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I Choose You por Kouryuu Shizuka

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Capitulo 01

Un golpe

Otro golpe

Las manos de aquellos chicos, se movían rápido en la oscuridad que comenzaba a caer sobre la ciudad. Los nudillos desde hacia varios minutos, ya habían tomado un color rosa, que a cada puñetazo, cogían mas color tirando a rojo carmín.

- ¡Dadle bien! - animó un muchacho que tenía el pelo de color rojo, y una pequeña cicatriz en la mejilla - Pagarás por haberme hecho esto... - se acarició la cicatriz

- Tres contra uno... menudos cobardes

El pobre chico que estaba siendo apaleado, habló, y más le hubiese no haberlo hecho, ya que le costo bastante caro. Dejaron atrás los puños, y esta vez se ensañaron con las botas tan pesadas que lucían. El chico del pelo rojo, echó un vistazo a su reloj, y les hizo una señal a sus amigos, los cuales automáticamente dejaron de golpearlo

- Ya es la hora... - señaló el chico - Será mejor volver... en esas condiciones no podrás volver, y así te expulsaran - rió fuertemente - Y te pudrirás en la calle, que ese es realmente tu destino

- Cabrón... - masculló el chico, mientras que escupía sangre al asfalto de aquel callejón

El agredido vio como aquellos cuatro salió del callejón, riéndose a carcajadas. No podía moverse, le dolía todo el cuerpo, pero tenía que hacer un esfuerzo por llegar a tiempo, si no quería acabar como le había dicho aquel estúpido. Intentó incorporarse, sin dejar de lanzar quejidos, aferrándose el estomago con dolor. De un momento a otro sintió como unas manos se aferraban a su espalda, y pensó en aquel instante que aun no se habían cansado de maltratarlo, así que con las pocas fuerzas que le quedaban, se dio la vuelta con rapidez, y trato de darle un puñetazo al que le sostenía.

Al dar la media vuelta, tan bruscamente, el moribundo perdió el equilibrio y cayo al suelo de culo. Había fallado en su propósito de darle un buen porrazo a aquella persona, ya que calculó mal y su fuerza le falló. Por suerte no lo hizo, ya que vio al poco que no se trataba de ninguno de ellos.

- ¿Estás bien? - le preguntó aquel chico que había tratado de ayudarle, tenia un color de cabello especial, era de color plateado claro

- ¿Quién eres tú? - le contestó con otra pregunta, y no en tono muy amable. Después de eso se levanto, apoyándose contra la pared - Tengo que llegar...

- Déjame ayudarte... - el chico volvió a ofrecerle su ayuda, pero un manotazo por parte del herido le detuvo - No estás en condiciones de moverte, sería mejor que te viese un médico - su voz sonó suave y gentil

- Déjame en paz - la de él no sonó de tal manera, y comenzó, paso por paso, a andar hacia las afueras del callejón.

El chico del cabello plateado se quedó viendo como aquella persona, comenzó a andar tan rápido como podía, hacia adelante. No quería su ayuda por ningún motivo, pero no se quedaría tranquilo si no hacia alguna cosa... así que decidió ir tras sus pasos. No le ayudaría cargando con él, pero si sufría algún desmayo o se caía, siempre estaría ahí. Eso seria mejor que nada.

Torpemente andaba rápido. Mascullaba cosas inteligibles por lo bajo. Apretó un poco más el paso, cuando visualizó su objetivo al final de la calle. Al llegar a aquel gran edificio, se apoyó bruscamente sobre las rejas de la entrada.

El chico de pelo plateado, vio como un hombre vestido de uniforme, salía al encuentro de aquel joven, y con una manera muy grosera, le hizo pasar adentro.

- ¡Heiro! ¡Ya es la tercera vez que no llegas a la hora! - le gritó duramente aquel guarda - Ya sabes los problemas que te acarreará dentro

- ¡Señor! - le llamó en un tono educado el muchacho que observaba desde afuera - Yo podría explicarle...

- ¡No te metas! - gritó Heiro al ver lo que iba hacer aquel desconocido por él.

- ¡Vete adentro! - empujó aquel guarda, al chico, dentro del edificio - Y tú será mejor que te vayas a casa - le dijo al chico, y después regreso a su puesto de guardia.

El muchacho se alejó de allí, y antes de que desapareciese del todo, se dio la vuelta, observando aquellos edificios.

- "Orfanato" - leyó en el letrero de la entrada. Puso una mano sobre donde su corazón latía y su mirada se humedeció - Una mirada... llena de dolor... - y el chico prosiguió su viaje de vuelta a casa

*****

Aquella mañana Heiro apenas podía moverse. Había pasado varias horas en la sala de curas del orfanato durante la noche. La enfermera, como todos allí, eran unos insensibles, así que le había causado más daño que aquella golpiza. No quería levantarse de la cama, ¿para qué? ¿Otro día mas en su triste vida? Ojalá su deseo se hiciese realidad y nunca más se pudiese levantar de la cama.

Sus pensamientos fueron interrumpidos, cuando llamaron fuertemente a la puerta del cuarto compartido.

- ¡Dejadme en paz! - gritó Heiro fuertemente, lamentándolo después, al recibir un calambre en la espalda

Sin hacer caso, el que llamó, abrió la puerta, y asomó la cabeza a través de ella con miedo.

- El director te quiere ver - y después desapareció rápidamente, al ver como una almohada se dirigía hacia él

Heiro se levantó de la cama apesadumbrado. Sabia perfectamente de que iría la conversación. Y todo por culpa de Yagisawa... Comenzó a caminar por los pasillos del orfanato que llevaban hasta la dirección. Al fondo de uno de ellos, comenzó a oírse un gran revuelo. Varios chicos, grandes y pequeños, se cruzaron con él, apresuradamente.

- ¡Eh Heiro! ¡Arréglate un poco! Ha venido una pareja para adoptar a alguien - le gritó un chico mientras corría en dirección contraria

- Como si mi a edad fuesen a adoptarme... - susurró mientras llamaba con el puño a la puerta del despacho del director

*****

El encargado de aquel centro en dar las adopciones, se encontraba con una pareja que había venido a visitar a los chicos. No eran muy jóvenes, mas bien estaban entrados ya en edad. Una pareja de abuelitos con un aspecto realmente agradable. Según les había explicado al encargado, no habían podido tener hijos porque ella era estéril, y hasta ese momento, no habían tenido capital suficiente para poder encargarse de otra persona.

La adorable pareja entró a una especie de habitación, guiada por aquel señor de traje gris oscuro. Allí se encontraban los niños y niñas de aquel orfanato, algunos jugando a juegos de construcción, otros a las canicas, y los mas mayores, simplemente charlaban entre sí. Siempre les decían que cuando hubiese alguna visita de aquellas características, se concentrasen en otra cosa, como si ellos no estuviesen allí.

*****

- Me temo que tendrás que abandonar el centro - el director le habló severamente - De un tiempo a esta parte siempre estás dando jaleo, hace una semana el incidente con Yagisawa, y ese corte tan feo que le hiciste en la cara... no cumples los horarios del orfanato, y para colmo llegas anoche en ese estado y tarde nuevamente.

Heiro ni se molestó en replicar. Estaba en un momento de su vida en que ya no le importaba nada ni nadie. Vio de refilón como el director sacaba algo de dinero de un cajón, y se lo ofrecía al chico. Este frunció el ceño, y dio un manotazo al dinero, haciendo que este se esparciese por el suelo. Después salió de aquel despacho, dando un gran portazo con la puerta.

******

- ¿No falta nadie más? - preguntó la dulce señora, al hombre de gris, queriéndose asegurar

- Pues... no que yo sepa - observó el hombre así por encima, y chasqueo los dedos - Ah sí, Heiro, pero no creo que les interese, es un chico muy problemático, y con un carácter muy duro

- Todos merecen una oportunidad, ¿no cree? - el anciano de bigote, habló seriamente al señor de gris, el cual comenzó a sudar rápidamente en vista de aquella pregunta

El encargado, vio por el rabillo del ojo, como si fuese enviado del cielo, al chico mencionado. Rápidamente fue hacia el pasillo, y lo cogió de un hombro, haciendo que entrase en la habitación.

- Suéltame ya joder, me estás haciendo daño -apartó Heiro las manos de aquel hombre, de él

- No seas tan maleducado delante de los señores - le recriminó

- Como si son los reyes... me importa un comino - más grosero imposible

- Qué simpático - la señora hizo una risita leve ante aquel comentario, miró para su marido, y los dos hicieron una leve inclinación

- Jovencito, ¿te gustaría venir con nosotros? - le preguntó la dulce voz del hombre, a lo cual Heiro abrió los ojos de par en par, ante aquella proposición

*****

Un bonito apartamento, dedujo Heiro cuando entró al interior, todo bien decorado en tonos pasteles, desde luego no era lujoso, ni muy grande, por lo que se podía apreciar, pero era cálido, y agradable, como aquella pareja de ancianos.

- Heiro - le llamó dulcemente la señora - Ven por aquí, te mostraré tu habitación - comenzó a caminar por un pequeño pasillo - ¿Te gustaría tomar un baño? Debes de estar cansado, y sería bueno que vieras a un médico, esos cortes del brazo no tienen muy buen aspecto

- La enfermera del orfanato debe de ser carnicera en vez de lo que dice en su placa... - Heiro se llevó una mano al lugar de los cortes mencionados.

La mujer abrió la puerta, y dejo que entrase primero el chico. …ste vio una habitación de paredes blancas, bastante amplia, con una gran terraza, un escritorio con un ordenador, varias estanterías de libros, y algo que le sorprendió: dos camas.

- El cuarto de baño está al final del pasillo - indicó la mujer - Dentro de una hora estará lista cena - sonrió con amabilidad - Habrá okonomiyaki* de verduras, espero que te guste

- Yasashige-san... - susurró Heiro

- Oh, de ninguna manera - movió el dedo con gracia - Llámame Momoe, por favor

- Nunca he probado el okonomiyaki... Momoe-san - se sintió avergonzado el chico

- ¿De verdad? Entonces me esmeraré para que no te decepciones - volvió a sonreír de aquella manera - Déjame tu ropa, pondré una lavadora y así estará todo limpio - cogió la pequeña bolsa que el chico había traído consigo, y salió del cuarto

*****

Heiro se quitó la camiseta andrajosa que llevaba encima. Se suponía que era blanca, pero era solo una suposición... Por unos momentos, sus ojos grises miraron su reflejo en el espejo del cuarto de baño. Desde luego necesitaba una buena ducha. Su pelo azul oscuro estaba bastante tieso. Todo era culpa de aquel horrible lugar, donde pocas veces había agua caliente... y antes de ducharse él, prefería que lo hiciese alguno de los pequeños.

Se adentró en la ducha, y el agua agradable comenzó a caer sobre él, disfrutando cada gota caliente que caía por su piel. Aun no sabía porque había decidido irse con aquella pareja. Quizás fue por la insistencia de esas personas. O no... le habían echado de aquel lugar, que desde que tenia uso de conciencia había sido su hogar, y no tenía donde ir. Pensó para si mismo que esos ancianos podrían haber sido una bendición del cielo, al haber llegado justo a tiempo... pero... aun así desconfiaba.

Salió de la ducha. Parpadeó al ver como la ropa que se había quitado ya no estaba donde la dejó. En su lugar había otra, delicadamente doblada. La cogió en sus manos húmedas, y la acercó a su cara. Olía a suavizante.

*****

- Oh vaya - el señor hizo una mueca de disgusto - Se te ve algo pequeña esa ropa... ya se lo dije a Momoe... Pues nada, listo, mañana iremos a comprarte ropa nueva - sonrió el señor y vio como el chico se mantenía callado, al haber entrado en el salón - Pero siéntate - le dijo al muchacho - Esta es ahora tu casa, puedes hacer lo que quieras, no debes de cortarte, y si quieres algo... pídelo - le sonrió - Y me puedes llamar Yohji, nada de Yasashige. eh

¿Tanta amabilidad? ¿Qué estaba pasando allí? Se sentía incómodo, ¿sería porque nunca le habían tratado de aquella manera?

- Esto... Yohji-san... - articuló palabra por fin - ¿Por qué hay dos camas?

- Tienes razón - el señor miró la hora en un reloj de la pared - Se hace tarde, es extraño que aun no haya llegado, dónde se habrá metido...

Heiro se quedó extrañado ante aquello. Pronto escuchó como la puerta de la casa se abría con fuerza.

- ¡Tadaima*! - se escuchó la voz de un chico desde la entrada

- Okaerinasai* - le recibió la señora, entrando los dos juntos al salón

- Siento llegar tarde, me entretuve en la biblioteca, y después me paré a comprar postre para todos, ¡hay que festejar! - dijo lleno de vida aquel muchacho

- ¡¿Qué?! - exclamó con fuerza Heiro levantándose bruscamente del sillón

- ¿Ocurre algo, Heiro-kun? - preguntó Momoe extrañada

- ¡¿Qué hace él aquí?! - señaló al chico que había entrado tan efusivamente

- Vivo aquí - le respondió él, con una mala mirada - Mi ropa te queda un poco pequeña eh, claro tienes más espalda que yo... aunque no te queda tan mal después de todo - le guiño un ojo burlón

- ¿Pero tú no eres el de ayer? ¿El que me siguió hasta el orfanato?

- Pues sí, Yasashige Shirokaze - se presentó el chico - Pero me puedes llamar Shiro-kun para abreviar, que si no...

- ¡¿Pero qué está pasando aquí?! ¿Es una broma no? - Heiro se estaba poniendo de muy mal humor - ¿Qué haces TÚ aquí?

- ¿Cómo que una broma? - los ojos violetas de Shiro se clavaron en Heiro - Además qué importa eso ahora - sonrío con gracia - Vamos a ser muy felices los cuatro juntos - dirigió su mano hacia el paquete que había traído cogiendo un pastelillo

- De eso na...

- Come y calla - Shiro le había metido el pastellillo en la boca antes de que este acabase su frase - ¿A que esta rico? En la pastelería de la esquina hacen cada delicia... mañana te la enseñare, a sí, ¡vamos a cenar! ¡Huelo a Okonomiyaki!

Heiro se sentía extraño. ¿Qué hacia aquel chico allí?. El estómago le rugía de hambre... lo averiguaría... costase lo que costase...


Fin 01

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