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Destino por tezcafae

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Notas del fanfic:

Tomo a Sheik como su propia persona. Sí he jugado el juego y sé que es Zelda pero me vale madres xD lo prefiero como él mismo, individual y único xD

Quizás eso podría tomarse como una especia de AU

Notas del capitulo:

Hola, sé que tengo otro fic por ahí que actualizo dos veces al año, pero es que éste salió demasiado rápido y quería postearlo xD Juro actualizar el de spiderman algún día D=

Como este es uno de Zelda (uno de mis fandoms más amados xD) les dejaré el link a un mini fancomic que hice de ellos, aquí en la Y Gallery (mi usuario es arbrenoir):



Bien, ahí pueden leerlo y pueden dejar comentarios por favor xD Ahora sí pasemos a la historia...

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Sheik despertó de golpe, sudando frío y sintiendo un escalofrío recorrer le el cuerpo. Se acomodó pesadamente contra la pared de la pequeña cueva donde había parado a pasar la noche. Puso las manos sobre su pecho, sintiéndolo aún agitado y pesado contra sus pulmones.

Se llevó una mano al rostro, frotándose los ojos con pesadez. Suspiró.

Otra vez volvía a soñar cosas extrañas. Afuera, la luz del amanecer comenzaba a llenar el cielo.

¿Qué día era? ¿Sería ya el momento de parar?

Contemplando desde su escondite el amanecer, el recuerdo de lo que acababa de soñar volvió con fuerza a su mente, como recordándole que existía, taladrándole con las mismas dudas y temores que desde hacía un tiempo lo acosaban insistentemente.

Una mañana soleada, el mercado de la capital de Hyrule, la gente, los olores, los sonidos de la multitud.

Él, en medio de alguna de esas calles perdidas, casas y gente pasando a su alrededor.

Buscaba a alguien, lo encontraba. Juntos volvían al castillo.

¿Por qué soñaba todo eso?

No era como si fuera una pesadilla. En su sueño era feliz. Entonces, ¿por qué lo inquietaba tanto? Quizás era la vaga sensación de saber que era demasiado real, que era algo olvidado, algo que quizás no debería recordar. Algo que sabía que no quería recordar a pesar de todo.

El cielo fue aclarándose rápidamente. Sheik no llevaba consigo mucho, más que las pocas armas que usaba y la manta con la que pasaba desapercibido en los pueblos que visitaba. Quizás su modo de vida se había vuelto más duro, pensó al prepararse para partir mientras borraba las huellas de la fogata que había encendido la pasada noche.

Bien, eran tiempos duros. Y él siempre había aprendido a vivir precariamente, sin preocuparse de las adversidades por que a final de cuentas la mayor parte de su vida había sido así.

Después de todo Ganondorf llevaba ya más de 10 años en el poder, lo que le tomó a él crecer y hacerse mayor en un país devastado bajo aquella cruel dictadura. Sintió un nudo en la garganta.

Sólo hay que esperar, se decía, pronto acabaremos con todo esto...

Todos confiamos en él. Todos daremos nuestras vidas por Hyrule cuando el momento llegue. Todos estamos aquí para hacer volver a la princesa Zelda al trono.


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El lago Hylian estaba particularmente desierto en esta época, el gris del cielo reflejándose en sus frías aguas. Todo parecía más sombrío, y la única casa que resaltaba contra el paisaje era donde vivía el viejo alquimista.

Sheik siguió el camino que rodeaba el lago, escondido entre los peñascos que delimitaban sus límites.

Permaneció escondido ahí, lejos de cualquier mirada inoportuna. Al parecer hoy era el día en que el héroe del tiempo tendría que salir del templo del agua, luego de haber vencido sus peligros y haber puesto a salvo a otro de los sabios.

Hoy era el día en que el lago Hylian dejaría de ser un lugar sombrío y tomado por la mano de Ganondorf para empezar a brillar con la luz que le era propia. Sheik no tenía duda de que era hoy, de que el héroe lo lograría, de que no tendría que esperar mucho más.

Impa le había encomendado esta misión, pero a la vez tenía otras que tampoco descuidaba. Así que en cuanto este templo estuviera liberado él iría como mensajero al reino de los Zoras, a ver a la princesa Ruto. ¿Cuántos de ellos quedaban? Esperaba que los suficientes para poder luchar contra Ganon.

¿Y después? Después seguía el templo de las sombras, del que Impa estaba encargada. Se estremeció por un momento, al pensar en el siguiente obstáculo del Héroe.

Seguramente lo lograría, ponía fe ciega en ello. Pero... si tan sólo pudiera ayudarlo, ser dos en lugar de uno contra la adversidad.

Quizás ese pensamiento era lo que lo venía molestando en realidad. Por que, ¿Qué permiso tenía él para pensar de modo alguno en el Héroe del Tiempo?

Tenía que mantener la distancia.

Pasó horas esperando ahí, escondido. Se hacía de noche y no había señal alguna del héroe. Empezaba a impacientarse, ¿habría ocurrido algo?

Decidió esperar al amanecer. Echó un último vistazo al centro del algo y luego se acomodó lo mejor que pudo entre aquellos peñascos, envolviéndose en la manta y agarrando fuerte el puñal que llevaba consigo.


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Despertó poco antes del amanecer, con el frío del lago calándole en las costillas y las piernas. Había dormido recargado contra la dura roca, despertando a ratos, siempre alerta. Miró de nuevo el lago esperando encontrar algo.

Nada.

¿Qué tenía que hacer? ¿Seguir esperando? Se quedó sentado, con la vista fija en donde se encontraba la entrada al templo del agua. Pasaron dos horas y el sol comenzó a salir. Sintió un hueco en el estomago y se preguntó si podría conseguir algo de comer cerca de ahí. ¿Debía moverse o no? ¿Debería aguantar el hambre otro día más? Le habían llevado tres días de camino llegar al lago Hylia, en los cuales la comida había escaseado bastante y el trayecto había sido más peligroso y áspero que de costumbre.

Se sentía cansado, pero ¿Qué derecho tenía él de cansarse?

Piensa en el Héroe del Tiempo, se decía. Él enfrenta la parte más dura de todo, él debe de estar aún más cansado que tú. ¿Estará herido? ¿Comerá bien? ¿Qué derecho tienes de quejarte, sheikah?

Toda su vida había estado al servicio de la familia real. Siempre había vivido en Hyrule, aunque las historias de Impa sobre sus antepasados se remontaban a pueblos escondidos, retirados del enorme reino al que parte de su gente había jurado servir y al que la otra parte había jurado enterrar en cuentos e historias lejanas.

Y ahora, aquellos otros sheikahs le parecían tan lejanos e inexistentes... sólo Impa y él quedaban sirviendo al reino de Hyrule.

Volvió a mirar con aprehensión hacia el lago. ¿Qué debería hacer?

Últimamente dudaba y divagaba de más. Se esforzaba por dejar su mente en blanco y cumplir como siempre lo había hecho. En verdad se esforzaba y eso era malo. Él nunca había tenido que esforzarse en algo así.

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Quizás era el cambio de temperatura y de presión, por que cuando Link salió a la superficie sintió como si se ahogara y sus pulmones se contrajeran contra su propio esqueleto.

Tosió y salió del lago, empapado y sosteniéndose sobre sus codos y rodillas, intentando tomar aire de manera pausada. Volvió a toser y se dejó caer ahí mismo sobre la hierba, parte de sus botas aún tocando las frías aguas del lago.

Se quedó un momento ahí, mirando hacia el cielo, normalizando su respiración. 1, 2, 3. 1, 2, 3.

Suspiró y cerró los ojos. Tomó una bocanada de aire, intentando hacerlo despacio.

1... 2... 3...

Volvió a abrir los ojos y buscó a Navi con la mirada, pues momentos antes el hada revoloteaba preocupada sobre él. Pero no la vio. Dudando un instante, se levantó pesadamente del pasto para quedar sentado y giró la cabeza buscando a Navi. La encontró revoloteando cerca del único árbol de la pequeña isla. Se levantó sintiendo el peso del escudo y la espada sobre su espalda.

-¿Navi?- llamó mientras se acercaba. -¿Qué haces ahí? -

-¡Link! ¡Mira!- gritó Navi con su pequeña voz. -¡Mira!-

Link se acercó más al árbol y de pronto dudó, dando un paso hacia atrás.

-Héroe del Tiempo...- la inconfundible voz de Sheik le salía al paso. Tragó saliva.

-Es Link... ya habíamos quedado en que soy Link... -

Sheik dudó un momento, intentando ocultar cualquier emoción que le causara volver a oír aquella petición. Se movió para salir de su precario escondite y dejarse ver.

-Veo que has cumplido con tu tarea. -

-Sí... - la voz de Link sonaba cansada. Sheik sintió de pronto una punzada de pena por él.

Pero, este no era el momento para sentir pena, ni tardarse en consideraciones fuera de lugar. Vio cómo Link suspiraba cansado y tiraba a un lado sus cosas para sentarse recargado contra el tronco del árbol.

-Creo...- Sheik dudó un momento.

-Si me enseñas lo siguiente- dijo Link cerrando los ojos. -Podré seguir enseguida. Sólo...- Link se sentía cansado. Sus palabras se desvanecieron en el aire.

-Lo mejor es que descanses un poco...- Sintió cómo Sheik se acercaba y se quedaba unos instantes callado a su lado.

-¿Tienes hambre?- dijo de pronto. Link abrió los ojos para dirigirle una mirada sorprendida.

-Je, sí.. sí, bastante ahora que lo pienso. He tenido que comer pescado todos estos días, pero del malo.- Link le sonrió.- ¿Piensas llevarme a comer a algún lado?

En la cabeza de Sheik sonó una alerta, un gritó ahogado que le decía claramente "detente". Pero le dio más peso al vuelco en su estómago y la cálida sonrisa de aquella persona que realmente no conocía pero que estaba a su cargo de cierto modo... o más bien, al revés.

-Podría ser- se alejó unos cuantos pasos de él. - Pero llegar al lugar más cercano nos llevará mínimo día y medio.

Quizás si decía eso, pensó racionalmente, el héroe vería lo descabellado de la pregunta y se dirían adiós otra vez.

-Bueno y...- se oyó el golpeteo del escudo contra la funda de la espada. -¿Qué estamos esperando? -


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