de la ciudad?
   - Me ofrecieron un puesto en la comisaría de aquí, no podía rechazar la oferta.
   - Ahh... Es que... No te despediste...
   - Lo sé. No quería hacerlo- puñalada en el corazón. Esas simples palabras le dolieron más que la peor de las palizas a Daisuke. Al fin y al cabo al final iba a resultar cierto aquello de que no había sido nada más que una experiencia más, pero que no debía repetirse.- No iba a poder...despedirme de ti, por eso lo hice.- Eso era todo un descubrimiento.
   - ¿De mí...? ¿Por qué...?- incrédulo. Esa era la palabra perfecta para definir el estado en el que se encontraba Daisuke en esos momentos. Después de todo no había sido tan malo como él pensaba, ¿no? Hiwatari no se había ido por su culpa, y aunque el alivio fuese poco, algo de culpa le quitaba de encima.
   - Eras...- Satoshi tragó saliva, indeciso- tan quejica que fijo que te hubieses puesto a llorar como una chica- fue lo primero que se le ocurrió.
   - ¡No me digas eso, idiota!- ¿Por qué se había puesto nervioso? ¿Qué pensaba que iba a decirle? “No quise despedirme de tí porque estaba enamorado y no quería hacernos tanto daño”. ¡Por favor! ¡No debía de ser tan incrédulo ni tan soñador!
   - Es la verdad...- sonriendo dándole un trago a su copa.
Aquello no podía ser bueno. Nada bueno. En el corazón de Daisuke estaban aflorando sentimientos que creía enterrados desde hacía mucho tiempo. Tenía que olvidarle le costase lo que costase.
   - Niwa... ¿Pasa algo? Te has quedado embobado
   - Ehhh... No, no pasa nada, tranquilo...- sonrió algo nervioso.
   El resto de la noche transcurrió tranquilo, sin incidentes memorables, salvo el acostumbrado “momento pared” de Daisuke, que consistía en que cuando algún chico indiscreto le tocaba el culo, él directamente se quedaba pegado a la pared bailando, alejando su trasero de posibles manos pervertidas. Todo un espectáculo digno de ver, al que Hiwatari reaccionó riéndose a carcajada limpia.
   - ¿Estás nervioso, Niwa? Te noto raro...- la música estaba alta, tenían que acercarse lo suficiente como para hablar al oído de otro.
   - ¿Nervioso, yo? ¡Qué va...! Debes estar paranoico, Hiwatari...
   - Niwa... Voy a serte sincero con algo...- tragó saliva. Se le veía ligeramente preocupado por algo, incluso podría decirse que nervioso- No te he olvidado.
Tragó saliva. Eso no era bueno. Pero tampoco debía desesperarse, al fin y al cabo podrían ser mil cosas las que conllevasen a esa oración, pero la verdad es que solamente uno latía con fuerza en el interior de la cabeza de Daisuke, sacudiendo con furia sus sienes. Debía tranquilizarse antes de sacar conclusiones érroneas.
   -Ya, bueno... Lo supongo si estamos aquí hablando...- rió nervioso, los nervios de repente habían decidido salir a bailar un twist y le tenían hasta temblando un poco.
   - Me parece que no me has entendido... Salgamos fuera, aquí va a ser un poco difícil que te lo explique.
Salieron fuera del local. Nada más asomar por la puerta les golpeó de lleno la suave brisa de la madrugada, recordándoles que eran más de las 2 de la noche. El ambiente dentro del bar estaba caldeado, y salir de repente ahí fuera hizo que se estremeciesen ambos.
   - Verás, Niwa...Me refería a que...- la frase se cortó cuando empezó a sonar el teléfono móvil del albino.- Discúlpame...- se alejó un poco para contestar.- Demonios...- volvió a acercarse al castaño, que le miraba curioso- Tengo que marcharme...
   - Bueno, no pasa nada... supongo que nos veremos por aquí- sonrió. Esa sonrisa tan falsa que tan poco le gustaba mostrar.
   - Nos vemos...- y se marchó calle abajo.
Aquello no le gustaba. De repente era como sino hubiesen pasado cinco años, como si nada hubiese cambiado entre ellos dos. Pero como si acabase de recibir un tortazo, volvía a ver al albino alejarse de él poco a poco, y no estaba haciendo nada para evitarlo. No quería que se marchase. En el fondo de su subconsciente sabía que solo era temporal, que volverían a verse pronto, pero aun así hubo algo que le impulsó irremediablemente a caminar hacia él, a llamarle.
   - Sa-Satoshi...- el aludido se paralizó en el sitio. No podía ser, no podía estar ocurriéndole eso a él. Precisamente él no. No le podía estar llamando así, de esa manera tan... Afectiva. Eso le hacía recordar algo que creía que olvidado, y dolía. Pero hubo algo que aun le dolió más aun. No sabía que era exactamente, pero le daba la impresión de que había utilizado un tono infantil, como cuando hablaban hacía cinco años. Como sino hubiese pasado el tiempo y siguiesen viviendo en la misma ciudad, juntos.
   - ¿Qué quieres... Niwa?- era la mejor solución. No debía mostrarle lo perturbado que lo había dejado el escucharle llamarle así.
   - ...Nada. Buenas noches- Había sido un cobarde. Quería decírselo pero algo le había impedido decírselo.
Huyó de allí. Cuanto antes se alejase mejor. Además, necesitaba pensar, aclarar sus ideas. ¿Por qué otra vez? Lo había olvidado, estaba completamente seguro de ello, pero al parecer no había cubierto bien esa cicatriz. Regresó a casa y directamente se metió en la cama, pero aun así no era capaz de dormirse. Cada vez que cerraba los ojos le veía a él, alejándose, y por mucho que le gritase no se detenía, hasta que al final desaparecía en la oscuridad. Finalmente el cansancio pudo con él y el obligó a dormirse, a deshacerse de todo aquello que le dolía, imponiéndole descanso absoluto de cuerpo y mente.
   Fue a la semana cuando volvieron a encontrarse. De nuevo juntos, de nuevo en aquel pub. Las miradas indicaban exactamente lo mismo. Podía distinguirse algo de miedo, pero también decisión. Se sentaron en una mesa algo apartado, pero la conversación estaba llena de temas cada vez más triviales y monótonos.
   - Niwa... ¿No estás bebiendo demasiado?- había observado algo nervioso al castaño durante toda la noche, pero conforme había ido bebiendo se había ido relajando exponencialmente.
   - Me parece que si...será mejor que me marche a casa ya...
   - Venga... Mejor que te acompañe...
   Subieron ambos al coche de Satoshi, que condujo hacia donde el castaño le indicó que tenía su piso. Iba ligeramente borracho, no demasiado, pues era perfectamente consciente de lo que hacía, pero si lo suficiente como para no cortarse un pelo.
   - Venga, entra...- Satoshi había abierto la puerta de la casa.
   - Solo... Si tú entras conmigo- fue algo que no quiso evitar decir. Hacía cosa de una semana que había estado dándole vueltas al asunto, y ya tenía claro que era lo que quería, solo necesitaba que el peliblanco le correspondiese su petición.
   - Niwa... Será mejor que no... Estás borracho, y yo mañana tengo que trabajar... Tengo que estar pronto en la comisaría. Además, tú también tendrás que trabajar...y lo más importante...- tragó saliva, nervioso. Realmente le estaba costando muchísimo resistir esa petición tan suculenta. Tenía en bandeja de plata la oportunidad de volver a sentirle como hacía cinco años lo había hecho, pero había una especie de pantalla invisible delante de la puerta que no le iba a permitir entrar. Se trataba de los remordimientos. Daisuke estaba borracho. No demasiado, pero si algo, lo cual impedía que Satoshi aceptase su proposición.- Descansa...- se dio la vuelta. Realmente aquello le estaba costando horrores.
   Un paso, dos pasos, tres pasos... Se metió en el ascensor. Pulsó el botón de la planta baja. Las puertas se cerraron y suspiró fuerte. Aquello le estaba matando. No podía seguir así, necesitaba resolver todo aquello cuanto antes. Atravesó las puertas del edificio y escuchó la respuesta de su coche al pulsar el control remoto. El cómodo asiento del conductor le recibió con los brazos abiertos, yescuchó rugir el motor al girar la llave de contacto. El camino a casa era sencillo, no quedaba demasiado lejos, quizás no superaba un trayecto de 10 minutos. Mientras conducía iba dándole vueltas al tema, era algo que no podía evitar, si algo le preocupaba no dejaba de darle vueltas hasta que lo conseguía resolver. En otras palabras, en aquel momento lo que necesitaba era “desahogarse”. Y debía admitir que Daisuke era una muy buena opción para ello. Hacía cinco años lo había hecho, él le había correspondido, y cuando se habían encontrado la noche anterior Daisuke había reaccionado como sino lo hubiese olvidado. Estaba claro que él tampoco lo había olvidado. ¿Cómo iba a olvidar las interminables tardes que habían pasado juntos “estudiando”? Juntos lo habían aprendido todo el uno sobre el otro. Habían aprendido como con un simple gesto podían lograr que una persona se estremeciese, que desease que un solo segundo no acabase nunca. Cual era la forma más sencilla de demostrar una emoción en pocos gestos, olvidando y dejando a un lado las palabras.
Sacudió ligeramente la cabeza, suspirando pesadamente. Debía olvidar aquello, pero era muy difícil. Debía borrar de su mente el recorrido de la espalda de Daisuke, sus hombros brillantes, su cabello empapado pegado a sus mejillas, sus ojos brillantes, sus suculentos labios, y aquel movimiento que le volvía loco solamente con recordarlo. Parpadeó intentando alejar esos pensamientos, la temperatura de su cuerpo había subido considerablemente en los últimos minutos. Algo se cruzó en su cabeza y de un volantazo cambió el rumbo del coche, girando hasta aterrizar en el carril anterior. Había que agradecer que siendo las 3 de la madrugada apenas había tráfico y esa maniobra no había sido tan loca como podría haberlo sido con la carretera abarrotada de vehículos.
   - Satoshi qué haces...estás volviéndote loco...no puedes hacer lo que quieras cuando quieras...- se reprimía mientras con algo de prisa deshacía el camino recorrido.
No tardó apenas en llegar. La plaza de aparcamiento seguía libre, así que dejó el coche exactamente en el mismo sitio en el que había estado hacía menos de diez minutos. Salió apresurado del vehículo. Por suerte las luces del piso de Daisuke aun no se habían apagado, así que el castaño debía seguir despierto. Rodeó el edificio y entró al portal, que tenía la puerta abierta. Subió las escaleras, pues el ascensor era demasiado lento. Debía acabar con aquello de alguna forma. Se estaba dejando llevar de manera estrepitosa, estaba mostrándose vulnerable. Pero en ese momento le daba igual.
   Daisuke por su parte estaba acabando de ponerse el pijama para meterse en la cama. Se había dado una ducha rápida para despejarse un poco antes de irse a la cama. Había encontrado los pantalones, pero no había ni rastro de la camiseta. Por otro lado, estaba maldiciéndose a sí mismo por no haber conseguido tener la suficiente valentía como para decirle a Satoshi lo que quería. O habérselo demostrado. Pero entonces escuchó la puerta. Había alguien que al parecer tenía prisa, porque no dejaba de golpearla con insistencia. Abrió la puerta dispuesto a mandar al carajo al pesado que estuviese allí molestando a esas horas de la madrugada, pero decidió que no iba a hacerlo cuando comprobó que era Satoshi.
   - Hiwatari, ¿Qué...? - no pudo acabar la frase. El abino había entrado y de un hábil movimiento había cerrado la puerta y se había abrazado a él, besándole.
   Todo había ocurrido tan rápido que no se lo esperaba y la propia inercia le hizo caer al suelo con el albino encima. El golpe fue fuerte, pero no le dio importancia precisamente a eso, sino a sentir tan sumamente cerca el cuerpo de Satoshi.
   - Hi-Hiwat...- volvía a besarle.
    Finalmente dejó de resistirse. Siguió notando todos y cada uno de los movimientos de Satoshi sobre él. Sus besos comenzaban dulces, para poco a poco ir transformándose en apasionados y terminar por convertirse en desenfrenados. Lo notaba tan cálido como la primera vez que había ocurrido aquello, como hacía cinco años cuando accidentalmente habían acabado besándose después de una absurda discusión. Las manos del albino recorrían su cuerpo como si de una tormenta de agua cayendo sobre él se tratase. Encontraban cada uno de los recovecos de su cuerpo, acariciándole intensamente, obligándole a recordar todas aquellas veces que ya lo había hecho, hacía tanto que casi lo había olvidado. Pero sin embargo no era así. Esa sensación tan placentera seguía presente y completamente palpable, tan deliciosa y excitante.
   No sabía cuando habían llegado a su dormitorio, ni cuando la ropa había desaparecido de sus cuerpos, pero en ese momento no estaba para preocuparse de esas nimiedades. Podía notar perfectamente los besos de Satoshi bajando por su cuello, deteniéndose a besar cada pequeño trozo de piel que encontraba en su camino.
   - Creo recordar que por aquí...- susurró el albino besando cerca de su oreja. Aquello hizo que Daisuke se estremeciese visiblemente, tanto como para hacer que el albino se encendiese y lo hiciese con bastante más intensidad, pues le gustaba sentir lo que causaban sus caricias en el cuerpo de su niño.
   - ¡S-Satoshi...!- le había salido un pequeño grito suplicante, pues llevaba algún tiempo ocupado con cosas más importantes que satisfacer sus apetitos sexuales, así que andaba bastante sensible a ese tipo de contactos tan directos.
   Poco a poco las palabras fueron sobrando, hasta que dejaron de tomar acto de presencia, dejándoles campo libre a las sensaciones y a las acciones. Satoshi jugueteaba con sus manos a poner nervioso a Daisuke. Se acercaban peligrosamente a aquellos lugares en los que un simple roce podía hacer enloquecer al castaño, pero sin embargo se alejaban antes de llegar al lugar en cuestión, consiguiendo desesperar al pobre muchacho. Era tal y como le recordaba, tan sensible que solamente con simples roces ya le sentía temblar entre sus brazos. Tan dulce, tan niño al fin y al cabo, que le hacía sentirse especial de hacerle sentir todo eso.
   El ojiazul se apretó ligeramente contra la espalda de Daisuke, que permanecía bocabajo en la cama. Dulcemente, como si pudiese romperse en cualquier momento, iba besando su cuello, sus hombros, su espalda. Recorriéndole a pequeños besos, a ocasionales mordisquitos que hacían que todos y cada uno de los músculos de Daisuke se tensasen considerablemente, erizando su piel solo de sentir la respiración de Satoshi sobre su piel. Acariciando su piel lentamente, como intentando memorizarla, comenzó a besarle, simplemente porque no pudo resistir la mirada brillante que le dedicó el castaño. Con sus dedos delineando los costados y el estómago del dulce niño le giró hacia él, dejándole bocarriba. Fue cuestión de tiempo que sus cuerpos se fundiesen en un pasional abrazo, apretándose el uno sobre el otro mientras el beso iba más allá. Pero Satoshi decidió ser un poco menos benevolente. Si Daisuke quería algo iba a tener que ganárselo, así que volvió a colocarle de cara al colchón. Recorriendo su columna lentamente se entretuvo en delinearla a caricias, más tarde a besos, lametones y ligeros mordisquitos, a cual más excitante. Rodeó las caderas de Daisuke con un brazo y las levantó hasta dejarle arrodillado, pegando las suyas a las de él, conteniendo un gemidito que el castaño no pudo evitar, excitándole más aun. Podía ver perfectamente como Daisuke apretaba las sábanas entre los dedos. Pero aun disfrutó más del gemido que arrancó de los labios de Daisuke, junto con el crujido que emitió el colchón ante el apretón que le dio con la mano en el momento en que bajó la mano desde sus caderas hacia su entrepierna, dando un ligero apretón.
   Y disfrutando de los entrecortados gemidos que se escapaban de entre los labios de Daisuke deslizó hacia abajo el pantalón, sacándoselo por los pies y seguido rápidamente de la ropa interior. Sujeto a sus caderas mientras besaba y lamía su espalda comenzó a acariciarle, primero superficialmente, después con algo más de intensidad, y finalmente rodeándole suavemente con los dedos comenzó a masturbarle. Se notaba el paso del tiempo, el cuerpo de Daisuke había madurado bastante, incluso el del propio Satoshi lo había hecho. Solamente debía dejarse llevar, poco a poco el ritmo iba aumentando progrevisamente, de más lento a más rápido, dando ligeros cambios que provocaban que el castaño exhalase suspiros entrecortados mientras su cuerpo temblaba bajo el del albino.
   - S-Satoshiii...- su voz era entrecortada, inocente, incluso tenía un pequeño tono suplicante que hacía que el albino se estremeciese de pies a cabeza solo de escucharlo.
   El escucharle solo hacía que pusiese aun más énfasis en todo aquello que estaba haciéndole. Besos más intensos, caricias más placenteras. Y sin embargo ya había un par de palabras que estaban rondándole la cabeza desde hacía rato, y estaba intentando reprimirlas de la mejor forma posible, pero los hechos hablaban por si solos y de un momento a otro no sería capaz de reprimirse y terminaría susurrándole lo mucho que le quería. Daisuke temblaba cada vez más visiblemente, extasiado por tantas sensaciones experimentadas en tan poco tiempo.
   - S-Satoshiiii...- le susurraba con la respiración entrecortada y un bonito tono carmesí en sus mejillas.
   - Shhhh... Calla...- lo hizo de la forma más suave que pudo, pues la situación le dictaba que lo hiciese cuanto antes, que liberase aquello que luchaba dignamente por escapar de sus pantalones y que satisfaciese de una vez aquel deseo que poco a poco le estaba carcomiendo cada vez más sentimientos como el amor, el cariño o la delicadeza. Pero ya era demasiado, estaba comenzándosele a escapar de las manos todo lo que sentía, era un turbulento remolino de contradicciones, pero sin embargo, en su centro, escapando de todo el caos de su alrededor, estaba lo más importante. Daisuke.
Se había dado cuenta de aquello hacía mucho tiempo, poco después de abandonar la ciudad. Era un sentimiento que le dolía en el pecho, que le oprimía el corazón. La necesidad de tener a esa persona especial cerca, a pesar de que se tratase de un chiquillo tan simple y normal como Daisuke. Pero sin embargo, a pesar de ser una persona normal, Satoshi no encontraba a quien pudiese sustituirle. Sabía que Daisuke tenía algo especial, pero no era capaz de saber qué. Ahora lo sabía. Daisuke era su calma tras la tempestad, el único punto positivo donde la negatividad gobierna. Su luz en la oscuridad. Se le habían ocurrido cientos de sinónimos con los que podría comparar el significado de Daisuke en su vida, pero no había llegado al más importante hasta ese mismo momento en que había cogido el coche para regresar a casa después de dejarle a él en la suya. Esa presión en su pecho que hacía que todo lo demás no importase, que la carga sobre su espalda se aligerase con solo verle sonreir. Le amaba. ¿Por qué? No quería saberlo, simplemente se había dado cuenta de que así era. Que la solución no estaba en buscar tras las esquinas a alguien que fuese lo suficientemente bueno como para que le hiciese olvidar al joven Niwa. Simplemente no iba a encontrarle, porque él era perfecto. Porque aunque era torpe, tímido, inocente, seguía siendo él, Daisuke Niwa, a pesar de que hubiesen pasado cinco años. Era él, y eso sería siempre así, ya podrían pasar cinco, diez o veinte años, que Daisuke seguiría siendo Daisuke. Y él debía seguir siendo Satoshi, porque eso era lo que había hecho que Daisuke se enamorase de él. El haberse comportado tal y como era, sin mostrarse superior ni inferior, simplemente natural.
Debía hacer mucho tiempo que el contacto sexual con otras personas no se llevaba a cabo, pues la entereza de ambos se vino abajo pocos minutos después de que sus cuerpos se fundiesen en uno solo, haciéndoles estremecer y activando todos y cada uno de los nervios de su cuerpo. El movimiento era placentero, dulce. Un vaivén continuo, sin prisa, haciéndose notar en cada ligero estremecimiento. Las manos paseaban por entre los cuerpos como si de un monzón cayendo sobre ellos se tratase, recorriendo todos y cada uno de los rincones de aquellos dos cuerpos jadeantes, analizándoles minuciosamente. El placer que les recorría adquiría rápidamente la sensual forma de un ronco gemido que crecía mientras trepaba por su garganta y que llegaba al mundo entre suspiros delirantes, invitando a sus cada vez más continuos hermanos a contemplar un lugar lleno de pasión y desenfreno que cada vez se desataban a más y más velocidad.
   La noche poco a poco se convirtió en día, saludándoles alegremente abriéndose paso a través de las cortinas de la habitación, invitándoles a vivirlo al máximo una vez más. Pero esa vez era distinto. No eran cada uno con su vida en sitios diferentes, curiosos por conocer lo que el destino fuese a depararles para ese nuevo día tan rutinario. Al contrario, aquella mañana amanecía diferente del resto, llena de esperanza y de un ligero morbo por conocer lo que ocurriría, pues después de tanto tiempo no era posible que todo sucediese igual que todos los días anteriores. No si habían amanecido el uno junto al otro, envueltos en las sábanas de la cama con los cabellos desbaratados tras aquella apasionante noche.
   Fue Daisuke el primero en despertarse. Antes de abrir los ojos suspiró pesadamente, dejando escapar el aire de los pulmones entre los labios. Otra vez había soñado algo prácticamente imposible. Pero cambió de opinión al notar una respiración sobre sus labios. Abrió los ojos con suavidad, casi podría decirse con miedo de encontrarse de nuevo solo, y que esa sensación hubiese sido un burlón gesto del viento matutino. Pero por suerte no fue así. Estaba allí, era él. Satoshi Hiwatari. Con ese rostro sereno, labios firmes, orbes azules, brillantes. Un momento. ¡Le estaba mirando! Enrojeció violentamente. ¿Cómo podía haber sido tan tonto de quedarse embobado mirándole? ¡Tonto, tonto, tonto! ¡Eres tonto, Daisuke Niwa!
   - Buenos días...- y como si de un acto reflejo se tratase, le había besado.
   Y le había correspondido. Y poco a poco se habían ido fundiendo en un beso cada vez más pasional que había terminado con la respiración de ambos agitada tras haberse revolcado varias veces de un lado a otro de la cama. Aquello no podía estar pasando realmente. Si era un sueño, quería despertarse ya, pues cuanto antes se despertase menor sería la decepción de descubrir que había sido otra de sus cavilaciones más deseadas. Pero era cálido, suave, atrayente, excitante. Le había mordido ligeramente el labio y había notado perfectamente el mordisquito, lo cual significaba que todo aquello que estaba ocurriendo era tan real como que él tenía la capacidad de transformarse en el legendario Dark Mousy.
   - Satoshi...-se apartó levemente, intentando borrar el evidente sonrojo de sus mejillas.
   - Dime...- esa sonrisa iba a conseguir que se derritiese en cualquier momento.
   - Tengo que...ir a trabajar- fue lo más inteligente que se le ocurrió.
   Tenía que pensar, saber qué de todo era real y qué ficticio, tenía que trabajar, tenía que vestirse, tenía que quitarse ese persistente sonrojo, tenía que besarle, tenía que pedirle explicaciones, tenía que mirarle a los ojos, tenía que decirle que le quería, tenía que... ¿Que le quería? ¿Qué? ¿Desde cuándo? Sacudió la cabeza, confuso. Aquello se le había ido de las manos. No, no le quería. ...¿O si? Oh, dios, aquello era desquiciante. Ya hacía rato que había salido de la casa pero no dejaba de darle vueltas al asunto. Debía admitir que Hiwatari era guapo, condenadamente guapo, atractivo, sexy... ¡Aaarrrgg! Y luego estaban esos ojos, azules, tan azules que incluso una lámpara de neon azul a su lado parecía mugrienta comparada con el brillo de sus ojos. Estaba pasándose de la raya. De esa magnífica raya que en determinado momento de la vida te trazas tú mismo con respecto a la gente de tu alrededor, tu meta. Estaba alejándose de la zona de “Amigo”, lo cual significaba que le veía como un posible ligue, o incluso algo peor, como una pareja estable. Una pareja estable. Hacía mucho que no tenía de eso, podría decirse que hasta había olvidado lo que era dormir con una persona sin el hecho necesario de que hubiese que someterse a una deplorable relación sexual y de mendigar cariño a cualquier desconocido o desconocida, y despertarse con esa persona aun a tu lado, que te saludase con una sonrisa radiante, acompañada de un pequeño beso y un sensual “buenos días” mientras seguía envuelto entre las sábanas. Pero esa mañana acababa de recordarlo de repente, como si de un cubo de agua fría que le hubiesen echado encima se tratase. Y le había gustado. Mucho. Muchísimo. Le había recorrido un escalofrío todo el cuerpo, haciéndole temblar salvajemente. Hacía tanto que había experimentado uno de esos. Casi cinco años, y casualmente, con la misma persona. Satoshi Hiwatari. Definitivamente, aquello se le había ido de las manos, hacía mucho tiempo.
   Pero fue a partir de ese día cuando realmente todo había empezado a cambiar. Aquello no había sido nada más que el principio de un holocausto de proporciones descomunales. Ese primer encuentro había desencadenado una serie de acontecimientos que se iban tornando cada vez más carnales y menos pasionales. Rara era la semana en la que no se veían y se dejaban llevar de manera estrepitosa en cualquier lugar en el que hubiesen quedado, sucumbiendo al deseo de una manera tan directa que incluso los más morbosos no entenderían jamás. A veces bastaba únicamente una mirada para comprender qué era lo que quería el otro. En algunas ocasiones ni eso era necesario, pero poco a poco aquello estaba tomando un color desagradable. Algo que había comenzando siendo especial, por llamarlo de algún modo, se estaba transformando en algo tan rutinario como mantener relaciones sexuales en cualquier lugar, de manera esporádica, y continuar con su vida como sino hubiese ocurrido nada.
   Satoshi no dejaba de darle vueltas al asunto. Estaba desquiciándose poco a poco, solo con darle vueltas y más vueltas mentales al asunto. Había empezado bien, ambos cariñosos, dejándose llevar en contadas ocasiones, en lugares privados,simplemente rogando por sentir las caricias del otro sobre su cuerpo, contentándose únicamente con besos y caricias. Después, algo extraño había ocurrido. No era capaz de definir qué, pero las cosas habían cambiado. Lo habían hecho hasta el punto que aquello que tenían entre ellos, que por cierto, no sabía como definir, había desaparecido hasta llegar a desintegrarse de manera casi irrecuperable. Ya no era una relación diferente, se había transformado en otra de tantas, en tan solo sexo puro y duro, sin sentimientos ni remordimientos. Debía hablar con él seriamente. Tenía que recuperar esa chispa especial que había conseguido que una idea tan descabellada como esa tuviese cabida en su cabeza.
   Daisuke por su parte estaba cada día más raro. Al igual que Satoshi se había dado cuenta, él también, y lo mismo que él, buscaba desesperadamente esa pequeña chispa que habían encendido juntos, pues lo que sentían el uno por el otro no era algo que creciese en un par de días, o con una persona con la que has compartido cama durante una noche. Se trataba de algo que mucha gente comparaba con la construcción de un hogar. Primero se necesitaban los tabiques principales que iban a mantener la casa en pie, las paredes, el techo... y un largo etcétera. Para Daisuke el sexo con esa persona significaba el construir el techado de un hogar, por eso con la mayoría de la gente con la que había estado lo consideraba tan puramente físico e imposible como el intentar construir una casa empezando por el tejado. Pero había habido una especie de terremoto que había hecho que los tabiques de su casa se resquebrajasen peligrosamente, amenazando por hundirse y aplasta la casa que descansa sobre ellos.
Tenían que encontrar una manera rápida y segura de reforzar aquellos tabiques antes de que sucumbiesen al derumbe.
   - Satoshi...- le llamó en susurros. Esa vez habían aterrizado en casa del peliblanco- Mañana si quieres...podríamos ir al parque de atracciones.
   - ¿Al parque de atarcciones? ¿A qué?
   - No he ido nunca y...pensé que querrías venir- sonrió de medio lado.
   - Bueno... la idea no es mala... Te recojo a las 9...
   - ...Yo...quería quedarme a dormir.
   - ...Bueno- recapacitó ligeramente la respuesta antes de decirla. Quizás no era buena idea, quizás si, pero si hubiese tardado más en contestar quizás Daisuke se hubiese molestado.
   Esa noche no se acostaron, simplemente cenaron, vieron un par de películas en la televisión y se fueron a la cama, abrazados algo distantes. La situación era incómoda para Daisuke. Había propuesto lo del parque de atracciones porque había sido la primera idea que le había venido a la cabeza. Sin embargo, Satoshi no parecía especialmente entusiasmado con el plan, y cuando al meterse en la cama había actuado como sino estuviese allí, realmente se preocupó. Quizás estaba buscando algo que hacía demasiado que se había extinguido, pero lo intentaría una última vez en el parque de atracciones. Al menos no iba a perder la esperanza sin luchar por aquello que quería. Satoshi por su parte estaba regañándose mentalmente por quedarse tan apartado de Daisuke al meterse en la cama, pero es que últimamente las cosas habían cambiado tanto que ya no estaba seguro de qué era exactamente lo que sentía por el castaño, por lo que se sentía egoísta y no quería demostrar algo que probablemente fuese el único que lo sentía ligeramente especial, a pesar de las últimas adversidades sufridas.
   El despertador sonó a las ocho de la mañana, alertando a los perezosos ocupantes de la cama de que debían salir de ese semi estado de coma en el que se sumergían todas las noches y volver a la realidad, aquella realidad donde todo era tan horrible como para no querer volver a despertar jamás. La conversación no fue fluída, ni con encanto, ni memorable, simplemente trivial. Satoshi conducía el coche de camino al parque de atracciones ausente, sumido profundamente en sus pensamientos. Daisuke sin embargo le miraba sumamente preocupado, pues sentía que cada vez le iba perdiendo más y más.
El enorme portalón principal del parque les recibí imponente, con todos esos colores y llamativas letras que invitaban a olvidar todo lo malo al cruzarlo, pero que sin embargo a los dos muchachos le parecían vacíos, sin sentido. Suspiraron imperceptiblemente antes de cruzarlas, esperando notar una sensación de alivio al atravesarlas, pero no fue así. Nada cambió, todo seguía en su sitio, las preocupaciones, el dolor, el sufrimiento. Todo.
   - ¿Dónde te apetece ir?- Satoshi había hablado tan de repente que aquello había devuelto a Daisuke a la realidad con tal velocidad que se había mareado ligeramente al escucharle.
   - Me da igual, donde tú quieras...
   - A mí también me da igual...- esa situación le estaba desquiciando poco a poco. Él lo había propuesto el ir ahí, y ahora no tenía idea de lo que quería hacer. Realmente la situación estaba mal, muy mal.
   - Podemos... ir allí- señaló lo que más le llamó la atención.
   Se trataba de una montaña rusa, la más grande del parque. Un enorme amasijo de hierros entrelazados en formas imposibles por el que se suponía que circulaba el vagón con todos los ocupantes. Conforme se iban acercando allí fueron observando el resto del parque. Al entrar les habían dado un pequeño folleto con la información de cada una de las zonas de las que constaba el parque de atracciones. Estaba dividida en al menos cuatro partes diferentes, donde se podían distinguir la zona de los souvenirs, la zona infantil, las atracciones acuáticas y las montañas rusas. Había overbooking, pues costaba caminar sin detenerse en al menos cinco pasos. Además, la cola para subir a la atracción era inmensa.
   - Esto está a rebentar...- puntualizó irónicamente Satoshi.
   - Eso ya lo veo yo...- suspiró, cansado.- Satoshi...
   - Que...
   - ¿Podemos hablar... seriamente?
   - Claro- se sentaron en un banco cercano- ¿De qué quieres hablar?
   - De nosotros...De lo nuestro, lo que tenemos, o se supone que deberíamos tener.- le dolía tener que puntualizar de esa forma tan cruel con lo último que había dicho, pero últimamente no sentía otra cosa que no fuese al albino alejarse.
   - ¿Qué se supone que es lo nuestro, Daisuke?- la pregunta le había salido automática. Quizás fuese que tenía miedo a lo que fuese a responder, a que no fuese lo que él estaba pensando que podía ser. Había notado... ¿Indiferencia?
   - ...No lo sé. Por eso quiero saberlo- eso si que había sonado extraño. No indiferente, sino doloroso, triste.
   - ¿Qué es lo que quieres, Daisuke?- le miró serio a los ojos. Era el momento decisivo. Ahí se sabría realmente qué era lo que quería Daisuke, lo que él mismo quería. Todo estaba esperando para escuchar la respuesta a esa pregunta. A su alrededor las cosas triviales iban desapareciendo puntualmente hasta que solamente quedaron ellos dos, el uno frente al otro, cara a cara, dispuestos a afrontar lo que se les venía encima como un tsunami repentino.
   - Yo...- tragó saliva. Aquello era difícil. Muy difícil. No era capaz de decirlo, tenía un nudo enorme en la garganta y por mucho que se esforzase no lograba que se deshiciese y permitiese a su voz salir y gritar a los cuatro vientos que lo que quería era estar con él. Estaba tan sumido en sus pensamientos que no se daba cuenta de que aquella indecisión estaba enloqueciendo por segundos a Satoshi, que le miraba ansioso, esperando su respuesta.- No lo sé.
   - ¿No lo sabes...?- Daisuke acababa de coger su corazón entre las manos y lo había apretado hasta que había dejado de latir. No pensaba que el castaño estuviese tan confuso, no hasta ese extremo.
   - No... porque...últimamente no sé qué demonios pasa entre nosotros, Satoshi...- no se atrevía a mirarle. Estaba completamente dispuesto a sincerarse, pero no iba a poder hacerlo si Satoshi le miraba de esa forma tan triste, era algo que podía con su voluntad hasta reducirla a cero, y si quería que todo saliese bien, no quería que hubiese secretos entre ellos.
   - Ya lo sé...- en aquello si que tenía razón Daisuke. Había ocurrido algo, él también lo sabía, pero no podían saber exactamente qué era.- Daisuke, mira... Yo...- el cúmulo de nervios decidió manifestarse haciendo temblar sus manos y obligándole a desviar la vista del chiquillo.
   - ¿Tú...?- aquellos escasos segundos se estaban convirtiendo en un auténtico suplicio.
   - Voy a serte sincero, Daisuke...- eso era un paso. Al parecer ambos habían conseguido llegar a la misma conclusión lógica, no estaba del todo perdido.- No sé qué es lo que pasa, pero...Tú... me gustas, desde hace mucho tiempo...desde...que abandoné la ciudad- tenía que soltarlo todo, quería que Daisuke lo supiese- Y cuando te volví a encontrar hace un par de meses...- sonrió- no me lo podía creer.
   - ¿Por qué?- se maldijo a sí mismo por preguntar algo con una respuesta tan evidente, pero sin embarbo hubo algo que le impulsó a hacerlo, algo que quería escucharlo de los labios del propio Satoshi.
   - Porque estoy enamorado de ti, Daisuke Niwa...- y sus labios se curvaron en una sonrisa suave, seductora, tierna. Daisuke por su parte enrojeció levemente y sin darse cuenta sonreía de esa manera tan infantil que a Satoshi tanto le gustaba, aquella sonrisa que para él significaba que nada había cambiado entre ellos a pesar de todo lo que había ocurrido en esos cinco años.
   - ¿Sabes...? Se me han quitado las ganas de estar en el parque de atracciones...
   - ¿Qué quieres entonces?
   - ¿Podríamos volver?
   - Claro...
   Regresaron al piso de Satoshi. Solo transcurrieron unos escasos segundos desde que entraron en la vivienda para que Daisuke abrazase a Satoshi besándole. Ni siquiera fueron capaces de prestar atención a la forma de atravesar el pasillo que tenian. Andaban a trompicones, avanzando a golpes desde un lado de la pared al otro, rebotando. La ropa iba desapareciendo sistemáticamente de sus cuerpos, y los besos y las caricias no perdían acto de presencia en ningún momento.
   Esa tarde hicieron el amor. Suavemente, sin prisa, simplemente disfrutando del cuerpo del otro, maxificando esas sensaciones tan placenteras con roces, caricias, besos. Cualquier arma servía con tal de demostrar que lo que ocurría entre ellos era algo más que sexo. Como si hubiese sido la primera vez de ambos, como si temiesen olvidar lo que había ocurrido cinco años atrás de la forma más inocente que jamás había existido. Proporcionándose mutuamente todo aquello que habían anhelado durante esa ausencia obligada entre ambos, recibiéndolo todo en una sola noche, grabándolo a fuego en su piel como si de una marca característica se tratase, como si un alacrán les hubiese envenenado a ambos, y sabiendo que estaban destinados a morir, decidiesen compartir sus últimos momentos juntos demostrándose aquello que más les llenaba.
   - Satoshi... ¿Sabes...?- Daisuke descansaba relajadamente sobre el pecho del mayor, que inconscientemente jugueteaba a atrapar sus cabellos castaños entre los dedos.
   - Dime...
   - Eres como un alacrán...
   - ¿Por qué?
   - Porque...hace cinco años me envenenaste...y... aunque tu veneno no es mortal, no he decidido extraerlo de mi cuerpo...y aun así, siento que necesito sentirlo en mis venas...
   - Te amo, Daisuke- susurró besándole profundamente los labios.
   - Y yo a ti.
Notas finales:

De veras gracias por haber leído esto, me hace muchísima ilusión. Iré contestando los reviews gustosamente cuando tenga algo de tiempo para ello (pues ando de exámenes en estas fechas y me es un poco difícil...)

Saludos! ^___^!


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