Estaban todos reunidos en el bar de Master luego de salvar, otra vez, a la hermana de Kengo. Su nuevo pretendiente había sido poseído por un kokuchi y esta vez sí que había resultado peligroso, pues casi termina muerta bajo su mano y Shirogane había sido ligeramente dañado por él.
-. Bueno - Aya se levanta dejando el vaso sobre el mesón frente al dueño del local - creo que ya es tarde - toma sus cosas mientras se despide. Antes de llegar a la puerta se da vuelta - ¡Ustedes dos, andando! - les grita a Kengo y Akira - Mañana tenemos clases muy temprano y NO podemos llegar tarde.
-. Sí, sí, sí... - Kengo oculta un bostezo que estaba a punto de salir - De todas formas, tengo que ver que mi hermana esté bien. - Llegando al lado de la chica voltea hacia atrás notando que Akira no se ha movido ni un ápice, de hecho tanto Shirogane como Akira no se han movido ni hablado ni nada en todo ese rato.
-. ¡¡Akira...!! - Aya tomó al chico de la ropa y lo arrastró hasta afuera - he dicho que ya es tarde y los jóvenes, como nosotros, deberíamos estar en casa durmiendo para ir a clases mañana.
-. Claro, claro, como si las clases fueran importantes - habló por primera vez en todo ese rato.
-. ¿Qué has dicho? - Sus ojos brillaban con fuego.
-. ¡Un fantasma!
-. Kyaa!! Aléjalo, aléjalo, aléjalo!! - gritaba golpeando lo más cercano a ella.
-. Nos vemos, Kengo!! - gritó Akira estando a ya cierta distancia de ellos
-. ¿Por qué a mi? - preguntó en el suelo luego de haber recibido los golpes de Aya.
Akira y Shirogane caminaban en un incómodo silencio, el primero parecía profundamente enojado con el otro.
-. No era necesario intentar matarlo - dice de repente el chico. El peliblanco le mira como meditando entre decir lo que está pensando.
-. Ya llegará el día en el que se nos hará imposible separarlos.
-. No, no llegará. - es todo lo que dice para luego adentrarse a su casa y a su cuarto.
Shirogane se queda mirándole de pie junto a la cama donde descansa Nikaido esperando en su interior que realmente nunca les toque hacerlo.
No podía creerlo, no podía ser verdad. Se limpió las lágrimas que corrían incesantemente por sus mejillas. Corrió todo lo que sus piernas daban. Tropezó con varias personas, pero no le importó, siguió corriendo, necesitaba alejarse.
-. ¡Ten cuidado! - le gritó un chico al lado de una chica con la cual había chocado. "Su novia" se dijo, les miró con odio y siguió corriendo.
-. ¿Crees que esté bien? - preguntó Aya a Kengo, quien le hacía el "pequeño favor" de acompañarla a su casa.
No podía, realmente le dolía, le provocaba un dolor en lo más profundo de su alma. Había visto a su novio engañándole con su hermana. Un gemido lleno de dolor se escapó de sus labios. Siempre era ella, todos la cambiaban por ella, sus amigos, sus novios, sus padres, todos la preferían a su hermana antes que a ella, nunca la pudo superar en nada, calificaciones, dones, deportes, amistades, nada. Llegó hasta un callejón y recostó su espalda contra una muralla para luego dejarse arrastrar hasta el suelo y llorar...
-. Pareces muy desdichada, no? - frente a ella apareció una chica con exuberantes curvas, a su lado aparecieron varias criaturas oscuras. Un grito se elevó por la ciudad siendo opacado por los ruidos de ésta.
Antes de caer en el sueño, Shirogane, tuvo un mal presentimiento.