No sé bien por dónde comenzar. “Por el principio” sería la respuesta de la mayoría, pero no puedo. Me llevaría demasiado tiempo. Y, de todos modos, tampoco puedo asegurar dónde está ese principio: no sé dónde ni cómo empezó todo, sólo sé dónde y cómo terminó. Y lo hizo aquí, conmigo, hiriéndote. Y estoy tan arrepentido…
Jamás tuve intención de hacerte daño. Alguna vez te dije que el día en que lo hiciera me moriría, ¿recuerdas? Pero no lo hice… Porque en realidad no era consciente del daño que te causaba. ¿Cómo iba a serlo, si apenas nos veíamos? ¿Cómo imaginar lo que te dolían mis acciones?
Estoy haciéndolo de nuevo. Una vez más culpo a otros por mis errores; y esta vez intento culparte a ti, te reprocho el haberte dañado. Sé que no tiene ningún sentido, pero todo en mí es tan ilógico. Soy plenamente consciente de que fui yo quien se equivocó. Es a mí, y sólo a mí, a quien tengo que hacer reproches.
Por lo que parece se me da genial culpar a los demás por mis acciones. Por lo que parece, no soy capaz de cargar con las consecuencias de mis actos. Qué egoísta soy. Y cuánto lo siento.
Soy sincero al decir que jamás quise herirte. Nunca, por nada del mundo. Y me está matando el saber que aún así lo hice. Me está matando el ser la causa de tu tristeza, el saber que soy yo quien te hace llorar. Y lo siento mucho.
Hace mucho tiempo que no nos vemos, era algo inevitable; nuestras vidas son demasiado diferentes. Con el tiempo esas diferencias dejaron de importarme, porque cuando estábamos juntos había algo especial. Algo mágico. Tú creabas esa magia. Tu sonrisa, tu voz, el roce de tu piel… Era simplemente maravilloso. Pero yo lo eché todo a perder. Lo siento tanto, mi vida.
Poco a poco fuimos alejándonos más y más uno del otro. Tú querías estar conmigo, hablarme, que te dedicara al menos una sonrisa; pero yo estaba siempre ocupado, siempre tenía otras cosas que hacer. Otras cosas más importantes. Qué idiota, ¿cómo pude pensar que había algo más importante que tú? Tú, lo más importante de mi vida. Cuánto lo siento, amor.
Fuiste tú quien me volvió tal y como soy ahora. Tú me hiciste mejor persona, aún siendo tan distintos como somos.
Todo el mundo dijo que no conectábamos; “¿cómo puedes soportarlo?”, me preguntaban. Y la respuesta era tan simple… “Porque lo amo.” Pero ellos no vieron ese amor, sólo se fijaron en las diferencias. No se percataron de las semejanzas. No entiendo cómo pudieron no verlo… Cómo no notaron esa necesidad uno del otro. Quizá también eso sea culpa mía. Si es así, lo siento.
Aunque, sinceramente, no me preocupaba que lo entendieran o no; nuestro amor era nuestro, única y exclusivamente para nosotros. Teníamos una conexión especial, una conexión física y espiritual que nos unía de una forma mágica, maravillosa. Y yo la destrocé; yo rompí nuestro lazo especial. ¿Y todo por qué? Por mi egoísmo. Por mi estupidez. Lo siento tanto, vida mía…
Tú cambiaste mi vida. Tú entraste en ella y la cambiaste para siempre. Gracias a los dioses por aquella bendita noche en que nos conocimos; ambos debemos reconocer la importancia de esa noche en nuestras vidas: nos cambió a nosotros, pero también a la gente que nos rodeaba. Muchas veces deseé que jamás hubiera sucedido -y sé que tú también-, pero hoy no. Hoy ambos entendemos que el habernos conocido es lo mejor que le podría haber pasado a cualquiera de nosotros. Y lo siento por haberlo estropeado.
¿Cómo pude ser tan idiota? Éramos tan felices, sólo tú y yo… Pero permitimos que otras cosas se interpusieran entre esa felicidad y nosotros; yo antepuse esas otras cosas a nuestra felicidad. Y ahora, justamente ahora, me doy cuenta de que aquellas cosas jamás las necesité. Lo único que necesitaba eras tú, tú que eres mi vida. Y ahora estás tan lejos… Todo por culpa de mi estupidez. Dios mío, lo siento tanto…
Podría pedirte que me perdonaras; tal vez, hasta podría suplicártelo. Pero no lo haré. No tengo derecho a ser perdonado, porque todo fue mi culpa. Mi miseria es únicamente culpa mía, y lo acepto; lo que no puedo tolerar es tu desgracia, pero, desafortunadamente, no puedo volver atrás en el tiempo y cambiar mis actos. Oh, cómo me gustaría poder hacerlo.
Mi amigo, mi amante, mi vida. Estoy tan arrepentido. Todo lo que jamás necesité eras tú, y ahora ya no estás. Ahora estoy solo. ¿Qué se supone que voy a hacer ahora? No puedo vivir sin ti. No sé vivir sin ti. Me siento tan perdido…
Te quiero. Te quiero tanto que a veces me duele el corazón. Créeme, te quiero mucho más que a la vida misma. Por eso mismo no puedo vivir sin ti, porque mi vida eres tú y si tú no estás tal vez yo estaría mejor muerto.
Si estás leyendo esto significa que yo ya he muerto. Siento todos los problemas que te causé. Y, por favor, no llores por mí, no me lo merezco. Ya has llorado lo suficiente. Ahora te mereces ser feliz.
Te quiero Yuki. Y siempre te querré.