Con los primeros rayos del sol filtrándose tenuemente por la ventana, Ramiro despertó atontado. Lentamente abrió sus ojos, mientras que un fuerte dolor de cabeza le dificultaba concentrarse. Cuando pudo enfocar su vista, tardó unos segundos en analizar su situación.
“Una noche más en la que me pase de copas” fue el primer pensamiento que le vino a la mente, sin embargo, desechó esa idea cuando sintió que algo lo tomaba por la cintura, quizás ésta no fue sólo otra noche. Se convenció de esto último cuando reparó de que no se encontraba en su habitación. Debido a su estado, tardó unos minutos para prestar atención a su posición. Se encontraba desnudo, en una cama desconocida y con alguien abrazándole por detrás.
Su semblante poco a poco se fue ensombreciendo cuando, cual piezas de un rompecabezas, vagos recuerdos de la noche anterior asomaron a sus pensamientos. Imágenes mentales nebulosas le daban idea de lo que había pasado, al mismo tiempo que un sentimiento de pánico crecía dentro de él.
Sí, había aceptado salir con los chicos, lo reconocía, mas no imaginaba que podría terminar en esta situación. Los acompañó a la nueva disco que se inauguraba esa misma noche, en parte para integrarse un poco más. Había dejado de lado sus prejuicios y también, confiado en las promesas de que lo iban a cuidar, después de todo, eran sus amigos.
Excederse con el alcohol fue su culpa, también lo aceptaba. Estaba en sus planes cuidarse en este aspecto, ya que se encontraba en territorio desconocido y peligroso, o por lo menos así lo consideraba. No quería provocar ni prestarse a ninguna confusión, él sólo estaba allí para acompañar a sus colegas.
La laguna mental de sus recuerdos le impide repasar con claridad su actuación durante la noche, todos sus valores morales están al borde del abismo y el sentimiento de pánico lo abruma. ¿Acaso fue él quién propició terminar en una situación así? No podía creerlo, no había lugar en sus cavilaciones para una conclusión con tamañas consecuencias.
Además del pánico, el miedo también lo invadía lentamente, no se atrevía girar y ver la cara de la persona con la que había pasado la noche. No se creía capaz de hacerlo. No obstante, un nuevo recuerdo parecía obligarlo a determinar la identidad de quien estaba durmiendo a su lado.
Si hasta ahora se sentía totalmente desbordado por la situación, recordar que salió de aquel lugar acompañado por una persona, quien probablemente fuera su, hasta ahora desconocido, acompañante lo perturbó aún más. ¿Era posible? ¿Había terminado en la cama de...? “No, no”. Se repetía mentalmente. El pánico lo paralizaba, pero la duda sembrada en su cabeza era todavía más fuerte.
Lentamente, giró lo necesario como para ver con quien compartía el lecho. Ver desmoronadas todas sus convicciones lo destruía, quería dejar de pensar, pues cada una de sus cavilaciones lo llevaba más cerca del colapso. No estaba preparado para nada de esto, ¿cómo iba a enfrentarlo?. En un intento por huir de sus pensamientos, se convenció de buscar el lado bueno del asunto. Sí, realmente lo tenía, o al menos eso quería creer. ¿Acaso no era mejor que haya pasado con él, a haberlo hecho con un completo extraño?
Sí, todo lo que le estaba ocurriendo era desesperante para él, pero dentro de todo, por lo menos había algo que mínimamente lo reconfortaba. Era su amigo, también su confidente en muchos casos, la voz de la razón que lo aconsejó desde pequeño, y que lo seguía haciendo en el presente. Kevin era su amigo más cercano.
Después de todo, haber dejado su primera experiencia sexual con hombres en sus manos lo aliviaba, aunque en parte, sólo en parte.