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Unforgivable por midhiel

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Unforgivable

Advertencia: Este fic tiene escenas violentas y una trama muy triste. Sin embargo, el final feliz está garantizado. Si les resulta duro, por favor, no lo lean, que los fics son para entretenerse.

Como muchas veces, mi agradecimiento a Prince Legolas por haber leído esta locura y haberme hecho sugerencias.

Capítulo Uno: La Feliz Pareja Real

Las trompetas de Gondor sonaron impetuosamente desde la Torre de Ecthelion, en Minas Tirith, para anunciar al Rey Elessar, también conocido como Aragorn II, que regresaba a la ciudad después de un mes de ausencia.

Legolas Thranduilion, su esposo elfo y Príncipe Consorte por cuatro años, salió a la explanada del palacio para recibirlo. Tenía una alegre sonrisa, feliz de ver a su marido después de una interminable luna. Él mismo se había encargado de la administración del reino durante su ausencia con la ayuda de Faramir, el Senescal y Señor de Ithilien.

Aragorn cabalgó hasta la explanada frente al Árbol Blanco y desmontó de Bregor, su fiel caballo. Su comitiva lo imitó y entregó los corceles a los pajes que se habían acercado.

-Mi señor – saludó Legolas, asintiendo graciosamente con la rubia cabeza.

Pero sin protocolos, Aragorn lo tomó en brazos y besó apasionadamente.

-¡Ah, mi elfito! ¡Cuánto me hiciste sufrir todo este tiempo! ¡Te extrañé demasiado!

-Yo también te extrañé, mi amor –respondió el elfo, devolviéndole un efusivo beso.

-Está decidido, la próxima vez viajas conmigo.

Legolas sonrió tímidamente.

-Sabes que no puedo dejar a Caladel, mi señor.

-¡Qué va! – respondió Aragorn -. Entonces, nuestro hijo viaja con nosotros. Pero de ustedes dos no me alejaré más ni medio día.

-¡Papá!

Caladel, el pequeño principito de tres años, hijo y heredero de Sus Majestades, bajó a los saltitos las escaleras que conducían al patio con los bracitos extendidos para estrechar a su padre.

-¡Papá! ¡Veniste!

Aragorn lo alzó y acomodó en un brazo.

-Sí, ya llegué – besó su frentecita -. ¿Me extrañaste?

-Ti – el niño echó los brazos a su cuello y hundió la cabecita en su hombro.

-Yo también te extrañé, mucho, mucho. Y a tu ada – apretó la mano del príncipe -. Ahora vamos a entrar y después te enseñaré los juguetes que te traje.

-¿Juetes? – palmoteó Caladel.

-Sí, muchos juguetes – repuso su padre -. Y todos para ti.

El niño soltó un gritito de alegría.

Sus progenitores rieron con su entusiasmo y la alegre familia entró en el palacio.

……………

Apenas Aragorn pudo disfrutar media hora de su familia, cuando ya los cortesanos comenzaron a pedir audiencias. Legolas suspiró, frustrado, y no tuvo más remedio que llevarse a Caladel a los aposentos reales.

El rey ordenó la lista de las personas que pedían audiencia y se sorprendió de leer el nombre de Arwen Undómiel, su ex prometida, con la que había terminado cuando conoció a Legolas.

-¿Arwen Undómiel está en el palacio? – preguntó al secretario.

-Llegó hace un par de días, Su Majestad. Se le concedió las habitaciones de los huéspedes y está instalada allí.

-Llámala, quiero iniciar las audiencias con ella.



……………….

Arwen Undómiel, también conocida como la Estrella de la Tarde, era la hermosa hija de Elrond, Señor de Rivendel, y su esposa Celebrían, única hija de la Dama Galadriel y el Señor Celeborn, Altos Señores de Lothlórien. Había sido la prometida de Aragorn por dos decenas de años hasta que el hombre rompió con ella después de conocer y enamorarse perdidamente de Legolas.

Aunque sabía disimularlo, Arwen nunca se había repuesto de la ruptura. El motivo no era el despecho ni un descomunal amor hacia Aragorn sino la pérdida de la corona de Gondor. Arwen quería ser reina a toda costa.

-Estel – saludó la elfa con una sonrisa zalamera al entrar en el despacho real. Estel era el nombre con que su padre Elrond había bautizado a Aragorn de niño.

-Arwen Undómiel – respondió el rey con una mirada confundida -. Acabo de leer tu nombre en la lista de audiencias. ¿Cuánto tiempo llevas en Minas Tirith?

-Cuatro días.

Aragorn le indicó una silla, ubicada frente a su escritorio, para que tomase asiento.

-¿Y por qué no solicitaste audiencia con mi consorte? Legolas estaba a cargo durante mi ausencia. Él te hubiera recibido y hubiera visto que se te dispensaran honores acordes a tu alto rango.

Arwen se mordió el labio para disimular la muequita de fastidio. Legolas hubiese sido la última persona a quien ella habría recurrido porque odiaba enérgicamente al elfo.

-No se me ocurrió solicitarla –mintió la elfa torpemente y soltó una risita infantil.

El rey enarcó una ceja. El carácter rídiculo de Arwen lo fastidiaba.

-¿En qué puedo serte útil? – preguntó Aragorn para ir directo al grano.

Arwen no supo qué decir. Aragorn le sería útil el día que abandonase a ese inepto de Legolas y la desposara como su legítima esposa. Útil le sería el día que la coronase como reina de Gondor. Útil le sería el día que…

Faramir entró en el despacho sin anunciarse y quedó perplejo de encontrar a la elfa.

-Aragorn, venía a … Lo siento, señora – se inclinó ante Arwen respetuosamente -. Disculpadme, Su Majestad – llamó a su rey formalmente -. Veré de hablaros en otra ocasión.

Aragorn lo despidió con una inclinación de cabeza y se volvió hacia la joven.

-Entonces, Arwen, ¿qué necesitas?

-¿Puedo hacerte una confidencia, Estel? Se trata de una impresión mía y quiero que quede encerrada bajo estas cuatro paredes.

Aragorn se acomodó en su asiento detrás del escritorio y asintió.

-Dime lo que tengas que decirme.

-La última vez que estuve en Gondor, hace ya cuatro años para tu coronación y boda, noté algo que, ¿cómo explicarlo? – se movió en el sillón, nerviosa -. Estel, ¿has notado cómo Faramir mira a Legolas?

-¿Qué tratas de decir?

Arwen bajó la cabeza.

-Faramir mira a Legolas con cierto… interés.

El rey entendió hacia dónde marchaba el asunto y se enfureció.

-Mide tus palabras, Arwen Undómiel, y piensa bien a quiénes estás acusando y bajo qué cargos.

-Aragorn…yo – balbuceó la elfa.

-Te recomiendo que cierres la boca – la cortó el hombre, bruscamente -. No es la primera vez que lanzas esta acusación. Durante el banquete de mi boda bien recuerdo que me llevaste aparte para comentarme exactamente la misma patraña. Ahora lárgate antes de que sea yo quien te acuse bajo los cargos de difamación e injuria.

Arwen quedó de una pieza. Sabía que Aragorn era un hombre celoso que amaba con locura a Legolas pero no esperó una reacción tan cortante.

-Aragorn, yo…

-¡Te ordeno que te marches! – Aragorn se puso de pie y le señaló la puerta -. ¡Márchate ahora!

La aturdida elfa se levantó. El rey la siguió mirando inclemente, apuntando con el brazo hacia la salida.

Arwen le tuvo miedo y no se atrevió a replicar.

-¡Marchate! –el soberano repitió la orden.

La elfa hizo una rápida reverencia y se retiró. Ya en el pasillo, sonrió con malicia. Aragorn continuaba igual de celoso y enamorado, su plan marcharía sobre ruedas.

……..

Un par de horas más tarde, Aragorn pudo al fin reunirse con su familia. Jugó con su hijo, abrazó a su esposo, pero no mencionó nada de la audiencia con la elfa.

Aragorn consideraba a Arwen una persona mundana, vanidosa y algo tonta, y no quería que sus actitudes mezquinas empañaran su encuentro con su familia. El rey no dudaba de la fidelidad de su elfo. Legolas era una criatura demasiado pura, con un corazón tan grande como su belleza, que no le regalaba más que satisfacciones y amor.

-Adelante, Caladel – apremió Aragorn, simulando enarbolar hacia su hijito una espada imaginaria.

El niño que empuñaba una pequeña de madera le saltó encima.

Legolas estaba sentado, lustrando su arco élfico, y sonreía.

-¡Vamos, Caladel! ¡Bien! ¡Así se hace! – felicitó el rey, esquivando las torpes arremetidas del pequeño -. ¡Oh! – se hincó sorpresivamente de rodillas -. Creo que me has dado.

Aragorn se llevó la mano al corazón y cayó histriónicamente hacia un costado.

Caladel que había estado riéndose, se asustó y soltó la espada.

-¿Papá?

Legolas se puso de pie.

-¿Papá? –repitió el niñito, aproximándose a su padre.

Aragorn esperó a que estuviera lo suficientemente cerca para levantarse y acosarlo con cosquillas.

Caladel pasó del susto a la risa en cuestión de segundos.

-¡Papá! ¡Bata! – exigió, retorciéndose.

El rey lo alzó y cubrió de besos.

Legolas no aprobaba las bromas que su esposo solía gastarle a su hijito, más que nada porque al niño le costaba entender que su padre fingía las heridas y sufría mucho al verlo caído, pero no podía dejar de disfrutar de la alegría del pequeño.

-¡Papá! ¡Tu baba pica! –protestó Caladel, entre risas, sobándose la mejilla.

Aragorn dejó de besarlo y lo sentó sobre sus hombros. Caladel palmoteó, orgulloso. Desde los hombros de su padre, todo se veía altísimo.

-Y ahora vamos a cenar – decidió el rey -, ¿qué te parece?

-¡Ti! – el niño palmoteó con más fuerza.

-¿Vienes, Legolas?

El elfo asintió.

-Vamos a cenar juntos y luego continuaré lustrando el arco – anunció el príncipe.

-Bueno – carraspeó Aragorn y le susurró al oído -. Tenía otros planes más entretenidos que lustrar arcos para cuando Caladel se durmiera.

Legolas sonrió travieso, cubriéndose la roja boca con la mano.

-Puedo dejar el arco para mañana, mi señor – concedió y besó los labios de su apuesto consorte.

……..

El hermoso Legolas dormía desnudo sobre el pecho de su esposo, mientras éste lo contemplaba, embelesado. Tomar las riendas del gobierno de Gondor después de la desastrosa Guerra del Anillo no había sido tarea fácil. Había tenido que hacer frente a ciudades y pueblos enteros diezmados, cuyos cimientos había sido necesario levantar desde la primera piedra, a cosechas arruinadas, campos calcinados, sin contar los heridos y, peor aún, los muertos en el campo de batalla.

Aragorn había tenido que reconstruir el reino por completo.

Pero hoy, cuatro años después, ya empezaban a verse los primeros frutos. Gondor estaba renaciendo y recuperando el esplendor que lo hiciera famoso durante milenios. Y todo había sido posible gracias a la sabiduría de su rey y la presencia de su bondadoso consorte.

El soberano había trabajado por sus súbditos y para darle un hogar digno a su esposo y a su hijo. Por su gente y su familia, Aragorn había reconstruido Gondor y lo había hecho prosperar.

Con un suspiro, el hombre recordó el viaje que lo había mantenido alejado por un mes. Había sido doloroso pero había valido la pena porque había sellado acuerdos provechosos para su reino. Pensando en la jornada vivida, recordó la audiencia con Arwen y dispuso que la descarada elfa no permaneciera más en Minas Tirith. Por la mañana le ordenaría que partiera.

Legolas despertó de pronto y bostezó.

-Aragorn.

-¿Qué sucede, mi amor?

Legolas se incorporó para desperezarse.

-Te notó nervioso – advirtió -. ¿Te ocurre algo?

-No – aseguró Aragorn y para confirmarlo le besó la boca -. Sólo recordaba lo mucho que te extrañé. No te vuelvas a separar de mí, Legolas. No permitas que viaje lejos de ti.

El elfo enredó los brazos en su cuello.

-No nos separaremos más, ya nunca más, mi señor – prometió Legolas con su sonrisa cándida y su mirada azul.

El rey comprendió que hablaba en serio y lo recostó con cuidado en el lecho para devorarlo a besos y amarlo como sólo él sabía hacerlo.


…………

Mientras el rey y su príncipe hacían el amor, Arwen cocinaba en una olla un mejunje de hierbas y caldos, que despedía un asqueroso hedor. Una vez que hubo hervido, vertió la mezcla en un mortero y la machacó. Después desmenuzó con los dedos los pétalos de unas flores robadas del jardincito de Legolas que el elfo había tocado y que, por lo tanto, conservaban su esencia, y los añadió al mortero.

Nadie, absolutamente nadie sabía que Arwen había heredado los poderes sobrenaturales de su célebre abuela Galadriel. Poseía un sexto sentido para leer el corazón de las personas y así se había enterado, años atrás, que Aragorn confiaba en Legolas pero también, aunque no lo admitiera, sentía celos. El rey era un hombre celoso con sus afectos por su carácter posesivo y Legolas era su más grande tesoro.

A diferencia de Galadriel, que usaba sus poderes para el bien, Arwen optó por utilizarlos para su propio provecho. Desde la adolescencia, había estado leyendo libros de magia negra e instruyéndose en las artes oscuras. ¿Cómo lo había conseguido? Accediendo a la milenaria biblioteca de su padre en Rivendell.

La elfa machacó los pétalos hasta mezclarlos con el resto de la preparación. Entonces, alzó el mortero por encima de su cabeza y pronunció un hechizo en la lengua de Mordor, una lengua que no se hablaba en Arda desde que el temible Sauron fuera destruido.

-Legolas Thranduilion, Príncipe de Mirkwood y Consorte del Rey de Gondor y Arnor, que tus ojos se cieguen y tu corazón se estremezca ante la presencia de Faramir, Alto Senescal de Gondor. Pierde los sentidos, que se te nuble la razón. Entrega tu cuerpo fértil a Faramir y que tus entrañas cobijen a su heredero. Así llenarás de odio y dolor el corazón de tu esposo y rey. ¡Engendra un hijo, que te llene de vergüenza y enfurezca a Elessar!

Un trueno retumbó y el volcánico paisaje de Mordor que se observaba desde su ventana, fulguró con un resplandor rojizo.

Arwen bebió la repulsiva pócima, que le provocó retorcijones y arcadas, y cayó al suelo, desvanecida, volcando el mortero.

El cielo de Mordor se cubrió de relámpagos bermejos.

El hechizo contra Legolas, Príncipe Consorte y fiel esposo del Rey de Gondor, estaba listo.

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