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Paper cut por Yageni

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Notas del fanfic:

Si Bleach es mio, soy Kubo Tite y me encanta hacer fancition de mi propia historia ¡en español! jajajajaja.
Obvio que todo lo de arriba no es cierto, solo soy una boluda gastando su tiempo libre sin ganar un puto yen, ni un puto japones XD solo reviews si tengo suerte ¬¬

Paper cut

Esa realmente había sido una mala semana y él, que siempre se mostraba alegre se sentía taciturno y desorientado.
Cansado, esa era la palabra que se acomodaba mejor, aunque derrotado se adecuaba también.

Renji miró la palma de su mano izquierda, un leve corte la surcaba a todo lo largo. Se había lastimado con el papel de unos formularios que Rikichi había pasado a buscar. Estaba tan sumido en sus pensamientos que cuando el chico tiró de las hojas él aun tenía su mano asiéndolas fuertemente.

Sintió el ardor del corte cuando ya era tarde para soltar su agarre. De inmediato el dolor y sin poder evitarlo se quejó. Llevó la palma de su mano herida hasta su boca para lamerla bajo la mirada atenta de su compañero de escuadrón.

—Lo siento mucho Abarai-san —expresó mientras se iba, el chico en verdad llevaba prisa por entregar eso a Mayuri-Taichou.

—No es nada, además es mi culpa —había dicho eso para su amigo pero este ya no estaba y esas palabras quedaron resonando en su cabeza.

Esa herida no era la gran cosa, y él era un tipo animoso y optimista, no tenía sentido darle más importancia, pero con todo lo que había ocurrido en esos días incluso algo tan simple sólo contribuía a su desazón, una gota más para que terminara de rebalsar el vaso...

No iba a largarse a llorar, él sencillamente no era así. Pero los que le conocían sabían que su hermetismo de los últimos días iba a acentuarse de manera inevitable.

Quizás por eso mismo Byakuya se acercó invadiendo su espacio personal; para sacarlo de su mutismo.

Se puso de pie tomándole por sorpresa, y caminó hasta él. Ni siquiera estando acompañados este se permitía esa clase de acercamientos, mucho menos a solas.

El pelirrojo lo miró perplejo, el corazón se le aceleró por lo inusual de la cercanía y, aquello, era apenas el comienzo, pues el noble tomó de pronto su mano lastimada y girando la palma hacia sí deslizó la yema de su dedo por el corte.

Renji enrojeció violentamente. No sabía qué hacer. ¿Debía acaso quitar su mano? Porque quedarse allí boqueando como un koi fuera del agua no parecía una buena idea.

—No te quedes sólo con aquello que perturba la calma de la laguna. Hay muchas otras cosas en sus aguas, sólo debes saber ver.

Despacio soltó su mano del agarre de su superior. Era tan extraño que éste tuviese o buscase el contacto de alguien, tan insólito que apenas había entrado a formar parte del sexto escuadrón notó enseguida este curioso detalle; la distancia que su capitán ponía entre su persona y el resto del mundo, sin importar clase, rango o lazos de sangre.

No era tonto, sabía a lo que éste hacia referencia con esas palabras. Ya había notado antes los ojos negros sobre su trabajo silencioso. Ojos que ya no buscaban verificar su eficiencia.

Pero no podía evitar sentirse dolido, no podía pensar en otras personas, al menos no todavía.

—Gracias Taichou, pero no tiene que preocuparse, el agua de la laguna puede enturbiarse pero la calma siempre regresa tarde o temprano.

De inmediato su capitán le vio salir del escuadrón, rumbo al dojo y como llamaba a varios integrantes de la división.

Si le conocía bien y sí era así, pensaba ponerlos a entrenar hasta caer rendidos, hasta que la mente se le pusiese en blanco, otra vez.




Al ponerse el sol, la tarde encontró a Abarai exhausto, sentado bajo un árbol viendo el cielo tiñéndose de naranjas y rojos.

Abrió y cerró su mano izquierda repetidas veces, cómo si aquel corte tan superficial pudiera poner en riesgo la movilidad de esta.

Pero no era eso, aún buscaba disipar esas ansias que tenía de clavar sus dedos en la palma y estrellar su puño contra el objeto más cercano. En esta ocasión entrenar hasta el hartazgo no había ayudado. Se puso de pie rumbo al escuadrón.

Mientras caminaba no pudo evitar preguntarse cuándo lograría sacárselo de la cabeza.

Siempre había sabido que Ichigo no le correspondería, pero igual dolía y mucho.

Todavía recordaba lo difícil que había sido simular su sorpresa al ver como el shinigami sustituto caminaba de la mano de Tatsuki.

El tímido beso en la sien de la chica, que ella le golpeara suavemente en el hombro y él se echara a reír era más de lo que podía soportar, pero se quedó allí, viéndolos, sonriéndole a su amigo como si por dentro no se estuviese quebrando en mil pedazos.

No estaba seguro de qué era peor; ir de frente y decir lo que sentía para ser rechazado o aquello...


Caminando perdido en sus pensamientos se topó con quien menos quería cruzarse. Pero Kuchiki no le dirigió la palabra. Siguió de largo frente a él y el pelirrojo suspiró aliviado.

Sin embargo sintió que los pasos de su taichou se detenían. Extrañado volteó para verle y le encontró observándole en silencio.

Casi y parecía que estuviese a punto de decirle algo, pero ningún sonido salió de sus labios. Le miró fija e intensamente por unos segundos que fueron eternos y sin más, dio media vuelta siguiendo su camino.

Por un momento el teniente deseó que le reprochara, que se despidiese, que dijese algo, lo que fuera.

Mas nada de eso sucedió.


Recordó la conversación que habían tenido minutos atrás antes de dejar el dojo, porque ahora que repasaba las palabras de este se daba cuenta que eso había sido lo que le evitó poder desquitarse como solía hacer.

Kuchiki entró poco después de finalizado el entrenamiento, Renji estaba vendando a uno de sus subordinados que se había lastimado durante la práctica.

—No te preocupes, es un corte leve y sanará pronto —le explicó el fukutaichou al tembloroso shinigami herido—, y es muy probable que casi no deje cicatriz.

—Las heridas dejan marcas y estas le recuerdan a los guerreros errores que no deben volver a cometer ¿A qué te recuerda a ti esta última, esa que te hiciste hoy? —preguntó de golpe Kuchiki-taichou apareciendo detrás de ellos.

—No lo sé —la respuesta fue severa, los ojos del pelirrojo le miraron como sólo sabe mirar una fiera herida y recelosa.

—Perdón Abarai-san, Kuchiki-taichou me retiro —balbuceó el shinigami haciendo un intento de reverencia, apresurado por dejar la incómoda escena.

—Tu eres muy diferente de mi —el hombre parpadeó lentamente, sopesando cada palabra—; y no quisiera que pierdas tu oportunidad de ser feliz con otras personas sólo porque ahora estas dolido.

—Tiene razón taichou, soy muy diferente de usted, yo nunca —no supo si continuar, porque hacerlo, decir eso que pensaba podía llegar a ser muy irrespetuoso, muy hiriente.

—Puedes decirlo —Byakuya pareció leer sus pensamientos—. Hacer duelo por alguien por tanto tiempo es demasiado —suspiró y pensó en que Unohana tenía razón, tantos años hacen que el cuerpo y el corazón se resientan...

Renji le miró sorprendido, la realidad en verdad superaba cualquier cosa que el pudiese llegar a imaginar.

—Hisana se merece mil años de luto, pero yo también merezco ser feliz

El teniente sin poder salir de su sorpresa asintió.

A pesar de que el pelirrojo comenzaba a comprender Byakuya lo contempló, aun entre indignado y molesto por ver como su teniente se ahogaba en el silencio, dolido por algo que ni siquiera tuvo lugar:

—Te comportas como si tu voluntad no hubiese tenido que ver.

Abarai fijó sus ojos en él, reparando quizás por vez primera en lo que trataba de decirle. Había sido su elección el permanecer callado.

—Despierta Renji, vivimos demasiados años para desperdiciarlos así.

Se sintió un poco fastidiado y ofendido, después de todo si bien se trataba de su capitán su vida privada no era asunto suyo. Pero algo más quedó revoloteando en el fondo de su mente...

Ahora, viendo como el noble se alejaba lo descubrió. Le gustaba y le sacaba de su quicio al mismo tiempo; ser el centro de la atención de su Capitán.
Y mal que le pesase sabía que éste tenía razón. No se trataba de que un día despertaría y Kurosaki ya no estaría más entre sus pensamientos. Era él quien debía obligarse a dejarlo atrás.

—Muy bien taichou —sonrió de costado viendo como éste se alejaba—. Creo que ya lo entendí —pensó y se ajustó la coleta. Sin dejar de sonreír se alejó del escuadrón rumbo a su casa.




—Nii-sama —la voz de Rukia através de la puerta de papel de arroz era clara y el hombre adivinó con facilidad lo que su hermana adoptiva se traía entre manos.

—Adelante —la puerta corrediza se abrió y se cerró con rapidez. Se giró para encontrar la mirada violeta de la muchacha y se sorprendió al verla tan sonriente, una sorpresa grata claro está.

—¿Sucede algo Rukia? —Preguntó al ver que la chica no soltaba palabra

—Quería darte las gracias.

El capitán de la sexta división arrugó el ceño.

—Renji ha vuelto a ser el de antes en apenas unos días, sé que es porque tú hablaste con él.

Byakuya se dio vuelta para volver sobre sus libros.

—Me lo contó él mismo.

Se sintió muy incómodo, porque de pronto unas irrefrenables ganas de preguntarle qué más había dicho su teniente sobre él le invadieron. Pero cerró su mano sobre sus ropas y se mordió la lengua. Simplemente no correspondía.

—Sé que no es asunto mío Byakuya-nii-sama pero creo que deberías intentarlo otra vez —el hombre se giró intrigado—. Hiciste feliz a mi hermana, estoy segura de que harás feliz a mi hermano también —los ojos de la shinigami brillaron con picardía al ver como su protector se entumecía, pura incomodidad rezumando por todos sus gestos, ahora que le conocía y podía leerlos—; además esta vez te corresponderá, estoy segura.

Suspiró derrotado, que insistente podía ser esa chiquilla.

—¿Algo más? —preguntó al ver que ella seguía allí.

Escuchó como Rukia se ponía de pie y se detenía junto a la puerta sin abrirla.

—No, sólo recuerda de siempre acompañar tus palabras con actos, Renji es muy táctil pero eso ya lo sabias ¿verdad nii-sama?

Alcanzó a ver una sonrisa traviesa en labios de su hermana adoptiva, justo antes de que la puerta corrediza se cerrase.

Estando a solas no pudo evitar sonreír para sus adentros.



Esa misma noche Byakuya se encontraba sentado en el engawa frente al comedor, algunas lámparas de papel iluminaban la pasarela de madera dado que esa noche la luna estaba ausente.

El noble vestía una yukata de una tela ligera y de color verde claro con vistas del monte Fuji en verano en las mangas y la espalda. Tenía el pelo atado en una coleta, el keisenkan prolijamente dispuesto sobre el tocador de su habitación.

…l y su hermana adoptiva habían terminado de cenar y ahora estaba absorto contemplado la noche tan negra y profunda, y como las estrellas se reflejaban en las aguas de su pequeño estanque.

De pronto escuchó una puerta corrediza abriéndose. Considerando la hora era más que seguro que se tratase de Rukia.

El shamisen de la chica comenzó a sonar, confirmando sus suposiciones, no se había acercado porque le daba vergüenza que le vieran tocar. Recordó lo mucho que había sufrido mientras la chica aprendía, pero en verdad había valido la pena.

Mientras se deleitaba con la música se encontró pensando en cierta persona y como si sus pensamientos le hubiesen llamado, el reiatsu de su teniente se dejo sentir, acercándose a su casa.

El noble se removió inquieto en su almohadón, quizás Renji sólo estaba dando un paseo nocturno, que se acercase no significaba que estuviese yendo hasta allí. ¿O sí?

Cuando su subordinado aminoró sus pasos para finalmente detenerse frente a su casa Rukia dejó de tocar y poniéndose de pie se asomó hasta donde él estaba. Le miró como si él supiese que rayos hacia su teniente a esas horas en su llamando a su puerta. Sin moverse de su lugar Byakuya esperó a que alguno de sus sirvientes se acercase para informarle sobre la peculiar visita.

No pasó mucho tiempo cuando alguien se acercó, era Mayako, una de las más jóvenes a su servicio.

—Kuchiki-sama sé bien que es muy tarde pero su teniente quiere verle ¿Debería despedirle?

—No, hazle pasar.

La muchacha se retiró y poco después apareció seguida por el pelirrojo.

—Buenas noches Renji —la cabeza del clan kuchiki notó que su subordinado vestía con una yukata también, la suya era blanca, con un dragón de tres patas de color negro. El cabello atado en una trenza hacia un bello contraste con los colores de la prenda.

—Buenas noches Kuchiki-san —saludó sin el aderezo de taichou, dando a entender que su visita no estaba relacionada con el trabajo.

Y bajo su mascara de indiferencia el noble se sintió estremecer.

—Trae un almohadón y un poco de sake —pidió viendo que Mayako seguía allí, esperando por más instrucciones.

El silencio fue incómodo pero la muchacha era diligente y Renji se sintió agradecido por la rapidez de esta.

Tan pronto como vio que su viejo amigo se sentaba al lado de su hermano, Rukia volvió sin más a su rincón, lejos de la vista de ambos para reiniciar su música. Byakuya la imagino sin estar muy errado sonriendo de oreja a oreja—

El hombre de cabellos negros suspiró y sirvió el alcohol de arroz en ambas tazas, primero la del invitado sorpresa, luego la suya. Sin esperar a que éste levantase la propia, vació el líquido como si fuese un experto en la materia y la volvió a llenar pero esta vez bebió de manera más mesurada.

—Debe querer saber que me trae por aquí, a estas horas de la noche.

Byakuya le miró de soslayo y sin emitir sonido sorbió de su taza.

—Yo quería preguntarle —bebió el contenido de la tacita y la posó para que su huésped la volviese a llenar—si lo que dijo aquella vez era verdad.

—Hemos hablado de muchas cosas

Su interlocutor le miró sin poder evitar levantar una ceja, ¿Acaso iba a hacerse el tonto?

—Usted dijo: “No te quedes sólo con aquello que perturba la calma de la laguna. Hay muchas otras cosas en sus aguas, sólo debes saber ver”

Kuchiki parpadeó sorprendido de que aquellas palabras se hubiesen grabado así en la memoria de su subordinado.

—Recuerdo que esas fueron mis palabras, pero…

—Déjeme reformular mi pregunta: ¿a qué se refería usted con eso Kuchiki-san? —Se sentía impaciente, inquieto.

El noble le miró con un extraño brillo en sus ojos fríos, al verle así Abarai sintió que la tacita con sake temblaba entre sus dedos, amenazando con derramar el contenido.

Esbozó una sonrisa y sin dejar de mirarle le contestó:

—Significa exactamente lo que entendiste Renji —el mayor vació su taza y dejándola sobre la madera del engawa fijo su vista en las aguas del pequeño estanque—. Dime algo ¿Las aguas se han aquietado?

El teniente, que todavía estaba rojo por el contenido de la oración anterior, salió de su ensimismamiento. Esperaba otra clase de respuesta, esta en cambio le había dejado desarmado.

—Algo así —murmuró y pasó de ver el sake en su recipiente de cerámica a observar el cielo nocturno sin luna—. Que noche más cerrada —dejó la taza y escondió sus manos en las mangas de su yukata blanca, aun las sentía temblar.

El silencio que se instaló entre ellos de nuevo fue embarazoso, al menos para Renji. Porque
Byakuya estaba sumergido en sus pensamientos. Con la pregunta del pelirrojo y recordando lo que le dijera su hermana adoptiva se dio cuenta de qué era lo que tenía que hacer. En verdad ya sabia que ese era el próximo paso antes de darse por vencido, pero fue allí en ese momento y en esa situación que la idea se hizo carne como algo necesario e ineludible.

Abarai necesitaba algo palpable para poder creer en sus palabras…

De golpe Rukia dejó de tocar y tras su silencio repentino se oyó la puerta corrediza de su habitación cerrándose, al instante siguiente la luz de la lámpara de papel más cercana vaciló al levantarse una pequeña brisa, una bastante fría para ser verano, y se apagó ante la mirada atónita de los dos hombres.

—Renji —aun en medio de la oscuridad más absoluta el aludido podía ver el brillo en los ojos del noble, se parecían a las aguas ahora oscuras del estanque, con suerte una que otra estrella se reflejaba en el agua o un pez movía las aguas, dando a entender que todavía había vida en ellas.

…l en cambio se sentía como un animal salvaje enjaulado junto con su presa, quería huir pero no podía, al menos no sin sacarle un par de bocados a esa suculenta pieza de caza. Porque había tenido toda la semana para pensar y volver a pensar, y Kuchiki no era un hombre para ser tomado a la ligera.

—¿Si?

—Viniste porque necesitabas algo de mí.

Se sintió extrañado al oír esas palabras, pero al mismo tiempo un par de imágenes cruzaron su mente en rápida sucesión. Tragó saliva.

—Quizás —respondió, tentando su suerte. Y podía jurar que en la oscuridad a la que sus ojos se estaban acostumbrando vio a Byakuya sonreír. No iba a irse con los bolsillos vacíos.

Se inclinó hacia su capitán. Alzó una mano buscando a tientas, la misma que se lastimara esa misma mañana unos días atrás…

Podía oír el roce de los pliegues de su yukata y como éste se acercaba también, sentía el calor que manaba de su cuerpo, las leves ondas del reiatsu de su capitán ahora un poco alterado. Era cierto que tanto tiempo de luto era malo, en su vida había visto algo que pudiera alterar a su superior y la idea de ser el culpable hizo que se relamiera mentalmente.

La distancia era insignificante, pero les pareció una eternidad. La mano del noble se posó en su hombro. Renji buscó hundir sus dedos en los negros cabellos. Y sus labios se encontraron y sus pieles se erizaron cuando estos se abrieron y pudieron probarse mutuamente. Fue una danza suave y lenta en las que sus lenguas se enredaron, deleitándose y como si tuviesen todo el tiempo del mundo, recorrieron despacio la boca del otro, buscando los rastros del sake que acababan de beber, tratando de no dejar ni un sólo espacio por descubrir.

Byakuya sintió que se perdía en ese beso demandante pero suave e intoxicante. Y no era la abstinencia por el luto, era tu teniente que le hacia sentir como sus sentidos se embotaban, embriagándolo. Del hombro, su mano se deslizó hasta su cintura anclándose en la fuerte musculatura, necesitando asirse de algo. Finalmente esa boca y su dueño, eran suyos.

Respirar se hizo necesario y al separarse, un leve abrazo, los dedos del pelirrojo se deslizaron de entre sus cabellos acariciando su mejilla, se asieron del borde de la yukata de verano de Kuchiki.

Abarai parecía dispuesto a irse, pero el capitán del sexto escuadrón por su parte no estaba dispuesto a dejarle ir, el agarre en su cintura no había cedido ni cambiado.

—¿Conseguiste lo que venias a buscar? —los ojos grises habituados ya a la ausencia de la luz.

—Si —la sonrisa de lobo y los caninos invisibles aun en la oscuridad—. Aunque creo que sería mejor que dijese que por fin encontré “ese” algo de lo que usted hablaba, que logra que las aguas de mi alma se aquieten

—Suena bien —Renji le imaginó sin estar demasiado errado, sonriendo de costado, mientras soltaba su agarre y le dejaba ponerse de pie.

—Hasta mañana Kuchiki-san.

—Hasta mañana Renji.

Cuando Byakuya prendió de nuevo la lámpara de papel estaba solo en el patio viendo las estrellas y el agua de su pequeña laguna. De algún modo eran aun más hermosos ahora, que tan sólo cinco minutos atrás.
Notas finales: Este fic nació en una etapa en la que se me dio por escribir historias con finales tristes, pero por suerte ¿o no? ese periodo se terminó y el final salió feliz XD Iba a ser un one sided Byakuya—Renji y Renji—Ichigo suerte rara de triángulo amoroso pero en lugar de eso salió, bueno salió esto.
Perdonen si Byakuya está un poco fuera de personalidad. Dita se ocupo de corregirme pero como no conozco mucho al personaje, de hecho no me agrada mucho el noble quizás no haya quedado muy bien de todos modos… después de todo ella es mi critica personal, pero no hace magia. No sé dejen sus opiniones. Por cierto no me pidan otro porque no tengo ni puta idea de porque me nació hacer este en primer lugar, no creo que el milagro se repita =P

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