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Muerte y resurreción por la sombra

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Primer capítulo: Muerte y resurrección

“Sí, después de todo lo que ha pasado lo mejor será marcharme para siempre de este lugar, alejarme definitivamente del castillo que yo mismo he construido con mis propias manos. Con estas mismas manos ahora me arrebataré la vida, pero no temáis, ya que dentro de mil años volveré para erradicar todo mal en el mundo.”

Hoggy Warty Hogwarts, año 989.


Una figura vestida de blanco permanecía sentado en su mesa de madera de sauce mientras releía estas breves líneas. Parecía sumamente viejo y cansado y una larga melena blanca descendía más allá de los hombros, casi hasta la cintura. Era muy alto y delgado, con dedos largos y huesudos; la frente era amplia y el rostro estaba surcado por miles de arrugas, pero sus ojos mostraban un brillante color azul y centelleaban con la vitalidad de la juventud y de la inteligencia. Cuando se levantó con lentitud sus cabellos se agitaron suavemente.

- Después de todo este tiempo, resulta difícil aceptar que la larga espera finalmente haya terminado. –dijo el anciano para si mismo mientras devolvía aquella nota escrita en un añejo papel de papiro sobre las páginas del aún más antiguo libro que se encontraba sobre aquella lisa superficie. Aquél libro escrito por el mismísimo Hogwarts hacía más de un milenio contenía casi todas las enseñanzas de magia escritas por el mago más grande de todos los tiempos, y tal vez el primero en declararse como tal. Por muchas manos había pasado aquella obra, pero lo que pocos sabían era que también era su diario más privado, allí donde escondía todos sus secretos para aquél que quisiera y supiera verlos.

Albus Dumbelore lo sabía, y había releído aquel manual más de cien veces hasta que todas las piezas encajaron. Ahora mientras observaba el único retrato que se conocía del fundador de la escuela, pintado hacía muchísimos años por Hufflepuff, estaba seguro de que era la única persona que sabía la verdadera razón por la cual Hogwarts, se suicidó hacía mil años, nadie más sabía que al corazón del eminente mago había llegado uno de los sentimientos más humanos, el amor.

Cuenta la leyenda que por aquél entonces la magia era, por así decirlo, un tema tabú. Todos aquellos niños que nacían con poderes eran sacrificados o repudiados, aunque también cabía la posibilidad de ser mantenidos en secreto por su familia, cosa que rara vez pasaba. Ese fue el caso de sus tres alumnos más queridos: Godric Griffindor cuyos padres, por no querer sacrificar a su hijo, habían sido expulsados del poblado donde vivían. Ambos murieron a los pocos años dejando solo a su pequeño descendiente que gracias a su potente magia telepática había lanzado su grito desesperado a Hogwarts, lamento que éste oyó desde su castillo y que raudo corrió a socorrer, acogiéndolo así bajo su mando.
Hufflepuff había sido llevada clandestinamente por sus asustados progenitores al castillo para que fuera educada en el honorable arte de la magia; Ravenclaw era su sobrina más querida, hija de su hermana muggle que, aunque no muy poderosa, era muy inteligente y capaz de llevar a cabo cualquier ejercicio a base de constancia. Pero de todos ellos Godric siempre fue y así sería por siempre, el más poderoso y al que más cariño tenía de todos ellos.
Poco después otro alumno llegó a las puertas de su castillo, sus cabellos como hilos dorados al igual que sus ojos, además de que sus rasgos eran perfectos, al momento supo que era un veela, Salazar Slytherin. Entonces hizo algo de lo que se arrepentiría toda su vida, le acogió en su castillo y le trató como a todos los demás, como a un hijo.
Con el tiempo se dio cuenta de su extraño comportamiento, el joven siempre quería saber más a cerca de las cosas, sobre todo a cerca de la fuente de poder de su maestro, tanto como de la defensas del castillo y de la más poderosa magia negra. Al principio se preocupó por esto, luego simplemente lo atribuyó a simple curiosidad. Godric por el contrario intentaba mantenerse lo más lejos posible del rubio, pero cuando Hoggy le preguntaba la razón de su reticencia, éste le contestaba que no le gustaba su forma de ser y su maestro le creyó ya que sabía que su alumno más querido nunca le mentiría... que equivocado estaba.
Griffindor lo sabía todo, todo a cerca de los planes de su compañero Salazar para derrocar a Hogwarts. Sabía como su poblado veela, grandes enemigos de la magia blanca habían enviado a su más poderoso descendiente con el fin de que les enviara información para acabar con su maestro. Muchas veces había sondeado su mente gracias a sus poderes telepáticos y todas ellas no había encontrado más que maldad en ella. No obstante no podía decirle nada a Hoggy, él confiaba en Slytherin y sabía que le destrozaría si su confianza por el rubio se veía mancillada, desde ese momento se prometió vigilar atentamente a Salazar para que no pudiera llevar a cabo su infame plan. Y así los cinco vivieron en armonía durante muchos años hasta el momento en que comenzaron los problemas.


Dumbeldore siguió recorriendo el rostro de aquél joven con la mirada, parándose en su sonrisa, era una sonrisa extrañamente dulce, casi imperceptible, prácticamente un mohín, pero su sonrisa era diferente, distinta a todas las demás que había visto anteriormente. E igual pasaba con sus ojos, su forma de mirar era especialmente turbadora. Paseó por la habitación, dejando el libro en el hueco escondido de una de las estanterías, allí lo encontró cuando asumió su puesto como director y allí seguiría para el próximo que ocupara ese lugar. Se acercó al veterano sombrero que había pertenecido al mago acariciándolo despacio, notando la tela vieja y fruncida bajo la arrugada piel del dorso de su mano, éste no respondió, ya casi nunca lo hacía. …ste había sido uno de los legados de Hogwarts a quien ocupara su puesto de director de la escuela, otro de ellos había sido el esplendoroso fénix Fawkes y el poderoso espejo de Gised entre otros objetos que, o bien no habían sido descubiertos, o bien estaban a buen recaudo en algún lugar del castillo.

Volvió a dirigir su vista al sombrero, éste le había aclarado algunos puntos oscuros de aquella historia ya olvidada por muchos, aunque bien sabía que no le había revelado todo lo que conocía acerca de ella.
En este punto la historia, los cuatro alumnos de Hogwarts deberían tener unos cincuenta años, claro que gracias a una poderosa poción solidificada todos ellos tenían la apariencia de cuando habían comenzado a tomarla, más o menos a los veinte años, estamos hablando, por supuesto, de la piedra filosofal. Hogwarts la había inventado cuanto apenas contaba con treinta años, y esa era la edad que aparentaba por ese entonces, aunque muchos decían que hacía ya muchos años que contaba con más de un siglo de vida.
Un día como cualquier otro en el que estaban todos reunidos para cenar en la habitual mesa redonda del comedor (por aquél entonces no era tan grande, más tarde fue ampliado para dar cabida a todos los alumnos de las cuatro casas) después de un agotador entrenamiento, el más mayor les dijo con estas palabras:

- Os felicito, hijos míos... –comenzó a decir el poderoso mago- Ya poseéis todos los conocimientos, no puedo enseñaros nada más.

Todos se miraron sorprendidos por las inesperadas palabras de su maestro, le miraron confusos esperando que dijera algo más pero una voz siseante les hizo mirar al otro extremo de la mesa.

- Mientes.- acusó Salazar a su maestro, tras estas palabras todos mantuvieron la respiración – aún no nos ha explicado como fabricar la piedra filosofal –añadió el rubio interesado.

- ¡C”MO OS ATREV…IS! –Gritó Godric alzándose- ¡No creo que esos conocimientos sean los más apropiados para una serpiente traidora como vos!

Las dos muchachas, y hasta el propio Slytherin le miraron sorprendidos. Para las dos mujeres sus palabras resultaron intrigantes ¿traidor Salazar? Pero para el rubio resultaron reveladoras, después de tanto tiempo Godric había decidido mostrarle lo que tanto sospechaba... sabía algo acerca de su plan, pero si eso era cierto, el imbécil de Hogwarts también debería saberlo... maldición, justo cuando quedaba tan poco para llevarlo a cabo, la última pieza era, por supuesto, la piedra filosofal.

- Calmaos chicos, no quiero que discutáis, ya lo sabéis. Debemos permanecer juntos para que haya una buena convivencia, al fin y al cabo sólo nos tenemos los unos a los otros. –Hizo una pausa para mirarles a ambos- siéntate Godric, he de comunicaros mi decisión.

Griffindor le obedeció sumisamente bajo la cínica mirada del veela y todos miraron a su maestro interesados.

- Como ya os he dicho, dejaré de daros clase, ya es hora de que desarrolléis vuestros poderes y de que inventéis nuevas técnicas por vosotros mismos. Pero también deseo... aceptar nuevos alumnos. –hizo una pausa para observar las reacciones de los jóvenes, todos sonreían excepto Slytherin, hasta aquí todo había ido bien- cada uno formará una casa, así pues serán cuatro casas distintas a las cuales cada uno de vosotros impartiréis vuestros conocimientos. Cada año por estas fechas saldremos durante dos meses a recoger a todos los niños que muestren magia, siempre que sus padres nos lo consientan, aunque supongo que entre entregárnoslos y sacrificarlos, tomarán la decisión correcta. ¿A todos os parece bien?

A Hogwarts no le sorprendió escuchar la siseante voz de Slytherin cuando éste comenzó a hablar.

- Supongo... que sólo acogeremos a los que sean dignos de serlo ¿no es cierto? ¿A qué pruebas debemos someterles?

- Tal y como he dicho, acogeremos a todos aquellos niños y jóvenes que muestren magia, a todos sin excepciones.

- Me opongo, maestro, y puesto que seré dueño de una casa, yo debo elegir a quien quiero dar clase, ¿no lo cree justo? –preguntó el rubio con mirada intimidante a su profesor.

- Está bien, les reuniremos a todos y luego decidiremos quienes irán en cada casa, ¿os parece mejor así?

Todos asintieron con la cabeza la decisión de su maestro y acordaron que a la mañana siguiente comenzarían la búsqueda. Cuando el día llegó esperaron a su maestro ataviados con unas túnicas al estilo muggle que Hoggy hizo para la ocasión y con sus varitas escondidas a buen recaudo en el fondo de sus respectivas bolsas de viaje. Su profesor se presentó de improvisto delante suyo, esta vez no lucía su habitual sombrero puntiagudo, que por cierto hablaba de vez en cuando para gran sorpresa general y su túnica de mago cosa que les sorprendió a todos, jamás le habían visto vestido de muggle, bajo la atenta mirada de los ojos dorados de Slytherin, Godric le miró, maravillado como siempre que lo hacía. Salazar sabía bien lo que su compañero sentía hacia su maestro, y cuándo éste le miró burlón y le dedicó la más desagradable de sus sonrisas, dándole a entender que era conocedor de su secreto. Godric le ignoró como siempre, ¡cuántas ganas tenía de matar a esa asquerosa serpiente!

- ¡Bien, me alegra ver que ya estamos todos! Cómo ya os anuncié anoche hoy comenzaremos nuestra búsqueda, la cual durará aproximadamente dos meses. Podéis buscar de día y orbitar al castillo cuando llegue la noche para dormir, o para traer a los niños que hayáis encontrado durante la jornada.- Hizo una breve pausa para buscar algo en el interior de la bolsa que traía consigo. – para vuestra búsqueda os será necesario esto. –les entregó a cada uno una especie de mapa y un colgante en forma de cascabel. – el mapa os muestra todas las poblaciones de cada continente, puesto que hay cinco, cada uno de nosotros registrará uno de ellos y si en un poblado no existen niños mágicos, tachadlo.

- ¡Estupendo, me tocó América!- exclamó la bella Ravenclaw emocionada – ¡siempre quise ir!

- Recuerda que no estamos de vacaciones, tenemos una búsqueda que realizar- le rectificó Hufflepuff, tan responsable y aburrida como siempre.

- Bueno, no habéis salido de Hogwarts en muchos años, al menos con mi permiso –dedicó una significativa mirada a Godric, que rápidamente bajó la vista avergonzado- y, aunque la misión es importante, por supuesto que podéis divertiros, y sobre todo aprender. Recordad que en algunas zonas, aunque muy bien escondidas, también hay escuelas de magia, en vuestros mapas están señaladas, también deberéis recoger a esos niños.

- Y estos cascabeles, ¿para que sirven? –inquirió Ravenclaw alzando el colgante para observarlo curiosamente.

- Deberéis llevarlos al cuello, cuando haya magia cerca, por muy leve que sea, tintineará. Por supuesto contra más cerca estéis, de esa persona más tintineará. Es un sonido mágico que sólo oiréis vosotros, también los he hechizado para que sólo reaccione ante jóvenes de entre 6 y 20 años.

- Así que lo llevaremos colgado al cuello, ni que fuéramos vulgares gatos –se quejó Salazar por lo bajo.

- ¡Así pues comencemos ya! –exclamó Hoggy sin prestarle atención al comentario de su alumno- puesto que mi continente es la Antártida y sólo he localizado a cinco niños allí los recogeremos al final, mientras tanto os acompañaré a cada uno en vuestra búsqueda. Por cierto, tened cuidado de no mostrar la magia, no queremos tener más problemas de los que deseamos.
¿Alguna pregunta? Bien, marchaos.

Todos desaparecieron allá donde les mostraba su mapa excepto Godric que se acercó a su profesor.

- ¿Qué ocurre Godric?

- No, nada... me preguntaba si querría acompañarme.

Hogwarts le dirigió aquella extraña sonrisa sincera, Godric estaba seguro de no haber visto una sonrisa igual en toda su vida, ni siquiera se podía decir que sonreía, era simplemente un guiño realmente dulce.

- Claro que sí, ¿Asía verdad?

Ante el asentimiento del joven, cogió su mano y ambos desaparecieron.


Dumbeldore tenía pocos datos de lo que aconteció durante la búsqueda, ya que el sombrero no les acompañó, pero el día que tuvo que designar los niños que irían a cada casa según las habilidades de cada niño pasaron por él más de un centenar de cabezas.
Según le contó luego su amo, Hogwarts, había acompañado casi todo el viaje a Godric como ya era de esperar, el sombrero bien sabía que sentía un cariño especial por ese joven.
Esa noche el sombrero, ahora llamado “sombrero seleccionador” fue testigo de todo lo que pasó, la razón por la cual todo comenzó a desmoronarse.


Después de la cena, en la que Hoggy les había mostrado el nuevo comedor, acomodado para dar cabida a los niños de las cuatro casas. También habían elegido un animal y los colores que designarían a cada casa y donde estarían las diferentes salas comunes y dormitorios.
Godric y su maestro se encontraban tomando un té en el despacho de éste. Ya era bastante tarde y todos estarían durmiendo ya pero ellos se encontraban charlando animadamente.

- Uff... la verdad es que estoy exhausto, ha sido un día realmente cansado.

Godric pensó que tal vez debería aprovechar la situación para intentar sondear su mente, si estaba cansado sus defensas habrían bajado y tal vez pudiera averiguar lo que le tenía en vilo desde hace tanto tiempo, ¿sentiría algo por él su profesor?
Así pues procedió a internarse en la mente del mayor pero de nuevo encontró la barrera que le impedía leer su pensamiento, se retiró rápidamente antes de que su maestro pudiera notar algo.

- En ese caso me marcharé ya, no quiero importunarte. –dijo el joven levantándose.

- ¿Cuándo dejarás de hacer eso Godric? –inquirió el poderoso mago alzándose.

- ¿Cómo? ¿A que se refiere? –“¡Maldición! Lo sabe... sabe que he intentado sondear su mente varias veces.”

- Yo también poseo el poder de la telepatía, Godric, y además lo utilizo con algo más de sutileza. –Se acercó a Godric y le colocó con cuidado una mano sobre la cabeza para después revolverle el cabello sutilmente. – Ya sé que es maravilloso poder saber lo que piensa la gente en cada momento, aunque debes aprender a reprimir tu curiosidad, ya que es una gran falta de respeto, y puedes tener grandes problemas si se dan cuenta.

- Lo siento Hoggy... –murmuró el joven cerca del llanto y sin atreverse a alzar la vista hacia la persona que más amaba.

- No, soy yo quien te debe pedir disculpas. –le dijo el mayor sentándose a su lado – Godric... yo leí tu mente, necesitaba saber algo.

El joven miró a su profesor asustado pero al ver que éste sonreía se calmó, tal vez con algo de suerte éste le correspondiera. Decidió acercarse un poco más, al ver que el otro no se apartaba y seguía mirándole inquisitivamente, como si esperara su siguiente acción, se aventuró a rodear su cuello con sus brazos.
Hogwarts, ante la atrevida acción del muchacho sonrió y envolvió la cintura del joven, enterrando su cara en la curvatura de su cuello.

- Godric... me temo que los demás no deberían saber esto.

- Lo sé, no me importa si puedo estar contigo.

Ambos se separaron y se miraron unos instantes, antes de fundirse en un esperado beso.


Eso solo fue el principio del fin, se dijo Dumbeldore, Slytherin tenía ojos en toda la escuela y ahora había descubierto el punto débil de ambos, y aunque trataron de ocultarlo, no por que estuviera mal visto frente a los demás, ya que Hogwarts les había educado en un ambiente en el que las relaciones entre personas del mismo sexo se consideraban tan normales como las que no, si no porque ambos sabían que Salazar no era de fiar y no querían tener problemas con él. Eso fue lo último que escribió Hogwarts en su diario, la última página junto con su nota de suicidio. El resto se lo explicó el sombrero que, una vez más, fue presente de todo lo ocurrido.


El día de la tragedia llegó, Salazar llevaba mucho tiempo preparando su gloriosa salida del castillo y el tan esperado día por fin había llegado. Sus contactos fuera del castillo le habían ordenado que volviera, no sin antes robar la piedra filosofal, eso era un problema menos, ya que ésta ahora se encontraba en su mano derecha, Hoggy siempre había sido muy descuidado con sus cosas. Para empezar mataría a ese consentido de Godric y luego, si podía, acabaría con el propio Hogwarts, aunque pensándolo bien... le pareció que acabar con uno sería como hacer lo mismo con el otro, menudo par de tórtolos imbéciles. Mientras pensaba esto se dirigió hacia el gran comedor con una sonrisa de superioridad en el rostro y una ampolla de su veneno más potente en el bolsillo.

Hogwarts abrió los ojos, encontrando junto a él el cuerpo desnudo del joven a quien tanto amaba. Esa había sido una de las muchas noches que habían pasado juntos, y aun no comprendía como Godric podía someterle y enturbiarle los sentidos de aquella forma. Se desperezó finalmente y se colocó sus ropas. Sobre la mesa de su amante y alumno vio la espada que le regaló cuando llevaba pocos años en la escuela. Había descubierto que el joven era diestro con la espada ya que siempre le veía practicar con una florete de madera que al parecer hizo él mismo, así que un día le forjó una espada digna de su persona y en el filo inscribió su nombre, desde entonces nunca se separaba de ella.

Aquél día, sin saber bien por qué, decidió no despertarle para ir a desayunar, había sido una noche agotadora así que le dejaría descansar hasta que se hartara. Bajó felizmente hasta donde se encontraban todos sus alumnos desayunando obteniendo una profunda reverencia de todos ellos en cuanto le vieron entrar, a excepción de los pequeños que habían llegado nuevos que miraban extrañados como los más mayores se ponían en pie cuando entró aquél hombre. Hacía pocas semanas que había comenzado el curso y aún no se habían habituado a las costumbres del colegio.

- Buenos días –saludó a sus tres alumnos mientras se quitaba el sombrero, se sentaba con ellos y tomaba un plato de cereales.

- Buenos días –saludaron el resto a coro excepto Slytherin que observó con algo de molestia como el estúpido de Griffindor no estaba con él, esa misma noche debía abandonar el castillo y pensaba matar a Godric felizmente mientras desayunaban.

- ¿Aún duerme Godric en su cama? – inquirió Slytherin despectivamente.

Su maestro le miró por unos momentos, había dos formas de considerar la descarada pregunta: o bien había dicho SU cama refiriéndose a la suya o a la propia de Godric como sería lo normal, pero al ver la cínica sonrisa que había en su rostro supo que la correcta era la primera.

- Supongo que sí...

Bien, una respuesta tan ambigua podría considerarse la normal, ¡que demonios! A esas alturas todos ya deberían saber lo suyo con Griffindor, incluso los alumnos más mayores les miraban con recelo. Habían actuado mal, no deberían haberlo escondido desde el principio, sabía que sus alumnos se sentían engañados y él había decidido educarles en la sinceridad y la tolerancia, eso debía acabar.

- La verdad, es que esta mañana dormía como un angelito así que le he dejado descansar. – les dirigió
una sonrisa inocente pero todos descifraron el evidente mensaje. –bueno... ¿y como va todo?

- Pu-pues bien... –contestó aun algo perturbada Hufflepuff, ella siempre había sido algo pudorosa con esos temas y cuando Ravenclaw le decía que era evidente que Griffindor y su maestro estaban juntos, ella le contestaba nerviosa que eso era imposible, ahora ante la certeza del asunto la otra mujer le miraba con una sonrisa de superioridad en el rostro mientras comía sus cereales como a cámara lenta. – esto... he descubierto que uno de mis alumnos más pequeños posee telequinesia, que susto me dio cuando vi a uno de sus compañeros suspendido cinco metros sobre el suelo. Es un joven muy poderoso.

- Sí, ¿el joven Carrew cierto? –Ante el asentimiento de su alumna tomó lo que quedaba de su desayuno y continuó- lo detecté el primer día que lo vi pero no pensé que lo mostrara tan pronto... tendré que enseñarle a controlarlo si no quiero que ocurra algo indeseado, tal vez la semana que viene.

- Oooh... lo dudo. –siseó Slytherin casi imperceptiblemente. Ante sus palabras Hogwarts se giró hacia él y le miró inquisitivamente, el rubio simplemente le sonrió cínicamente.

¿Por qué aguantaba a aquél hombre? ¿Por qué había dejado que entrara en su colegio si sabía desde el principio que no aguardaba nada bueno? Tal vez por una vez debería haber olvidado sus creencias de que todo el mundo merece ser educado en las artes mágicas y haberle dejado en la puerta del colegio, o haberle echado de una patada con su maldita insolencia.
Pero simplemente le sonrió y con la mente algo turbia se levantó de la mesa sin decir nada más, dejándoles a todos un poco atontados por su descortesía.

Se dirigió a su cuarto, donde Godric aun dormía y se estiró sobre él, besándole todo el cuerpo mientras veía como poco a poco despertaba y le miraba absorto.

- ¿Te pasa algo Hoggy?

- Que te quiero.

Godric le abrazó mientras se besaban largamente en el que era su último día juntos.


Dumbeldore bajó las escaleras de caracol de su despacho y se dirigió al gran comedor, donde ese año conocería a la reencarnación de Hoggy Warty Hogwarts, así rezaba la nota de suicidio y tras hablar con el sombrero, supo que Hogwarts había preparado un ritual de reencarnación que había ideado. Tras hacer algunos cálculos, supo que hacía 11 años exactamente había nacido de nuevo Hogwarts y tal vez hoy no supiera de quien se trataba pero esperaría impaciente, permanecería con los sentidos bien agudizados y observaría hasta la más insignificante señal.

El verdadero final de la leyenda sólo lo saben realmente las personas que estaban allí en aquél momento. Según cuenta la historia, ese mismo día Slytherin retó a Griffindor a un duelo, ellos estaban desafiándose continuamente para decidir cual era el más poderoso de los dos, los dos eran igual de orgullosos. De todas formas, acostumbrados a ello, ni Hogwarts ni el resto de sus alumnos le dieron la menor importancia.
Cuando llegó la hora en la que se llevaría a cabo la confronta todos los alumnos, los maestros de cada casa y el mismísimo director estaban expectantes, reunidos en el gran salón esperando el siempre espectacular duelo entre sus dos profesores.
Nada más llegar Griffindor sacó su varita pero su contrario no hizo movimiento alguno.

- ¿Qué te pasa? ¿Tienes miedo? – se burló el joven jugando con su varita y haciendo rápidamente varias florituras con ella que dejaron asombrados a los alumnos que le miraban admirados.

- La verdad es que había pensado que prefiero hacer otro tipo de duelo... saca tu espada.

Griffindor contempló a su enemigo por unos momentos, ¿le estaba retando a …L una enfrenta con espada?
¿Acaso estaba loco? Guardó la varita en su cinto y su espada con la empuñadura de rubíes apareció en su mano de repente dejando a todos maravillados por el resplandor tan peculiar que ésta emitía. Slytherin hizo lo mismo y transfiguró su varita en una magnífica espada.

Hogwarts miró la escena con recelo... ¿Salazar había retado a Godric en un duelo de espadas?
Definitivamente ahí había gato encerrado, aunque ni siquiera intentó sondear la mente del rubio, sabía que nada obtendría de ello, últimamente cuando probaba de leer su mente había encontrado una muralla inexpugnable que no podía atravesar por más que lo intentaba. Entonces una idea cruzó su mente, ¿Seguiría teniendo esa espada las propiedades de una varita?

Rápidamente Slytherin pasó a la acción avanzando rápidamente hacia Godric pero el otro reaccionó con rapidez haciéndose a un lado. El rubio se giró con fiereza atacando de frente, pero el otro joven hizo a un lado la punta de la espada ofensiva con un ágil movimiento de la propia y Salazar vio como el filo de la espada de rubíes pasaba raspando su garganta haciéndole un corte superficial que curó con un leve movimiento de su mano.

- Eso ha sido una advertencia Salazar, será mejor que te retires.

- Eso habrá que verlo...-El rubio dio unos pasos atrás, quedando a tres metros de Griffindor apuntándole con su espada.

- ¿Últimas palabras Griffindor? –una sonrisa se perfiló en su afilado rostro. Entonces Godric lo comprendió todo... ¿Cómo había podido ser tan estúpido? Dirigió una mirada a Hogwarts y vio como se acercaba rápidamente hacia Slytherin para intentar pararle pero ya era demasiado tarde. En sus labios se dibujaron dos palabras.

-Aveda kedabra...

Un fulgor verde cruzó la sala y el cuerpo del joven Griffindor cayó al frío suelo, inerte.
Hogwarts miró a su discípulo estupefacto y vio como éste le hacía una profunda reverencia mirándole desafiante a los ojos antes de desaparecer.


Los alumnos vieron como su anciano director entraba en la sala y se sentaba en su silla junto con los otros profesores sin tan siquiera saludarles, todos le miraron asombrados y les parecía como si estuviera nervioso.


Lo último que se supo de Hogwarts fue que tras el entierro de su amante realizó aquél hechizo de reencarnación, y luego hundió la espada de Godric en su vientre acabando así con su vida para siempre... o tal vez no.


Los alumnos de primero comenzaron a entrar bajo la mirada expectante del director, todos se pusieron en fila y el sombrero seleccionador les comenzó a enviar a sus respectivas casas. Tan absorto estaba el anciano en sus pensamientos que no oyó la gran conmoción que se hizo presente inevitablemente cuando un nombre fue pronunciado. Pronto un chico de cabello azabache y profundas orbes esmeralda avanzó ante el sombrero y lo colocó sobre su cabeza, en la sala se hizo el silencio más absoluto cuando el sombrero profirió una especie de grito de júbilo que acalló rápido nerviosamente. Dumbeldore observó como el sombrero y aquél chico hablaron en silencio durante varios minutos. Por fin el sombrero seleccionador vociferó:

-¡¡GRIFINDOR!!

Los leones comenzaron a gritar de alegría para recibir al famoso niño que vivió, éste se quitó lentamente el sombrero pero no se movió de donde estaba al sentir un cosquilleo en la nuca, se volteó y miró al anciano que le miraba con tanta atención y le sonrió... no fue una sonrisa, ni siquiera una mueca, se podría considerar como un simple mohín, pero a Dumbeldore le pareció la más dulce de las sonrisas.

- Harry Potter... si... tenías que ser tú.



Se despide por ahora,

La Sombra


LS: ¡Hey Salazar! Que un niño y una armadura que se hacen llamar Alphonse y Eduard Elric preguntan por ti.

SL: ¡PERO QU… PESADOS! ¡Diles que me dejen en paz ya! ¡Que no se la voy a dar! ¡QUE ES MÍA!

bunshin_no_jutsu@hotmail.com.

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