Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Innocent Sorrow por Mary-chan6277

[Reviews - 14]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

El título... haha lo saqué de una canción, de hecho, es el Opening1 d DGray Man xD es que no sabía cómo ponerle al fic, abrí Itunes, y esa fue la primera canción que vi, y me pareció perfecta hahaha 

Notas del capitulo:

(son la 1.23 am... ¿qué hago despierta escribiendo yaoi en un jueves santo? O__o hahahahahahaha)

==> sin más preámbulos, el fic :)

1

Lamí el resto de la sangre que quedaba entre mis dedos de mi última víctima. Deliciosa. Era la cuarta vida que me cobraba sin compasión esa noche, pero no parecía haber pasión en mi matanza; no estaba ese sentimiento delicioso y embriagante de tomar un alma humana, condenándola para siempre a mi antojo.

 

Salí de ese callejón oscuro, y confié en que nadie me reconociera caminando en las calles que alguna vez me fueron tan familiares. Acomodé de nuevo el sombreo sobre mi cabeza, me puse los guantes para ocultar mis uñas, y obligué a mis ojos a que volvieran a la normalidad.

 

La ciudad ofrecía un aspecto mucho mejor de lo que esperaba. Las cosas estaban casi todas en pie, los mercados eran concurridos, y las personas sonreían como si ninguna tragedia hubiese tomado lugar hacía seis meses en ese mismo lugar que ahora se veía de nuevo brillante, y elegante, cómo siempre había sido Londres.

 

La nieve empezaba a caer perezosamente. Las carrosas pasaban a mi lado levantando pequeñas gotas de agua, y las familias se paseaban cogidas de la mano envueltas en abrigos, guantes y bufandas, con alguna bebida caliente en la mano.

 

Seguí caminando con las manos en los bolsillos del abrigo. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que había deambulado por la tierra con mi forma humana. Hasta caminar parecía difícil, siempre sería más fácil utilizar alas para movilizarse, pero si no quería llamar la atención, mejor sería ir andando; de todas maneras, mi masacre de esa noche no había terminado aun: seguía hambriento,  dispuesto a acabar con las vidas necesarias.

 

Entré en un bar de mala muerte que encontré en mi camino. Empujé la puerta de doble hoja, y me senté en la barra, dónde el mozo puso un vaso lleno de cerveza burbujeante en frente de mi, sin que cruzáramos palabra.

 

Me llevé el vaso a la boca. Ese licor amarillento no sabía a nada, tenía una textura arenosa, desagradable, pero seguí bebiendo como cualquier mortal lo haría.

 

—¿Estás solo?— una voz femenina me sacó de mi análisis sobre la cerveza. Parpadee un par de veces, y fijé mi vista sobre la figura que me hablaba. —Porqué si es así,— continuó tímidamente al no recibir respuesta de mi parte— unas amigas y yo estamos dispuesta a hacerte compañía— estaba coqueteando conmigo descaradamente. Era una mujer de considerable estatura para su género, una voluptuosa figura, y unos astutos ojos que no dejaban de mirarme como si quisiera devorarme en ese mismo momento.

—Claro, me encantaría— dije, levantándome de la silla, y tomando su mano con una sonrisa, intentando ocultar de su vista mis brillantes ojos que predecían mis intenciones mientras me conducía por una escalera, hasta una habitación desvencijada y con olor a humedad. Dentro me esperaban otro par de jóvenes, una rubia despampanante de ojos claros, y una castaña de piel bronceada.

 

Me dejé seducir por sus encantos. Permití que hicieran con mi cuerpo los que les viniera en gana; dejé que me llenaran de besos, de caricias, de un vacío placer.

 

—Wow, eso estuvo maravilloso— dijo una de ellas cuando hubieron terminado de jugar conmigo, acercándose más a mi cuerpo, buscando mi calor, como hacían todos los humanos luego de un acto cómo aquel, a pesar de que fuera un completo desconocido.  

 

—¿Pero por qué hablas en pasado, cariño?— le dije con voz seductora que izo que se le erizaran todos los bellos del brazo— Si la diversión apenas comienza.

 

A las tres les corté la garganta con mis uñas, fue sencillo, rápido, y sin dolor alguno. Me apoderé de sus almas, disfrute de su sangre intoxicada por tabaco y alcohol, pero aun así, la sensación de vacío perduraba.

 

—Tuve sexo, almas, sangre, matanzas entretenidas— murmuré para mí mismo, sentado en la cama junto a los cuerpos inertes, uno de ellos me observaba fijamente con ojos vidriosos, acusándome— y nada de eso logró satisfacerme— miré mi ropa esparcida por el lugar. —¿Qué es lo que está pasando con migo?, ¿qué hago aquí, porque vine a Londres justamente?— conciencia era algo que los demonios no teníamos, sería un problema que existiera, pero de haberla tenido, seguramente me hubiera dictado un fría y cruda respuesta a mis preguntas. —No necesito conciencia para saber qué es lo que quiero— me dije sonriendo amargamente— terminaré con esto de una vez.— me levanté de la cama, recolecté mis pendras, y las puse de nuevo en su lugar.

 

Antes de salir de la mugrosa habitación reparé en el espejo colgado en la pared junto a la puerta, y me detuve un momento a mirarme. Arreglé mi cabello, y tomando mi sombrero, les di la despedida a mis chicas, volviéndome a internar en los copos de nieve que caían sobre la ciudad.

 

Había pasado mucho tiempo desde que había abandonado a mi anterior amo. Había cumplido sus peticiones, complacido sus caprichos, había sido leal a nuestro contrato, pero cuando llegó su último día, no fui capaz de tomar su alma; fui presa de algún extraño sentimiento, un temor, un vacío, que me impidió acabar con su vida.

 

Entonces, desaparecí. Ésa era la mejor opción tanto para él, cómo para mí: el podría seguir viviendo su vida, era joven, sano, tenía todo un futuro por delante, un éxito aun mayor de su empresa, y una familia con niños molestos. Todo estaba arreglado para é, ¿por qué entrometerme yo? Darle muerte sería entregarle una solución fácil para todos los problemas e incomodidades humanas que se le venían encima.

 

En cuanto a mí, sería libre. Esa sería la última vez que serviría a un simple humano. Yo era un demonio y no cualquiera, era uno de los príncipes del infierno, un demonio de alto rango, poderoso, e invencible. Tomaría cuantas almas se me viniera en gana, mataría a todas las personas que quisiera, y no tendría que atender a las órdenes sin sentido de un amo.

 

El plan parecía perfecto, pero pasó el tiempo, y la libertad que creí recuperada no era más que una ilusión.

 

Hablar sobre todo este asunto en pasado, nombrar a ese niño como mi “antiguo amo” es todo un error: el sigue siendo mi dueño, aunque no quisiera aceptarlo.

 

En menos de lo que me había dado cuenta, estaba frente a la puerta de la mansión que buscaba, y di fin a esos recuerdos que hacían que mi corazón escociera de una extraña manera. Sólo tenía que quitarle el contrato a ese conde, y todo volvería a la normalidad, el autocontrol de los sentimientos, la desaparición de los recuerdos humanos, volvería a ser el caballero del infierno al que tanto respetaban todos.

 

Salté la reja sin mayor esfuerzo, y me tomé el tiempo para observar el lugar. Jamás había estado en la mansión de la señorita Elizabeth, era ciertamente hermosa, con una fuente en el centro del jardín, y las flores bien cuidadas adornándolo todo.

Avancé por el camino de piedra que conducía a la puerta principal.

 

—Entrar por ahí sería descarado de mi parte, pero ciertamente requeriría menos esfuerzo que entrar por una de las ventanas— comenté, analizando detenidamente la situación— de todas formas, si entro por la ventana, tendré que escoger la indicada o estaré en problemas— me froté la barbilla mientras pensaba, rechazando la opción de entrar por la puerta, e ir directamente hacia el problema por la ventana.

 

Rodeé la casa mirando detenidamente cada uno de los cristales que sobresalían de las paredes. Agudicé todos mis sentidos para que me guiaran hasta el lugar que necesitaba, hasta que al fin di con la ventana correcta.

 

El niño estaba recostado sobre la cama, totalmente destapado,  con el camisón de dormir mal abotonado levantado hasta la mitad del muslo, respirando acompasadamente.

 

La escena me conmovió en lo más profundo, y luego, me reprendí por permitirme ese sentimiento.

 

—Sebastian…— me alarmé al escuchar mi antiguo nombre. Hace mucho que no lo escuchaba, y escucharlo de su boca me sacó una sonrisa. El niño seguía dormido, se movió en su sueño sobre uno de los costados, y recogió las piernas. —Sebastian…— volvió a repetir en un susurro, con una sonrisa infantil dibujándose en sus labios, abrazando una de las almohadas del lecho.

—¿Qué puede estar soñando que me junte a mí y al sentimiento felicidad?— me pregunté en voz alta, acercándome a la cama.

 

Sus gestos infantiles se habían suavizado en el sueño. Esa ligera sonrisa se le veía bien, resaltaba su inocencia, su niñez, nunca le había visto así, sin sus fríos movimientos de líder de la familia, ocultando siempre lo que sentía.

 

No necesitaba despertarlo para llevar a cabo mi tarea. Desplegué mis alas, me quité los guantes, y pronunciando las palabras indicadas, a mis pies apareció el sello que me identificanba, llenando la habitación de un infernal brillo purpúreo. El conjuro adecuado borraría para siempre el contrato grabado en su córnea, y me librería de mis deberes para con él.

 

Una vez hecho, salí del lugar sin dejar rastro.

 

2

Observé cómo la pluma negra se alejaba arrastrada por el viento, describiendo círculos en el aire.

 

Suspiré.

 

El infierno jamás había sido tan poco reconfortante. Sus árboles sin ramas, las construcciones disminuidas a solemnes ruinas, la eterna noche sin luna ni estrellas… jamás este paisaje que consideraba tan propio, mi hogar, me había parecido tan desesperanzador, tan poco hermoso y tan solitario.

 

—¿Qué me está pasando?— me dije a mi mismo, dejando que el viento removiera mi cabello y agitara las plumas de mis alas. Desde esa altura, sentado sobre la rama de uno de los tantos árboles, la inclemencia del clima gélido parecía golpearme con más fuerza.

 

Me puse en pie. Ni siquiera me tomé la molestia de ponerme el abrigo, simplemente desplegué las alas, y me dirigí hacia el mundo humano a la velocidad que me permitían mis propias capacidades, dejando un rastro de plumas negras a mi paso.

 

Necesitaba verle otra vez.

 

3

Le observé de nuevo mientras dormía. Había pasado el suficiente tiempo sin su mayordomo como para haber aprendido ya cómo debía abotonarse la pijama, pero la escena se repetía, su angelical rostro dormido, el camisón mal abotonado subido hasta la mitad de su pierna, dejando al descubierto su lechosa y tibia piel, que me sentí tentando a tocar.

 

Había pasado un mes desde mi última visita. ¡Había pasado un mes! Le había quitado el contrato, ¡lo había intentado todo! Y ese maldito sentimiento desconocido no desaparecía. Era ese maldito sentimiento que me había oprimido el pecho cuando me disponía a matarlo; el mismo sentimiento que me aquejó cuando le oí pronunciar mi nombre en sueños.

 

—¡Bocchan!— agité su brazo sin delicadeza, quería que despertara, que me explicara qué estaba pasando, qué demonios había hecho con migo, que tipo de magia maligna estaba utilizando para torturarme. —¡Despierte!— le exigí. El niño se quejó, rodó sobre las cobijas, y se frotó los ojos.

—¿Qué quieres a esta…?— detuvo sus quejas de repente, y abrió los ojos desmesuradamente, sentándose en la cama de manera precipitada— ¡Sebastian!— muy al contrario de cualquier recibimiento que pudiese haber esperado por parte de ese humano en particular, se lanzó a mis brazos con desespero, con necesidad, apretándome lo suficientemente fuerte como pare que creyera que no podría escapar. —¿Estoy soñando?— preguntó contra mi cuello, haciéndome estremecer ligeramente al sentir su aliento contra mi piel.

—Esta vez no— respondí suavemente.

—¿Por qué me abandonaste, Sebastian?—empezó a sollozar quedamente. Las lágrimas se escapaban involuntariamente de sus ojos, lo sabía, el jamás lloraría frente a mí. —¿Por qué no me mataste?— preguntó, apartándose lo suficiente de mi para mirarme a los ojos, secándose las lágrimas con la manga del camisón.

—Porque en ese entonces sentí algo extraño que me impidió matarle—respondí— Y aun sigo sintiendo ese extraño sentimiento— le miré. Sus ojos me miraban expectantes, sus manos no dejaban de apretar mis brazos, como si fuera algo que pudiera desvanecerse si no me retenía.—Pensé que usted podría explicarme qué es lo que siento, estoy desesperado, he perdido el control de mis sentimientos, de mis pensamientos, incluso de mis sueños, y no sé qué debo hacer para aliviarme. —Guardé silencio un instante— espero que usted sepa— Ciel me contempló por un segundo, como si le costara creer lo que había escuchado. ¿Tan grave era lo que tenía?

 

 De repente, las lágrimas cesaron, y una hermosa y sincera sonrisa le iluminó el rostro, y se lanzó en mis brazos de nuevo.

—Yo también sueño contigo todas las noche, Sebastian— me dijo, soltando una alegre risita—Me alegra escuchar que sientas lo mismo que yo.

—¿Y qué es lo que sentimos?— pregunté.

—Amor— murmuró, apretando el abrazo.

 

Me quedé en silencio, sosteniendo la pequeña figura entre mis brazos. ¿Amor? No era posible, era una idea totalmente descabellada, ¡los demonios no sentimos eso, menos por un humano!

 

—Sebastian…— el niño buscó mis labios, y depositó en ellos un suave y casto beso. Sus labios sabían dulce, era un sabor y una sensación agradable, no como los besos que había recibido de esas señoritas en el bar hace ya varios días.

 

Él siguió con sus caricias repartiendo besos por todo mi rostro.

 

—¿Qué sientes cuando hago esto, Sebastian?— indagó curioso, mirándome a los ojos buscando una respuesta sincera, con las mejillas totalmente arreboladas.

—No lo sé— respondí— es una sensación extraña, no es como cuando he tenido este tipo de contacto con otros humanos— acerqué mi rostro al suyo, haciendo que nuestras narices se tocaran— pero se siente bien.— tomé su barbilla, y abrí ligeramente sus labios utilizando mi dedo pulgar, luego acorté la poca distancia que quedaba entre nosotros, iniciando un nuevo beso, ahora uno menos inocente, y para nada casto. Introduje mi lengua en su boca,  acaricié la suya suavemente.

 

Ciel parecía aturdido por las nuevas sensaciones, dejó escapar un gemido que se quedó fundido en nuestras bocas.

 

Le obligué a recostarse de nuevo sobre el lecho, colocándome sobre él, siguiendo besándole desenfrenadamente. Era una locura, jamás había sentido necesidad por nadie cómo la sentía ahora por ese pequeño cuerpo que empezaba a reaccionar tímidamente a mis caricias.

 

Deslicé mi mano sobre su muslo. La piel era suave, y a medida que mi mano subía, colándose debajo de su pijama, parecía más sensible.

 

Me separé de su boca para dejarle respirar, pero él se apresuró a atraerme hacia sí para volverme a besar. Sus labios estaban llenos de ternura, de inocencia, y de la misma necesidad de tenerme que yo sentía por él.

 

Le desnudé en un segundo, no podía resistirme más. Contemplé su cuerpo, deslicé mis manos encantado al sentir la suavidad de su piel, lo sensibles que eran algunos puntos, y lo sonrojado que estaba Ciel, con los ojos entre cerrados, y la boca abierta, dejando escapar jadeos entrecortados causados por la emoción del momento.

 

Separé sus piernas a continuación, viendo su miembro ya despierto clamando por atención.

 

—¡No hagas eso!, es vergonzoso— me espetó cuando me disponía a atender su excitación, tapándose la cara con los brazos.

 

Ignoré su petición, y tomé su miembro entre mis manos, sintiendo su calidez bajo mi piel, oyendo cómo el pequeño soltaba un jadeo más fuerte cuando lo aprisioné entre mi mano.

 

Besé suavemente la punta, y luego me ocupé de la base, antes de engullir toda la extensión de su hombría.

 

Mi lengua hacía maravillas, los gemidos descontrolados de Ciel me hacían saber que estaba más que disfrutando mis acciones, y no había nada que me pareciera más hermoso en ese momento que escuchar los eróticos sonidos que se escapaban involuntariamente de su boca.

 

—Sebastian…—cuando hubo terminado, me atrajo de nuevo hacia sus labios, y tomó una de mis manos, dirigiéndola hasta su pequeña entrada.

—Hazlo— susurró a mi oído, con la voz enronquecida por la lujuria. Hice lo que me pedía, intentando ser lo más delicado posible introduje uno de mis dedos, al que luego acompañó un segundo, haciendo movimientos de tijera para prepararlo por completo.

 

Le penetré de una sola estocada, y yo mismo dejé escapar un gemido de placer, cosa que era muy extraña, jamás durante un acto sexual había sentido genuino placer, pero cuando el niño empezó a mover sus caderas, creando un delicioso vaivén, sentí que estaba tocando el mismísimo cielo del que había renegado hace siglos.

 

Los minutos pasaban lentos, deliciosos. Esa era una sensación enloquecedora, al fin sentía que ese vacío insoportable se llenaba con algo.

 

Ciel me aferró fuerte, y en unos segundos, los dos hubimos llegado al orgasmo con un último suspiro.  

 

—Te amo— me susurró, y se quedó dormido entre mis brazos enseguida.

 

4

—Sebastian, escapemos— me propuso él un día sin más, luego de unos meses llenos de romance, y pasiones carnales.

—¿Qué cosas descabelladas dice, bocchan?— yo volvía a ser el mayordomo líder que servía en la mansión Phantomhive. —Para hoy, le he traído un delicioso postre de tiramisú— anuncié, poniendo frente a él un pequeño plato, y una cucharita de plata.

—No son locuras— dijo, tomando un poco del postre, a la vez que abría un cajón y sacaba un documento anudado con una pequeña cinta negra. —Léelo.

—Bocchan…

—Han descubierto nuevas islas cerca de Australia— me explicó despreocupadamente, lamiendo la cuchara— pero son tan pequeñas que no sirven para ser un país, así que las pusieron en subasta.

—¿Y usted compró una?

—Vamos, admítelo, si queremos estar juntos por siempre, será mejor aislarnos de las distracciones— me hizo un gesto para que me acercara, y en cuanto lo hube hecho, se irguió y besó descaradamente mis labios, dejándome probar el dulce sabor del tiramisú en cada rincón de su boca. —¿Y qué dices?— sonreí.

 

Yo había vuelto a ser el mismo demonio de siempre. Salía cada noche, y tomaba toda las almas que satisficieran mi hambre, y luego volvía a casa, dónde el amo me esperaba despierto dispuesto a ahogarme en sus caricias. Había vuelto a la normalidad, nada me causaba emoción alguna, cómo era de esperarse, excepto ese pequeño niño que había perdido toda inocencia estando con migo; se había vuelto todo un hombre de mundo, proponiendo nuevas posiciones, y nuevas opciones para nuestras veladas  de intimidad. ¡Ahora quería que nos olvidáramos de todo para hacer quién sabe qué cosas pervertidas que se le ocurrían a su imaginación!

 

—Tendrá que darme más que solo un beso para convencerme— sentencié, tomando sus labios de nuevo.

 

Fuera, la ciudad de Londres empezaba a ensombrecerse. El mundo volvía a ser interesante. 

Notas finales:

hmmm... tengo cierta obsesión con hacer d Ciel un pervertido que se quiere violar a Sebastian xD hahah (bueno, yo en su lugar... también sería así hahahah)

Espero haya sido de su agrado... el final no me convenció mucho, pero bueno ¬¬ tenía pensado hacer que Ciel y Sebastian se casaran con boda y luna de miel inluída... pero me pareció muy ficti hahaha

Reviews de todo tipo, alagos, puteadas, o demás, serán bien recibidos :)

Muchas gracias por haberse tomado el tiempo de leer ^^


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).