Segundo Momento
Por apos
Serie: “Momentos Efímeros”
Pairing: Uchiha Sasuke/Uchiha Itachi
oooOBSESIÓNooo
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“Juro solemnemente que no daré descanso a mi ser hasta hacer mío ese cuerpo, ese cuerpo tan malvadamente bien proporcionado. Prometo disfrutar al máximo de él mientras lo tenga entre mis brazos, ya que solo después de impregnar las sábanas con nuestro olor… podré morir en paz”
***
Bajo el frío chorro de agua era la única forma en la que su cerebro podía pensar de manera coherente. Los momentos en los que el agua helaba su cuerpo y su sangre, minimizando sus impulsos y dándole paso al pensamiento.
De nuevo, de nueva cuenta tuvo que meterse en la ducha helada en medio de la madrugada para terminar lo que su insano sueño húmedo empezó. De nuevo estaba entre los azulejos descargando su frustración. De sólo pensar que no podía tocar esa piel tan blanca y tersa que se le mostraba en frente invitándolo a pecar… se veía como al lobo encerrado junto al pequeño conejito.
¿Cómo debía de sentirse?
Le jodía enormemente que cada vez tuviera que desviar la mirada, morderse los labios y cerrar los puños impotente. Odiaba tener que cambiar las sábanas a media noche, o estar pendiente de no exhibir una erección en público.
Odiaba que tuvieran que ser hermanos…
Porque al compartir la misma madre, el mismo padre y la misma sangre significaba el límite llamado “amor fraternal” que no podía traspasar. Un límite que no podía ser cruzado y que hacía que todo su revuelto de hormonas convirtieran su cuerpo en un volcán que amenazaba con la erupción de sus deseos.
Y debajo de sus oscuros cabellos húmedos esos negruzcos ojos afilados brillaron y sus dientes se apretaron mientras sus dedos trataban de encajarse en la cerámica, a la vez que su mano compañera descendía por su cuerpo hasta llegar a la, nuevamente, despierta entrepierna.
“Kuso…”
***
Sentados en la mesa mientras cenaban era el único efímero momento en el que tenía la oportunidad de deleitarse con las facciones de su hermano.
Y estaba ansioso…
A pesar de no ser un evento importante en sí, ese día cumplía dieciocho años. Y aunque personalmente haya aclarado que no quería ni besos, ni abrazos ni regalos sorpresa por un motivo tan simple y que, para él, no hacía diferencia en su calendario; aún así se había hecho costumbre encontrar a un lado de su almohada una nota escrita con bella letra de parte de un “remitente anónimo” sobre lo mucho que su familia lo quería; y no podía evitar que, casualmente, en la cena se sirviesen sus platos favoritos.
Pero eso no era lo que tenía tan ansioso al de ojos ébano, lo que lo perturbaba era el hecho de que había pasado la barrera de la niñez y la precocidad.
Era un adulto.
Y era lo que ardía en sus entrañas y electrizaba su cuerpo. El sólo hecho de pensar que ahora tenía oportunidad de hacer lo que siempre quiso… su deseo.
La obsesión…
El teléfono que urgía por llamar la atención de algún residente que atendiera; la dulce voz de su madre que hablaba con el otro lado de la línea; sus ojos entre preocupados y cansinos que miraban al patriarca de la casa; una llamada de emergencia que demandaba la presencia de ambos padres, y que era como si hubiese escuchado los morbosos pensamientos del recién adulto Uchiha.
Y justo cuando una sorda despedida fue amortiguada por el grueso espesor de la puerta sus ojos ansiosos se clavaron en la figura de su hermano delante suyo.
-¿Qué, acaso me salió otra cabeza?- preguntó molesto el objetivo de tan intimidadora mirada.
Pero sus ojos seguían mirándolo con insistencia.
El dueño de los bellos ónices, largos cabellos azabaches y el cuerpo que llevaba a su pequeño hermano a la locura subió a su habitación con pasos elegantes, andando lentamente y meneando sus caderas con sensualidad, casi como si lo hiciera a propósito… como si lo llamara.
Dejando su plato prácticamente intacto siguió los pasos de su aniki con las palmas sudando y las pupilas dilatadas. Todo lo que hacía su hermano era tan sensual, todo de él era un afrodisíaco único… su parquedad, su semblante sereno, su mirada ardiente, todo.
Sin saber el tiempo exacto, el peliazul, al estar frente a aquella entrada prohibida temblaba de excitación. Al tocar el pomo se sintió tan liviano sabiendo que ya era un adulto, como si las gruesas y pesadas cadenas que lo ataban a la dura adolescencia se hubieran roto.
Su relación de hermanos nunca fue buena, casi ni siquiera se hablaban, lo que hacía que el incesto pasara a segundo plano.
Al entrar sigiloso y pegar su espalda a la puerta, cerró los ojos cuando escuchó el relajante sonido del agua golpear en aquel cuerpo desnudo, produciéndole un placentero cosquilleo en su ingle.
“Sólo una vez…”
Como el niño que hace sus travesuras cuando los ojos de sus padres no están sobre él.
Sólo sería una vez… una sola vez.
Su deseo… su tentación… su obsesión.
Ya que él juró que lo haría suyo.
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