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Vanishing Love por metallikita666

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Notas del fanfic:

Es mi primer fanfic slash, aunque no el primero que escribo con temática yaoi. Esta es mi segunda pareja favorita del J-Music, después del GackuHai. Si bien es sólo un lemon, me fue realmente difícil hacerlo breve de manera estricta, así que espero que me consideren, je je XD

 

La invitación a un concierto de proporciones maratónicas, como jamás se había visto antes en la tierra del sol naciente, fue el fuego que avivó su esperanza. Yoshiki tomó la carta y la abrió con ansias mal disimuladas, mientras Hide lo observaba desde el sillón, sosteniendo un cigarrillo entre sus labios y enarcando una ceja.

-¿De qué se trata?- preguntó la araña rosa, cruzando la pierna al tiempo que apagaba el cigarrillo sobre un cenicero que se encontraba en una mesa contigua.

-Es… una invitación para tocar en el Nihon Fest de este año- respondió el delicado rubio, sonriendo con amplitud a continuación. -¡Es un evento de tres días! ¿Lo puedes imaginar? ¡Y será televisado al resto del mundo!-

Hayashi continuó leyendo, buscando desesperadamente la lista de bandas confirmadas hasta entonces, pidiendo en sus adentros que los cálculos no le fallaran. Y no lo hicieron: Buck-Tick aparecía como uno de los platos fuertes. Tras mirar lo que deseaba y guardarlo en su mente y en su corazón, se dirigió al escritorio, prendiendo la computadora y sentándose frente a ésta; aprestándose a escribir.

-¿Qué harás?- inquirió Hide, acercándose con el fin de supervisar lo que el otro llevaba a cabo. -¿No te parece demasiado pronto como para responder? Dirán que en X-Japan nos pasamos sentados todo el día, esperando correspondencia…-

-¡Ay, no seas así!- exclamó el baterista, volteándose para tomar el rostro de su compañero entre sus manos, adornadas con hermosas uñas largas y pintadas de rojo. –Eso no es cierto, y nadie lo pensará. Deja de preocuparte…- dijo, con voz tenue, acabando toda la conversación con un suave beso sobre los labios de Hide, el cual lo recibió sin queja alguna, correspondiéndolo con total disposición.

 

Cuando llegó el día del concierto, X-Japan fue colocado junto a otros muchos grupos como parte de las actuaciones finales, ya que todo se basaba en un índice de popularidad. Así las cosas, los chicos tuvieron los dos primeros días para esparcirse y disfrutar del resto de bandas. Empero, el talentoso baterista de Tateyama no hallaba cómo escaparse de la cuidadosa vigilancia de su novio, quien se mantenía con él en el autobús de giras a toda hora. Al final, Yoshiki no tuvo más remedio que reventarle varias cuerdas a su adorado piano transparente, para aducir que debía ir él mismo por quien pudiera repararlo de forma impecable.

-No te tardes… por favor- le pidió Matsumoto, con un gesto triste en su mirada, reteniéndolo por las manos.

-¡No!... ¡Volveré apenas haya resuelto todo!- exclamó el hermoso pianista, rehuyendo la mirada de el del cabello rosa. Se soltó sin notar el pequeño temblor que invadía sus manos, saliendo después del bus de forma muy veloz.

Hide se acercó a la ventana, observando la manera en que Yoshiki se perdía a la distancia. –Es casi imposible creer que alguien como tú… tenga una ilusión así- murmuró para sí mismo, estrujando la delgada cortina entre sus dedos, dejando por fin salir copiosas lágrimas de sus ojos.

El rubio se detuvo apenas se alejó del rango visual que podía alcanzarse desde el autobús de su banda, jadeando un poco mientras se encorvaba, apoyándose en sus rodillas. La gabardina gris brillante que cubría su cuerpo tocó el suelo, ante lo cual, el pianista recordó que ni siquiera se había cambiado de atuendo, permaneciendo ataviado con sus mallas de diseño de cadena, sus zapatos altos y aquel sobretodo, únicamente. Su pecho podía apreciarse con facilidad. Sin embargo, decidió continuar con su plan, y cerrándose la gabardina con las manos y manteniéndolas de aquel modo, debajo de los codos, se encaminó al autobús de Buck-Tick.

Atsushi tomaba un descanso, al tiempo que conversaba con el amistoso y parlanchín percusionista de su grupo, Toll Yagami. Ambos bebían cerveza y discurrían animadamente, hasta que se oyeron unos golpes en la puerta del vehículo. Los dos chicos se miraron extrañados; no esperaban a nadie, y de haber sido uno de sus compañeros, simplemente hubiera entrado. Atsushi habló el primero.

-¿Quién es?- preguntó con su sonora y varonil voz, obteniendo silencio por respuesta. Miró de nuevo a Yagami, encogiéndose de hombros y levantándose para ir a abrir. Él no era de los que se quedaban con una duda.

Cuando abrió la puerta, sus lucientes ojos negros contemplaron una figura extraña, la cual, a pesar de todo, no dejaba de ser bella. Una persona que parecía ser una mujer rubia, de cabellos larguísimos, piel blanca y ojos tímidos, se cubría el rostro con un velo, el que, no obstante, dejaba adivinar sus primorosas facciones. Sakurai se quedó un poco contrariado. Su ánimo reservado lo hizo quedarse inmóvil, pero no concibió en ningún momento despedir a la chica con palabras groseras. No, eso no sería digno de un caballero como él.

-¿Se te ofrece algo?- atinó a decir, si bien aún permanecía extrañado. Se suponía que las hordas de atrevidas fanáticas tendrían prohibida la entrada a la zona donde se habían estacionado los autobuses de las bandas, por lo cual, si aquella mujer no era una seguidora, no se le ocurría de quién podría tratarse. Una periodista, sin duda alguna, jamás se presentaría de aquella manera.

-¿Podría… hablar con usted… en privado?- susurró Hayashi, mirando furtiva y rápidamente a Toll, devolviendo pronto sus pupilas al suelo, en un gesto coqueto.

Sakurai se turbó todavía más, pero Yagami, sonriendo, se levantó de su asiento. Caminó hacia ambos, poniendo su mano en el hombro del alto vocalista.

-No te preocupes, iré a dar una vuelta. El día está muy hermoso como para pasársela encerrado- comentó con ironía, alejándose tras pasar al lado de Yoshiki, quien suspiró aliviado en su interior. Jamás se olvidaría de la amable solicitud de su colega.

Dirigiendo los ojos de nueva cuenta a Atsushi, el rubio logró sacarlo de sus cavilaciones. El otro se sintió mal por hacer esperar tanto rato a la visita en la puerta, y apurándose, se apartó para dejarle espacio, invitándole cordialmente a pasar.

-Oh, por favor, disculpe mi tardanza. Pase- manifestó, haciendo una pequeña reverencia.

El pianista ingresó al autobús ajeno, mirando a todos lados para inspeccionar y conocer el interior, gustándole mucho lo que veía. No había duda de que para todo, Sakurai tenía un gusto exquisito. Cuando escuchó que el pelinegro cerraba la puerta, se volteó, develando su faz. La turbación que antes había embargado a Atsushi, se convirtió en estupor.

-Yo…shiki… Hayashi…de X-Japan…- balbució con los ojos muy abiertos, contemplando al rubio al tiempo que experimentaba una mezcla de sentimientos encontrados. Nunca antes lo había visto en persona, y aunque se consideraba absolutamente heterosexual, no podía negar que unas ganas enormes de abrazarlo, besarlo y poseerlo, se habían apoderado de su cuerpo. Yoshiki era tan atractivo y sensual como una mujer. No, lo era aún más.

-¿Qué haces… aquí?- preguntó el menor luego de una larga pausa, tomándose las manos inconsciente y nerviosamente, como si quisiera prohibirles asir algo.

-Pues.. yo…- el pianista se acongojó un poco. Con su apuro, no había siquiera maquinado alguna excusa para la ineludible pregunta que con toda seguridad le haría el frontman de Buck-Tick, decidiéndose de golpe a confesarle toda la verdad.

–Yo vine… porque quería conocerte- respondió por fin, al tiempo que se posaba una triste sonrisa en sus rosados labios y sus ojos permanecían abiertos de manera anhelante. Contra todo pronóstico, dio dos pasos al frente, y antes de que el otro tuviera tiempo de reaccionar, alzó su brazo y acarició con los lindos dedos la mejilla ajena. –Atsushi, yo te amo…- le dijo con voz suave pero firme, arrugando el bonito entrecejo, con ademán de querer sollozar.

-¡No, no llores!- exclamó el vocalista, deshaciendo la unión de sus manos y cogiendo la del mayor, para sorpresa de ambos. –Jamás me perdonaría que por mi causa, las lágrimas arrasaran un rostro como el tuyo- y tomándolo por la cintura con el brazo contrario, lo atrajo a su cuerpo, sin dejar de verlo a los ojos.

-Tú estás… con Hide, ¿no es así?- inquirió con ingente dificultad, pareciéndole que aquellas palabras no habían salido de su boca, mientras empezaba a temblar ligeramente al sentir cómo se apoderaba de él la mayor contrariedad de su vida: cuanto más cerca tenía al rubio baterista, más digno de contemplación le parecía, y más pronto deseaba hacer suyos aquellos labios. 

Yoshiki desvió la mirada no bien escuchó la pregunta, ruborizándose de inmediato, sintiéndose incapaz de hablar. Apretó entre sus dedos la solapa del saco que llevaba Sakurai, afligido al pensar que todo para él acabaría entonces. Pero el pelinegro comprendió, y soltando la muñeca del rubio, le tomó por el mentón, alineando su rostro con el propio, e incluso subiéndoselo más.

-No tienes nada que explicar- le dijo, acercándose después para apresar sus suaves y carnosos labios en un tierno pero ardoroso beso, el cual transmitía todos los sentimientos que aquel ser le provocaba. El de Fujioka sintió su corazón palpitar muy agitadamente, ya que no podía creerse lo que hacía, pero le era imposible afirmar que aquello le disgustaba. Por el contrario, la cercanía con Hayashi despertó sus masculinos instintos, lo cual se hizo patente a los pocos segundos debajo de su pantalón.

El pianista llevó ambas manos a los brazos fornidos del frontman de Buck-Tick, comprimiendo las mangas de su ropa, extasiado al comprobar que Sakurai también se sentía atraído por él. Correspondió al beso con abrasadora pasión, rozando con su cadera la ajena, sintiendo que su entrepierna también reaccionaba. El menor comenzó entonces a llevar a cabo lo que el deseo le dictaba, abriéndole por en medio del cuerpo la gabardina que portaba el rubio, quitándosela a medias para después acariciar su terso pecho. Paseando sus palmas y yemas por los pezones del baterista, los estimuló repetidamente, mientras el sobretodo aún colgaba de sus brazos flexionados.

Seguidamente, los labios de Atsushi descendieron presurosos por el marmóreo cuello del mayor, regándolo con besos y lamidas, buscando el sensible lóbulo de su oreja para morderlo. Ante aquel acto, Yoshiki exhaló un gemido, el cual no pudo contener ni ahogar como había estado haciendo con los anteriores. Sintió sus rodillas desfallecer porque además el miembro duro se le presionaba bajo la ajustada malla, y ésta, a su vez, se rozaba repetidamente contra la tela del pantalón del pelinegro. Atsushi se detuvo súbitamente al contemplar las reacciones del pianista, dándose cuenta que no habría punto de retorno, pero atormentado aún por la nueva e imprevista experiencia, para la cual no había tenido tiempo ni siquiera de meditar.

El rubio advirtió el dilema de su amor platónico, aprestándose en seguida a socorrerle en tan difícil trance. Liberándose de los poderosos brazos del pelinegro, se arrodilló frente a él, dejando caer antes la lustrosa gabardina, exponiendo toda la blanca y hermosa piel de su torso y brazos. Llevó sus diligentes manos a la bragueta del pantalón ajeno, desabrochándola. Bajó la ropa interior de Sakurai y extrajo su virilidad, la cual contempló fascinado, debido a las generosas dimensiones que poseía. Un repentino temblor, mucho más violento que el anterior, invadió los miembros del cantante, y al notarlo, el voluptuoso rubio alzó el rostro, mirándolo a los ojos, sonriéndole.

-Tranquilo… No va a desagradarte…- susurró, entrecerrando sus preciosas fenestras, al tiempo que sacaba la lengua y probaba el glande brillante y húmedo del pelinegro, el cual ya se había regado con su presemen. Sakurai no pudo evitar proferir un sonoro gemido, llevando una de sus manos al sedoso cabello de su felador. Yoshiki cerró los ojos por completo y se introdujo toda la punta de la hombría ajena en la boca, saboreando el órgano con el mayor de los placeres; rodeándolo con su cálida lengua, oprimiéndolo con su paladar. Atsushi sintió que un escalofrío le recorría la espalda, impeliéndole a estrujar y jalonear los blondos cabellos del mayor, denunciando su imperiosa necesidad por que continuara. El de Tateyama no se hizo de rogar, y poniendo todo su arte y empeño, condujo al hombre que una vez fue declarado como el más sensual de Japón, a las puertas del orgasmo.

No obstante, y contra toda expectativa, el cantante hizo a Yoshiki detenerse, inclinándose para levantarlo. Lo colocó después de rodillas sobre el sillón, de frente al respaldar. Sin decir la menor cosa, se despojó del saco e hizo lo propio con las mallas del rubio, desnudándolo por completo, excitándose ante la vista de sus perfectas nalgas. El mayor se volteó sorprendido, exhibiendo nuevamente un encantador sonrojo, ya que aquello en verdad lo había impresionado. Atsushi se acercó, pegando su pelvis contra el trasero ajeno, tomando al pianista por el pecho con una mano, mientras que con la otra, acariciaba la mejilla divina del chico.

-¿No es esto acaso… lo que querías?- le preguntó en tono irónico pero seductor, al tiempo que restregaba la punta de su palpitante miembro contra la delicada entrada de Hayashi. Éste suspiró, sin despegar la mirada de los penetrantes ónices de Sakurai, rasguñando con sus largas uñas el brazo de quien estaba por someterlo. Entreabrió sus labios para balbucir algo, pero en eso, el pelinegro se apartó de su cuerpo, sumergiéndose enardecido en medio de sus nalgas.

-Ahhh… ¡Ahhhh!- vociferó Yoshiki, completamente perdido en el placer. El menor chupaba de forma hambrienta su suave intimidad, lamiendo de arriba hacia abajo y en círculos el contorno de su entrada, haciendo al rubio enloquecer. Hayashi hundía las uñas en la tela del sillón, estremeciéndose por las atenciones, jadeando con fuerza cuando Atsushi usaba la punta de la lengua para hurgar en su ano. Aferrándose al respaldar del mueble, Yoshiki separó más las piernas y comenzó a mover la cadera en un exquisito vaivén que le proporcionaba sensaciones todavía más lujuriosas. En el momento en que ni siquiera pasaba por su mente otra cosa que seguir gozando de éstas, el vocalista se incorporó, completamente decidido a hacer suyo aquel cuerpo que tanto lo encendía.

Cogiendo al mayor por las caderas, lo penetró lenta pero firmemente, abriéndose paso a través de los pliegues de su carne. El rubio gritó con fuerza, apretando los párpados ante la rápida intromisión, mientras sentía un sobrecogedor temblor en sus muslos y agachaba el torso. El pelinegro, una vez que hubo llegado al fondo de la cavidad ajena, emprendió el retorno, creando un vacío conforme sacaba su miembro, el cual lo presionaba, remarcando la exquisita estrechez del hermoso pianista. El estímulo enloquecedor redobló los bríos del antes indeciso Sakurai, incitándolo a buscar más placer en el físico ajeno, por lo que, de manera imponente y posesiva, comenzó a embestirlo.

-¡Aaahhh, sí! ¡Más, más! ¡Por favor, Acchan, no te detengas! ¡Ahhhh!- gemía a viva voz Hayashi, empujando también su pelvis al mismo ritmo en que lo hacía el menor, profundizando más las estocadas. Pronto el perlado sudor cubrió los atractivos miembros de ambos hombres, resbalando por entre sus músculos. Sakurai, deseando proporcionarle más deleite a su amante para que así éste, a su vez, se lo restituyera contrayendo más las entrañas, tomó la virilidad tiesa de Yoshiki, empezando a friccionarla y sacudirla rápidamente. El pianista, jadeando y gimiendo indefenso, víctima de las violentas acometidas y de la lasciva masturbación, comprimió su cavidad al máximo cuando le poseyó el arrebatador orgasmo, eyaculando en la mano ajena.

El placer excelso no se hizo esperar más para Atsushi. Su hombría, experimentando la deliciosa presión que ejercían sobre ella las paredes del recto de Yoshiki, reventó por fin, bañando con un chorro de espeso y blanquecino fluido el interior del rubio. El pelinegro se sostuvo a como pudo para no caer sobre el exhausto físico del mayor. Éste, resollaba todavía por los esfuerzos de hacía unos instantes, dejando salir lentamente a través de su entrada, el semen caliente de su amante, el cual le resbalaba por la piernas, ante la mirada complacida de Sakurai.

Luego de un rato, Atsushi cargó y llevó a la habitación a su bella y nueva muñeca. Aún restaba otro día más para el concierto por separado de ambos, así que no había ninguna prisa…  

 

 


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