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"Pdt: I Love You" por Nao_Ran

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Notas del fanfic:

En-joy!

=)

 

Notas del capitulo: "Aquí... un Shuichi maduro, perdido y hundido"

“Pdt: I Love You”  

By: *Nao_Ran*  

Capitulo: I       

 

 

 

Ya había pasado mucho tiempo desde que lo pensara por primera vez. Sabía que la vida no era color de rosa y que como seres humanos todos debíamos sufrir, pero a medida que mi dolor se mantenía en mi corazón durante todo este tiempo, más me convencía que yo no había sido creado para el dolor.   

 

Yo miraba su rostro mientras cenábamos, en silencio. Me concentraba en sus hermosos iris color oro sin tener la intención de hacer otra cosa. A ratos, debía asegurarme que estaba respirando... pues con él enfrente de mí, hasta aquella acción básica para un humano se me olvidaba.     

 

Su belleza era, para mí, ultra terrenal. Su cuerpo era perfecto en todo el sentido de la palabra. Su voz, tan hipnotizadora que generalmente me costaba concentrarme en el sentido de sus frases dichas a mi persona. Yo me quedaba pegado viéndolo mover los labios de seda, escuchando la melodía de su voz, como si fuera un placebo que me mantenía flotando en un universo rodeado de nubes y, por supuesto, él. Su piel era de un blanquecino exquisito, suave y perfecta. Costaba trabajo pensar que le pertenecía a un hombre, pero estaba seguro de que ni la mujer más hermosa del planeta podría tener una piel como la suya.    

 

Él es todo perfección y tan etéreo que en muchas ocasiones me quedaba despierto durante toda la noche, mirándolo sin cansarme, rindiéndome al culto de ser poseedor de su cuerpo en tantas ocasiones que ya había perdido la cuenta, y asegurarme de que sí existía y que no era producto de mi imaginación.   

 

Cuando lograba dormir y abría los ojos por la mañana y no lo sentía ni veía a mi costado, la angustia y el miedo se apoderaban de mí, salía de la cama en menos de un segundo y lo buscaba por cada rincón del apartamento. Solo cuando mis ojos se encontraban con su espalada desnuda, el espíritu me volvía al cuerpo y así podía calmar mi corazón.   

 

Era tan grande mi obsesión por él que yo era la única persona de este mundo que lo divinizaba –y de eso estaba completamente seguro– hasta el extremo de convertirme en pecador minuto tras minuto, solo para poder implorar el permiso de su redención... aquel sacrificio carnal que, para mí, era la copia feliz del nirvana al que Buda había accedido con solo meditación, pero que yo alcanzaba con uno solo de sus besos, con solo una de sus apasionadas caricias.   

 

Y mientras hacia un recorrido mental por su escultural figura, él me miro, con cierta cara, tal vez pidiendo explicaciones.  

 

Pero yo no le sonreí en respuesta. Solo suspire pesado para luego levantarme de aquella mesa y caminar en dirección a la salida de esa elegante cocina. 

  

–No has comido nada.–le oí decir, pero yo estaba seguro de que no había volteado su rostro para hablarme.   

 

–No quiero comer.- le respondí simplemente, para salir de ese lugar, sin mirarlo tampoco.   

 

Entonces me detuve en medio del pasillo y escuche de la manera más clara y nítida posible como mi corazón se destrozaba un poco más, haciéndame olvidar, nuevamente, que debía respirar.   

 

Negué con la cabeza un par de veces mientras mi mano, en forma de puño, hacia el estúpido intento de abrir mi pecho y sacarme el corazón. Era tanto el dolor que no podía pensar en otra cosa. A pesar de que yo había visto sus divinos ojos hacia escasos minutos, el peso del dolor y el sentimiento de oscuridad los habían borrado absolutamente de mi cabeza, haciéndome desesperar de agonía.   

 

Yo no podía sobrevivir en este frío y cruel mundo si no miraba sus ojos. No podía vivir sin tocar su piel de mármol y respirar su aroma, que era el único aire que en verdad deseaba que recibieran mis pulmones.   

 

Eiri era el centro de mi universo, mi persona más amada en el mundo. Mi amor en esta vida, en la siguiente y en todas las que vinieran después de esa.   

 

–Shuichi...   

 

Escuche a mi espalda. Yo solo baje mi mano y seguí mi camino. Me encerré en el baño para darme una ducha y, así tratar que el dolor se fuera junto con el agua, y que purificara un poco mi cuerpo. Teniendo la inocente esperanza que hiciera lo mismo con mi alma.   

 

Pero al mirar mi rostro en el espejo vi al demonio que en mi habitaba.   

 

Durante el camino que yo estaba recorriendo para conseguir mi sueño, había perdido el norte y el sur. Había extraviado mi horizonte, encontrándome en ese minuto, en ese preciso segundo, a la deriva en el gigantesco océano de la perdición y la traición.   

 

Porque yo me había perdido en la vida y, a la vez, traicionado lo más sagrado que tenía en realidad. Yo había manchado el amor que Eiri me entregaba, a pesar del trabajo que esto le significaba, de una manera que ni podía creer que fuera producto de mi decisión.   

–Shuichi, por favor... –escuche desde el otro lado de la puerta del baño.  

 

Pero yo otra vez lo ignore, abriendo el grifo de la tina, logrando que ese ruido opacara la preocupada voz de mi novio... que no iba a serlo por mucho tiempo más.   

 

Y mientras esperaba que el agua la llenara por completo, me concentre en el dolor que aun no se iba... y la desesperación volvió a mí convertida en locura y abriendo el mueble donde Eiri guardaba su afeitadora, comencé a buscar algo con que cortar mis brazos o piernas.   

 

A veces era mejor para mí el dolor físico que el emocional. El padecimiento del alma era algo que en verdad yo no podía soportar.   

 

Encontré lo que buscaba. Una fina y delgada hoja de gillette. La tome con cuidado entre mis dedos y la deslice por mi brazo izquierdo, en un lugar específico, que sabía que no era mortal. No tenía la intención de matarme... no, ese no era mi objetivo. Solo quería minimizar, aunque fuera solo un poco, el peso que llevaba en mi por haber engañado a Eiri muchas veces durante aquellos meses de enfermedad.   

 

Había invadido cuerpos ajenos cuando estaba lo suficientemente drogado como para medir las consecuencias de lo que hacía. Y cuando volvía al hogar que compartía con el amor de mi vida... sentía el cariño que Eiri me daba, con sola una de sus sonrisas. Y eran esos instantes donde pensaba que debía caerme un rayo y matarme al instante... porque mi idiotez no conocía de límites.    

 

Había luchado tanto para que él se enamorara profundamente de mí, y cuando eso sucedió... me volví un adicto y un traidor. 

  

No, definitivamente yo no tenía perdón de Dios.   

 

La roja sangre comenzó a brotar de mi herida con calma y parsimonia. Me metí en la tina, sintiendo el contraste de mi cuerpo frío y el agua casi hirviendo. Me estremecí unos segundos hasta que logre acostumbrarme y me concentre en mirar como lentamente una gota tras otra de rojo liquido y perfume a oxido se mezclaba con la transparencia del agua insípida e incolora.   

 

El tiempo pasó tan rápido que solo me di cuenta de mi tardanza cuando el agua tenía un leve tono anaranjado y estaba tan fría que mi cuerpo se había vuelto a congelar.   

 

La sangre de mi brazo ya se había coagulado, al ser solo una pequeña herida sin otra significación más que lograr que mi dolor fuera expulsado de mi corazón.   

 

Salí del agua sin secarme y me plante nuevamente frente al espejo. Mi piel estaba pálida, un tanto reseca y las ojeras negras se marcaban con propiedad bajo mis ojos violetas... sin luz. Había perdido el brillo de mis ojos, mi inocencia y mi dulce sonrisa. Mi cabello estaba pajoso y sin vida. Mis labios resecos y partidos y mi nariz dolía casi insistentemente por dentro.    

 

Estire el brazo que había auto herido y vi como un par de puntos rojos se marcaba en el lugar de mis venas. Suspire pesado... sabía que no debía abusar de las agujas y del polvo. Si seguía así mi cuerpo lo iba a denunciar y todo el mundo se enteraría.   

 

El escarnio público y la vergüenza nacional era algo que tampoco podría soportar. Prefería pegarme un tiro antes de verme en los programas de chismes el titular “Shindou Shuichi es un drogadicto”. De verdad escogía morir antes de ver semejante humillación. La deshonra era algo que prefería tener solo en mi fuero interno, sin que nadie me diera su lastima. Estaba bastante grande para recibir el compadecimiento de mi familia y amigos, porque tenía veintitrés años y solo dos cosas claras:   

 

No iba a dejar que nadie supiera de esto... y la más importante, no iba a arrastrar a mi amado Eiri al pozo donde estaba cayendo a cada segundo.   

 

Mi amor por Eiri seguía siendo demasiado grande y demasiado absoluto como para describirlo con palabras. Seguía pensando en ese momento que no había ni día ni noche en que temiera con espanto y terror una separación o su abandono. Antes, yo estaba seguro que no podría sobrevivir ni un segundo en este mundo sin Eiri a mi lado, sin besar sus tibios labios… pero en este momento, en este preciso segundo… era yo el que sabía a la perfección que la huida vertiginosa era absolutamente necesaria y la respuesta a todas mis cagadas.    

 

En estos instantes de enajenación sabia con clara determinación que no podía seguir viviendo con él. No tenía ni las fuerzas ni la estabilidad mental para mantenerme a su lado y soportar su hermosa voz pidiéndome explicaciones.

   

Por primera vez en mi vida… me vi sin él.   

 

Y me destruyo darme cuenta de aquello… era saber que mi pesadilla mas terrorífica se había hecho realidad, y solo por mi culpa.   

 

No lo odiaba, no podría hacerlo jamás, ni siquiera en la eternidad. 

Mi amor por él seguía siendo desesperado. 

Pero ya no podía estar atado a una relación unilateral, donde solo él ponía de su parte, y donde yo solo le ponía los cuernos.   

 

Él ya había sufrido y caído al infierno, y se había salvado de todo eso. Nunca me perdonaría si, por mi culpa, Eiri volviera a caer en el tártaro.    

 

Con uno de mis dedos volví a abrir la herida y tomando la hoja filosa profundice un poco más el corte. Cuando la sangre brotaba algo más fuerte que la incisión anterior, tire el instrumento por el caño de la tina. No quería pruebas del asunto ni nada que hiciera sospechar a Eiri.

 

Solo haría una cosa más... antes de desaparecer. Tal era mi dolor que ya había olvidado mi pensamiento de superación en un futuro. No me importaba... ya todo carecía de sentido para mí.  

 

No quería dañar más a mi amado ángel dorado con mi indiferencia y silencio. Sabía que a Eiri le dolía, y que, aunque no fuera parte de su personalidad, él trataba de llevar la fiesta en paz conmigo cada vez que de mi boca las palabras salían con tonos ásperos y cansados.   

 

Aquello era como volver a los inicios de nuestra relación. Cuando él me pateaba con  frases de hiel y yo me quedaba a su lado, a pesar de todo.   

 

Ahora Eiri estaba haciendo lo mismo... y porque yo sé mejor que nadie sobre ese tipo de dolor es que no quiero que él lo padezca.   

 

Suficiente era conmigo.    

 

Le pediría perdón desde lo más profundo de mi interior. Marcaría con sangre las palabras que escribiría en el espejo antes de irme para dejar de contaminarlo con mi podrido espíritu y oscura necesidad.   

 

Al terminar, vende mi brazo de forma casual, como si fuera una simple herida por culpa de una caída, cosa tan común en mí. Mi cintura estaba envuelta en una toalla y otra más pequeña cubría mi cabello y parte de mi rostro.   

 

Quite el seguro con cierto cuidado, como si temiera que Eiri estuviera detrás de la puerta, listo para seguir tratando de hablar conmigo.   

 

Para mi alivio y tranquilidad, él no estaba ahí. Camine un par de pasos lo más silencioso que pude y vi como una luz un tanto celeste se colaba por debajo de la puerta de su estudio. Sonreí con tranquilidad.   

 

Aunque sabía que no podría soportar este mundo sin ver los hermosos ojos de mi Eiri... sabía también que si los miraba en ese momento toda la determinación de mi abandono se desvanecería, y yo no me podía permitir eso.   

 

Camine rápido, pero sin provocar ruido hasta nuestra habitación. Saque unos vaqueros y una sudadera gris y me vestí con prontitud. Tome una gorra y los lentes de sol más grande que tenia, junto a las llaves de mi Aston Martín y mi billetera, revisando si tenía tarjetas de crédito y efectivo.     

 

Todo estaba listo para la fuga final.   

 

Pero antes de salir de mi habitación, vi una camisa blanca, de Eiri, que estaba tirada de forma poco habitual y desordenada en una silla.   

 

La tome respirando profundamente el aroma de mi Eiri, disfrutándolo al máximo. Estire mi brazo herido para dejarla en su sitio... pero la pena y el desconsuelo me embargo. No fui capaz de soltarla. 

 

Cuando abrí la puerta del apartamento, para salir de el y no volver nunca más, me gire para verlo por última vez.   

 

Ese había sido el lugar donde había hecho mi vida con Eiri durante casi cinco años... tenía dieciocho años cuando llegue a instalarme por cuenta propia a su hogar, y ahora veintitrés cuando salía de el, también por cuenta propia, pero sin dar algún tipo de explicación. Eiri me iba a odiar... lo sabía y lo asumía. Elegía su odio a que me viera convertido en el monstruo que ahora era.   

 

Él no se merecía eso... por supuesto que no.   

 

–Adiós... mi amor.   

 

Susurre antes de cerrar definitivamente la puerta. Esa puerta que encerraba en aquel apartamento mi vida y la poca cordura que me quedaba.   

 

Cuando subí a mi coche y lo puse en marcha, saliendo del estacionamiento del bloque de departamentos, ya no era yo. El ser oscuro de mi interior se había apoderado definitivamente de mi cuerpo... matando finalmente el último resquicio de amor y tranquilidad que habitaba en mí.   

Era una noche lluviosa. Una tormenta estaba cayendo sobre la cuidad de Tokio, sin que nadie pudiera detenerla.

 

 

 

 

 

 

 
Notas finales:

 

Esto lo escribí a principios de año y luego de meditarlo 5 meses decidí subirlo solo porque si ((aunque tenía ganas de publicar un fic nuevo, ya que con los dos que tengo aquí  no puedo seguir… me falta mucha inspiración y tiempo u.ú))… tiene continuación, aunque aun estoy pensándolo… quería hacer a un Shuichi no idiota ni estúpido como en el manga… que tuviera sentimientos, incluso más oscuros que los del propio Yuki, y que el rubio no fuera tan cabrón y traidor como siempre =P.

Dedicado a Nakatsu Yuki Eiri! Que siempre lee mis cosas extrañas y sufridas y me da el apoyo que generalmente necesito. ((Nakatsu! Espero te guste la dedicatoria!!)) 

Como siempre… estos personajes no son míos, porque si lo fueran… esta historia de amor yaoi seria… Ah! Mejor me callo… xD!Espero sea de su agrado y me dejen algún RW para saber si apesta mucho.

 

*Nao_Ran*

[HxK]

|Japanise:Zombie:HeroeZ|


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