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All i Want for Christmas is You por Kurenai Mido

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Notas del fanfic:

Este es el primer original que subo (si bien tengo muchos), porque supongo que como a muchas la Navidad me puso de buen humor y queria hacer algo al respecto...

Notas del capitulo: Si les gusta, planeo hacer dos capitulos mas (Durante y Despues) narrando lo que pasa en la fiesta de Navidad y despues en la de Año Nuevo, pero eso lo deciden ustedes.
Como para aclarar algunas cosas, les comento que:
.Jushirou es el protagonista de otro original mio, Winter University, y la mencion a la Clinica es por una enfermedad que padece.
.Tiffany´s es una cafeteria de ootro original mio, Lovers of Bakery, regida por un genio de la reposteria llamado Yusei. De ahi el chocolate "a la Yu", y el nombre de los muffins es por Madame Leboutillier, quien fuera profesora de Yusei en un instituto de alta cocina en Paris.
.La cancion que suena en Tiffany´s al entrar nuestros protagonistas es "Colgando en tus Manos", de Carlos Baute y Marta Sanchez. (Ni me pregunten como un tema latino llegó hasta Japón... porque no tengo ni idea)
Sin mas que decirles (creo), los dejo leer.

Estando cerca de la Navidad los días se hacían mas fríos y cortos, y las noches se encendían con múltiples luces de colores en todos los negocios. Sin embargo, en el corazón de Marin el frío era mucho mayor.

Hacia mucho tiempo (o eso le parecía) que esa sensación de soledad se había apoderado de el, llenándolo de tristeza que le impedía relacionarse con la “nueva gente”: así le llamaba a sus compañeros y profesores de la Universidad Winter, en donde acababa de entrar como estudiante de Literatura de primer año. Todo mundo decía que la Universidad, aparte de ser un sitio de estudio donde se formaban profesionales, era la mejor manera de socializar y conocer gente; pues bien, no lo era para el.

Vivía en el campus principal con otros dos estudiantes: Lady Cat y Honten Senshin. La primera era una alta rubia de origen americano amante de los gatos, que se había empecinado en llevar sus mininos al departamento, entre otras pintorescas características. El segundo era un verdadero otaku con mente de computadora y con alta habilidad para crear muñecos, con los cuales se mantenía. Marin creía que eran geniales por sus personalidades abiertas y en el fondo deseaba ser como ellos, pero no lo lograba. Arrastraba una pesada carga desde sus días de secundaria alta. Tan pesada que era como una cadena que lo ataba al pasado y lo hacia moverse con torpeza, haciendo que se encerrara mas en su mundo y evitara el contacto con los demás.

Pese a todo, no estaba tan hundido como para no desear recuperarse y vivir la alegría de sus jóvenes 18 años; era solo que no sabia como hacerlo. Su timidez crecía y crecía y al ser época de fiestas la cosa empeoraba.

Pero algo habría de suceder, una señal del cielo, que haría que la vida de Marin cambiase para siempre.

(…) Se despertó a las diez de la mañana, con el sonido de la lluvia golpeando contra su ventana y el fugar resplandor de los relámpagos en el cielo. Tuvo unos segundos de pánico antes de recordar que era lunes y que ese día su primera clase era a las 15 hs, luego de lo cual se incorporó un poco, bostezando. No había apuro y menos con una tormenta tan espantosa fuera, pero ahora que había despertado sintió hambre y decidió levantarse de todos modos.

A pesar de los ruidos externos la casa se oía bastante silenciosa, ya que ni Honten ni Cat estaban allí. Los dos eran del segundo año en la misma carrera y tenían varias clases en común con Marin; mientras se preparaba un café, el moreno calculó que ellos volverían alrededor de las once, tiempo suficiente para desayunar y cambiarse tranquilo.

Al darse la vuelta con el café humeante en la mano, una bola peluda color blanco se cruzó delante suyo, sobresaltándolo.- ¡Misty! ¿Qué haces aquí?

Por toda respuesta, la hermosa gata persa ronroneó ligeramente y se restregó contra sus pies. Marin sonrió y se tomó un momento para llenarle el tazón de comida para gatos, desde que Cat los había instruido en no hacerla enojar sino querían salir heridos. Después de eso se sentó a desayunar en silencio, preguntándose en que iba a llenar el tiempo hasta las tres. Tal vez podría ponerse al día con la tarea encargada por el profesor Jushirou, que consistía en escribir un cuento corto de carácter romántico en el contexto de la Navidad… pero para ser sincero, era una tarea dolorosa. Ya había destruido tres borradores y reconocía que su falta de inspiración era a causa de su disgusto por la Navidad.

La ducha caliente lo reanimó bastante, así como lavar su lacio cabello color café. Ese era su mayor orgullo y una de las pocas cosas que le agradaba de su cuerpo, si bien era un muchacho muy bonito. Delgado, de ojos verdes claros que parecían plantas marinas, con una boca muy sensual de labios suaves y un agradable aroma a vainilla y canela en torno a si como un aura. Sin mencionar su nombre de mujer (Marine), Marin tenía la reputación de ser uno de los chicos más lindos por su ambigüedad de todo el colegio. Sin embargo, eso a el no le gustaba demasiado. Prefería no llamar la atención para no sufrir después cuando lo abandonaran. En su mente, nadie iba a enamorarse de un fenómeno medio andrógino… como verán mas adelante, eso es mentira.

Se enfundó cuidadosamente en un suéter negro amplio y unos pantalones de gimnasia muy poco elegantes, color chocolate, pero que a su criterio eran el doble de cómodos que cualquier jean. Así ataviado bajó a la sala, en donde ya Misty se había apoderado de la mejor butaca para dormir la “siesta” de 18 horas que seguía al desayuno. Melancólico, se acercó a la ventana, más para ver si llegaban sus compañeros que por el placer de ver la insistente lluvia.

Había algo en el camino principal, a unos 60 metros de distancia de su casa: una figura empapada y cargada de carpetas, que sostenía con dificultad un paraguas. Marin entendió porque no corría y se compadeció del extraño. Y al acercarse este mas, se quedó con la boca abierta.

Era en verdad un hombre atractivo, tanto que tuvo la virtud de hipnotizarlo y colorear sus mejillas en un momento. Muy alto, vestido con una elegancia natural impresionante, musculoso, de cabellos negros que se pegaban a su rostro de rasgos evidentemente extranjeros. Su piel era morena como si hubiera estado tomando mucho sol, así que supuso que debía haber llegado hace poco al país. ¿Quién seria? ¿Un nuevo estudiante de intercambio?

-¿Qué dices, Nova? ¿Lo conoces tu?- inquirió al gato negro de rayas amarillas que dormía en la ventana. Nova lo miró un instante antes de cerrar nuevamente los ojos, y el, sorprendiéndose a si mismo, tomó su paraguas colgado en un gancho junto a su puerta y se asomó para prestarle ayuda al hermoso desconocido.

(…) …l, Leigh Andersen, hijo de la Rubia Albión, jamás creyó que fuera de su amada Inglaterra pudiera haber inviernos más crudos que ése que había encontrado al llegar al país. La condenada tormenta lo había sorprendido de forma sorpresiva al salir de su clase y ahora estaba a punto de perder todos los apuntes cuidadosamente elaborados para el próximo examen, porque si se corrían un centímetro mas de sus brazos ni el paraguas de Dios los mantendría secos.

Fue entonces (mas adelante dio fe de ello) cuando vio acercársele a lo que creyó era un espíritu de agua, una criatura tan perfecta y hermosa cuyos ojos claros eran una revelación, una luz que atravesaba la oscuridad mas profunda hasta llegar al corazón e inundarlo de calidez. La criatura se acercó a el con rapidez, protegido por un paraguas azul.

-Ey, hola… ¿necesitas ayuda?

-Gracias- soltó enseguida, impresionado por su agradable timbre de voz- ¿podrías sostenerme aunque sea dos carpetas?

-Claro. ¿Vives en el campus? Puedo acompañarte si quieres.

El desconocido negó con la cabeza.- Tendré que tomar un taxi si puedo llegar antes de ahogarme.

Marin no pensó en ningún momento porque hacia lo que hacia. Solo lo hizo. Algo en su interior lo impulsaba a actuar como alguien seguro de si, lo que en si mismo era un señal de que el pelinegro no era uno mas entre todos los hombres que conocía. Y como no era uno mas podía confiar en el.

-Creo que te convendría mas esperar que pare un poco la lluvia. Si quieres, ven a casa- dijo señalando el departamento atrás suyo.- Mis compañeros no están pero no creo que les moleste que pases un rato.

Leigh se sintió extrañamente conmovido por el ofrecimiento, como si un ángel le hubiera tendido la mano. En ese instante se le olvidó la fatiga, la prisa y la lluvia que lo rodeaba y se concentró en el joven de cabellos café, a quien no conocía pero deseaba conocer pronto.- Thank you very much. I accept your offer.

-Ah… ya me parecía que tú… disculpa, pero ¿eres extranjero o algo así?

-Así es. Leigh Andersen, mucho gusto- dijo con una sonrisa- soy de Devon, Inglaterra.

-Yo me llamo Marin Mizuki y vengo de Kyoto, es un placer.

Marin condujo a Leigh a su casa y se apresuró a recoger todos sus libros poniéndolos sobre una mesita, mientras el visitante se quitaba cuidadosamente el abrigo para no ensuciar el suelo.- No te preocupes por eso- señaló el pelicafé- es solo agua.

-Pero me da pena, ni me conoces y yo te voy a mojar toda la casa…

-De verdad, no importa. Si te dejas eso puesto te puedes enfermar.- Respiró hondo.- A menos que prefieras que te llame un taxi desde aquí, déjame ayudarte a cambiar esa ropa empapada que traes.

La mirada de Leigh puso a Marin extremadamente nervioso, y por un segundo deseó que el otro se marchara, pero para su asombro el joven ingles aceptó de buena gana su ofrecimiento. Lo llevó (temblando por dentro) al cuarto de baño, donde le proporcionó toallas secas y ropas suyas que le quedaban grandes y no usaba mucho. A Leigh le quedaban perfectas.

-Marin, eres un tesoro- exclamó el pelinegro- la verdad que me estaba helando. Este suéter es muy calentito.

En boca de otro el elogio lo hubiera incomodado, pero viniendo de Leigh tuvo el poder de alegrarlo como hacia mucho que nada ni nadie lo alegraba. Se veía aquel tan sincero, tan abierto y simpático, además de hermoso, que no podía entender que hacia ahí con el y porque lo trataba tan bien. Y de repente, con la rapidez de un rayo caído a la Tierra, comprendió que había caído perdidamente enamorado de Leigh.

(…) Por su parte, Leigh no pudo parar de pensar en el joven y tímido Marin, el ángel que había aparecido sorpresivamente en su camino para ayudarlo. Hacia mucho que no sentía algo tan fuerte por una persona de su mismo sexo, desde que rompiera con Sean al finalizar la secundaria. Pero Marin era aun más especial, por razones que escapaban a la lógica. Hasta su nombre tenía algo dulce al pronunciarlo, algo que lo llenaba de ternura. Sin mencionar… ese aroma a vainilla… que también estaba impregnado en la ropa que le había prestado y que le fascinaba; olfateó despacio y sonrió con gusto, sintiendo en forma muy intima la presencia de Marin y exhalando un suspiro de satisfacción. La realidad cayó sobre el con la rapidez de un rayo.

-Amo a ese chico- dijo en voz alta- lo amo.

La revelación no lo dejó atontado, sino más bien alegre, como si fuera mejor aceptar la realidad de una en vez de perder el tiempo negándola. Marin estaba en la misma Universidad que el así que sabia donde ubicarlo, conocía su casa y por fotos en la sala a sus compañeros, así que sabia también quienes podrían ser sus potenciales cómplices en la tarea de conquistar al apuesto pelicafé de ojos verdes. Lo veía como un chico frágil y cauteloso a la hora de entablar relaciones, y si tenía razón debía tener muchísimo cuidado para no lastimarlo y perder su oportunidad.

Hasta entonces, no le quedaba más remedio que trabajar en esos apuntes salvados de milagro del agua antes de poder pensar en un efectivo plan para volver a ver a Marin. Pero si Dios quería (y era mejor que quisiera) antes de la Navidad lo habría logrado y el chico seria suyo.

(…) Lady Cat, cuyo verdadero nombre era Catherine Yale y venia de Vermont USA, supo de inmediato que a su callado compañero menor le había sucedido algo importante aquella mañana. Se lo confirmaba su cara culpable ante el enchastre acuático que subía las escaleras hasta el cuarto de baño, y también la presencia de una carpeta roja que no pertenecía a ninguno de los tres.

-Se sincero- dijo- ¿a quien trajiste?

-Cat, déjalo en paz- apuntó Honten- no es cosa tuya con quien estuvo.

-Por favor, no piensen mal- suplicó Marin sonrojado- solo se trata de un chico que pasó por el camino empapado y dejé que entrara a cambiarse… y apenas lo hizo fue a casa en auto, nada mas.

-¡Ah!- tono de que no le creía mucho- ¿Y sabes donde vive para devolverle la carpeta?

-No, pero supongo que si se da cuenta volverá…

Marin fue a su clase si entusiasmo, pero a la vez deseando toparse en algún momento con Leigh; tuvo largas horas antes de darse cuenta que si este había ido a su casa no volvería quizás hasta tarde o el día siguiente. Eso lo desanimó, y terminó recurriendo al vergonzoso método de revisar las hojas que tenia a su disposición.

Se trataba de un cuento titulado “All i want for Christmas is You”, y le bastó leer dos líneas para ver que era el proyecto propuesto por el profesor Jushirou. Se extrañó y a la vez emocionó, ya que eso significaba que Leigh tomaba la misma clase que el y que en cualquier momento lo vería. No quiso leer el trabajo por respeto, pero se dio cuenta que no tenia final.

-Todo lo que quiero para Navidad eres tu…- volvió a sonrojarse, y esta vez con mas fuerza, al pensar que tal vez esa frase describía sus sentimientos para con el pelinegro. No tenia muchas amistades, y su familia estaba lejos, así que no tenia grandes esperanzas de pasar unas buenas fiestas, por lo que seria algo realmente importante y grandioso poderlas pasar junto a Leigh… de inmediato se regañó por ilusionarse tanto y tan rápido con alguien que no conocía, que a lo mejor tenia ya su novia y amigos y no iba a desperdiciar su tiempo por el…

Pero si pasaba, si Leigh aparecía y tenia la suerte de convertirse en su amigo, comenzaría a creer en la magia de la Navidad; y si pudiera ser algo mas, agradecería a Dios y saldría a la luz como una flor del desierto largamente escondida.

(…) No fue sino hasta el día siguiente que Leigh apareció, y lo hizo de la forma más sorpresiva.

En la clase del profesor Jushirou, que parecía ir mejor de salud luego de una semana de tratamiento en la Clínica, presentó a todos a su ayudante Leigh Andersen, a quien describió como un potencial genio de la literatura que había venido expresamente de Devon para cursar su ultimo año en Winter, con el objetivo de publicar su primer libro gracias a las conexiones del colegio con la Editorial Yamanaka. Marin se sintió terriblemente avergonzado sin saber bien porque: quizás se debía a que había confundido al mayor con un estudiante, o a que se trataba de alguien de intelecto superior al suyo, o que ni bien este terminara el año se marcharía de vuelta a su país a gozar de la fama que el profesor Jushirou le auguraba.

Leigh, en cambio, se sintió súper feliz como un chico con juguete nuevo al ver entre el grupo a su “amado Marin”, como llamaba para si al menor. Con decisión se sentó al lado suyo ignorando los demás bancos vacíos, cosa que puso al pelicafé… a ver si adivinan… si, rojo como un tomate, aunque nadie mas lo notó.

-Buenas tardes, Marin-chan… ¿te acuerdas de mi?

-Claro… tu… de la lluvia… ¡toma, olvidaste esto en casa!- dijo de golpe extendiéndole su carpeta roja. Aun en ese momento no se atrevió a mirarlo a los ojos, cosa que hizo revolotear cien mil mariposas en el estomago de Leigh. Cada vez amaba más a Marin por su ternura y forma de actuar… ¡con que ganas le daría un beso allí mismo para alegrarlo y quitar el sonrojo de sus mejillas! ¡Que supiera lo que le inspiraba!

-Escucha, Marin-chan, me quedé muy pero muy agradecido contigo por lo de ayer… ¿te gustaría ir a tomar algo conmigo después de clase?

-¿De verdad… te gustaría invitarme? Digo, no lo hagas por obligación, yo…

-Oh, basta. Lo hago porque quiero salir contigo, nada más. Vamos- pidió bajando la voz y mirándolo de forma irresistible- di que si.

-Me encantaría- admitió Marin, procurando que no se le notara la excesiva felicidad en el rostro.

-Muy bien. Está algo mojado, pero si quieres caminar se de un lugar muy lindo que te gustará y al cual quiero llevarte.

-No hay problema, acepto.

Leigh sonrió al imaginar como cuadraría esa frase ante un altar. Solo deseo que no se lo notara.

(…) La cafetería en la que entraron se llamaba Tiffany´s Two y era una sucursal de la popular Tiffany´s de Roppongi Hills. Igual de elegante y acogedora, tenía un sistema de audio perfecto, y desde varios parlantes sonaba una música extremadamente romántica…

Quizá no fue coincidencia encontrarme contigo
Tal vez esto lo hizo el destino…

Diooos, ¿Por qué la canción tenia que decir eso apenas entraban? Parecía hecha a su medida. Leigh pensó lo mismo, no conocía el tema pero no le cabía la menor duda que el destino lo había echo cruzarse con Marin, y algo así debe agradecerse.

-Ven- pidió sonriente señalándole una mesa en un rincón, alejada de las demás y que invitaba a hacerse confesiones intimas sin peligro de ser oídos. Marin aceptó sin ver, sospechando por primera vez que Leigh se traía algo entre manos.

Primero leyeron la carta, y al estar todavía friolentos por la ventisca de fuera, pidieron ambos chocolate caliente a la Yu y muffins Leboutillier de canela, chocolate y fresa, una autentica delicia que hacia entrar en calor y despertaba la dulzura interior de quienes la probaban, al menos eso decía la gente…

-Um… esto es tan rico…- soltó Leigh al probar uno de canela. No desperdicio oportunidad y disparó una frase cuidadosamente ensayada:- sabes, me hace acordar a ti, huele igual y es igual de dulce.

Marin tosió un poco ante tales palabras, sin querer creerse que de verdad las había oído. Leigh, rápido y acostumbrado a actuar una vez que algo le interesaba, se movió a lo largo del sillón circular que rodeaba a la mesita hasta quedar junto a Marin y sentir con más intensidad su calidez y ese encantador aroma que cada vez lo estaba volviendo mas loco…

-¿Te sucede algo, Marin-chan? ¿Dije algo malo?

-N… n…- no podía mirarlo a la cara, si sus descomunales ansias de gustarle estaban haciendo que malinterpretara las cosas, la única solución que le quedaría seria arrojarse al río o salir a morir a la primer tormenta de nieve que aconteciera caer en la ciudad. Pero en su destino no estaba escrito que pasara tal tragedia.

-Espero que por favor no te ofendas por lo que dije- pidió Leigh- es que aun sin conocerte demasiado pienso que eres dulcísimo y a mi me fascina lo dulce.

-Leigh por favor- suplicó Marin sin poder evitar una lagrima- no tienes idea de lo mal que me hace oír cosas así. No sigas.

-Pero, ¿por qué te ponen mal?- cuestionó el pelinegro- ¿Es porque soy un hombre… que lo que digo te cae mal?- Marin negó- ¿Porque soy un desconocido?- Marin titubeó.

-Tu me dices cosas que son tan lindas, que solo se le dicen a alguien que uno le gusta y quiere agradarle…- explicó despacio.

-Así es. ¿Y?

-Y que tú no estás enamorado de mí, así que no me digas cosas que me ilusionen…

-¿Y quien te dijo que no estoy enamorado de ti?- preguntó fingiendo enfado.

-Leigh, no juegues con eso. ¿Cómo vas a estar enamorado de mí si no me conoces?

-¿Cómo? Bueno, pues puedo amarte como lo hago porque me alcanzó verte venir bajo una lluvia terrible solo para ayudarme para comprender que eres el chico mas tierno, precioso y sensible sobre la faz de la Tierra, y la única persona que quiero a mi lado.- Ante eso, Marin alzó la cara y vio la serenidad del rostro de Leigh, lo que significaba que era sincero en su declaración. Poco a poco mas lagrimas fueron hallando sitio en su rostro al captar la intención del joven ingles.

-Por favor, no llores- pidió Leigh preocupado- si no quieres nada conmigo dímelo, aunque de todas formas voy a luchar para que me aceptes, no importa si es apresurado, se en mi interior que te amo y te quiero conmigo y que soy lo que necesitas.

-¡Leigh!- Marin se echó en los brazos del musculoso y atractivo muchacho mayor llorando ahora sin mas disimulo, llorando al oír palabras tan románticas de boca de aquel de quien se había enamorado solo con verlo, llorando porque todo su dolor y tristeza el destino había querido borrárselo de un plumazo en una época en que imperaba la felicidad y el se sentía el patito feo del grupo. En definitiva, llorando porque Dios le había tendido una mano en el momento que más lo necesitaba. Leigh Andersen.

-¿Qué sucede, querido? Ya, ya, no llores- consoló devolviendo el abrazo con toda la delicadeza del mundo, acariciando despacio ese cabello color café único por su hermosura- Me parece que no es de tristeza, ¿verdad? ¿Estas bien?

-Te amo- balbuceó Marin sin fuerzas- te amo, te amo, te amo…

-Oh, Marin, mi ángel, mi querido y hermoso angelito, no quiero que llores mas, si eres feliz quiero ver una gran sonrisa en tu rostro… y tal vez…

-¡Nunca creí que alguien me amaría… no puede ser cierto!

-¿Ah que no? Ahora verás…

Leigh se tomó menos de diez segundos para atraer más a Marin hacia si y darle un suave beso en los labios, uno que se prolongó por tiempo indeterminado sin perder la castidad y haciéndolos flotar como en un sueño… el pelicafé al principio se quedó estático al sentir esa boca hipersensual sobre la suya y esos brazos de rugbier en torno a su cintura, pero al ver que no se detenía aflojó su postura tensa y se rindió a su senpai.

Te envío poemas de mi puño y letra
Te envío canciones de cuatro cuarenta…

-Marin- susurró Leigh- ¿Quieres ser mi novio?

-¿De veras hace falta que responda?

Andersen río encantando y volvió a apoderarse de la boca del que ahora era su novio, por todo el tiempo que quiso, olvidado de todo lo demás. Solo contaba que Marin era feliz y que ahora sonreía, y que eran apenas los primeros momentos de los muchos que les quedaban juntos.

-Marin…

-¿Qué?

-Todo lo que quiero esta Navidad eres tu…

-Sabes, sin querer espié tu trabajo- confesó Marin- ¿Ahora crees que podrás darle un final?

-Oh, claro que si. Solo alcancé a escribir como Santa me traía de regalo un nuevo y definitivo amor, y mírate, aquí estás… Santa cumplió.- El menor soltó una risa espontánea de diversión.

Y así me recuerdes y tengas presente
Que mi corazón esta colgando en tus manos
Que mi corazón esta colgando en tus manos…


-… así que si, hoy mismo me pondré a hacer el final y se lo daré a Jushirou-sensei.

-Sabes, yo no podía hacer ese cuento. Me faltaba sentir verdadera alegría y amor para inspirarme. Creo que ahora que nos encontramos lo lograré.

-No me cabe la menor duda. Me alegro muchísimo de serte útil.

Salir de Tiffany´s Two fue todo un desafío: no era muy tentador abandonar el calido refugio para largarse a caminar en una fría ventisca, pero al menos ahora pudieron tomarse amorosamente del brazo. Leigh sintió una vez más el delicioso aroma a vainilla y canela, y se le hizo agua la boca.

-Por cierto, Marin- inquirió- ¿Tenias planeado algo para el 25?

-No. Cat y Honten harán una fiesta, pero no tenia nada de ganas de participar.

-¿Y ahora tienes ganas?

-Quizás… si me quisieras acompañar…

-Bueno, no es mala idea… es una magnifica idea. Pero te advierto que tras la fiesta, no consentiré en marcharme solo. Quiero que estemos juntos todo el día después.

Marin se sonrojó, pero esta vez de contento.- Por mi esta bien…

Leigh sonrió aprobador. Ahora solo restaba llenar a su novio de mimos y levantarle el animo hasta el cielo, y hasta el día de Navidad, cuando le daría el mas perfecto regalo que pudiera hallar para el. Marin se lo merecía. “Su” Marin, como se complació en recordar.

Notas finales: Solo me resta aclararles que esto me llevó tres dias, uno de los cuales es hoy y lo escribi directamente en el Word... espero que haya valido la pena. Por si no las veo antes, Feliz Navidad para todas!

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