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Unrequited love por Kayazarami

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Notas del fanfic:

Una historia de amor. Amargo. Dulce. Fácil. Díficil. Apasionado. Frío. Solo amor.

Notas del capitulo:

Long Fic corto. 

Amor no correspondido

 

Capítulo 1. Confesión.



—Ni hablar —se negó InuYasha, muy cansado de toda aquella historia.

—Venga, Inu, ¿qué te cuesta? —le rogó Miroku, sentado a escasos centímetros de Kôga, que acababa de pedirle otra copa a la camarera del bar.

—Mucho, tú no lo conoces.

—Por favor —pidió con carita suplicante el chico de ojos oscuros.

—Dije que no y es no.

Miroku cambio su expresión por una de fastidio. Realmente su amigo era un terco. Y el un idiota por preocuparse siempre por los demás.

—Entonces habla tú con Naraku para decirle que no le vas a hacer el favor.

—Está bien —aceptó el chico de cabellos plateados. Cualquier cosa era mejor que hablar con Sesshômaru y estaba seguro de que Naraku lo comprendería.

—Y también con Kôga sobre tu pequeño "problema".

—¿Qué? —preguntó el castaño, volviendo a la conversación al oír su nombre. Había estado distraído mirando a la camarera, preguntándose cuando tiempo le llevaría seducirla y llevarla a su cama esa noche, realmente necesitaba desahogarse y la chica parecía desinhibida—. ¿De que están hablando?

—De nada —aseguró InuYasha, fulminando al otro con la mirada—. Miroku se ha confundido.

—Yo no me he confundido, Inu. Ya hace mucho tiempo que tendrías que habérselo dicho.

—¡Cállate! —le respondió enseguida, como si con esa simple palabra fuera a conseguirlo realmente.

—¿Decirme qué, InuYasha? ¿Qué problema tienes?

El chico de ojos dorados miró al joven de la coleta con evidente fastidio. Su amigo acababa de traicionarlo descaradamente solo por que no había aceptado convencer a su hermano para quedar con Naraku, con el que estaba enfadado. Aquello era inverosímil. Lo iba a matar apenas se quedaran a solas.

—No es nada que no pueda resolver yo solo.

Miroku chasqueó la lengua, desesperado. Sabía que tenía dos opciones. Seguirle el cuento a InuYasha o terminar con aquella estupidez de una buena vez. Y teniendo en cuenta cuantas conversaciones había tenido ya con el peliplateado sin éxito, ya era hora de ponerle fin. Por su salud mental y la del propio interesado.

—Eso no es cierto —dijo mirando a Kôga, que estaba esperando su respuesta. Y se puso en pie—. Díselo, Inu. Dolerá mucho, pero es mejor que seguir pasándolo mal.

Y se marchó, perdiéndose entre la gente del bar más famoso de la ciudad, dispuesto a divertirse.

En la mesa, se había hecho un silencio incómodo. Kôga decidió tomar las riendas del asunto después de esperar a que su amigo hablara durante más de diez minutos. Abandonó su posición original en el lado contrario de la mesa y se sentó junto a InuYasha en el otro cómodo sofá.

—¿Qué es? —preguntó con calma, algo poco común en él.

—No es nada —susurro su compañero.

—InuYasha, no me vengas con tonterías. Tiene que ser algo —no recibió respuesta—. ¡InuYasha! Ya sé que no soy Miroku, que no soy tan paciente ni tranquilo y que al principio nos llevábamos como el perro y el gato, pero puedes confiar en mí. ¿Es que después de dos años de amistad aún hay algo que no puedas contarme?

—No es eso, yo... —pero se mordió el labio antes de continuar.

—¿Tú...?

—Olvídalo, Kôga —dijo, poniéndose en pie—. Me marcho a casa.

—¡Ah, no! —lo sostuvo del brazo—. Tú no te vas de aquí sin decirme lo que te pasa.

Los ojos dorados brillaron con un destello de ira. Iba a matar a Miroku lenta y dolorosamente. Le dio un tirón a su brazo y se soltó. Kôga empezaba a estar molesto, pero no pensaba contárselo. Y sin decir ni una palabra más, salió corriendo del local. Tomó rápidamente las llaves de su descapotable y saltó dentro, sin molestarse en abrir la puerta del conductor, arrancó y se dirigió a la salida. Mientras se levantaba la barrera del parking, le pareció ver a su amigo saliendo del local, pero lo desechó como ideas suyas.

Llegó a su casa quince minutos después, ya algo más tranquilo. El guardia le abrió la verja que rodeaba la lujosa mansión victoriana del s XV en la que residía la familia Taisho, de la cuál era miembro. Pasó sin mucha ceremonia y entró por las amplias puertas sin ganas, deseando llegar a su habitación. Por el camino iba pensando en todo lo ocurrido.

Aunque había escapado por los pelos, Kôga no iba a olvidar aquello. ¿Cómo iba a evitarlo en la Universidad si compartían la mayoría de las asignaturas? Maldición, definitivamente iba a matar a Miroku.

—¡Eres un idiota, Sesshômaru!

Aquél grito lo detuvo. Reconoció la voz y su procedencia casi de inmediato y se acerco a la estancia de la que provenía. Allí estaban su hermano mayor y Naraku, un amigo de ambos con el cuál estaba reñido, aunque él no conocía los motivos. Estaban de pie, el uno frente al otro y mientras que Naraku mantenía los brazos en los costados con los puños apretados, sin duda furioso, su hermano había adoptado una postura tensa, se le notaba por la rigidez de la espalda.

—No vuelvas a gritar —le advirtió el peliplateado con frialdad.

—Entonces explícame por que demonios me evitas.

—Yo no te evito.

—Por supuesto que no —dijo Naraku con la voz cargada de sarcasmo y veneno—. No respondes a mis mensajes, no aceptas salir en grupo si sabes que yo estaré, has abandonado tu lugar habitual en la primera fila del aula por que estaba demasiado cerca del mío, pero no me estás evitando. ¡Solo te falta cambiarte de asignaturas para dejármelo aún más claro si cabe! Oh, espera, tengo una idea mejor, ¡cámbiate de universidad!

—No seas ridículo, Naraku. Y márchate de aquí —pidió su hermano. InuYasha lo observó detalladamente. Se estaba enfadado y eso nunca era bueno.

—Solo me iré cuando hayamos aclarado esto —le aseguró el pelinegro—. ¿Es por lo que te dije la semana pasada? —Sesshômaru se estremeció de forma casi imperceptible, pero su compañero se dio cuenta—. Así que es eso. Sesshômaru, no cambia nada. No pretendo que las cosas sean diferentes, estúpido. Si hubiera sabido que iba a suceder esto jamás te lo habría dicho.

—Lo cambia todo, Naraku —afirmó su contrario con los ojos dorados brillando.

Naraku suspiró con resignación y cansancio. Realmente no se había esperado eso. Bueno, no había esperado nada, a decir verdad, por que nunca podía suponer algo cuando se trataba de aquél Taisho arrogante y frío que era su amigo. Tampoco era para tirar flores y darle un premio, pero no esperaba convertirse en un monstruo de la noche a la mañana. Él era duro como el acero, su vida había sido difícil y estaba más que acostumbrado a despreciar y ser despreciado, pero viniendo de él, cuyo carácter complementaba con el suyo, le dolía.

—No lo creo, pero si tú lo ves así supongo que no tengo nada que hacer —dio media vuelta y varios pasos hacia la salida. InuYasha pensó en retirarse antes de ser descubierto, pero Naraku se detuvo nuevamente. Sesshômaru solo lo observaba—. ¿Sabes lo realmente estúpido? —preguntó con amargura, más para si mismo que para el otro—. No creo que el que me odies cambie lo que siento por ti.

Y esta vez InuYasha si tuvo que esconderse en otra habitación por que Naraku salió al pasillo. Lo sorprendente fue cuando escuchó los pasos de su hermano, más veloces de lo normal, salir siguiéndolo. La curiosidad le ganó la partida y se asomó a ver que ocurría justo en el momento en que Sesshômaru daba alcance a Naraku y lo tomaba del brazo.

—¿Qué demo-? —trató de preguntar, pero no pudo seguir.

El peliplateado lo lanzó directamente contra la pared y, arrinconándolo, atrapó sus labios entre los suyos.

InuYasha no podía saber quién estaba más confundido. Si él por la actitud de su hermano o Naraku, que observaba con la mirada desencajada los fríos ojos de Sesshômaru mientras este lo besaba con furia. Al poco, cerró los ojos y correspondió al beso con todas sus fuerzas, sin saber que más hacer.

Cuando se separaron, miró al peliplateado sin entender nada.

—Eres veneno —dijo este por fin, confundiéndole más—. Y un Taisho no puede dejarse corromper por el veneno.

—Y tú eres hielo —respondió, mirándolo desafiante—. ¿Le temes al veneno?

—No —respondió el otro secamente—. Pero no debería desearte de esta manera, maldita sea. No eres adecuado.

Y sin decir nada más, lo tomó del brazo y se lo llevó casi a rastras por el pasillo.

InuYasha quedó en shock. Tardó unos minutos que se le hicieron eternos en comprender lo que acababa de presenciar. Si no se equivocaba, Naraku estaba enamorado de su hermano... Y este no parecía precisamente indiferente a eso. Se preguntó a donde habrían ido, pero llegó a la conclusión de que mejor no seguir mirando y se encaminó a su habitación. Si Sesshômaru, que nunca jamás había perdido contra su orgullo, acababa de dejarlo de lado por besar a Naraku... Bueno, solo podía significar una cosa: que le gustaba. O por lo menos que quería acostarse con él.

Sesshômaru nunca antes había tenido una relación con nadie, nadie era digno de él, de su mirada, mucho menos de estar a su lado. Como mucho había oído rumores sobre varias amantes que había tenido, pero nada más.

Cuando se dio cuenta de que ya llevaba un buen rato parado ante su puerta pensando en su hermano y su vida, se maldijo a si mismo y entró rápidamente dando un pequeño portazo. ¿Qué hacía pensando en los demás y en sus problemas cuando ni siquiera podía ocuparse de los suyos?

—Vaya que has tardado en llegar —dijo de pronto una voz y él se quedo parado. Miró al fondo de la habitación y se encontró con alguien sentado en uno de los marcos de los gigantescos ventanales.

—Kôga... —exclamó, incrédulo.

—No pongas esa cara, no tiene mucha dificultad pedirle al portero que me abra y colarme en tu habitación con todos los robles que tenéis plantados.

—¡¿Estás loco?! —le gritó, mirando por la ventana—. ¡Hay bastante distancia desde el roble hasta la ventana! ¡¿Es que has perdido la cabeza?!

—¡Claro que no, estúpido! —exclamó su amigo enfadándose y acercándose a él peligrosamente—. ¡Te conozco, InuYasha! ¡Sabía que ibas a ingeniártelas el resto del tiempo para evitarme, así que quiero zanjar este asunto aquí y ahora antes de que vuelvas a huir! ¡¿Qué es eso tan importante que puedes contarle a Miroku pero a mi no?!

—¡¿Y has venido hasta aquí solo para eso? ¡Eres un crío!

—¡El único crío aquí eres tú! —exclamó el moreno ya francamente harto, tomándolo de los hombros con violencia—. ¿Se puede saber que te pasa? No es solo por esto, últimamente apenas me hablas, apenas sales con nosotros, te enfadas sin motivos las pocas veces que logramos que vengas de fiesta, me miras como si fuera el enemigo. Hoy solo has venido a tomar algo por que pensabas que solo iría Miroku. ¿Hay algo que te haya enfadado? ¿Por que diablos no me lo dices y lo solucionamos? ¡Somos amigos, InuYasha!

—¡Ya lo sé, imbécil, precisamente por eso no quiero decirte nada! —gritó el otro, sintiéndose acorralado—. ¡Deja de estropearlo todo, olvídalo, maldita sea!

—¿Estropear qué, InuYasha? ¡No pienso olvidarlo! ¡Me lo vas a decir quieras o no, aunque tenga que sacártelo a golpes! —le gritó sacudiéndolo con fuerza.

—¡Muy bien! ¡Tú lo has querido!

Y se impulsó hacia delante, sin librarse de la presión que Kôga ejercía sobre sus hombros, juntando sus labios durante apenas unos segundos, pero los suficientes. El chico se aparto de él inmediatamente, como si le hubieran dado una descarga eléctrica.

—¿Se puede saber que estás haciendo? —preguntó confuso.

—¿No querías saber que me pasaba? ¿Por que te miro tanto y tan intensamente? ¿Por que no quiero salir de fiesta con vosotros y cuando salimos y te pones a tontear con alguna chica me enfado? ¡Pues ya lo sabes! ¡Ahora largo!

Y se tiró a su cama, dándole la espalda a su amigo. La habitación quedo en completo silencio durante largos minutos. Kôga se dejó caer en una de las sillas que había en la mesa victoriana que InuYasha usaba de escritorio, tratando de ordenar sus pensamientos. Su amigo acababa de besarle... Y todo lo que le había dicho no le recordaba más que a la conducta de una chica enamorada. Entonces... ¿InuYasha estaba enamorado de él? ¡Imposible! A su amigo le gustaban las chicas, estaba seguro de eso... Espera un segundo, nunca lo había visto ligar con una chica...

—¿No te gustan las mujeres? —preguntó en lo que le pareció un estúpido susurro.

—Si me gustan —le respondió una voz ahogada desde la cama—. Pero esto es diferente.

—¿Diferente?

InuYasha se incorporó y quedo sentado en la cama, mirándolo. Kôga también clavó sus ojos azules en los de él. Entonces el peliplateado decidió hablar. Total, ya no tenía nada que perder.

—Al principio no lo entendía, ¿sabes? Me daba rabia tu conducta, tu forma de ser, tu estúpida galantería con las mujeres. Por eso empezamos como empezamos, a golpes. Luego Miroku se hizo amigo tuyo y me pidió que hiciera un esfuerzo por dejar de lado mi actitud agresiva y tratara de conocerte. Y eso hice. Nos hicimos amigos, descubrí que eres una buena persona, pero muchas cosas seguían molestándome. La primera vez que salimos de fiesta, cuando ligaste con Kagome, pues bueno, creí que la rabia y los celos eran por que ella me gustaba, pero... Cuando me pasó lo mismo con la siguiente y la siguiente y la siguiente, entendí que no era eso. Me lo negué durante mucho tiempo, pero supongo... Que al final no puedes huir de lo que sientes, ni engañarte eternamente.

—Entonces, tú estás... —trató de decir, pero no pudo acabar la frase. InuYasha le sonrió con tristeza.

—Si, estoy enamorado de ti —confesó, dejando de lado su orgullo y sus miedos. Ya era demasiado tiempo y Miroku tenía razón, era el momento de ponerle un principio al final de aquel sufrimiento continúo guardado durante tantos meses. Sorprendentemente, se sentía tranquilo, liberado.

Kôga se había quedado en silencio. Continuaba con los ojos fijos en él, pero InuYasha sabía que en realidad estaba perdido en sus pensamientos.

—Yo no soy gay —declaró—. Yo no, yo no...

—Ya lo sé —le ayudó, viéndolo tan perdido y sin saber que decir—. Tu no estás enamorado de mi, es muy evidente. Por eso no quería decírtelo, por eso me lo he callado, pero Miroku cree que esto es lo mejor, un no claro y directo para poder olvidar.

El castaño no dijo nada más, se quedo en silencio, pensativo. InuYasha sintió como su corazón se oprimía.

—Lo siento —dijo por fin el chico de la coleta.

—No es culpa tuya. No tienes que disculparte.

 

Pero a pesar de sus palabras, un nudo se estaba formando en su estómago. ¿Cómo diablos iban a seguir siendo amigos después de eso?

Continuará...

 

Notas finales:

Espero que os guste.


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