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"El Carro Alado" por Mary-chan6277

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Notas del fanfic:

Hahahah AMO A PLATÓN y luego de q la profesora nos explicó el mito del Carro Alado, pues, ella nos dijo lo de las almas gemelas y así, lo primero que me pregunté yo fue "y si las almas gemelas caen ambas en cuerpos de hombres?? q hacen??" (osea, pensando en yaoi en la clase d filosofía, soy el colmo xD) ... se lo iba a preguntar a la profesora, pero me dio cosa hahah así que mejor pensé en el mito en versión retorcida de Kuroshitsuji xD

Notas del capitulo:

Bueno, ya les cont la historia de donde salió este fic, así que sin más preámbulos, espero q les guste :) ===>

1

Ciel miraba de reojo a su hermano mayor mientras este se vestía luego de haber tomado un largo y relajante baño. Ciel no podía evitar recorrerlo con la mirada, detenerse en sus brazos y abdomen bien trabajado, y desear tocarlo con los dedos, y si tenía más suerte, hasta con los labios. “Se debe sentir maravilloso” pensó, soñando despierto como siempre, “que envidia tengo de su novia…” se lamentó, observando con una triste mirada cómo Sebastian se ponía una camisa de color claro, y empezaba a abotonarla.

 

El espectáculo había terminado.

 

Ciel ya no era el mismo niño que solía ser años atrás. Hacía unas semanas se había celebrado, con bombos y platillos, y una prometida molesta, sus trece años, y él sentía, aunque todos lo tratasen de la misma manera, y las cosas siguieran como siempre, que él mismo había cambiado.

 

Cuando era pequeño, solía bañarse junto a su hermano mayor. Solía abrazarse a él en la tina, y solía dejar que Sebastian le lavase el cabello, y acariciara con unas manos espumosas y llenas de jabón. Por su lado, Ciel también hacía lo suyo, y paseaba sus manos por el cuerpo de Sebastian a su antojo, y todo parecía perfectamente normal.

 

Pero las cosas ahora eran distintas.

 

Ya no podía mirar a su hermano sin que un rubor intenso se pintara en sus mejillas en cuanto pensamientos indecorosos se apoderaban de su imaginación. Había dejado de tomar baños junto a Sebastian porque, simplemente, no podía evitar desearle de la manera en la que los adultos deseaban a otros adultos.

 

Ciel no entendía que le pasaba, ni como debía reaccionar. Se había dedicado a leer novelas, a analizar a sus padres, hasta con su prometida había hecho un par de experimentos, pero él, quería aprender sobre lo que le pasaba de Sebastian, y de nadie más.

 

Miraba con celos a la prometida de su hermano mayor. Ella era una joven pelirroja muy hermosa, que llevaba el cabello a la altura de la cintura, y siempre lucía ceñidos vestido que realzaban su belleza. Sebastian se paseaba con ella por los jardines, la llevaba a cabalgatas por el viñedo, y le sonreía de manera primorosa, y Ciel sentía cada vez más la distancia que se interponía entre ellos.

 

El más joven de los Phantomhive había dejado perdida la mirada por el cristal de la ventana, observando cómo su adorado hermano trabajaba en el jardín. Él siempre había adorado las plantas, y la jardinería se le daba bastante bien, así como cocinar, y preparar el té de la tarde, “me pregunto si también será bueno en…

 

—Joven Ciel, ¿está escuchando?— Ciel levantó la cabeza levemente de la palma de la mano en donde la había tenido apoyada, y miró distraído a la anciana profesora que lo único que hizo, en gesto de reproche, fue acomodarse las gafas sobre el puente de la nariz. —¡Le exijo que ponga atención! — le dijo enfadada, haciendo jarras— ¡Estos mitos explican totalmente la filosofía de Platón y está relacionado con todo lo que le he explicado!

—La filosofía no sirve para nada, usted misma me lo dijo— murmuró un Ciel malhumorado, deseando estar afuera junto a Sebastian. El tiempo que pasaban juntos era mínimo, y el que pasaban a solas, casi inexistente. Sebastian estaba ocupado con sus propios estudios, con la empresa de sus padres en la que ya empezaba a ser partícipe, y como no, en su adorable novia que Ciel odiaba en su subconsciente.

—¿Sabe qué? Haremos algo— intentó conciliar la profesora al ver al disperso niño mirando algo más allá de su comprensión y entendimiento fuera de la ventana —Le leeré el último mito, usted ponga atención, y le dejaré libre por el resto del día, ¿qué le parece?— Ciel aceptó.

2

La música resonaba fuerte, los músicos, parados sobre la tarima del salón, interpretaban melodías que todos estaban dispuestos a bailar a un ritmo suave con su pareja.

 

Todos, excepto Ciel.

 

De todos sus momentos de desesperanza, en esos en los que pensaba que tenía a Sebastian tan cerca, y a la vez tan lejos, esa noche en especial, se dio cuenta de que era inalcanzable. No sabía por qué se sentía tan triste, Sebastian era su hermano, y aunque lo deseara y lo amara con su alma, había logrado retener sus sentimientos lo suficiente como para engañarse y convencerse de que lo único que sentía por él era un completamente normal amor fraternal.

 

“¿Entonces por qué me siento tan vacío?”

 

Retuvo las lágrimas, al igual que sus sentimientos. Había entendido que amar a su hermano, de esa manera era inmoral e incorrecto. Lo había entendido después de leer las novelas de romance en las que buscaba las respuestas que tanto necesitaba. Lo había comprendido, lo había grabado a fuego en su mente, y en su corazón, pero justo esa mañana, la profesora de filosofía había derrumbado su barrera mental. La había derrumbado en el momento menos oportuno, porque esa noche, era la celebración del compromiso de su hermano con esa cortesana hermosa y de curvas perfectas. Esa noche, Ciel perdería a Sebastian para siempre, como su hermano, y como el amante que él deseaba en su más oscuros y culpables sueños.

 

—¿Me concede esta pieza?— una mano enguantada se plató frente a sus ojos, sugerente, y atormentante en momentos de debilidad.

—No voy a bailar contigo en público, idiota— respondió fríamente, como si nada de eso le afectase, como si su voz no hiciera que el fuego de millones de velas incendiara su corazón.

—¿No vas a aceptar la invitación de tu propio hermano?— dijo con voz seductora, tomando a la fuerza la mano de su hermano, y obligándolo a avanzar en la pista de baile.

 

Sebastian tomó a Ciel entre sus brazos, y lo estrechó contra su pecho. El menor dejó de forcejear en cuanto el aroma de la colonia de su hermano inundó sus sentidos, y se limitó a disfrutar del momento, imaginando que esa era su fiesta de compromiso, y que estarían juntos por siempre, compartiendo un vínculo de hermandad, y otro de amor.

 

Sebastian era en todos sentidos perfecto, y él quería inútilmente acapararlo para él solo. Se había cansado de sus barreras mentales. De detener sus pensamientos perversos con su hermano, intento evitar imaginarse besándolo como él veía que lo hacían los mayores. Estaba mal, si, ¿pero porqué en sus sueños, mientras era abrazado y mimado por su hermano, se sentía tan bien?

 

“Si para Platón está bien, ¿por qué no para nosotros?”

 

Ciel apretó los puños, arrugando el traje de Sebastian.

 

Esa mañana había escuchado de boca de la anciana profesora de filosofía el mito más hermoso y complaciente que había escuchado en las últimas dos semanas estudiando a Platón, y en toda su vida.

 

El Carro Alado, hablaba del Mundo de las Ideas, en dónde un carro es jalado por dos caballos, uno negro, y uno blanco, que transportan a un par de almas gemelas. El caballo blanco es dócil y obediente, mientras que el caballo negro es rebelde y arisco.

 

Las almas contemplan el Mundo de Las Ideas, pasean en el carro observando “los modelos perfectos de la realidad”, pero en cuanto  el caballo negro se molestara, volcaría el carro, y las almas caerían al mundo mortal, recibiendo un cuerpo humano, destinadas a buscarse eternamente.

 

La probabilidad de que las almas caigan en el mismo país, incluso, en el mismo continente, y al mismo tiempo, es casi nula, por lo tanto es una búsqueda exhaustiva— había dicho la profesora acomodándose las gafas en ese ademan tan común en ella. Ciel había comprendido sus palabras, las había interiorizado, pero cada vez que miraba a Sebastian, su cabello negro y lustroso, sus ojos rojos llenos de misterios, él sabía que esa era su alma gemela.

 

La pieza terminó, y dejaron de moverse. El momento había terminado, y Ciel se sentía abrumado, como cada vez que se sentía separado de Sebastian.

 

3

La velada había terminado, y Ciel había ido directo  su cama para silenciar sus tristezas en un cómplice sueño que siempre estaba de su parte para mostrarle en su cabeza todo lo que quería ver, pero esa noche, por más que intentó dormirse, Morfeo no llegaba a auxiliarlo.

 

Tomó el candelabro encima de la mesita de noche, las velas aun no se consumían, y salió de su habitación.

 

Caminó por los oscuros pasillos lentamente. Parecía la sombra de lo que alguna vez pudo haber sido un mortal, no era dueño de sus propios actos.

 

Abrió la puerta de la habitación de su hermano, y lo encontró durmiendo tranquilamente.

 

Dejo el candelabro sobre la mesa, y se sentó al borde de la cama. Qué lindo se veía cuando dormía, sus gestos relajados por el sueño, su cabello desperdigado por la almohada, su aliento caliente saliendo de su boca entre abierta.

 

Ciel dudó un momento antes de apartar unos mechones de cabello que le caían por la frente. Se maravilló por lo suave que era su piel, y se aventuró a acariciar más su rostro, delineando con las yemas de sus dedos su angelical rostro, deteniéndose en sus labios, encontrándolos deseables. Se reclinó un poco, deseando tocarlos con los suyos, y así lo hizo. Fue un beso suave, inexperto, inocente, cargado de amor. Ciel se sintió que los coros de ángeles cantaban para él, las puertas del paraíso se estaba abriendo junto frente a sus ojos.

 

—¿Ciel…?— murmuró Sebastian sorprendido, y adormilado, frotándose los ojos.

—¿Por qué?— fue lo único que preguntó. Sebastian parpadeó, ahora más despierto, sin comprender a lo que se refería, sin comprender por qué su hermano empezaba a llorar sin motivo aparente.

—¿Por qué, que, pequeño?— preguntó, limpiando las lágrimas. No se resistía a las lágrimas de su hermano, y no pudo evitar capturarlas todas con su pulgar.

—Sebastian, yo…— no fue capaz de terminar su frase, y se limitó a rodear su cuello con los brazos, y a posar de nuevo los labios sobre los de él, esta vez en un beso más decidido, aun inocente.

—Ciel… — le dijo sorprendido en cuanto se hubo apartado.

—La profesora de filosofía me leyó El Carro Alado hoy— empezó a explicar— y yo creo que --

—¿Crees que yo soy tu alma gemela?— le preguntó con una sonrisa compasiva. Ciel asintió y esperó una reacción por parte de Sebastian. Esperó que lo odiara, que le gritara, que le dijera que era un depravado por pensar esas cosas. —¿Así que te gusta Platón?— tomó la hermano de su hermanito, y entrelazó juntos sus dedos. —¿Te parece que somos almas gemelas? Nuestros dedos se amoldan perfectamente— Ciel se sorprendió ante esa reacción que no esperaba, y las lágrimas volvieron a surgir de sus ojos azules, esta vez de felicidad e ilusión.

—Sebastian, no te cases— dijo casi en súplica. —¡Por favor! No te apartes de mí, te he estado buscando desde siempre.

—… Y al fin nos encontramos.

 

4

Sebastian tomó a Ciel y lo aprisionó entre sus brazos. Se puso encima de él, y robó un dulce beso de sus vírgenes labios. Introdujo su lengua en la húmeda cavidad, haciendo que el niño perdiera el aliento, e intentara reaccionar a todas las caricias y repentinas sensaciones que se apoderaban de su cuerpo.

 

Se separaron segundos después a falta de aire. La habitación brilló con un infernal tono purpúreo, mientras los ojos de Sebastian se transformaban y brillaban con la misma intensidad que el resto de la habitación.

 

Sebastian atacó de nuevo los labios de Ciel, esta vez, el niño respondió intentando acompasarse al ritmo que llevaba su hermano mayor, y enredó sus dedos en el cabello azabache.

 

—Sebastian, has vuelto— murmuró, abrazándolo fuerte.

—Tú también, ¿Cuántos siglos tuvimos que esperar?— volvió a besarlo. A medida que pasaba el tiempo la pasión se iba encendiendo en ambos cuerpos.

 

Empezaron a devorarse mutuamente. Dejaron que las prendas cayeran descuidadamente por toda la habitación. Sus manos tocaban con lujuria toda la piel que alcanzaban. Se acariciaban con cariño, con pasión, se deseaban y sus cuerpos ardían en deseos de unirse en uno y al fin complementarse.

 

Ciel hizo que Sebastian se recostara, y empezó a hacer realidad todo lo que había deseado durante su estadía como simple mortal. Empezó a besar el pecho de Sebastian, a lamerlo, a saborearlo. Chupó con lascivia una de sus tetillas, sacando del mayor de los dos, un erótico gemido que pocas veces salían de esos fríos y descorazonados labios. Siguió bajando. Acarició el bajo abdomen, se deleitó con el ombligo de él, y luego, bajando aun más, empezó a trabajar en el miembro de su “hermano mayor” que reclamaba atención urgente.

 

Ciel tenía una boca majestuosa, pensaba enloquecido el demonio, el hijo de Hades, mientras disfrutaba de esas caricias. Ciel besaba la punta, luego recorría toda la extensión con su lengua y mordía suavemente estimulando estratégicamente. Sebastian gemía suavemente. Nunca habían sido del tipo que se dejara someter, o que expresara sus sentimientos, pero Ciel sabía que si era con él, todo era posible.

 

Sebastian terminó en la boca del niño, que se lamió los labios con lascivia, para luego, subir y besar a su demonio con la misma pasión de hace unos momentos, haciéndole probar su propia esencia. Sebastian aprovechó que el hijo de Zeus se había descuidado, e introdujo dos de sus dedos en la virgen y estrecha entrada.

 

Ciel se removió incómodo, y se quejó levemente, pero no le detuvo. Sebastian le preparó, y cuando la entrada estuvo lista, le penetró sin compasión.

 

Ciel desgarró el silencio de la noche con un grito de dolor que sofocó en el hombro de su amante.

 

Sebastian empezó a moverse, y Ciel hizo lo suyo en cuanto el dolor se disipó, dejando paso al placer más intenso que hubiese podido experimentar.

 

Se abrazaron fuerte, y desearon prolongar el momento lo más posible mientras sus cuerpos, perlados por el sudor, se movían al compás que la diosa Afrodita, la diosa del amor, les había enseñado.

 

Contaba la leyenda, que hubo caminaron sobre la tierra los hijos de los dioses, convertidos en humanos por circunstancias que solo Zeus entendería; pero hubo una cosa que él no contempló en cuanto dejó al más joven de sus hijos suelto a su placer en la Tierra, y era el hecho de que pudiera enamorarse: que pudiera enamorarse de un hijo del bando enemigo, un hijo de Hades.

 

Pero así fue, Ciel, el hijo prodigio del dios de los dioses, calló por un demonio salido del Tártaro.

 

Hades y Zeus descontentos con sus hijos, los condenaron a estar separados, y volver, como simples almas humanas, hasta el Mundo de las Ideas, y cumplir con el ciclo de la vida mortal.

 

Sólo hasta que se reencuentren recuperaran sus poderes, y como recompensa por su amor eterno, dejaré que vivan juntos en el Olimpo… solo si logran reencontrarse, claro— condenó Zeus, sabiendo que la oportunidad de que volvieran a encontrarse era casi nula, confiando en que ninguno de sus hijos caería jamás en las garras de un demonio hijo de Hades.

 

5

La habitación brilló con más intensidad cuando los dos llegaron al clímax con un último gemido de placer, abrazándose fuerte al cuerpo del otro, sintiendo que en cualquier momento despertarían de un sueño.

 

Ciel abrazó con fuerza a Sebastian en cuanto hubo recuperado el aliento.

—¿Cuánto tiempo ha pasado?— preguntó entristecido— y nos tenemos que encontrar en estas circunstancias tan molestas. Somos hermanos, tú estás a punto de casarte, y yo… y yo soy un simple niño.

—Siempre has sido un niño— le recordó Sebastian, acariciándolo— estamos condenados a la juventud eterna, tú en la forma de un niño, y yo en esta forma de un joven.

—Al menos estamos juntos ahora…

—¿También te leyó la profesora el mito de La Leyenda del Amor Eterno?

—Estoy harto de Platón, por favor, volvamos al Olimpo.

 

Notas finales:

Dios, terminé algo!! se q debo actualizar mis otros fics ¬¬U y eso pero aish, tengo un terrible bloqueo, de hecho, esto fue una terapia para superarlo, aun sigo con mis terapias raras para haber si se me quita el bloqueo, y pido disculpas si el fic está terrible :(

Bueno, me gustaría saber que les pareció... si kedo horrible, si no, si les gusto, si la odiaron, o alguna otra cosa, todos los comentarios serán bien recibidos :)

Gracias x leer hasta el final!!


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