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El fantasma de la abadía. por nezalxuchitl

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Notas del fanfic:

La acción se desarrollara en dos lugares: el ficticio pueblo de Belcançone en Italia y el ficticio pueblo de Castilleja en España.

Todos los personajes son ficticios.

Lo sobrenatural es una realidad en el universo de esta pequeña novela.

Notas del capitulo: Enjoy it.

1 Teodoro.

Teodoro mordisqueaba el palito touchscreen de su notebook y miraba con aire distrado por la ventana. Afuera hacia un da esplndido, luminoso. No era su tipo de da favorito pero era uno que le permitira ir caminando al castello Benzi. Aunque el inters por esta caminata tampoco radicaba en un entusiasmo por el ejercicio.

Cinco hileras de bancas al frente, a un lado del tradicional pizarrn de tiza el padre Tezza disertaba sobre el problema esttico en Santo Toms de Aquino. Que maldita mana de dejar las clases de filosofa para la ltima hora. All en Castilleja, por lo menos, la ultima leccin del da era la de qumica o la de fsica; la de algo que no entusiasmara a los profesores, casi todos religiosos, y los hiciera extenderse mas all de la hora del campanazo.

Teodoro levant la mano. El padre Tezza tard unos instantes en darse cuenta, pero al drsela se interrumpi para preguntarle solcitamente.

-Si De Haro?

-La clase ha terminado hace quince minutos, padre.

-Quince minutos! Uff, muy bien. Podis iros. Deberes: leer la tesis de Eco sobre el particular.

Algunos sonidos de protesta y muecas se dejaron ver, en especial entre los chicos. Los chicos de la nueva generacin tendan a ser ms protestones que las chicas. Y ms vanidosos: muchos iban peinados con mayor esmero que las chicas. Empero, iban empatados respecto a la cantidad de accesorios que podan agregar al sobrio uniforme del colegio de Santa Chiara da Montefalco.

Personalizar aquel conjunto de pantalones rectos y negros, la camisa blanca, el chaleco negro y el saco negro era todo un reto. Sobre todo teniendo en cuenta que el color de la corbata, para ambos sexos, era azul celeste. Las chicas llevaban faldas cuyo largo oscilaba entre debajo de la rodilla y a medio muslo. El, por su parte, llevaba un uniforme increblemente parecido. Era asombroso como todos los uniformes de colegio catlico se parecan. De Italia a Espaa la nica variante era que en su colegio, el colegio de San Diego de Alcal el color era azul marino y la corbata negra. Oh, y el saco era algo ms corto.

Teo, como prefera ser llamado Teodoro De Haro era un estudiante de intercambio espaol, oriundo de Castillejas, Andaluca, que por todo el semestre enero-julio estaba estudiando en Belcaone, un pueblecito muy parecido a Castillejas pero asentado en el milanesado.

Haba llegado hacia apenas dos das, efusivamente despedido por su madre, a la que tuvo que obligar a no acompaarlo. Se alojaba en el castillo del barn de Belcanone, Enrico Benzo, un noble italiano que realizaba muchas obras de caridad, entre ellas, la de mantener a un estudiante de intercambio de tiempo completo, a Teo durante este semestre.

El castillo de Belcanone estaba algo separado de la aldea, unos cuatro kilmetros y medio, bien plantado en la cordillera montaosa. El barn le ofreci una moto para salvar el trayecto, pero Teo le dijo que no saba conducir. Entonces el barn se ofreci a llevarlo y traerlo en su Ferrari, a condicin de que a la vuelta lo esperara por tres horas, ya que las clases del chico concluan a las dos de la tarde y las labores del barn como directivo del banco a las cinco de la tarde.

Teo estuvo conforme; era un chico que rara vez causaba un disgusto. Su carcter era tranquilo, reservado, rayando en lo aptico. Era muy inteligente y todo tenda a aburrirlo. El gobierno espaol le haba ofrecido un lugar en el colegio para nios superdotados en Sevilla pero Teo se haba rehusado. No le gustaba sobresalir. Le gustaba ser el poder en las sombras, divertirse a gusto con lo que a su mente se le antojara mientras a su alrededor sus compaeros se afanaban con una tarea que el haba terminado rato ha.

Fsicamente Teo era un chico guapito. No especialmente guapo, pero si guapito: de ojos azules, claros, penetrantes, rodeados de largas pestaas. Posea una boca sexy, altamente besable, y una nariz estrecha y bonita. Su rostro era un ovalo perfecto, circundado por cabellos lacios y castaos, que llevaba cortados disparejos y despeinados, con la esperanza de no sobresalir. Su larga y esbelta anatoma se mova con una gracia innata. Ese porte y esa elegancia de movimientos eran algo de familia, algo que estaba convirtiendo a su hermana en una promesa del ballet. A su madre le habra encantado que el tambin practicara ballet, como el Billy Eliot de la pelcula, pero la mera idea hacia fruncir el ceo a Teo, marcndole esa arruga vertical entre las dos cejas.

A pesar de haber sido el que de manera quizs poco amable hiciera notar al padre Tezza que la hora de la salida haba pasado se quedo sentado, con el palito de tocar el touchscreen entre los dientes, como los vaqueros una pajita en las pelculas del viejo oeste hasta que todos sus compaeros se fueron, todos, incluida la chica de la falda a medio muslo que no cesaba de sonrerle. Como no le dolan las mejillas, joder, de tanto sonrer, a la ta.

Cerr su notebook, apagada, pues en todo el da no la haba prendido para tomar una sola nota. Con ese ritmo tan a cuentagotas con el que los profesores les filtraban la informacin lo retena todo en la cabeza, quedndole bastante espacio disponible para planear escapadas como la que iba a hacer ya mismo.

Una escapada para visitar las ruinas de la abada de Belcanone.

***

Era ridculo el modo en que todos evitaban esa joya arqueolgica. Todos, desde el barn Benzo hasta la seora que venda dulces en el patio del colegio, hablaban con reserva de la abada que haba dado nombre a la regin.

Belcanone, se llamaba ahora. Pero en el siglo XVIII, cuando la abada no era una curiosidad arquitectnica sino el imponente centro de la pequea sociedad feudal que habitaba aquel disparejo paraje geogrfico, medio en las faldas de los Alpes, medio en un valle, el lugar se haba llamado Montcapello.

La abada se haba asentado en una meseta; hacia el norte se el terreno se elevaba hasta fundirse con las montaas que separan la pennsula itlica del continente. La meseta era como un adelanto de las mismas, pues se adentraba en un valle liso que descenda suavemente hasta el mar por el lado este. La meseta terminaba de forma abrupta, un sesgo rocoso y spero, no demasiado alto pero si lo bastante para imponer a quien mirara desde el valle.

Lo que una vez fuera el prtico de la iglesia, la construccin mas importante, aun perduraba en su desnuda esplendidez. De mas de treinta metros de alto, un rectngulo cortado en tres arcos gticos, coronado por un triangulo en cuyo centro se abra un rosetn escoltado por dos torres estrechas, ligeramente mas bajas pero igualmente terminadas en triangulo. Pinculos, o, mejor dicho, obeliscos gticos que apuntaban hacia arriba, hacia ese cielo en cuya direccin todas las humanas atenciones y afanes deban orientarse.

La nave de la iglesia comprenda cuatro arcos de las mismas dimensiones que los del prtico hasta el cruce. Los brazos de aquella cruz arquitectnica eran de un arco de ancho, para albergar dentro pequeas capillas laterales. La cabeza de la cruz era tambin de un solo arco. Ah, en su interior estuvo alojado el altar y debi ser el punto donde el techo era ms alto. Desgraciadamente, era el punto mas cercano al edificio que alojaba la biblioteca, una antiqusima torre octagonal cuyos constructores eran desconocidos, perdida su fama en la noche de los siglos.

Desgraciadamente, si, porque fue en aquel edificio, en la biblioteca, donde comenz el fuego que destruyo la abada entera. Qu pudo haberlo ocasionado? El descuido de un monje que se durmi en su escritorio e inconscientemente tiro la vela sobre los pergaminos? La mana de un pirmano? El furor de un demonio? La historia lo ignoraba.

Pero fue un hecho que durante tres das del mes de noviembre de 1323 la abada ardi. El techo de madera de la iglesia, las casitas de madera de los sirvientes de los monjes, el monasterio mismo, nefastamente pegado a la torre. De las bardas y paredes solo quedaban pedazos ennegrecidos por el paso del tiempo.

La hiedra haba cubierto los jirones de paredes, las columnas, los raros arquitrabes que no se haban derrumbado. El cementerio se reconoca fcilmente por las tumbas que aun afloraban aqu y all de entre la maleza.

Del magnifico complejo que haba sustentado la economa de la regin solo quedaba un magnifico esqueleto roto. La vetusta torre se mantena casi intacta; sus numerosas ventanas eran como orbitas vacas de las que acaso asomaban lquenes y dems plantas trepadoras. Mas castigada haba resultado la iglesia, de cuya estructura de piedra solo se conservaba integro el prtico. Buena parte del muro occidental tambin se mantena en pie: solo el tercer arco desde el prtico estaba roto. La cruz y el muro oriental, mas cercanos al foco del incendio, estaban derruidos casi por completo.

Imponente en su altura, en su desnudez, el prtico se ergua ante Teo, quien haba caminado como maratonista para llegar ah antes de la puesta del sol. Los australes rayos del sol invernal adornaban con exquisitos matices la piedra erosionada. Teo imagin sin ningn trabajo la fina ebanistera que debieron lucir los arcos, el colorido vitral del rosetn.

Con la mochila al hombro y el cuello echado atrs miraba boquiabierto. Se senta tan pequeo y joven. Siglos y dioses parecan mirarlo desde lo alto del triangulo, majestuosos, inexorables.

"Nosotros hemos cado como as tu caers; pero tu esqueleto de calcio no perdurara tanto como nuestro esqueleto de piedra." Eso parecan hablarle las ruinas, pero no era todo. Haba algo ms. Algo que escapaba a su comprensin. Estaba experimentando esa incomoda sensacin que ya antes haba sentido.

Molesto por no comprender el idioma de los siglos avanz con paso decidido. Ya se angustiara el barn Benzo y ya tendra que or su regaina, pero el de ah no se iba hasta saciarse de sus ruinas. Quien sabe hasta cuando podra volver escaparse ah. Atraves el umbral de la iglesia, de casi tres metros de ancho. Una pared de tres metros de ancho! Se sinti sobrecogido al recorrer ese pasto y esas piedras, algunas talladas, algunas grandes como para sentarse en ellas, fragmentos del colapsado muro oriental. Por los arcos gticos del poniente la luz crepuscular le llegaba en un ngulo cada vez mas cercano a los 180.

Con la noche descenda el viento, frio, murmurando en las montaas para callarse en el liso valle. Se detuvo en las ruinas del altar para sacar de su mochila la bufanda y la lmpara. Con su haz de luz ilumin las ruinas desde abajo e imagin lo hermosas que se veran si les pusieran alumbrado publico como el de Castilleja: focos en el piso, iluminando hacia arriba, fantasmagricamente, las esquinas mas bellas. La abada se convertira en una autentica atraccin turstica. Pero esos italianos eran unos supersticiosos... les afectara el hecho de estar tan cerca de Transilvania?

Belcanone, se llamaba el lugar, en honor a las ruinas. Belcanone porque desde sus ruinas se escuchaba una bel-canone, una bella cancin. Los monjes muertos que se levantaban de la tumba a cantar maitines. Maitines y laudes y tercia y todo lo dems. Fantasmas que no se resignaban a ir al ms all, o que no saban que estaban muertos o que bien que lo saban pero deban cumplir extraos rituales.

"No te acerques a la abada a la puesta del sol." O "No te acerques a la abada a ninguna hora!" decan y se santiguaban.

Por qu santiguarse? No se supona que eran los fantasmas de pacficos monjes? Qu haba que temer? Aun suponiendo que le salieran los fantasmas, Teo no vea que temer. Ellos en lo suyo y yo en lo mo, pensaba el muchacho. Es ms, si los vea, mejor que mejor. Comprobara su existencia y pasara horas pensando en las implicaciones y complicaciones que dicha existencia conllevaba. Le dara en que pensar por un buen rato. No se aburra de todo? Pues ah estaba! Un tema interesantsimo.

La noche haba cado y el aire se enfriaba rpidamente. La delgada tela de su saco, ideal para un clima ardiente como el de Andaluca resultaba claramente insuficiente para protegerlo de los rigores alpinos. Teo lo haba considerado, naturalmente, pero una chaqueta en la mochila habra hecho demasiado bulto y habra ocasionado molestas preguntas de parte del barn.

Pisando fuerte Teo atraves el campo sembrado de lapidas que separaba la iglesia del edificio. La bruma suba lentamente del valle y del lejano mar, pero sobre la meseta aun brillaban esplendidas las estrellas. Un par de veces Teo dirigi su lmpara hacia una lapida lejana, cuando con el rabillo del ojo perciba un movimiento, pero todas las veces, la ardilla, el viento o lo que fuera eran mas rpidos que l.

Entrar a la torre octogonal fue la experiencia ms acojonante de su vida. Mirar hacia arriba y ver tanto muro y el cielo nocturno como techo. Tanto rodo, tantos pequeos y extraos objetos tirados entre las hierbas y los rosales silvestres cuyo perfume incensaba sus sentido . Aqu era una biblioteca, un acerbo de cultura que se perdi tan fcilmente como se pierde todo, pens el joven. Diecisiete aos y demasiada lucidez no son buenos para nadie.

Y mientras estaba absorto en su intensa experiencia algo clido lleg en alas del viento y rozo su mejilla. Una caricia apenas perceptible pero tan cargada de ternura que Teo resping. El no ver a nadie a su alrededor lo turb un poco. Sac el mvil y vio la hora. Dos horas de caminata a paso de campen olmpico para llegar al castello, haba calculado. Y con cero imprevistos.

Desand el camino a toda leche y mientras su pequea silueta se perda por la vereda algo clido suspir desde el nicho vacio del rosetn.

Continuara...

Notas finales:

Ojala haya sido de su agrado.

En el proximo capitulo conoceremos al barón Enrico Benzo.

Cualquier duda o comentario sera bien recibido y contestado a la brevedad posible.

Huy, la leche. Se me olvidaba comentar: sip, adivinaron, la abadia es la de la famosa novela El nombre de la Rosa, del gran semiologo y filosofo Umberto Eco. Sin embargo, me tome algunas libertades: deje el edificio octogonal pero cambie por completo la iglesia.

Es un pequeño guiño/homenaje a este libro que marco mi vida.

Nos leemos!


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