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Stormwind por zandaleesol

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Título: “Stormwind”


Pareja: Harry/Draco


Disclaimer: Los personajes de esta historia pertenecen a J.K. Rowling, yo sólo los tomo prestados para divertirme y espero que también para entretener a los lectores, no percibo ningún beneficio económico por este trabajo.




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Como cada día llegaba muy temprano al Ministerio de la Magia, por la entrada de los empleados. Luego de cruzarse con muchísima gente, que como él acudían a cumplir con la rutina diaria, dando y recibiendo los habituales saludos matutinos, no podía evitar reflexionar sobre esos magos y brujas que parecían moderadamente felices, y se preguntaba si podrían detectar que él no lo era. Con toda seguridad no podían, como podría él no ser feliz si lo tenía todo, a él se le consideraba alguien importante; su nombre seguía siendo célebre, continuamente salía su fotografía en “El Profeta”, aunque le hubiese gustado más ser considerado importante en lo que importaba, la atención que recibía todavía lo hacía sentirse incómodo, avergonzado incluso.


Antes de dejar su casa esa mañana había hablado con Ginny, la conversación aunque breve había sido un precoz comienzo del que prometía ser uno de los días más miserables de su vida. Y él se sentía miserable porque con todo lo importante que era para tantos, se veía absolutamente indefenso ante su propia existencia y ante lo que le esperaba al final de ese día cuando regresara a su hogar, aquel día sería el comienzo del fin del pasado. Sería duro llegar a su casa por la tarde, esperaba que esa última vez fuese breve y tranquila.


Su secretaria lo saludó con una sonrisa cordial, igual que sus subordinados en la oficina de Aurors. Siempre había tenido claro que su fama de héroe no podía sacarlo de aquellos problemas sin resolver, como tampoco podían salvar su matrimonio o ayudarlo a conciliar un sueño feliz por las noches. Su vida siempre había estado plagada de pérdidas, no era justo, no lo era, miró por la ventana hechizada que era salpicaba con una finísima lluvia otoñal.


—“Bien Ginny —pensó —, ahora parece que sí es cierto que esto no tiene remedio. Seguramente ese imbécil es mejor que yo”.


Una vieja y tardía amargura lo hizo sentir que eso también era injusto, aunque sabía que en realidad había competido consigo mismo durante dos años, sin éxito, por mantener su hogar con Ginny. Ahora sentía que en realidad él nunca había estado a la altura de ella en cuanto a capacidad de amar, por eso se sentía algo ridículo y sorprendido de que inflamaran en él esos extraños celos pseudos matrimoniales, era un absurdo en un día que sería algo crítico y deprimente. Aquellos dos años de matrimonio se estaban deshaciendo como una seda gastada y se sentía impotente para detener aquello.


Pero también era una equivocación, sí él estaba equivocado, porque a pesar de todo Ginny y él habían tenido buenos momentos, recordó con precisión su época de noviazgo, y entonces sintió deseos de llorar, aunque aquello pareciera imposible, así era, ahí estaba el gran Harry Potter, apreciado, idolatrado, exitoso Auror, queriendo llorar por primera vez como lo hace un chico asustado. Se reclinó en su sillón y cerró los ojos celebrando aquel interludio que le permitía estar a solas consigo mismo y analizar su vida actual, se preguntaba que había sucedido con él, donde habían quedado esos sueños después de haber luchado y vencido. Qué era eso que le faltaba a su vida, qué era eso que había creído haber encontrado en Ginny, a quien había elegido como compañera, donde estaban las ilusiones que se había forjado, parecía que su vida era como un árbol cuyas hojas se habían vuelto mustias, para luego marchitarse y caer, para terminar siendo arrastradas por el viento y llevadas a cualquier parte. Pero lo más curioso era que de toda aquella infelicidad que sentía, la menor parte era la que provenía de saber su matrimonio roto.


Sin embargo debía ser fuerte una vez más, a pesar de que el asunto no tenía solución, debería intentar recomponer su vida, aunque sentía que la carga era demasiada, no podía dejar de pensar que la única luz al final del túnel era un gran tren negro. Trató de racionalizar un poco sus emociones de esa mañana y concluyó que la tristeza era la más intensa de las emociones y por ende la más efímera, nunca le había gustado auto compadecerse y su instinto de supervivencia se erguía para echarle encima una cubierta que le protegiera el alma.


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Acababa de llegar al Ministerio y un empleado comprobaba su varita, el hombre titubeo al llamarlo por su nombre al momento de regresársela, como si intentará decidir si debía tratarlo con respeto a pesar de su apellido, ya que se trataba de un Auror. El pequeño disgusto que le causó la actitud del hombre se tradujo en un leve dolor en su ojo derecho; el dolor golpeó los bordes de su cerebro amenazando con transformarse en una completa jaqueca, lo último que necesitaba era comenzar su nuevo destino con una migraña de por medio.


Hasta el día anterior había formado parte del Departamento de Aurors del Ministerio de Magia francés, donde había completado su formación. El mejor de todos en el cumplimento de la ley y había sido el único aceptado en ese curso práctico de perfeccionamiento en el extranjero, el primero en romper la barrera de la nacionalidad. Seguramente nadie sentía más orgullo que él por esto, y probablemente la actitud del hombre que acababa de comprobar su varita fuera el indicio más claro de eso, con toda seguridad el sentimiento de ese hombre se extendería por todos empleados del Ministerio de la Magia. En todo caso poco le importaba la opinión negativa que tuviesen de él, había realizado los estudios necesarios al igual que todos, pasado los exámenes… cumplidos con los conocimientos teóricos y prácticos. Sabía como manejarse a sí mismo, había cumplido con lo requisitos que se le exigían a los egresados desde el final de la segunda guerra. Finalmente había llegado su momento, ejercería su puesto en el Departamento de Aurors del Ministerio de Magia inglés.


Llegar a la hora señalada a su reunión con el Jefe de Aurors era muy importante. Una vez que salió del ascensor se encaminó por el ancho corredor, ignorando el atrio con brillante luz y adornado con palmeras exóticas, todo estaba muy cambiado a como lo recordaba, parecía que el Ministerio se esforzaba en borrar todo vestigio del pasado oscuro. Sin pensarlo se miró en una vitrina empotrada en la pared, hacía unos días se había recortado un poco el cabello en una melena que ahora había atado con un lazo negro, prolijo y formal como siempre, sin embargo, unos mechones le caían como hilos de seda fina en la frente y en las mejillas, trató de echarlos atrás con un gesto impaciente.


La oficina de recepción estaba vacía, cruzó enseguida las puertas que llevaban al sector donde trabajan los Aurors. El lugar era brillante y limpio, de paredes blancas que contrastaban con la alfombra gris que cubría el piso, una formación de escritorios se alineaban en dos hileras y más atrás oficinas que ocupaban los Aurors con más rango; para él una discriminación que iba contra los preceptos de igualdad que sustentaba el Ministerio. Casi todos los escritorios estaban repletos de legajos de papel, tazas de café y fotografías enmarcadas, sólo cinco estaban ocupados por personas.


Uno de ellos reparó en su presencia y se levantó de su puesto, la mirada soñolienta que tenía al comienzo desapareció cuando estuvo cerca y naturalmente lo reconoció. Parecía como de treinta años, el cabello era lacio y oscuro, el cuerpo musculoso.


—¿Puedo ayudarlo?

—Draco Malfoy, tengo una cita con el Jefe Larkin.


El hombre estudió el rostro del muchacho con moderado interés, parecía medio dormido.


—Pase —le indicó con un ademán —, la oficina del jefe es la primera de la derecha.


Sin decir nada siguió hacia la oficina del jefe que debía estarlo esperando. Golpeó la puerta vidriada donde estaba escrito el nombre del Jefe de la oficina de Aurors, Joe Larkin. Escuchó la voz del hombre que le conminaba a entrar.


—Buenos días, señor —saludó Draco tendiéndole la mano cortésmente.

—Ah… Draco Malfoy… es usted muy puntual, por favor siéntese —dijo el hombre después de retirar su mano para indicarle la silla que había delante del escritorio.

—Gracias.

—Recibí su informe la semana pasada, aprobó con honores el curso de perfeccionamiento.

—¿Le extraña eso? —preguntó Draco con cierto tono defensivo.

—No, supongo que deseaba ser el mejor de su promoción —dijo Joe Larkin.

—Así es, me esforcé en serlo… pese a que no me hice Auror por gusto propio.

—Sí… lo sé muy bien… pero yo no soy quien para juzgar las decisiones del Ministerio, ni tengo el menor deseo de hacerlo.

—El Wizengamot… fue muy generoso con mis padres y conmigo —dijo Draco con tono algo mordaz.


El jefe Larkin prefirió ignorar el último comentario del muchacho, no le agradaba revolver el pasado, Draco Malfoy a partir de ese momento era un empleado más del Ministerio y no había más que hacer aunque en su fuero interno el asunto no fuera de todo su gusto.


—La verdad yo creo que serán de mucho aporte los conocimientos que usted ha adquirido durante estos dos años en Francia, aunque naturalmente en un comienzo le costará un poco adaptarse.

—Estoy preparado Jefe para cualquier cosa que me asigne —dijo Draco.

—Mientras se adapta a nuestro sistema usted contará con la ayuda de un compañero que le asignaré.

—No creo que eso sea necesario…

—Señor Malfoy no nos entenderemos si usted comienza cuestionando desde ahora mis decisiones.

—No es mi intención —dijo Draco con frialdad.

—Eso espero señor Malfoy. Voy a asignarle un compañero… un Auror de más rango, él será su guía —dijo Larkin con tono más comedido —, espero que juntos tengan un buen desempeño.

—¿Y él ya lo sabe? ¿Quién es?

—Harry Potter… nuestro mejor y más célebre Auror.


Draco sintió que el alma se le iba a los pies, no podía ser que tuviese tanta mala suerte, de todos los idiotas presumidos que podían haberle asignado como compañero tenía que ser el que más detestaba, Potter “el héroe”, tenía ganas de levantarse y decir que prefería renunciar a tener que aceptar a Harry Potter como su compañero, pero no podía hacer eso. Una sentencia del Wizengamot lo había obligado a convertirse en Auror, ese había sido el único medio de mantener a sus padres y a él mismo fuera de Azkaban. Había pasado dos maravillosos años en Francia sin tener que ver la fotografía del héroe del mundo mágico todos los días en “El Profeta”, no había vuelto a saber de su enemigo y eso lo había hecho muy feliz, sin embargo, ahora tendría que soportar que le diera órdenes, era demasiada humillación.


— ¿Así que Potter es un Auror de alto rango? —preguntó Draco con un tono neutro.

—Sí… no podía ser de otra manera… después de que destruyó al mago más poderoso del mundo —dijo Larkin con un tono en el que había un dejo de cierto fastidio que para cualquiera pasaría inadvertido, pero no para alguien que sintiera antipatía por Harry Potter como era el caso de Draco.


Draco sonrió de forma imperceptible, parecía que aquel Larkin no era uno de esos tantos perfectos idiotas que besaba el suelo por donde pasaba Potter, definitivamente Draco pensó que ese sujeto le resultaba muy agradable.


—Bueno Jefe Larkin… por supuesto que aceptaré al compañero que usted me designe, estoy ansioso de mostrar mis capacidades.

—Nuestro mundo es ahora un lugar tranquilo… afortunadamente, eso sí delincuentes nunca faltan, será su trabajo como Auror mantenerlos a raya —dijo Larkin levantándose de su silla —, venga conmigo, le presentaré a Potter, es sólo una formalidad, naturalmente sé que se conocen bastante.


Draco sólo se limitó a asentir con la cabeza, se levantó y siguió a Larkin fuera de la oficina.


&&&


Estaba retrasado para su cita, era ridículo aquello, quién tenía una cita con la propia esposa, era algo que sólo podía pasarle a él. Ginny lo había citado en un restaurante muggle al que iban con bastante frecuencia. En la mañana antes de salir de casa Ginny sólo había dicho que necesitan hablar seriamente, él ya presentía de qué trataría el asunto, no era ciego ni estúpido, era más que evidente que el sueño de tener una familia con Ginny estaba terminado. Mientras pensaba muy deprimido en lo que sería esa conversación, decidió cambiarse ropa, pues no podía ir a ese lugar luciendo esa túnica de mago. Sacó de un bolso la ropa que siempre maneja en su oficina para el caso de tener una emergencia en el mundo muggle. Los jeans estaban bastante gastados, pero quedaban a su medida, eran casi los únicos que había comprado en dos años, la camisa estaba algo arrugada, no sabía porque nunca le había pedido a Ginny que le enseñara esos hechizos para mantener su ropa libre de arrugas.


Sólo luego de quitarse la túnica y quedar con unos calzoncillos que le llegaban a la rodilla se percató de que eran unos que jamás se ponía pues los consideraba una broma de Ginny, eran de color rojo escarlata y tenían pintadas pequeñas Snich doradas, esa mañana luego de salir de la ducha y oír a Ginny decirle que debían conversar, justo antes de dejar la habitación, él confuso y preocupado por aquel tono de su esposa tomó lo primero que encontró su mano, recién ahora veía que llevaba puesto los calzoncillos más ridículos que podían existir y que había jurado jamás usar.


Sacó el jeans del bolso y los sacudió en repetidas ocasiones como si de este modo pudiera eliminar las arrugas que tenían, los dejó sobre una silla y le pasó revista a la camisa que estaba más arrugada que el jeans, estaba mirándola como pensando en si debía ponérsela o no. De pronto la puerta de su oficina se abrió bruscamente y en la entrada apareció la figura del jefe Larkin acompañado por otra persona que Harry jamás en su vida hubiese esperado volver a ver y mucho menos en medio de circunstancias tan bochornosas para él.


Larkin no pudo reprimir la sonrisa burlona que se dibujó en sus labios al ver a su más célebre Auror luciendo unos ridículos calzoncillos rojos con pequeñas Snich doradas que le llegaban a la rodilla. Mientras un rojo del mismo tono que sus calzoncillos se apoderaba del rostro de Harry Potter; el jefe de los Aurors le dio una mirada cómplice a su acompañante Draco Malfoy, sin embargo de inmediato eliminó la sonrisa, pues el muchacho rubio tenía una expresión totalmente seria e impenetrable.


Draco percibió la mirada del Jefe Larkin, pero decidió mantener su aspecto serio, estaba recién llegado y no sabía que debía esperar de ese hombre que sería su jefe en la oficina. Sin embargo sí fijó sus ojos en Harry: alto, delgado, de cuerpo atlético y ese calzoncillo le quedaba como una segunda piel mostrando sus atributos de forma inequívoca, luchó por desviar su mirada hacia detalles de la anatomía que fueran menos provocativos, pero lo que observó no le resultaba menos interesante, el pecho esculpido, las caderas estrechas, las piernas largas y musculosas; Larkin se equivocaba al burlarse y, si creía que Potter lucía risible en esa facha no podía ser otra cosa que un idiota sin hormonas, porque definitivamente las suyas sí se habían revolucionado por completo.


—Potter vine a presentarle a su nuevo compañero, a partir de este momento trabajarán juntos —dijo Larkin entrando a la oficina como si fuese la suya.


Harry seguía mirando con asombro a los dos hombres que acaban de entrar y permanecía con la camisa suspendida en el aire sin sacar el habla.


—Eh… yo… eh…


Balbuceó Harry sintiéndose completamente humillado por la situación. Rápidamente se colocó la camisa arrugada y luego los jeans.


—Es un gusto volver a verte Potter —dijo Draco con tono levemente mordaz.


Harry miró serio al rubio mientras terminaba de abotonarse la camisa.


—Disculpe jefe, pero si no entendí mal ¿ha dicho que Malfoy es mi compañero?

—Efectivamente Potter, el señor Malfoy terminó su curso de perfeccionamiento en Francia y ahora se pone al servicio del Ministerio, como corresponde que haga.


Harry sólo se limitó a asentir con la cabeza. La noticia de que tendría a un compañero lo tomaba por sorpresa. Había trabajado solo en esos dos años y no comprendía porque el jefe no ponía a Malfoy con alguien mayor como sucedía generalmente con los nuevos Aurors que se unían a la oficina.


—Bien llevaré al señor Malfoy para presentarlo oficialmente con sus demás compañeros —dijo Larkin —, seguramente luego tendrán tiempo de acordar en como realizaran el trabajo. Potter pase después por mi oficina.

—Jefe… quedé de verme con Ginny dentro de media hora —dijo Harry dirigiendo su vista hacia el reloj de la pared.

—Ah… bueno entonces hágalo mañana, dentro de un rato tengo una reunión con el Ministro —dijo Larkin volviéndose hacia la puerta, antes de salir volvió a hablar —, salúdeme a su esposa.

—Claro Jefe.


Draco no salió enseguida de la oficina, miró a Harry con una sonrisa burlona y luego repasó el atuendo de Harry que estaba lleno de arrugas.


—El famoso Auror… Harry Potter —dijo Draco con un tono displicente —, parece que tu esposa no sabe quitar las arrugas de la ropa.


Justo cuando Harry iba a responder de forma poco amable al rubio, éste sacó su varita y la apuntó hacia la ropa, murmuró algo que Harry no pudo comprender, haciendo desaparecer las arrugas, luego se volteó y salió de la oficina, dejando a un sorprendido Harry.


Draco caminó rápido para alcanzar al jefe Larkin, una sonrisa de satisfacción adornaba su rostro, parecía que después de todo no sería tan malo regresar a los viejos tiempos con su enemigo Harry Potter, siendo totalmente honesto reconocía que volver a tratar con el héroe le resultaba muy interesante.


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