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Stormwind por zandaleesol

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Título: “Stormwind”


Pareja: Harry/Draco


Disclaimer: Los personajes de esta historia pertenecen a J.K. Rowling, yo sólo los tomo prestados para divertirme y espero que también para entretener a los lectores, no percibo ningún beneficio económico por este trabajo.




&&&


Era la tercera vez que Ginny miraba su reloj pulsera, para variar Harry estaba retrasado. Aunque a diferencia de otras veces, no estaba ansiosa de que llegara aún, prefería que se demorará así ella tendría tiempo más que suficiente para decidir en como plantearía aquella conversación. En realidad ya lo había pensado y mucho, no iba a cambiar de opinión, aquel asunto lo estaba meditando desde hacía varios meses.


Estaba segura de que seguía queriendo a Harry, pero ya no lo amaba, sus sentimientos en el transcurso de esos dos años habían sufrido un cambio. Su matrimonio con Harry si bien no lo consideraba del todo un error, tampoco había resultado lo que ella había esperado. Harry no había sido un mal esposo, era cariñoso, atento, respetuoso, pero a esa relación le faltaba algo que ella nunca se había podido explicar. No eran hijos, estaba segura de eso, por acuerdo mutuo habían decidido postergar la familia, primero debían afianzar la relación de pareja. Ahora pensaba con cierto alivio en esto, con hijos de por medio terminar el matrimonio sería más difícil y doloroso, Harry y ella eran jóvenes aún y podían encontrar cada cual su camino hacia la verdadera felicidad.


La campanilla de la puerta del restaurante se abrió y una ráfaga de aire frío se coló al interior, el otoño ya estaba en ciernes, la gente que entraba al lugar llevaba ropa más abrigada. Tras una pareja que iba de la mano divisó la figura de Harry, llevaba sólo jeans y camisa, y el pelo más alborotado que nunca a causa de la brisa. Levantó la mano y le hizo una seña para atraer la atención de su esposo.


A pesar de que iban con frecuencia al restaurante a Ginny no le gustaba sentarse en el mismo sitio, ahora la veía instalada en una mesa junto a la ventana, llevaba un vestido azul bastante formal y el cabello recogido en un moño. El aspecto de su joven esposa le sugirió que la conversación sería algo difícil, ni el aspecto ni el rostro de Ginny eran relajados en ese momento. No podía dejar de estar nervioso por aquello, presentía la crisis, en realidad la percibía desde hacía tiempo, sólo que había decidido ignorarla, le asustaba demasiado volver a estar solo. Ginny había sido su novia durante cuatro años y dos su esposa, estaba habituado a tenerla en su vida.


Caminó decidido hacia la mesa y cuando estuvo junto a su esposa se inclinó y besó la mejilla de la muchacha pelirroja que procuró sonreírle pero el gesto resultó bastante forzado.


—Lamento el retraso… surgió algo de último minuto en la oficina.

—No te preocupes acabo de llegar, también me retracé, San Mungo era una locura, como siempre —dijo Ginny evitando mirar a Harry a los ojos.


El camarero que ya los conocía por ser habituales clientes se acercó presuroso.


—Señor… señora, es un placer tenerlos aquí —dijo el hombre.

—Muchas gracias —respondió Harry con una sonrisa cordial.

—¿Señora tomará lo de siempre? —preguntó el hombre.

—Sí —respondió Ginny.

—Entonces un té con limón y miel… y usted señor también…

—Yo quiero un whisky sin hielo —dijo Harry sorprendiendo a Ginny y al camarero.

—Claro… vuelvo enseguida —dijo el hombre y se marchó para buscar el pedido.


Harry miró por la ventana, mientras que Ginny observaba al resto de clientes que llenaban el lugar. Ninguno de los dos dijo una sola palabra durante el tiempo que tardó en regresar el camarero. El hombre regresó con el pedido depositándolo en la mesa, como siempre al terminar les dirigió una sonrisa alegre antes de marcharse. Después de un rato de silencio finalmente Ginny decidió tomar la palabra, ella había dado el primer paso aquella mañana y debía llevar el asunto hasta el final.


—Harry… hay algo muy serio de lo que debemos hablar —dijo por fin Ginny, mirando al joven frente a ella que seguía con la vista fija en la calle.


No quería mirar a Ginny, no quería leer en la mirada de ella el final de sus historias comunes. Pero comprendía que obstinarse no cambiaría nada, así que apartó la mirada y la fijó por fin en la muchacha pelirroja.


—¿De qué se trata Ginny? —preguntó despacio, no pensaba hacerle las cosas fáciles.

—Tú lo sabes Harry.

—No, no lo sé… dímelo tú.

—Harry lo sabes… ambos lo sabemos desde hace tiempo.


Harry bebió un pequeño sorbo de whisky, mientras miraba fijamente a la muchacha.


—Esta bien —dijo Ginny —. Desde hace mucho nuestra relación ya no es la misma… no sé por qué… pero es así y… no es justo que…

—¿Qué es lo que no es justo? —preguntó Harry con cierto enojo —Que tengas que estar a mi lado cuando te mueres por estar con ese imbécil.


Ginny abrió los ojos con asombro.


—¡¿Qué?! —preguntó Harry con enfado — ¿Creías que ignoro que te ves con ese idiota de Corner?

—Me veo con él, no lo niego, pero sólo es un buen amigo.

—Sí claro —dijo Harry irónico.

—No te he engañado con él Harry, no es mi estilo, pero tampoco niego que lo aprecio y… me interesa…


Harry apretó el vaso de whisky.


—No te reconozco Ginny… así nada más me dices que te interesa otro aunque eres mi esposa.

—Justamente porque soy la misma de siempre hago esto Harry… no voy a seguir a tu lado fingiendo algo que ya no siento —dijo Ginny de golpe.

—Nunca me amaste realmente —declaró Harry.

—Sí te amé Harry, fuiste tú el que jamás me has amado realmente —se quejó Ginny.

—¿Cómo puedes decir eso? Yo te amo.

—No… creíste amarme que es diferente, a tu amor siempre le ha faltado algo… no sé explicarlo pero es así.

—No es cierto, dices esto sólo para justificarte.

—Te juro que no Harry. Es lo que siento, yo nunca he sido el amor de tu vida, fueron otras cosas las que te acercaron a mí.

—No… no es así, yo te amo.

—Ahora no lo comprendes Harry, pero lo harás, cuando encuentres a tu verdadero amor, nadie tendrá que decírtelo, tu corazón lo sabrá… y cuando eso suceda entonces me darás la razón.


Harry quería sentir rabia, pues las palabras de Ginny lo herían mucho, sin embargo sabía que era inútil poner objeciones. Hacía meses que venía notando los cambios en su relación con Ginny, durante las últimas vacaciones habían viajado a un balneario. Hasta entonces no reparaban en que la pasión y la ternura los abandonaba poco a poco. La luz de alarma se encendió una noche en que luego de beber unas copas en el bar habían ido a la cama, tarde, muy tarde, una gran cama doble en un Hotel cuyo nombre ni recordaba. Habían estado acostados pretendiendo dormir mientras la frialdad erigía una barrera entre ellos. Entonces ya pasada la medianoche, a través de la delgada pared llegaron hasta ellos voces provenientes del cuarto vecino; una femenina y otra masculina, palabras ininteligibles y después de un rato el rechinar de una cama y los gritos entrecortados, los gemidos de la mujer y los jadeos del hombre, continuos gemidos y jadeos, sonidos excitados, apasionados y rápidos.


Él escuchaba tumbado y cada unos de esos ruidos se le clavaban como una daga fina. Se había revuelto por los celos y la envidia que le provocaban esos sordos placeres, y se había revuelto por la ira y porque el cuerpo que estaba a su lado ya no despertara semejante pasión en él. No podía ver a Ginny pero sabía que ella también escuchaba en la oscuridad, no había escape para ninguno de los dos. Los sonidos del cuarto vecino se mofaban del distanciamiento de sus propios cuerpos y de esos últimos meses vacíos. Harry sintió rabia contra Ginny, aunque sabía que era injusto, rabia contra la pareja al otro lado del muro por su interminable copular y entrega mutua, y sobretodo se odiaba a sí mismo por su incapacidad de amar a Ginny.


El silencio y el agotamiento llegó para la pareja al otro lado de la pared, y Harry sintió que también ese silencio y agotamiento había llegado a su matrimonio, antes de rendirse al sueño había comprendido esa noche el vacío de su matrimonio y la imposibilidad de sostener una vida en común con Ginny.


—Harry… necesitamos recuperar la libertad, no podemos seguir atados por un vínculo formal cuando el amor ha terminado —dijo Ginny.


Harry se obstinó en su silencio. Lo cierto era que no tenía nada que decir ya, aunque sabía que todo lo dicho por Ginny era cierto, no toleraba el fracaso de su matrimonio, era doloroso aceptar que volvería a estar solo; no tenía más familia que ella.


—Esta misma noche volveré a la casa de mis padres —anunció Ginny.


Harry recién levantó la vista para mirarla otra vez.


—¿Ya hablaste con ellos?

—No, no saben nada. Esta decisión tenía que tomarla y si se los decía hubiesen hecho todo lo posible para disuadirme de lo contrario.


Harry no respondió sólo asintió con la cabeza.


—Fui feliz contigo Harry, tuvimos buenos momentos, de todo corazón deseo que encuentres tu verdadera felicidad —dijo Ginny, esperó un instante por alguna respuesta por parte de Harry, pero como no la hubo se levantó —. Adiós Harry… te deseo toda la suerte del mundo.


Eso fue todo. Ginny se levantó y dejó a Harry sentado inmerso en una maraña de sentimientos extraños. Pensó un buen rato antes de que Harry se decidiera a levantarse y salir del local. Cuando finalmente salió del restaurante ya que había oscurecido; a partir de ese momento era libre, dueño de su existencia, ya no tenía que pensar en responder a alguien más por sus actos.


Caminó por las calles de un Londres que le resultaba completamente extraño a pesar de que con frecuencia paseaba por ahí. Todo tenía un aspecto diferente, era como si en un segundo el mundo hubiese cambiado, esa sensación se asemejaba mucho a la que había experimentado tras enfrentamiento final con Voldemort.


&&&


Había cenado con sus padres en la mansión para cumplir con el protocolo, pese a la insistencia de su madre no pensaba quedarse a dormir ahí. Aunque habían pasado seis años los recuerdos de la estadía de Voldemort estaban muy arraigados en su mente. La obstinación de su padre era lo que había mantenido a su madre en aquel lugar, a ella tampoco le resultaba ya grato.


—¿Cómo te recibieron tus nuevos compañeros? —preguntó Lucius con aire distraído mientras hojeaba un grueso libro.


Draco sentado en el sofá junto a su madre con una taza de té en la mano, le miró medio molesto.


—No quiero hablar de mi trabajo en el Ministerio —dijo el rubio cortante.


Narcisa le dio una mirada fugaz a Lucius.


—¿Te recibieron de mala forma? ¿Fueron desagradables? —preguntó Narcisa.

—No madre… fueron todo lo agradables que se puede ser con un ex Mortífago —dijo Draco con tono irónico.


Lucius apartó el libro y clavó los ojos en su hijo.


—No tienes porque responderle así a tu madre.


Draco miró con enojo a su padre.


—Pensé que te agradaba ser Auror, pusiste bastante empeño en tus estudios —continuó Lucius.

—Claro papá… me fascina mi trabajo, me encanta ser sirviente del Ministerio de la Magia.


Lucius sonrió maliciosamente, pero guardó silencio.


—Hijo sabemos que lo hiciste por nosotros… —dijo Narcisa.

—Por ustedes y por mí… era la única forma de librarnos de Azkaban —dijo Draco levantándose para dejar la taza sobre una mesa.

—¿Te quedarás a dormir? —preguntó Narcisa.

—No, iré a mi apartamento.

—Pero hijo ya estás aquí y tu habitación está…

—No insistas Cissy… Draco aprecia más ese apartamento en medio de los muggles que su casa —dijo Lucius.


Draco apretó la mandíbula para no decirle algo desagradable a su padre, no quería tener un enfrentamiento con él.


—Me voy madre —dijo Draco besando a la mujer en la mejilla —, mañana es mi primer día y quiero estar muy descansado.

—Claro cielo… ¿cuándo vendrás otra vez?

—Pronto —dijo Draco sin dar una fecha definida.


Miró a su padre, pero Lucius tenía fija otra vez la vista en su libro.


—Adiós padre.


El hombre rubio no respondió, sólo levantó la mano a modo de saludo.


**********


Utilizó la llave para abrir la puerta, no quería que ningún residente del edificio lo viera utilizar su varita, si iba a vivir con esos muggles de vecinos, debía ser cauteloso. Una vez que cerró la puerta sacó su varita y encendió la chimenea de inmediato el lugar estaba muy frío. El apartamento estaba ubicado en el último piso de un edificio bastante viejo, pero que se conservaba relativamente decente.


Aunque no era espectacular, era su apartamento, lo había comprado hacía dos años, antes de partir a Francia, siempre había sabido que en algún momento se vería forzado a regresar a Londres. Se quitó el abrigo y lo arrojó sobre el sillón, luego se fue a la cocina y descorchó una botella de vino. Regresó con una copa en la mano, se acomodó frente al fuego y observó las llamas, una sonrisa se le escapó de los labios.


A pesar de que delante de su padre daba a entender que detestaba trabajar para el Ministerio, sabía que en realidad aquella nueva existencia que había forjado lo hacía feliz. Aquel sitio exento de lujos era su hogar y lo amaba, el sueldo de Auror le alcanzaba sólo para satisfacer sus necesidades, lo cierto era que no ambicionaba nada más, estaba contento con la vida que tenía ahora.


Ninguna cosa perturbaba su existencia ahora y era algo que agradecía, los vaivenes emocionales habían quedado guardados en un baúl junto con los recuerdos de sus últimos años de Hogwarts.


Luego de terminar aquella reconfortante copa de vino, se fue a la habitación, se quitó la ropa sin ninguna prisa, cuando estuvo totalmente desnudo se fue metió a la ducha, estaba seguro que luego de eso en cuanto se deslizara a su cama dormiría como un bebé. Mientras sentía resbalar el agua por su cuerpo, una imagen repentina golpeó su cerebro; Harry Potter con aquella facha totalmente deseable. Sin embargo, apenas la imagen comenzaba a tomar forma en su cerebro, él la había rechazado. No era correcto evocar la imagen del "héroe” a él no le agradaba Potter, nunca le agradaría, aunque le hubiese salvado la vida, era justamente esto último lo que le hacía más detestable. El asunto era que él hacía rato no tenía una relación como la gente, y por otra parte el héroe estaba casado con Ginny Weasley, era una tranquilidad saber que a Potter no le iban los hombres.


&&&


Luego de salir del restaurante caminó por un buen rato sin rumbo definido. No quería sentir compasión de sí mismo, pero la tristeza que sentía amenazaba con transformarse en una horrible depresión. Sin embargo, su estado de ánimo no nacía del hecho de haberse roto su matrimonio, lo había presentido mucho antes de que sucediera. Ahora que lo pensaba con más calma se daba cuenta de que no había sido honesto al decirle a Ginny que la amaba cuando tenía absoluta certeza de que no era así. Apenas unos meses, luego de casarse, había comprendido que lo que sentía por Ginny se limitaba al deseo físico, pero luego de que aquello se volviera rutinario, tras descubrir todos los secretos que guardaba el cuerpo de Ginny perdió interés.


No había nada más que descubrir, todos los misterios físicos estaban explicados; de la personalidad de ella lo sabía todo, pues la conocía desde niña, por lo tanto no había nada que pudiera sorprenderle. Quizá su tristeza se reducía al hecho de que ya estaba habituado a ella y romper con Ginny significaba que debía comenzar otra vez. Sin querer recordó las últimas palabras de la pelirroja ”ahora no comprendes, pero lo harás cuando encuentres a tu verdadero amor, nadie tendrá que decírtelo, tu corazón lo sabrá…”


Se preguntó si eso era posible ¿Es que existía ese alguien? ¿Era probable que tal amor no existiera y que las personas sólo se ilusionaban tontamente al creer que sí?


**********

Cuando apareció en su casa la nueva realidad se le hizo más evidente y abrumadora, todo estaba silencioso y oscuro, la chimenea apagada y ningún olor en el ambiente que indicara que era la hora de la cena. Subió la escalera que llevaba a la segunda planta y entró al dormitorio, todo estaba pulcramente ordenado. Abrió el armario y comprobó que sólo una parte estaba ocupada, la ropa de Ginny ya no estaba junto a la suya.


El cuarto de baño tampoco estaba repleto de las cosas de Ginny. Cerró la puerta y se arrojó en la cama, sin querer se encontró rememorando los momentos más tristes de su vida y aunque no lo deseara este era otro más.


**********

Despertó entumecido de frío, se había dormido sobre la cama en una mala posición y ahora le dolía el cuello. Miró su reloj eran casi las siete de la mañana, dentro de dos horas debía estar en el trabajo. No era esa la primera vez que gustoso se hubiese quedado en la cama, pero tenía que cumplir sin importar cual fuese su estado de ánimo.


Salió de la cama, se quitó toda la ropa y se fue a la ducha, estuvo mucho más tiempo dejando que el agua tibia le quitara el dolor del cuello y lo relajara. Luego de salir del baño se quedó sentado un buen rato en el borde de la cama pensando en lo extraño que le resultaba no ver a Ginny dormida en el lado habitual de la cama. Finalmente se vistió con el atuendo muggle necesario pues desayunaría en el café que estaba a dos cuadras del Ministerio de la Magia, quería estar sólo lo justo y necesario en la casa, de esa forma evitaría ser golpeado por la nostalgia.


A las ocho en punto vestido con una chaqueta y una bufanda enredada en el cuello entró al “Café Thom’s” era un lugar amplio y cómodo donde llegaban a desayunar toda gama de personajes, oficinistas, obreros, estudiantes. El aroma a café Express lo animó bastante, llegó hasta la barra y luego de esperar un rato compró un vaso de café y un sándwich que metió en el bolsillo de su chaqueta. Con paso relajado caminó hacia el lugar donde se ubicaba el Ministerio dela Magia.


Cuando llegó a su oficina eran casi las ocho y media, tenía al menos media hora de relajo antes de comenzar con la rutina, depositó el vaso de café sobre el escritorio y sacó el sándwich del bolsillo, lo desenvolvió sin mucho entusiasmo y le dio una mordida, no le agradó el sabor y lo dejó sobre el escritorio. Un golpeteo en la ventana lo distrajo, miró hacia fuera y vio la lechuza parda de Ron, podía imaginar porque le enviaba una lechuza tan temprano. Abrió la ventana y el ave de inmediato se posó en el escritorio, le quitó la carta, era efectivamente de Ron, ni siquiera tenía que abrirla para saber de que se trataba.


Recompensó al ave con un trozo de sándwich. La lechuza de inmediato abrió las alas para volar y de paso volteó el vaso de café y el líquido corrió por el escritorio, sin nada a mano para limpiar recurrió a su bufanda para absorber el café que amenazaba con llegar a un legajo de papeles. Este accidente trivial bastó para ponerlo de mal humor, cerró la ventana y miró el escritorio con disgusto, justo en ese momento se abrió la puerta y la figura de Draco Malfoy se presentó ante él, con todo lo sucedido la tarde anterior había olvidado que ahora era su compañero.


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