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Junjou bloody por LadyHenry

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Notas del fanfic:

Feliz cumpleaños Day-chan, espero que lo pases bien, tengas un año interesante y te guste tu regalo ^^

Junjou bloody

 

Caminaba arrastrando sus pasos vencido por el cansancio, Kamijo Hiroki acababa de salir de una librería de segunda mano, se había pasado tres horas buscando los libros de su lista, finalmente había conseguido encontrar dos de los seis que necesitaba. El tiempo parecía haber pasado volando, eran más de las nueve cuando salió del establecimiento.  Había tenido que caminar un largo trecho hasta llegar al metro, fue en el paseo de la enorme y desierta avenida donde comenzó a notar esa molesta sensación.

 

Podría jurar que alguien le observaba, algo le decía que le estaban taladrando con la mirada, era tan intenso que parecía que estuvieran justo a su lado respirando en su nuca. Pero por mucho que buscara alrededor no había nadie. Dos veces se cruzó con algún transeúnte rezagado, que como él llevaba prisa por regresar a su hogar. Era de noche, y el frío invernal no era buena compañía para un paseo nocturno. Procuraba desviar sus pensamientos hacia temas triviales, como qué prepararía de cena o dónde buscaría los cuatro libros restantes, pero cuando por fin conseguía liberarse de la molesta sensación ésta se intensificaba. Estaba empezando a sentirse desprotegido y paranoico, era un hombre de veintiocho años, no una quinceañera que llega tarde a casa, no cumplía con el perfil de víctima, y si era por los robos tampoco tenía mucho que temer, no era ningún ricachón entrado en años susceptible de ser atacado.

 

Con esos pensamientos se adentró en la estación de metro, sintiéndose arropado  por la gente que viajaba con él. Durante un buen tramo desapareció la inseguridad. Pero al llegar dos paradas antes de la suya volvió a sentirse vigilado. Miró a su alrededor, había dos jovencitos de no más de doce años con su madre, un señor que debía pasar de los cincuenta, una mujer que aparentaba ser de su edad y por último un chico algo más joven, debía estar entre los veintitrés y los veinticinco. Era muy alto, de complexión atlética aunque esbelta, su pelo oscuro contrastaba con la palidez extrema de su nívea piel, pero lo que más llamó la atención de Hiroki fueron esos ojos azules que refulgían en la oscuridad como zafiros. Ahora era él quien estaba observando a otro, se había olvidado por completo de que momentos antes buscaba a su posible mirón particular, porque estaba perdido en ese mar nocturno y turbulento que eran los ojos del joven. Cuando quiso darse cuenta éstos se clavaron en los suyos, ambas miradas se cruzaron congelándose en ese instante.

 

Y de nuevo la sensación surgió, pero esta vez de una manera arrolladora, mucho más potente que ese vago sentimiento de saberse observado. Se sintió desfallecer ante el contacto visual prolongado, se iban despertando en su interior sentimientos encontrados que creía imposible volver a sentir, y mucho menos de esa manera tan intensa que nunca había conocido. Por primera vez en su vida dejó de ser dueño de sus actos, perdiendo el control, dejándose arrastrar a dónde quiera que lo estuvieran llevando, en su cabeza iban tomando forma imágenes de algunos lugares conocidos, en los que el joven que estaba mirando aparecía, siempre era de noche, y con su vestimenta elegante pasaba ante él como una exhalación, dejándolo prendado.

 

Un bache lo hizo salir de su ensoñación, a continuación la luz desapareció, sumiéndoles en una oscuridad caótica. Se escucharon algunos gritos de sorpresa y pánico, pero al ver que era un vulgar apagón todos guardaron la compostura y en un tono bajo algunos comenzaron a hablar para calmar los nervios. Hiroki se aferró a la barra de hierro en la que se sujetaba, respirando hondo para intentar asimilar lo que había sucedido con el chico misterioso, en unos minutos recuperó la calma y con ella volvió la agobiante sensación... sintió ganas de gritar, de patear el suelo, no entendía qué pasaba pero si no le ponía fin iba a volverse loco. Detestaba perder el control en cualquier situación, en la universidad le habían apodado como "Kamijo el diablo" por su manera de dar clase. Su carácter irascible y temperamental era temido por los alumnos, un hombre que se hacía respetar hasta el grado de ejercer el terror no podía amedrentarse por algo tan absurdo. Eso pensaba Hiroki, pero su desasosiego estaba justificado, no todos los días uno es perseguido por alguien así.

 

Seguía intentando razonar consigo mismo, sin obtener buenos resultados... cuando ya estaba cansado, y sólo deseaba que los técnicos arreglaran ese apagón que debía sobrepasar ya el cuarto de hora, sintió el tacto cálido de unas manos sobre su cabello, en una lenta y suave caricia los iba revolviendo con gentileza. Hiroki dejó escapar un suspiro de alivio de sus labios, ese toque tan especial había conseguido liberarle de sus tensiones. Lo lógico hubiera sido ponerse a la defensiva, apartarse, puede que incluso gritar amenazando, pero simplemente le gustaba, se sentía conmovido, sin ganas de oponer resistencia, hasta que una voz firme y grave pero igual de cordial que la caricia, le susurró cerca de su oído, golpeando su cuello con un cálido aliento "no te resistas Hiro-san, me perteneces al igual que yo a ti, he tardado en encontrarte mucho tiempo, en el que he soñado contigo, con los lugares en los que estabas y por fin hoy he logrado llegar junto a ti, no pararé hasta hacerte mío, recuérdalo cuando vuelvas a soñarme. Pronto vendré a por ti"

Y como una sinuosa exhalación la presencia que durante unos eternos segundos estuvo a escasos centímetros de Hiroki, desapareció, dejando en su lugar un frío paralizador que envolvía a un confuso castaño, que temblaba aún estremeciéndose al recordar las palabras susurradas con tanto aplomo. Si le hubieran dicho en algún momento que iba a sucederle algo así, no hubiera dudado que su siguiente paso hubiera sido denunciar al acosador, pero en lugar de eso se había quedado clavado en el mismo sitio donde estaba, sintiéndose desamparado ansiando que regresara, en lugar de alarmarse porque lo habían amenazado formalmente. Esas palabras no sonaban amenazadoras, pero si se detenía a analizar las circunstancias y el mensaje era lo que parecía, aún así ¿qué clase de lunático podía jactarse de resultar tan intimidantemente romántico y encantador?

Cuando las luces volvieron Hiroki salió de su sopor y encaminó sus pasos hacia la salida, como un autómata, no pensaba ni reaccionaba al fuerte viento que anunciaba la tormenta, en su cabeza sólo resonaban cada una de las palabras que Nowaki había dicho... un momento ¿Nowaki? ¿Quién era Nowaki?

Nowaki era ÉL, el que le observaba, el misterioso chico del tren, el que le había susurrado amorosamente que volvería a buscarle, porque estaban destinados a estar juntos, porque se pertenecían el uno al otro, era ese chico que le soñaba y con el que a su vez soñaba. Y sabía su nombre, como sabía que cada cosa que había dicho era absolutamente cierta. Aquello carecía de lógica, era irracional y absurdo, su autocontrol intentaba imponerse con todas sus fuerzas, pero por primera vez en su vida comprendía que de nada servirían sus reparos, si Nowaki le miraba a los ojos de esa manera desgarradora. Tenía la certeza de que  simplemente su resistencia se desvanecería y lo peor era que apenas le preocupaba, porque estaba demasiado ocupado sintiendo el dolor de su ausencia, ahora que la sensación de estar vigilado se había esfumado, el vacío que la reemplazaba se tornaba agónico, extendiendo el sufrimiento a cada rincón de su adormecida alma, que empezaba a despertar experimentando sensaciones y sentimientos hasta ahora desconocidos.

 Sumergido en su particular e intenso inicio de enamoramiento siguió caminando hasta su apartamento. Al llegar se dirigió a la cocina por costumbre, la hora de cenar se había pasado, debería estar muerto de hambre, sin embargo lo único que deseaba calmar era su sed, de pronto sentía una sed desbordante, su garganta clamaba por algo que aliviase la sequedad que parecía resquebrajarla. Tomó una botella de agua de la nevera y comenzó a beber con desesperación, tratando de sofocar la angustiosa sensación de acartonamiento que se iba extendiendo por su interior. En pocos minutos terminó de beber el contenido de la helada botella, pero seguía sintiendo sed, no se explica qué le sucedía, pensó que debía estar enfermando y decidió tomar un baño e irse a la cama, para ver si descansando  desaparecían esos molestos síntomas.

El baño pareció apagar esa molesta necesidad de beber, y al descorrer las cortinas para dejar pasar el fresco se encontró con un paisaje espectacular. La tormenta se había desatado por completo, llovía a cántaros, el agua se deslizaba del cielo a la tierra con un ímpetu que rozaba la violencia, arrastrando consigo todo lo endeble. "A un temporal así sólo sobrevive lo perdurable", pensó Hiroki mientras observaba embelesado como el agua arrasaba los débiles obstáculos a su paso, para luego deslumbrase con los rayos y estremecerse por el sonido aterrador de los truenos. Y de pronto la sensación volvió, podía sentir como  Nowaki lo observaba, el azul que se reflejaba en las grises nubes al aparecer los relámpagos le recordaba el de su mirada profunda y turbia. Lo sentía cerca, podía jurar haberle vislumbrado en una borrosa figura que se desdibujaba bajo la lluvia, de pronto ya no sentía temor, un extraño y agradable calor brotó en su pecho calmando sus ansias, y decidió acostarse porque sus fuerzas no daban para más, el sonido de la lluvia actuaba como una inquietante canción de cuna entre cuyos acordes se entregó a un profundo sueño. Lo último que recordó haber pensado fue una frase que salía de los labios de Nowaki "duerme Hiro-san, pronto calmaré tu sed, descansa".

Entre sueños Hiroki se removía intentando alcanzar a esa figura que caminaba con paso ligero por la avenida, rodeada de una multitud de gente. El chico era notablemente alto, su cabello oscuro resaltaba  entre los viandantes. Esta vez era Hiroki el que lo perseguía, quería llegar hasta él, pero por mucho que se esforzara siempre se quedaba unos pasos por detrás, lo suficiente para estar a poco de tocarle, pero siempre se interponía alguien que le cortaba el paso rezagándolo. Por momentos se asfixiaba en su carrera, negándose a aminorar, necesitaba ver sus ojos, oír su voz, no iba a rendirse tan fácilmente, iba a lograr llegar junto a él fuese como fuese. No se permitiría perder al único ser que había logrado hacerle suspirar. Ahora se encontraba en un callejón, Nowaki caminaba de manera más relajada, estaba seguro de que por fin podría llegar junto a él, y fue entonces cuando el joven se giró, clavando sus pupilas en las de su perseguidor mientras en sus labios se dibujaba una cálida sonrisa... un sonido ruidoso y repetitivo se iba filtrando por los oídos de un somnoliento Hiroki, arrancándolo de los brazos de Morfeo para devolverlo a la cruda realidad, donde Nowaki no estaba junto a él. Lo último que pudo hacer antes de despertar fue leer los labios de éste "pronto, Hiro-san muy pronto" y con el desasosiego haciendo mella en su pecho, se levantó mirando por la ventana el enorme arco iris que se dibujaba en el cielo despejado, "la calma después de la tormenta" pensó ensimismado mientras se vestía para ir al trabajo, esa mañana tampoco desayunaría.

La mañana pasó lenta, las horas parecían alargarse sin piedad, y su ansiedad iba acrecentándose. Anhelaba que llegara el anochecer, quería soñar con Nowaki, darle alcance por fin, aunque fuera perdido en sueños. Los alumnos lo encontraban extraño, hasta el punto de preguntarle si se encontraba bien en varias ocasiones, él se limitaba a asentir sin prestar demasiada atención, puede que estuviera distraído, pero sabía que no podía hacer otra cosa que esperar. De nada serviría irse a casa, mejor intentaba mantenerse ocupado aunque pareciese un zombi.

Terminó las clases y pasó varias horas recluido en su despacho, intentando llenar su mente con historias. Al principio le costó mucho concentrarse, hasta que encontró un antiguo libro que estaba escondido entre otros, podría jurar que no era suyo, y no sabía cómo había llegado allí, después de todo la literatura fantástica no era su campo. Abrió el libro y se quedó paralizado por la sorpresa, había una dedicatoria para él: "Hiro-san tú que  tanto amas la lectura, lee esta historia como si fuera la nuestra, deja volar tu imaginación con cada palabra, piensa en nosotros mientras tanto, para que comprendas el irrompible lazo que nos une, uno que ni el tiempo, ni la distancia, ni nadie ha podido romper, el destino nos ha unido y separado,  pero el hilo que nos conecta nunca se ha roto. Esta vez no te dejaré escapar, intenté dejarte libre, pero no puedo estar sin ti, me he vuelto loco tratando de hallarte de nuevo y ahora que lo he hecho, te condenaré al mismo infierno para atarte definitivamente a mí. Te amo, recuérdalo, especialmente cuando te tome y arrebate una parte de ti, cambiándote para siempre. Incondicionalmente tuyo, Nowaki"

Sin más preámbulos Hiroki se sumergió en la lectura, siguiendo todas las recomendaciones que le había hecho Nowaki. La historia relataba cómo dos niños se hacían buenos amigos, a pesar de la diferencia de cuatro años que les separaba. Todas las tardes después de las clases se reunían y leían juntos, al pequeño le gustaban las historias de aventuras, mientras el mayor se decantaba por las de misterio. A medida que crecían se iban haciendo inseparables y empezaban a albergar sentimientos cada vez más profundos el uno por el otro. El mayor se encargaba de mantener las distancias, pues a pesar de que sabía que amaba al pequeño también era consciente de que debía esperar a que creciera más, a que fuera más maduro y supiera distinguir el amor de la amistad. Un verano el menor apareció radiante ante sus ojos, orgulloso de haber conseguido una beca para estudiar fuera. Estaba seguro de que el mayor se pondría contento de que fuera tan listo, quería convertirse en un hombre inteligente y respetado para poder estar a su altura, cuando lo consiguiera ya podría declararle su amor. Y con la idea de mejorar partió al extranjero, pero nunca regresó, y su doloroso recuerdo fue enterrado en la memoria del mayor, que creía que su pequeño era feliz junto a alguien y que le había olvidado. Pero un frío día de invierno en medio de la tormenta unos brazos lo atraparon, creyendo que le estaban atracando y sin pensar en otra cosa que no fuera la pena que le daba no saber qué había sido de ese niño que le robó el corazón, no opuso resistencia, hasta que notó como traspasaban la fina piel de su garganta y le arrebataban la vida. Cuando despertó un fuerte dolor se había apoderado de todos sus miembros, haciendo que se retorciera y se quejara. Sólo recibió por respuesta un "no te preocupes en unas horas se te pasará", y no hubiera sido relevante si el mensaje lo hubieran pronunciado otros labios, pero esa voz... era la suya, era su pequeño quien le hablaba. Abrió los ojos y se topó con él, mantenía el mismo aspecto que cuando se marchó, pero su mirada era mucho más madura que su rostro de eterno adolescente. El chico le sonreía con verdadera alegría, había tenido que pasar mucho tiempo antes de poder volver junto a él, pero no había dudado un segundo en hacerlo suyo en cuanto lo vio. Ahora ya nada podría separarles, no había diferencias de edad o estatus, eran dos hijos de la noche, nada más y nada menos, ahora ya podían amarse sin barreras...

Al terminar la historia un remolino de ideas confusas se agolpaban en el cerebro de Hiroki ¿qué quería decirle Nowaki con el libro? La mera insinuación de que algo pudiera ser cierto le turbaba profundamente. Su lado racional intentaba imponerse desterrando todas esas absurdas ideas, esos cuentos y leyendas urbanas que servían para adornar las noches de brujas poco tenían que ver con él. Suponía que era una jugarreta, cuando le encontrara pensaba pedirle explicaciones. Al instante una nítida imagen se reveló en su cabeza, era Nowaki, vestía un elegante abrigo negro, estaba en mitad de un parque desierto, envuelto en la noche y reía suavemente mostrando unos pequeños colmillos que asomaban entre sus rojizos labios, "no importa cuánto te lo niegues Hiro-san, acabarás en mis brazos", parecía escuchar entre risas.

Molesto consigo mismo por tales pensamientos, y sorprendiéndose al ver que ya estaba oscureciendo, salió de su despacho para encaminarse hacia el metro. Volvía a notar que le observaban, se giró para descubrir al acosador de sus sueños, pero sólo había un barrendero en la solitaria avenida. Reprochándose su falta de cordura llegó a su solitario apartamento, preparando un baño relajante con el que esperaba olvidarse de todo mientras el agua caliente deshacía la tensión acumulada en sus músculos.

Se desnudó con rapidez metiéndose en la bañera, no sabía por qué pero de pronto sentía pudor de que alguien pudiera estar viéndole en esos momentos, removiendo el agua que desprendía un ligero y agradable olor a jazmín fue olvidando esos tontos reparos. Se sentía muy bien estar dentro del agua sin pensar, sólo sintiendo la calidez que le rodeaba. A penas habían pasado unos minutos cuando una voz lo sacó de su estado de letargo.

"Buenas noches, Hiro-san, veo que el baño está siendo de tu agrado", dijo el chico de cabellos oscuros y mirada azul que le observaba recargado en el marco de la puerta con expresión soñadora. Hiroki no podía creer lo que sus ojos estaban presenciando, pero la voz de Nowaki era tan nítida como cuando se produjo su primer encuentro, parpadeaba lentamente para asegurarse de que no era una alucinación, al abrir los ojos su figura seguía allí, con una leve sonrisa al ver el estupor del castaño. Hiroki fue a remojarse la cara con la esperanza de estar soñando, el joven avanzó adentrándose en el baño, cuando volvió a mirar lo vio desvistiéndose junto a la bañera, de una manera calmada y ágil.

-¿Qué demonios haces Nowaki?-preguntó en tono exaltado Hiroki.

-Me alegra saber que recuerdas mi nombre Hiro-san. He notado tu incredulidad sobre mi presencia y me decidí a hacerte compañía para que puedas comprobar que soy real-contestó el joven en tono conciliador.

-¿Cómo has entrado?-siguió interrogando el castaño, mientras desviaba la mirada al ver que ya se había despojado de la chaqueta, la camisa, los pantalones... a falta sólo de la ropa interior.

-Eso es lo de menos, sabes que te he estado observando, ya te dije que vendría a por ti y no objetaste nada, qué más da si entré por la ventana o forzando la cerradura... son meros detalles que carecen de relevancia-afirmó mientras se metía en la bañera provocando que el agua se agitara e Hiroki levantara la cabeza para encontrarse a Nowaki totalmente desnudo, ruborizándose por completo mientras un fuerte cosquilleo se extendía por su cuerpo.

-No era necesario que llegaras a estos extremos para hacerme entender que no eres una ensoñación-protestó airado Hiroki, mientras rehusaba a mirar al resuelto joven que se hundía en el agua por completo, para a continuación cambiar sus posiciones, demostrando una fuerza, agilidad y rapidez fuera de lo común-¿cómo has hecho eso?-volvió a preguntar con sorpresa el castaño.

-De nuevo te fijas en los detalles Hiro-san, ya te dije que eran lo de menos-respondió Nowaki, que ahora se encontraba en el sitio que Hiroki ocupaba segundos antes, rodeando a éste con sus largos brazos, notando como cedía ante sus caricias, hasta que finalmente apoyó la cabeza en el hueco de su cuello al tiempo que exhalaba un profundo suspiro que parecía confirmar su rendición.

-¿En qué debo fijarme entonces?-interrogó un resignado Hiroki, le había quedado muy claro que ante el contacto de las manos del joven por mucho que quisiera no podía resistirse.

-En que estoy aquí para hacerte mío-afirmó con naturalidad, sin sombra de desafío en su tono.

-¿Y cómo lo harás?-replicó Hiroki sonriendo ante tal afirmación.

-Esas cosas no se cuentan Hiro-san se hacen-dijo Nowaki empezando a demostrárselo. El joven alzó a Hiroki dejándolo entre sus piernas, mientras besaba su cuello con estudiada lentitud, notando como el agua se desbordaba de la bañera e Hiroki se estremecía revolviéndose entre sus brazos. Cuando empezaba a notar el olor de la sangre de Hiroki, se apartó del cuello turbado, tomando al castaño por el mentón para voltear su cara y juntar sus bocas en un beso voraz, donde las lenguas ardían mientras se acariciaban con una mezcla de languidez y desenfreno, su otra mano viajaba bajo el agua acariciando el interior de los muslos de un abandonado Hiroki, que se dejaba llevar por la calidez de sus manos y el sofoco que le provocaban esos deliciosos y febriles labios. Pasaron largos minutos reconociendo sus cuerpos a través del tacto, arrancándose sutiles jadeos el uno al otro, a causa de su entrecortada respiración. Su excitación se iba haciendo notar más con cada roce, Nowaki apresaba el miembro de su amado en subyugadoras caricias que lo estaban llevando al límite, cuando una débil aunque firme protesta salió de los labios de éste "vamos al dormitorio" pidió entre suspiros de placer, y Nowaki inmediatamente lo sacó de la bañera, envolviéndolo con una toalla mientras se dirigía a la habitación.

Al llegar al dormitorio lo depositó en la cama mientras secaba con delicadeza las numerosas gotas que se deslizaban por su húmeda piel, provocándole una serie de escalofríos que le hacían agitarse entre sus ávidas manos.

Siguió con la tarea de cubrir de besos el cuerpo de Hiroki, esta vez se detuvo en los pectorales, paseando su hambrienta lengua por ellos, succionando con algo de violencia los endurecidos pezones, trazando el camino hacia el ombligo para ir descendiendo lentamente hasta el abultado miembro que clamaba ser atendido, empezó a lamerlo con la lengua, evitando meterlo del todo en su boca para no dañarlo con sus afilados incisivos, cuando notó a Hiroki más receptivo descendió a la palpitante entrada introduciendo la lengua para comenzar a lubricar la zona, en pocos minutos las caderas de Hiroki marcaban un ritmo acelerado, indicándole junto a sus gemidos que estaba preparado.

Nowaki trepó por la cama, colocándose entre las piernas de Hiroki, se quedaron mirándose a los ojos unos segundos, podían leer con pasmosa claridad cómo se anhelaban y necesitaban, llegando a un nuevo punto de excitación cuya intensidad dolía. Mientras seguían devorándose con la mirada Nowaki empezó a penetrarle, de una manera lenta, sintiendo cada movimiento del interior de Hiroki sobre su abultado miembro, que era apresado con una calidez abrasadora. Cuando estuvo completamente dentro, un suspiro de satisfacción escapó de sus labios, podía oler la sangre en ebullición, estaba haciendo un esfuerzo titánico para no tomarlo por completo. Pero había decido esperar. Empezó  a moverse cuidadosamente, con suavidad, disfrutando del lento vaivén que Hiroki seguía con sus caderas, notando la presión de su interior cada vez que profundizaba las embestidas, cuanto mayor era el ritmo y el alcance de éstas más gemía Hiroki, que estaba totalmente ruborizado con los ojos entrecerrados y la mirada arrasada por el deseo.

No pudo resistirse más, iba a volverle loco el envolvente aroma dulzón de la cálida y espesa sangre que recorría el agitado cuerpo de Hiroki. Ralentizando el ritmo mientras recibía las quejas en forma de gimoteos de su amado, se dirigió a besar el níveo cuello expuesto, arrancando más jadeos de éste, que se dejaba hacer sin oponer resistencia, ni siquiera al notar como los colmillos rasgaban su carne y empezaban a tomar el líquido vital pudo reclamarle. Sólo quería sentir a Nowaki de todas las maneras posibles, adueñándose de él, haciéndolo suyo.

Cuando estaba en el límite Nowaki paró de beber, y comenzó a embestirlo con frenesí, dejándolo sin aliento, logrando intensificar el placer hasta extremos delirantes. De pronto volvió a notar como su miembro era capturado por la habilidosa mano que tanto le había hecho gozar en la bañera, y entonces sus sentidos se nublaron llegando al clímax con una intensidad arrebatadora.

Pasaron los minutos e Hiroki seguía perdido en un mundo de sensaciones, ahora notaba como un ardiente líquido quemaba sus labios deslizándose glotonamente por su garganta. Le gustaba su intenso sabor, bebía con avidez para calmar la sed que volvía a acosarle, como la noche pasada, pero en lugar de sentir alivio, a medida que iba bebiendo esta sed se intensificaba, haciendo que su demandante boca se tornara exigente e insaciable. Lentamente abrió los ojos, dándose cuenta de la comprometedora escena que estaba protagonizando junto a Nowaki. Estaban desnudos, entrelazando sus cuerpos en un abrazo asfixiante, su boca se pegaba al cuello de Nowaki con vehemencia, para beber su sangre, que le resultaba tan adictiva y complaciente como una droga dura. Llegó un momento en que sus sentidos volvieron a saturarse, obligándolo a recostarse en la cama de nuevo.

"Tranquilo Hiro-san, ya fue suficiente, estás preparado para renacer. Ahora sentirás unos dolores algo incómodos, pero pronto pasarán y por fin podremos estar juntos". La voz serena del joven intentaba calmar su ansiedad, lo que le había dicho era cierto, uno agudos dolores agarrotaban sus miembros, haciendo que se retorciera. Duraron algunas horas que se le hicieron interminables, sólo las caricias que le propinaba Nowaki, que estaba tendido a su lado vigilándole, le producían cierto alivio. Se notaba muy cansado, por no haber dormido ni comido, por haber tenido una maratoniana sesión de sexo, poco a poco el dolor se fue desvaneciendo para dar paso al sueño, que pesaba sobre sus párpados de manera implacable, se dejó dormir entre los brazos de Nowaki, sintiendo su cálido aliento y sus suaves caricias.

Al despertar se encontró de igual manera, atrapado en esos fuertes y delicados brazos que lo rodeaban con cuidado, como si fuera un tesoro de incalculable valor que debía proteger. Se giró quedando cara a cara con el joven, adentrándose de nuevo en su turbia mirada.

-¿Y bien?-preguntó Hiroki en un tono tan suave que podría haber sido un inaudible murmullo.

-Ahora eres mío Hiro-san, ya no hay nada que nos separe.

-¿Me llevarás contigo?-dijo apegándose más al cuerpo del moreno.

-Sí, iremos a dónde quieras, somos libres para amarnos ¿a dónde quieres ir Hiro-san?-interrogó el joven con curiosidad.

-No me importa mientras tú estés a mi lado-respondió el castaño con aplomo.

-Te amo Hiro-san y no dejaré que nadie vuelva a interponerse entre nosotros.

-Yo también-sentenció Hiroki resguardándose en el cuello de Nowaki, aspirando su embriagador aroma, estrenando sus recién adquiridos colmillos al traspasar la delicada piel que cubría su yugular...

 

 


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