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Bonanza por pessova

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Notas del fanfic:

AkuRoku

PROLOGO.
“Ni oso preguntar con mi celosa mente
dónde puedas estar, ni en qué supuestos asuntos,
sino como triste esclavo espero sin pensar en nada
salvo en qué felices haces a los que, donde estás, te rodean.”
William Shakespeare.

Si, Claro.

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1. – Cómo recuperar un celular perdido

Afortunadamente, se acercaba primavera, anunciando el calentamiento de lo que había parecido el invierno más frío de su vida. No solo nevó, lo que calló fue una ventisca. Y estaba de más agregar que en cualquier parte estaba malditamente frío.
Apagando su cigarrillo contra la nieve que cubría el suelo, Axel no pudo evitar sonreír al ver la nieve cubierta de cenizas. La ventisca aumentaba y él ya empezaba a incomodarse por el frío.
Tal vez si se apresuraba, lograría llegar antes de que las cosas se volvieran problemáticas.

Bajando los últimos escalones de la puerta de entrada, se despidió de su amiga quien lo resguardaba con una mirada preocupada. - ¿Estás seguro de que no quieres que te lleve? – insistió la mamá de Naminé por enésima vez. Sonriendo, negó con la cabeza, y con las finales palabras de partida, comenzó su camino hasta doblar en la siguiente esquina.
En sus 17 años no recordaba haber vivido una noche más fría que aquella, y a diferencia de sus compañeros de clase el no comentaría que debido al frío estaban llevando ropa interior térmica, ya fuera para divertir, o hablando en serio.
Ahogó una risa, con solo recordarlo. Lamentó no haber comido más durante la cena, al ver que todas las tiendas ya estaban cerradas. – Daría lo que fuera por un Mokka. – suspiró Roxas pesadamente, distrayendo su vista del frente por un momento.
Un momento fue suficiente para que no pudiera esquivar a otra persona igual de distraída que iba cruzando en la esquina.
- ¿Qué te pasa? ¡Fíjate por donde vas! – bramó Roxas, buscando el rostro de la persona con la cual tropezó. Su rostro se encontró con unos ojos verdes, que lo miraban tranquilamente. Roxas no podía despegar la vista de aquel sujeto. No entendía porque, pero aparentemente lo mismo le sucedía a aquel hombre. Pero más allá de ello, lo que Roxas no entendía era que, o la ventisca se había detenido repentinamente, o había comenzado a ver la caída de los copos de nieve en cámara lenta.
Sacudiendo la cabeza, se levantó rápidamente y siguió su camino a casa. Axel frunció el seño y levantándose también se quedó mirando. – Te tropiezas con alguien y ¿no dices nada? – preguntó indignado Axel, arqueando una ceja. Roxas se detuvo riéndose.
- ¿De verdad te importa si me disculpo o no? – preguntó sarcásticamente. La ceja de Axel viajó un poco más arriba. – Si no me importara, no te reclamaría… - respondió sonriendo de satisfacción. Suspirando pesadamente, Roxas se volteó por completo para verse de cara a cara con el otro chico. – Bueno, lo siento. – respondió, acentuando odiosamente las dos ultimas palabras. Axel volteó la vista, entretenido. – Yo también lo siento. -
Roxas volvió a apresurarse en su camino a casa, ya era tarde para andar afuera con el frío que hacía. – Oye, niño. – escuchó una voz llamándolo fuertemente. Frustrado volvió a detenerse.
- ¿Qué? – Roxas miró impaciente su reloj. – ¿Qué demonios haces afuera a esta hora? -
Roxas no podía creerlo. El sujeto tenía que ser un imbecil, si era que no se daba cuenta que era por su culpa que todavía estaba parado en la acera a mitad de camino de su casa.
- Tratando de regresar a casa. - bramó Roxas. Axel ahogó una risa, y bajando la vista por igual a su reloj, leyó como el verde lima dictaba las 11:46. Levantó la vista de nuevo al frente pero el chico ya se había ido.
- Ni siquiera le pregunté su nombre… - dijo por lo bajo, sacando un nuevo cigarrillo de la caja, resguardando la llama cuidadosamente entre sus manos. – Ni que me lo fuera a dar. – rió Axel.

Roxas estaba sorprendido de lo solitarias que se volvían las calles durante los últimos días de invierno. Estaba completamente desolada. Tan vacía como la cuadra anterior, la anterior a esa, y sin falta, la siguiente. Su casa aguardaba un poco más adelante, parecida a las otras que la acompañaban en la manzana. Buscando las llaves en su bolso, las encontró rápidamente gracias a todos los llaveros que le regalaban sus amigos. Casi inmediatamente, un samoyedo que de haberse levantado en dos patas hubiera podido pasar a su dueño, se acercó a acompañarlo. – Hey, ¿Cómo estás? – saludó acariciando la cabeza de el perro.

- Hey Demyx, ¿que hora es? – preguntó Zexion asomando su cabeza por el marco de la puerta. Demyx se encogió de hombros sin levantar la vista del televisor. Sacó su teléfono celular, y en la pantalla principal, el reloj decía que ya eran más de las 12. – Hora de que llegue. – contestó Demyx, sabiendo que la única razón por la que Zexion preguntaba la hora era porque Axel aun no había llegado. Como si estuviera sincronizado, el sonido del seguro de la puerta siendo abierto inundó rápidamente el apartamento entero. – Vaya que es ruidosa esa cosa. – dijo sorprendido Demyx apagando el televisor. Adelantándose a Zexion, se apresuró a la entrada para recibir a Axel. – Cuidado, Mamá Zexion está molesta. – dijo riéndose.
- Axel, ¿ya viste la hora? – preguntó Zexion que iba llegando de la sala. El pelirrojo se limitó a asentir calladamente. – Axel, hay una tormenta afuera, así que no puedes andar hasta estas horas merodeando como vagabundo por ahí. – Axel volvió a asentir, sintiéndose como un niño de preescolar al que estaban regañando por empujar a su compañero del tobogán. Claro, el era el que siempre los empujaba. – Yo sé, Zexion… No te portes como mi madre. -
- Axel, te lo digo como amigo… es muy peligroso hacer eso. – insistió Zexion buscando el apoyo de Demyx. – Si, además te necesitamos para pagar la renta. – apuntó Demyx. Axel ahogó una risa; ese comentario se lo esperaba. – En serio, yo todavía no he terminado de pagar los arreglos de mi guitarra. – añadió.
- Como sea, nos dirás ¿Qué hacías afuera? – preguntó Zexion. Axel no dijo nada, desviando su vista de Zexion hacia la izquierda. Demyx suspiró. – Al menos dinos por qué tardaste tanto. – pidió Demyx, haciéndole señas de suplica a Axel de que respondiera, que quería irse a dormir.
- Me encontré algo interesante en el camino… creo. -
- Bueno asunto aclarado, ¿No Zexion? Apuesto a que si. – clamó Demyx empujando a Zexion a lo largo del pasillo, tratando de lograr que se acabara el interrogatorio. Zexion se dio por vencido y sin nada que decir entró a su habitación. Axel y Demyx intercambiaron miradas de asombro, para al unísono ahogar una risa e irse cada uno a su habitación.

Hundiendo sus manos dentro de sus bolsillos por quinta vez, Roxas no encontró más que el espacio vacío, y los envoltorios de dulces que no se había molestado en lanzar a la basura.
Odiaba esperar. Naminé había insistido en que la acompañara a una tienda en el centro de camino a casa, y allí estaba esperando por la pequeña niña.
Su cabello rubio claro, se asomó entre la multitud, con sus libros sostenidos fuertemente entre sus brazos. Aliviado se levantó a iniciar la marcha con ella. – Perdón por tardarme. – se disculpó Naminé. Roxas negó con la cabeza. – No importa, pero ¿Qué te retrasó? – preguntó Roxas. Naminé lo miró confundida. – ¿No recibiste mi mensaje? – le preguntó, extrañada.
- ¿Mensaje? – repitió entre dientes, pasando rápidamente su bolso al frente para buscar su celular. – Entonces esto era lo que me faltaba. – dijo como si hubiera puesto la pieza que llevaba buscando de un rompecabezas. Naminé no salía de su confusión. - ¿Pero donde podrá estar? – siguió murmurando por lo bajo. Se despidió de Naminé, diciéndole que saldrían otro día. Llegó a casa más rápido que cualquier otro día, o eso aseguraba él.
En las gavetas de su cuarto no estaba, ni debajo de la cama ni encima. Dentro de los armarios tampoco. Y después de 10 minutos de búsqueda decidió que el aparato no se encontraba en su casa. Pero entonces, ¿Dónde?
Corrió a la sala, por el teléfono, y marcó su propio número. Bajo el molesto sonido del beep de espera, sentía que se desesperaba milésima por milésima de segundo que pasaba. - ¿Si? – contestó una voz al otro lado de la línea. – Tienes agallas para contestar mi celular. – dijo Roxas, fríamente. – Ladrón. – bramó segundos después.
- Oye, espera. ¿Ladrón? Tú eres Roxas. ¿Cierto? – Roxas se quedó callado unos segundos, tratando de descifrar quien era. – ¡Ah, tu eres el loco de anoche! El obsesionado con las disculpas. –
- Axel. – interrumpió el hombre al otro lado de la línea. – Ah? – preguntó Roxas incrédulo. Se escuchó claramente como alguien vaciaba todo su aire en un largo suspiro. – Mi nombre, Axel. – Roxas volteó la vista ante el comentario. Eso era una perdida de tiempo. – Eso no importa, yo lo que quiero es mi celular. – insistió Roxas. Axel ahogó una risa. – ¿Y yo que? Yo no te lo robé niño, es tu culpa por ser descuidado. – molestó Axel.
- Da igual, tu dime el lugar y yo te llevo tu carcacha; enserio niño necesitas uno nuevo. Roxas se estaba sobrecargando de rabia, y si no fuera porque sabía que el sujeto le llevaba una buena diferencia en altura, se hubiera prometido darle una buena paliza por ser tan imbecil.
- ¿Conoces el parque que esta a unas 2 cuadras de donde nos tropezamos ayer? – suspiró Roxas, derrotado. Axel hizo un sonido desde el fondo de su garganta, que Roxas imaginó que era un sí. Así que después de volver a repetirle el lugar trancó el teléfono. - ¡Miria! – llamó Roxas antes de salir, el enorme samoyedo segundos más tarde ya estaba en frente de él.
- Vamos al parque. – dijo enganchando la correa a su collar.
Había alcanzado a enterarse de que su nombre había sido descubierto por estar escrito en la pantalla... por supuesto, era tan obvio pero el no lo recordaba.
- Debería estar por aquí. - murmuró Roxas dándole vueltas a los alrededores del parque con la vista. Una llamativa cabellera roja se atravesó en la vista, si lo detallaba bien, su cabello parecía estar en llamas. Cuando Axel estuvo parado frente a él, Roxas notó que también tenía unos tatuajes en forma de lágrimas debajo de cada ojo. – Hola. – saludo Axel sonriente extendiéndole su mano. – Hola. – dijo Roxas también, aunque ni la mitad de alegre que el hombre frente a él.
- Ya tengo que regresar a casa, así que, devuélvemelo. Por favor. – dijo Roxas, evitándose otra lección de modales. – No te preocupes, yo te lo doy, pero primero te invito a tomar un Mokka. – ofreció Axel sonriente.
- ¿QU…? – gritó Roxas atónito. – ¿Acaso no me entiendes? – intuyó Axel en un tono burlón.
- Claro que sí, pero ¿Para qué? – Axel volteó la vista, cruzando sus brazos sobre su pecho.
- Anoche, te escuché diciendo que querías uno, así que te invito a tomar uno. – dijo Axel con total naturalidad. Roxas sabía que Axel no le daría su teléfono hasta que aceptara la invitación, así que asintió. – Está bien. – respondió molesto.
Durante el camino Roxas le subió todo lo que pudo al volumen de su iPod, notando por el rabo del ojo que de un momento a otro Axel parecía iniciar alguna conversación, pero después de recibir silencio como respuesta, se dio por vencido.
Axel lo había llevado al café más cercano al parque, que resultaba ser el favorito de Roxas. Aunque ese no era el caso del pelirrojo, que aseguraba que cerca de su casa había uno mejor.
El local estaba agradablemente cálido, sumido en el delicioso aroma de café y chocolate. Roxas se sentó en una de las mesas cerca de la ventana, había tenido que dejar a Miria afuera así que quería estar pendiente. Axel sin preguntar nada se dirigió al mostrador. Roxas suspiró fastidiado, jugando con sus manos sobre la mesa. Una taza fue bruscamente colocada en frente de el, una vez que Axel volvió a la mesa con las dos tazas. El café estaba tan bueno como siempre, y se sentía genial beber algo caliente con todo el frío que hacía. – Entonces Roxas, ¿Qué hacías afuera tan tarde? – preguntó Axel, dejando su taza sobre la mesa, y apoyando su cara en una de sus manos. El rubio se encogió de hombros, bebiendo un poco de su café. – Lo dije ayer. ¿No? Regresando a casa. – Axel pasó una mano por su puntiagudo cabello, luego cruzó sus brazos sobre su pecho, mirando al pequeño impertinente con increíble curiosidad. – Ya se, pero ¿por qué esperaste hasta tan tarde para regresar a tu casa? Si tuvieras un poco de sentido común no andarías merodeando por la ciudad sin un carro a esa hora. -
- Uno. No es de tu incumbencia. Dos. Lo mismo va para ti. No tienes derecho alguno de decirme eso cuando te tropezaste conmigo en plena acera. Y Tres. Si tengo carro -
Axel no pudo evitar reírse, y reclinándose un poco para atrás dejó la taza sobre la mesa.
- Y ya veo de que te está sirviendo. – Roxas lo resguardaba con poca paciencia. Tomando su café rápidamente para poder recuperar su celular y volver a casa. Aun así, había algo que también le creaba curiosidad.
- Y tu… Axel, ¿Qué hacías afuera tan tarde, sin carro? – Preguntó Roxas sonriendo levemente.
Axel frunció el seño riéndose para sí. – Digamos que… desapareció. – contestó tranquilamente.
Roxas no preguntó más, y en el silencio que esperó que durara, llegó al penúltimo sorbo de café. – Huyó de ti… seguro. – dijo terminando lo que quedaba dentro de la taza. Axel se mantuvo callado, centrando su atención en la también vacía taza de café. Interrumpido por una mano que casi le roza la nariz. Roxas tenía su brazo extendido y con su palma abierta y vacía. – Mi celular. -
- Si ya sé. – respondió, introduciendo su mano en su bolsillo, sacando el celular de Roxas. Roxas lo tomó apresuradamente de entre las manos de Axel, como si se le fuera a escapar.
- Te acompaño a tu casa. – ofreció Axel. El pequeño empezó a reírse guardando su celular en el bolsillo de su chaqueta. – Yo creo que no. – negó Roxas con una ligera risa en su voz. No hubo mucho más tiempo para comentarios. El teléfono de Roxas comenzó a emitir el tema más escuchado del último mes. Axel lo miraba divertido, sorprendido de la puntería que tendría la persona que llamaba. – ¿Diga? – preguntó Roxas. Axel ahogó una risa, al ver la cara del rubio; la persona al otro lado de la línea sin duda alguna no era considerada con los tímpanos de Roxas, ya que todo lo que decía se escuchaba claramente a una distancia prudente de él.
- ¡¿Vienes para acá?! – exclamó fuertemente Roxas, indiferente a las miradas que le lanzaron los otros clientes del local. Llevó una mano por su cabello puntiagudo, con preocupación claramente escrita sobre todo su rostro. – Si, ya estoy subiendo al ferry. – respondió tranquilamente la persona. Roxas suspiró sentándose nuevamente en una de las sillas. Este no era su día. – Y… Sora, recuerda que estamos en invierno. Esto no es Destiny Islands. – advirtió Roxas esbozando una pequeña sonrisa. Apretando el botón rojo, cerró cuidadosamente su teléfono guardándolo en la chaqueta. Si lo pensaba bien, le tomaría mucho ir hasta su casa por su carro, y aun más importante, el no sabía llegar al puerto.
Dolorosamente, miró hacia arriba. Axel lo miraba triunfante, eso pensó Roxas. - ¿Sabes llegar al puerto? – preguntó, dejando que sus hombros cayeran al ver como la sonrisa del pelirrojo se pronunciaba. Axel asintió, introduciendo una mano en sus bolsillos, mostrando un par de llaves de las cuales colgaba un llavero de una guitarra. Roxas dio una última mirada hacia arriba, orando para que todo saliera bien. - ¿Podrías llevarme? – pidió Roxas enojado. Axel rió, despeinando el pelo del rubio, recibiendo un fuerte golpe en el brazo por parte del joven.
En efecto, a unas cuadras más arriba, cerca del parque, un auto rojo, como su cabello, estaba estacionado. Roxas se detuvo un momento. - ¿No habías dicho que tu auto desapareció? – inquirió Roxas con mirada sospechosa. – Si… me lo prestaron niño. – contestó Axel abriendo la puerta del conductor. – Deja de llamarme así. – bramó Roxas sentándose en el asiento de copiloto. – Los llamo como los veo, Roxas. -
Sacando sus audífonos de su bolso se detuvo al ver la mirada impaciente de Axel, que lo esperaba con el auto encendido y su mano derecha sobre el volante, la otra mano golpeando al ritmo del reloj el marco de la ventana. - ¿Qué? – reclamó Roxas. – El cinturón. – señaló Axel al lado derecho de Roxas. El joven llevó su vista del cinturón a Axel, estupefacto. - ¿Bromeas? – Axel no hizo ningún gesto, lo miraba firmemente. Rápidamente agarró la tira de cuero y la enganchó en el gancho del lado opuesto. - ¿Feliz?
Encendiendo la radio, Axel simplemente puso en marcha el atractivo auto rojo.
El viaje fue muy parecido a la caminata desde el parque al café. Axel esta vez se mantuvo callado, de vez en cuando comenzaba a tararear, sintiendo que el silencio lo volvía loco. Roxas se veía por su parte muy concentrado en el cada vez menor número de edificios, y en el aumento de pequeñas casas en el paisaje, escuchando lo que fuese que fuera que escuchaba, Axel había notado que de a cada momento presionaba el botón de devolver, y así llevaba un buen rato.
Casi rindiéndose al cansancio, una palmada en el hombro lo sacó de trance. – Ya llegamos. – sonrió Axel, apagando el auto. Renuentemente guardó sus audífonos de vuelta en su bolso, y colgándola de su hombro se bajó del auto, sintiendo la fría brisa del mar. Caminaron hasta las sillas en frente de una cantina pequeña, sintiendo que el pequeño local emitía cierta calidez.
- Roxas, ¿Cuándo llega la persona que viniste a buscar? – preguntó Axel, tratando de acomodarse en las duras sillas de madera. – Partió hace media hora… no se cuanto tarde. – Axel lo miró atónito, apoyando su frente sobre su palma, negando con la cabeza. - ¿De donde viene? – intentó Axel. Roxas miró por unos segundos hacia el mar que se abría más allá del puerto. – Destiny Islands. – confesó Roxas. El pelirrojo se quedó sin aire al escucharlo, desplomando todo su peso, y frustración, sobre la silla. – ¡¿Sabes que el viaje de allá a Twilight Town es de al menos unos 45 minutos de viaje?! – bramó Axel mirando impaciente su reloj. Roxas no dijo nada, solo jugó con sus manos dentro del bolsillo único de su chaqueta.
Desde la pequeña cantina empezó a salir un dulce olor, un aroma que Roxas conocía muy bien. Eran pretzels. Axel atisbaba con rabia la caja de cigarrillos, la vacía caja de cigarrillos. Se levantó y comenzó a caminar, hacia la cantina. Roxas quería probar los pretzels, pero no cargaba dinero con él. Se levantó dudoso caminando sobre los pasos que el pelirrojo había dado segundos antes. Silenciosamente se quedó parado detrás de Axel.
- ¿Qué? ¿También quieres algo? – preguntó Axel, encendiendo uno de sus recién comprados cigarrillos. El pequeño miró dudoso hacia el mostrador. Finalmente asintió con la cabeza.
Axel volteó la vista. - ¿Qué quieres? No tengo tiempo para jugar a las 20 preguntas. – advirtió Axel. Roxas sonrió. – Pretzels. – contestó al pelirrojo. El hombre detrás, tras escuchar las palabras de Roxas se adentró un poco más allá de la vitrina, volviendo con un paquete rojo, que guardaba los frescos pretzels de Roxas. Le agradeció a Axel, y evitando que el chico alto volviera a tratar de despeinar su cabello se devolvió a los asientos de enfrente. El calor del paquete le recordaba a la sensación de la taza de café entre sus manos, solo qué, unos grados menos en el ambiente. Volteó la vista hacia la calle, y se quedó viendo la avenida que en línea recta daba hasta el centro de la ciudad, eso lo aprendió bien, pero una vez que llegaba al centro buscando la calle, se perdía.
En el tiempo que llevaban allí solo había llegado un barco, y este venía desde Hollow Bastion, y habían recibido noticias de que el barco llegaría en unos diez minutos. Al menos no faltaba tanto. Solo un rato más, el regreso a casa, y si tenía suerte no tendría que lidiar mas con el atrevido pelirrojo que regresaba a tomar asiento junto a él. Iba por su último pretzel, cuando el fuerte alarido del micrófono inundó el puerto. Anunciando que el ferry proveniente de Destiny Islands ya estaba llegando, y sin duda, no debía haber nadie en ese lugar que no se hubiera dado cuenta, con solo verlo y el fuerte ruido que esa maquina producía, era bastante notable desde unos cuantos metros de distancia. Roxas se levantó, caminando hacia la zona de embarcación. Que era también de desembarque. Axel lo siguió. - ¿Podrás distinguirlo entre tanta gente? – señaló Axel al ver toda la gente que bajaba del navío. Ahogando una risa, Roxas asintió. – Si ves a un chico con ropa de verano… ese es él. – comentó, dejando que una risa se escapara de sus labios. Miles de pasajeros desfilaban ante sus ojos, todos apropiadamente vestidos, con sus bufandas y abrigos. Axel reconoció casi inmediatamente, en el medio de la lana, un joven que aparentaba tener la misma edad de Roxas o al menos el tamaño, vestido de algodón del cuello a las rodillas, en vista de que hasta usaba sandalias. Creía que eran bromas del rubio, pero por lo que veía era todo lo contrario. El chico, dirigiendo su vista hacia ellos, comenzó a saludar frenéticamente, acelerando el paso, se disculpó unas innumerables veces cada vez que tropezaba con alguien. Aun estando a unos pocos metros de distancia se lanzó sobre Roxas a abrazarlo, gritando fuertemente su nombre. – ¡Sora! Cuidado – dijo Roxas por poco perdiendo el equilibrio,y casi encontrándose con el frío suelo de tabloides de madera que esperaba abajo. Sonriendo abiertamente se disculpó. – Perdón… es que tenía tiempo sin verte. – cuando terminó la oración, llevó su vista hacia arriba, hacia cierto individuo, ciertamente alto que los miraba divertido. - ¿Es amigo tuyo? – le preguntó a Roxas. El rubio llevó su vista de Axel a Sora. – Para nada… ¿Qué tal el viaje? – preguntó sonriente, cambiando el tema. Una palma golpeó fuertemente su cabeza. El sabía sin tener que mover su cabeza que era la mano de Axel. – …l es el transporte. – corrigió sonriendo. Axel puso los ojos en blanco, volviendo a golpear la cabeza de Roxas. Esta vez si volteó a verle la cara, quién con ambas cejas levantadas y una sonrisa estupida le mostraba claramente que la respuesta equivocada le merecería otro golpe. – Si… es amigo mío. – suspiró molesto. Sora rió divertido, junto con Axel, aunque Axel lo disfrutó más. Comenzaron a caminar de vuelta al auto prestado de Axel, que esperaba afuera estacionado a unos 6 puestos de distancia de la entrada.
- Que frío hace. – señaló Sora, temblando. Axel volteó hacia el, sorprendido. – Claro niño, estamos a menos 3 grados. – señaló Axel lanzando su equipaje dentro de la enorme maleta del automóvil. Sora se apresuró a entrar al auto, esperando que detrás de las puertas metálicas estuviera más calido. – Cálmate, la calefacción funciona más que bien. – ofreció Axel al pequeño niño de piel bronceada detrás de su asiento que no paraba de temblar. Roxas se veía divertido con la situación. Y la idea de que el viaje de regreso sería algo más que la radio y Roxas mirando por la ventana indiferente al resto del universo, tranquilizó a Axel, otros 20 minutos con ese niño callado escuchando su música, una y otra vez, iba a volverlo loco.
- Dime, Sora, ¿Por qué tan repentino? – preguntó Roxas volteándose casi por completo sobre el asiento, para hablar con Sora que estaba en el asiento trasero. Sora rió. – Yo le avisé a Cloud, hace unas semanas. Decidimos que sería sorpresa. – aclaró el joven, sonriendo ampliamente, que parecía ser su mayor característica, después de su cabello alborotado. Roxas no podía evitar la risa que se le escapó. – Entonces el quería que llegaras así, porque no te dijo nada del invierno. – comentó en tono burlón. La expresión de Sora era de asombro, como si no lo creyera, pero eventualmente volvió a reírse, diciendo que era algo típico de el.
- No te pregunté tu nombre. – dijo Sora, asomándose a la parte delantera del auto. Axel sonrió levemente. – Axel. Un placer. ¿Sora cierto?– contestó alegremente, preguntándose como sin parecerse en nada al rubio que tenía a su lado, ambos se llevaban tan bien. Sora asintió, regresándose al asiento trasero.
De su bolso, que tenía grabado el nombre de la escuela, sacó un paquete mal envuelto en papel de regalo a rayas. – Perdón por como se ve… Pero yo insistí en envolverlo. – rió Sora, al ver como el había envuelto el regalo. Roxas lo tomó y comenzó a separar las uniones de papel de la cinta plástica, revelando un paquete de sus chocolates favoritos.
- ¿Son esos, no? – preguntó tratando de asegurarse que no trajo los equivocados, como la última vez. Sonrió aliviado al ver como Roxas asentía. Ahora era Axel quien no emitía sonido alguno, como si tratara de no interrumpir la alegre charla de los dos chicos. Tal vez, eso era. Pero Sora parecía no querer dejarlo afuera, así que no paraba de preguntarle cosas a Axel. “Cuanto calzas”, “Que estudias”, “Escuchas este grupo”, siendo esa tal vez la que tuvo más controversia durante el viaje.
- Así que, Axel, ¿Cuántos años tienes? – lanzó Sora desde su asiento. El joven conductor comenzaba a preguntarse si era que el tiempo se le iba más lento o se había equivocado de avenida. – 20, ¿y tú, enano? – preguntó Axel, sabiendo bien después de que una de las muchas preguntas era cuanto medía el, se enteró de que ambos eran bastante bajitos, aunque eso ya lo sabían sin necesidad de medidas. – 17. – suspiró Sora. Axel soltó una risa, posando su vista sobre Roxas, quien notó que la pregunta también iba para él. – Igual. – contestó Roxas.
Poco a poco la velocidad disminuyó, y Axel se detuvo en frente del café. – Aja niño, ¿como llego a tu casa? – preguntó Axel. Roxas que había estado discutiendo con Sora acerca de las competencias de Struggle, fue interrumpido por la mano de Axel que lo sacudía por su hombro.
- Por aquí, cruzas a Market Street, y dos cuadras mas abajo, vuelves a cruzar, en esa calle. – explicó Roxas, haciendo señas con las manos. Axel murmuró algo incomprensible, recobrando la velocidad normal del vehiculo. Los dos chicos notaron que el auto no iba tan rápido como antes. Y mientras para ellos, el poco camino a recorrer se les volvía eterno, para Axel, sin importar cuanto disminuyera la velocidad, el camino se le haría corto.
La tercera casa, después de cruzar en la esquina, era de Roxas. Ambos bajaron emocionados, y rápidamente llevaron el equipaje al pie de la puerta. Sora ya se había despedido de Axel, y esperaba tembloroso en la entrada por su primo, que estaba parado afuera del auto, hablando por la ventana abierta. – Si necesitas algo, mi teléfono, lo anoté en tu carcacha. – ofreció Axel guiñando un ojo. Roxas ahogó una risa, y extendió su mano a través de la ventana. – Lo que tú digas. – contestó, esperando con su mano extendida. Axel sonrió, estrechándole la mano.
- Mejor ve, o se congelará. – Dicho eso encendió el auto y se marchó.
Sacando sus llaves, abrió la puerta de entrada, disfrutando de la calidez de su hogar. Sora entró corriendo, y 5 segundos más tarde Roxas escuchó como gritaba alegremente el nombre de su hermano mayor. – ¡CLOUD! – sin asomarse a la sala, ya imaginaba la escena.
Allí estaba su primo colgado de Cloud, que lo resguardaba con poca paciencia, la cual llegaría a inexistente si no se bajaba de una buena vez. Roxas estaba por saludar cuando su celular sonó. Era un mensaje de Axel.

Roxas lo leyó varias veces, sorprendido de todas las estupideces que había hecho desde que se topó con Axel la noche anterior. Sin mencionar, que esa era la mayor de sus estupideces. El mensaje leía:

“Roxas, ¿Ves que si me necesitas?
Tu perro lo dejaste frente a la cafetería,
por suerte el dueño cuidó de él, según ese viejo, el te conoce,
y me lo encargo a mí. Así que, ¿Cuándo te apetece otro mokka?”
Notas finales: Review plz 8D.

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