Este es el mundo después de largos años de desolación, un mundo de almas solitarias que buscan sobrevivir día a día. ¿El tiempo? Nadie lo sabe, la única certeza que queda es que la época de gloria de la tierra es solo un mito que hay entre los habitantes.
El agua y la comida es escasa y solo se encuentra en “las haciendas” pequeños paraísos que poseen manantiales único medio para obtener el agua, pero esto solo lo poseen los dueños de aquellas tierras, señores que han hecho valer su ley a la fuerza. Los demás habitantes deben someterse a sus leyes para sobrevivir, haciendo pequeños pueblos alrededor.
En esta época los criminales abundan, pero solo a uno le temen todos los habitantes, solo de él se cuentan historias entre murmullos, es aquel que usa solo un arma y que con solo una mirada conquista a quien sea, su nombre: Heero Yuy, buscado en todas partes acusado de muchos asesinatos, con una recompensa de 1000 piezas de oro para quien lo capture muerto. Son pocas las personas que lo han visto, y aun menos las que han observado su forma de actuar, nadie sabe a ciencia cierta como es, solo sabe que posee en su mano izquierda una cicatriz en medio de la palma y otra en el dorso de esta, cuentan que es de la única herida que ha recibido pero que logro atravesarle la mano, haciendo que no pudiera disparar nunca mas con esa mano.
En una taberna de Cedar, el pueblo mas grande que pudiera existir, casi una ciudad, ya que poseía tres haciendas cercanas: la hacienda Winner, la Chang y la Maxwell esta ultima estaba abandonada, pues su manantial estaba totalmente seco, por suerte las otras dos haciendas tenían la capacidad de satisfacer las necesidades de todo los habitantes, en la taberna se encontraba un joven de aproximadamente 20 años, cabello castaño oscuro, bien parecido, lo que mas sobresalía de él eran sus ojos cobalto, su mirada era fría, una de las empleadas se acerco.
-Cerveza- Dijo aquel joven, la empleada fue por lo que pidio, sin exigirle que le mostrara el dinero como era la regla del lugar, y es que su mirada asustaba demasiado y algo le decía que si le pedía mostrar el dinero acabaría muerta.
En ese momento un par de hombres entraron al lugar pidiendo algo para beber, todos los presentes sonrieron al verlos, pues eran los encargados de encarcelar a Heero Yuy, o mejor dicho matarlo, todos sonrieron menos el joven, sabia que eran astutos y que tenia que salir de ahí antes de ser descubierto.
-¿Cómo van con la cacería Traize y Milliardo?- Pregunto uno de los que bebian en la barra
-Bien, seguimos tras el rastro del infeliz, no creo que este lejos- Contesto Traize.
El joven sonrió sarcástico, -Tienes toda la razón, no esta lejos-Pensó y antes de que la empleada pusiera la cerveza en la mesa- Toma cóbrate- El joven puso en la mano de la empleada una pieza de oro (única moneda en circulación) con la intención de marcharse
-Hey forastero, - El joven volteo ante el llamado- ¿Usted no se ha topado con Heero Yuy en su viaje?
-¿Cree que si lo hubiera visto seguiría con vida?-Contesto el joven saliendo del lugar, todos lo que estaban en la taberna comenzaron a reír
-Es extraño… el sabia perfectamente quien era ¿Por qué no capturarme?-Heero subió a su Jeep para avanzar por aquel camino polvoso que lo llevaría a su próxima misión: eliminar a Wufei Chang, dueño de una de las haciendas que regían aquel lugar, para después seguir su camino. Había sido difícil aceptar aquel trabajo, aquel pueblo-ciudad había sido su hogar años atrás y ahora regresaba sabia perfectamente lo que significaba: una venganza inconclusa por fin se realizaría, y el estaba dispuesto a que eso ocurriera.
-¿Por qué preguntaste eso? ¿Por qué no simplemente lo detuvimos?-Pregunto el rubio a su compañero, quien volteo a observarlo con una mueca que se suponía era una sonrisa.
-¿Crees que seria lo suficientemente divertido atraparlo así nada mas? No amigo, esto debe de planearse perfectamente, acorralarlo, que sienta que no tiene escapatoria, que nos suplique que lo matemos, que no soporte su existencia.
Milliardo lo observo detenidamente, aun no entendía como era amigo de alguien tan cruel, no mejor dicho sádico, como lo era Traize
-Pero tranquilo Milliardo, no pienso dejar que mate a alguien mas- Traize siguió bebiendo como si nada
Heero recordaba aquellos años que paso feliz lo que alguna vez llamo hogar, de repente los ruidos extraños que provenían de su auto lo sacaron de sus pensamientos, y en un segundo se quedo parado en medio de la nada
-Maldición-Heero murmuro, bajo del auto y abrió donde se encontraba el motor para revisarlo y tratar de repararlo, como siempre lo hacia.
-Levante las manos lentamente y aléjese del auto, amigo esta a punto de ser asaltado-Heero escucho una voz, pero mas que ordenarle parecía que se burlaba de el, se sintió sarcástico, el día de hoy la vida le mostraba lo miserable que podía ser, con la mano derecha busco su arma, no dejaría que un vil ladrón le quitara sus cosas, bajo la tapa del auto en un rápido movimiento para encontrarse con su agresor, pero lo que vio lo dejo rápidamente desarmado.
Frente a el estaba un joven de su misma edad, cabellos castaño claro sujeto por una trenza, con una atrayente figura y unos ojos violetas encantadores, que lo veían, a pesar de la situación, de forma alegre.
-Vamos amigo, no tengo todo el día, levante las manos y aléjese del auto- El joven trenzado traía una escopeta y le apuntaba a Heero, pero aun así sonrió, aquella sonrisa hizo que el corazón de Heero se acelerara- De prisa las manos-El chico insistia en su orden
-¿Matarlo o dejarlo vivir?-En un segundo ese pensamiento paso por la mente de Heero y un segundo después tenia la respuesta.
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