La cocina del famoso Yuki Eiri era la única habitación encendida en aquella calle oscura, la gente yacía descansando en sus cómodas camas mientras un inquieto rubio se preparaba un sándwich para calmar el rugir de su estómago. Ya pasaban de las dos de la madrugada y Yuki seguía despierto terminando de escribir su última novela la cuál tenía que entregar en unas cuantas horas. Su joven amante descansaba en la habitación contigua.
Con una visión de su amante dormido tranquilamente Yuki embozó una sonrisa mientras ponía una rebanada de jitomate a su sándwich sin percatarse que esta rebanada caía sobre el piso, perdido en sus pensamientos el rubio se dirigió a la alacena para tomar la mayonesa pisando algo resbaladizo y provocando que este perdiera el equilibrio y cayera de espalda al piso golpeándose la cabeza fuertemente y tornándose todo de un color negro. Tras uno segundos que estuvo inconsciente; Yuki abrió sus ojos lentamente y vislumbró el gran foco que alumbraba la habitación, con tranquilidad y como si no hubiera pasado nada se levantó para quedar sentado en el piso y dar un grito ahogado por lo que ahí se encontraba: sobre la barra yacía un joven con aspecto taciturno, lo miraba con sus ojos negros y sin brillo.
-¿Quién eres?-dijo Yuki más blanco que la cera.
-Esog-susurró sin dejar de mirar al escritor. Su cabello rubio opaco caía sobre su rostro impidiendo ver muy bien sus facciones que era finas, su tez era cetrina y se encorvaba sin importarle.
-¿Qué diablos haces en mi casa?-se preguntó el rubio sin atreverse a ponerse de pie.
-Nunca soy bienvenida-dijo con tono pastoso mientras giraba su cabeza al lado contrario de donde estaba el escritor.
-¿Bienvenida?-preguntó Yuki curioso.
-Si pequeño, bienvenida-dijo amablemente, provocando que Yuki se sonrojara por lo de “pequeño”.
-No entiendo, ¿Qué es lo que quieres?-su tono de voz denotaba miedo.
-A ti-dijo el joven bajando de la barra-te quiero sólo a ti- se acercó cautelosamente.
-Yo no te conozco, ¿porqué me quieres a mi?, ¿quieres venganza?
-No quiero venganza-rió-creo que aún no lo entiendes-el rubio negó con la cabeza-humanos-susurró acercándose más al escritor.
Yuki estaba demasiado nervioso, no sabía como había entrando ese hombre, sudaba frío y sólo una pregunta giraba en su mente, si no quería venganza, ¿Qué quería?
-Ustedes los humanos creen saber todo, como es Dios, como es el universo, la forma del alma y cuanto pesa pero están muy equivocados-dijo desdeñosamente- y a pesar de que creen saber eso-dijo en tono sarcástico-no saben como enfrentarme a mi; no saben controlar mi decisión y mucho menos saben como soy.
-O sea…-dijo boquiabierta Yuki- o sea que…tu eres la muerte-dijo en un susurró casi inaudible.
El joven Esog lo miró de hito en hito y luego dijo:
-Así es, pequeño-se acercó aún más al escritor para tenderle la mano.
-¿Estoy muerto?-preguntó Yuki con un hilo de voz mientras su rostro se demacraba por aquella noticia y no se percataba de la mano tendida de la muerte- pero yo no puedo estarlo…yo sólo me caí.
-Te rompiste el cráneo-anunció Esog inexpresivo.
-Eso no puede ser, yo estoy aquí sin ningún golpe, estoy respirando-balbuceó con la cara compungida y pálida.
-Observa lo que hay a tus espaldas- Yuki vaciló antes de girar la cabeza para encontrarse a si mismo tendido boca arriba y con un charco de sangre bajo su cabeza. Instantáneamente se puso de pie para alejarse de la escena.
-Estoy muerto-susurró, sus piernas flaqueaban por aquella noticia.
-Ya fue suficiente-lo haló de la muñeca hacia la puerta de la cocina que se encontraba cerrada.
-¡Espera!-vociferó Yuki, soltándose del amarre-tengo que despedirme de Shu, por favor permíteme decirle que lo amo y que siempre lo hice-dijo suplicante el escritor.
Esog hizo una mueca que pareció una sonrisa, miró a los ojos al escritor, el rubio era más alto que él.
-Tuviste dos años para decirle que lo amabas y nunca lo hiciste y ahora que tienes que partir para siempre piensas hacerlo-dijo tranquilamente, el joven tenía una voz dulce; igual a la del joven amante del escritor-ustedes los humanos son divertidos-rió, provocando que Eiri se enfadara-tienen una larga vida para hacer muchas cosas y hasta su fin se les ocurre realizarlas-suspiró-que creación tan curiosa de la naturaleza-dijo antes de dar media vuelta y seguir su camino hasta la puerta-anda Eiri, que no tengo toda la vida-dijo burlonamente, mientras que Yuki bufando lo seguía. La muerte abrió la puerta y fuera de esta ya no estaba la amplía estancia del departamento del escritor, sino un gran tren negro que tenía una puerta de alguno de sus vagones abierta.
-¿ A donde vamos?-preguntó Yuki para después arrepentirse por lo tonta que era su pregunta.
-A dar un largo viaje por tu vida-dijo Esog subiendo al transporte arrastrando la túnica negra que llevaba puesta, al final se extendía una gran cola en donde se formaban rostros que gritaban desesperadamente. Yuki dio un grito ahogado al ver esto, en ningún momento se fijó en eso.
-¿Qué es eso que sale de la cola de tu túnica?-preguntó un pálido rubio.
-Son las almas de los humanos que se adelantan a mi-dijo sin importancia el joven mientras ayudaba a subir a su acompañante-están destinadas a acompañarme por el resto del tiempo-el escritor se fijó que toda la túnica de la muerte estaba formada por los rostros de aquellas personas, sintió pena por ellas. Subieron por fin al transporte que no tardo en encenderse y comenzar el largo recorrido que los esperaba. En el camino Yuki miraba de reojo a ese joven, era increíble que ese pequeño con aspecto triste fuera muy cruel con sus palabras. Esog cruzó miradas con el escritor quien se hizo el disimulado y volteó a ver otro lado.
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