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Antes de decir adios. por adanhel

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Notas del capitulo: Este fic sera el primero de una serie de drables originales, donde tratare de mostrar las muchas formas en que se puede amar a alguien.
 

Antes de decir adios

 

La flor del cerezo

 

"El encuentro es tan solo el comienzo de la despedida..."

 

El silencio de la noche era roto por el tenue murmullo de esas palabras, repetidas una y otra vez por un joven que caminaba lentamente por los terrenos del palacio del damyo, acompañadas por silenciosas lagrimas que surcaban sus alabastrinas mejillas.

 

-El encuentro es tan solo el inicio de la despedida...-repitio, pasando saliva con dificultad, deteniendose un momento y recargandose en un viejo arbol de tronco nudoso, abrazandose a el para tomar valor y humedeciendolo con sus lagrimas, temblandole la voz al seguir hablando.-...sin embargo debo ir, no puedo dejarlo.

 

Y ya mas convencido, siguio su camino, ocultandose siempre de los guardias que pudieran verlo y alertar de su ausencia, saliendo de los jardines de la mansion feudal y entrando en los del mejor samurai del damyo, ese que vivia junto a el y siempre  habia servido fielmente, clavando sus negros ojos en el jardin de la entrada, en el pequeño estanque al que daba sombra un cerezo, ahora sin flores, ya que era otoño, aunque cargado de frutos.

 

-Pensar que nunca volvere a verte florecer.-le dijo con voz queda al arbol, acercandose a acariciarlo por ultima vez, soplando el viento y rozando una rama su rostro, como tambien despidiendose.

 

Despues, miro su reflejo en el agua, recordando que el solia decirle que a pesar que sus ojos fueran negros como la noche, eran mas claros y limpidos que el agua de ese estanque.

 

Con cuidado se descalzo en la entrada abierta de la mansion, deteniendose en el umbral y sosteniendose de el, en una arrebatadora y lugubre vision, una destrozada belleza de las cabellos negros, sueltos al vientos, envuelta en un sencillo kimono blanco.

 

Con un suspiro ahogado, se seco los ojos y aliso su ropa antes de entrar en la morada, su verdadero hogar aunque solo fuera en secreto, caminando en la oscuridad sin titubear ni una vez hasta la habitacion principal, sonriendo al ver las paredes dibujadas con ramas de cerezo en flor que tanto amaba, solo uno de tantos caprichos que el le complació, corriendo la hoja que hacia la puerta y mirando al interior.

 

-Koharu...-susurro el hombre que estaba sentado en un futon en el suelo, mirandolo sin sorprenderse de verlo alli.

 

-Seijuro.-respondio el joven, dejando de reprimirse y apurando el par de pasos que lo separaban de él, dejandose caer a su lado y abrazandolo, clavando su hermoso y delicado rostro en su cuello y dejando fluir el llanto que trato de reprimir todo el dia.

 

El samurai abrazo a su joven amo, estrechandolo contra su pecho, bendiendo a la vez que maldecia en silencio su llegada mientras lo dejaba desahogar su pena, sintiendo que la suya aumentaba por ser la causante de la de Koharu, odiandose por hacerlo sufrir, por no haber podido defenderlo, por no haber cumplido con su deber y ahora tener que pagar ambos por ello.

 

Separo de si al joven y le miro con afecto antes de inclinarse a tomar sus labios.

 

-¿Por que has venido?-le pregunto, sosteniendole el rostro entre sus manos.

 

-Antes de decir adios... antes de separarnos... dejame estar contigo una ultima vez.-respondio, controlando el temblor de su voz.

 

El guerrero sintio que se le estrujaba el corazon pero asintio, dejandose arrastrar por los besos desesperados de su amante, por las carcias con que intentaba aferrarse a el esa ultima noche, desesperandose al saberlas inutiles, inutiles como cualquier cosa que pudieran hacer.

 

Por un momento, al ver sus ojos cristalinos y humedos penso en decirle que huyeran, en ponerse su armadura y tomarlo para escapar lejos del poder de su padre, arrepintiendose en el mismo instante, por que sabia que Koharu se negaria para no deshonrarlo, con tal de que no rompiera el codigo del Bushido al que estaba atado, pensaba sacrificar su felicidad.

 

-Quedate conmigo hasta que el amanecer llegue a teñir de luto el dia.-le rogo.

 

-El dia...

 

El perdio la mirada de sus negros ojos recordando dias mejores, dias donde habia la seguridad de que habria otro.

 

-...es nuestra ultima noche juntos.-continuo, sacandolo de sus ideas.

 

-Cuando ya no estemos juntos tu podras seguir adelante.-dijo, abrazandolo con fuerza contra su pecho desnudo.

 

-No. Se lo que quieres decir, pero no sera asi.

 

-Koharu...

 

-Yo solo puedo amarte a ti. A nadie mas le entregare mi amor, mi alma, mi cuerpo. Te amo a ti, y eso no cambiara aunque mueras.

 

-Pero tienes una vida, hace un par de años que dejaste de ser un niño...

 

Koharu lo miro y sonrio cansadamente.

 

¿Que vida creeria que le quedaba luego de darsela a el? Y aunque asi fuera, ¿con que animos viviria luego de que el se suicidara?

 

-Morire de pena.

 

-No digas eso. Haces que mi muerte me sea aun mas dificil.-le reclamo el con dulce reproche.

-Esta bien. Pero si lo hago es por gusto. ¿No me decias que mi voluntad es sagrada?

 

-Asi es.-termino besandolo.-Hare que tu digas.

 

-Hazme tuyo.

 

El samurai tendio al joven sobre el suave futon, mirando su belleza recortada en la luz de la lamparilla, el negro cabello expandido en abanico en contraste con la piel marfilina, la cara aun mas bella con ese dejo de dolor reflejado en sus negros y languidos ojos... separo con cuidado la cinta del kimono para poder abrirlo, mirando la esplendente desnudez de su amado, soltando el propio que ya solo se detenia en su cintura, a medio quitar, y dejandolo a un lado para tomar la pequeña redoma con el aceite aromatico que usaban para eso, destapandolo e inundandose el cuarto con el aroma a madera de sandalo.

 

-Ven.-pidio, extendiendole los brazos y separando graciosamente los muslos para hacerle espacio, buscando su boca con la propia y perdiendose en ella un gemido cuando el introdujo un dedo en su interior para prepararlo, mirandolo y recordando su cuerpo aunque ahora no lo veia, los musculos firmes, las piernas largas, su cara seria que solo sonreia a su lado... sin poder evitarlo, las lagrimas corrieron por sus mejillas mojado sus rostros.

 

Maldijo el cruel destino que los haria separarse apenas amaneciera y sintio celos de la muerte que se llevaria a Seijuro de su fria mano, quitandoselo, aferrandolo como si su propia vida se fuera en ello cuando el unio su cuerpo al suyo, pensando que eso era lo unico que valia la pena, que que le importaba a él el honor si podia amar.

 

Entonces lo miro, y recordo que le importaba por el. Seijuro estaba regido por el honor, por eso no se habia atrevido a pedirle que huyeran, por que seria avergonzante para un guerrero huir de la muerte, e indigno suyo pedirselo.

 

Lo beso y hecho la cadera hacia abajo para acoplarse a el, sintiendo como se movia en su interior, llenandolo fisica y espiritualmente, acariciando con sus finos dedos su ancha espalda, entrelazandolos con sus cabellos, grabando con fuego en su mente todo lo que sentia y veia, su olor y el sabor de su piel, sus palabras entrecortadas y jadeantes diciendole una y otra vez que lo amaba.

 

Gimio cuando el se separo y lo giro para quedar sentados, jalandolo para tenerlo sobre sus piernas y mirarlo a la cara mientras lo hacia suyo, rodeandole Koharu el cuello con lo brazos y afianzando los pies bajo su cuerpo, pegando su delgado pecho al de el para sentir su corazon tan desbocado como el propio, amandose en silencio el resto del tiempo al no tener palabras con que decirse lo que sentian.

 

Al fin, extenuados se dejaron caer sobre el futon, durmiendose Koharu acurrucado en el pecho de Seijuro, abrazado a el, siendo velado por su amante el resto de su insomne noche.

 

Una hora antes del amanecer, el se levanto con cuidado, dejando en el lecho, sin despertarlo para decirle adios, ya que sabia que si lo hacia, el valor le flaqueria al momento de seguir el ritual, vistiendose como este lo pedia y dirigiendose el salon donde deberia llevarlo a cabo.

 

Y cuando Koharu lo busco en sueños y no lo sintio, se desperto sobresaltado, vistiendose lo mas rapido que pudo antes de salir a buscarlo para verlo por ultima vez, maldiciendo por no saber, donde seria cometido el harakiri, corriendo por los jardines hasta ver que de su propia mansion salia una tenue luz de uno de los salones, entrando en el al mismo tiempo que el sol despuntaba en el horizonte, quedandose helado en la puerta al ver como Seijuro descargaba el golpe de su espada contra su vientre, mientras era observado por uno de sus amigos.

 

-Ahh...

 

Un grito ahogado escapo de su boca, distrayendo al samurai que cumplia su ultimo deber, corriendo a su lado y viendo la sangre que manaba de la herida recien abierta.

 

-Vete.-le ordeno al otro samurai.

 

-No puedo, mi señor.-respondio el hombre, cuyo deber era cortar la cabeza Seijuro en caso de que este no tuviera valor para el suicidio ritual.

 

-A Seijuro le sobra todo el valor que a mi padre le falta, y aunque no fuera asi, solo yo puedo tocarlo.-respondio, amenazador, asintiendo el hombre y dejandolo con el herido.

 

-No te despediste.-explico, mirando correr la sangre por la herida en el vientre.

 

-No podia...

 

-Ya no es necesario... este no es un adios.-dijo, besando sus labios, de donde comenzaba a salir un hilillo carmesi, sintiendolo contraerse por el dolor.

 

-El dolor es efimero.-lo consolo el smaurai, viendo su gesto afligido.

 

-La verguenza eterna.-respondio el, completando la ley que regia sus vidas.-Mi amor tambien.

 

-Te esperare.-le aseguro, apartandolo y sacando la espada de su vientre para volverla a meter, clavandola hacia un lado para partirse el higado, sin alcanzar ya a pinchar su corazon.

 

-Nos veremos pronto, mi amor.-susurro entre convulsivos sollozos Koharu, abrazandose al cadaver por la espalda y sintiendo correr entre sus manos la sangre caliente.

 

                                                          &&&

 

-¿Donde esta Koharu?-exigio saber el damyo, en cuanto lo hubieron despertado para avisarle que Seijuro estaba muerto.

 

-Obachama esta perdido,-explico rapidamente el nuevo lider samurai.-sin embargo ya se le esta buscando.

 

El feudal lo vio con un gesto hosco que decia: si no lo encuentras seras el siguiente.

Koharu era su hijo favorito, hijo unico de la unica esposa que amo. Por eso no queria que nadie lo alejara de si, por eso creyó lo ideal, que su mejor hombre lo educara cuando se volvio adolescente.

 

Nunca espero que el maldito fijara sus ojos en su hijo y lo volviera su amante.

 

Sin embargo seria deshonroso matarlo solo asi, por eso le dio una mision imposible de cumplir, para que asi, al fallar, debiera matarse el mismo y alejarse de una vez de su hijo.

 

Asi, regodeandose en su triunfo, fue a ver el resultado de su intriga, asombrandose al entrar y ver abrazado al muerto a su hijo, estando a punto de gritarle que se fuera de alli, cuando vio su rostro, y le dio miedo, por que estaba tanto o mas muerto que el de Seijuro, por lo que temblo cuando este se movio.

 

-No me sirve para tan grande amor, tan corta vida.-penso.-Pronto ire contigo, pero antes te vengare. El mato lo unico que yo amaba, ahora yo hare lo mismo.

 

Separo sus manos de Seijuro,  sintiendo la sangre coagulada entre sus dedos antes de sacar la espada de su cuerpo inerme, clavando sus ojos negros en su padre mientras la levantaba, dirigiendola a su cuerpo, y sonriendo al ver por ultima ves en esta vida a su unico amor.

Fin.

Notas finales: Ojala les haya gustado, hasta la proxima!

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