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El oscuro ocaso de un jugador de basquetball por Paz

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Notas del fanfic:

Hace dos años que comencé a escribirlo, de tanto en tanto añadia algunos parrafos nuevos, en principio y hasta hace un par de días era un capítulo único. He desistido y voy a obligarme a terminarlo, subiendolo, por lo que he decidido dividirlo en dos o tres capítulos, ya se vera. Deseo que sea de vuestro agradado.

 

Aprovecho la oportunidadp ara agradecer desde aquí todas vuestras lecturas a mis fics.

Notas del capitulo:

La historia es muy simple, dos chicos que se aman y se desencuentran, la separación es dolorosa para ambos por difierentes motivos. Necesitan hablar para reencontrar ese sentimiento.

Glosario

 

Engawa: porche.

Basu: bus, autobús.

Gikei: cuñado.

 

El oscuro ocaso de un jugador de basquetball

Basado en Slam Dunk de Inoue Takehiko, cuyos derechos de autor le pertenecen

By Paz

Capítulo Uno: El ocaso

 

Tiene treinta y cuatro años.

Mientras se contempla en el espejo de su habitación comprende que su carrera deportiva ha llegado a su inevitable final. Lleva unas cuantas semanas pensando en ello, no puede retrasarlo más. El juego ha sido parte integrante de su vida, por encima de esa circunstancia, sabe que va a tomar la más difícil decisión de su vida, pero es la única alternativa que le queda, despedirse del basquetball cuando se encuentra en el cenit de su fama como jugador, para seguir siendo recordado como el mejor.

Es consciente que su cuerpo ya no responde como siempre, que el paso del tiempo se deja notar en sus articulaciones, aquellas que soportan mayor peso, en su caso, el exceso de movimientos, el dolor en las manos y las rodillas le hacen saber que tiene que dejarlo.

Todo comenzó cuando durante un entrenamiento se manifestaron los primeros síntomas, el dolor fue tan intenso que se quedo inmovilizado, el fisioterapeuta del equipo se hizo cargo de él. Se sintió bastante aliviado tras una sesión de masajes, entonces no creyó que pudiera ser un aviso, pero así fue. El segundo aviso fue una fractura que le mantuvo tres semanas inmovilizado con una escayola, después tras un mes de rehabilitación pudo volver a la duela.

Cuando se incorporó al juego pensó que todo estaba solucionado. Sin embargo, algunas veces no podía evitar que se dieran cuenta que algo pasaba, los directivos comenzaron a preocuparse, era consciente que no debía evitar acudir a un especialista, así que presionado por sus molestias y por los encargados del club se puso en manos de los especialistas que atendían a los miembros del equipo.

Tras diversas pruebas, ninguna de ellas dolorosa, se sintió desvastado cuando le confirmaron el diagnostico, padecía una enfermedad degenerativa de los huesos, no era ni uno ni dos, ni estaban localizados en una parte de su cuerpo, el mal estaba extendido, lo que dificultaba su rendimiento como deportista. Su enfermedad era de las más silenciosas y por ese motivo tan peligrosa, llegando incluso a convertirse en una epidemia.

Pidió a su médico que no hiciera pública su enfermedad, necesitaba tiempo para pensarlo, era consciente que su retirada era la única posibilidad que le quedaba si deseaba impedir que el progreso se acelere, deseaba hacerse a la idea antes que el publico supiera que dejaba el básquet.

Le han explicado que el pico de la masa ósea se alcanza entre los 25 y 30 años, en su caso ha alcanzado ese instante en condiciones para enfrentarse a la perdida con ciertas ventajas, podía no llegar nunca a desarrollar la enfermedad, desafortunadamente, su forma de juego ha actuado como un acelerante para desgastar sus articulaciones y ha acortado esa posibilidad. La osteoporosis es causada en un sesenta por ciento  por predisposición genética o antecedentes familiares, y un cuarenta por ciento por causas externas, a él le englobaran dentro de este último porcentaje tras los resultados obtenidos por los estudios que le realizaron.

Normalmente, la osteoporosis es una enfermedad que padecen las mujeres a partir de los cincuenta años, aunque también suele afectar a los hombres aunque en menor medida, por lo que ha leído más de diez millones de americanos la padecen, aunque supone que en esa cifra la proporción de hombres será mínima. Es la enfermedad ósea más común. Sus doce años viviendo en América le han pasado factura, encontrándose, a pesar suyo, dentro de esa proporción.

Se aparta del espejo que refleja su cuerpo aun atlético y bien formado, de músculos firmes, no quiere pensar en el aspecto que tendrá cuando se vea privado del ejercicio. Con seguridad que sus músculos se volverán fofos y perderá esa prestancia que enloquece por igual a mujeres y hombres.  No... -sacude la cabeza- no debe pensar como estará su cuerpo dentro de diez, veinte o treinta años, lo que sea tendrá que aceptarlo, del mismo modo que ha tomado la decisión de dejar de jugar.

Así lo estableció desde un principio con los directivos del club. Su contrato no seria renovado anunciándose entonces su deseo de retirarse apenas terminada esa temporada. No quiere que nadie vea el declive de su carrera, el ocaso de un gran jugador de basquetball.

Procede a vestirse, esa mañana tiene consulta médica y no quiere retrasarse.

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A nivel mundial la noticia saltó en todos los periódicos, en Japón, la sorpresa conmocionó a muchos de sus seguidores, Rukawa Kaede, la revelación japonesa de la NBA se retiraba del basquetball. No se explicaban los motivos que le llevaban a tomar esa prematura decisión. En Japón, todos los periódicos, gacetas y demás diarios se hicieron eco de la singular retirada, preguntándose sorprendidos a que se debía. Todos mostraban la misma extrañeza y coincidían en sus comentarios Rukawa se encontraba en el mejor momento de su carrera, era incomprensible su anunciado retiro, para muchos era incomprensible.

Entre las personas que se sorprendieron por esa medida estaba Sakuragi. Aquella tarde mientras estaba en el parque esperando la llegada de su hijo Kakeru pensaba que había seguido la carrera deportiva de Rukawa con atención, no podía decir que alegrándose con sus triunfos, aunque si deseaba estar al tanto de su trayectoria deportiva y esa inesperada retirada no dejaba de resultarle inquietante.

Recordaba con nostalgia los primeros años de su juventud cuando por una chica entró a formar parte del equipo de basquetball de la preparatoria Shohoku y fue por los comentarios que hizo acerca de ese juego que tuvo ocasión de conocerle a través de ella. Le admiró al conocerle, pero cuando supo su nombre todo se torció y lo que pudo ser amistad se convirtió en rivalidad.

Fue un sentimiento que no pudo evitar y que le acompañó durante los años que compartieron equipo y estudios, primero en la preparatoria y más tarde en la universidad.

La gran oportunidad que esperaba Rukawa se le presentó, justo cuando él por un molesto enfriamiento no asistió a la facultad. Ese pensamiento le llevo a otros más dolorosos que intentó apartar de su mente.

Cuando se reincorporó a sus clases, ante su ausencia preguntó por él y le comentaron que de un día para otro dejo de asistir. Fue el entrenador, quien informó al equipo que Rukawa había sido visto por un ojeador americano y contratado por un equipo de Virginia, trasladándose de inmediato a esa ciudad.

Rukawa se marchó sin despedirse de nadie, no esperaba que lo hiciera con él, pero sí de sus ex compañeros de equipo con los que tenía un mejor trato. Era como si el tiempo que habían transcurrido juntos no hubiera significado nada.

Su afán por saber de él, no estaba motivado por motivos de rivalidad o por simple compañerismo. El resentimiento que siempre sintió por él se transformó en un sentimiento más intenso, que había arraigado en su pecho llevándole a querer saberlo todo, no solo sobre su vida profesional en América, sino también personal.

Solo a través de las noticias deportivas o de los partidos retransmitidos vía satélite podía saber de él o verlo. Los reporteros que deseaban conocer cosas de su vida personal no conseguían ninguna noticia que pudiera escandalizar a sus lectores, no se le conocían romances, ni amistades peligrosas. Su vida personal era la de un monje, a menos que fuera tan prudente que conseguía evitar ser pillado infraganti en una relación amorosa.

Rukawa nunca se puso en contacto con sus ex-compañeros y él continuó esperando, esperando su regreso. Era muy paciente y tenía la certeza de que el azar, tan caprichoso como era le daría la oportunidad de verse frente a frente.

Su espera estaba dando sus frutos, porque tenía la certeza que Rukawa volvería a su país y cuando llegara ese instante, Rukawa iba a tener que echar mano de toda su valentía, porque no iba a tener piedad de él. Si era necesario iba a cobrarse con sangre la deuda que había contraído con su familia.

Kakeru se retrasaba, levantó la mirada, apartándose de sus pensamientos y fue entonces cuando pensó que estaban materializándose ante sus ojos el objeto de los mismos, porque al otro lado de la verja que delimitaba el parque, cruzando la calle se encontraba Rukawa, su alta figura era inconfundible, sus cabellos revueltos los mismos que recordaba y aunque intentaba pasar desapercibido tras unas gafas de sol, indudablemente con él no lo conseguía porque le conocía bien. Durante aquel largo periodo de tiempo demasiado a menudo pensaba en él. Una sonrisa sardónica entreabrió sus labios, sonrisa que se apagó cuando vió venir a su hijo.

La presencia de Rukawa no le llamó tanto la atención, como la del chiquillo que caminaba unos pasos por detrás, como si el destino se empeñara en jugar con ellos una vez más.

Durante unos segundos cerró los ojos, como si pensará que así apartaría esa imagen de sus pupilas. Al abrirlos volvió a verlos a los dos, caminando próximos ajenos uno del otro.

Kakeru le vió y alzó la mano a modo de saludo entusiasta, levantó la suya mientras se preguntaba los pasos a seguir, los pasos de Rukawa le conducían en su misma dirección, lo que le hizo saber que solo necesitaba llamar su atención, por ello, se levantó cuando estaba a menos de un metro, sorprendentemente, Rukawa ni se inmutó por su brusco movimiento, continuo andando y paso por su lado sin más, alejándose e ignorando su presencia.

¿Tan poco había significado sus continuas peleas y discusiones que ni siquiera le recordaba? Se preguntó mortificado.

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Había pasado una semana desde que se anunció su retirada, tal como era su costumbre, puso en venta su apartamento, dejándolo en manos de una agencia, compró un billete de avión y regresó a Kanagawa. No es que pensara que allí iba a estar mejor que en cualquier otro lado, simplemente, se dejo llevar por un irresistible impulso. Como si volver al pasado le ayudara a sobrevivir en el presente.

Llevaba dos días encerrado en la suite que había tomado apenas llegó a la ciudad y no estaba de humor para mostrarse ante sus compatriotas, finalmente, comprendió que su deseo de pasar desapercibido no era el adecuado y se decidió a abandonar momentáneamente esas cuatro paredes por espacios abiertos. Provisto de unas gafas oscuras para pasar inadvertido salió a la calle, no tenía preferencia por ningún lugar en especial, caminaba abstraído, ni siquiera miraba por donde pasaba. Aunque en un principio pensó que podía efectuar un reconocimiento de los lugares que había recorrido de joven, iba caminando sin rumbo fijo, dejando que sus pies le llevaran donde quisieran.

No esperaba encontrarse con ningún conocido, porque nadie sabía que había regresado, por ese motivo no se fijaba en los rostros de los viandantes, ni siquiera miró hacia una persona, que a su paso se levantó de una banca con excesiva rapidez, de refilón solo vio una figura borrosa.

-Ey, papá, te has enterado? -sonó una voz juvenil con patente entusiasmo.

-¿De qué, hijo?

-En la secundaria se esta corriendo la voz que han visto a Rukawa-san en Kanagawa. Crees que será cierto? -preguntó con un tono de voz ansioso.

-No me cabe ninguna duda. Acaba de pasar a mi lado sin saludar, sin verme o reconocerme, lo que es peor olvidando los buenos modales si es que alguna vez los tuvo, cosa que dudo porque sigue siendo el mismo antisocial de entonces. -declaró con una sonrisa Hanamichi, mirando hacia la espalda que se alejaba, su tono de voz era lo suficiente alto para hacerse oír por él. El fastidio que sintió al ser ignorado no se reflejaba en su voz, al contrario era toda dulzura y desentonaba con la ironía de sus palabras. Tenía que mostrarse amigable si quería conseguir lo que pretendía.

Rukawa se detuvo. El tono de voz se le hizo vagamente familiar, la mordacidad de sus palabras quedaron impresas en su mente durante unos segundos, sin embargo, no consiguió ubicarlo en sus recuerdos, indudablemente le conocía para expresarse en esos términos. Su primer pensamiento fue ignorar la crítica y continuar su paseo, en contra de su voluntad se giró.

A escasos cuatro metros de él, distinguió a las dos personas que paradas en el borde del paseo miraban en su dirección. Un adulto y un joven. Se fijo primero en el adolescente, era casi tan alto como el hombre, al que supuso su padre, tenía un rostro aniñado y le miraba con admiración, pero también con algo más que no se detuvo a analizar, tenía los cabellos negros, muy alborotados y unos ojos azules tan claros como el cielo en calma, en cambio, el hombre tenía una cabellera rojiza que le hizo dudar de su primera apreciación, no podía ser el padre del chico, esas pupilas las tenía clavadas en su mente, al instante, reconoció la identidad del hombre que le miraba con cierto desafío en sus pupilas, era Sakuragi Hanamichi, su ex-compañero en Shohoku. La única persona que sintió dejar atrás al seguir la meta que se había propuesto. Ahora ya no tenía sentido lamentar lo que pudo ser.

Volvió sobre sus pasos acercándose hasta ellos, se fijó que Sakuragi tomaba del brazo al chico y le hablaba, sus palabras contuvieron la excitación del muchacho, pero fue su ademán lo que le retuvo a su lado.

-Sakuragi...? -preguntó deteniéndose a escaso medio metro de ambos, aunque tenía la certeza de su identidad.

-Te creía lejos, Rukawa -respondió a modo de saludo, confirmando así su identidad.

-He vuelto...

-Ya lo veo... -miró hacia el niño que se movía impaciente a su lado- Mi hijo Kakeru, es un gran admirador tuyo. -posó su mano en su hombro presionando levemente sus dedos para tranquilizar la patente ansiedad que sentía. No añadió que le había inculcado desde chiquitín el amor que se merecía su padre ausente, aunque no se mereciera esa admiración y cariño. Se le removía todo el cuerpo solo con pensar como había sido engendrado.

Rukawa volvió la mirada hacia el joven, solo entonces pudo ver que era más joven de lo que había pensado al verle desde otra distancia.

-Hola... -nunca se sentía seguro con los niños, no eran de su agrado, no comprendió a que se debía el brillo acuoso de sus ojos. Antes que tuviera tiempo para retirarse se encontró con el chico abrazado a él.

-Discúlpale, es muy emotivo y siempre ha querido conocerte. -no estaba faltando a la verdad cuando se expresaba así.

-Comprendo... -en realidad no entendía la emoción del chico, nunca antes se había cruzado con un admirador tan ferviente. No sabía como quitárselo de encima. Alzó las manos para apartarle, volvió a dejarlas caer a su costado cuando el chico se apretaba más contra él.

Sakuragi se dio cuenta de su incomodidad. Posó sus manos sobre los hombros del chico y le habló con cariño.

-Déjalo Kakeru-kun, no querrás preocuparle por tu actitud. Estará pensando que eres un chico débil. Seguro que en este momento creerá que ha topado con un fan fuera de si. -sonrió al observar que el niño reaccionaba con prontitud separándose de Rukawa.

-Discúlpeme, no se que me ha pasado -murmuró pasando el brazo por su rostro para ocultar sus lágrimas- Lo lamento... -miró a su padre, sentía su mirada cálida animándole a tranquilizarse- Me voy a casa.

-Ve con cuidado... -le recomendó Hanamichi aún sabiendo que buscaría un lugar tranquilo en el parque para reponerse antes de agarrar el autobús que le dejara cerca de casa- Esta noche quédate en casa de Hisashi y dile que le llamaré. -le dijo bajo apartándose unos pasos de Rukawa.

Kakeru asintió alejándose.

Rukawa se quedo indeciso, incapaz de tomar una decisión, no sabía si despedirse o continuar allí. Sakuragi lo hizo por él.

-Recuerdas Danny's?  Aún se mantiene en pie, vayamos a tomar un refresco o lo que quieras. Podemos hablar si quieres o si lo prefieres, yo hablo y tú escuchas.

Asintió en silencio. Recordaba el local, no es que le apeteciera ir, pero tampoco quería negarse por lo que se vió caminando a su lado. Debían estar próximos al lugar, porque no tardó en reconocer la fachada, estaba tal como la recordaba, cuando entraron al local, pudo ver que el interior había sido remodelado.

-Aquella mesa es un buen lugar para hablar, muy tranquila -señaló hacia un apartado al fondo del local.

Siguió tras él, sin pedirle explicaciones acerca de sus palabras ya que el local estaba prácticamente vacío.

Tras acomodarse, Rukawa quedo mirando hacia una pared, Sakuragi al resto del local.

-Qué tomas?

-Soda -dijo sacándose las gafas y guardándolas, ya no tenía sentido ocultarse, además tampoco le fueron muy útiles, estaba demostrado que el pelirrojo era mejor fisonomista que él.

-Que sean dos -dijo con una amable sonrisa dirigida a la joven que se acercó a tomar su pedido, no es la primera vez que va ahí, y la joven ya conoce sus gustos respecto a la bebida o comida. Miró a Rukawa sacó a colación el único tema que creyó oportuno en ese instante, más adelante cuando se confiara sacaría a relucir la conversación que llevaba postergando durante doce años- Aquí se habla mucho de ti..., ha sorprendido tu decisión de dejarlo.

Rukawa asintió.

-Y tú?

-Yo qué? -preguntó a su vez.

-Te sorprendió?

-Supongo que tendrás tus motivos, muy poderosos para que dejes de jugar. Sí, me sorprendió. -Reconoció- Nunca pensé que lo dejaras.

-Estoy enfermo... -las palabras salieron con facilidad.

-Lo lamento...  -dijo mientras pensaba que aun era joven, sin embargo, la enfermedad no respetaba edades.

-Padezco una enfermedad degenerativa de los huesos -no sabía porque lo hablaba con él, tal vez porque necesitaba decírselo a alguien y él en su momento fue lo más próximo que tuvo a un amigo, aunque no lo fuera.

-Es genético? -su preocupante pensamiento fue para Kakeru.

-En mi caso, no. Por qué?

-Me preguntaba si podías trasmitírsela a tus hijos. Sería una tragedia.

-No tengo hijos. Nunca sentí la necesitad de tener una mujer a mi lado. -no supo porque hizo esa aclaración.

-Nunca? -preguntó sin ocultar su sorpresa.

-Nunca...

-Alguna vez tuviste que estar con una mujer... -murmuró afirmándolo.

-Desde cuando te interesa mi vida sexual? -preguntó un tanto molesto por su insistencia.

-Desde que dejaste embarazada a mi hermana -dijo sin perder la sonrisa que tenía en su rostro y que no iba dirigida a Rukawa, sino a Kakeru que le hacia señas desde el otro lado del ventanal. Al parecer les había seguido hasta allí, le hizo un gesto para que se marchara definitivamente. Él se iba a entretener un rato más, el niño le comprendió y asintió.

-Qué hice que...? -sus ojos se abrieron perdiendo la compostura, nada parecía romper su inmutable máscara tras la que se ocultaba, aquella tarde, al oír a Sakuragi podía jurar que escuchó como se desintegraba mostrando su verdadero yo, aquel que ni siquiera él se permitía conocer.

Su rostro demudado quedo frente a Sakuragi que se volvió a mirarlo sin inmutarse, había pasado muchas veces pensando que algún día tendría que decírselo, así pues estaba preparado para escuchar cualquier protesta o una negativa por su parte, no fue así, Rukawa le miraba con expresión consternada.

-Cuántos años tiene? -Pensó que ahora tenía sentido el emocionado abrazo del chico.

-Once...

Solo entonces se dio cuenta que era su viva imagen a esa misma edad, cuando le vio tenía que haberle reconocido, pero, cómo podía saber que tenía un hijo, eran tonterías eso del reconocimiento de su propia sangre, él no sintió nada excepto molestia e incomodidad.

Pasó su mano por su frente como si quisiera mitigar el dolor de cabeza que comenzaba a alojarse en sus sienes. El ambiente en el local se había cargado, se oían el murmullo general de las conversaciones en las mesas próximas, miró por encima de su hombro y se fijo que estaba lleno de estudiantes, sus diferentes uniformes le recordaron las escuelas de la zona.

-Nunca pude recordar que hice aquella noche, solo recuerdo que bebí mucho para darme valor... -murmuró dándole la cara a Sakuragi. Mirándole de frente, ya no tenía sentido ocultar sus sentimientos.

-Valor? Para qué? -le miró por encima del vaso, dándole un sorbo y ocultando así la reacción de su rostro y entrecerrando sus parpados para velar su mirada- Acaso pretendías despedirte de alguien? -no encontraba otra razón.

-Si y no, quería declararme, hacerle saber que si correspondía a mis sentimientos, volvería en unos pocos años... -reconoció bajando la mirada unos segundos.

-Lo hiciste? -se sorprendió al oírle, no esperaba enterarse que en aquella época, bajo aquella máscara de indiferencia tuviera sentimientos o emociones hacia alguien o algo que no fuera el básquet. Además, a nivel estudiantil no se le conocían, ni amistades, ni novias, si bien, a nivel personal todos desconocían como era su vida. Ahora al percibir el sentido de sus palabras comprendió no se refería a una chica.

-No lo sé... -le miró  a los ojos esperando encontrar en ellos la respuesta. Sakuragi le devolvió la mirada con naturalidad y supo que desconocía sus sentimientos, esos mismos que volvía a sentir cuando creyó haberlos enterrado bien en el fondo de su corazón- Cuando desperté me encontraba en pleno vuelo y con una espantosa resaca, ni siquiera recuerdo como embarque. -titubeó en hacer la pregunta, se decidió deseando escuchar una negativa- De verdad, soy su padre?

-Si.

-Él lo sabe... -era una afirmación, solo así se comprendía su comportamiento.

-Si.

-Por qué me lo has dicho? Qué esperas que haga? Puedo reconocerlo si eso es lo que quieres. -no encontraba otra razón para esa conversación.

-Lleva mi nombre, a todos los efectos es mi hijo.

-Nadie sabe? El parecido es asombroso -no tenía sentido negarlo, fue como verse a si mismo a esa edad.

-Qué tú eres el padre? No, no lo saben.

-Y qué te dicen? Hasta yo pensé que no podías ser su padre.

-Pueden sospecharlo. -No lo negó- Me conocen bien, ni siquiera mis amigos se atreven a decirme en mi cara lo contrario. -estaba dándole a entender que su carácter levantisco no había cambiado.

-Que dice su madre? -se atrevió a mencionarla, ni siquiera recordaba su rostro si es que se fijo en ella.

-No puede decir nada.

-Lo lamento... -vió dolor en la mirada de Sakuragi, por lo que supuso que había fallecido.

-Es mi hermana gemela, toda la vida estuvimos muy unidos, aquella noche salió a buscarme un medicamento, la estuve esperando durante horas, cuando llegó apareció desgreñada y llorando con desconsuelo, su vestido aparecía arrugado y sucio. Solo pudo decirme que un borracho la había asaltado cerca de casa. No me dejo tocarla, ni acercarme a ella para ayudarla. Estaba muy alterada.

-Yo no pude... -le interrumpió negando.

-Lo hiciste..., la violaste, Rukawa. Algunos días después ya más tranquila, pudo decirme lo sucedido, ella te conocía y esa noche te reconoció. Te odie por lo que le hiciste. Durante mucho tiempo desee poder llegar hasta donde estuvieras, te hubiera matado, -afirmó sin sentir remordimientos por esas palabras- lamentablemente mis obligaciones me retuvieron en Kanagawa. Ella es tan cariñosa, tan buena que me hizo prometer que hiciera algo por ella y sin saber que deseaba se lo prometí. Por ella hubiera hecho cualquier cosa, hasta ponerme en su lugar esa noche. Es irónico, verdad? Eso era lo que tú querías -hablaba bajo sin apartar la mirada de él.

Rukawa no podía apartar los suyos era como si estuviera hipnotizado, no solo por sus ojos sino también por sus palabras, sin percibir que hablaba de su hermana en presente, conmocionado por la acusación de Sakuragi, dándose cuenta que si alguna vez tuvo alguna oportunidad con él, saber lo que hizo con su hermana le quitaba toda opción a poder declararle sus sentimientos.

-No.

-Si me hubieras dicho eso mismo entonces no te hubiera creído. Estaba convencido que esa noche me buscaste para humillarme y que mi hermana apareció en el momento más inoportuno. Aunque no somos idénticos nos parecemos mucho.

-No... -eso lo tenía bien claro- No fue esa mi intención. Yo quería... solo puedo recordar que necesitaba saber si la distancia era un impedimento para mantener una relación. Yo te am...

-¿Quieres saber lo que me hizo prometer? -le interrumpió con excesiva brusquedad, no deseaba conocer sus sentimientos, porque entonces se volvería atrás y no tendría ningún sentido todos esos años de rencor, de dolor, viendo con angustia como sus vidas se habían desmoronado tras un acto inusitado de violencia en el que le fue robada no solo la inocencia, sino también una existencia normal, al principio estuvo resentido convencido que había perdido a su hermana, la mas hermosa criatura, puesta a su lado para acompañarlo, para aliviar la soledad y la tristeza que le apenaban cuando recordaba que estaban solos, teniendo el uno al otro. La innata alegría de su hermana, su bondad, le ayudaban a intentar ser un poco mejor, no siempre lo conseguía, sin embarga, estaba a su lado para confortarlo y cuando su mente se perdió en desvaríos sin sentido, creyó que no iba a poder soportarlo, porque era ella quien siempre le ayudaba a levantar su animo hasta que llego Kakeru y tuvo una razón para no deprimirse. El niño le ha dado con creces ese cariño que había creído perder. Muchas de sus aptitudes, sus gestos, sus palabras le recuerdan constantemente a su hermana, también tiene mucho de Rukawa.

-Solo si quieres decírmelo.

-Durante los primeros meses de embarazo se mantuvo muy tranquila, después durante los últimos empeoró, comenzando a desvariar, hablaba de un esposo, creía estar esperando el regreso de su esposo. ¡Pobrecilla! La lleve lejos de Kanagawa apenas su estado comenzó a hacerse evidente. En uno de sus estados de lucidez me recordó mi promesa. Le dije que sí, que no se preocupara, que haría lo que me pidiera, me dijo "Hanamichi, cuida de mi hijo, enséñale a amar a su padre" Debía saber que ella no podría hacerlo. También me dio un mensaje para ti. "Dile que le he perdonado, porque tuve tiempo de recordar lo ocurrido y comprendí que fue un acto de amor" Sabes lo que quiso decir? -preguntó Hanamichi, como si él después de escucharle no supiera su significado- Después de esa noche no volvió a ser la misma, tras el nacimiento de su hijo se perdió en un mundo irreal, vivía en un mundo de sueños del que nada ni nadie podía sacarla. El especialista que la trataba dijo que había sido tan traumática la violación que se protegía tras una fantasía que solo existía en su mente. Ella era feliz así y él prometió que cumpliría su deseo. Kakeru crecido sabiendo que tenía otro padre y que su ausencia estaba motivada porque ignoraba que tenía un hijo.

Rukawa negó con un gesto, nunca se preocupó de recordar que había sucedido aquella noche, y ahora estaba ahí escuchando imperturbable, que había violado a una chica, no a cualquiera, a la hermana de Sakuragi, que la había embarazado y que tenía un hijo al que apenas hace un par de horas ha conocido, sin sentir la menor emoción cuando el niño le abrazó, solo el imperioso deseo de apartarle de su lado. Lo que más le perturba es la indiferencia con que Sakuragi ha sido capaz de contarlo lo que hizo sin molerlo a golpes. Si lo ocurrido le hubiera pasado a él estaría furioso, por qué Sakuragi no le golpeaba?  Por qué no le gritaba su desprecio? Qué era lo que pretendía? Vengarse de él? Humillarlo como él lo hizo con su hermana? No tenía sentido que estuviera allí sentado con él,  hablando como si nada hubiera pasado, bebiendo como si se trataran de dos amigos que se reencontraban después de una larga ausencia y se contaban como habían trascurridos sus vidas. No tenía sentido.

-¿Qué es lo que pretendes? ¿Qué quieres de mi? -preguntó inquieto porque la mirada de Sakuragi fija en él ya no era ni amistosa ni divertida.

-Kakeru tiene derecho a conocer a su padre... -echó una ojeada a su reloj- Quedan dos horas para las siete, si quieres puedes venir a cenar a casa... así tendréis los dos ocasión de hablar.

Rukawa no pudo evitar sorprenderse.

-Es eso lo que quieres? -preguntó como si no pudiera creer que había recibido una invitación para ir a su casa.

-Si. -respondió Hanamichi levantándose y dirigiéndose hacia la caja para pagar la consumición.

Un rato después estaban esperando al autobús, durante el trayecto ninguno de los dos habló, iban sentados en el fondo, al principio, iba lleno, a medida que iba transcurriendo las distintas paradas se iba vaciando hasta que solo quedaron ellos.

-Este trayecto, lo hace todos los días tu hijo? -preguntó cuando observó que la ciudad iba quedando a sus espaldas y se adentraba hacia el interior hasta que también comenzaron a escasear los diferentes barrios y comenzó a circular por la carretera 611 adentrándose en las montañas, dejando a ambos lados de la misma una línea de casas a lo largo de la carretera que también comenzó a escasear hasta que dejaron de verse.

-Si.

-Solo?

-Deje de acompañarlo cuando comenzó la primaria..., es un chico muy independiente. -no añadió que el chico de Mitsui también tomaba el mismo autobús pues estudiaban juntos. Al pensar en Hisashi, recordó que había quedado en encontrarse esa noche, estaría preocupado esperando su llamada al no verle, lamentablemente tendría que cancelar su cita. Hisashi había sido su desahogo durante esos últimos años, siendo posible por la cercanía.

-Y no crees que es peligroso?

-Es una zona rural muy tranquila, nunca pasa nada que resulte llamativo o dramático. -Se puso de pie- Hemos llegado -le avisó, un poco más adelante la carretera acababa y se volvía una estrecha carretera por donde ya no pasaba el basu.

Rukawa le siguió cuando descendió. Se fijo que el autobús daba la vuelta en una rotonda y regresaba a la ciudad.

-A qué hora pasa el último coche? -preguntó mientras cruzaban un puente de madera, bajo sus pies el río seguía su curso hacia el mar.

-Ese era el último... -dijo dándole la espalda.

-Queeé!!! ¿Cómo que es el último? ¿Por qué no me lo dijiste antes?

-Puedes quedarte a dormir..., hay espacio suficiente. Tenemos muchos futones, a veces se quedan a dormir los amigos de Kakeru. -dijo sin mirarlo mientras tomaba un camino de tierra que iba en ascenso.

Rukawa se quedo mirando su espalda con cierto recelo, luego se encogió de hombros y fue tras él, de haber sabido lo que le esperaba con total seguridad hubiera hecho el esfuerzo de correr tras el autobús.

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Subieron la colina, un camino abrupto en algunos tramos hasta que finalmente alcanzó a ver un sendero marcado por postes y gruesas cuerdas que impedían desviarse.

-A donde conduce este camino? -preguntó sin poder ocultar su malestar, cada paso que daba su inquietud iba en aumento, consideraba que Sakuragi no era tan irresponsable para permitir que un crío hiciera aquel camino todos los días.

-A un refugio de montaña.

-Vives en un refugio?  -preguntó apartando la mirada de la espalda que caminaba por delante de él, para fijarla en el pasillo de colores que les acompañaba durante la subida. Tenía que reconocer que era precioso, aunque no logro calmar su desasosiego. Si no hubiera sido por eso hubiera disfrutado el doble de esa subida- Es grande o pequeño, que capacidad tiene? -inquirió.

-Es relativamente pequeño admite hasta unas treinta personas. En temporada alta podemos llegar a alcanzar una cifra relativamente alta, aceptamos hasta cincuenta, como comprenderás quedan muy justos, en conciencia no podemos negarnos a admitirlos.

-Vives en el refugio? Cuántas personas sois?

-Están mis suegros..., el albergue les pertenece a ellos. -aclaró.

-¿Te has casado? -Intentó recordar- Había una chica que te gustaba.... -no podía recordar su nombre.

-Haruko..., no, no fue ella. Yohei supo conquistarla. Conocí una chica en la empresa donde trabajaba y nos casamos al año.

-Ah!! -miró con dolor la espalda que avanzaba un par de pasos por delante de él, sentía un dolor punzante en la pierna, ese camino estaba dejándole sin fuerzas.

-Detengamos un instante... -dijo señalando unas rocas fuera del camino, adecuadas para sentarse en ellas.

-Además de... Kakeru-kun, ¿tienes más hijos? -preguntó.

-No...

Deseaba saber más de él.

-Sois cinco personas viviendo ahí arriba... -miró hacia el camino ascendente.

-Si... -al contestar entrecerró los ojos, ya tendría tiempo de enterarse quien era la quinta persona. Quería enfrentarlos, deseaba ver si su presencia le haría salir de su mundo irreal. En caso contrario, Rukawa empezaría a sentir en carne propia lo que era vivir angustiado por una vida perdida, porque aunque la justicia no le alcanzó, él era responsable por la innoble acción de una noche de borrachera. Si su hermana no se recuperaba. Él sería acusador y juez, carcelero y ejecutor de la sentencia, Rukawa ya había sido acusado y condenado, solo faltar ejecutar la condena.

-¿Tenéis vecinos cerca? -inquirió extrañado que Sakuragi buscara un lugar tan apartado del resto de los mortales.

-Nuestro vecino más próximo esta a una hora y media de camino... -le dijo refiriéndose a Hisashi, quien vivía a quince minutos escasos de la parada de autobús, si uno miraba en la dirección correcta, podía ver entre la vegetación la hermosa cubierta de la casa rural que poseía, para él fue una sorpresa reencontrarse con su ex compañero haciendo el mismo recorrido cuando el basu les llevaba hacia las montañas. Hablaron durante todo el trayecto, enterándose que sus padres se habían trasladado a vivir a esa zona, volviendo al hogar de sus ancestros. Él a su vez le contó que vivía con sus suegros si bien poseían viviendas independientes. Ni uno ni otro hablaron de sus vidas privadas, eran cosas intimas que ha nadie le interesaba. Reanudaron la amistad que tenían durante su juventud y cuando quiso darse cuenta eran amigos íntimos, manteniendo desde entonces una solida relación de pareja, en la que ni uno ni otro se habían hechos promesas de fidelidad, cada uno llevaba vida propia. Cuando sentían la necesidad de verse, se llamaban por teléfono. Esa noche habían quedado en verse, la presencia de Rukawa trastocaba su tranquila existencia y sabía que Hisashi pasaba a un segundo plano, por lo menos mientras alcanzaba el fin que se había propuesto.

El otoño se acercaba a pasos agigantados y los días se acortaban, si se entretenían demasiado allí iban a llegar al refugio de noche.

-Puedes seguir? -Preguntó, Rukawa había dejado de masajearse las rodillas- Anochecerá pronto.

-Si...

Continuaron la ascensión en silencio, guardando las energías para caminar, el camino era abrupto en diversos tramos, se sintió aliviado cuando distinguió la explanada y el conjunto de viviendas.

Se detuvo y miró a su alrededor. Tenía razón habían llegado con la oscuridad, desde aquella altura se veía la niebla que descendía hacia el valle y como los últimos rayos solares la atraviesan bañando la ladera de la montaña y mostrando un paisaje de increíble belleza.

-Es hermoso, verdad?

-Si.

Volvió la mirada hacia el refugio, era un edificio alargado, constaba de dos pisos, con techo de madera, adecuado para no retener encima la nieve que durante el largo invierno caía en la montaña. Un gran alero cubría el engawa. Un camino de lajas conducía hasta otro edificio, era como una replica del grande, solo que este constaba de una sola planta, de la chimenea se veía salir una columna de humo blanco.

-Chihiro esta haciendo la cena, hemos llegado a tiempo -dijo Hanamichi reemprendiendo la marcha.

Supuso que se trataba de su esposa. Esa impresión se reafirmó cuando al abrir la puerta, Sakuragi anunció su presencia con júbilo.

-Cariño, ya estoy en casa. Mira quien viene conmigo.

La perplejidad de Rukawa apenas si tuvo tiempo de expresarla en su mente, cuando una mujer asomó en el pasillo, aunque llevaba sus cabellos recogidos en la nuca se distinguía su color, eran idénticos a Sakuragi, así mismo, su rostro tenía la misma fisonomía que él, suavizados sus rasgos en femenino, al fijarse en él como una exhalación se precipitó contra él, abrazándolo y besándole en todo su rostro, mientras exclamaba riendo y llorando.

-Has regresado...., has vuelto conmigo... siempre he sabido que volverías a mi lado. -Decía la mujer sin ser consciente de los esfuerzos que hacía Kaede por soltarse de su abrazo- Kaede-kun... Kaede-kun -repetía feliz acariciando su rostro y fijando su mirada en él como si quisiera cerciorarse que no era una alucinación.

Hanamichi sonrió feliz hacia su hermana, viendo como Chihiro le agarraba de la mano y le llevaba hacia el interior de la cocina, ayudándole a sentarse junto a la mesa.

-Comerás con nosotros... hoy sentí que ibas a regresar... hay comida suficiente. Gracias, hermano.

-Ha sido un gran placer encontrarle para ti. -Luego le avisó- le he dado permiso a Kakeru-kun para quedarse a dormir en casa de Iseo-kun.

Kaede volvió el rostro hacia Sakuragi, como pensando que no podía ser cierto lo que estaba pensando.

-¡¡Enhorabuena...!! -Sonrió con una mueca sardónica- Tú esposa... -se lo recalcó bien para que quedara enterado- siempre ha confiado en ti, siempre decía que volverías a su lado. -y sin hacer caso de la irritación que vió en su mirada se sentó a la mesa- Estoy hambriento.

Fue una cena fuera de lo común, ni Rukawa ni él hablaron mucho, pero Chihiro no paraba, hablaba y hablaba del tiempo que había pasado esperándole.

Rukawa miraba cada vez más impaciente a Sakuragi, y al fijarse que él no le miraba, que estaba ignorándole supo que su inquietud tenía una razón de ser. Sakuragi le odiaba, le había tendido una trampa y él había caído en ella. Solo esperaba que cuando concluyera la cena para despedirse, no importaba que fuera de noche y que el camino no fuera visible. Él allí no se quedaba, prefería romperse una pierna a continuar en esa casa donde imperaba la locura de una mujer. En ese momento no se le ocurrió pensar que él era el causante directo de su enajenación.

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Al concluir el refrigerio nocturno, Kaede pretendió largarse de aquel lugar, sin embargo se vió una y otra vez frenado en sus intentos por la sonrisa socarrona de Sakuragi que era capaz de saber lo que pensaba porque aunque le creía fuera de la vivienda aparecía inesperadamente delante de la puerta impidiéndole con su presencia salir.

-Te será difícil marcharte, hacia mucho tiempo que no veía tan feliz a Chihiro.  

-No puedes retenerme contra mi voluntad.

-No seré yo quien lo haga...

Apenas les oyó hablar Chihiro llegó apresuradamente con una expresión de miedo en el rostro, al verle próximo a la puerta le agarraba del brazo y tironeaba de él llevándolo hasta donde ella estaba trabajando, luego apoyando sus manos en su pecho, con suavidad le hacia saber que debía sentarse.

Chihiro no le sacaba los ojos de encima mientras concluía de lavar la vajilla y la cubertería, y cuando fijaba en él la mirada sonreía feliz.

-Felices sueños, gikei -dijo con sorna cuando advirtió la expresión aterrada de su rostro al comprender lo que se esperaba de él.

Su peor castigo fue compartir el lecho con ella y sentirse rodeado con sus brazos como un dogal del que no podía sacarse de encima, apenas hacia intención de moverse para cambiar de postura, sus brazos le ahogan más y su cuerpo cálido se pegaba al suyo sintiéndose impotente de liberarse de su contacto, pensaba que algún día dejaría de estar tan pendiente de él. Aunque ninguna reja o grillete le ataba a aquel lugar, se sentía incapaz de librarse de la mujer, se sentía como un prisionero de los hermanos Sakuragi, un día dejo de pensar en la huida y se rindió ante lo inevitable.

Continúa en el próximo capítulo....

Notas finales:

El siguiente capítulo esta practicamente terminado, solo falta puntualizar algunas conversaciones, romper una relación de amigos con derechos que me trae de cabeza y subirlo..., intentaré no tardar mucho...

Respecto al fic "Consecuencias..." estoy trabada en el reencuentro... la actualización será la siguiente semana. Gracias por vuestra paciencia.


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