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Lazo eterno por LINALEE

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CAPITULO 1. -ATRAPADOS

 

Ciel veía con evidente apatía a su amigo que deambulaba feliz por la habitación de la enorme mansión, danzando de un lado a otro, el rubio parecía más que encantado con el lugar…se arrojaba sobre la cama, hurgaba entre los cajones, se probaba la ropa, realmente parecía feliz.

 

—Déjalo, ¿Cuántos tiempo más planeas estar así?—preguntó el pequeño sin contener su molestia—. Sólo estaremos aquí una noche, nos hemos movido demasiado durante estos días, dentro de poco vendrán por nosotros y entonces…

 

—¡Bailemos Ciel!—y haciendo caso omiso de sus palabras el otro muchacho tomó a su delgado amigo de las manos y lo obligó a danzar por la habitación, en círculos perfectos, tal y como recordaba lo hacían las personas en las películas—. ¡Uno, dos, tres, cuatro! ¿No es acaso esto divertido?

 

El menor no respondió, aunque estaba seguro de que al menos para él no lo era y sin dudarlo arrojó a Alois sobre la cama dando por terminado el infantil juego, el niño continuo riendo mientras se envolvía entre las sábanas de seda…sonreía, Ciel pensó en que Alois siempre tenía una expresión de alegría que le desesperaba en más de un sentido, era tan estúpido…le vio y dedico una fría mirada, Alois fue consciente de ella, su rostro se tornó triste.

 

—¿Estas molesto conmigo?—preguntó el chiquillo corriendo hasta Ciel y tomando sus manos—. Todo mundo esta molesto conmigo, ¿Cómo podría soportar que tu también lo estuvieras?—acto seguido se hinco reclinando su rostro sobre las rodillas del otro—. ¿Cómo podría soportarlo?—. Ciel percibió de inmediato el dolor en sus palabras, la culpa asomó a su mente, no podía hacerle eso a Alois, él era todo lo que ese chico tenía y Alois lo era todo para él. Redundante quizás  pensaba en ocasiones, pero no por ello menos cierto…una dependencia que tarde o temprano los orillaría al borde del precipicio.

 

—No estoy molesto Alois, no lo estoy—respondió con firmeza poniéndose de pie y apartándolo.

 

—¿De verdad?—inquirió con emoción.

 

—¿Cuándo te he mentido?

 

—¡Te quiero!—exclamó Alois lanzándose emocionado sobre su amigo, quién como siempre le esquivo.

 

—Te he dicho muchas veces que no me gusta que me toquen...—guardo silencio un momento y agregó con una seriedad mayor a la correspondiente a su edad—. Duerme un poco, nos quedaremos esta noche, mañana nos marcharemos…No quiero tener ninguna pelea innecesaria, esta vez no nos atraparán.

 

Alois observo fijamente a su amigo y con un aire perverso que constrataba con la personalidad mostrada segundos atrás agregó.

 

—No permitiré que nadie te moleste, nadie.

 

Salieron de la habitación, recorrieron el elegante pasillo, el sonido se sus pasos desapareció entre la alfombra mullida, las obras de arte colgadas sobre las paredes le fueron indiferentes, el decorado suntuoso no llamo su atención siquiera por un segundo…bajaron las escaleras, los movimientos de ambos elegantes. La idea de enfrentarse a la escena que abajo tendría lugar le causaba repulsión a Ciel, no importaba cuantas veces lo viera o que tan natural se suponía  debía de ser para él, jamás se acostumbraría ni agradaría; en cambio Alois sonreía extasiado con tan sólo imaginarlo, detalle que no pasaba desapercibido a su amigo.

 

 Alois mayor que Ciel por unos meses y por lo tanto en estatura fue el primero en saltar el charco de sangre, extendió la mano hasta su compañero ayudándole a hacer lo mismo.

 

—¿Acaso no es hermoso?

 

Ciel no respondió, odiaba mentirle, incluso si esas mentiras hacían feliz a su amigo.

 

El rubio soltó la mano del menor y corrió hasta uno de los muchos cadáveres que estaban regados sobre el suelo, se arrodilló frente al de un hombre joven y le observó fijamente…la expresión de dolor, desesperación, miedo…le gustaba, no sabía porque pero le gustaba ver a otras personas sufrir, al igual que él; ellas lo merecían.

 

—¡Ciel!—exclamó al sentir como el otro lo tomaba del brazo indicándole que debía ponerse de pie, asintió con la cabeza e hizo caso de la sugerencia—. Espera…—susurró tomando con la punta de los dedos una gota de sangre que le escurría al hombre por el cuello, estaba a punto de llevárselo a los labios cuando Ciel sujeto su mano impidiéndoselo, le observó furioso…ambas orbes se encontraron, pero la determinación y frialdad propia de las azules del menor de ellos apaciguaron pronto la ira de Alois quién finalmente dejo que el otro le limpiará.

 

—No debemos mostrarle que tienen razón, no lo haremos… ¡No beberemos más sangre! ¿Lo has entendido?—dictamino con fuerza imponiéndose sobre el otro.

 

—Pero…

 

—Esta bien, sino es indispensable no lo haremos—explicó Ciel expresándose en un tono más bajo pero no menos severo, le dio un vistazo al espectáculo que tenía lugar frente a si, al menos una decena de cadáveres, todos asesinados por Alois. Estaba consciente de que le pedía demasiado al exigirle que se contuviera cuando horas atrás le había dado una tarjeta amarilla obteniendo como resultado esa masacre, pero había sido necesario…además su atolondrado amigo no tenía tanto control como él, no en ese sentido—. Mientras el proyecto no este completo podemos hacerlo. ¿Comprendes?

 

Alois quién continuaba arrodillado inclinó los hombros, se puso de pie y tomando de la mano a Ciel lo sacó del salón.

 

—Este lugar no te gusta, lo se…Es frío.

 

Como un niño pequeño que busca huevos de pascua entró en cada una de las habitaciones, Ciel se limitó a seguirle…finalmente entró a la que parecía ser la habitación de huéspedes.

 

—¿Te parece bien aquí?—inquirió el rubio con una sonrisa a sabiendas de que su amigo odiaba dormir con los objetos personales de otras personas, los recuerdos le pesaban.

 

—Si.

 

—Entonces aquí será…

 

Ambos niños se acostaron sobre la cama con las luces encendidas, Alois se asió a Ciel como si de un muñeco de felpa se tratará, los quejidos y muecas del otro no se hicieron esperar, quizás dormir juntos estuviera bien a los ocho o diez años, pero con catorce…

 

—Si te sujeto con fuerza no te marcharás de mi lado sin que yo lo sepa—susurró Alois al oído de su compañero empezando a ser presa del sueño—y nadie te llevará lejos, no lo permitiré…

 

El suave ronquido de Alois impidió que Ciel contestará, siempre se dormía tan rápido, intentó alejarse pero los dedos inconscientes del mayor se asieron a su cintura…ni siquiera en sueños lo dejaba en paz, de acuerdo, estaba bien…él había aceptado hacía mucho que fuera así y en momentos como aquel no le parecía del todo mal, el muchacho tenía una expresión en verdad apacible mientras dormía.

 

—Buenas noches, Alois—comentó Ciel con indiferencia, una costumbre que sus padres le habían enseñado desde pequeño y un detalle más sobre su infancia que al igual qué muchas otras cosas jamás podría olvidar…

 

*********************************

 

Sebastián tomó la copa de vino, le agitó antes de beber de ella; sabía bien, Claude su compañero le dedicó una recriminadora mirada antes de arrancársela de las manos, el otro le observó y sonriendo agregó con sarcasmo.

 

-Si tomó café también me lo quitarás alegando que la cafeína me volverá “impredecible”.

 

-No debemos beber mientras estamos de servicio-replicó el otro ignorando el comentario, preparó otra arma y se la ofreció a Sebastián quién tras verla con desdén la aceptó, simplemente no entraba dentro de sus métodos. El otro refunfuño, no le agradaba su nuevo compañero, pero ya que le había sido asignado no tenía otra opción más que tolerarlo con todos sus malos hábitos y costumbres.

 

-¿Con que esté es Ciel Phanthomhive?-preguntó Sebastián observando la fotografía de un niño de aproximadamente trece años, cara redonda, cabello negros,  grandes ojos de un intenso azul y una expresión de verdadera amargura-. Y este es Alois Trancy…-centró su mirada en la fotografía del otro niño, la misma edad que el anterior, rostro ligeramente afilado, cabellos rubios, ojos azul cielo; sonrió con ironía al compararlos con el anterior, este parecía tan feliz-. Estos chicos no parecen realmente un peligro-admitió recargándose sobre el respaldo del mueble-en realidad debo decir que me parecen atractivos, incluso encantadores. Igual a modelos o  pequeños actores.

 

-No te dejes manipular por su aspecto, fueron creados con ese propósito-objetó Claude observando por la ventana, la tormenta pronto comenzaría, sería el momento perfecto para atacarlos.

 

-La ingeniería genética realmente hace milagros-comentó Sebastián poniéndose de pie, se acomodó la chaqueta de su traje y se tronó los dedos, el estilo y la elegancia debían conservarse sin importar la circunstancia y ni una tormenta o un par de niños superdotados se lo impedirían.

 

Claude terminó de limpiar sus lentes y se los colocó, abrochó las agujetas de sus zapatos y con la expresión obtusa que usualmente le acompañaba agregó.

 

-Vayamos.

 

-Si, démosle a esos niños el saludo de buenas noches-concluyó Sebastián abriendo la puerta del hotel, si tenía suerte dentro de una hora podría disfrutar nuevamente de ese delicioso vino.

 

Salieron de la habitación, Claude asumió el rol de conductor ante la leve molesta de Sebastián quién prefería llevar el liderazgo la mayor parte del tiempo, condujeron durante hora y media hasta encontrarse con una mansión a las afueras de la ciudad, la residencia tomaba un aspecto amenazador a la luz de los rayos y truenos productos de la tormenta, cargaron sus armas y bajaron empapándose bajo la fría y agresiva lluvia. Ambos rostros concentrados, Claude con la expresión adusta y severa que regularmente le acompañaba y Sebastián vestido con la sobriedad y confianza que le aseguraba qué no fallaría en su trabajo.

 

Recorrieron el inmenso jardín, la ausencia total de cualquier ruido humano le confirmó sus sospechas, todas las luces estaban apagadas, excepto las de una habitación. Se dirigieron hasta ella a sabiendas de que las probabilidades de que se tratará de una trampa eran altas, caminaron por el vestíbulo sin prestarle la menor atención a los cadáveres, ahora era un hecho, sus objetivos se hallaban dentro de esa mansión.

 

Ciel despertó antes que Alois, siempre pasaba…igual que si un sexto sentido le alertará cuando corría algún peligro, aunque pensándolo con detenimiento, posiblemente se trataba de eso, una cualidad que lo hacía único. Movió a Alois para que se despertará, el menor se negó entre quejidos y pretextos absurdos, indignado ante la escena Ciel le planto una leve bofetada obligándole a despertar.

 

-Están aquí-le susurró al oído tan pronto estuvo consciente, Alois esbozó una sonrisa, no esperaba volver a “jugar” tan pronto.

 

-¿Puedo matarlos?-inquirió separándose de Ciel y sentándose sobre la cama.

 

-Si-aceptó el otro muchacho obligado por la situación, Alois percibió su irritación, no le molesto, Ciel tenía razón.

 

Se pusieron de pie, comenzaron a encender cada una de las luces de la mansión, en minutos la casa se tornó esplendorosa, rebosante de una vida de la que carecía; bajaron hasta el salón principal, sus invitados estaban debajo, ambos lo sabían.

 

Sebastián al igual que Claude sintió la presencia de ambos niños, encendió las luces y ahí estaban, de pie en las escaleras, uno detrás del otro, con ese aire jactancioso y arrogante propio de aquellos que se creían los mejores y en cierta forma lo eran o habían sido, al menos hasta su llegada.

 

-Sólo lo diré una vez-exclamó en voz alta Claude caminando hasta ellos, se detuvo a unos pasos de las escaleras-. Vengan con nosotros y prometemos no hacerles daño.

 

Alois comenzó a reír, el sonido melodioso y divertido encajaba con sus mejillas coloradas, permanecía frente a Ciel, protegiéndolo u ocultándolo.

 

-Eso realmente fue divertido, por favor…dime más, hazme reír un poco más, por favor.

 

Claude esbozó una mueca al sentir como el niño se lanzaba sobre su cuello y le besaba en el cuello.

 

-Dime-le susurró cerca del oído-. Ya que tu sangre es igual a la nuestra, ¿Acaso tendrá un sabor delicioso o tal vez extraordinario?

 

Claude no contestó y tampoco dudo, tomó al chico del cuello y lo torció, el cuello crujió, la sangre no tenía porque fluir sino era estrictamente necesaria, esas habían sido sus órdenes.

 

Ciel permaneció impasible, incluso al observar como inyectaban a Alois en el cuello, su expresión serena y que parecía tener la seguridad de que podía controlarlo todo no cambió siquiera un instante; Sebastián se sintió atraído por tal cualidad, frío…tan frío que parecía muerto.

 

-¿No vas a oponer resistencia?-inquirió el hombre de ojos rojos dirigiéndose hasta Ciel-. ¿No te importa acaso lo que le hemos hecho a tu amigo?

 

-Si hubiera prestado mayor atención se habría dado cuenta que no tenemos oportunidad ante ustedes, no son simples humanos o siquiera híbridos, son perfectos…vampiros perfectos-. Bajo las escaleras con lentitud, continuaba sintiendo asco de los cadáveres, su repulsión no quedo oculta a los ojos del adulto quién sin dudarlo lo tomó en brazos y alejó de los cuerpos.

 

-¡Bájame!-gritó el chiquillo dando por primera muestra de alguna expresión-. ¡He dicho que me bajes!-exclamó irritado una vez más, el adulto obedeció en silencio.

 

-¿Opondrás resistencia?-inquirió este mismo.

 

-Aún si lo hago no tengo oportunidad de ganar-admitió, su voz y timbre se impregnaron de tristeza y dolor por unos instantes-. Nosotros no somos más que un par de prototipos intentando escapar de su destino, ustedes son…perfectos, pero si están aquí es porque tampoco pueden controlar su instinto-. Comenzó a reír, a diferencia de su amigo su risa invadió cada rincón del salón, fría y amarga-. Son incluso más patéticos que nosotros dos… ¡Atrapados dentro de un destino del que no podrán jamás escapar!-continuó riendo, inclinó la cabeza hacia atrás y mostró su cuello-. Adelante-dijo dirigiéndose hacia Sebastián-hazlo ya…

 

El adulto sonrió, sacó una pequeña jeringa rellena con un líquido negro y la introdujo en el cuello del niño, instantes después lo sostenía en brazos, inconsciente, pasó sus manos sobre sus mejillas, hermoso, realmente era hermoso…como una frágil muñeca de porcelana que en cualquier momento podría romperse.

 

-Nuestro trabajo ha terminado-agregó Claude quién cargaba con Alois.

 

Y con ambos infantes en brazos salieron de la mansión.

 

*******************************

 

Alois observó por la ventana, tenía nauseas, la cabeza le dolía tanto que sentía como si fuera a estallarle en cualquier momento, intentó mover su mano, no pudo, abrió los ojos…la habitación levemente alumbrada por una pequeña lámpara le asustó, cerró los ojos, tenía miedo…le temía a la oscuridad.

 

-¿Ya has despertado?-distinguió en el saludo la voz de aquel que lo había capturado, esquivó la mirada-. ¿Te asusta la oscuridad?-cuestionó el adulto encendiéndose la lámpara.

 

-Gracias…-exclamó sonriendo, su pulso se normalizó y todo rastro de temor desapareció.

 

-Es irónico que te asuste la oscuridad cuando se supone que eres un ser de naturaleza nocturna.

 

-No me importa, la oscuridad…me da miedo, no lo puedo evitar-replicó como si se tratará de la cosa más normal del mundo-. Todo mundo le teme a algo, inclusive Ciel…o tú-sonrió divertido.

 

Podía hablar, bien, eso significaba que el efecto inicial del somnífero estaba pasando, aunque continuaba sin moverse, en verdad le gustaba conversar si estaba hablando en tal situación.

 

-¿Dónde esta Ciel?-inquirió buscando por la habitación a su amigo.

 

-Lo tenemos en otra habitación, llegarán por ustedes dentro de poco-contestó el adulto colocando una almohada debajo de la cabeza del infante para que estuviera más cómodo-hasta entonces tenemos órdenes explicitas de mantenerlos separados.

 

-Comprendo-. No era la primera vez que intentaban huir, no tenía porque ser de otra manera-. ¿Cómo te llamas?-inquirió al parecer olvidando que horas atrás había intentado matarlo.

 

-Eso no es algo que debas de saber-replicó el adulto cubriéndolo con una sábana temiendo que resintiera las bajas temperaturas.

 

-Tampoco es algo que no deba de saber. ¡Dímelo! O en el peor de los casos inventa un nombre falso que me entretenga.

 

-Mi nombre es Claude Faustus-confesó por temor a que esa conversación se tornará interminable.

 

Alois asintió con alegría al escucharlo, miró hacia la ventana y preguntó.

 

-Oye Claude, ¿Qué hora es?

 

-Las tres de la mañana-respondió sin entender el porque de su pregunta.

 

-Podrías abrir las cortinas y dejarme ver el amanecer-pidió tímidamente-pasará mucho antes de que pueda volver a verlo-explicó exhalando un gran suspiro.

 

El mayor observo su delineado rostro y por un segundo sintió el impulso de por primera vez en años de desobedecer las reglas, romperlas y mandarlas al demonio sin una razón justificable, mas que la de cumplir el capricho de un niño, no obstante pronto recordó cual era su lugar y trabajo.

 

-Tengo órdenes específicas de mantenerte en esta habitación cerrada hasta que lleguen por ti.

 

-¡Que aburrido eres! Bueno, no importa, lo esperaba…-expresó-. Puedes acercarte un momento -pidió, el adulto obedeció con cautela y aceptó-. Por cierto mi nombre es Alois-dijo entre risas cuando lo tuvo lo suficientemente cerca como para clavar sus pequeños colmillos en el cuello del mayor, sólo duro un segundo-. En verdad, tu sangre es deliciosa Claude-dijo riendo como un niño que acaba de recibir un anhelado regalo.

 

Claude se llevó las manos hasta el cuello, su expresión denotaba desprecio, pero no hacia el niño quién lucía realmente animado, sino hacia él mismo por haber sido tan tonto como  para dejarse engañar de esa manera.

 

En la habitación adjunta Ciel observaba con desprecio a Sebastián, su mirada orgullosa competía incluso con la pose arrogante que postrado sobre la cama aún mantenía.

 

-Eres muy pequeño como para enojarte de esa manera-se burló Sebastián disfrutando finalmente de su vino, se lo merecía y cumplido el trabajo nadie podría impedírselo.

 

-No molestes-replicó Ciel cansado de todo aquello, si pudiera suicidarse lo haría sin pensarlo. Estaba tan fastidiado de todo.

 

-¿Cuál es tu nombre?-inquirió el hombre acercando la silla para verle de cerca,  esos ojos habían llamado su atención en la fotografía, no desperdiciaría la oportunidad de verlos de cerca, llenos de pasión, fuerza y odio.

 

-898765-respondió el niño sin inmutarse-ese es mi nombre oficial, aunque supongo que ya sabes mi “verdadero” nombre-explico con apatía, no tenía caso repetir algo inútil-. ¿Y el tuyo?

 

-759632-respondió Sebastián sin sorprenderse de que el niño se refiriera de esa manera a si mismo, él no permitía que casi nadie le llamara por su verdadero nombre.

 

-El ser llamado por un número  en ocasiones es conveniente, ¿no?-preguntó Ciel esquivando la mirada, la poso sobre la ventana.

 

-¿Te gustaría ver el amanecer?-inquirió Sebastián al ver la melancolía del rostro del pequeño.

 

-No me interesa, prefiero la oscuridad…es agradable, en la oscuridad no hay nada.

 

El adulto terminó de beber su vino, sirvió un poco más en la misma copa e intentó dársela a Ciel, la colocó sobre los labios del pequeño quién escupió el poco contenido que llego hasta sus labios.

 

-¡No lo quiero!

 

-Tienes que hacerlo, incluso sabe y huele como vino…no puedes negarte-estaba enfadado y no sabía porque, si el chiquillo caprichoso no quería beber era su problema, pese a eso prosiguió-. Estas demasiado pálido, necesitas alimentarte o…

 

-Moriré-terminó sarcástico-, no me hagas reír. Si eso pasará sería tan feliz.

 

-Debes hacerlo-y sin dar paso a más discusiones Sebastián realizó una pequeña cortada en su cuello y hundió la cabeza de Ciel en el, haciendo acopio de su máxima voluntad el chico intentó alejarse,  más las palabras del adulto lo indujeron a beber.

 

-Lamentándote no conseguirás nada, acepta tu naturaleza y saca provecho de ella. Esa es la única manera de la que podrás escapar de tu destino.

 

Y sin miedos o dudas hundió sus colmillos, tenía razón y odiaba admitirlo, pero ¿Por qué le ayudaba?, ¿Qué quería de él?, ¿Qué significado tenían esas palabras? No tuvo mucho tiempo para meditar en las respuesta, la oleada de interminable e inexplicable placer al beber la sangre se apoderó de su cuerpo en segundos; se sentía sucio, maldito, impuro pero al mismo tiempo se apoderaba de su cuerpo tal sentimiento de alegría, gozo y paz que nada más importaba…un par de segundos nada más y todo terminó.

 

Sebastián apartó el rostro de Ciel de su cuello, bebió de la copa de vino, en realidad se trataba de un suplemento de la sangre, tenía el aspecto, color y hasta aroma de un vino de la más alta calidad, más era un sustituto con un exquisito sabor para aquellos que les repugnaba beber sangre; la obstinación del menor debía ser alta para que incluso se negará a beber de esté.

 

-¿Por qué lo hiciste?-inquirió Ciel intentado normalizar su respiración, siempre se agitaba, hasta envidiaba la facilidad con que Alois podía sobreponerse después de beber, quizás todo se tratará de práctica.

 

-Las respuestas llegarán en su momento-concluyó Sebastián llevando sus manos hasta su cuello, dolía…había bebido demasiado en tan poco tiempo. Era poderoso sin duda alguna, canalizar ese talento hacia la dirección correcta no sería una tarea sencilla, pero nada había que Sebastián Michaelis no pudiera conseguir.

 

CONTINUARÁ…

Notas finales:

Hola, algún día escribiré algo normal…No lo se, pero es que con esta serie me vienen ideas locas y con poco sentido común, pero bueno.


Si, tratará de vampiros, pero no vegetarianos ni melosos, en lo personal no me gustan los de ese tipo, en realidad esta un poquito enredado al ser el primer capi y hay muchos huecos, pero bueno…con el tiempo se irán resolviendo.


La personalidad de Alois es un lío, con sólo 1 capi en escena se pudo saber mucho y poco, me gusta imaginarlo como un niño juguetón pero con momentos tenebrosos. Claude es un tanto más rígido, así que no hay tantos problemas.


Como siempre un AU, cada personaje cargará con un pasado doloroso o al menos trágico, pero ideado por mi al ser un AU.


Cualquier duda, comentario, queja, sugerencia, etc.., será bien recibida.


Gracias por leer.


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