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Endless Rain por metallikita666

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Notas del fanfic:

 

 

Deseo dejar en claro que no poseo ningún tipo de animadversión contra ninguno de los personajes que aparecen en este relato. Muy por el contrario, los tres coprotagonistas forman parte de mis ídolos nipones más queridos, por lo que sus papeles en la historia obedecen solamente a la lógica interna de ésta. Ni ellos ni su música me pertenecen, así que estos son los créditos de las canciones utilizadas:

Endless Rain de X-Japan (contenida en su álbum Blue Blood de 1989)

Misshitsu de Buck-Tick (contenida en su álbum Six/Nine de 1995)

Taiyou ni Korosareta de Buck-Tick (contenida en su álbum Kurutta Taiyou de 1991)

Finalmente, hago constar que bajo ninguna circunstancia pretendo hacer mofa de la lamentable muerte de Hide Matsumoto. Para mí, como su fan que soy, no puede haber realidad más funesta que ese hecho. Aún así, si alguna persona llegase a sentirse ofendida por dicha referencia, debido a su incapacidad de separar la realidad de la ficción, declaro de antemano que me siento libre de toda responsabilidad. ESTA HISTORIA ES SÓLO UN RELATO FICTICIO, BASADO -SIN EMBARGO- EN PERSONAS Y HECHOS REALES. 

 

Advertencias: lemon hard (escenas homoeróticas explícitas), bondage (esclavitud), violación, violencia, angustia, mención al uso de drogas, lenguaje malsonante, muerte de un personaje (suicidio). 

 

 

 

Notas del capitulo:

 

Elaboré este escrito gracias a la inspiración que me producen mis bellos soles japoneses. Además, es el tributo que siempre he querido hacerle a la memoria de mi querido Hide, y que como no poseo el don del dibujo, concreté con la tal vez más dispuesta aptitud que tengo para las palabras. Donde quiera que estés, adorable arañita rosa, deseo agradecerte por la entrañable inspiración y la dulce felicidad que me brindan tu figura y tu música. Por siempre vivirás en nuestros corazones. ¡Feliz cumpleaños, precioso! 13 de diciembre de 2010.

 

 

PRÓLOGO

 

Pensativo y aparentemente ensimismado, el guapo vocalista fumaba, sentado en uno de los cómodos sillones del autobús de su banda. El vehículo había quedado desocupado –a excepción suya- desde que el comprensivo Toll se retirara por su propia voluntad. Mucho hacía ya desde que partiera el rubio seductor; no sabía cuánto. Aunque lo suficiente como para que el televisor apagado que miraba fijamente no dejara de devolverle una imagen irreconocible. Y es que había penetrado irresistible –de forma irónica- el femenino músico en su vida, dejando a su paso, cual torbellino, una maraña de sentimientos encontrados en la mente del menor. Repasaba uno a uno cada instante de aquella extraña y nueva experiencia, tratando de explicarse su mismo proceder.

–Pero es un hombre…- musitó aún incrédulo, reprochándole a sus instintos el conmoverse ante la remembranza. Era como si su cuerpo ya convencido, se debatiera con su conciencia, que aún se negaba a creerlo. Entonces, en medio de aquel delicioso silencio, el guitarrista líder y fundador de Buck-Tick, irrumpió en la estancia.

-Por fin te encuentro, Atsushi. ¿Se puede saber qué haces aquí tan tranquilo, cuando todos te estamos esperando para el ensayo final?...-

El aludido volteó el rostro, buscando a su interlocutor, aunque no con la más benévola de las miradas.

-No sé a qué tanta majadería de ensayar… Tocamos constantemente; practicamos cada día… ¿Por qué no tomarnos la jornada libre hasta que sea nuestro turno?-

-¡Esa es la razón por la cual los de X-Japan están de últimos en la velada! ¿Cuándo será el día que nos toque a nosotros tal honor, eh Atsushi?-

Sakurai clavó sus ónices brillantes, afilados como dagas, en Hisashi Imai. La mirada asesina –que jamás le viera, excepto por una vez, la cual desde siempre se empecinaba en olvidar- le heló la sangre. Por más que intentara evitarlo, no pudo dejar de traer al presente el día en que el pelinegro redujo a la más vil de las bestias a Watanabe-san, el que fuera su anterior mánager, con maneras que, aunque motivadas por razones en las cuales todos en el grupo coincidían, ninguno aprobó jamás; crueles como habían sido, protagonizadas por el de largo cabello azabache.

Su rostro, impasible como ahora, era una burla perenne, contrastado con las palabras que, una a una, iban saliendo de entre sus labios. Los sarcasmos más bajos, enmascarados con escogidas imágenes, golpeaban los oídos del hombre, ante la mirada perpleja de los demás miembros, quienes no cesaban de horrorizarse. El mánager prorrumpió en sollozos, llegando incluso a suplicarle a Sakurai que se detuviera.

Por toda respuesta, el más atractivo hijo de Fujioka esbozó su encantadora sonrisa –esa que constituyera la locura de sus miles de fanáticas, por el simple hecho de ver separarse las divinas comisuras- justo como en ese momento, después que identificara el espantoso recuerdo que contra su voluntad evocaba Imai. Había pasado tiempo desde entonces, pero la punzante corazonada jamás desapareció del pecho del guitarrista: Atsushi Sakurai no era el hombre que todos creían conocer. Encerrado dentro de su cuerpo, un monstruo desalmado se escondía, y no pasaría mucho antes de que alguien se viera obligado a satisfacerle con su sangre.

El rubio pelicorto dedicó un último atisbo a su compañero, plagado de repulsión y resentimiento, antes de volver a dejarlo solo. Éste, una vez recuperada la serenidad de su meditación, dio una nueva calada a su tabaco, celebrando así una y otra vez el estado que lo inyectaba de una fuerza hasta ahora desconocida. Su pasividad de hacía unas horas, a manos de quien parecía imposible de superar en esa faceta, había sido el preludio de un nuevo yo. Visto que poco importaba lo que se le pusiera delante, el verdadero objeto de su placer se develaba magnífico, esplendoroso; presto a ser gozado a través del excitante sendero del sadismo y la perversión.  

 

 

 

-Hide, ¿dónde está Yoshiki? Ya faltan menos de diez minutos para que salgamos a tocar…- le dijo Pata, al tiempo que llegaba a los tocadores, dispuesto a retocarse ligeramente el cabello y el maquillaje, los cuales se había arreglado en el camerino de Toshi, para respetar la convención que habían pactado internamente.

-No tengo idea- repuso la araña con voz desganada, acabando de colocarse el cabello en forma de tiara, hacia arriba, sobre la cabeza. –Creo que se fue a compartir impresiones con la gente de las demás bandas.-

Puso el bote de fijador sobre la mesa, con fuerza, indicando que ya no deseaba hablar más. Su compañero comprendió, permaneciendo en silencio, escudriñándolo con ojos curiosos, pero al notar que el guitarrista en verdad lucía apesadumbrado, prefirió salir de ahí. En el pasillo se topó con el vocalista de su banda, y estuvieron a punto de tropezarse.

-¿Qué hubo? ¿Apareció Yoshiki?- lo interrogó éste con tono impaciente, el cual se acrecentó al mirar el gesto de negativa en el rostro de Pata.

-¿Pero qué le pasa a ese tarado? ¿Acaso no se da cuenta de lo importante que es este evento para la banda?-

-Tendrás que hablar con él, a ver si a ti sí te presta oídos- murmuró Hide, saliendo del aposento. –Porque lo que soy yo, no gastaré saliva en él. Ya no más.-

Dijo, yéndose, sin esperar réplica alguna, caminando pesadamente hacia el escenario. En eso, la puerta del lado contrario se abrió, y el rubio pianista ingresó a los camerinos.

-¡A buenas horas llegas, irresponsable!- exclamó Deyama, dirigiéndose al baterista. -¿Se puede saber dónde estabas?-

Yoshiki abrió mucho los ojos y entreabrió los labios, esbozando su eterno gesto de preocupación. Respiró agitadamente, ya que en realidad no sabía qué decir. Fijó la mirada en la silueta lejana, que estaba por perderse de vista, la cual, sorpresivamente, se volteó.

-Toshi, déjalo en paz- ordenó Matsumoto, clavando sus bonitos ojos café en el interpelado. –Lo que anduviera haciendo Yoshiki a ti no te incumbe, y cuanto más tiempo desperdicien discutiendo, más tarde saldremos a escena.-

Todos enmudecieron por un instante. Aún así, Hayashi intentó hablar, pero fue silenciado por la actitud de Hide que, dándole la espalda, continuó su camino.

Estando todo dicho, Yoshiki se dio por vencido momentáneamente, afanándose por alistarse para recuperar el tiempo perdido. Sin pensarlo mucho, ató su cabello en una cola alta, se cambió la gabardina y pintó sus párpados con una sombra rosa suave, la cual no dejó de mirar con ceño fruncido y lágrimas en los ojos, como si se tratara de la araña misma.

Durante todo el concierto, Matsumoto mantuvo la mirada al frente, compartiendo con sus compañeros de banda y con el emocionado público, pero no le dedicó ni un solo atisbo a Hayashi, quien, por su parte, no dejó de mirarlo, y sus tradicionales actuaciones fueron las más sentidas de su carrera, llegando a conmover incluso a sus fanáticos más racionales.

Una vez acabado el concierto, los chicos retornaron a sus cubículos, tras dejar a su público sorpresivamente sin bises, pues el primero en retirarse fue el baterista, que solía, por lo general, quedarse animando a los fanáticos para que los pidieran.

El rubio corrió a su camerino, intentando esquivar los reproches de sus compañeros. Una vez que penetró en él, cerró con llave la puerta, acomodándose en uno de los sillones, abrazándose las rodillas, vuelto hacia la que portaba cerrojos, aguardando que fuera tocada. Contra todas sus esperanzas, ningún puño golpeó la madera; sólo una suave voz se oyó del otro lado.

-Si no me abres de una vez, iré a cambiarme al cuarto de Toshi. Ni pienses que te voy a rogar.-

Un suspiró escapó de entre sus labios, y su cuerpo actuó a voluntad, empujándolo a levantarse. Se allegó a la puerta, pero dudó por un momento llevar a cabo lo que debía.

-Hide…- susurró mientras ponía su mano en el cerrojo, moviéndolo lentamente –Yo…- volvió a articular, una vez que ya no los separaba la puerta, sintiendo que las lágrimas pugnaban por escaparse nuevamente de sus orbes.

-No digas nada. No es necesario- replicó amargamente el guitarrista, posando la mirada brevemente en el femenino rostro de su novio. Había utilizado las palabras que siempre calmaban las reyertas entre ambos, tras las cuales venía un abrazo, un beso y el reconfortante perfume de su cuerpo.

Los ojos del menor brillaron, al tiempo que las comisuras de su rosada boca se alargaban, prestas a dibujar en su faz una sonrisa. Pero el brote fue segado violentamente; en vez de regresar a él sus ojos con gesto benevolente, Hide azotó la puerta contra la pared, pues ésta pretendía cerrarse nuevamente, estando a punto de tocar por detrás el cuerpo de Yoshiki.

Sin agregar nada, caminó hacia dentro de la habitación, dejando atrás a su confundido amante. Comenzó a quitarse el colorido maquillaje como siempre lo hacía, luego de despojarse de la camisa larga que cubría su torso y brazos.

-¡Hideto, mírame!- demandó el rubio, profundamente ofendido por el desaire del chico. Aunque osado por haberle gritado, se sintió también abrumado por la vergüenza, debido a lo cual desvió el rostro, estrujando la falda de su gabardina entre los dedos de su diestra.

-¿A qué mirarte, Yoshiki? Si te conozco centímetro a centímetro…-

Cepillaba lentamente su cabello rosa, haciendo de cada pasada un alargamiento del tortuoso silencio. Hayashi permanecía abrazado a sí mismo, ocultando el semblante bajo sus larguísimos cabellos, aunque sin despegar los ojos del guitarrista. Éste acabó de peinarse, finalmente, y tras dejar el cepillo sobre el tocador, se dirigió a donde estaba el menor.

Después de cerrar la puerta, se ubicó detrás de él y colocó las manos en sus hombros. Acercó el rostro a su cuello, internando la nariz entre los blondos rizos y aspiró la fragancia de su cuerpo. En silencio, llevó las manos al frente, despojando a Yoshiki de la prenda, con sensualidad.

-¡Ah, Hide, no!...- exclamó delicadamente el rubio, llevando sus suaves y largos dedos de pianista a una de las manos ajenas, fingiendo que pudorosamente detenía a su amante. Pero el pelifucsia, que bien conocía sus mañas, continuó, tirando finalmente la gabardina al suelo.

-Amor, tengo que bañarme…- argumentó de nueva cuenta el baterista, al tiempo que era presa de las seductoras caricias del mayor, el cual le tocaba el pecho ardorosamente, recorriendo sus músculos; delineando cada uno con pasión.

-¡Ah!... Nhm…- comenzó a suspirar, sintiendo que la lúbrica pasión se encendía en él, pues Hide conocía a la perfección sus puntos débiles. –Cielo, detente, por favor…- Pero a modo de respuesta, los dedos ajenos se desplazaron a sus pezones, y apresándolos, comenzaron a pellizcarlos, rodeando luego la areola con las yemas, hasta que se pusieron erectos.

-…¿Seguro que quieres que me detenga?...- murmuró la araña a su oído, lamiendo luego el cuello salado y terso del menor.

-Ah… Mmmm… Nhh…- repuso Yoshiki, gimiendo, para luego levantar una mano y tomar el rostro ajeno, al tiempo que volteaba el suyo, buscando desesperadamente los labios de su novio. Los suyos, suaves y sensibles a consecuencia de las voluptuosas sensaciones, no tardaron en separarse, y su lengua cálida y húmeda irrumpió en la boca de Matsumoto, en la cual también empezó a ahogar sus gemidos.

El mayor desplazó la diestra al bajo vientre del rubio, manoseando agitadamente su hombría. Los besos, tornándose cada vez más apasionados y profundos, pronto hicieron temblar las rodillas de Hayashi. Aprovechando su estado, el pelifucsia introdujo la mano bajo la ligera malla del menor, asiendo su órgano completamente erecto.

-¡Ah, no!... ¿Vamos a hacerlo… aquí?- inquirió el bello rubio, entre jadeos.

-¿Y qué más da? No es como que lo hayamos evitado antes…- repuso, sonriendo pícaramente, mientras observaba el adorable y excitante sonrojo del pianista. –Lo que sí no hemos hecho, hasta ahora, es dejar nuestro recuerdo en la alfombra…-

Y tomando a Hayashi por el cabello, tiró de él, obligándolo a echar la cabeza hacia atrás. Sus dedos descorrieron el prepucio ajeno, sintiendo inmediatamente todo el presemen que cubría su glande, y tras recoger un poco en la yema de índice y dedo medio, sacó la mano de debajo de su prenda.

-Agáchate… mi vida…- suspiró, esbozando media sonrisa, lamiendo luego sus propios dedos, que contenían parte de la esencia del baterista. Su gesto lascivo fue contemplado por el rubio, quien cayó inmediatamente de rodillas y, hambriento, se abalanzó sobre la entrepierna de Hide, desabrochándole el pantalón y la bragueta.

La araña solamente lo miraba, enredando los dedos en su cabello, acariciándolo. El pianista extrajo la virilidad del mayor de entre su ropa, y luego de observarla por unos instantes, entrecerró los ojos, lamiéndole la punta. Recogió con la lengua todo el viril fluido que en el órgano ajeno se encontraba, saboreándolo; tragándolo luego. Después abrió los lindos orbes por completo, alzando la mirada, viendo al mayor mientras volvía a lamer su miembro, esta vez pasando la lengua por toda su extensión. El atisbo infinitamente lujurioso del menor causó un efecto inmediato en su amante: su hombría, ya bastante rígida, dio un pequeño salto a voluntad.

Yoshiki sonrió suciamente ante el acto, usando la diestra para sostener el falo ajeno. Lo tomó con firmeza, y separando los labios, se lo introdujo en la boca. Chupó primero toda la punta, juntando de nueva cuenta los labios, estratégicamente, para constreñir la carne. Acto seguido, metió hasta la mitad del cuerpo del órgano, presionándolo con el paladar. Su lengua se restregaba contra la delicada piel, reconociendo incluso los contornos de las henchidas venas del pelifucsia, quien ya para entonces se encontraba bastante perdido en el placer.

-…Ahhh… Sí… así… continúa…- rogaba quedo, entre dientes, apretando el blondo cabello entre sus dedos y empujando ligeramente la cabeza del pianista. Éste, complacido con las órdenes, no se hizo de rogar, y pronto comenzó a meter y sacar el miembro de su boca, más rápidamente.

-¡Ah, no, espera! ¡Si sigues así no podré contenerme!...- se quejó Hide, frunciendo el ceño por la deliciosa sensación. Sin esperar réplica, apartó al rubio de su cuerpo y acabó de bajarse los pantalones, previendo una mayor comodidad.

Hayashi comprendió sus intenciones, sentándose entonces sobre las pantorrillas primero, para luego recostarse por completo sobre la mullida alfombra. Yaciendo boca arriba, separó las piernas, habiéndose sacado previamente la malla. Alargó los brazos hacia Hide, con gesto anhelante. Una vez que lo tuvo encima, se revolvió ligeramente sobre su abundante cabello, el cual daba la impresión de ser el lecho mismo de sus amores. Matsumoto se quedó prendado por unos instantes de la belleza del cuadro, estirando una mano para tomar un rizo del menor, experimentando la sedosa suavidad que conmovía su corazón.

Su femenino novio lo abrazó por los costados, demandando de él un suave pero ardoroso beso, juntando las piernas un poco, luego de que aquel se hubo acomodado sobre su cuerpo. Sus manos, adornadas con largas uñas primorosamente pintadas, le recorrieron la espalda, que se encontraba ligeramente perlada por el sudor, a causa de la agitación previa. Conforme sus lenguas se entrelazaron más y más profundamente, los roces se convirtieron en insinuantes arañazos.

-Ahora es el momento… Haz que me venga dentro de ti…- susurró el guitarrista sobre los labios ajenos, tomando su hombría para dirigirla a la entrada del menor. La generosa cantidad de saliva que el rubio le había dejado en el glande se prendó primero de los tiernos pliegues de su ano, humedeciéndolos, logrando que se separaran gentilmente para dar paso al enhiesto órgano. Éste entró con firmeza, y la primera de las embestidas resultó deliciosa para ambos.

-¡Ahh!- gritaron ambos al unísono, disfrutando cada uno a su manera el contacto. El rubio clavó las uñas en la blanca piel de su amante, separando más ambas piernas.

-¡Ah, sí, amor! ¡Te extrañé tanto!- sollozó el pianista, removiéndose bajo el cuerpo del chico, sintiendo las cosquillas placenteras que el pelo de la alfombra le hacía en la espalda. Hide se recargó en ambos brazos, colocados a sendos lados de la cabeza del menor, y bajando la mirada, dio inicio a las acometidas, cada vez más rápido. Fuertes y constantes, surtieron inmediato efecto en el deseoso rubio, cuyos gemidos y jadeos llenaron los oídos del guitarrista. Pero éste, aunque también gozaba del acto, no cerró los ojos en ningún momento. Sus orbes, clavados en el rostro ajeno, observaban con vehemencia cada uno de sus gestos, grabándoselos en la mente como una inscripción a cincel. Pero a cincel sobre carne.

-Ahh… Hide…- suspiró Yoshiki, cuando por un cambio de pose, las embestidas se tornaron lentas y profundas, tomando luego entre ambas manos el rostro de la araña. Lamiendo sus labios apretados, logró robarle un gemido, cuando en el mismo momento contraía su cavidad.

-Júrame… que al único que le permites poseerte de esta manera… es a mí… ¡Ahh!- pidió, antes de enredar la suya con la lengua ajena, llegando hasta el fondo del recto del pianista. Su respuesta fue un ininteligible asentimiento, implícito en una avalancha de gemidos. La presión se tornó entonces insoportable, y tras morderse el labio inferior, Matsumoto eyaculó en el interior del rubio.

Luego de los instantes de clímax, desfalleció inevitablemente, cansado como estaba por el concierto. La tersa anatomía de su amante soportó su peso, mientras éste, a su vez, también se venía. El grito postrero fue el de Hayashi.

 


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