Mis labios acarician con pasión contenida la deliciosa piel de tu espalda y es en momentos como estos en los que me pregunto si es que realmente me excedo demasiado, si no te saturo de mi persona, de mi presencia.
Sacó de mi bolsillo aquel pequeño y barato encendedor que hace tiempo me regalaste y muevo la perilla con el pulgar logrando que la llama se encienda, quemando la punta del cigarrillo que sostienen mis labios. Lo tomó entre mis dedos admirándolo con detenimiento, tanto que pareciera que fuese un objeto invaluable y de hecho, lo es. Se ha convertido en eso y mucho más por la simple y sencilla razón de que has sido tu quién me lo ha dado.
Todo lo que provenga de ti no tiene precio alguno, todo lo que tú representas, lo que eres, cada palabra, cada susurro, cada sonrojo, cada toque, me pertenece. Esas miradas tan tímidas, tan tuyas, esas reacciones involuntarias de tu ser cuando me acerco súbitamente, sin advertencia alguna.
¿Por qué tú me aceptaste verdad Misaki? Me soportaste, comenzaste a amarme.
Yo te amo y nunca dude al decírtelo. Te amo porque no me diste la espalda, no huiste de mi cuando me aferre a tu cuerpo, a tu ser, a tu alma, no me dejaste...
Solo.
Je, aunque prácticamente estuve así la mayor parte de mi vida una vez que llegaste ya no pude acostumbrarme. Parecías emitir una luz blanca y calida que de a poco fue ganando terreno en el interior de mi pecho, curaste mis heridas cuando Takahiro me rechazo, silenciosa, inconscientemente.
Aún ahora, después de casi un año esta tan nítidamente presente en mi cabeza, el sudor que se impregno en tu piel esa vez te toque cuando aún eras para mí un desconocido, el calor, la frialdad de tus labios esa noche de invierno, ese aroma que desprendió tu cuerpo, cada reacción, recuerdo absolutamente todo de la primera vez que te ame como era debido.
Todo lo recuerdo Misaki, todo esta aquí, perfectamente atesorado dentro de mis recuerdos, en un lugar especial, en esa zona donde ni mi cruda niñez, ni mi "vida pasada" tienen asilo. Vida pasada, todo lo que viví en esa mansión, esa cosa que alguna vez llamé hogar, quedo en el olvido.
Toda esa soledad que alguna vez me embargo mientras mis manos se movían ansiosas plasmando en aquellas pequeñas libretas historias de desamor, desconsuelo, trágicas, pero con un final simplemente perfecto, algo que creí prácticamente imposible, hasta que te conocí.
Ya no eran solo el tabaco y el computador aquellas insustanciales cosas que llenaban mi vida, me alejaste de la soledad.
Te volviste tan indispensable.
Antes de tu llegada el mero eco del silencio era mi mejor amigo, mi compañero, la soledad, el perfecto incentivo para torturarme en la sala, atiborrar mi cabeza de recuerdos desabridos mientras aspiraba una y otra vez aquel pequeño cigarrillo, ese adictivo pedazo de filtro vestido de tela blanca que solo lograba dejar un sabor aún mas amargo en mi boca.
Al principio fue un tanto difícil acostumbrarme, lo reconozco, pero es que era un tanto extraño vivir con otra persona. Había pasado prácticamente diez años de mi vida solo y, de un momento a otro, un jovencito vivía conmigo, pero no era cualquiera, eras tu Misaki, el chico, el niño del que me había enamorado.
Muchas personas me seguían solo buscando salpicarse un poco de mi fama pero tú fuiste totalmente diferente, me trataste como a alguien normal, como a cualquier ser humano.
Un punto más a tu favor, más de la mitad de mi corazón perdido.
Cambiaste la visión de mi mundo, me llenaste de ti, me ofreciste lo que por mucho tiempo estuve buscando. Amor, una dulce y caótica relación romantica.
Contigo a mi lado Misaki, no existirá nunca más la soledad.
Fin