Vamos dobe déjate -no, no y no, teme -tienes que dejarte, eres mío - ¡no lo soy! ¡y nunca seré tuyo! -estamos comprometidos, y lo sabes usuratonkachi -¡eres un idiota!, lo que menos deseo es ser tuyo ¿y sabes qué? estoy cansado de ti así que me voy -no me digas que le tienes miedo de los elfos que rondan por estos bosques, dicen que gustan de engañar humanos -claro que no, quiero estar lo más lejos que se pueda de ti, por eso me largo, los elfos no me asustan, yo suelo pasear solo por aquí -Esto era verdad, el joven Naruto paseaba por ahí desde niño y jamás le había pasado nada, aunque estaba en la mira de un elfo que había quedado prendado por él: Itachi, este observaba todo lo que pasaba, y se complacía de ver como su "objetivo" rechazaba a su prometido, por ello decidió que era el momento de empezar el juego de la seducción, ese chico caería redondito en sus redes, como que era Itachi príncipe de los elfos.
El rubio iba caminando, con paso suave, a pesar de ser hermoso y un hombre que podía engendrar, como es más típico en las mujeres, lo que menos se podía decir de él es que fuese afeminado o menos fuerte que un hombre normal, el que lo tratasen así le chocaba, en parte era por eso que odiaba a su prometido con todo su corazón, ese tipo se sentía superior, se creía más fuerte, hábil, más hombre que él, las cosas no eran así, de eso estaba seguro ¿cómo podría vivir con alguien que insistía en verlo para abajo, en hacerlo menos? Como rival era una cosa, pero ¿Cómo podría siquiera intentar amarlo? ¿era posible intentar amar a alguien con justamente la actitud que menos toleraba, y que sabía de antemano que nunca toleraría?, iba sumido en sus pensamientos, tanto que no notó como le atajaban el paso, hasta que chocó con ese alguien, al alzar la vista quedó impactado, era un hermoso pelinegro, con ojos como pozos sin fondo, la belleza de este muchacho era tanta que se quedó sin palabras, el mundo exterior, sus anteriores pensamientos, dejaron de tener sentido, había sido hechizado sin notarlo, sólo con ver esos ojos, pero el otro no iba a dejar su victoria a merced de un hechizo, si alguien lo descubría y rompía, todo se iría por el caño, haría algo más sólido, lo enamoró de verdad, en ese momento comenzó, le dio el trato que deseaba: amable pero más como hacia un igual.
El tiempo pasó y cada día Naruto se convencía más de su sentir, a quien amaba era a Itachi y le valía un comino Sasuke así como lo que pudieran pensar él o cualquier otra persona, ya había descubierto que su amado era un ser férico pero no le importaba, es más, se sentía afortunado de ello porque sin duda tendría la fuerza, inteligencia y todo lo que fuera necesario para ayudarlo a librarse del teme, y no se equivocaba de hecho ya tenían un plan que ya pronto pondrían en marcha.
La fecha de la boda se acercaba a pasos agigantados, finalmente decidieron empezar, primero Itachi fue con Sasuke diciendo que había oído de sus grandes habilidades por lo que quería una partida de ajedrez, este halagado aceptó, para poner un poco de emoción hicieron una pequeña apuesta: el perdedor daría al otro una bolsa de monedas, sin que el otro se enterara por supuesto, se dejó ganar, el teme estaba feliz.
Al día siguiente fue a pedir la revancha, esta vez la apuesta fue más fuerte, con igual resultado, pero al tercer día el elegante desafiador propuso que el ganador pidiera lo que deseara al otro, su contrincante, confiado y lleno de arrogancia accedió, creyendo que el adversario que tenía era muy tonto por hacer una apuesta de ese estilo sabiendo que ya había perdido en dos ocasiones, y pensando en las riquezas que ganaría, pero la partida se alargó, parecían muy parejos, no lograba sacar ventaja alguna, finalmente fue el retador quien ganó, el perdedor se sentía desanimado, aunque trataba de no demostrarlo, pero se sintió peor al oír a su rival pedirle a su prometido, verlo avanzar hacia él, abrazarlo y desaparecer, sólo entonces lo comprendió, era una táctica tan usual, tan predecible para un elfo, y aún así había caído, el tonto había resultado ser él ¿qué le dirían todos cuando lo supieran? Lo regañarían sin duda, pero no sería un regaño cualquiera, y es que el rubio era el más querido del lugar, ser hijo del líder de la aldea influía, pero también había hecho muchos méritos propios para serlo.