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El ingrediente mágico por starsdust

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Notas del fanfic:

Fic en dos partes escrito por el cumpleaños de Milo.

Saint Seiya es propiedad de Masami Kurumada.

PARTE 1


Ahora que tenía siete años, Milo se sentía orgulloso de sí mismo como nunca antes. Poco tiempo atrás había sido nombrado caballero dorado de Escorpio, y desde entonces era parte del grupo más selecto de guerreros al servicio de Atenea. Cada templo tenía por fin su guardián, y él era uno de ellos, al igual que los poderosos Aioros y Saga.

Saga, que caminaba a su lado, pareció haber escuchado sus pensamientos, porque lo miró desde las alturas dedicándole una sonrisa y acarició su cabeza. Milo sabía que aún le quedaba mucho por aprender, pero se prometió que llegaría a ser tan fuerte como el caballero de Géminis.

Volvían al santuario luego de estar unos días ausentes en una misión. Milo estaba feliz de haber podido acompañar a Saga. Había aprendido mucho de él. Pero al comenzar a subir las escaleras de las Doce Casas, sintió el cosquilleo de la nostalgia. Quería encontrarse con sus compañeros. Especialmente, quería contarle a Camus acerca de su aventura.

Por eso, en cuanto estuvo libre, corrió hacia Acuario, haciendo un esfuerzo por recordar todo lo que tenía para decir. Para su decepción, alguien le cortó el paso en las escaleras del templo. Se trataba de Aioros, que lo recibió con una expresión amable y unas palabras crueles.

-Lo siento, Milo. No puedes pasar. Tendrás que esperar unos días para ver a Camus.

Atónito, Milo apenas pudo emitir una respuesta.

-¡¿Unos días...?! ¿Por qué?

-Porque está enfermo. No querrás enfermarte tú también, ¿no?

Aioros sonreía y hablaba con tranquilidad, pero Milo no podía creer lo que escuchaba. Intentó recobrar el aliento que había perdido con la corrida, pero no esperó a recuperarlo del todo para insistir.

-¿Enfermo? ¿Pero cómo? No lo molestaré... nada más quería hablar con él.

-Claro, no te preocupes. En unos días podrás hacerlo. Vamos, quizás puedas ayudarme con algo que necesito -dijo Aioros, tomándolo de la mano y comenzando a caminar.

Cuando avanzaron a través del templo de Acuario, Milo se esforzó por tratar de descubrir alguna pista que le diera a entender lo que estaba ocurriendo del lado residencial. Notó que si bien Aioros podía parecer despreocupado, tenía su mano firmemente sujeta. Eso arruinaba cualquier posible intento de escaparse de su lado.

Más tarde y ya en su propio templo, Milo no podía dejar de pensar en el tema de Camus. Ni siquiera tenía ganas de ir a refregarle en la cara a Aiolia lo bien que le había ido en la misión. Aioros había insistido en que lo de Camus no era nada serio. ¿Pero si así era, por qué no podía verlo?

Decidió volver a intentarlo. Quizás Aioros exageraba y los sirvientes lo dejarían pasar. Esperó a que llegara una hora con menos movimiento y se puso en marcha hacia Acuario, avanzando con sigilo. Una vez que estuvo allí, se escondió detrás de una columna al sentir que alguien se acercaba, pero no estaba preparado para lo que vio.

Se quedó pasmado cuando se encontró con que eran Aioros y Aiolia quienes salían de la parte residencial del templo. Sintió rabia. ¿Por qué Aiolia podía entrar a ver a Camus y él no? ¿Era alguna clase de tratamiento especial por ser hermano de Aioros?

-Milo, ¿qué haces aquí? -dijo alguien, apareciendo a sus espaldas sorpresivamente. Se trataba de Saga. Sintiéndose aliviado por que fuera él y no otro, Milo fue hacia Saga, convencido de que él lo entendería.

-Es que quiero ver a Camus... -protestó Milo. La reacción de Saga fue, para su decepción, parecida a la de Aioros. Sonrió y se arrodilló junto a él para quedar a su altura.

-Ten paciencia, en unos días podrás verlo. Cuando mejore.

-¿Por qué en unos días? ¡No es justo!

De nada sirvieron las quejas, Saga no estaba dispuesto a cambiar de opinión. Milo volvió a visitar Acuario los días siguientes, pero siempre lo enviaban de vuelta. En alguna ocasión intentó colarse, y llegó al punto de trepar hasta la ventana de la habitación de Camus. Pero tuvo la mala suerte de que allí hubiera una sirvienta, que lo corrió poco después de que lograra entrar. La vigilancia era estricta, y siempre lo descubrían.

Vencido por la frustración, una tarde en que cruzaba el templo de Virgo terminó quedándose allí un buen rato y contándole a Shaka sobre lo que estaba ocurriendo.

-Camus está enfermo y no me dejan ir a verlo -dijo Milo, aferrándose a la taza de té que Shaka le había ofrecido-. ¿Crees que pase algo malo?

-¿Qué fue lo que te dijeron? -preguntó Shaka.

-Que no es grave, pero que tengo que esperar unos días.

-Ya veo. Entonces deberías simplemente respetar la orden, ¿no crees?

-¡Pero ya pasó bastante tiempo y aún no me dejan entrar! -exclamó Milo-. Además Aiolia sí puede verlo. ¡Lo vi salir con Aioros de la residencia de Camus!

Shaka hizo un gesto para indicarle que bajara la voz, y Milo probó un sorbo del té. No le gustaba mucho el gusto. Le faltaba azúcar.

-¿Por qué no le preguntas la razón a él, entonces?

-¡No! -declaró Milo, olvidando el pedido de silencio de Shaka-. ¿Para darle la chance de burlarse de mí? ¡Nunca!

-Entonces no hay nada que puedas hacer, ¿no?

-Es que me preocupa Camus... -murmuró Milo-. ¿Crees que si fuera algo serio me lo dirían o no?

-No sé -contestó Shaka, pensativo-. Pero te contaré algo. Cerca del santuario hay un lugar llamado "La Isla de los Sanadores". Allí crecen diferentes tipos de plantas medicinales, y también residen expertos en varias enfermedades.

-Ah, he escuchado de ella.

De pronto Milo tenía puesta toda su atención en lo que Shaka estaba contando. Recordaba haber escuchado varias historias increíbles sobre aquella isla, aunque él no sabía qué tan ciertas fueran porque nunca la había visitado.

-Pero también se dice que allí hay un árbol donde crecen manzanas que son capaces de curar cualquier enfermedad.

Sonaba demasiado bien para ser verdad, pero aquel era un lugar especial, y Shaka no era una persona que anduviera contando mentiras, así que la idea lo ilusionó.

-¿En serio?

-Quizás sea solamente una leyenda -aclaró Shaka.

-¿Dónde se supone que está ese árbol? -preguntó Milo. Era demasiado tarde para apagar la llama de la curiosidad.

-No sé. Quizás Afrodita lo sepa, sé que va a veces a ese lugar a conseguir semillas para su jardín.

A Milo no le agradaba demasiado Afrodita, que tenía solamente tres años más que él, pero actuaba como si creyera que eso lo hacía muy superior. No tenían mucho trato, en general cada uno iba por su lado. Pero esta vez Milo estaba dispuesto a tragarse su orgullo e ir a preguntarle con respecto a lo que Shaka le había sugerido.

El último templo parecía vacío. Entró teniendo cuidado de mirar a su alrededor, en el caso de que Afrodita apareciera de la nada. Lo llamó, pero no obtuvo respuesta. Estaba aún intentando detectar si había alguien más en el lugar cuando algo lo levantó en el aire tomándolo por los tobillos, hasta dejarlo colgando del techo boca abajo. Fue tan rápido que no tuvo tiempo de reaccionar hasta que se encontró envuelto por una especie de enredadera de flores con vida propia.

Mientras luchaba por zafarse escuchó que alguien reía a carcajadas. Una vez que dejó de balancearse y logró al menos apartar parte del pelo que le caía sobre los ojos, pudo ver que se trataba de DeathMask, que lo observaba desde abajo. A su lado estaba Afrodita, que sonreía divertido.

-¡¿De qué crees que te ríes, imbécil?! -gritó Milo, escupiendo algunos pétalos que habían terminado en su boca. DeathMask no pareció acusar recibo.

-Bueno, suficiente -sentenció Afrodita levantando una mano.

-No seas aguafiestas -se quejó DeathMask.

Aprovechando la distracción, Milo utilizó el filo de su Aguja Escarlata para escapar de la enredadera, y consiguió aterrizar de pie sobre el suelo.

-¿Qué te trae por aquí, Escorpio? -preguntó Afrodita, ignorando completamente la mirada furiosa de Milo, que estaba cubierto por pétalos y hojas. Milo pensó en atacarlos a los dos con su propia técnica para vengarse, pero se contuvo al recordar por qué estaba allí, aunque su voz estaba cargada de rabia cuando respondió.

-Quiero hacerte una pregunta.

-¿Sí? -Afrodita no se esperaba una visita de Milo, así que estaba levemente interesado en lo que lo había traído allí. Sin embargo, hizo lo mejor posible para disimularlo.

-Me dijeron que hay un árbol especial en la Isla de los Sanadores. Uno que cura enfermedades.

DeathMask estaba tentado a comenzar a reír nuevamente, pero Afrodita lo hizo callar con un gesto sutil. Quería escuchar lo que Milo tenía para decir.

-Ah, sí, ese árbol...

-¿Lo conoces...? -preguntó Milo, esperanzado.

-Quizás... -respondió Afrodita en un tono enigmático, escondiendo su rostro detrás de una enorme rosa.

-¿Cómo llego a él?

La enredadera que había quedado hecha pedazos en el suelo comenzaba a regenerarse lentamente, y Afrodita se tomó su tiempo para contestar mientras la observaba.

-Te lo diré con la condición de que me traigas algo de la isla -dijo finalmente.

Aunque pudiera parecer un poco sospechoso que Afrodita hubiera accedido tan rápido, Milo estaba dispuesto a creerle. Afrodita comprendió que Milo aceptaría la oferta solamente por ver la mirada en los ojos del otro, y sonrió.


Continuará :P

Notas finales:

Bueno, en realidad la última vez que publiqué un Camus x Milo en Amor Yaoi no recibí ningún comentario, pero de todas maneras aquí dejo este fic por el supuesto caso de que alguien se cruce con él y le guste XD (quién sabe).

La Isla de los Sanadores es mencionada en una sidestory acerca de Albafica de Piscis en Saint Seiya The Lost Canvas.


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