“¡Más vale que sea algo bueno Kiryuu-kun!” Su voz sonó como un estruendo. “Más vale que salgas y terminemos con esto de una vez por todas.” El estruendo se perdió en el viento que se llevó sus palabras.
Estaba frente al establo. El lugar que indicada el papel arrugado que llevaba aprisionado en su puño. Era una nota escrita con el puño y letra de aquella persona que tanto detestaba. Ese que hacía que le hirviera la sangre. Había sido deslizada bajo la puerta de su dormitorio pero nadie sabía cómo era que había llegado hasta ahí. Habría ignorado la nota de no haber sido por aquella ocasión en la que Kiryuu había estado en su habitación. El simple hecho de recordarlo le hacía rabiar aun más. Las imágenes del cuerpo desnudo de Zero y sus manos tocando su piel le hacían enfadar hasta estrellar vidrios de ventanas,... pero le deseaba. Eso era lo que no podía soportar. Aquello que sintió cuando obligó a Zero a beber de él y lo tomó por la fuerza no eran más que una forma le hacerle saber que también le pertenecía.
La puerta del establo estaba abierta. Por alguna extraña razón los caballos estaban pacíficamente dormidos. Por ningún motivo interrumpieron su pacífico sueño. Entonces lo vislumbró, entre la infinita oscuridad. La fina luz que se coló por la puerta abierta delineó al cuerpo delgado del chico del cabello plateado. Sus ojos estaban hambrientos y estos centelleaban como grandes gemas de color de la sangre. Con sus manos dejó que la puerta se cerrara tras de él. Kaname quedó indefenso en la oscuridad.
Kaname tenía el poder de destrozar el establo entero de haber querido hacerlo. El podía haber roto los huesos de sus brazos cuando estos lo envolvieron. ¡El gran Kaname Kuran! El poderoso vampiro de sangre pura se dejó sucumbir ante el mortal beso del vampiro que se había convertido en una bestia. Su sangre hirvió, era como un rio caliente que quemaba la piel de Zero. Forcejeó, pero lo hizo por sentir ese placer de la fuerza casi humana de Zero intentando someterlo. Disfrutó sus brazos fuertes rodeándolo para inmovilizarlo. El roce de su lengua, húmeda sintiendo su cuello salado, y sus colmillos encajándose en su piel desbordaron sus sentidos. Dejo que este se devorada su cuerpo. Que le arrancara sus ropas para probarlo aun más. Zero se había vuelto un animal irracional arrebatado por la lujuria y el placer. Lo maldijo. Zero lo maldijo con todo su ser pero no pudo detenerse. Por más que le gritó que era un maldito no pudo dejar de arrancarle el saco y de abrirle la camisa dejando su pecho al descubierto. Lo ató a una de las sillas del establo y aun así Kaname no lo destruía. Zero quería que Kaname lo hiciera pedazos. Pero de él solo recibía una sonrisa obscena.
“¿Por qué no me matas? ¡¿Por qué no me destrozas como a tus piezas del ajedrez y terminas con este sufrimiento?!” Sus ojos solo brillaron aun mas desgarrando su pecho y dejando que las gotas de sangre resbalaran por la blanca piel centelleando como rubíes hechos liquido. Entonces Zero lo tomó de su cuello y lo miró a los ojos. Kaname dejó que este lo penetrara con aquellos ojos escarlata. Lo estaba viendo como si quisiera sacarle las entrañas con la pura mirada. Su rostro dibujo una mueca de dolor. …l lo había estado deseando. Había estado deseando a su enemigo a quien odiaba tanto. Sus sentidos transpiraban desesperación y jadeante dejó que sus labios tocaran los labios del hombre que mas despreciaba. Quiso sentir nuevamente el vértigo de placer de la delicia de los labios salados de Kaname. Dejó que sus colmillos le cortaran y probó nuevamente su sangre.
¿Porque? ¿Por qué tenía que sentir esta atracción hacia esta persona? …l le había hecho eso. …l le había provocado aquella vez que había ido hasta su habitación con engaños para hablar. Las manos del vampiro de sangre pura se soltaron y lo tenían asiduo a él y sus cuerpos se juntaron y sintieron el roce de su piel tibia haciendo qu esta se erizara. Zero perdió su razón completamente. Ahí en la oscuridad nadie lo sabría jamás. Ahí podía dejar de fingir ser frió como era el. Podía dar rienda suelta a aquello que sentía. En lo más profundo de su mente en su imaginación siempre pensó en tomarlo entre sus manos y hacerlo uno con su cuerpo. Muchas veces acarició su pecho pensando en las manos del vampiro que le había proporcionado aquella noche su primera vez. Desde entonces no podía dejar de pensar. Era algo que no podía permitir pero se volvió más fuerte que el.
Dejó que lo embriagara con su aliento a sangre. Kaname se quedó inmóvil mirándolo despojarse de sus ropas. ¡¿Pero que acaso no iba a hacer nada?! ¡¿No iba a detenerlo?! ¡Maldito! ¡El maldito lo estaba seduciendo! Pero le haría saber que él no era de nadie. Zero se abalanzó sobre él y ambos dieron vueltas entre el suelo con paja. Cuando sus manos llegaron hasta aquel lugar pudo sentir que Kaname también lo deseaba. Pero esta vez no sería igual. Kaname no podía pensar, su mente estaba invadida de las imágenes de Zero desnudo frente a él. Estas pasaban lentas como una película vieja pero más vivida. Sobre todo sus ojos. Sus ojos que le contaban la historia de aquello que sentía hacia él. Mientras Zero llevaba sus manos hasta los lugares que nadie más había tocado cerró sus ojos muy fuerte. Apretó sus parpados dibujando una mueca como si quisiera aguantar el placer y no mostrarlo. Pero le fue imposible. Los movimientos no eran suficientes para Zero y él quería más. Había tomado sus manos y las tenía sostenidas contra el poste de madera. Las pequeñas astillas que se encajaban en las manos de Kaname eran absolutamente insignificantes. Su cuerpo y su mente estaban concentrados en la ola de calor que subía por su cuerpo. El deseo le carcomía.
Zero se había apoderado de su cuello rasgándolo con su boca para beber más de él. Quería beberlo hasta saciarse. Su corazón latió tan rápido que era como un tren a punto de chocar y caer a un gran abismo. El sonido de su corazón era alcanzado por otro latir. Un latir que era aun más fuerte que el suyo y se comería su corazón de una sola mordida. La sangre de Kaname era como una droga. Su cuerpo se la pedía. Cada poro de su piel lo ansiaba. El sudor recorría los cuerpos y los bañaba en deseo.
Mientras Zero seguía aprisionándolo entre sus manos su propio cuerpo deseaba tomar parte de aquello. La piel estaba despierta y hambrienta de él. Su espalda desnuda pegada a su pecho le hacía sentirse aun más inquieto. La tortura se volvió insoportable y lo libero de su cárcel. Ahí donde nadie los escucharía dejo que el gimiera al sentir su cuerpo invadiéndolo. Kaname tuvo sus ojos cerrados todo el tiempo. Quería escuchar y sentir aquel febril Zero jadeando en su oreja. Sus movimientos uniformes y su corazones unísonos y aquellas manos que le invadían palpando su cuerpo. Su aliento impregnando sus entrañas colmando sus sentidos. Apenas podía respirar pero esto era aun mejor. Kaname se arqueaba perpetuo y dejó que se le escapara un susurro que despertaría nuevamente la ira de Zero y este lo tomó aun más fuerte. Se adueñó de la calidez del cuerpo de Kaname hasta dejarlo sin aliento. Se dejo llevar por el cauce que le provocaba aquellas embestidas violentas hasta dejarlo sin aliento. Sus mejillas estaban ardiendo. No podía soportar sentirlo tan suave tan cálido.
El cielo se desbordaría y se convertiría en un mar violento de pasión. La pasión prohibida entre dos enemigos. Zero comenzaba a desvariar estaba perdiendo el sentido y la batalla contra el cuerpo de aquel atractivo joven quien le había encendido. Todo el establo rugía en llamas y ese incendio brutal estaba consumiendo sus cuerpos. Sus manos no dejaban de palparle aquella parte tan sensible y ahora era Kaname quien también se dejaba abrazar en aquella hoguera. En su interior había una revolución de sentidos, no podía seguir mintiendo más. No podía fingir que aquello estaba llevándolo al borde de la locura.
¡Quería arquearse aun más! Su cuerpo entero explotaría con semejante colisión. El cielo se tiñó de rojo y se abrió ante él y este le nubló la vista. Era como un ciego que busca por instinto el alimento. Pero era Zero quien lo controlaba como un muñeco de trapo le había tomado contra él para apretarlo aun más.
“No me sueltes…” gimió y su respiración se cortó y estaba hiperventilando. Sus manos y sus uñas se encajaron en lo que pudieron y su ser se vertió sobre él. Su pasión echa un río de lava clara goteó sobre el piso. Sus cuerpos se desplomaron el uno sobre el otro. Era muy tarde para preguntarse que habían hecho. El cansancio los llevó en brazos de una quimera para caer rendidos en un dulce y profundo sueño. Zero rodeó a Kaname entre sus brazos y antes de perder la conciencia se susurró al oído. “No te soltare nunca…maldito. Ahora jamás podré soltarte” El rostro de Kaname dibujo una pícara sonrisa.