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Hoy es un día especial ¿lo compartimos? por Paz

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Notas del fanfic:

Llevo mucho tiempo sin felicitar a Kaede por su cumpleaños, por ese motivo me he propuesto escribir esta pequeña historia deseándoos a todas/os que os guste y que tengáis una feliz entrada de año. ¡Muchas felicidades a todas/os!!

Hoy es un día especial ¿lo compartimos?

 

Basado en Slam Dunk de Inoue Takehiko, cuyos derechos de autor le pertenecen

 

By Paz

 

Capítulo Único

 

No podía decirse que aquella noche era como cualquier otra. Era el último día del año y el ambiente festivo llenaba las calles de luces fosforescentes, de adornos navideños en escaparates para llamar la atención de los viandantes, de personas que se cruzaban cargadas de bolsas con las compras de última hora, sin embargo, para él era todos iguales. Excepto quizá por esa súbita tormenta de nieve que se había desatado, como si los elementos meteorológicos quisieran demostrarles que ellos también iban a estar presentes en ese día.

 

Buscó una calle poco transitada, cruzó un par de calles antes de internarse por una escasamente iluminada por los focos de luz. Allí se respiraba tranquilidad y él a pesar del viento y la nieve, fue aminorando el paso, para recrearse en esa quietud.

 

Fue por eso que se fijo en unas ventanas iluminadas al ras de la calle, del interior llegaba una música relajante, serena, como si el propietario del lugar pensará que era así era el mejor modo de acabar ese año.

 

Al mirar hacia el interior, se dio cuenta que era un local de comidas autoservicio, de esas que comenzaban a ponerse de moda, donde uno pagaba una cantidad y podía comer todo lo que quisiera. Pensó que era un modo de terminar ese año, comiendo hasta el hartazgo, no tenía mejor cosa que hacer excepto que seguir bajo la tormenta y agarrar un resfriado, por ello miró en busca de la puerta de entrada, enseguida se dio cuenta de las escaleras que descendía hacia el sótano del edificio y que había sido habilitado como un restaurante de comida rápida.

 

Descendió los escalones agarrándose con cuidado a la barandilla, tanteo en busca del picaporte, la hoja de madera se abrió apenas lo manipulo y una bocanada de calor le dio en el rostro. Se apresuró a cerrar tras él para impedir que el ambiente se enfriara.

 

-Buenas noches…. –saludó al hombre mayor que se acercó apenas oyó la puerta abrirse- ¿Tienen mesas libres? –preguntó pensando que el local debía estar a tope.

 

-Puede elegir la que desee –dijo tras saludarle- Normalmente tenemos más clientela, pero esta noche desean pasarla con la familia o los amigos.

 

Se quitó los guantes y el gorro, hizo ademán de guardarlo en el bolsillo de su abrigo sin sacudir los copos de nieve.

 

-No le importe mojar el piso. Hemos puesto unas esterillas para evitarlo. –dijo observando la altura de su cliente y el cabello pelirrojo que llevaba recogido en la nuca.

 

Dirigió la mirada al piso confirmando sus palabras. Solo entonces accedió a su demanda, con el abrigo desabrochado, el calor allí empezaba a ser sofocante, pero por comodidad esperó a quitárselo cuando estuviera ubicado en una mesa.

 

Tomó una bandeja y los cubiertos correspondientes y fue pasando por el expositor donde en boles metálicos se encontraban los más variados alimentos, él se sirvió un poco de todo hasta llegar a las bebidas, tomo un refresco  y con una agradable sonrisa se situó al lado de la caja, sacó su cartera y le entregó dos billetes de diez dólares, recogió el cambio y se alejó hacia el lugar habilitado como comedor.

 

Se quedo bastante sorprendido, apenas media docena de mesas estaban ocupadas, se ubicó en la más próxima, dejando la bandeja y procediendo a quitarse el abrigo que dobló con cuidado y lo dejo en la silla junto a la que iba a sentarse.

 

Comía despacio pues no tenía ninguna prisa, su tren había tenido problemas para continuar su trayecto, un derrumbe de tierras y rocas había dejado el servicio interrumpido, al enterrar prácticamente las vías bajo el desprendimiento de parte de una ladera. Se quedó ahí atascado porque el servicio de autocares tampoco se atrevían a salir con ese tiempo, por lo que debía esperar allí algunos días hasta que los trenes pudieran circular en ambos sentidos.

 

Mientras comía pensó que el destino confabulaba a su favor, lo que él no se había atrevido a hacer durante los años que había estado en la costa oeste, el tiempo y los elementos jugaban a su favor dejándole en la misma ciudad que estaba él. Al parecer debía agradecer ese empujón que le ha dejado tirado en esa ciudad.

 

Solo quedaban unos pocos minutos para el nuevo año y debía hacerse un firme propósito, encontrarle, decirle lo que sentía, sabía por la prensa que seguía siendo insociable en su trato con las mujeres, que no se le conocía pareja fija, ni hombre ni mujer, lo que a él le daba cierta seguridad de ser escuchado y de tener una mínima esperanza.

 

-Mi propósito para el nuevo año es firme, tengo que encontrarle…, si esa será mi única meta a partir de este instante, nada ni nadie me apartará de ese propósito, encontrarle como sea... –musitó para si mismo, sin percibir que estaba hablando solo.

 

****************

 

Llevaba un largo rato en aquel lugar, al cliente habitual a ninguno de los empleados le llamó la atención que estuviera allí, cierto es que le miraron un tanto extrañados, pero ya estaban habituados a verle solo, por lo que enseguida sus miradas se apartaron de él, lo que agradecía porque no tenía ganas ni interés en dar explicaciones del porque, en ese día que consideraban especial continuaba arrastrando su soledad.

 

Su corazón ansiaba sentirse querido, no, no le importaba el cariño, él quería amor, saber donde se encontraba la persona que había atrapado a su corazón. Era irónico, él, al que todos consideraban un ser incapaz de tener sentimientos, se había enamorado de un ser que a sus ojos era perfecto a pesar de todas sus imperfecciones, reconocía sus buenas cualidades al mismo tiempo que sus fallos, solo que estos no eran tantos como para pensar que era un chico malo.

 

Todos cometían errores y el suyo fue callar esa intensa emoción que él le provocaba, ese sentimiento cálido que llenaba su corazón, haciéndole desear acercarse a él, preguntarle si era capaz de amar a un chico, pero no a cualquiera, sino a él, solo a él. Nunca se atrevió a encararlo, sobre todo por miedo al rechazo, y porque todos sabían el enamoramiento que el pelirrojo sentía hacia esa chiquilla que solo le consideraba un buen amigo.

 

Saberlo fue el principal motivo por lo que nunca intento declararle sus sentimientos, su rechazo le hubiera destrozado, así al menos podía creer que tenía alguna esperanza. Supo, durante el entierro del entrenador Anzai que Sakuragi había abandonado Kanagawa tres años atrás y que nadie sabía de él, supuso que sus amigos lo sabrían, pero estos tampoco vivían en la ciudad por lo que no tuvo modo de saber si ellos conocían su paradero, se habían dispersada llevando sus vidas lejos unos de otros por lo que le contaron. No es que le interesara saber de ellos, simplemente escuchó con la debida atención a su interlocutor, un anciano que al parecer sabía mucho de todos ellos, más tarde se enteró que era el dueño del Danny’s, el local donde muchos adolescentes acudían a la salida de sus institutos.

 

Regresó a Nueva York, consciente de que su sino era continuar solo, y aunque más tarde se propuso tratar de encontrar otro amor, ninguno en los que ponía su atención, decía nada a su corazón, solo Sakuragi había conseguido que vibrara en su pecho y su recuerdo de él permanecía intacto a pesar del tiempo transcurrido. Aunque le amaba no había permanecido casto a su recuerdo,  manteniendo relaciones esporádicas, si bien esos ocasionales amantes acaban cansándose de él porque no entregaba su corazón, por la frialdad de esos amoríos sin que la pasión encendiera su cuerpo.

 

Fue en ese instante cuando unas palabras susurradas llegaron hasta él, pensó que era la primera vez en mucho tiempo que sentía esos fuertes latidos, llevándose la mano al pecho como si intentara evitar ese golpeteo, nunca antes el sonido de una voz varonil había conseguido en él ese efecto. Estaba mal que se diera la vuelta para fijarse en esa persona que estaba a su espalda, las palabras repetidas como un mantra volvió a escucharlas.

 

-Mi propósito para el nuevo año es firme, tengo que encontrarle…, si esa será mi única meta a partir de este instante, nada ni nadie me apartará de ese propósito, encontrarle como sea...

 

Y entonces lo supo, ese tenía que ser también su propósito, ese desconocido le había abierto los ojos al entendimiento y también él, en su mente se repitió esa intención. No importaba el tiempo que tardará en conseguirlo, si era preciso contrataría a un investigador privado para que rastreara su paradero, estaban en la era de la informática, era imposible que no se encontrará un rastro de él a través de la red, todo estaba informatizado, los comercios, los bancos con sus tarjetas de crédito o de débitos y principalmente los préstamos, todo pasaba a través de Internet, en alguna parte Sakuragi ha tenido que hacer algún uso de ella, aunque solo fuera para usar su tarjeta de crédito. ¡Qué tonto fue, como no se dio cuenta antes de esa increíble posibilidad!, el gozo que sentía era tal que le hizo recordar que había visto una deliciosa tarta de chocolate y sabiendo que le gustaba a Sakuragi, se levantó dispuesto a romper su propia norma: nada de dulces.

 

Al levantarse, observó que la mesa tras él estaba vacía, sin embargo, un abrigo cuidadosamente doblado y colocado sobre una silla indicaba claramente que su dueño aún continuaba allí, ya que era imposible salir a la calle desabrigado con aquel tiempo infernal.

 

****************

 

Dos mismos propósitos intervinieron en aquel instante, dos manos que se estiraron para agarrar la última ración de una tarta de chocolate con almendras, dos apresuradas retiradas farfullando una disculpa, dos pares de ojos cuyas miradas quedaron sorprendidas y en la que demostraban a las claras que a pesar del tiempo que no se veían se reconocieron.

 

-Hoy es un día especial ¿la compartimos? –preguntó Hanamichi librándose de la emoción que le embargaba, manteniendo su mirada firme, sin apartarla de su rostro, de esa su mirada azulina que mostraba una calidez que nunca antes recordaba haber visto en él.

 

-¿Estás seguro? –preguntó Kaede un tanto sorprendido por su propuesta y la cordialidad que había en su tono de voz. Como si fueran dos amigos que se reencontraban después de mucho tiempo, no quería ser él quien rompiera aquella aparente tregua que el paso del tiempo había atemperado su forma de ser.

 

-Sí, mi mesa está ahí mismo –dijo yendo hacia ella y llevando consigo la tarta que ambos deseaban, sin esperar su respuesta, algo en su mirada le decía que él le seguiría

 

Y así fue.

 

-Yo ocupaba esa…

 

Dándose cuenta entonces que habían estado sentados espalda contra espalda, Sakuragi era la persona que al oírla hablar había alterado su corazón y sintió tristeza porque estaba dispuesto a encontrar a alguien, interrumpió el contacto con ese pensamiento por acababa de darse cuenta que por su forma de expresarse daba a entender que podía tener posibilidades si conseguía que olvidara su propósito. No iba a dejar que nadie se lo quitara, no cuando su karma, las buenas acciones de sus vidas pasadas le ponían a su lado, excepto si realmente Sakuragi estaba realmente enamorado, ¿Por qué quien era él para separarle de su verdadero amor? La convicción que había en las anteriores palabras del pelirrojo así se lo daba a entender. Tenía que conseguir enterarse quien era esa persona para saber si realmente tenía que apartarse porque la felicidad de Sakuragi estaba por encima de sus sentimientos. Si tenía que sacrificar su amor en aras de su felicidad no dudaba en hacerlo, solo necesitaba sonsacarle todo lo referente a esa persona que se había propuesto encontrar.

 

Mientras Sakuragi recogía sus cosas para dejar libre su mesa, se sentó en su sitio procediendo a repartir el trozo de tarta, dejando frente al pelirrojo su parte.

 

Se fijó como diseccionaba en trozos menudos, cada pedazo que llevaba a su boca la expresión de su rostro mostraba el deleite que estaba sintiendo.

 

Rukawa no podía apartar su mirada de esos labios que se movían invitadores, ni de esa boca que le incitaba a ser invadida, sacudió la cabeza para apartar esos pensamientos lujuriosos de su mente, mejor era que no se hiciera ilusiones con el pelirrojo, conocía su firme carácter y si él decía que no, era que no.

 

-¿Y qué es eso que festejas? –sentía curiosidad porque aparte de ser el último día del año, para él era como cualquier otro.

 

-Bueno…, considerando que es fin de año –su mirada parecía decirle que ya lo sabía- y que pronto será otro día –miró su reloj y comenzó a contar los segundos de atrás hacia delante- nueve… ocho… siete… seis… cinco… cuatro… tres… dos… uno… -apartó la mirada del segundero- ¡¡Feliz cumpleaños, Kaede!! –y sonrió divertido cuando le vio abrir la boca con una expresión de desconcierto tan divertida que supo que le había dejado más que sorprendido, el brillo de su mirada le hizo saber que el Rey del Hielo también tenía su corazoncito, en las mesas próximas el alboroto por el nuevo año se dejaba oír- ¡Feliz Año Nuevo!! -añadió.

 

-Gracias…, aún me quedan ocho horas para poder celebrarlo –nunca antes había estado pendiente de ese fecha que siempre pasaba inadvertida, prefería olvidarla porque le recordaba el desapego de sus padres, oír su nombre en sus labios le produjo un delicioso escalofrío.

 

-Entonces, volveremos a hacerlo con el desayuno. –afirmó.

 

-¿Estás diciendo lo que creo? –preguntó mirándole con fijeza para ver si era sincero o no, al tiempo que su corazón latía esperanzado.

 

-Si tú quieres, sí.

 

-¿Ahora? –preguntó impaciente.

 

-Cuando acabes tu tarta.

 

Kaede miró el trozo intacto y se apresuró a comérsela.

 

Algún tiempo después los dos se internaban por las atestadas calles de la iluminada ciudad, en la que ruidosos viandantes estaban celebrando jubilosos ese nuevo comienzo de año. Ahora yendo acompañado había dejado de preocuparle, ni el estridente sonido musical que salían de las diferentes tiendas o locales de diversión, ni los empujones inadvertidos, ni nada, solo era consciente del brazo de Hanamichi rodeando su cintura y manteniéndole con firmeza contra su costado para protegerle de la multitud que celebraba ruidosamente ese nuevo comienzo de año.

 

****************

 

Apenas traspaso el umbral Sakuragi quedo gratamente sorprendido al ver donde vivía Rukawa, el apartamento, si podía llamárselo así estaba situado en el último piso de un antiguo edificio, totalmente diáfano, y solo separado por lo que creyó que eran muros de obra y que más tarde al acercarse descubrió que se trataba de muebles cuya utilidad quedaba a la vista cuando se acercaba y los bordeaba.

 

-¡¡¡Wooowww!!! –exclamó al ver el interior.

 

Paredes de ladrillo a la vista, dos grandes ventanales arqueados cubrían todo el frente, la altura del techo grosso modo le pareció que tenía más de seis metros y en el destacaban un sistema de vigas entrecruzadas que sostenían la cubierta del edificio.

 

Se adentró en el loft siguiendo sus pasos.

 

Lo que estaba a la vista era aún más grande que su propia casa.

 

Distinguió una enorme chimenea de albañilería construida en medio de la estancia, más tarde pudo ver que servía de muro de separación de otra estancia tan grande como la que tenía a la vista. Una alfombra de seis metros por seis estaba ubicada junto a uno de los ventanales, sobre ella una mesa baja y un par de sofás de tres cuerpos formando un ángulo recto, en un muro de piedra estaba colgada una televisión que si bien era de cincuenta pulgadas parecía pequeña en aquella sala.

 

Los suelos de tablas de madera, habían sido tan pulidas que daba la impresión que uno quedaba reflejado en ellas.

 

Llevados por la costumbre, los dos se habían descalzado junto a la entrada, así que pudo moverse de un lado a otro despreocupadamente. Le había entregado a Rukawa su abrigo y su bufanda, y mientras él atravesaba la larga estancia, él se dedicó a observar todo a su alrededor.

 

Se acercó al ventanal y miró al exterior, desde allí la vista del rio Hudson y su otra orilla era increíble.

 

El mobiliario daba la impresión que era escaso debido a la amplitud de aquel loft, sin embargo, nada faltaba que pudiera ser útil. No sabía dónde había ido Rukawa, suponía que a ponerse cómodo, por lo que se entretuvo deambulando por el loft, tras la chimenea estaba ubicada la cocina, quedando fuera de la vista de cualquiera que entrará. Mesa y sillas era todo el mobiliario en esa zona. Las distribuciones de los muros estaban ubicadas de tal modo que no impedían que la claridad que provenía de los ventanales se viera disminuida, aun así lámparas de pie y de techo estaban ubicadas estratégicamente.

 

Una decoración minimalista.

 

Se fijó que también había habitaciones privadas, porque una puerta de madera marcaba un espacio cerrado, supuso que ahí estaba Rukawa, así que siguió con su paseo hasta desembocar en un tramo de escaleras que descendían, más no fue eso lo que abrió mucho sus ojos, sino lo que aquel espacio contenía.

 

Abrió y cerró varias veces los ojos, pasó su mano por ellos, hasta que finalmente se convenció que lo que estaba viendo era real. Ante su mirada asombrada y la mandíbula caída por la impresión estaba viendo una cancha de basquetball, no un aro colgado de una pared, sino una cancha profesional, por sus dimensiones no dudaba que tenía las medidas estándar además de contar con sus correspondientes áreas marcadas, en ambos extremos dos aros fijados al piso con una base de albañilería dejaban ver que Rukawa seguía siendo un apasionado del básquet. Allí en el interior de la vivienda había una autentica cancha de basquetball.

 

-¿Te gusta? –preguntó apareciendo tras su espalda.

 

-Es increíble. ¿Cómo… cómo…? –por primera vez se quedó sin palabras.

 

-Tenía espacio y ninguna cancha lo suficientemente cerca, así que pensé que podía tenerla y practicar sin necesidad de preocuparme si había mal o buen tiempo, si llovía o nevaba, si hacía frío o calor.

 

-Es impresionante… -murmuró finalmente volviéndose a mirarlo convencido que la expresión tonta de su rostro había dado paso a otra más normal.

 

-Aún no has visto todo…

 

-¿Hay más? –preguntó sin preocuparse si su rostro mostraba las emociones que estaba experimentando.

 

-Ya lo irás viendo… ¿Quieres seguir o prefieres acompañarme mientras cocino?

 

-Iré contigo.

 

****************

 

-Seguí tu carrera deportiva hasta que te retiraste, me sorprendí cuando lo hiciste. –observó que su rostro se ensombrecía y supo que era un tema del que era mejor no mencionar, se reprendió a si mismo por su torpeza, y como queriendo hacerle olvidar su comentario, miró alrededor y se apresuró a preguntar- ¿Cómo es que decidiste a instalarte en Manhattan?

 

-No tenía intención de regresar a Kanagawa, allí no tengo familia, ni nadie que me esperara, por ese motivo invertí mis ganancias en esta propiedad –respondió Rukawa a su pregunta cuando los dos estaban cómodamente sentados, tras un relajante baño y una frugal cena.

 

-Es impresionante la obra que se ha llevado a cabo aquí. ¿Cómo fue que se te ocurrió comprar en el Soho?

 

-Había muchas fábricas abandonadas y los precios eran muy accesibles, fui uno de los muchos que tomaron esta zona como lugar de residencia. Algunos avispados comenzaron a rehabilitar edificios enteros para revender a precio de oro, tuve suerte y pude hacerme con este lugar. Estuve un año luchando para conseguir los permisos pertinentes para que la obra pudiera hacerse. Contraté a una empresa de arquitectos para que adaptaran todo a mis necesidades, durante tres años se llevó a cabo una reforma integral, se tiraron tabiques y se reforzó suelos y techo. Ahora me siento satisfecho con el resultado.

 

-¿Qué utilidad tiene esa barra metálica con la abertura en el piso?

 

-El edificio data del siglo XVIII, por aquel entonces se utilizaba como cuartel de bomberos y era utilizada cuando sonaba la alarma, el personal bajaba rápidamente a través de ella. Pensé que no solo podía ser decorativa, sino también útil y ahí está. Solo tienes que tener cuidado para no caer de cabeza al piso de abajo. –sus labios se curvaron en una sonrisa al decirlo.

 

Le devolvió la sonrisa, mucho había cambiado Rukawa si era capaz de sonreír y de hacer bromas a su costa.

 

-¿Qué te hace pensar que me quedaré aquí? –preguntó a su vez mirándole con calidez.

 

-Cierto, aún no hemos mencionado ese tema. –respondió sin sentirse molestó por lo que su pregunta daba a entender. Él tampoco quiso apresurarse, estaba seguro que si se lo proponía esa misma madrugada conseguía que Hanamichi accediera a todas sus demandas- ¿Hace mucho que vives aquí o acaso estas de paso?

 

-Tengo una cabaña en Maine, en Foxfire –ahora pudo ver que había conseguido sorprenderle.

 

-¡Qué coincidencia! –no había olvidado como él solía llamarle.

 

-Sí, yo también lo pensé. –un brillo pícaro resplandeció en su mirada.

 

-Puedo saber ¿cómo es que llegaste ahí?

 

-La versión corta, es que mis padres estaban separados, mi madre y mi hermano mayor vivían en Maine, mi padre y yo en Kanagawa, al fallecer mi padre, estuve una temporada viviendo solo hasta que mi madre se enteró y me mandó llamar, yo no quería dejar Japón, era para mí un cambio radical, no conocía el idioma, iba a dejar de ver a mis amigos y a la gente que quería, hasta que imperativamente, mi madre me envió un billete de avión y no tuve más remedio que tomar ese vuelo y aquí estoy… -concluyó.

 

-¿Te enteraste que falleció el entrenador Anzai? –preguntó suavemente.

 

-Si…. Lo sentí mucho, había pasado el tiempo de duelo cuando Yohei me lo comunicó. Hice un viaje relámpago para presentarle mis respetos ante su tumba. ¿Tú fuiste?

 

-Sí, alguien de la Embajada se puso en contacto conmigo, el entrenador Anzai pedía hablar conmigo, nunca supo de qué, murió antes que pudiera llegar a su lado. –dijo con pesar.

 

-No te lamentes por eso, yo puedo decírtelo…

 

-¿Tú? –Preguntó sorprendido- ¿Cómo es posible?

 

-Cuando fue a ver la señora Anzai, me comentó que al revisar los papeles de su esposo encontró dos sobres, uno dirigido a ti y el otro para mí. Leí su carta, eran apenas unas líneas, me pedía que me hiciera cargo de tu carta, porque suponía que viviendo los dos en este país tenía más posibilidades de contactar contigo.

 

-¿Sabes lo que decía la carta? –preguntó.

 

-¡Me ofendes! –Exclamó- La correspondencia ajena es sagrada. Jamás se me ocurriría abrirla.

 

-Disculpa… no pretendí decir tal cosa… solo preguntaba si en tu carta te daba alguna pista acerca de lo que quería decirme.

 

-No.

 

-¿La tienes contigo?

 

-¿Aquí? ¿Ahora? –Vio el gesto de asentimiento de Rukawa- No, está en mi cabaña. Tendrás que venir conmigo para leerla y si es que la encuentro. –añadió.

 

-¿La has perdido? –preguntó con incredulidad.

 

-No… la guarde hace seis años. No he vuelto a verla desde entonces, supongo que sigue en el mismo lugar donde la deje.

 

-¿Recuerdas donde la metiste? –preguntó al ver su gesto pensativo.

 

-Suelo guardar en mi escritorio lo que no tengo que extraviar –con esas palabras estaba reconociendo que no era muy ordenado respecto a sus cosas- Tiene que estar ahí. –aunque se mostraba dubitativo.

 

Las horas pasaban y ellos continuaban hablando, como si buscaran enterarse de cómo habían sido sus vidas durante el tiempo que estuvieron separados y finalmente abordaron el tema que realmente les importaba, para entonces habían acabado sentados sobre la alfombra, con las cabezas apoyadas en el asiento del sofá.

 

-¿Cómo fue que te diste cuenta? –se había movido, apoyando su brazo en el asiento y la palma de su mano abierta sobre su cabeza, mirándole cálidamente. Vio que Hanamichi se encogía de hombros y se volvía para mirarle al rostro.

 

-Solo sé que un día comprendí que habían pasado años llevando una vida que no me correspondía, confiando en encontrar quien me amara y a quien yo pudiera amar, cuando el tiempo pasó empecé a preguntarme que estaba mal en mí. Había confundido mis sentimientos y eso solo me produjo angustia, comencé a analizarme y supe que había tenido la oportunidad de amar al alcance de la mano y que ciegamente la deje escapar, pensé que si éramos dos almas gemelas el destino se encargaría de encontrarnos.

 

-Y así ha sido… -reconoció.

 

-¿Y tú?

 

-Desde siempre… -se fijó que le miraba sorprendido y que poco a poco se iba acercando más a él- Solo que era demasiado joven para enfrentarme a mis propios sentimientos. Me marche pensando que el tiempo me ayudaría a olvidarlos. No fue así, cuando tuve que volver, me extrañe no verte entre las personas que daban el último adiós a entrenador Anzai, sabía que aunque parecieras irrespetuoso con él le tenías cariño y que siempre respetaste sus directivas, hacías cualquier cosa por complacerlo, -se quedó unos segundos callado- Él sacó lo mejor de nosotros, su visión de futuro era envidiable. Solo el tiempo jugó en contra nuestra, haciéndonos comprender que nuestros deseos eran minucias, que lo más importante es el conjunto global que gira alrededor nuestros. Se dio cuenta que se había desviado de lo que realmente importaba, por lo que retomó el punto donde lo había dejado tras un leve carraspeo- Pregunté por ti y nadie supo decirte otra cosa que de un día para otro dejaron de verte.

 

-Sí, mi viaje fue muy precipitado y no pude despedirme de nadie –para entonces estaba junto a Kaede, sintiendo el calor de su brazo que le rodeaba cariñoso.

 

-Me enteré que tus amigos ya no vivían en Kanagawa.

 

-Todos nos hemos dispersado, aunque solemos llamarnos en ocasiones especiales. –le comentó, tenía apoyada su mano en su pecho y sentía los acelerados latidos de su corazón, se fijó que el reloj de su muñeca marcaba las ocho de la mañana, y que a través de los amplios ventanales, la salida del sol comenzaba a teñir de naranja el cielo, con una sonrisa amorosa en sus labios se movió de forma que su rostro quedo frente al suyo, vio el parpadeo confuso de sus ojos- ¡Feliz cumpleaños, Kaede! Te amo. –ese era su regalo y Kaede así lo comprendió, acercó sus labios a los suyos que se entreabrieron ansiosos de recibirle. Le rozó apenas, pero entonces Kaede decidió que él tenía mucho que decir o mejor dicho que hacer.

 

Fue todo tan rápido que cuando quiso darse cuenta estaba tumbado en el piso con Kaede encima, haciéndole sentir el peso de su cuerpo mirándole, su mirada  amoroso le hizo saber que él iba a tomar el control de la situación.

 

-Te amo, Hanamichi.

 

Apenas pronunció esas palabras, selló sus labios con los suyos, se amaron con intensidad, siendo conscientes que una vida plena les esperaba.

 

Ese fue el primero de muchos otros cumpleaños juntos, en los que Kaede fue consciente que ya no necesitaba preguntarse qué sentido tenía su vida, al lado de Hanamichi lo sabía. Vivía por y para él.

 

1 de enero de 2011

 

Fin

 

Paz


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