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Luz En Mi Oscuridad por Darko Princess

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Notas del fanfic:

 

Bueno, acá yo con una nueva locura, aunque esta ya la había prometido puesto que los que leen "Lágrimas de Jade" ya sabían que planeaba este fic.

Es algo diferente, el lenguaje es algo ejemm... ya verán, les recomiendo que mientras leen el fic escuchen la discografía de Three Days Grace

Y bueno, algo sobre la historia, pues, en primer lugar el personaje surgió hace unos años en mi mente pero no lo había usado sino hasta hace más de un año, en el cual nuestro protagonista tuvo su estreno y bueno, luego pasaron cosas desagradables que me pusieron de un humor bastante caótico y que se identifica bastante a los estados de ánimo que el protagonista narra de si mismo.

Ya tenía pensado subir este fic pero no encontraba un buen modo de comenzar pero, sucedió algo ayer, y es que leí algo escrito por una de las personas que hicieron ese feo caos en mi ser y bueno... mi humor hizo explosión y tecleé como posesa, con lo cual salió este cap ^^ en fin espero les guste pese a que es algo confuso

Dejen reviews!!!

 

Notas del capitulo:

No tengo mucho que decir de este cap, más que lo que ya dije en las notas, y reitero, el cap es algo confuso pero me encantó como quedó ^^

 

Dejen reviews (Sorry, de por si soy muy insistente con eso XDDDD)

 

I

Un Príncipe Encantador

Vago, si, en efecto de nuevo me convertí en nada más que eso, un loco y solitario vago ¿loco por qué? Podría dar tantas razones que me tardaría horas en terminar y por eso no lo haré, prefiero seguir siendo ese niñato enclenque, fragilucho y débil al que todos toman por un perfecto candidato para el psiquiátrico más cercano.

Aunque está más que obvio que ni siquiera ahí podrían acabar con toda mi locura, no es como si nadie lo hubiera intentado antes, pero como no estoy dispuesto a volver a estar encerrado en una habitación blanca y aburrida, simplemente de nuevo me he escapado.

¿De dónde he escapado en esta ocasión? Bueno, de una escuela a la que ahora llamo “Internado de los maricas sin chiste” y pensar que apenas unos días atrás se me había ocurrido pensar que ese era un grandioso lugar, claro, en esos momentos no sabía que todos allí eran maricas, tampoco adivinaba el hecho de que yo lo fuera, aunque no estoy muy seguro de eso, puede que eso solo haya sido producto del abuso de mis medicamentos, sí, eso debía de ser, porque de otro modo no hubiese pensado nunca que me había enamorado de alguien mucho menos que ese alguien fuese un hombre…

¡No! ¡Yo no! Esa chalada rara de enamorarse de otro siempre se la había dejado a ese odioso ser al que por razones aun incomprensibles debo llamar hermano mayor… digo ¿Es que ni siquiera pude nacer 35 minutos antes? Siendo así yo sería el mayor y entonces no habría tenido que escuchar su tonta perorata sobre lo mal que estuvo “enamorarme”

Porque en efecto, me soltó un muy aburrido sermón sobre porque estuvo mal el disque enamorarme de quien me disque enamoré, de ¿Quién? De mi disque primo, si, actualmente todo es a base de “disque” a clara excepción de que ahora puedo decir que ese disque primo mío del que me disqué enamoré y con quien solo me acosté un par de veces, es no más que un puto marica de mierda poco ceso disfrazado patéticamente de ángel ingenuo y bueno, ¡Ja! ¡Y yo me muerdo mi jodido pulgar! Como sea, el muy puto marica de mierda poco ceso, abusador de enanos drogadictos candidatos a psiquiátrico (o sea yo) me puso el cuerno apenas si le di la espalda, ¡Ah! ¡Loco y cornudo! ¡Que hermoso es ser yo!

Tampoco es como que yo haya querido darle la espalda, no, desde luego que no, es más bien que los de la escuela tonta esa creo que simplemente no pudieron conmigo y llamaron a un psiquiátrico, y como ya he mencionado, pues no estoy dispuesto a volver a un lugar así, por la misma, mi odioso hermano mayor optó por de nuevo usar ese cerebro tan maravilloso del que tanto se jacta para hacer maletas y huir, al menos no me escapé solo, o no al principio.

Aunque por supuesto, todo se complicó más al llegar a casa, porque por primera vez vi a mi hermana menor haciendo literalmente magia, si, magia en todo el sentido de la palabra, no como la que hacen en la TV sino como la que muchas personas han plasmado en libros de ficción y que por la misma se supone no debe de existir.

Luego del susto inicial me tocó oír otro grandioso sermón, al menos esta vez no dirigido a mi sino a Haylley, pero estaba medio cansado y no escuché mucho, de hecho, casi de inmediato me entró eso a lo que yo llamo síndrome de Charlie Brown porque de sus voces solo captaba algo muy parecido al “Blah blah blah blah blah blah” y con la misma terminé parpadeando algo patidifuso y mirando a mi alrededor cual tarado con la que a lo sumo pillé algo sobre no hacer esas cosas en lugares visibles ni mucho menos saltar de lado a lado chillando ser un demonio.

De nuevo no lo entendí y opté por la salida por la que opto siempre, o sea, escapar, porque con la misma cogí mis cosas y salí corriendo al son de “pies para qué los quiero” y corrí tan rápido que ni yo podía creérmela, yo, el que siempre había sido catalogado de enfermo, el que sobrevivía a base de medicamentos, corrí tanto y tan rápido que casi al instante de detenerme, me desmayé.

Y en mi inconsciencia tuve tantos sueños raros, o más bien, tantos recuerdos volvieron a mi mente, sobre mí, mi familia, mis hermanos, mi pasado, mi origen, o más bien, por fin tuve la verdad sobre el porqué siempre había sido tan raro y tan diferente.

-

-

Desde aquel momento en que escapé de casa, han pasado ya dos años, dos años durante los cuales dejé de ser el mocoso enfermizo y enclenque de pelos de zanahoria y ojos rojizos que fue juzgado de emo, loco y tan poca cosa que se me comparó incluso con un sapo negándome la posibilidad de aspirar al título de príncipe.

Pero ahora la vida contaba la verdad sobre aquel mocoso que luego de despertar había cambiado tanto, corrompido por una furia y odio descontrolado, únicamente facilitado por su naturaleza, abandonó los pelos de zanahoria y los ojos rojizos reemplazándolos por cabellos azabaches y un par de orbes de un gris plata bastante perturbador, además de los buenos centímetros de estatura que tanta falta me hacían; me gustaba verme así, pero en mi interior algo me había dicho que aquello solo era temporal, ese mismo algo que desde mi nuevo despertar me susurraba un nuevo tipo de hambre, una que también debí de aprender a controlar tan solo por el hecho de no querer ser encontrado por mi familia.

Entonces y solo luego de unos meses cuando la furia en mi se vio aplacada cambié de nuevo, a esa forma que había visto en mis sueños, esa que representaba a mi verdadera familia y que terminó gustándome más que las anteriores, cabellos rojos levemente oscuros y ojos del mismo color, una piel blanca de porcelana, y bueno, para que negarlo, un cuerpo que cualquier modelo o persona de mi edad envidiaría.

Pero no quería volver a casa, no quería oír mentiras de nuevo ni mucho menos sermones por parte de mis hermanos mayores, por la misma, y luego de estos dos años mi anormal vida terminó dividiéndose en otras paralelas que uso para ocultarme.

La primera, esa con la que supuestamente había nacido: Elliot Ewon Darko, segundo hijo varón de una exitosa y multimillonaria pareja; la segunda: Cheshire, el músico de rock cuya fama crece cada día más; la tercera: Cheshire, el rastreador, ese que es un asesino a sueldo y que más que tratarse de dinero, mata para conseguirse esa sustancia que es la única capaz de saciar una abundante sed; y, la última, la verdadera y que por irónico que parezca es bastante parecida a la primera: Elliot Ewon Darko, segundo Príncipe varón de la Familia Imperial Oscura, o mejor conocida como la soberana gobernante de los demonios.

Pero por supuesto, de la última no me jactó y tampoco puedo ir corriendo con los maricas imbéciles de la escuela aquella para echarles en la cara que el “niñato emo zanahoriano que es un sapo porque a príncipe nunca llegó” es precisamente eso que le fue negado, un príncipe, ¡Y vaya Príncipe que soy! El único en mi tipo, tal y como siempre me ha gustado ser, él único, o más bien, como recuerdo que uno de mis verdaderos primos se refería a los miembros de nuestra familia “De edición limitada” en efecto, ese soy yo…

-“Ne, E-lli-ot”- escucho una casi angelical vocecita llamarme en tono cantarín, alargando innecesariamente mi nombre. No hace falta que mire en esa dirección pero de todos modos lo hago, después de todo no quiero que el enano ese al que considero mi mejor me fastidie por horas con su falsa molestia solo porque de nuevo no le he mirado la cara mientras hablamos.

Como sea, al menos no tengo que abandonar mi cómoda posición sobre el sillón individual, tan solo bajo la cabeza y miró hacia el molesto peli verde que me observa con una sonrisita torcida que desentona totalmente con su apariencia de niño bueno.

-“Oh, que bonito, de nuevo estas de cabeza, me encanta como no te mareas así”- chilla juntando las palmas y yo solo enarco una ceja.

¿Para que me demonios me llama sino me va a decir algo productivo, maldita sea? Trató de no comenzar a mover impacientemente mi pie que junto con el otro se encuentra suspendido sobre el respaldo del sillón porque, en efecto, estoy tendido de cabeza y para colmo comienzo a ponerme de mal humor porque no me dice la condenada razón por la cual interrumpe mis divagaciones casi musicales.

-“Pero que te he dicho que no hagas caras así, te arrugarás pronto, como una pasa”- exclama cruzando los brazos y haciendo uno de esos mohines suyos que convencen a casi todos menos a mí.

-“Y yo te he dicho que no me molestes cuando estoy divagando”- replico, casi maldiciendo la hora en la que acepté que viva conmigo.

-“Es que te iba a decir algo”- se defiende, hace una de esas miraditas de pollito suyas con las que consigue tener a todos a sus pies, menos a mí, claro está.

-“Ya… pues dime”- ruedo la mirada, es que mi paciencia tiene un límite bastante pobre debo admitir.

-“¿Pagaste la renta?”- ¿Qué maldita sea dijo? ¡Ah, sí, juro que ahora si lo mato!

-“¡Tu idiota, este departamento es mío!”- grito añadiendo también uno de esos siseos casi de víbora que me salen de maravilla. Y claro, orgulloso de tomarme el pelo una vez más, el enano al que tengo por mejor amigo tan solo se echa a reír a mi costa una vez más –“¡Kyo largo!”- agrego cada vez más fastidiado de que se burle de mí pero, solo se sigue riendo.

-“Pero es que…”- ni siquiera termina de hablar, porque de nuevo cede ante un ataque de risa y yo tengo que morderme los labios y reprimir las ganas de arrojarle algo directo a la cara ya roja de tanto reír.

-“¿Por qué no mejor te largas con ese vampiro tuyo a revolcarte de nuevo y me dejas en paz?”- termino por decir, si de verdad se cree que le aguantaré sus idioterias además del hecho de que la sangre ya se me está yendo al cerebro y me estoy mareando, pues que equivocado que esta.

-“¡Oh! ¡Esa es una excelente idea!”- me felicita, sonriendo de un modo torcido que nadie creería que pudiera hacer –“Llevo más de dos horas sin tener sexo”- agrega en tono cantarín, sonriendo ampliamente igual que un niño en la mañana de navidad, y pensar que años atrás era uno de esos que ante la palabra “pene” se ponía totalmente rojo y miraba con espanto.

De nuevo ruedo la mirada, y por nada me interrumpió, porque con la misma y por demás entusiasmado con sus nuevas ideas, comienza a alejarse, luego se detiene y vuelve a mirarme ¿Y ahora qué? Pero esta vez no me dice nada, tan solo se acerca a la mesa de centro y deja un sobre negro sobre uno de los ceniceros que nadie usa porque en mis dominios los fumadores están prohibidos.

-“¿Qué se supone es eso?”- pregunto seriamente, tratando de evitar que mi mal humor me gane.

-“Trabajo, o eso creo, como sea, cuando vuelvas trata de no dejar sucio todo a tu paso”- responde, sigue sonriendo aunque ahora parece un crío tramando travesuras que prefiero no imaginarme.

-“Vale, vete entonces, y no grites mucho o te arranco la lengua”- contesto esta vez, sonriendo “dulcemente”, siento esos ojos verde azulados mirarme con seriedad unos escasos segundos justo antes de que su dueño suelte una risita y se aleje dando saltitos.

Cierro los ojos, casi extraño a mi viejo mejor amigo, ese que era un enanito dulce, tierno, tímido y por demás adorable que iba por todos lados llamándome “Elliot nii~” pero obviamente me lo cambiaron por el que tengo ahora y eso solo por haber cometido un error atroz que nadie en su sano juicio debe de cometer.

Y es que, mi mejor amigo, Mizuhara Kyo, asistió justamente dos años atrás junto conmigo al “internado de los maricas sin chiste” donde se enamoró de un patán de esos y que ¿Por qué no? El día de nuestra huida y solo porque Kyo no le avisó, apenas si lo tuvo al alcance, como el vil patán que es, le dijo que lo odiaba y que era un mentiroso de lo peor. El resultado no fue nada grato, desde luego que no lo fue porque apenas unos días más tarde me tocó ver en las noticias que mi mejor amigo, ese que significaba tanto para mi, se había suicidado.

Casi había pasado medio año cuando el loco destino nos volvió a juntar, yo como el irreconocible muchacho de los pelos azabaches y los ojos de plata afilada, y Kyo… Kyo regresó a mí como Kyoyoru Nightray, un ángel caído.

En ese tiempo me costó demasiado trabajo entenderlo, primero porque mi temperamento no estaba en su mejor momento y luego porque Kyo había pasado de ser una persona hermosa a la que uno sentía la necesidad de proteger y mimar, a una masa temblorosa, llorosa y depresiva que lo único que repetía una y otra vez era su deseo por morir de nuevo y no ser capaz de volver nunca.

Significó un gran esfuerzo conseguir sacarle el hecho de que su madre hubiera sido un ángel que se enamoró de un humano, sip, y yo que al igual que los demás la había creído también humana, ese insignificante detalle cambió por completo la línea de destino a seguir de mi mejor amigo. Porque antes de saber tales verdades nosotros solo habíamos sido el chico zanahoria emo enclenque y el enano verdecito cuya madre había muerto cuando no tenía ni cuatro años y terminó siendo adoptado por los Mizuhara, los mismos que lo llevaron a mí y a mi familia y que estuvieron con él hasta sus 15 años, edad que tenía cuando decidió terminar con su vida.

Aparentemente y dado que era un mitad ángel, su castigo por haber hecho algo tan pecaminoso como suicidarse, fue regresar como un ángel caído condenado a no poder morir sino hasta que los altos mandos decidan lo contrario. Y bueno, aun cuando supiera eso, Kyo intentaba una y otra vez terminar con su supuesta desgracia, o al menos lo intentaba hasta antes de conocer a Hyaweh, el vampiro pura sangre que le prometió matarlo y que en realidad disfruta de recrearse la vida entre las piernas de mi mejor amigo, por lo menos le agradezco que Kyo ya no sea un enano suicida, hasta prefiero que sea una molestia a tener que aguantarlo de nuevo como fue en su época más sombría.

Pero yo tendría que dejar de recordar esas cosas, no le hacen bien a mi limitada paciencia porque una parte de mi todavía quiere ir y descuartizar al humano que hirió a mi mejor amigo. En vez de eso, mi mirada regresa al sobre negro que fue denominado como “trabajo” es hora de que Cheshire el rastreador vaya a ganarse la vida en todo el sentido de la frase.

Me levanto con pesadez y tomo el sobre, leyéndolo rápido y casi sin interés, se supone que debo ir a reunirme por ahí con otro de esos patanes de la Sociedad para que me hable sobre mi misión y que seguramente será la de siempre, matar a alguien por alguna absurda razón, pero no me opongo, me pagan bien y además puedo alimentarme de mi victima así que quien sale ganando en realidad soy yo.

Revisó mi apariencia en el espejo del pasillo, me tocará cambiarme los snickers por botas y ponerme el resto de mi disfraz. Mientras camino por el pasillo rumbo a la habitación que me pertenece, escucho ruidos bastante conocidos, recuerdo haberle dicho que evitara gritar pero como siempre me ignora, no le puedo hacer más, con Kyo las amenazas ya no surten efecto.

Suspiro casi fastidiado, y es que aun estando encerrado en mi habitación, mientras me pongo las botas, luego la gabardina negra, mis guantes de cuero y el antifaz que uso para cubrir mi identidad, el ruido en vez de disminuir parece ir en crescendo, al menos no tendré que seguir escuchándolo, no por esta noche.

Y una vez listo, me dirijo hacia la salida, aunque termino deteniéndome frente a la puerta semi abierta del cuarto de mi mejor amigo, empujo aquel insignificante obstáculo de madera frente a mí y me apoyo en el marco en posición totalmente desinteresada, observando con gesto apático las actividades que en la cama se llevan a cabo.

Pero es que incluso esas cosas que antes tanto desdeñaba, más que nada a los homos, incluso han dejado de tener relevancia para mí, no me interesan ni hombres ni mujeres, en realidad incluso he llegado a pensar que estoy condenado a estar solo, pero es mejor así, porque dudo mucho que alguien pueda aguantarme y por la misma prefiero no tener esperanzas con respecto al tema, porque odio tener que ponerme a divagar en eso y además…

-“¡Siiii… que rico lo haces, métemela toda…! ¡Hyaweh!”- gimotea a gritos Kyo, perdido en esa vorágine de placer que siempre lo absorbe cuando esta con el vampiro tramposo ese.

El mismo vampiro tramposo que me observa por encima de su hombro con ese par de orbes dorados que tiene, casi preguntándose en qué momento planeo darme la vuelta y darles privacidad, y aun cuando me mira de ese modo poco amistoso y su atención parece centrada únicamente en mí, sigue embistiendo con fuerza contra el cuerpo delgado y pequeño de mi mejor amigo.

Lo mantiene presa entre sus brazos y aun mirándome se dirige al blanco y delicado cuello de Kyo, enseñándome sus colmillos, yo hago lo mismo, sonrió e incluso me tomo la molestia de pasarme la lengua por los colmillos demostrándole que no le temo en lo absoluto, pero en lugar de continuar con su amenaza, tan solo clava ese par de afilados dientes en esa nívea piel y casi al instante puedo oler la sangre, ese aroma dulzón y metálico que me vuelve algo loco y famélico.

Kyo no se queja, enreda sus bracitos entorno al cuello ajeno y tira con fuerza de la mata de pelos azules perteneciente a Hyaweh, perdido únicamente en su éxtasis sin siquiera darse cuenta de que lo estoy mirando, aunque es probable que lo sepa y no le importe, porque ya no es el niño tímido que alguna vez conocí.

-“Así… tómame todo, soy tuyo…”- murmura cegado por la latente pasión del momento, yo enarco una ceja, no sé si esos dos se aman y tampoco me interesa saberlo, aunque preferiría que ese no fuera el caso porque no quiero tener que cargar con Kyo depresivo de nuevo.

Entonces Hyaweh simplemente aparta la boca bruscamente y la sangre salpica en el aire antes de que empuje a lo bruto el cuerpo de Kyo de vuelta al colchón, el enano peli verde queda ahí desmadejado, respirando como si no hubiera un mañana, sonriendo igual que un idiota y con los brazos extendidos sobre las sábanas, cualquiera se pensaría que ya todo ha acabado, cualquiera que no sea yo por supuesto porque en cosa de nada la bestia Hyaweh vuelve al ataque, levantando con ambos brazos las torneadas piernas de Kyo, abriéndoselas y dejando a la vista su entrada, ese sitio que ahora solo le pertenece a él.

Y en cosa de nada vuelve a enterrarse en el interior del peli verde, Kyo gime en un grito y él solo gruñe, cubriéndolo con su enorme cuerpo y empujando una y otra vez, sin descanso, aprovechando que el hermoso ángel caído de nuevo lo aferra a él con brazos y piernas, correspondiendo a cada uno de sus empujes y tratando seguramente de hacerlos más profundos por la forma en que lo empuja hacia si con los talones.

-“Hmn… Ah… la tienes enorme… como me encanta, Ahh… si… dame más duro… más… no te detengas…”- le escucho decir, probablemente años atrás me habría sonrojado pero esta vez no puedo evitar que una sonrisa se forme en mis labios, no sé porque, pero me hace una gracia enorme verlo así.

Aunque Hyaweh le obedece, no por eso se abstiene de dar la vuelta dejando a Kyo arriba, se miran unos segundos y el peli verde hace esa sonrisita nada sana que no tiene nada que ver con él, eso justo antes de comenzar a moverse sobre el vampiro peli azul, cabalgando con la firme intención de enterrarse el pene de su pareja una y otra vez hasta lo más hondo. Entonces levanta la cara y me mira, no se espanta ni nada, solo me sonríe y continua con lo suyo, se humedece los labios y luego lleva su mano pequeña y delgada a su rostro, lamiendo con gula dos de sus dedos, mirándome fijamente, casi preguntando si me gusta lo que veo y la respuesta no es “no” sino más bien es nula, pero eso tampoco le importa porque una vez que tiene sus dedos empapados de saliva, los lleva a su ya ocupado centro, metiéndoselos de una y gimiendo más alto.

Pero sigue mirándome, aun cuando tiene metidos sus dedos y el pene de Hyaweh en su interior, sigue mirándome y cabalgando casi como el llanero solitario, hasta me quiero reír pero esas igual me las aguanto, no hay caso, capaz de que si me río, se ríe conmigo el muy baboso.

-“Elliot… cuando vuelvas… no olvides traerme… más rocas… para mi colección”- me dice, sonriendo estúpidamente y revoloteando las pestañas, aun ocupado en su adorada labor de disfrutar de las virtudes del loco aquel.

-“Vete al demonio”- contesto, enarcando esta vez ambas cejas y frunciendo el ceño ante su descaro.

-“Solo… si tu… manejas”- replica, sonriendo torcido de nuevo antes de volver su entera atención a lo que hace.

-“Claro, y las rocas te las puedes meter al culo”- alego yo, dándome la vuelta ahora sí y comenzando a alejarme aprisa por el pasillo, directo a la salida de una buena vez por todas.

-“Siiii… así… seguro que… se siente más rico ¡Ah!”- le escuchó decir seguido de su maldita risa.

Considerando que es suficiente para mi paciencia, casi corro a la salida, azotando la puerta con fuerza y colocándome la capucha de mi gabardina sobre el cabello para ocultarlo. Aspiro el aire de la noche, es mucho mejor y más puro que los aromas que dejé en casa, y me distrae mientras camino escaleras abajo y luego por las calles, perdiéndome entre la gente a mi alrededor que ya no me mira raro porque no soy el único que anda con ese tipo de moda por las calles, ¡Al menos!

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Tres horas más tarde, sigo sentado en el parque donde supuestamente mi empleador debería de estar esperándome, pero soy yo quien aguarda, sentado en el extremo de una banca para que la luz de la farola no me ilumine tanto y pueda conservar mi aspecto sombrío.

-“¿Cheshire, el rastreador?”- alguien pregunta por fin, alzo la mirada altivo y sonrió de lado, mirando a la mujer ya no tan joven que con pose firme pretende intimidarme.

-“El mismo”- contesto yo, sin siquiera cambiar de expresión.

Ella no me contesta nada esta vez, ni se queja por el tono tan cínico que uso al hablar ni por mis groseros modales, tan solo me pasa una carpeta púrpura que tomo únicamente por el hecho de que se trata de mi nuevo trabajo, la abro y miro sin un interés en particular, en realidad no necesito saber casi nada de mis presas porque no hay nadie que consiga ganarme.

-“Es solo un muchacho, una abominación, una deshonra, esta maldito…”- comienza a decirme pero luego de lo último el síndrome de Charlie Brown vuelve a hacer acto de presencia y solo escucho “Blah blah blah blah blah blah blah…”

Así que sin que me quede de otra asiento con la cabeza y miro el papel que me extiende con la suma a recibir apenas cumpla con mi trabajo, podría hasta haberme sorprendido pero tan solo pienso que en realidad está desesperada por desaparecer al chico aquel.

Miro su fotografía en la carpeta que me ha sido entregada, desde ahí unos intensos ojos parecen devolverme la mirada, son de color rojizo, como el atardecer, yendo hacia una leve tonalidad violeta que asemeja al cielo antes de que la noche se apodere de él por completo. Su cabello es de un suave color lavanda, largo, con finas hebras que enmarcan su rostro y acarician esa frente del mismo níveo que el resto de su piel, parece delgado y todo en él habla sobre lo delicado que debe ser.

Natsuhi Nori Kazuma, leo escrito bajo la fotografía, ese es el nombre de mi presa, el nombre de la vida que debo extinguir y que sin duda alguna acabaré, desde que comencé con este trabajo nunca nadie ha podido escapar de mí y este no será la excepción.

-“Esta hecho entonces, tenemos un trato Madam”- digo al fin, levantándome con la intención de volver a casa, coger mi bolso de viaje y largarme a trabajar, seguro que como siempre Kyo ni me notará entrar porque solo le importa Hyaweh.

A veces ese mismo conocimiento me hace detenerme a pensar en el hecho de que estoy solo, realmente solo y aunque me lo niego una y otra vez, sigo buscando, esperando, deseando encontrar a alguien que sea para mí.

La próxima noche también estaré aguardando por ti, para que de una buena vez me saques de mi maldita oscuridad…

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-

 

Notas finales:

Y eso es todo, me ha encantado traer de vuelta a dos personajes que significaron tanto para mí, como lo son Elliot y Kyo, me gusta por fin introducir en una de mis historias a Hyaweh y finalmente, agradezco a Princess Natsu por prestarme al querido esposo de Elliot una vez más XDDDD

 

Bueno, no sé cuando suba el siguiente porque aun no lo escribo pero trataré de que sea la próxima semana, gracias por todo y me encantará leer sus comentarios

 

Para quien se lo pregunte, si, el título del capítulo es una especie de sarcasmo y CharlIE Brown no me pertenece.

 

Me despido, no olviden dejar sus reviews con todo lo que se les ocurra decir ^^


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