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Fuego del corazón por zandaleesol

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Disclaimers: Los personajes pertenecen a JK Rowling, no percibo beneficio económico por este trabajo.

Personajes: Albus Dumbledore/Gellert Grindelwald



Fuego del Corazón



Sentado en su escritorio y sintiéndose un poco más aliviado, observaba aquella pequeña piedra negra partida en dos, tan deseada en esos años juveniles. En aquella época había estado dispuesto a hacer cualquier cosa por conseguirla, y recién ahora lo había logrado, casi al final de su vida. Nadie podía imaginar que algo tan pequeño fuera capaz de tanto, ni siquiera su último dueño lo había comprendido, de ser así ahora aquella piedra no estaría partida en dos, pero no era de extrañarse, Tom nunca había comprendido nada de la vida, jamás lo haría. Pero quizá aquello fuera lo mejor, comprender limitadamente el mundo, la mayoría de las veces comprender demasiado, sentir demasiado sólo causaba trastornos; quizá después de todo aquellos seres considerados inferiores porque no pueden sentir ni pensar fueran en realidad sin saberlo los más felices.


Su ferviente deseo por tener aquella piedra le había nublado la razón en sus años juveniles, tal como lo había hecho ahora, por eso no había pensado que era muy probable que el anillo en que había sido enquistada la piedra llevara una maldición, un gravísimo error de su parte, otro más de los tantos que había cometido a lo largo de su vida, ahora miraba despectivamente su mano ennegrecida; sabía que sus días estaban contados a partir de ese momento.


Aquella piedra que le traía a la mente lejanos recuerdos de su primera juventud. El muchacho apasionado que era por entonces había regresado súbitamente. Severus jamás podría comprender porque había cometido la tontería de ponerse aquel anillo sabiendo que ciertamente debía llevar una maldición pues había sido convertido en un Horrocrux. Lo cierto era que había deseado aunque fuera por un instante volver a experimentar las misma sensaciones vividas aquel verano, el primero siendo un ex alumno de Hogwarts, el primer y único verano vivido con la pasión y la intensidad de amar y sentirse amado.


Sólo ahora, contemplando aquel destrozado anillo comprobaba hasta que punto había permanecido impenetrable el núcleo esencial de su propio ser. Pese a sus largos años de vida, igual sentía que había vivido nada más que miríadas de segundos, pero había sido uno, sólo uno el que había puesto en ebullición su mundo interior, aquel segundo mágico había vivido dentro de él intangible, invisible y de forma tan fugaz que su espíritu apenas había podido calcularlo. Sin embargo su instinto juvenil sí había podido dar cuenta cabal en momento preciso.


El mundo mágico en realidad desconocía todo el secreto de su juventud. Quienes le conocían ignoraban lo esencial, sabían mucho de él y de su vida, pero en realidad nadie había podido llegar jamás a lo profundo de su ser. Durante su larga vida había conocido a tanta gente, había cultivado buenas y grandes amistades que perduraban hasta el día de hoy. Pero había sido una en especial la que había decidido su destino y que ahora teniendo frente a él aquella piedra tan anhelada a sus diecisiete años, le obligaba a recordar, a pensar en él, a evocar a ese que siempre había estado presente en su corazón más que cualquier otra persona, necesitaba recordar, reconstruir otra vez esa página secreta de su vida.

Recordaba nítidamente aquel verano, el primero luego de salir de Hogwarts. A pesar de los años transcurridos aún le causaba dolor pensar en él, Gellert ¡Cuánto lo había amado! Y aunque había sido correspondido aún le dolía el final de ese amor fugaz que vivieran sólo la brevedad de un verano.


Lo había conocido apenas unos días después de regresar a su casa en el Valle de Godric. Desde el primer momento le había impresionado, como nunca antes nadie había podido. Parecía que él había llegado a su vida en el momento preciso, a los menos eso fue lo que pensaba por aquel tiempo. Su madre recién muerta y él debiendo asumir el cuidado de sus dos hermanos, algo para lo que estaba seguro no era él más indicado. Todos sus planes se habían derrumbado tras la muerte de su madre, pero no había nada que hacer, debía asumir la responsabilidad, nadie más podía hacerlo.


Su frustración había sido tremenda, estaba enojado con la vida, con el mundo, enojado con todo. Sus sueños quedarían postergados ¿Por cuánto tiempo? Nadie podía saberlo. Con esa tremenda rabia y esa espantosa disposición de ánimo se encontraba cuando Bathilda le había presentado a su sobrino, Gellert. Con que claridad podía recordarlo, el muchacho era de su misma estatura, rubio y con unos ojos negros tan vivaces y alegres que le dijeron de inmediato que se encontraba frente a alguien muy inteligente, mucho más que la media de los jóvenes de su edad. La simpatía había nacido espontánea y reciproca desde la primera mirada


El muchacho rubio se convirtió en el compañero ideal para esos días tan deprimentes, después de tener que postergar era anhelado viaje a Grecia en compañía de Elphias, su gran amigo. Todo quedó olvidado con la llegada de él, pasaban días enteros hablando de miles de cosas, tenían tanto en común. En su corazón juvenil esa amistad rápidamente dio paso a otros sentimientos, mucho más profundos, tal vez fuera la soledad, quizá la falta de alguien en quien apoyarse, nunca lo supo, pero con asombrosa rapidez toda la intensidad de su juventud se vio volcada en esa amistad, jamás le había sucedido, nunca se había sentido conquistado por nadie, no de la forma en que se sintió conquistado por Gellert. Y con el impulso de esa misma juventud ansiosa sus sentimientos se volcaron en una pasión desbordada que no quiso ni pudo detener cuando llegó el momento.


Flash Back


—¿Por qué vinimos aquí Gell? ¿Qué lugar es este? —preguntó sonriente el muchacho de largo cabello rubio y ojos intensamente azules.

—¿Te gusta Al? Este es mi lugar secreto, siempre vengo aquí cuando quiero estar en paz —respondió el muchacho de ojos negros.

—Es fantástico… la puesta de sol es maravillosa y el aire es deliciosamente cálido.

—Sí… es un lugar ideal.

—¿Ideal? Sí lo es… es perfecto diría yo… sólo que me gustaría saber donde estamos.

—Ya lo sabrás… a su debido tiempo —dijo Gellert con una sonrisa traviesa.

El estómago le daba una sacudida cada vez que veía al muchacho sonreír de esa forma. Nunca nadie antes le había inspirado semejantes emociones.


—Al… quiero pedirte algo que es muy importante para mí, por eso te traje aquí —dijo el muchacho de ojos negros.

—¿Qué cosa Gell?

—Ven conmigo… viajemos juntos, has dicho que estabas a punto de viajar con un amigo a Grecia, pues realizar ese viaje conmigo.


El muchacho de ojos azules se quedó en silencio un momento, no esperaba aquello.


—Gell… nada me gustaría más que irme del Valle de Godric contigo, pero no puedo, que haría con mis hermanos, ellos me necesitan.

—Albus, tu hermano debe regresar a Hogwarts el próximo curso… tu hermana puede venir con nosotros, ahora tú eres su tutor ya eres mayor de edad, nadie puede impedirte que la lleves a donde tú quieras.


El muchacho de ojos azules pareció reflexionar un momento.


—No lo sé…

—Di que sí… di que vendrás conmigo, quiero que estemos juntos… siempre…


Albus sintió un cosquilleo en el estómago, era tan tentadora aquella propuesta, estar con Gellert el resto de su vida y hacer todos sus sueños realidad era lo que más deseaba, pero tenía una responsabilidad que afrontar, no la había pedido y honestamente no la deseaba, pero ahí estaba y no podía ignorarla.


—Mi hermana está enferma, necesita cuidados especiales… no sé si el estar viajando constantemente sería apropiado para ella…

—Yo te ayudaré a cuidar de ella, no será un problema, sólo quiero que estemos juntos… no quiero perderte Albus… te amo —terminó diciendo el muchacho con acento apasionado.


En ese instante no sólo experimentó cosquilleo, sino también los latidos del corazón se le aceleraban, un sentimiento de felicidad se adueñaba de él, Gellert lo amaba.


—¿Me amas?

—Sí… te amo y sé que tú también me amas —dijo el muchacho de ojos negros acercando su boca al muchacho de ojos azules que le miraba con emoción y ternura desbordante.


Fin Flash Back


El primer beso de su vida, el primer beso de amor. Habían pasado tantos años y aún lo recordaba, sí y lo recordaría siempre, porque él sólo había amado a Gellert Grindelwald. Y aunque todos los demás recuerdos se hubiesen ido desvaneciendo aquel seguía vivo y latente en su alma. Aquel amor era el secreto más importante de su vida, nadie lo conocía, sólo su hermano Aberfort, que estaba seguro que hasta el día de hoy no le perdonaba que hubiese deseado abandonarlos por ir tras Gellert.


Se preguntaba si después de tantos años él, Gellert le habría perdonado por todas aquellas cosas, lo recordaría en su celda de aquella prisión que había construido para encerrar a sus enemigos. Tal vez aún lo recordaba ¿seguiría amándolo? De seguro que no, después de todo él lo había vencido. Después de la muerte de la pequeña Ariadna sólo volvieron a reunirse para enfrentarse a muerte, sí, Gellert lo hubiese matado de haber podido, jamás le perdono que él no cumpliera la promesa de ir con él en busca de esos sueños comunes, se había sentido engañado, defraudado, después de cinco años de no verse aún le dolía, siempre se preguntaría si no había influido él con aquella decisión en lo que Gellert se convirtió después, un criminal y un ser tan despiadado como al que se enfrentaban ahora.


No, Gellert después de todo sí había tenido sentimientos humanos, había tenido sentimientos por él. Se habían amado sinceramente aunque después se convirtieran en enemigos mortales, que se habían evitado por largos cinco años. Nadie había comprendido jamás por que sólo después de cinco años él finalmente se había decidido a enfrentar al poderoso Grindelwald, era inevitable nadie más lo haría, era su deber acabar con la única persona que había amado.


Sólo después de un lago rato finalmente volvió al presente, todos esos recuerdos perdidos en la noche de los tiempos le habían traído emociones que creía haber olvidado, no las olvidaría jamás, para él sólo una vez el fuego del corazón se había encendido, un fuego tan intenso que ni el paso del tiempo había logrado extinguirlo realmente, porque hasta el último segundo de su vida seguiría amando a Gellert Grindelwald, ese pensamiento le daba consuelo.


FIN












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