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My place por Aphrodita

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Notas del fanfic:

Disclaimer: Bleach no me pertenece. Todo de T. Kubo.

Advertencia: Oc´s, como la historia se sitúa en el Hospital de Karakura no puedo meter a todos los personajes de Bleach, así que hay algunos ocs dando vuelta que no tienen mucha relevancia.

 

Notas del capitulo:

Aclaración: Post guerra (como casi siempre xD)

 

Esta es una pareja de las mil millones sobre las que quiero escribir, me la había mencionado Florceleste en el sorteo de Bleach V.2.0 de mi LJ y, si bien lo hice, al publicarlo, al otro día lo borré, no obstante Lizkun me pidió algo de Ichigo con algún Ishida por el intercambio de fics, así que reescribí lo que ya tenía y lo terminé. Espero que les agrade, y si la idea de verlos juntos les va tienen también el fic de Lizkun para leer.

 

~ La esclavitud no se abolió, se cambió a ocho horas diarias ~

(Les Luthiers)

 

Lo malo de estudiar una carrera como lo puede ser medicina y sus ramas era caer en la cuenta —siempre tarde— de que no es como uno lo imagina. No importa que tanto se imagine al respecto, nunca será igual.

  Lo positivo de ser un practicante radicaba justamente en eso, en que uno podía practicar y no morir —o matar al paciente— en el intento.

  Cuando Ichigo se recibió le consolaba saber que su padre podría ubicarlo en el hospital del pueblo, eso le aseguraba un puesto de trabajo inmediato además de la posibilidad de quedarse en casa. No sospechaba, siquiera un poco, lo que tal detalle —que fuese su padre un Kurosaki— implicaría para él.

  Los Ishida y los Kurosaki no solían llevarse bien, cierto. Shinigami y Quincy, similar al agua y el aceite; y el pobre de Ichigo en el hospital de Karakura se enfrentaría a dos, no a uno.

  Si bien sonaba extraño —y aunque no lo manifestase en voz alta— le serenaba contar con la presencia de sus amigos y compañeros de antaño, sí, incluido Uryuu. Porque desde ya que el Quincy traga libros había terminado antes que él; Ichigo no tuvo apuros, realizó la carrera con calma, nada ni nadie lo corría y era joven, así que desfrutó de esa juventud sin descuidar los estudios. Cuantas noches de borracheras y recitales… la compañía de Chaddo fue insuperable en ese entonces. No obstante llegó el momento en su vida en que le tocaba ser responsable, y había decidido estudiar medicina por razones distintas a las de Uryuu. Ponía las manos en el fuego que el Quincy sólo acataba los deseos de su padre; él hubiese triunfado en cualquier carrera a decir verdad, cerebro le sobraba. Ichigo tuvo motivos más nobles: la simple y sencilla razón de querer ayudar, ya no más como shinigami, al menos como doctor.

  Inoue lo confortaba como ninguna otra persona, ella tenía esa particularidad, no debería sorprenderle; lo que sí le causó extrañeza fue el repentino cambio de idea que sufrió a mitad del primer año de la carrera, claro que Kurosaki-kun no conocía las razones verdaderas de Orihime por seguirle los pasos, que lo despistado no se le iba con los años. Cuando Inoue se dio cuenta de que estudiar lo mismo que Ichigo no lo acercaría más a él, se resignó y optó por olvidarlo y dedicarse a algo más acorde a ella. A mitad de año se pasó a la carrera de enfermería, era más sencillo, más corto y con más salida laboral.

En resumidas cuentas el último orejón del tarro había resultado ser él. Inoue igual le había recalcado en la semana que no debía preocuparse, que lograría adaptarse al ritmo del hospital y que Ryuuken Ishida era un “amor” de persona.

  La noche previa a comenzar no pudo pegar un ojo, para cuando logró quedarse dormido el reloj humano (que era su padre) lo despertó a los gritos. No podía darse el lujo de llegar tarde el primer día, menos que menos hacerle quedar mal ante Ryuuken. Le dedicó unas cuantas palabras de las que Ichigo logró entender sólo la mitad:

 

—Te deseo suerte hijo —parecía estar mandándolo a la guerra en vez de al hospital a trabajar—, míralo a los ojos cuando te hable —suponía que se refería a Ryuuken o a los paciente, no lo supo, estaba demasiado somnoliento para caer en la cuenta—, no titubees, retrocede y morirás, siempre de frente. ¿Entiendes?

 

No, no había entendido una pizca. Isshin lo abrazó y le palmeó la espalda con energía espetando otro “suerte” antes de verlo partir. Kurosaki hijo negó resignado, tampoco lo raro no se le quitaba con los años al barbudo.

  Llegó ante la puerta del hospital y una emoción lo embargó, estaba nervioso, tanto que se creía capaz de poder caminar por las paredes si se lo proponía, y con una indisimulable sonrisa se presentó en admisión.

 

—Hola —saludó con tanta alegría que parecía tratarse de Kon en vez de él—, soy Kurosaki Ichigo.

La señora regordeta, de pelo negro, lacio y largo lo miró por encima de los lentes, dejó la planilla que tenía en la mano y arqueando las cejas correspondió el saludo.

—Y yo soy Santa Claus, ¿qué quieres?—lo miró, no llevaba ambo así que no podía suponer que era un doctor, quizás un paciente o un loco prófugo.

Iba a explicar que era su primer día, no tenía idea de adonde ir o con quien hablar; le habían dicho que se presentase en admisión que allí le sería indicado todo lo necesario.

—Vengo a hacer la residencia, me dijeron que… —fue perdiendo potencia en la voz, la dura mirada de la mujer no aligeraba el peso—que me mostrarían el hospital y… todo eso —rió, puros nervios.

—Este es el hospital —señaló, haciendo un arco iris imaginario con la mano tratando de abarcar toda la zona—, allí —señaló con el lápiz—sigues por esa puerta, doblas a la derecha, verás una puerta a tu izquierda y ahí es la sala de doctores. Suerte. —dio la vuelta para atender el teléfono.

Sé quedó de pie algo turbado por la escasa información, pensó en quejarse, en reclamarle y exigirle que fuese un poco más educada, pero una voz a sus espaldas lo distrajo lo necesario para sacarlo de esa furia momentánea que lo había embargado.

—¡Kurosaki-kun! —a lo lejos vio la enorme sonrisa de Orihime y eso fue un bálsamo.

 

Ella lo tomó de un brazo y lo guió por el hospital, al menos las zonas más cercanas que quedaban aledañas a la sala de doctores, la infraestructura era enorme y la retarían por andar paseando, así que le aconsejó ir descubriéndolo poco a poco, con el correr de los días aprendería en donde estaban todas las salas.

 

—Bueno, yo no puedo pasar, llamaré a Ishida-kun para que te oriente.

 

Quiso negarse, decirle que se arreglaba sin ayuda; dentro de la habitación había visto en el perchero el ambo con su apellido, así que quedaba ponérselo, firmar en la entrada e ir a hablar con Ryuuken como había sido acordado telefónicamente, pero Inoue no le dio tiempo y desapareció de su rango visual.

  Decidió poner manos a la obra, por suerte estaba solo, así que el nerviosismo se disipó un poco. Se quitó los pantalones y se colocó el equipo, para cuando estaba listo y salió del cambiador se encontró con la sonrisa de Uryuu, media socarrona o incrédula. Cruzado de brazos lo estudió de arriba abajo y antes de abrir la boca se ajustó los lentes.

 

—Creí que a tu paso nunca te recibirías.

Ichigo le regaló una mueca burlesca, pudo haberle dicho muchas cosas: que él no era un traga libros, que al menos había tenido vida social, que prefería tomarse su tiempo antes que ser un amargado, pero ya no tenían quince años.

—Cállate, que tú te recibiste a mitad del año pasado. ¿Dónde puedo dejar mis cosas?

—Tienes un casillero para ti —dijo con cierto tono de obviedad—, si no tienes la llave pídela en admisión.

—¿Tengo que hablar con esa señora tan amable de la entrada?

Uryuu rió:

—Sí, con Watanabe-san… Watanabe Ariasu se llama —borró la sonrisa para suplantar el gesto por uno de pavor—y créeme que ella es amable al lado de otras personas —no indicó de quien, pero Kurosaki notó cierto tono áspero en la voz del Quincy. —Y sé bueno con ella —aconsejó—, no la tengas como enemiga porque —negó, sin terminar la frase.

 

Ichigo de igual modo comprendió a que se refería; a ella debían ir a llorarle cuando llegaban tarde o cuando necesitaban algo puntual como un cambio de horario entre otras necesidades.

 

—¿Ya hablaste con Ryuuken? —el shinigami negó, y Uryuu decidió ser bueno con él en su primer día, se lo notaba nervioso y perdido—Vamos, te llevaré.

Caminaron juntos hasta el ascensor, en silencio, al menos hasta que Kurosaki, tal vez para cortar el clima, susurró con una pizca de gracia:

—¿Cómo hacen para no perderse en éste hospital?

—Hay mapas, Kurosaki —respondió con hastío.

 

Llegaron al piso superior después de un largo viaje (que parecían haber ido a otro planeta o ese ascensor era intolerablemente lento). Uryuu se manejaba con soltura, parecía ser que esa zona la tenía bien estudiada. No le resultaba raro, Ryuuken era su padre así que debía ir bastante seguido.

Como si le hubiesen leído la mente, el Quincy susurró:

 

—En éste piso no hay salas, es parte del depósito, administración y dirección… espero que vengas poco por aquí.

—¿Eh?

El Quincy no explicó a qué iban sus palabras, pero le parecía evidente; estar en el piso del director implicaba que éste había citado a alguien, y cuando citaba a alguien no era para charlar o tomar un café.

—Buenos días —saludó el joven a la secretaría, esta le regaló una forzosa sonrisa. Ichigo pudo vislumbrar cierta tensión entre ambos, como dos personas que se saludan por mera cortesía y no más.

 

No le llevó tiempo darse cuenta que Uryuu no gozaba de buenas relaciones dentro del hospital, quizás por ser el hijo del director o porque seguía siendo tan borde y competitivo como en el secundario, lo que fuese, rozaba con todos y a veces por nimiedades.

 

—Bien, Kurosaki —Uryuu cambió abruptamente de semblante, lo miró incluso hasta con pena, pensó en decirle muchas cosas, pero no pudo más que dedicarle una mirada de lástima y espetar un firme—: Suerte.

¿Qué le pasaba a la gente? Bueno, debía aceptar que era común dedicarle suerte a una persona en su primer día de trabajo.

—Ey, ¿no vas a entrar? —arqueó las cejas, creyó que Uryuu al menos saludaría a su padre o algo, pero Ishida negó con premura y se retiró a paso rápido de doctor (que el shumpo y el hirenkyaku no tienen nada que envidiarle al caminar de un facultativo, parece que levitan).

—Puede pasar —la secretaría lo sacó de sus reflexiones.

 

Un ligero olor a tabaco impregnó sus fosas nasales, el reducido espacio del pasillo comenzaba a darle claustrofobia, hasta que escuchó del otro lado de la puerta un claro y escalofriante “adelante”. La penumbra de la oficina no opacaba la imagen ante sus ojos, había visto pocas a veces a Ryuuken Ishida, por no decir nunca, pero de cerca era mucho más masculino, intimidante y hermoso de lo que había podido vislumbrar cuando todavía era un crío y se hallaban envueltos en una guerra (que en medio de una no se pueden hacer ese tipo de apreciaciones).

 

—Hola, mucho gusto —se sintió idiota, pero no sabía si la situación ameritaba para presentarse como si fuera la primera vez que se veían—, quería darle las gracias por…

—Kurosaki —musitó el doctor recargando la espalda contra el escritorio. —Kurosaki —reiteró, cruzándose de brazos y asintiendo reiteradas veces con la cabeza.

El mentado supuso que así debió sentirse Harry Potter ante su encuentro con Severus Snape en la primera clase de pociones.

—Sí, Ichigo… Kurosaki Ichigo —por si no había reparado en el detalle de que no era su padre, o por si no se acordaba su nombre.

—Ichigo —corrigió rascándose la barbilla, llamarlo como en antaño lo llamaba a Isshin le crispaba los nervios.

—Co-como usted p-prefiera ll-llamarme —sí, se apreció intimidado, tragó saliva cuando Ryuuken se incorporó para dar la vuelta y tomar el cigarrillo que había dejado sobre el cenicero.

—¿Puedo llamarte como yo quiera? —notó que asentía—Bien.

—Yo, quería darle las gracias…

—No, no hace falta que me des las gracias a mi —negó con cierto sarcasmo—; dáselas a tu padre, que me atormentó durante un mes para que te diera el puesto.

—Y verá —se apresuró a decir—que no se arrepentirá —fue tajante, tanto que a sus palabras lo acompañó la mímica de una mano—, se lo juró, haré honor a mi puesto, no lo dejaré mal parado y trabajaré a sol y sombra.

—Me parece perfecto. —Se señaló un ojo y luego lo señaló a él—Te estaré vigilando.

—S-sí. No tiene que preocuparse yo… cumpliré con mi trabajo.

—Más te vale.

—Sí.

—No hace falta que respondas a todo lo que digo.

—Bien —se reprendió mentalmente, tarde.

Ryuuken señaló la puerta.

—Ve a trabajar —vio que el chico, casi temblando, daba la vuelta.

 

 

En algún momento tenía que empezar. La prepotencia de Uryuu no lo ayudaba a adaptarse pero al menos era buen tipo y, por ser su primer día, le dejó los pacientes más sencillos; claro que no perdía oportunidad para recalcárselo. La mañana pasó en un suspiro y ya para el mediodía tenía un grupo de médicos de UTI con los cuales almorzar. No había sido muy social en la escuela y seguía portando el siempre ceño fruncido, pero sin lugar a dudas había madurado y establecer lazos cordiales con sus compañeros de trabajo no resultó por demás difícil. Las típicas preguntas se hicieron presentes, casi todas rondaban la del estudio y el trabajo, las pretensiones que tenía allí y demás.

Se sentía cómodo, vaya que sí, había muchos doctores pero hasta el momento, aunque fuese muy irónico, con el que peor se llevaba —o podía decir que la comunicación no era óptima— era con Uryuu, a quien más conocía.

Lo buscó con la mirada en el amplio lugar atestado de gente, la cafetería parecía ser el punto de reunión, la sala de recreos en un jardín de infantes; allí no eran doctores, eran personas y podían hablar de banalidades (que lo hacían trabajando, sólo que en la cafetería se soltaban más).

¿Dónde se había metido? Lo visualizó a lo lejos, en una esquina comiendo solo, y esa comodidad se desvaneció del todo. Algunas cosas con el tiempo no cambian nunca.

 

—Sé que eres de los que prefieren comer solo.

Uryuu dejó de lado el libro para prestarle atención a la persona que le hablaba, porque le hablaban a él ¿cierto?

—Kurosaki.

 

La forma en decirlo o quizás el hecho de que fuese un Ishida, le trajo el desagradable recuerdo del primer encuentro con Ryuuken pocas horas atrás.

 

—A veces coincidimos con Inoue —dijo dando por hecho que si quería podía tener compañía a la hora del almuerzo—, no es la escuela Kurosaki, no me muero por tener compañía y ser el chico más popular.

Pero el mentado lo ignoró y se sentó enfrente; antes de que alguno de los dos diese el primer paso para cortar el denso clima Orihime se apersonó exclamando:

—¡Uf! Me da terror dejarla sola a Itou-chan pero quería comer con ustedes —dio por hecho que estarían juntos, se sentó al lado de Kurosaki y le regaló una sonrisa—, además es tu primer día.

—¿Itou-san es la que prendió fuego la sala de internación masculina?

—Tampoco la prendió fuego. Solo un poquito y fue un accidente —la excusó, era una chica muy despistada pero de noble corazón.

—Inoue-san —reprochó el Quincy—, ¿la dejaste sola?

—Comeré rápido y volveré —se dirigió al shinigami—, dime ¿qué tal tu primera mañana?

—Bastante bien —lo miró a su compañero—, Ishida fue muy considerado —remarcó con cierto fastidio, en especial por el gesto altanero del otro quien se sintió satisfecho por no tener que decirlo él.

—¿Y qué tal te fue con mi padre? —murmuró tan bajo que parecía estar cuestionando algo que debía mantenerse en secreto.

 

El shinigami arqueó las cejas, pudo haber sido peor. Almorzaron conversando sobre diversas cosas, hasta que al final, antes de que Inoue se fuese corriendo para supervisar a su compañera, acordaron reunirse el fin de semana en el bar de Chaddo; hacía tiempo que no se reunían los cuatro por algo que no fuese una guerra.

 

—Yo no puedo.

—Vamos Ishida —reprendió el chico de pelo naranja—, ¿qué tienes que hacer un sábado a la noche si no tienes guardia?

—Estudiar —antes el gesto de incredulidad del otro, explicó—: no pienso quedarme sólo en esto, aspiro a mucho más Kurosaki.

—¿Tú qué rama estás estudiando?

—Cardiología.

 

Realizó una mueca de sorpresa; la conversación pudo haber seguido su marcha de no ser porque alguien apareció buscando con desesperación a Inoue, era la tal Itou que algo grave había hecho para aparecerse con esos aires. El Quincy se puso de pie alegando que seguiría con el turno, apremiándolo a su compañero a hacer lo mismo. Kurosaki quería terminar de comer, así que se quedó unos cinco minutos más.

 

 

Apenas cruzó la puerta que dividía las salas una enferma lo acaparó con trabajo, vio a un paciente recién ingresado que despachó enseguida, para encontrarse a sus espaldas y en el pasillo con dos compañeros de los cuales no recordaba sus nombres, seguía siendo malo para eso.

 

—Ey —llamó en general, el infaltable “eh tú”, “ey” u “oye” cuando se desconoce el nombre del otro—, el director —señaló al aire, no pudo pronunciar su apellido, como si temiese que al hacerlo lo invocase—¿suele bajar? Quiero decir…

—¿A controlar? —investigó el más veterano, aunque igualmente joven, de cabello rubio y corto—Pues claro, supongo que se debe aburrir allá arriba y no tiene nada mejor o más divertido para hacer que atormentarnos; ya bajará, quédate tranquilo —ironizó, y le palmeó el brazo en son de consuelo; Ichigo lo que menos quería era verlo.

No, no le causaba rechazo ni le temía, pero sí le daba pavor cometer un error en el primer día y frente al director. Un pensamiento se le escapó:

—Bueno, supongo que es normal que haga el papel de malo —el otro muchacho, de cabellera enrulada, lo escrutó con extrañeza—, digo, es el director —una sonrisa fugaz asomó—, debe vigilar que todo marche bien ¿no? Además también es doctor.

—El otro día —mencionó uno de los facultativos comentándoselo al otro—¿recuerdas con Nakamura? —Estallaron en risas, Ichigo se quedó estático esperando la oportuna explicación. —Lo hizo llorar —resaltó el rubio abriendo grande los ojos.

—A mi me hizo llorar el primer día.

—A mí, todos —caviló algo apesadumbrado para luego estallar en risas otra vez. —Sí, ten presente que… —se dirigió a Ichigo pero luego silenció de golpe.

Kurosaki volteó para encontrar la razón de tanta cortedad, es decir, el ambiente jocoso había variado abruptamente a uno de seriedad desgarradora.

—Ishida.

—Te estaba buscando —se lo notó incomodo, el Quincy no era idiota, sabía que se habían callado por su mera presencia—, el paciente de la tres ¿lo estás atendiendo tú? Es diabético así que no le apliques insulina, vi que lo habías prescripto pero ya lo modifiqué.

—Oh, gracias.

—Yo —dijo uno de los doctores presentes—, seguiré con la ronda.

—Yo tengo que… ir a… nos vemos.

Ambos médicos desaparecieron en un microsegundo y Kurosaki se quedó de pie en medio del pasillo viendo el semblante circunspecto y agobiado del pelinegro, éste simulaba prestarle más atención a los enseres que tomaba de la tabla.

—Oye, no debe ser fácil ¿no? —terció el chico de pelo naranja—ser el hijo del director.

 

Ishida negó, perdió la mirada y tomó una gran bocanada de aire, como si le faltase oxigeno o tuviese el pecho oprimido, enseguida se marchó por donde había llegado.

En tres cuartos de hora la tan temida posibilidad era una realidad, Ryuuken no permanecería encerrado en su oficina todo el día, era lógico que sin papeleo por hacer se diese una vuelta para controlar a sus polluelos, en especial a uno de plumaje naranja.

  En cuanto los facultativos, enfermeras, médicos, personal por igual, lo visualizó a lo lejos adoptaron distintas posturas, y el relax varió a un simulacro demasiado ficticio de puro trabajo dedicado. Ichigo no, se quedó de pie como si estuviese paralizado ante una pesadilla materializada. No, no le temía, es que el señor Ishida infundía respeto.

 

—¿Quién fue? —dijo apenas estuvo en el centro de la sala de internación femenina, dejó de malos modos la planilla sobre la barra frente a la jefa de enfermería—El paciente que necesita trasplante de médula no tiene seguro, y alguien olvidó hacerles firmar a los familiares de otro la autorización de una autopsia —habló en general, para todos—, eso suma un total de dos errores en lo que va del día. ¿Debo recalcarles que esto no es la universidad? —nadie abrió la boca—¿Quién fue? Podemos estar todo el día aquí conversando al respecto pero, claro —ironizó—hay mucho trabajo por realizar, en lo posible bien, así que —elevó la voz—quisiera saber quien fue el responsable de estos dos errores que nos puede costar muy caro —un juicio era lo último que pretendía Ryuuken.

—Fue él.

 

Ichigo no podía creerlo; primero, que alguien acusase a un compañero y, segundo, que ese alguien fuese nadie menos que Uryuu Ishida. Abrió grande los ojos, reprendiéndolo en silencio con ellos, Uryuu parecía estar cayendo en la cuenta de lo que había hecho; fue un impulso, era su padre y estar cerca de él le trajo reminiscencias del pasado.

 

“¿Quién rompió la ventana Uryuu?” Era hijo único, así que solía echarle la culpa a sus amigos imaginarios (que tenía muchos) logrando con eso que su padre se enojase por mentirle. Desde entonces no podía hacerlo, cuando Ryuuken exigía que le dijesen quien había sido el culpable de algo, era un acto-reflejo revelar la verdad.

 

—Perdón —susurró bajando la vista y retorciendo la manga del ambo azul que llevaba puesto.

—Tú —señaló al culpable, un chico tan joven como ellos de porte desgarbado y actitud temerosa—, en mi oficina, ahora. —Dio la vuelta y por inercia los que estaban detrás suyo se hicieron hacia atrás—¿Quién se hace cargo del paciente de urología cama cuatro? —nadie respondió nada porque Uryuu fue más veloz.

—¡Yo! —estiró la mano a lo alto, como si estuviese en la escuela primaria ansioso por responder la pregunta de la maestra.

—Está bien.

 

Asintió, al menos su hijo era gallardo. Una de las enfermeras le musitó a Ichigo al respecto diciendo que era lo más coherente que Uryuu fuese el único capaz de enfrentar a ese paciente, teniéndolo a Ryuuken como padre. Ese internado en particular era intratable, con decir que el hombre de pelo blanco, en comparación, era Heidi, se había hecho una idea bastante general del panorama.

 

—Por cierto —cuestionó el director antes de desaparecer por la puerta rumbo a las otras salas—, ¿quién convenció al del defecto congénito de corazón para hacerse la cirugía? —era simple curiosidad, no solía ser fácil tratar con pacientes enfermos de corazón que precisaban cirugía, muchos temían morir y rechazaban buenas ofertas para tener una mejor calidad de vida.

—Fui yo —por tercera vez se escuchó la voz de Ishida hijo.

 

Ryuuken lo miró con cierta dureza, con una habitual se podría decir, asintió y dio la vuelta logrando con eso que el semblante alegre del Quincy menor variase paulatinamente a uno de decepción. Ichigo se acercó con tacto a él, pero antes de que pudiese hablarle, Ryuuken volvió sobre sus pasos recordando a qué había ido allí.

 

—Ah, fresita.

Ichigo se señaló a sí mismo, “¿fresita?”.

—¿Perdón?

Los demás facultativos aguantaron la risa pero enseguida se enseriaron al ver que Kurosaki era capaz de refutar o contradecir en algo, en lo que fuese —no importaba—, a Ryuuken Ishida.

—Tú dijiste que podía llamarte como quería ¿cierto? —naturalizó—¿prefieres “dulzura” antes que “fresita”?

—Ninguna de las dos, señor.

—Doctor.

—Doctor —se corrigió, frunció el seño demostrando que no pensaba dejarse pasar por encima, ni por Ryuuken por muy director que fuese, ni por nadie, y los demás notaron por eso que en cualquier momento podría estallar una bomba—, puede decirme Ichigo si gusta pero… encuentro insultante los apodos en el ambiente laboral.

—Oh, un valiente —terció el director.

 

Aunque su cara no lo manifestó le agradaba ver que alguien era capaz de hacerse valer, como doctor eso era elemental o hasta los mismos pacientes podían pasarlo a uno por encima. Para ser el primer día debía darle crédito.

 

—Kurosaki, ya que fresita no te gusta —señaló hacia arriba—, en una hora te quiero en mi oficina —dio la vuelta ignorando la réplica del joven—; por cierto, ya que eres tan valiente… te encargo el paciente de urología. Uryuu.

—¿Sí?

—Déjaselo a él, ¿estamos? —su hijo asintió reiteradas veces acatando la orden.

—¿Por qué? ¿qué hice? —murmuró el shinigami.

 

Pero Ryuuken no le respondió, estaba apurado y ya había perdido muchos minutos en esa ala del hospital, siguió su camino dejándolo con mil razones posibles para citarlo; ¿había hecho algo mal y no lo sabía? Pues, bien o mal Uryuu le había estado cubriendo las espaldas y arreglándole los líos típicos de principiante. No podía ser por eso entonces.

 

—Te tiene de punto —se burló uno de los doctores que horas antes había estado conversando—, felicitaciones, nada mal para tu primer día.

La risa se escuchó por todo el pasillo, macabra y ladina. Uryuu lo miró de perfil cediéndole la historia clínica del paciente en cuestión y dedicándole mucha, pero mucha suerte, sobre todo al momento de intentar convencerlo de dejarse ponerse la sonda.

—Cuida que no tenga nada contundente a mano o te lo arrojará.

—Sí.

—Cuidado que puede morderte si estás muy cerca —señaló su entrepierna—, ponte una almohada si necesitas acercarte demasiado.

—Sí.

—Si necesitas ayuda… grita.

—Ok —antes de que Uryuu diese la vuelta para irse a seguir su ronda lo llamó—, gracias.

—¿De qué? —elevó los hombros, inquiriéndolo de malos modos y con notable mal humor. —¿Sabes qué me molesta? —volvió sobre sus pasos para cuestionárselo al shinigami, éste se quedó azorado por ese repentino cambio de humor, se notaba que Uryuu quería o necesitaba hablar del tema.

—¿No hacerte cargo tú de éste paciente? —titubeó, cosa que no entendía, nadie quería hacerse cargo de pacientes así, pero lo conocía a Ishida competitivo a más no poder, y cuanto le encantaban a éste los desafíos.

—Que ni siquiera sea capaz de decir un “bien”; o sea, ¿qué le cuesta? Si hago algo mal está toda la semana, toda… —enfatizó.

—Ishida —intentó acapararle la atención para avisarle que su beep estaba chillando porque parecía no caer en la cuenta.

—… atormentándome si me olvido de hacerle las pruebas de alergia a un paciente pero no es capaz de ver cuando me esfuerzo en algo por mínimo que sea —apagó el beep antes de seguir parloteando.

—Debe ser una emergencia, deberías… —pero Uryuu estaba muy concentrado en su queja.

—Es de por sí difícil trabajar en un lugar donde todos te ignoran por ser el hijo del director.

—No creo que sea eso —intentó explicar su punto no obstante fue interrumpido.

—Pero más difícil es lidiar con él. No importa lo que haga bien, siempre resalta lo malo. ¿Sabes qué? tienes razón, debo ignorarlo.

 

Elevó las manos dándose por vencido, dio la vuelta yéndose con paso firme a través del pasillo, la jefa de enfermería le dedicó una mirada y una sonrisa empática, como si le estuviese diciendo con el gesto: Bienvenido a esta loca familia.

La hora pasó volando, entre catéteres, sondas, exámenes y placas. Ansiaba detener el tiempo pero en cuanto quiso darse cuenta debía subir al despacho del director. Con talante desahuciado, como quien va a la horca, tomó el ascensor. Seguía cuestionándose qué error podía haber cometido para ser citado, pero la respuesta llegó sola cuando en la oficina no sólo encontró a Ryuuken si no a otro doctor de avanzada edad, con incipiente calvicie y canas, un decano sin duda alguna.

 

—Permiso.

—Pasa, Kurosaki.

Cada vez que mencionaba su apellido le recorría una electricidad muy particular por el cuerpo, Ryuuken paladeaba cada kanji con notable fastidio o irritación.

—Te presento al doctor Kobayashi, él es el jefe de médicos de tu área, cualquier duda que tengas, problema, lo que sea, lo hablas con él.

—Mucho gusto —saludó el hombre con una sonrisa tan franca que le hizo recordar a su padre, y que por lo tanto le resultó cálido y familiar.

—El gusto es mío.

—Kurosaki ¿verdad? —cuestionó—Sé que es difícil comenzar, pero verás que en unas semanas te sentirás como pez en el agua, mientras tanto puedes contar conmigo para lo que sea.

—Gracias.

—Hoy no nos vimos porque me pedí el día, pero a partir de mañana seremos colegas, nada de rangos ¿está bien? —tanta hospitalidad después del trato de Ryuuken iba a hacerlo llorar.

—Muchas gracias —reiteró con honda sinceridad, necesitaba tanto de eso.

—Bien, yo me retiro —el doctor realizó una breve reverencia en general y se marchó dejándolos solos.

Ichigo se quedó en el lugar observando como el director encendía un cigarro. Se notaba que le urgía soltar la lengua.

—¿Qué? ¿Es la hora del recreo? Ve a trabajar Kurosaki, que para eso te pago.

—Sí pero… —elevó un dedo que enseguida guardó, intimidado—quería, bueno… es que… Uryuu pretendía hacerse cargo del paciente de urología.

—¿Qué pasa, te acobardaste? —musitó con una mueca criticona.

—No es eso —no le resultaba fácil hablar del tema y menos con un tipo como Ryuuken—, nada más que Uryuu se esfuerza mucho, tal vez más que sus compañeros.

—¿Vienes a pedir un aumento de sueldo por él o qué? No entiendo el punto Kurosaki, sé claro —tenía la misma capacidad del padre para saturarlo en un femtosegundo.

—Nada —reflexionó hondamente al respecto para después concluir—: Supongo que para usted tampoco debe ser fácil.

Esas palabras acapararon toda la atención del hombre, su mirada ya no iba cargada de cierto rencor, en cambio mostraba sorpresa, con una pizca algo evidente de incomodidad por la apreciación tan certera. No, no era fácil tenerlo a Uryuu allí; era muy bueno en lo que hacía, maldición, mejor que todos sus compañeros juntos y era un novato, pero no podía resaltarlo.

—Llevas apenas un día aquí, no —espetó de golpe—me corrijo: llevas menos de un día de trabajo y crees que lo entiendes todo, y no es así.

—Lo siento, no quise molestarlo.

—Lo haces, pero tranquilo —satirizó—es un don nato de los Kurosaki inmiscuirse en donde no les llaman y molestar a cada paso que dan.

Ichigo entendió el punto, pero era plenamente consciente de que más allá de lo que pudo haberle hecho Isshin a Ryuuken, no era él, no merecería ese trato. Quizás sólo estaba buscando una oportunidad, porque si tan sólo iba un día y empezaba así se figuraba que no duraría mucho:

—Yo no soy mi padre —se atrevió a decir antes de acatar la orden de retirarse.

Ryuuken no dijo nada, se quedó con esa expresión en el rostro a la que Ichigo no pudo darle nombre, ¿había tocado un punto sensible, había logrado meter el dedo en la llaga quizás? Lo que fuese, logró callar al director.

 

 

Continuará

 

Notas finales:

Hasta aquí llegué, no es fácil plantear la pareja xD Así que pido paciencia.


Se puede ingresar al hospital con los seis años aprobados de la carrera de medicina (al menos en mi país, desconozco como es en Japón) pero se sigue estudiando, por eso Uryuu habla de especializarse en cirugía. Hay que tener en cuenta (vuelvo a repetir: al menos en mi país) el CBC, en total serían unos siete años (siendo un “nerd” como Uryuu); en verdad hay que quemarse las pestañas y toma mucho más (como diez en total dependiendo del posgrado). Por eso calculen que Ichigo y Uryuu rondan los 25 o 26 años siendo generosos.


 


Gracias por leer =) Pronto estaré actualizándolo, tengo que darle una leída al segundo capítulo.


 


8 de julio de 2010


Merlo Sur, Buenos Aires, Argentina.


 


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