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Cucaracha medio- pelo por FFoaoland

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Se colocó desorientado, una mano sobre la frente y cerró los ojos con fuerza.
Los vasos que descansaban ya vacíos sobre la barra, comenzaban a desdibujarse ante sus ojos, juguetones, parecían ondularse y reírse de él.
Gojyo gruñó, aún con la mano sobre el rostro.
El barman, le dedicó una sonrisa ladina antes de pedirle con voz suave y educada:
-Son dos mil gens.
No recordaba haber pedido más de un par de copas, y en cambio aquel precio bien valía 20 por lo menos.
Una había tomado, despacio, saboreando su ardiente fuego con aquella joven ojos castaños grandes y brillantes, y labios tentadores, gruesos y rojos como la sangre.
La segunda copa un poco después, antes de subir al piso de arriba y darle el cariño merecido a aquella mujer.
Ni siquiera era consciente de cuando había salido de aquella cálida cama que había compartido con la muchacha, ni cuando sus manos habían dejado de apresar sus generosos pechos.
Y en cambio, allí estaba él. Con un dolor de cabeza digno de la mayor de las resacas, despatarrado sobre una silla delante de la barra que no cesaba de oscilar ante él haciendo resbalar el brazo que tenía apoyado sobre ella.
Trató de contar los vasos que había sobre la mesa, pero se movían tanto que se cansó al llegar al cuarto.
Dejó escapar un bufido y por no seguir con todo aquello, dejó caer el dinero sobre la barra con desgana, mientras sus pasos inseguros le llevaban fuera del local.
Las calles desiertas, parecían tener más vida que incluso por el día, bailoteando juguetonas a su alrededor, haciéndole caer repetidas veces, y no contentas con ello, haciéndole golpearse con las farolas que había sembradas sobre el cemento.
En una de aquellas caídas, estuvo tentado de cerrar los ojos y quedarse allí tirado hasta que bien entrada la mañana, se despertara, húmedo de rocío y confuso, con un agudo dolor de cabeza.
Pero cuando estaba a punto de entregarse a los brazos del sueño, un pie ajeno le asestó un fuerte puntapié en el costado, haciéndole despertar con un aullido.
Sus ojos se abrieron de súbito y con los dientes apretados, Gojyo, se giró para mirar al dueño de aquel pie.
Lo primero que vio al voltearse, fueron una sandalias negras que le eran escalofriantemente familiares.
Pero cuando alzó la vista, incluso entre las neblinas de la embriaguez, pudo saber a quién pertenecían, pues los caídos ojos morados que encontró en el rostro de su agresor, eran inconfundibles.
-Pu… to monje… -le reconoció agarrándose las costillas con los brazos, con gesto dolorido.
-Bien claro dije, que mataría a quien no estuviera por la mañana en la posada.- replicó el monje con tranquilidad, echando a andar lejos del pelirrojo- Andando o… como gustes, si prefieres puedes quedarte ahí tumbado. Yo no te echaré de menos, y dudo que Goku y Hakkai sí.
-Ca… pullo… -masculló Gojyo volviendo a alzar la vista para observar la esbelta figura de Sanzo, caminar lejos de él.
Le miró detenidamente y tuvo que admitir, que pasó largo rato observándole el trasero.
Aquel culo firme y sexy, que en aquellos momentos se le antojaba tan apetecible.
El pelirrojo, advirtió que la figura delgada del rubio, envuelta en las holgadas ropas de monje, se asemejaba mucho al cuerpo de una mujer, y con este pensamiento, no pudo evitar excitarse.
Se relamió imaginando a aquella belleza rubia desnuda de pies a cabeza, con su piel blanca, reluciente como el sol, a merced de sus llamas y su encendida pasión.
Sus hábiles manos dotadas de dedos largos para acariciar cada poro y… aquel culo que realmente lo tenía encaprichado.
Con movimientos inseguros y la ayuda de la pared más cercana, logró ponerse en pie y seguir tambaleante a Sanzo, sin apartar en ningún momento la mirada lujuriosa del trasero del monje.
-Espérame… coño. Si… bien pensado… eso es lo que necesitaría yo ahora… un buen coño donde enfundar la polla…- comenzó a carcajearse, alzando gradualmente el volumen de su risa ebria, mientras con pasos vacilantes, se acercaba a su compañero.
Sanzo, se giró, con los labios fruncidos, entre los cuales humeaba un cigarro y la vena saltona que comenzaba a hacer acto de presencia en su frente.
Gojyo esbozó una sonrisa torcida cuando se halló a su altura.
-O una buena polla para chupar… -terminó el pelirrojo, alargando el brazo para agarrar con fuerza el trasero de Sanzo.
Se deleitó mientras pudo, disfrutando no sólo del tacto firme y suave de sus glúteos, pues la cara de sorpresa que se dibujó en el rostro del rubio en aquel preciso momento, le hizo relamerse de gusto.
Por desgracia, el momento duró poco, pues a los pocos segundos, Gojyo, oyó como el precursor de la “Smith & Wesson” de Sanzo giraba e inmediatamente, sin tan siquiera pensarlo, sus piernas se doblaron.
Tras el chasquido del gatillo y el ensordecedor ruido del disparo, Gojyo, pudo sentir el viento de la bala cerca de su rostro.
Si no hubiera bajado a tiempo… sin duda en aquel momento tendría un agujero más en la cara y su cerebro, estaría aireándose, como bien le gustaba repetir a Sanzo.
El pelirrojo, se pasó una mano por la cabeza, aún sin estar del todo seguro de que cada cosa seguía en su sitio.
Cuando hubo verificado que su cuerpo estaba completo, Gojyo comenzó a alzarse sobre las dos piernas, lo justo para que sus ojos rojos, estuvieran a la altura de los de Sanzo, a la vez que una sonrisa burlona adornaba sus labios.
-Fallaste, monje corrompido.- se mofó el pelirrojo, mas la sonrisa, se le congeló en los labios, al darse cuenta de que también el rubio reía.
-Que siente la cucaracha… ¿cuando le cortan una antena?- rió Sanzo sin poder retener las carcajadas por más tiempo.
En efecto, ahora, la cabeza pelirroja de Gojyo, había perdido uno de aquellos mechones largos que le crecían, dejando en su lugar un pequeño rabillo que no llegaba a los tres centímetros de longitud.
Gojyo torció el gesto, sintiendo como la rabia crecía en él… pero bastó con escuchar la risa cristalina del monje y observar aquella mueca alegre que no recordaba haber visto nunca, para que él acabara por reír con suavidad también.
Nunca había pensado en aquello que muchos hombres le repetían a Sanzo para irritarle.
“-Tú no puedes aguantar mucho… con esa cara de mujer”
Eso conseguía sacar de sus casillas al monje… y en cambio ahora, el pelirrojo se daba cuenta de que tenían mucha razón.
La perfección de aquel rostro níveo, en el cual se abrían las melancólicas brechas violeta oscuro de inigualable belleza. Los mechones dorados, relucientes como el sol encuadrando aquellas facciones divinas y aquellos labios, finos y apetecibles curvados por primera vez para él, en una sonrisa. Poseían en cada milímetro la perfección femenina.
Estaba tan concentrado en aquel examen, que no se percató de que Sanzo hacía un rato que había dejado de reír, hasta que carraspeó con suavidad para llamar su atención.
Ahora su expresión volvía a ser dura y fría.
-Y… no se me ha olvidado tu pequeña hazaña, puto Cucaracha medio-pelo.- le gruñó el monje alzando la pistola y colocándola sobre la frente de Gojyo- Esta vez no fallaré.
-Estooo… ¿un juego entre amigos?- sugirió el pelirrojo.
Sanzo torció el gesto.
-Compañeros, Cucaracha de mierda… -le corrigió el monje, de mal talante.
-Compañeros.- asintió inmediatamente el aludido- eso era lo que quería decir…
El rubio, le dio la espalda.
-Ni lo sueñes, Cucaracha medio-pelo… no me van los tullidos.- se burló Sanzo.
Esta vez sí, Gojyo pudo sentir como las malas energías comenzaban a fluir y en un ataque de mala leche, empujó al rubio contra la pared más cercana y lo apresó con su cuerpo.
-¿¡Qué me has llamado Monje maricón?!
Una vena saltona adornó la sien de Sanzo inmediatamente.
-¿¡A quien llamas maricón, Kappa agarra-traseros!?- gritó el rubio pegando su frente a la del pelirrojo y cargando su mirada acerada de todo el odio que sentía en aquellos momentos.
Gojyo apretó los dientes, y tras proferir un suave gruñido molesto, le asestó un fuerte revés a la Smith & Wesson que Sanzo aún llevaba en la mano, lanzándola a varios metros de ellos.
-¡Monje corrompido!
-¡Kappa maricón!- replicó a voz en grito el monje.
El pelirrojo le sostuvo la mirada con sus ojos del color del fuego, hasta que finalmente, con un suspiro, bajó la cabeza.
Sanzo estuvo a punto de reir, triunfante, pero segundos después, su mirada violeta se volvió a encontrar con la de Gojyo, sólo que esta vez, el pelirrojo sonreía, pícaro.
-Ahí me has pillado.- admitió colocando inmediatamente una mano en el trasero de Sanzo, mientras iba acortando las distancias entre sus cuerpos cálidos, haciendo que su miembro, ya erecto por la proximidad, entrara en contacto con él bajo los pantalones.
-¡Estás borracho! – le rugió Sanzo, inseguro, con una expresión que Gojyo no supo si calificar como furiosa o aterrorizada.
El fino labio inferior del monje temblaba, y el pelirrojo, observó su suave bailoteo con una mueca indescifrable, hasta que las tentaciones le pudieron y aproximó su boca a ellos, apresando la piel suave del rubio entre sus dientes.
El aludido se resistió durante el transcurso de los primeros segundos, pero poco a poco, fue abandonándose y dejándose a merced de aquel apasionado y cachondo muchacho de ojos color sangre.
Poco a poco, los dientes de Gojyo fueron soltando el labio inferior de Sanzo, para después, abarcar toda la boca del rubio con la suya. Dejando que sus alientos se mezclaran y sus cavidades se calentaran con la saliva de ambos.
Pronto, el pelirrojo se extrañó de sentir como Sanzo le seguía el juego, aventurándose con la timidez propia de la virginidad a introducir su lengua.
La pasión les pudo y pronto bebían sedientos el uno del otro, sin pensar en nada más, dejándose llevar por aquel deseo imperioso que se desbordaba de cada uno sin poder ser contenido por más tiempo.
Sus sentimientos y su pasión se desbordaban, escapando de sus bocas en finos hilos de saliva caliente.
Una de las manos de Gojyo, discurrió lenta pero experta hacia la entrepierna del rubio, comenzando a acariciar con intensidad el perfil férreo que se dibujaba a través de la vestimenta Sanzo que el monje llevaba.
El rubio, respondió al estímulo con un suave gemido, ahogado, pues los labios los seguía teniendo ocupados.
Cuando el aire les faltó, el pelirrojo se apartó con lentitud.
Buscó la mirada violeta de Sanzo, pero no la encontró, pues éste la rehuía, intentado esconder sin lograrlo el rubor que cubría sus mejillas.
Gojyo, no pudo evitar sonreírse.
Ambos, estaban jadeantes y satisfechos. Felices y jubilosos por dentro como pocas veces en la vida lo estarían, pero a pesar de ello, había un sentimiento que ninguno de los dos era capaz de ocultar.
La lujuria los carcomía por dentro y estaba claro que ambos estaban demasiado excitados para olvidar aquel encontronazo y seguir, como si nada hubiera ocurrido.
Las ropas comenzaban a sobrar, y los pantalones, parecían querer ceder a la presión que les sometía su hinchado contenido.
-Este no es el lugar ni el momento…- le susurró con voz sensual el pelirrojo- Pero hoy no te me escapas… porque te voy a follar como nadie te ha follado hasta ahora…
Ese fue el primer momento en el que los ojos de ambos se encontraron desde que habían compartido algo más que palabras.
Los ojos de Sanzo, violetas a la luz de la luna eran aún más hermosos, si cabe, y Gojyo tuvo que reprimirse para no volver a besarle, pero en ellos, lucían un brillo entre pícaro y desafiante que pilló al pelirrojo por sorpresa.
-Más te vale andar rápido, maricona... porque pienso correrme en tu puta boca.-determinó con voz firme, recuperando su pose habitual.
Apartó a Gojyo de su lado con un empujón, y tras agacharse de forma provocativa a por su “Smith & Wesson”, comenzó a andar, adentrándose en la oscuridad de la calle.
El pelirrojo sonrió, y aún tambaleándose, le siguió, dejando que también a él, le tragara aquel mar de sombras.

De nuevo, sus bocas sedientas se encontraron, se saborearon y jugaron a entrelazar sus lenguas como minutos antes lo habían hecho.
Esta vez, les cubría un firme techo en vez de un bello cielo estrellado, pero aquello no importaba, los protagonistas aquella noche eran ellos.
Gojyo acorraló a Sanzo contra el borde del catre, y con una sonrisa traviesa, le empujó con el cuerpo hasta caer él encima.
Los muelles crujieron suavemente, pero el ruido de sus respiraciones y el retumbar de sus latidos les impidieron escucharlos.
Poco a poco las prendas iban abandonando el cuerpo de sus dueños, saltando por los aires y volando hasta estrellarse contra el parqué de la habitación.
Gojyo se separó levemente para examinar concienzudamente el cuerpo de Sanzo. Bello, delicado, de una palidez extrema que sin embargo no dejaba de ser hermosa. Sus piernas musculadas, su torso bien formado y su vientre moldeado por las manos de un dios escultor, prometían una noche divertida para el pelirrojo.
Sólo con pensar en las caricias, el miembro de Gojyo se excitaba aún más y sus manos temblorosas esperaban ansiosas su momento de gloria.
Estaban desnudos, y sus pieles estaban en contacto, compartiendo un calor que no cesaba de ir en aumento a cada segundo que transcurría.
Sanzo, también observó con interés al pelirrojo, de piel tostada, miembros largos y musculados, modelados con magistral desenvoltura por un gran artista que había tenido especial cuidado de impregnar cada pequeña porción de su cuerpo de una sensualidad que nunca antes había visto.
El rubio, deseó poder realizar un examen más exhaustivo, pero el pelirrojo, le observaba con una mueca divertida, pues su observación no había pasado desapercibida.
Sanzo rehuyó la mirada burlona de Gojyo, azorado.
-Tanto hablas de tu gran habilidad en la cama… y no haces nada, puto kappa.- gruñó el monje, tratando de recuperar parte de su orgullo perdido.
La sonrisa del pelirrojo se amplió, pero se mantuvo callado. No quería estropear aquella noche, pues por fin iba a acostarse con alguien con quien de verdad deseaba hacerlo fervientemente.
El miembro, erecto, le dolía y palpitaba entre las piernas y sabía que si replicaba, tal vez el orgullo de Sanzo superara la necesidad, y eso sólo le traería problemas.
Se mordió la lengua y continuó con las caricias, memorizando con las huellas dactilares cada milímetro de su perfecta anatomía.
Cuando sus labios dejaron de apresar los de Sanzo, comenzó un camino de besos en la parte baja de su mandíbula, pasando por su cuello, cruzando su pecho pétreo y atravesando las leves ondulaciones de las formaciones musculosas de su abdomen.
Sus labios se encontraron al final de aquel camino, con el fino y escaso vello rubio que cubría su bajo vientre.
Lo besó, sintiéndolo crujir bajo su piel.
El cuerpo de Sanzo se tensó a la vez que dejaba escapar un gemido placentero.
Gojyo sonrío interiormente y repitió el ejercicio, pero esta vez con mucha más intensidad, logrando que el cuerpo del rubio se estremeciera repetidas veces, mientras de sus deliciosos labios escapaban breves suspiros.
Bajó un poco más y besó la base del sexo de Sanzo.
La respuesta del monje a este estímulo fue inmediata, pues incapaz de resistir tanto placer en aquel silencio obligado, gimió y arqueó la espalda.
Gojyo deslizó su lengua por todo el largo del miembro de Sanzo y lo degustó de buena gana, hasta que lo coronó, colocando sus labios húmedos de saliva sobre el acuoso glande del rubio.
Lo lamió, entre gemidos y nuevos estremecimientos de su compañero y sólo lo dejó desatendido lo justo para susurrar:
-Salado…- ronroneó Gojyo en un tonillo que a punto estuvo de hacer llegar a Sanzo al orgasmo.
-¡Come y calla!- ordenó un jadeante monje, agarrando a su amante de la roja cabeza y haciendo que todo su miembro se introdujera a través de sus labios gruesos.
Su saliva cálida y su halito, eran tan dulces como el coño de una mujer, y Sanzo lamentó de veras no haber llevado a cabo aquellas prácticas mucho antes.
Los gemidos de su amante le excitaban de sobre manera, y su sexo excitado, reclamaba atención. Estaba sometido a una erección más potente de lo habitual, y la piel le tiraba produciéndole un intenso dolor.
Con la mano temblorosa, comenzó a masturbarse a un ritmo similar a la de su boca sobre el pene de Sanzo.
El placer era indescriptible y el monje se sintió llegar al mismo cielo… y también al límite de su aguante.
Sonrió con malignidad, conocedor de que su clímax llegaría en breves momentos y Gojyo, seguía haciendo subir y bajar los labios por su miembro, ignorante de ello.
Con un gemido ronco y prolongado, sintió unas palpitaciones que nacían en su bajo vientre como una descarga, hasta llegar a su erecto sexo, haciéndolo estremecer.
Gojyo abrió súbitamente los ojos al sentir como la esencia del rubio le llenaba la boca, e hizo ademán de apartarse, pero el monje le asió con fuerza la cabeza, clavándole inconscientemente las uñas en el cuero cabelludo, víctima de la fuerza furiosa de aquel delicioso orgasmo.
Cerró los ojos, mientras de sus labios escapaban esta vez sin ánimo de ser retenidos, gritos de placer, mientras su cuerpo entero se tensaba.
-¡Traga! ¡Traga puto kappa de mierda!
Cuando las contracciones se fueron apagando lentamente, los músculos de Sanzo se relajaron, dejando que su cuerpo descansara sobre el colchón.
Se quedó allí tendido, con los ojos cerrados y una sonrisa leve en los labios, pero al sentir como algo húmedo le salpicaba el vientre, los abrió súbitamente.
Por lo visto, Gojyo había llegado poco después al clímax, también.
Ahora, el pelirrojo le observaba con una amplia sonrisa socarrona, mientras se limpiaba la comisura de los labios con los dedos.
-Eso es por no avisar… y por llamarme kappa de mierda.- le susurró el pelirrojo aproximándose a Sanzo.
Sanzo compuso una mueca desafiante, y con un dedo, recogió el semén que había sobre su vientre, para después llevárselo a la boca y lamerlo de forma provocativa, sin apartar en ningún momento la mirada de los ojos de rojos que le observaban, pasmados y desbordantes de lujuria.
-Sabes dulce, pedazo de maricona.- degustó con el mismo tono orgásmico que había empleado Gojyo hacía unos minutos- Ahora ponte a cuatro patas, cucaracha medio- pelo, que te voy a enseñar cómo se folla.
El rubio ya comenzaba a incorporarse, pero Gojyo le colocó una mano sobre el pecho, inmovilizándole.
Ante la mirada inquisitoria del monje, el pelirrojo con una sonrisa traviesa en los labios, sacudió lentamente la cabeza.
-No pequeño Sanzito, no… ahora me toca a mí divertirme… -comenzó a acariciarle el pecho con la yema de los dedos, creando formas circulares en torno a sus sonrosados pezones- Te voy a follar hasta que me supliques clemencia… y lo voy a hacer desde delante para ver la cara de placer que te da mi cipote.
Aquellas palabras hicieron al rubio sonreír, excitado.
-Más te vale hacerme disfrutar, cucaracha, porque si no seré yo quien después te deje el culo como la bandera de Japón ¿te ha quedado claro?
Gojyo colocó la mano estirada, con la yema de los dedos contra su propia sien, imitando la postura militar.
-Sus órdenes.- se mofó el pelirrojo.
Seguidamente, rodeó a Sanzo con sus brazos, incorporándole en la cama y colocando su - de nuevo- hinchado miembro en la entrada, aún sin penetrar.
Gojyo se lamió los dedos y comenzó a aproximarlos también al ano, pero Sanzo, le agarró el brazo por la muñeca y negó lentamente.
-Ni preparaciones, ni leches. ¡Fóllame ya!- le ordenó el rubio.
El pelirrojo, vaciló unos instantes, hasta que al final se encogió de hombros.
“Total… a mi no me va a doler…”
Por fin, introdujo su sexo en la entrada de Sanzo, primero suave y lentamente, mientras Gojyo, cerraba los ojos ante el placer que le proporcionaban las estrecheces del rubio.
Sintió como su amante comenzaba a temblar de dolor y le oprimió el brazo cariñosamente, tratando de infundirle ánimos, mas el monje, rechazó el gesto, apartándole la mano.
Tenía un orgullo que defender.
Cuando estuvo completamente dentro de él, comenzó a mover las caderas a un ritmo lento que iba aumentando a cada segundo y a cada nueva penetración.
Pronto, los gemidos ahogados del rubio dejaron de ser de dolor, para convertirse en suspiros placenteros.
Gojyo gritaba, sintiendo que las entrañas cálidas y estrechas del monje abrazaban su excitado miembro.
¬Cuando el ritmo al transcurso de los segundos se volvió frenético, ambos, sudorosos y deshechos en deliciosos temblores, gritaban el nombre del otro, otras veces se llamaban por su mote y el resto, se insultaban sin piedad.
-Ah… puto kappa de mierda… ah… no tienes ni puta idea de cómo se folla… ah…
-Cállate, monje maricón… ah…
Pasaban los minutos y ellos disfrutaban del roce de sus cuerpos encendidos de pasión, mientras la temperatura de la habitación subía y subía cada vez más.
Al rato, Gojyo sintió que llevaba a su límite, pero cuando movió los labios para avisar a su compañero, Sanzo se corrió sobre su vientre con un sonoro grito de placer.
Segundos después, el pelirrojo se corría dentro del monje, mientras los últimos gemidos aumentaban de volumen.
Tras haber dejado correr su esencia dentro de su amante, Gojyo embistió con la cadera unas veces más, hasta que por fin, sacó su miembro de la entrada de Sanzo.
Ambos, cayeron sudorosos y agotados sobre la cama, con los pechos subiendo y bajando a ritmo apresurado.
Sanzo cogió un cigarro del bolsillo de su túnica y lo encendió.
Segundos después, Gojyo imitaba su gesto, extrayendo de su cajetilla uno de los cigarrillos para posteriormente colocárselo en los labios.
-¿Me das fuego?- pidió el pelirrojo.
Gojyo no supo identificar si lo que oyó a continuación fue un gruñido o una maldición murmurada demasiado deprisa y bajo como para entenderla, pero segundos después, Sanzo acercaba su rostro al de su compañero, haciendo que la punta candente de su cigarro, entrara en contacto con la colilla que había entre los labios de Gojyo.
El pelirrojo le dio una larga calada.
-Gracias.- musitó.
Sanzo se dejó caer sobre el colchón y se quedó en silencio, concentrado en lo que parecía contar las vetas de la madera del techo.
-No me las des… mejor dame una explicación a lo que acaba de ocurrir…- replicó el monje en su habitual tono cortante.
Gojyo, se quedó en silencio, reflexivo.
En su mente aparecieron las imágenes de sí mismo en el bar, frente a la barra, después su encontronazo con el rubio, el tacto de su culo firme bajo sus dedos largos, también la primera vez que se habían encontrado sus labios sedientos en aquella calle oscura, y por último, imágenes que se correspondían con lo ocurrido hacía unos minutos.
Fue entonces, rememorando todo aquello, cuando le vino a la cabeza una respuesta que le había dado al monje en una ocasión anterior.
Gojyo sonrió, socarrón.
-¿Un juego entre amigos?- sugirió atento a la expresión del rubio.
El semblante impenetrable de Sanzo, fue cambiando paulatinamente, hasta que pronto en sus labios de mármol, bailó una leve sonrisa.
Pero no contestó, se quedó en silencio, observando el techo y dando caladas de vez en cuando a su cigarro.
Al transcurso de varios minutos, acabó por responder:
-Compañeros…- le corrigió en un susurro, sin perder la sonrisa y bajando el tono de voz hasta casi extinguirse- Juegos entre compañeros…
Notas finales: Arigatou =3 Espero que les haya gustadooo ^^

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