Afuera la nieve inundaba la ciudad, cubría los autos y escondía las calles. Miraba el edificio que se exponía frente a sus ojos, muchos pisos e incontables ventanas.
Desvía la mirada hacia la entrada, una mujer junto a un niño en silla de ruedas salían del lugar al momento que la puerta corrediza se movía.
Unos cuantos pasos y ya se encontraba adentro, llega hasta un escritorio donde un joven recepcionista le sonríe levemente.
—¿En qué puedo ayudarte?—esconde las manos en los bolsillos, desvía la mirada hacia el suelo, podía contemplar algunos médicos y enfermeras.
—¿Podría realizarme unos exámenes de sangre?
—Por supuesto. Tan solo espera en aquella sala, en algunos momentos te atenderán.
—Gracias—habla suave y con paso lento llega al lugar indicado.
***
Definitivamente comenzaba a desesperarse en ese lugar. Solo un pensamiento cruzaba por su mente “Irse a casa”, pero sabía que no podía ya que si lo hacía se encontraría con su hermana y ésta le pediría ayuda con los preparativos para su boda y él prefería quedarse unas horas más antes que ver a su hermana en un profundo estado de estrés.
—Eiri—deja de la su libro y mira al hombre de cabello rubio que entraba en su oficina.
—¿Qué quieres Seguchi?
—Que me ayudes—explica con sencillez.
—Mis horas de trabajo se acabaron.
—Entonces no hay razón para que te que te quedes. Llamaré a Mika para a visarle que vas de regreso—el de ojos verde sonríe con ternura más él solo maldice mentalmente.
—Está bien, ¿qué quieres que haga?
—Hay algunas personas que necesitan unos pequeños diagnósticos.
—¿Pequeños?—arquea una ceja.
—Solo unas pruebas de sangre.
—¿Y eso no lo pueden hacer las enfermeras?
—Eiri, es esto o ayudar a Mika—arruga el entrecejo algo molesto.
—Eso solo lo dices para que me quede. Últimamente todo ha sido “Haz esto o Mika”, “Haz lo otro o Mika”, “Ayúdame aquí o Mika”, creo que ahora me siento atraído por la idea de ir con Mika.
—Sabes que puedes irte si quieres. Ya has terminado tus horas.
—Bien—sale de la habitación rumbo a aquella pequeña sala donde había un moentón de personas con probablemente solo un resfriado.
Toma un grupo de carpetas y las ojea rápidamente. Por momentos se sorprende ante el grupo de personas que han venido por un simple examen.
***
No supo cuanto tiempo estuvo esperando pero poco importaba, se sentía tranquilo en aquella sala rodeada de gente. Se perdía entre los hilos de conversación, su mente se mantenía ocupada.
Una chica llegó y en solo segundos tuvo lista su muestra, según había entendido unos minutos más y tendría el resultado.
Alza la vista al techo notando pocas grietas en el, luego hacia la salida, los copos de nieve habían comenzado a descender dificultándole la visión, tan solo podía contemplar la fría blancura.
Le guían hasta una habitación y le hacen sentar sobre una camilla que estaba en el centro, unos pocos minutos después y un doctor debía llegar con sus resultados.
Balancea sus pies hacia adelante y atrás rozando el suelo con la punta de los zapatos, mira a su alrededor contemplando toda clase de instrumentos.
Algunas paletas, un tensiómetro y hasta un bisturí. Aparta la mirada algo nervioso cuando la puerta se abre.
—Soy el doctor Uesugi y tengo los resultados de tus pruebas—abre una carpeta gris y la revisa leve—Me parece gracioso la cantidad de gente que tan siquiera olvida un condón—su mirada vuelve al piso—Ninguno de ellos presentó algo pero tu… Tú eres un afortunado.
—Eso quiere decir que…—le mira sorprendido.
—Exactamente—cierra la carpeta dejándola literalmente olvidada en la mesa cercana. Esconde la miraba bajo los mechones de cabello, arruga la tela de su ropa y muerde fuerte su labio inferior tratando de acallar el llanto más fue un intento en vano.—Es clamidia—toma un pequeño envaso en forma de copa cuando los sollozos llegan a sus oídos—Es tratable y de hecho curable—se levanta de donde estaba y le acerca unas pastillas dentro de la copa—Lo único que tienes que hacer es tomar esto y…—su explicación queda a medias.
—No me toque—golpea la mano del hombre haciendo que las pastillas cayeran al piso, rodea las piernas con sus brazos atrayéndolas a su pecho y se apega a la pared.
—Oh no—susurra aun anonadado por su reacción pero le entiende fácilmente al ver su estado. El cabello bastante alborotado, los labios rojizos y partidos y los ojos brillantes.
***
Entra a la oficina principal viendo como aquel hombre revisa un par de documentos. El rubio alza la mirada al escuchar la puerta.
—Eiri ya te he dicho, o me ayudas o vas con Mika.
—No es eso—se queda en el marco de la puerta.
—¿Entonces qué?
—Es Ryuichi—el director deja los papeles de lado—Fue violado.