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Paradise por Eiri_Shuichi

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Notas del capitulo:

No tiene mucho sentido, solo m puse a divagar ^^

     Verde como el campo, rosa como las flores, azul como las mechas de su cabello, purpura como los guantes de la adolescente al otro lado de la calle y rosa como el moño de su compañera y él las veía abrazándose, acercándose y devorándose a besos bajo las luces de neón del letrero absurdamente grande en la pared del antro tras ellas “Paradise”. Podía ver las letras resplandeciendo en sus múltiples colores: morado, azul, verde, amarillo, naranja y rojo, ¿o era rojo, naranja, amarillo, verde, azul y morado? ; maldita dislexia, no lo dejaba vivir.

 

     Movió su pierna derecha al ritmo de la música a todo volumen escapando de los audífonos, aunque el olor a alcohol y sexo flotando en el aire comenzaba a hacer estragos en su mente, se sentía más ligero, a punto de dejarse llevar por el ambiente total y absoluto de “depravación”, y es que cualquiera que llegara a “Paradise”, debía estar dispuesto a todo.

 

     Se permitió conciliar sus pensamientos una ultima vez, porque jamás se había dejado llevar por los impulsos, pero, ¿qué más daba, si siempre hay una primera vez?

 

     Cruzó la calle sin preocuparse por mirar si algún vehículo se acercaba, en los quince minutos que llevaba parado sin hacer nada en aquella calle, no había visto pasar ningún carro o moto, en cambio, había descubierto que los autos estacionados no estaban vacios; de hecho se había llevado una gran sorpresa al ver la cantidad de gente que cabía en un solo automóvil… y lo mucho que le hubiera gustado estar en su interior.

 

     Llegó a la entrada, pasando al instante en que el “guardia”, un hombre alto, moreno y más que ejercitado le había visto con un brillo en los ojos de deseo puro y salvaje, tanteando con la mirada su figura al verlo pasar a su lado. Ya dentro, descubrió que el Paradise era todo lo que había escuchado y mucho más; no era un antro de lujo, no era para “niños buenos”, no había bebidas finas ni cabinas privadas. Jamás había pisado un motel, pero se imaginaba que en cualquiera habría menos lascivia que entre esas cuatro paredes; en la pista, una danza orgásmica colectiva iba tomando lugar, tan difusa e indefinida que ya no sabías quien era homosexual, bisexual, travesti o estaba drogado, en la barra el coqueteo no se disimulaba y más de un cliente le robaba besos a los barman, sobre todo al de cabellos rubio cenizo, alto y con un gran atractivo sexual. ¿Cómo podía ocultar sus propios deseos?, ¿cómo pretender que estaba tranquilo e indiferente cuando por dentro su cuerpo bullía en oleadas de ansiedad?

 

     Se abrió paso entre los cuerpos: jóvenes, adultos, de pronto todos parecían iguales o, al menos, buscaban lo mismo. Consiguió llegar a la barra apenas, tras haber sentido a varios extraños peligrosamente cerca de su cuerpo, agitando su respiración y su ritmo cardiaco. Sí, podía imaginar la sangre recorriendo sus venas a máxima velocidad, cegándolo y despertando partes de su cuerpo hasta entonces dormidas, hasta entonces ignoradas.

 

     Giró su rostro al sentirse observando, descubriendo la mirada acechante y directa del barman de cabellos cenizos, seduciéndolo desde el otro lado, mientras recibía felizmente la atención de sus otros clientes; no pudo evitar voltear el rostro para ignorarlo, no soportaba ser plato de segunda mesa, mucho menos, parte del bufet. Al final, ni el despecho de toda una vida en represión le era suficiente para caer en eso, no para botar a la basura el amor y respeto que sentía por si mismo.

 

     Bajó la mirada sintiendo que su consciencia volvía al ataque susurrándole que lo que hacía estaba mal, que ese lugar era incorrecto, que debía huir mientras pudiera, pero no, la decisión estaba tomada y esa noche se acababan las mentiras… eso quería creer.

 

     Miró el reloj digital en su muñeca, molesto por ver como fallaba otra vez y sentía que eso lo dejaba a la deriva, esperando algo que podría aparecer en cualquier momento o peor aún, no hacerlo. Él era la razón por la que había caído en ese lugar tan desagradable, él era el inicio de sus verdaderos problemas, él era la tormenta que lo desbordaba, él era la conclusión de algo que apenas comenzaba.

 

     Se estremeció al sentir un par de manos en su cadera, pero su sorpresa fue mayor cuando un beso apasionado se posó cálido sobre la piel fría de su cuello; su cuerpo se tensó al momento, producto de aquel contacto inesperado y sin embargo placentero que parecía despertar cada molécula de su ser, robándole el aliento y el autocontrol.

 

 

 

-Que sensible estas hoy…- si bien las palabras habían sido burlescas, llevaban implícitas una sensualidad que le fascinaba, no podía evitarlo, tampoco quería hacerlo, o más bien  sí, quería hacerlo, una y otra y otra vez, hasta morir bajo su cuerpo -¿cómo la estas pasando?- sus palabras siempre iban bañadas en sarcasmo y lo peor de todo era que ya no lo hería, le gustaba eso de él, eso y mucho más.

 

-¿Viniste a jugar?- respondió fingiendo molestia, era lo único que se le ocurría hacer

 

-Claro que vine a jugar, ¿qué creías?- el agarre sobre su cadera se hizo más intenso y sintió la húmeda lengua de su interlocutor recorrer su oreja en obvia provocación

 

-¿Ah sí?, pues buena suerte encontrándote un juguete- se dio media vuelta dispuesto a marcharse aunque le doliera en el alma, cuando un agarré veloz sobre su muñeca le hizo volver sin querer, quedando frente al otro, con los rostros a milímetros de distancia y los cuerpos casi adheridos. Miró los ojos oscuros, no podía distinguir el color, aún así no lo necesitaba, porque los conocía perfectamente, los había admirado más tiempo del que quería admitir.

 

-No creí que vinieras- confesó de pronto el otro, mirándolo con sinceridad y robándole el aliento por aquella sencilla acción.

 

-Por poco el barman me convence de irme con él y dejarte plantado- se desquitó, obteniendo solo que “el extraño” acercara más sus cuerpos, aunque no supo definir la razón.

 

-Eso es muy cruel…

 

-¿Yo soy cruel?, mira quien lo dice

 

-¡Déjate de bromas Alan!- le reclamó –en verdad, quería que vinieras y me hubiera dolido mucho llegar y que no estuvieras

 

-Te dije que vendría

 

-Sí, pero al final siempre me cancelas

 

-No quiero discutir por esto Bruno, estoy cansado

 

-¿Ah sí?, sorpresa mi amor, no eres el único cansado

 

-Si solo querías “hablar”, entonces podemos dejarlo para mañana- intentó apartarse, mas Bruno lo detuvo como siempre –suéltame

 

-No

 

-No seas infantil Bruno

 

-Dejare de ser infantil cuando tú dejes de ser indeciso- aquello lo había herido, porque era cierto –ahora, podemos discutir por enésima vez, o tratar de una buena vez arreglar las cosas

 

-No tengo nada que arreglar contigo- aún estaba dolido y lo demostraba en sus palabras

 

-¡Demonios!, Alan, te amo, pero un día vas a sacarme de mis casillas con esa actitud de “Reina del drama”

 

-¡No me llames así!

 

-Eso eres…

 

-¡Soy un maldito hombre!

 

-Que bueno que vayas comprendiendo- con una de sus manos, Bruno lo cogió por la nuca acercándolo para besarlo como quería desde hacía mucho tiempo, consiguiendo que Alan olvidara su enfado para sonreírle de una buena vez.

 

 

Notas finales:

Hummm... pensandolo mejor, tal vez podria hacerle mas capitulos... lo voy a pensar ^^


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