El tiempo se podía relacionar de distintas maneras considerando la situación de quien le análoga, pudiendo ser este el dinero al considerar aquella inolvidable frase que dice algo así como “El tiempo vale oro”
Se podía relacionar también con la edad, con las experiencias vividas, son las proezas realizadas, los sueños cumplidos y las personas conocidas.
En este mundo todo implica tiempo, ya que este mundo esta siempre en movimiento.
El tiempo no existía para alguien como el.
Cada día le significaba casi como una partícula de polvo… incorpórea, ínfima, insignificante; que podía pasar ante sus ojos sin ser realmente vista, sin ser realmente tomada en cuenta.
Para el no existía el tiempo, básicamente, porque en su propio mundo, no existía el movimiento.Solía pasar horas en la misma posición, recostado en la cerámica del suelo cuando el verano amenazaba con derretir incluso al más eterno de los hielos polares. Simplemente tirado en el piso, mirando el cielo con la boca entreabierta a penas respirando.
En el invierno, posicionado entre las cobijas grises de la cama, dirigía sus oscuros ojos hacia el techo, donde la pintura debía ser repuesta con urgencia.
Cuando alguien le preguntaba si no se aburría de aquel estado de inmovilidad, el no contestaba, no valía la pena responder lo obvio.
En alguna tarde de primavera, mientras se encontraba sentado en una de las banquillas del jardín, se le había acercado HeeChul, quien aún en el chándal gris que tenían como uniforme, lucía bien.
“¿Alguna vez vas a hablar?”- el aludido continuó mirando como una abeja extraía el polen de una flor de color rosa- “¿Por qué me ignoras engendro inerte?”
Una fuerte bofetada fue a parar en la mejilla del encorvado pelinegro, quien ni siquiera así le dejó de prestar atención a la trabajadora abeja.
El llamado ángel de aquel lugar se acercó con ligero andar, posando su mano divina en el hombro de HeeChul susurrando bajito “No te escucha, Dios le ha castigado a ser un muerto en vida, no te esfuerces” y ante la mirada inquisidora de su interlocutor, sólo pudo agregar “esa es la voluntad del señor”. HeeChul sólo respondió con un “LeeTeuk imbécil” murmurado entre dientes.
YeSung intentó sonreír sin éxito. No era verdad que Dios le había castigado, simplemente había decidido por cuenta propia olvidar el tiempo y deshacerse del movimiento.
Por las noches, cuando escuchaba a los internos de la cuarta planta, es decir, el sector de los psicópatas en serie o peligros para la sociedad, pensaba en si estaría realmente bien continuar con eso, su cerebro divagaba incluso por recónditos recuerdos de su niñez, llegando a una nula conclusión.
Luego de lo que le pareció un minuto, pero que según el doctor a su cargo habían sido cuatro años, decidió no volver a hacer movimiento alguno, ya no más parpadear, no más contracción en el torax, nunca más el esfuerzo involuntario en el bombeo del corazón.
Uno de los principios de la ley de inercia dicta que si no hay una perturbación en el espacio de un objeto, entonces no habrá movimiento
Fue ese mismo día, cuando sus ojos se habían cerrado para nunca volver a abrirse, escuchó por detrás la voz que había olvidado, esa que le hacía erizar cada vello corporal y abrir sus ojos como si se fuesen a salir de las cuencas.
RyeoWook pronunciaba su nombre sin parar y entonces se iniciaba el movimiento para el reloj de vida en YeSung.
Por primera vez en cuatro años de catatónia total, YeSung coordina sus acciones corporales con los mandatos de su cerebro y responde torpemente el abrazo efusivo del que hubiese sido su novio en la secundaría.
El hospital psiquiátrico está de fiesta, un catatonico a despertado, casi como un “milagro” como insistía en nombrarle el ángel del aquel manicomio, un esquizofrénico paranoide convencido de ser un ángel caído que escuchaba los mandatos de Dios. Incluso seis de las personalidades de HeeChul habían celebrado, las otras no habían dado muestras de alteración
Paradójicamente, Yesung ruega que el movimiento se acelere cuado los labios de RyeoWook atrapan su erguido miembro para darle un eterno placer, así como desea que el tiempo se detenga nuevamente cuando ve el rostro de quien le despertara de su muerte auto impuesta disfrutando el orgasmo bajo su cuerpo
Recordaba entonces la voz de su madre muerta diciéndole “dale tiempo al tiempo”. YeSung no estaba dispuesto a dárselo, básicamente, porque el ya había perdido mucho.